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Su Excelencia El amor (página 3)




Enviado por Theodoro Corona



Partes: 1, 2, 3, 4

El hombre posee reservas infinitas y desconocidas que
van surgiendo en él de manera espontánea, pero
también cultivadas. Lo ideal sería que todo lo que
en el hombre entra como sufrimiento salga como dicha y placer,
pero lamentablemente nos complacemos en los recuerdos de lo que
nos causa daño. ¿Que sucedió con el catarro
que tuviste hace un mes? Lo olvidaste. A eso se refiere usted
cuando menciona que las heridas físicas suelen sanar
más rápidas que las heridas psíquicas, y
existe mucho argumento al respecto. Pero en nosotros está
la razón de la razón, el raciocinio del saber y en
nuestras manos está el borrador. No digo que por arte de
magia o milagro el hombre perdona y olvida, no, claro que no.
Pero en él está la posibilidad y la inteligencia
para que tal cosa sea posible. El perdón nace del amor,
quien no ama no puede perdonar, le está vedado por una
insuficiencia de amor. Aquí hay que cultivar el
perdón y el olvido sembrándolos en las tierras
fértiles del amor, ya que es imposible que tales flores
nazcan en las áridas tierras del odio, del rencor, del
remordimiento y de la venganza que es lo contrapuesto al
perdón.

Rencor y venganza nada aportan, pero todo lo quita y lo
pierde. Si mantenemos en nosotros estas figuras, podemos estar
seguros que tarde o temprano despertarán enfurecidas para
llevarse todo por delante. El rencor nubla, enfría el
alma; la venganza opaca todos los buenos sentimientos.

No quiero aquí hacer análisis
psicológico, me refiero a que no vamos a tratar el tema
desde el psicoanálisis, sino que lo veremos con la
simplicidad de la razón humana. Puedo, pero no lo voy
hacer, establecer parangones de una vista profesional y
sicológica del tema, ya que la idea es que nosotros
consigamos, sin la ayuda profesional, el hacernos de una conducta
liberada frente al rencor.

Lo cierto es que consciente o inconscientemente nos
estamos condicionando con conductas ligadas al rencor y no al
perdón; pues hagámonos, entonces, un giro de
360° y dejemos el infantilismo a un lado para imponer la
madurez que no debe admitir el rencor como línea de
conducta.

El reto está precisamente en la posibilidad
franca de que el perdón y el olvido sean lo que son:
piezas de gran valor. El diamante hay que tallarlo y pulirlo para
que sea gema apreciada, así el perdón que cuando
más nos cuesta más valor tiene. Quien mucho
perdona, mucho ama; quien poco perdona, poco
ama.

No quiero convencerte, lo que me gustaría es
llamar tu atención sobre la particularidad sanadora del
perdón. Esa profunda herida abierta en el corazón
de quien de tu parte recibió la ofensa, es como un hueco
donde debemos depositar el bálsamo prodigioso del
perdón, y una vez allí colocado, esperar que la
herida reaccione y sea sanada. Debes, por lo tanto, esperar, y de
no recibir la repuesta esperada, aquieta tu corazón y
continúa esperando. Esa espera, sin embargo, no puede ser
recordatoria del perdón dado y solicitado, sino olvido en
ti, para que también tú seas sanado.

"Siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor" y veras que en ti hay
disposición.

Perdonar sin olvidar es como perdonar y condenar para
siempre al sujeto, lo que no nos permitirá ser sanado en
nuestro interior. Muchas veces perdonamos, pero nos cuesta mucho
olvidar la ofensa.

Quizás aquel agravio fue grave y nos causó
importantes trastornos que han perdurado en el tiempo, en estos
casos debemos sincerar muestra situación, pues nada
remediamos con mantener un padecimiento eterno, ya que el castigo
y la flagelación la tendremos por los dos lados; y te
puedo asegurar que no resuelven absolutamente nada.

Existen personas que no perdonan ni olvidad, de ellas me
compadezco, pero no con una compasión que ofende, sino de
pena y dolor por su propio sufrimiento, que no terminará
nunca. ¡ No te perdonaré jamás! Es una frece
que he escuchado con dolor; pero esa actitud no debe producir en
quien no se sienta perdonado frustraciones y mucho menos
sentimientos de culpa eternos, pues así como no creo en la
pena de muerte, tampoco creo o me gusta la condena perpetua. Dios
no condena a perpetuidad, si es que condena. ¿Por
qué, entonces los hombres nos sentimos con autoridad para
cobrar ofensas por medio de la muerte o la condena
eterna?

Te voy a poner u ejemplo que fue público y
mundialmente conocido. El Papa Juan Pablo II a pocos minutos de
ser herido gravemente por un terrorista anarquista, lo
perdonó; pero no contento con esa acción,
acometió una mayor. Fue y se entrevistó en la
cárcel con el agresor y charlo con él como si se
tratara de un viejo amigo. Ese acontecimiento acaecido en las
Plaza de San Pedro en Roma, había sido ya perdonado por el
Papa, pero quiso él comunicarlo personalmente al agresor,
pues de esa manera el perdón y el olvido se
concretarían en su alma, y, más importante aun, le
llegaría de primerísima fuente al accionario, quien
sin duda tuvo que sentir el noble gesto de aquella figura tan
importante para tantos millones de personas en el mundo
entero

El perdón no te obliga a continuar la
relación –si así lo quieres- pero, por
supuesto que para cada caso habrá particularmente un
enfoque diferente. Perdonar al hijo significa ruptura de lo
pasado y borrón y cuenta nueva; así con todo
aquello que deseamos y necesitamos olvidar. Miren, en el olvidar
ofensas están la verdad más sustantiva de las
relaciones personales; aprovechemos ese conocimiento y pongamos
en practica su inmenso valor.

Su pregunta es en sí misma la repuesta que
anhelamos para ganarle la partida al odio: Perdón y
olvido, son agentes especiales de nuestra propia seguridad. Quien
no esté dispuesto a perdonar, no podrá jamás
amar, y esto es tan obvio e inocultable como la luz
solar.

Te puedo decir: abre tu corazón y permite que en
él entre el perdón, pero prefiero pedirte que ames
sin medida, pues al hacerlo jamás estará en ti el
sentimiento del odio y el rencor. No los experimentarás
jamás y eso es mejor que sacarlos de nosotros.

Los bienes
materiales y el amor

El papel que juegan los bienes de fortuna en el amor
suele ser disparejos, pero a decir verdad en el amor los bienes
de fortuna nada tienen que buscar. Seguramente se
extrañarán de esta afirmación, y lo primero
que se les viene a la mente es aquel dicho de "amor con hambre no
dura" Literalmente es una vulgaridad asemejar el amor con la
necesidad biológica de alimentarnos. El amor no sabe de
hambre ni de penurias, el amor es, a secas, amor. Lo único
que mata el amor es la rutina, los años de rutina. Ni
siquiera la infidelidad puede matar el amor, pues éste
continúa en las parejas infieles, sólo que ha
cambiado, momentáneamente, de emisores y receptores.
Espero que al afirmar tal cosa no se sientan ofendidos por la
sinceridad.

Cuando alguien deja a otros porque la suerte
económica le es adversa, sólo está
reconociendo que algo llegó a su fin, eso no fue
precisamente el amor, en cuyo caso, me atrevo afirmarlo, nunca
existió.

Nuestro deber es construir un mundo donde el amor sea
una realidad y no un supuesto; donde las acciones, que hacen
corazones, suplanten las buenas razones, teoría de las
buenas obras.

Esto que ya lo había mencionado confirma la regla
según la cual el amor, Su Excelencia, va mucho más
allá de simples supuestos o imaginarias que nos
engañan con un amor inexistente.

No quiero decir, los extremos nunca son buenos, que para
que exista el amor deberemos ser pobres de solemnidad. Aunque
nadie puede negar su existencia ante una situación tal. Y
es que el amor todo lo supera, incluida la muerte. Él
puede permanecer inalterable después de tal acontecimiento
y también desaparecer con quien se fue. Es aquí
donde reside lo indescifrable del amor; lo incomprensible y hasta
la variabilidad de este sentimiento exclusivamente humano. Y no
podía ser de otra forma para presentar esa
característica dual de sencillo y complicado. Sólo
el hombre es capaz de nadar en esas aguas disímiles, pero
hermosas.

Particularmente creo que lo que nos hace escribir tanto
sobre el amor es precisamente su halo misterioso e inescrutable
que nos permite verlo distinto e innovado a cada instante. Esa
cualidad es lo que definitivamente lo hace inmortal. Nunca muere
y nunca morirá mientras existan dos personas decididas al
amor.

El amor en el ser humano no tiene patente ni nadie es
dueño del amor de nadie, por lo que también es
voluble y, ya lo dije, hasta instintivo en el ser racional. Yo
puedo dejar actuar mi instinto de amor, como lo puedo hacer
racional y regularlo a mi antojo.

¿Podemos llegar convertirnos en
amor-dependientes?

Hay quien afirma que no debemos llegar a ser esclavo de
las emociones, y el amor es una de ellas. Recuerden que dije que
el amor no puede causar daño, porque llegada tal
situación deja automáticamente de ser amor, aun
cuando así lo llamemos. El amor es un sentimiento bueno,
ajeno a la crueldad física y mental, y lo que hagamos en
su nombre con estas anomalías, jamás puede ser
aceptado como amor.

"El amor hace posible lo imposible. El amor sólo
el amor hace que los hombres no acabados crezcan juntos y formen
una comunidad. Sólo en el amor se pueden soportar
mutuamente los hombres" (Phil Bosmans)

Esta afirmación que ahora repito, nos aclara la
potencialidad del amor, pero no se reconoce una"misión
destructiva"Se habla de "crecer" de identificarnos en "comunidad"
y de darnos soporte mutuamente. Porque así es el amor
cuando se identifica con lo que es verdaderamente:
Entrega

Cuando nos acostumbramos a ciertas conductas humanas,
prefiero las buenas conductas, nos hacemos dependientes de ellas
y nos cuesta mucho dejarlas, sobre todo cuando nos producen
satisfacción.

El amor es un acto inseparable de la persona y tiene el
poder de ser incuestionablemente generoso, y de no ser así
sería imperdonable continuar llamándolo de esa
forma. El amor es un acto inmanente que se crece a medida de ser
más retribuido. No se agota el amor como cualquier otro
bien. Y no es que el amor esté contenido en una que otra
cosa importante, no, él vive en nosotros y nosotros
dependemos de él.

Claro que el amor lo hacemos representar de muchas
maneras y formas. Cuando damos una flor, ella simboliza el
sentimiento predilecto. Cuando damos un beso o proporcionamos una
caricia también allí lo estamos
simbolizándolo. Sería posible hacer una lista de
todas las cosas por medio de las cuales hagamos entrega de amor,
pero con toda seguridad nos quedaríamos cortos. Sin
embargo, el amor no puede ser canjeado por bienes materiales. Me
refiero al hecho de que no puedo dejar de amar a cambio cualquier
objeto. La canción dice que "… el amor ni se compra ni
se vende…" De aquí podemos llamar al amor con un nuevo
adjetivo: invalorable. Y es imposible tasarlo al igual que
tasamos algún otro elemento.

Cuando decidimos amar se produce en nosotros toda una
metamorfosis que nos conduce, incluso, a comportamientos
extraños. Aquello de que"… parece que está
enamorado", es una realidad cuando somos sometidos por el
sentimiento predilecto. Todo en nosotros cambia, y se convierte
en luz la oscuridad, el frío en calor y la vida plena nos
invade hasta dejarnos extasiados. Su Excelencia el amor ha ganado
otro partidario.

Los
celos

Existe un tema, difícil, que por regla general y
en mayor o menor grado está presente cuando el amor toca
las puertas del corazón. Y no se vayan a imaginar que me
refiero sólo a aquel amor que nace en la pareja de
amantes, no, me voy a referir a él reconociendo su
presencia en todos y cada una de las oportunidades donde el amor
y el afecto por alguien están presente. Ese tema no es
otro que los "celos"; esa máquina diabólica que ha
producido escalofriantes episodios, así como
ridículas situaciones. En su nombre o, mejor, por
él se han cometido crímenes horrendos donde se ha
involucrado hasta la prole de la pareja afectada. Familias
enteras se han acabado porque el "fantasma de los celos" entro de
improviso y de manera artera, "enloqueció" a quien
más tarde protagonizará eventos llenos de dolor y
asombro.

Enfermedad, desequilibrio mental, traumas
sicológicos, entre otros, ha sido la respuesta para tratar
de entender el por qué de su presencia. Para entender por
qué en una persona actúa de una forma, y en otra de
manera diferente, se hace necesario un estudio pormenorizado de
cada caso.

Mi opinión, y es la que quiero dejar asentada en
este libro, es que los celos tienen su raíz en la
relación inmadura, desentendida y aminorada perversamente
por la involución del hombre a etapas preliminares de su
enmarque social. No digo que el hombre de las cavernas sintiera
celos, cuestión que no me consta ni en un sentido ni en
otro, pero de ninguna otra etapa de la vida del hombre sino de la
animalidad puede desprenderse tal conducta.

Claro que tienen razón los sicólogos al
decir que los celos son en realidad una huella de inferioridad,
sin embargo, habría que tener en cuenta un análisis
de cada caso en particular. Sé que existen
patologías que nos indican comportamientos similares de
los seres humanos, ello, no obstante, es la resultante de una
vida en singular y no es plural, por lo que cada caso pudiera ser
distinto en su génesis.

Ese comportamiento que involucra una desconfianza por lo
general infundada, es de tan grave importancia que ignorarlo
puede resultar fatalmente negativo. Es por lo que apenas asoma su
manifestación más simple, se deberá buscar
salidas sin esperar la presencia del conflicto de celos.La
salida, no hay otra, es el diálogo sincero y oportuno que
logre colocar cada cosa en su sitio, y de haber reales sospechas
de una diferencia entre las parejas que pudiera llevar al
rompimiento por el hecho de que alguna de las partes dé
motivo, se tendrá forzosamente que darle la salida
más inteligente, sensata y sin traumas.

"Estamos casados desde hace cuatro años, pero
conocí a alguien que me movió el piso" -funciona
tanto para la mujer como para el hombre-, es el momento de
clarificar si tal situación es lo suficientemente
comprometedora como para decidir una separación
inteligente, concertada y sin traumas. Aquí hay que estar
lo suficientemente claro, pues los escondrijos funcionan
inversamente proporcionales al respeto que se merece la dignidad
de cada miembro de la pareja. Y digo la dignidad de cada miembro
porque evidentemente ambos son heridos en su respetabilidad.
Porque el problema o conflicto real se presenta cuando -y es lo
más común- se intenta llevar una doble vida, "…
no renuncio a mi relación de pareja pero tampoco a ese
flirteo que sostengo ahora, ya que me resulta
gratificante…"

No obstante poder existir suficiente confianza entre la
pareja para confesar una situación por menos enojosa, se
pudiera dar el caso que el miembro de la pareja, supuestamente
más agraviado, no esté de acuerdo y se torne el
asunto violento; en cuyo caso estaríamos en presencia de
un auténtico conflicto nada deseable.
¿Solución? Difícil aventurar una, ya que de
seguro, y tal como lo dije precedentemente, habría que
estar frente al caso en particular. A pesar de que el matrimonio
supone un juramente de amor eterno sabemos que en la
práctica no funciona así, y siendo elevada la
estadística que nos habla del desamor, que pueda existir
sin necesidad de un rompimiento "legal" del matrimonio o de la
relación de pareja.

Hoy, no siempre fue así, pareciera existir una
clarificación mayor en trances inducidos por los celos, y
las parejas se abren más al entendimiento que al conflicto
en sí mismo.

Los celos infundados, a mi modo de ver, son los que
más daño causa y ofenden. Múltiples
circunstancias harán ver situaciones que una
disposición celosa confunda, produciendo dudas más
allá de lo razonable. La identificación o
"química"que pueda surgir entre amigos o recién
conocidos no autoriza duda sobre la actitud de mi pareja. Por
otra parte, y aquí funciona la seguridad o inseguridad,
cada cual debe saber qué tiene y a donde es capaz de
llegar una relación madura de amistad.

No pongo en duda que el "gusanito" trabaja sin que
nosotros lo deseemos, pero es allí donde el autocontrol,
la confianza, la madurez y, si se me permite, la clase, se hacen
presente por sobre toda apariencia.

Dialogar no significa esconder, por lo contrario, se
entiende como clarificador cualquier diálogo sobre el
tema. Cierto que nada más admitir o proponer un
diálogo sobre una determinada situación de celos es
el reconocimiento tácito a su existencia, sin embargo, en
principio no tenemos por que considerarlo, como admito he dicho,
un regreso a la animalidad. Lo que sucede es que admitir una duda
no significa necesariamente una desconfianza, sino una
búsqueda que aclare algo que nos parece sencillamente
confuso.

Pero los celos tienen su presencia, igualmente, en las
relaciones entre amigos, lo que no reviste magnitudes, al menos
de forma general, como los ya analizados. Sin embargo, sí
ha llegado a producir distanciamientos serios y duraderos,
terminando con amistades de vieja data…

Su opinión es que hoy las parejas llevan una
relación más madura, sin embargo, tal
situación no es impedimento para surjan los celos y sus
derivados conflictos ¿Cree usted que es posible que las
generaciones futuras no manejen este conflicto y que pudiera
considerarse como desaparecido?

Nada me gustaría más que darle la
razón al planteamiento que está dentro de su
interrogante, pero me temo que no es así. Ello, sin
embargo, es acicate y no-límite para el
crecimiento.

Tal como lo afirmo, hoy las relaciones tienen una mayor
carga de autenticidad producida por ese bagaje de conocimientos
que cada día disponemos sin mayor discrecionalidad, y
donde se siente y se presencia el despunte de una nueva aurora.
Ahora bien, de allí no se puede afirmar como desaparecida
la desconfianza que un día cualquiera y sin motivo
aparente le pudiera surgir a un miembro de una pareja
cualquiera.

La conducta impredecible del ser humano frente a esa
fuente inagotable que es el amor, presupone disímiles
situaciones que creo nadie está en capacidad de vaticinar
en sus dimensiones y consecuencias, por lo que considero que
mientras exista amor, existirán los conflictos que giran
alrededor de Su Excelencia, siendo los celos sólo uno de
ellos.

Siempre existirá, incluso, quien tratando de
manipular situaciones, ciertas o falsas, trate de hacer o hacerse
víctima para sacar provecho de ello. En esos casos debemos
mantener firmeza de criterio. Si no tengo por qué sentirme
culpable y me sé alejado de lo que eventualmente se me
acusa, tendré a mi favor mi convicción, lo que es,
con toda seguridad, una invalorable condición para asumir
con tranquilidad cualquier situación.

Una víctima es aquella persona que ve su vida
envuelta en situaciones creadas por otros, y mediante las cuales
se le quiere manejar. Nunca debemos permitir ser utilizados en
provecho de circunstancias ajenas a nuestros intereses, por lo
que estamos en la obligación de rechazar contundentemente
maniobras en tal sentido.

Y cuando hable de intereses me refiero al propio
interés por una vida plena en todos los sentidos.
Sólo un amargado puede intentar amargar tu vida, pues
bien, ese inadaptado no tiene cabida en ti y tu posición
es no aceptarlo.

Ese vértice de libertad es la que veo está
emergiendo en las nuevas generaciones, pues al ser libre para
decidir situaciones me convierto en un ser imposible de ser
manipulado por hipotéticas o ciertas situaciones que den
origen a los celos. Ser libre significa estar en capacidad de
decidir en cuanto a mi persona lo que crea más
conveniente, dejando a salvo, por supuesto, las normas de
convivencia de aceptación general.

Brindarme la oportunidad de decidir lo que me conviene o
no, es un factor ponderable por mi persona y por nadie
más, todo sin menoscabo de la relación que mantenga
con mi pareja, amigo, amiga, familiar o simplemente
conocido.

Por otra parte, si hablamos de desconfianza -la base de
los celos- debemos obligatoriamente hablar de la
confianza.

La confianza es un sinónimo del sustantivo
"seguridad" y es, sin duda, uno de los atributos con el cual el
ser humano debe comulgar a diario. Si carecemos de confianza
difícilmente seremos capaces de vivir, pues ella en mayor
o menor grado está presente en todos y cada uno de los
actos del ser humano.

Sin confianza seremos incapaces de aprender a caminar
–confianza en nosotros mismos- Sin confianza nos es
imposible realizar la más pequeña inversión
-confianza en el sistema– Sin confianza jamás nos
aventuraremos a ser pasajeros o conductores en un transporte, sea
terrestre, aéreo o acuático- confianza en los
vehículos inventado por los hombres- etc.

Sin embargo, hay quienes opinan que tratándose de
la dirección de nuestras vidas no debemos depositar
total confianza en los demás. Tal razonamiento es
perfectamente válido si queremos ser nosotros mismos, pero
sin olvidar un detalle, pues al menos que seamos anacoretas,
nuestras vidas tienen una singular dependencia de muchos factores
externos que la hacen posible. Esos factores son a su vez
dependiente de otros seres similares a usted,
produciéndose una sucesión que personalmente
considero como la cadena vital para la vida posible.

Pero hagamos hincapié en la frase total
confianza
que aludo arriba, ya que, permítaseme esta
libertad, esa confianza total será de difícil
manejo en nuestra existencia, no porque seamos desconfiados
genéticos, sino porque la más reflexiva de las
razones así nos le indica que debe ser.

Creo que la palabra clave que surge es el relativismo,
sin que pretenda aquí fundar ninguna escuela
filosófica, pues lo relativo a tal cosa debe ser cual
cosa.

La relativa confianza que se tenga, por ejemplo en las
instituciones, será directamente proporcional a la
actuación de las mismas. Si las pautas me dan confianza,
no debo en consecuencia negar la confianza que otorgue una
acción determinada, porque no debo negar que yo
también soy protagonista de ese maravilloso juego que es
la vida.

Porque puedo afirmar, y ya para terminar sobre su
pregunta, que nadie mejor que nosotros para saber cuándo y
en dónde se hará presente la desconfianza, la que
manejaré mejor con las herramientas de una vida
sapiencial, fruto de la madurez que le hablaba al
principio.

No, seguramente no desaparecerán los celos, pero
tengo la seguridad que las generaciones presente y futuras
está y estarán mejor preparadas para afrontar el
reto que no es otro que brindarnos una mejor calidad de vida,
tanto en lo material como en lo espiritual.

Platón y el
amor

Existe una concepción sobre el amor que no quiero
pasar por desapercibida, dada la importancia que ella ha tenido
en la vida del hombre a través del tiempo, y que
además de alguna manera divide al amor mismo.

Loado por poetas y cantores el amor platónico fue
introducido por el filósofo y teólogo italiano
Marsilio Ficinio (1433-1499), quien al traducir las obras de
Platón se permitió la difusión del
platonismo durante el renacimiento.

Médico, filósofo y sacerdote, Ficinio
exaltó la divinidad del amor basado en esa especial
amistad que pudiera surgir entre dos personas, quienes para nada
buscan el llamado amor erótico.

William Shaquespeare en su obra "El mercader de Venecia"
se hace eco del amor viril y el amor platónico que se
opone a la amarga falta de humanidad de un usurero llamado
Shylock y cuyas desdichas terminan despertando la
comprensión y la simpatía del público. (Amor
platónico)

Pero, si citamos a Ficinio y a una obra de Shaquespeare
no podemos pasar por alto a quien ellos evocan, pues siendo
Platón (nace en el 428 a. C.) el primero en utilizar el
término "filosofía" que significa "amor a la
sabiduría", nos encontramos con que él destacaba,
precisamente, "la teoría de las ideas que proponía
que los objetos del mundo físico sólo se parecen o
participan de las formas perfectas en el mundo ideal, y que
sólo las formas perfectas pueden ser el objeto del
verdadero conocimiento. El objetivo del filósofo,
según Platón, es conocer las formas perfectas e
instruir a los demás en ese conocimiento"

Esa atracción amistosa y potencialmente sexual
permite la existencia del amor hacia la familia, hacia los
animales y hacia los objetos, fraguándose la sublimidad
del amor que se plena ante un expresado sentimiento que envuelve
una relación determinada.

Es pues el amor platónico algo real que nada
tiene que ver con la intención de los "tratadistas"
populares que le sugieren una connotación muy distinta y
hasta divertida.

Esa grandiosidad donde el amor se crece como sentimiento
noble y casto, nos invita a transitar otros aspectos de la vida
del hombre.

Hacer el amor y no la guerra es en verdad un slogan que
debiera calar en la mente de los jerarcas del mundo, sobre todo
aquellos que subyugan pueblos en nombre de esa extraña
filosofía que es el desprecio. Mal llamados "mandatarios"
que insensibles ante el padecimiento humano, prefieren mantener
en situación de miseria vergonzosa a sus
pueblos.

El mundo por falta de ese "ingrediente" que es el
protagonista de este libro, se mantiene al borde del desastre
social y pleno de conflictos que mutilan la razón misma de
la vida.

La pobreza y, más que ella, la miseria ruinosa se
enseñorea sobre la humanidad con padecimientos que son
verdaderas pandemias que nos azotan de manera inclemente. Esa
situación que pareciera insalvable invade al hombre desde
su nacimiento hasta su muerte.

Este escenario, no cabe la menor duda, es producto de la
falta de amor entre seres semejantes, quienes olvidan, invadidos
por el egoísmo, la propiedad de que otros tienen derecho a
la vida. A una vida digna y humana.

Hoy se quieren evitar los nacimientos por considerar que
en la tierra existen demasiados humanos y, de forma similar, se
induce la muerte en hombres viejos y enfermos como si ellos
fueran los culpables de los padecimientos que en nombre de
revoluciones otros siembran de manera
personalísima.

Los pobres de la tierra -que son mayoría- no
encuentran solución para sus problemas, pues la riqueza
del mundo está concentrada en pocas manos y los gobiernos
lastimosamente en manos de crueles hombres que se dicen o se
hacen llamar "políticos" Fue también Platón
en su obra "La República" quien asienta los principios
éticos de la política y los formula como un estudio
de justicia y de"organización perfecta" de la
sociedad.

Esa sociedad perfecta no es otra que un Estado
formalizado en mandatarios y productores, donde los primeros
administran con lealtad lo que los segundos producen, dispensando
una justicia social equivalente. Una sociedad sin clases, no al
estilo marxista donde el estado en la única "clase", sino
en una sociedad uniclasista y fundamentada en el amor. ¿Es
tal planteamiento amor platónico? Claro que sí,
pues deviene de las enseñanzas de aquel hombre ya viejo
para a historia, pero tan nuevo como el último de los
filósofos recién graduados en nuestras
universidades.

Hace algunos años escribí un poema que
resalta uno de los problemas más graves de esta sociedad y
donde los niños suelen llevar la peor parte.

Llorando con dolor ajeno

Por el cielo va la luna

Con encajes de luceros

Con un sol de edad madura

Un niño lleva en sus brazos

Siendo virgen siendo pura

Es un niño de la calle

Que no tiene madre alguna

Quizás vino al mundo

Por el "amor" de una "rumba"

De una noche de derroche

De aguardiente y de locura

Cuando arde la carne toda

Y la pasión se hace furia

Cuando un hombre y una mujer

Se unen embrutecidos

Sin ternura y con lujuria

Como animales indómitos

Que sacian sexo con sexo

Como se obra en la jungla.

(Del autor)

Esta poesía que nos narra con dolor el abandono
de inocentes criaturas "que no tiene madre alguna" Ellos fueron
llevados en el vientre de una "madre" que un día
resolvió su "problema" echando a la calle la inocente
criatura, y me pregunto:

¿Dónde está la paz del
niño?

¿Dónde queda su ternura?

Para luego clamar al cielo y a los hombres:

Los arrullos que tiernos

Canten de cuna en cuna

Para poder ver ojitos

Todos llenos de hermosura

Diciéndole a la Luna

¡No más llanto, no más
locura!

Pues los niños de la calle

Los nacidos sin cuna

Los que vagan hambrientos

Sin paz, sin tierra, sin cuna

Tienen en tu aposento

El calor que los acuna

(Del autor)

El amor platónico puede estar en cualquier parte,
en el aire; en la flor; en el camino; en la ida y en el regreso;
en lo finito y en lo infinito. En una cosa o en algo, allí
puede estar esperando nuestra conquista, pues e igual a otro amor
hay también que conquistar el amor
platónico.

¿Puede un
amor platónico convertirse en amor
erótico?

Si se es capaz de amar platónicamente es por que
existe capacidad para amar eróticamente, ello sin embargo,
va a depender hacia quien puede ir dirigido ese interés
converso.

No puedo amar eróticamente a mi madre, ni a mi
padre, ni a mi hermano o hermana; no puedo amar
eróticamente a mi mascota o una planta del jardín o
una piedra de la montaña. Más sí estoy en
capacidad de amar eróticamente a una amiga, si es
así como resultan las cosas.

Creo que en ciertos sentidos muchos amores
eróticos se iniciaron como platónicos, y puede
resultar con los años que un amor erótico no pase
más allá de ser un amor platónico. Esa
convertibilidad es posible, porque todo es posible en el mundo
del amor. Bastase para ello la presencia de dos seres, de dos
corrientes que se permitan confluir en el mar del amor, donde se
unen con propósitos semejantes, coincidentes o
sencillamente deseables.

Por ello se dice, al igual que la música, que el
amor no tiene fronteras. Para nada es una barrera el color, el
idioma, la raza, la nacionalidad, el sexo, la religión o
cualquiera otra separación vívida o
idealista.

Solidaridad e
indiferencia

La solidaridad necesariamente tiene que estar presente
en el amor, sin distingo de inclinaciones, pues sin ella el amor
ciertamente no existe. No es posible imaginar situaciones
afectivas cuando uno u otro no han relacionado su amor con la
fraterna solidaridad. Ese valor, permítanme llamarle
así, debe ser mecánico, me refiero a que debe ser
intrínseco de la relación y debe nacer sin que lo
notemos; algo absolutamente natural y surgido del
amor.

La solidaridad no debe tener por lo tanto límite,
ya que será tan grande como nuestro amor lo sea. Ser
solidario con quien se ama tiene que ver mucho con el compartir,
tema que trato en mi libro "Sin niebla en los Ojos", y es como
aquél, artífice de una relación
satisfactoria en todos los ángulos. No se puede expresarle
amor a nadie, al menos válidamente, si en mí no
está presente esa motivación que además debe
ser, como ya lo expresé, innata.

El ser indiferente, algo presente en el amor como
antivalor, desmotiva la relación creando una
atmósfera de incertidumbre que opaca el afecto, hiere la
dignidad del ser amado e introduce ese halo de egoísmo que
termina socavando los fundamentos de una relación
atrayente y placentera. Es muy difícil sentirse
cómodo y a placer con quien de manera egoísta,
posible rasgo de su personalidad, nos niega ese apoyo que todos
los seres, indistintamente, nos merecemos. Para mí el amor
está fundado en la solidaridad que puede llegar hasta
donde seamos capaces de llegar; por ello digo que no tiene
límite ni conoce fronteras al momento de hacerse
presente.

Si nos permitimos darle vigencia a la indiferencia, lo
tomo aquí como antónimo de solidaridad, pronto nos
encontraremos con una relación fría y
espantosamente fantasmal, donde casi nada o nada de lo que le
acontezca al ser "amado", nos produce interés alguno. Si
nada me importa ¿Puedo decir que la amo o lo
amo?

La solidaridad es pues un valor que el hombre manifiesta
de manera espontánea, no puede estar sujeto a "canjes" ni
a la espera interesada de la reciprocidad. No es que no esperemos
que el bien que hagamos se revierta en bien, sino que si se hacen
actos solidarios ellos deben estar desprendidos de la "paga"que
puedas merecer. Esto lo afirmo porque la solidaridad, siendo
innata en el amor, es algo que se produce por inercia,
diría para optimizar el calificativo, por natural
incitación.

Por eso es que el amor merece el título de
"Excelencia", ya que se permite el lujo de estar en esas dos
aguas que se contraponen, pero que alcanzan su vitalidad dentro
del amor mismo. Al afirmar lo anterior posiblemente surja en el
lector la duda de que la indiferencia pueda ser una corriente del
amor, y ello es posible a la plenísima libertad con que
los sentimientos se expresan en la persona humana.

Antes decía que sin solidaridad no es posible el
amor, pero nadie puede obligar a nadie a ser solidario o
indiferente, aun cuando exista una relación afectiva.
"Quiere a su modo" es una expresión que tipifica una
manera de amar, lo que no nos obliga aceptar un amor
egoísta, no solidario. El mismo derecho de ser como se
quiera ser, lo tiene quien que no acepta situaciones
reñidas con su naturalidad.

Resulta insoportable vivir con una persona
egoísta, aun cuando esa persona sea el "amor" de mi vida.
Y conste que cuando hablo de solidaridad no me refiero
exclusivamente a las grandes gestas solidarias, sino,
también, a los pequeños gestos que llenan las horas
de nuestra existencia. Quizás sean éstos más
importantes que los grandes actos solidarios que podamos recibir
aún a consta de sacrificios personales.

La solidaridad y la indiferencia, usted le
llamó valor y antivalor, son elementos inherentes al ser
humano, ¿es posible que ambos se hagan presentes en las
personas sin importunarse el uno al otro?

No solemos ser solidarios de manera plenaria, esto es,
no con todo y con todos somos solidarios, lo que de alguna manera
responde su pregunta. Pero, cuando amamos a alguien que nos
resulta particularmente prójimo y próximo, la
solidaridad y no la indiferencia es lo que debe amalgamar ese
amor. La solidaridad nos permite ser totalmente humanos, mientras
que la indiferencia nos ubica como en una "tribu"separada del
resto de los humanos. Particularmente siento congoja y
aflicción por los tropiezos de mis congéneres, y mi
mano está tendida para favorecer a quien ha sido
desfavorecido. Pero, ello es una particularidad que para
mí es inevitable, y no necesariamente tiene que ser
así en el resto de las personas.

El hombre en su conducta es un ser sorprendente que
puede dar y ser lo que algunos piensan no es capaz de dar y ser.
De la persona más hosca podemos contemplar en momentos
acciones socializadas inesperadas. Así también con
la solidaridad, lo que sucede es que para algunos la solidaridad
no puede ser entendida si no como una norma de conducta que marca
la personalidad. Concebir, sin embargo, que la complejidad
conductual del hombre atiende a diversidad de factores, es una
vía fácil para dar cabida a la solidaridad
esporádica. Alguien diría "… de lo bueno poco", y
me permito expresar que "poco" es mejor que nada. Lo que quiero
reafirmar es que frente al amor que protagoniza nuestras vidas es
imposible no ser solidario. Solidaridad es el sol y la esperanza
del amor; la indiferencia su noche más negra y de mayor
pesadilla.

La solidaridad es para proporcionar bien a otros, por lo
que no se debe confundir con la complicidad que connota una
acción subalterna de apoyo a algo deshonesto. Con la
complicidad, sin darle otra definición que no se sea
aquella que actúa maliciosamente, se desvirtúa el
acto solidario de entrega y servicio benéfico. Puedo ser
solidario con un momento penoso de alguien que ha infringido la
ley y es sometido a la justicia, pero esa solidaridad no infiere
complicidad con el acto por el cual se procesa al
incriminado.

La pena de muerte, por ejemplo, es un castigo radical
contra ciertos delitos y un hecho abominable que no respaldo,
ello, sin embargo no me compromete como cómplice frente al
delincuente que ha cometido un crimen atroz.

El hombre es un ser implantado en una sociedad y
está en el deber de rendir observancia de las normas
democráticamente establecidas, por lo que admite una
obediencia que será tan transparente como trasparente sea
la aplicación de las normas o leyes. El hombre acepta
tales normas porque es el tributo que debe pagar por la
convivencia social que hace posible la vida en común, sin
esas normas la agrupación humana no existiría como
fenómeno social.

La llamada célula fundamental de sociedad, la
familia, recluye una asociación donde se dan todas las
variables de ese conjunto que entendemos y aceptamos como
sociedad de personas. Por ello es posible extender esa compleja
asociación al resto de la comunidad de personas. Si vivo
en familia, me será más fácil vivir en
sociedad.

Esa extensión de la familia fundada en el
respeto, el amor y la solidaridad es lo que debemos explayar
hacia la sociedad toda para hacerla cada día más
gratificante.

El amor según
aquel Hombre

Siempre hay una oportunidad para expresar nuestro
afecto, diría que a cada instante la vida se mueve en
consonancia con el amor que no envejece y que no muere. El
sólo ubicarnos unos cuantos años antes de nuestra
era, allá en el año 27 a. C., nos encontramos que
un personaje, Dios para unos y profeta para otros, se
dedicó a predicar sobre la base del amor y nos lego su
prédica en boca de los evangelistas que narraron
cómo era aquel hombre empeñado en un mensaje que
todavía hoy, dos mil años después, tiene una
estremecedora vigencia. Aquel hombre nacido en "… Belén
en una pesebrera, porque no había lugar para ellos en la
sala común" (Lc. , 2,7.), nos acunó en el
corazón un sentimiento que parecía predispuesto
sólo para un puñado de escogidos que supieron
diseminar la semilla e irla sembrando en tierra
fértil.

"Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus
enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que
los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Al que te golpea
en una mejilla, preséntale la otra. Al que te arrebata el
manto, entrégale también el vestido. Da al que te
pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames" (Lc. ,
6,27-30)

Ese fue el amor predicado, ese es el amor que quiso
legarnos; total, absoluto y, por qué no decirlo,
sorprendente en su dimensión y trascendencia.

Esta sola referencia resume toda la prédica, toda
la renuncia y la final entrega en manos de sus verdugos
apasionados por el materialismo y las ansias de poder terrena que
dieron cuenta de Él en una cruz.

Yo les voy a pedir en este momento a mis lectores hacer
abstracción de la connotación religiosa que puede
inferir la cita, para ubicarnos en el análisis de esas
palabras trasmitidas a nosotros y atribuidas a Jesús,
según unos, y Palabra de Dios según
otros.

Amar a quien nos odie pareciera una petición
francamente imposible de complacer, inalcanzable para nuestro
corazón y fuera de toda razón humana. Cambiar amor
por odio recibido parece estar más allá de las
fuerzas del hombre; pobre criatura inacabada y llena de defectos.
Esa propuesta que nos estremece por la renuncia que involucra el
no "pagar con la misma moneda", es fuerte y, diría, hasta
aventurada. Bendecir a quien nos enfrenta y nos llena de
improperios y maldiciones, y desearle todo lo bueno al enemigo
que nos injuria con mentiras, es la propuesta que se deja a
nuestra consideración. Exponer la otra mejilla para que
sea abofeteada y dar todo cuando algo propio se nos quita,
resulta en verdad, por decir lo menos, una temeridad para nuestra
piel mortal. ¿No se nos estaría pidiendo
imposibles?

Si así lo observamos hoy, pasado todo aquel
tiempo y cuando hemos evolucionado como seres sociales, se pueden
imaginar ustedes, amigos lectores, lo que pensaría un
hombre de la época, acostumbrado "al ojo por ojo y diente
por diente", que por demás era ley.

Era una tarea gigantesca, una batalla dura, un ir contra
la corriente sembrada de peñascos peligrosos y conceptos
de ética y moral atávicos, que estaban sembrados en
lo más íntimo de la razón humana y
social.

¿Cómo lograr que aquellos hombres
comprendieran un mensaje pleno de renuncias y de apariencia
injusta?

Jesús encontró la manera de enseñar
esa nueva ley que proponía el amor como fórmula
para que el hombre conquistara la ansiada cima.

Sólo a través del ejemplo logró que
unos cuantos se entusiasmaran y lo siguieran, no con ciertas y
profundas dudas sobre aquel mensaje radical e innovador que
proponía echar por tierra convicciones recónditas
que harían incluso renegar, en los momentos cruciales de
la persecución y detención de Jesús, el
haber conocido y ser seguidor del reo. Todos los hombres que les
siguieron le traicionaron –Judas Izcariote- le negaron o
definitivamente le abandonaron. En la hora del sacrificio se
espantaron ante el terror de la persecución, la
cárcel o la muerte

Pero Él recibió en su cuerpo laceraciones
que no devolvió, fue despojado de sus vestiduras y no
protestó; entregó su cuerpo al duro madero de la
Cruz, y sólo allí por un instante, se sintió
solo y abandonado, para luego aclamar lo que El mismo
enseño: "…Padre, hágase tu voluntad y no la
mía…"

Su muerte física fue el precio que
pago por sus enseñanzas, pero glorificado resucitó
para que el mundo entero creyera en Él.

Ese amor dado en entrega total hasta morir,
es la mayor enseñanza sobre la cual podemos desarrollar
nuestro propio y humano amor.

Para amar he nacido y sólo la muerte me
separará de ese elixir tonificante que me embriaga
dulcemente.

Para amar he nacido y sólo la muerte podrá
superar esas ansias de amar, pero, aun así, y cuando yazca
difunto, continuaré amando sin fatigarme;

porque el amor será, entonces, sólo
inherente al alma

sin padecimientos que le quiten esplendor a ese mi amor
ya inmortal

(Del autor)

Pero, ¿estamos preparados y dispuestos para sumir
el reto que nos impone un amor desinteresado?

El mundo se mueve hoy sobre la base del interés,
doloroso reconocimiento que tenemos que hacerle a la incredulidad
del hombre, su modernidad y abstracción espiritualista de
su ser.

El materialismo ha calado hondo en el corazón
humano y el "ver para cree" se ha convertido en toda una praxis
contra la cual el hombre debe irrumpir si quiere lograr un mundo
mejor. Esa filosofía que va más allá del
sólo "convénzame", desdibuja el mundo feliz que
ansiamos, pues nada que no esté en el ojo humano deja de
ser importante para El.

Se impone una revisión de los actuales valores
donde el humanismo ocupe lugar preferente, sin disminuir la vista
científica que requerimos para subsanar secuelas de las
conductas asumidas desde la proyección
anitihumanística del mundo. La cuestión no estriba
en desmerecer la concepción científica de la vida
para encontrar mejor calidad de vida, sino convencernos que la
dupla humanidades y ciencia tienen necesariamente que ir de
mano.

El hombre está creado de cuerpo y alma; de
ciencia y humanística, por lo que negar alguna de esas
concreciones formativas es negarle la existencia misma. El hombre
es un solo cuerpo y ninguno de sus miembros se le puede amputar a
riesgo de una disminución importante.

Necesita el hombre reencontrarse y preguntarse si
está verdaderamente satisfecho con la vida que actualmente
posee, o por lo contrario, considera necesario un ajuste en
sí mismo.

Particularmente no me siento contento con el actual modo
en que la humanidad trata el problema del hombre moderno, porque
pareciera más empeñado en una felicidad basada en
el entorno, que una dicha lograda de manera integral, esto es,
una vida desarrollada en función del hombre visto de
manera total.

El hombre debe darse cuenta que es el ser más
importante de la creación, entre otras cosas, porque de
él depende prácticamente todo. Sin su
cooperación nada lograremos, con su indiferencia todo
será un caos.

Las diferencias del hombre actual partiendo de las
concepciones religiosas, por ejemplo, son una verdadera calamidad
cuando consideramos su bienestar en este mundo y no en el "otro"
Siempre he pensado, desde mi concepción cristiana del
hombre, que para salvar el alma, primero hemos de salvar a ese
hombre que es portador de esa alma. Porque, ¿cómo
vamos a salvar el alma si no logramos que la humanidad toda
conquiste seguridad, bienestar y satisfacciones, si el hombre se
está muriendo de hambre y tiene que asesinar y robar para
poder comer? ¿Cómo lograr salvar el alma si la
injusticia coloca al hombre frente al abismo donde es tentado de
lanzarse para que Dios le envíe ángeles
salvadores?

¿Importa ciertamente al hombre que las religiones
monoteístas tenga diferencias sobre cómo llamar al
ser supremo, si Dios, Yahvé o Allah?. ¿Importa
ciertamente para la salvación del alma inmortal, si el
Mesías esperando por el pueblo judío era
Jesús o al alguien todavía por venir? Y pensar que
por estas diferencias se matan los hombres tratando de
convencerse los unos a los otros.

Y, me pregunto nuevamente ¿Fue acaso este caos el
que predicó Jesús o Mahoma? Lo cierto es que desde
hace muchos milenios atrás el hombre viene
matándose en nombre de religiones; en nombre de
mesías y en nombre de una vida eterna concebida a su
manera.

Hasta cuándo vamos a vivir de la experiencia de
si creemos en lo que dice el Noble Corán o la Biblia en
cualquiera de sus versiones, esas diferencias limitan o envilecen
al hombre, sin permitirle ver con luz propia la verdad. Dejemos
al hombre no alienado buscar esa verdad que algún
día debe brillar, como brilla su inteligencia cuando
indaga en los misterios de la naturaleza y encuentra
solución a sus problemas o padecimientos

Que el libre albedrío sea quien guíe al
hombre en su búsqueda, y que sea Dios o Yahvé o
Allah quien ilumine su inteligencia para que pueda entender, de
una vez y para siempre, que es él el centro de todo
afán humano y divino.

El Catecismo de la Iglesia Católica, citando la
encíclica Gaudium et spes nos dice: "No obstante, la
espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más
bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde
crece aquel cuerpo de la nueva familia humana…" (GS 39,2) Esa
nueva familia humana está integrada por hombres por todos
los que de buena voluntad se encuentran así mismos a
través de crecimiento humano.

Salvar el cuerpo para salvar el alma debe ser una
prioridad en el hombre, pues ¿cómo salvar un alma
cuyo cuerpo es sometido a injusticias nacidas muchas de ellas por
la interpretación caprichosa de las religiones?

Jesús dijo: "Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
mente. Este es el primero y el más importante de los
mandamientos. Y después viene otro semejante a este:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt. 22,37-40)
Eso es lo que definitivamente tiene valor absoluto.

Cumplir ese mandato no sólo por el premio que
hemos de recibir, sino porque al no hacerlo, al no cumplir con
él, estamos dejando a la deriva una propuesta que por lo
menos es la más inteligente que el hombre haya recibido
jamás.

No quiero parecerle imprudente o que piense que le
estoy intimidando, pero: ¿Ama Usted de esa manera que pide
se cumpla?

En el desarrollo de este libro, así como en mi
obra "Sin niebla en los ojos", me pronuncio sobre la
inperfectibilidad del hombre como una de las razones por lo que
se niegue a sí mismo conquistas que estarían, bajo
condiciones diferentes, a su alcance de una manera
sorprendentemente fácil.

Por otra parte habría que decir sobre el amor a
todos nuestros semejantes, que tampoco resultaría justo el
dejarnos manipular por quienes sabiéndonos dados a la
practica del amor absoluto, se confabulen y se armen de nuestras
propias razones para abusar de nuestro amor desinteresado. Los
perturbados, a quienes cité antes, buscan sacar provecho
de los hombres de buena voluntad, pero no podrán tener
éxito debido a que el lerdo no puede ser más
avisado que el inteligente. Entiéndame que en mí no
está la idea de dividir a la humanidad entre tardos y
ágiles, sino que sería injusto dejar que el
aprovechado time de algún modo al vago o viceversa, por lo
que justo es saber distanciar para que no existan odiosas
disparidades que dañen a unos y a otros.

No siento el menor pudor en aceptar que estoy en un
camino de crecimiento que me permita ver con claridad cuando
alguien quiere abusar de mí o, contrariamente, me necesita
real y verdaderamente. Pero puedo asegurarle que sé poner
en su sitio al abusador o abusadora, sin que tema a sentimientos
de culpa por hacer lo que tengo que hacer en el momento indicado.
Esto, sin embargo, no es una excusa para sacudirme a mis
semejantes, sino que me sirve para pasar por el tamiz de la
verdad las apetencias, siempre las habrá, de querer timar
el noble corazón de alguna persona. Esas murallas que
aparecen en nuestras vidas las hemos de salvar con inteligencia y
con mucho amor.

Había expresado, por otra parte, que si bien el
amor es fundamental para la vida, nadie está obligado a
amar. Ama quien quiere amar y odia quien así lo desee.
Pero en el amor es donde hombre encuentra su mayor y maravillosa
realización y en esa obtención involucra
necesariamente a sus semejantes. Amar a quien nos ama es
fácil, donde está complicada la situación es
amar a quien nos ofende y nos causa daño. Aquí vale
la pena reflexionar detenidamente sobre esta espinosa
materia.

Es indudable, hablando del amor de las parejas, que si
uno deja de amar por cualquier razón válida o
banal, no importa para este análisis, se hace insostenible
la relación porque la pareja se funda en el amor mutuo.
Cuando una de esas columnas se resiente la relación no
existe de manera cierta. En esto hay que ser objetivo, pues la
subjetividad en el amor lo descalifica lo convierte en
insignificante.

Por otra parte con el amor no podemos ser dosificadores
y recíprocos. Cuánto nos den damos, cuándo
recibimos devolvemos. La sublimidad del amor no le permitir
existir como recompensa, sino como entrega. Quien no sepa
distinguir entre un amor devuelto como un bumerang y el que damos
nacido de nuestro fuero interior, jamás podrá
complacerse en el amor.

Es decir, además, que el amor es mucho más
que simples caricias, buenos modales, sonrisas y una siempre
disponibilidad de humor y aceptación. Es posible que todo
esto ayude a crear un clima de mayor identificación y
gusto, pero todo esto puede perfectamente no existir y sí
existir amor.

El amor y las
amistades

Santo Tomás nos dice que "… el hombre feliz
necesita de los amigos, no por la utilidad… sino para hacerles
el bien, para gozar al verlos hacer obras benefactoras y
también para que le ayuden a beneficiar" Toda persona
amiga, sin importar el grado o profundidad de la amistad, es
bienvenida.

Uno no conoce a su amigo o amiga del alma desde toda la
vida, sino que todo tuvo un comienzo. Si nos remontamos a aquel
día nos daremos cuenta y recordaremos lo fácil o
difícil que fue lograr aquella amistad. Cómo fueron
sus primeros pasos y cuán tarde o temprano nos dimos
cuenta -ambos- que estábamos frente algo especial. Esa
amistad especial, generalmente no pasa de una, significa uno de
los extraordinarios ingredientes de su excelencia el amor, no del
libro, sino de la esencia misma de la excelencia como
tal.

Lograr la excelencia en cualquier actividad humana
subraya la necesidad de una dedicación especial que nos
brinde dominar la materia con perfección. El manejo de
nuestros modales -sin caer en la mojigatería- es un
ingrediente que tiene que ver mucho con el cultivo y
preservación de las amistades. Yo tenía un amigo,
ya fallecido, que sentía especial animadversión
hacia las palabras soeces o groserías, y siempre me
hacía hincapié sobre lo ordinario que era incluir
en nuestro vocabulario tales palabras. Para esta persona tal
condición descifraba rasgos de personalidad que eran
contraria y ajena a su modo de ser. Rechazaba tajantemente ese
tipo de vocabulario.

Tengo como norma el respeto a las costumbres de mis
amigos, y acato a pie juntilla esos detalles. Conservo un amigo
que acostumbra dormir la siesta entre 2 y 4 de la tarde, por lo
que jamás se me ocurrirá molestarlo durante ese
horario. El respeto por esos pequeños detalle blinda las
amistades y permiten una relación verdaderamente
gratificante.

Existen personas que piensan que amar es una muestra de
debilidad y se niega a mostrase amorosos con tal de no dar esa
idea. Esa inexactitud siembra dudas y hace crecer conductas
"duras" y hasta violentas. Lo razonable es ser auténticos
sin dejarnos llevar por dudas que estarían más
allá de la sensatez y la natural
autoprotección.

La cuestión de amar no puede ser un agente
perturbador ni factor que cuestione nuestra conducta, por lo que
no podemos permitir que los sentimientos de culpabilidad nos
coloquen frente a la disyuntiva de "amar o amar" Lo primero que
sabemos los humanos, y lo tenemos muy presente, es que de manera
obligada sólo se consiguen perturbaciones y amistades
insinceras. Esta consideración es valedera porque de
alguna manera nos corresponde escoger y mantener la amistad o
amistades que consideremos "convenientes" para nuestro sano
desarrollo social y obviamente humano. El término
conveniente lo he colocado entrecomillado, porque quiero hacer
una observación al respecto.

Sin duda que tenemos que disfrutar la amistad para que
ella nos sea provechosa, para que nos llene de gozo esa
relación nacida de una afinidad que nos ha permitido
relacionarnos. Esa conveniencia marca pauta en nuestras
relaciones amistosas y confiere a la amistad un valor no
necesariamente tangible en lo material, sino aprovechable en lo
espiritual. Aquí juega papel fundamental la
definición que hiciéramos sobre el amor
platónico.

-No busco ningún interés por esta o
aquella amistad, que no sea el placer, el gozo, la felicidad de
tenerla y compartir afinidades que nos son comunes.

Por otra parte, las amistades indefectiblemente deben
ser respetuosas de todo aquello que, por una razón u otra,
no les sea compatible entre sí, eso siempre y cuando la
valoración de la amistad sea positiva y no negativa, y
esté en las personas el deseo de conservar esa amistad sin
importar las diferencias de actitud y aptitud.

Hay quien opina que las grandes ciudades no fueron
hechas para tener amistades. Para visitar a alguien por lo
general tenemos que atravesar la ciudad, y considerando el
tráfico lo mejor es quedarse en casa viendo la
tele.

Como trabajamos de lunes a viernes, sólo ese
último día nos permite la ligereza de convertirlo,
después del trabajo, en un día especial no
comparado, incluso, con el sábado y el domingo;
días que solemos dedicar a las actividades previamente
proyectadas, para estar con la familia o realizar alguna
diligencia exigente de tiempo.

El tiempo escasea para las amistades, a menos que ellas
se encuentren en la misma oficina o sitio de trabajo, o
simplemente sean nuestros vecinos, aun así cuesta
dedicarles tiempo.

Pero, a falta de ese contacto personal hoy disponemos de
tecnologías que abrevian las distancias y nos permite
optimizar el tiempo, como por ejemplo el internet. Desde mi
computadora puedo hablar con el mundo entero con una simple
conexión y a un precio relativamente bajo. Shatear es una
especie de nuevo verbo incorporado por la modernidad en bien de
la amistad, claro que es sólo un sustituto de la
comunicación personal, pero alivia en momentos cuando nos
es imposible, por tiempo y/o distancia, conversar con nuestros
amigos.

Esa "aldea global" en que se ha convertido nuestro mundo
gracias al internet, puede ser una magnifica oportunidad para que
nuestras amistades sean también globales y una gran
posibilidad de goce y satisfacción.

¿Existe algún método para lograr
que todas las relaciones con muestras amistades lleguen a ser
satisfactorias?

Cuando hablamos de régimen, técnica, plan,
regla o método no referimos a sistemas, por lo que dudo
mucho en la garantía que un método pueda brindarnos
en aras de amistades satisfactorias. No, creo contrariamente que
si aplicásemos un método a las amistades con toda
seguridad obtendríamos un rotundo fracaso.

La amistad, por así decirlo, es algo suelta,
libre; no sujeta a formar preestablecidas que la "engominen" o la
conviertan en una especie de mezcla industrial para hacer tarta
de manzana o la pizza de microondas.

La espontaneidad, en cierto grado, es lo que hace
posible la multiplicidad y la grandiosidad de la amistad. Se
puede decir que la amistad es multisápida, cada una tiene
sus propios ingredientes, propio sabor; su propia personalidad.
La amistad no puede estandarizarse pues así como cada uno
piensa, así cada uno siente; diferenciados somos mejores
que iguales y ningún pensamiento se puede hacer ley sobre
el cual graviten los demás. Los estándares en
materia de amistad son simples sueños, por lo que no me
atrevería a escribir un manual sobre cómo hacer
satisfactoria una amistad.

Pero, existe una condición para que la amistad se
inicie por buen camino, esa cualidad es la transparencia. Lo que
comienza mal, definitivamente termina mal, y es por lo que
habremos de cuidar meticulosamente que la amistad se inicie sobre
terrenos firmes, con claridad de sol y calor de amor.

De la amistad y el matrimonio se dice que tienen algo de
sorteo, nos toca el premio gordo, o simplemente nos afanamos
hasta hacerlos, ambos, algo más que una simple
suerte.

Las relaciones humanas, entre ellas la amistad,
responden a una diversidad de componentes que la estructura y la
convierte en una lazo más entre los seres, exhibiendo la
complejidad de todo trato contenido en el ser humano. Esta
consideración habremos de tenerla en cuenta para tener
éxito en con las amistades.

Por otra parte, existe diversidad de amistades que
responden a intereses diferentes, lo que enriquece sobremanera la
vida. Si es psicólogo, médico, arquitecto,
ingeniero o de cualquier actividad técnica; es posible que
me vea rodeado de amistades que comparten mi profesión, lo
que seguramente permitirá una base amplia sobre la cual me
relaciono. Esto, sin embargo, no es garantía para que la
amistad funcione como por inercia

Y recuerda que las amistades pueden sorprendernos
dándonos más de lo que hemos dado, si así
sucede, considérate tacaño pero no lo digas,
enmiéndate.

El amor y felicidad:
fin último del hombre

No pocas cosas nos condicionan. La cultura, ese bagaje
antropológico e historiográfico que nos define, es
el poderoso y real dictador de nuestra vida. Ella, queramos o no,
nos guía y nos presenta ante el mundo como realmente
somos. Antropológicamente nos describe, nos define, nos
une o nos separa de nuestros semejantes. Esa cultura,
histórica y hereditaria, nos marca para siempre y de
alguna manera u otra nos conduce en el comportamiento. Sin
embargo, podemos modelar ciertos rasgos de ella,
permitiéndonos algunas libertades.

El comportamiento humano está ligado a los
intereses que marcan nuestra línea de acción,
siendo el interés particular privativo del interés
colectivo; suerte de aglomerado donde convergen intereses
comunes, no necesariamente, todos ellos, de interés
particular.

El amor es, a mí modo de ver, vaso comunicante
que nos permite la oportunidad de realizarnos como personas, y le
da al ser humano esa cualidad que lo convierte y constituye en
centro de toda confluencia interaccionada.

Toda acción que traspase el interés
particular, es guiada por dos elementos separados cada uno de
ellos por su propia misión y
característica.

Cuando nos involucramos en acciones comunes es porque
estamos de alguna manera expresando interés particular en
la acción común, o lo que es lo mismo, esperamos
obtener un beneficio particular de esa acción común
que se acomete, y es posible que movidos únicamente por
uno de los elementos que nos guía a interactuar. Todos
nuestros actos comunes tienen un interés particular, y no
necesariamente involucramos amor, sino razón
práctica de existencia y socialización. Esto es
simple realismo, así es la vida que podemos suavizar o,
peor aún, endurecer.

Pero, según mi teoría, el hombre se debe
más a un accionar colectivo que particular, corroborando
el hecho ya mencionado de que la suma de los intereses comunes
nos llevan hacia el interés colectivo.

De ese comportamiento, según mi criterio, el
hombre se enlaza fecundamente a través del amor,
comportamiento que lo define como animal racional afectivo y
evolucionado.

La manada humana, al igual que muchos de los animales no
racionales, se caracterizan por una condición
común: la pluralidad sexual. La pareja animal no racional
siempre estará constituida por un macho y una hembra;
siendo que no encontramos en esta materia unidad familiar posible
entre macho-macho o hebra-hembra. Esto indudablemente va unido a
la necesidad reproductiva que condiciona, en el ser racional e
irracional, su apareamiento con fines de
procreación.

Es conveniente señalar en este punto que existen
seres unicelulares que no requieren apareamiento para ser
reproductivos, pues se bastan así mismo para
multiplicarse.

Igualmente quiero señalar que no haré
juicio de valor alguno sobre la relación conocida como
homosexualidad, ya que la misma es producto de una conducta
humana suficientemente estudiada por sicólogos, siquiatras
y sexólogos, amen de otras disciplinas distintas entre
sí, pero que igualmente se encargan de seguir o estudiar
tal comportamiento.

Una decisión de tal naturaleza pertenece a lo
personal, y los aspectos morales, religiosos, de riesgo u otros
lo tiene que manejar quien se involucre es una relación de
tal naturaleza. No se trata pues de aceptar o no tales conductas,
sino verlas con realismo, aunque no con naturalidad. La
naturaleza humana es clara y categórica en esta materia y
todas las criaturas convergen en ese axioma que nos define
sexualmente: Macho y hembras son los dos únicos sexos
realmente existentes. El sexo es la, "diferencia física y
de conducta que distingue a los organismos individuales,
según las funciones que realizan en los procesos de
reproducción. A través de esta diferencia, por la
que existen machos y hembras, una especie puede combinar de forma
constante su información genética y dar lugar a
descendientes con genes distintos. Algunos de estos descendientes
llegan a adaptarse mejor a las posibles variaciones del entorno"
(1993-2003 Microsoft Corporation)

El amor y la felicidad como fin último del hombre
se plantea una interrogante que Santo Tomás de Aquino
delinea en su obra: La Felicidad, fin último del hombre,
donde sobradamente despliega el tema de la felicidad, no siendo
intención de éste autor plantear ante tal
apreciación filosófica cuestiones distintas sino
complementarias que nos ayude a iniciarnos o proseguir por esos
caminos de amor y felicidad.

¿Se aprende a ser feliz y a amar? Creo que la
felicidad es un caudal que solemos ignorar por no saber
distinguirlo, siendo que en oportunidades lo semejamos con el
bienestar y no con la felicidad propiamente dicha. El bienestar,
que nos proporcionada felicidad, no es sino una arenita dentro
del mar inmenso de la felicidad; la cual nos reta a vivirla en
cada instante nuestra existencia. Somos más dados a
interrumpir la felicidad que a continuarla porque desconocemos, o
mejor, despreciamos el discernimiento que de ella
tenemos.

El poeta nos dice:

Un tronco, la arena blanca

Y un bosquecillo a los lados;

¡Tristes recuerdos amados

De aquella noche tan buena!

("Noches" de Jesús Enrique Losada, venezolano,
1885 Antología de la poesía moderna Venezolana de
Otto D"Sola)

O como dice el dicho popular: "Recuerdos tristes de un
pasado alegre"

Nada de lo anterior es semejante y válido con la
felicidad, pues la felicidad vivida, aún cuando ida y
recordada nostálgicamente, brindó sus momentos que
podemos recordar con dejo nostálgico, pero jamás
debe involucrar tristeza.

Cuando olvidar mi pena quiero

Retorno al umbral de tu
recuerdo

(Del autor)

Tiempos idos son todos, los que brindaron felicidad y
los que nos perturbaron de alguna manera. Esos momentos fueron
parte de nuestras vidas y son definitivamente irrenunciables. Es
posible que esos tiempos contengan errores que podemos corregir,
pero ello no descompone el hecho de aquella existencia. Nos
corresponde evitarnos remembranzas dolorosas, pero por
aquí pasaron en alas del viento.

Tu recuerdo duerme en mi
almohada;

Mis besos surcan las viejas
alambradas

Y llegan a ti como paloma
mensajera

Llevando en su pico mil canciones de
alborada

(Del autor)

Para mí ciertamente el amor es un fin
último en el hombre que débil siente la necesidad
de amar y ser amado. No la debilidad como defecto de
carácter, sino aquella que nos hace necesitados de
comprensión y ternura.

Para muchos la ternura -mostrase tierno- es un signo de
debilidad que deja abierta la puerta del abuso, sin embargo, nada
más falso que ese temor. El hombre se vuelve hacia su
interioridad cuando se siente acorralado. Se esconde en su
cascarón para evitar ser tocado, incluso por la felicidad.
Por eso el hombre de hoy debe entender que la
socialización no tiene extremos, simplemente se es social
o no se es. Aceptar no necesariamente compromete, sólo
entraña comprender para, incluso, poder
corregir.

Amor y felicidad, en mi entender, son sinónimos,
no idiomáticos sino perceptivos. Ellos tienen en su
afán la suerte de ser valores integrales que poseemos o
carecemos. Amar a medias, con reservas, es no amar. Ser feliz
medianamente no es malo, pero no responde a la expectativa y a la
razón de amar.

Volcanes de amor y felicidad están dentro de
nosotros, dejarlos erupcionar sin temor de dañar ni ser
dañado, es una decisión personal, pero recomendable
para que la vida sea cada día más vida.

No escondamos los sentimientos porque abriguemos temor
de sufrir, pues sólo sufre quien quiere. Nadie, sin
nuestro consentimiento, puede hacernos sufrir o infringirnos
daño psicológico o moral.

La felicidad siendo un estado de ánimo, es
también una condicionante que una vez posesionada es
inevitable su exteriorización. Nadie es feliz sólo
para sí mismo, pues esa felicidad no tiene sentido al no
saber o no poder compartirla con nuestros semejantes.

Grandilocuente, la felicidad se celebra por encima de
nuestra propia decisión de proclamarla, pues ella se
encarga de mostrase en nuestro rostro y de hacerse sentir a
través de todas nuestras manifestaciones corporales. El
individuo feliz no puede esconder el regocijo, el disfrute, el
goce de la felicidad. Con el amor sucede algo semejante, pues al
manifestarse se vuelca impetuoso hasta el punto de convertir a
hombres en niños y a niñas en tiernas criaturas. No
piensen que lo digo sarcásticamente, sino que en realidad
la persona cuando se embriaga de amor, se legitima en su
condición fundamental de ser humano.

El ser humano es amor pues nutrido como está de
esa particularidad mental afectiva, le es más
difícil el odio que el amor. El odio es un accidente
biológico que se manifiesta visceral mente, mientras que
el amor aún cuando se diga que nace del corazón que
es una víscera, tiene una raíz espiritualista
innegable.

Para los efectos del libro, no le vale adentrarse en
consideraciones y profundidades biológicas o
sicológicas, pues la intención de los
análisis es fundamentalmente humanística, sin
embargo, no puedo dejar de señalar, como lo he hecho, que
el hombre responde a condicionantes tantos biológicos como
síquicos en su comportamiento.

Cultivar es para el hombre la esencia de la viada, pues
sin cultivo no hay cosecha. Esta verdad tangencial coloca a la
persona humana en una labor de ordinario rutinaria que le
personifica como un ser de costumbres. Esas costumbres que
delinean en cierta forma la personalidad, nos permite trasmitir
razonablemente la visión que tenemos y manejamos a
través de los valores que dan base al comportamiento
humano.

Cómo mirarte al rostro si te
miento,

Cómo puedo decirte que
quiero;

si no soy capaz de conocer tu
sentimiento

(Del autor)

El valor del amor traducido en mil formas, indica
cuán grande es el afecto, la dedicación, la
sublimidad, el entendimiento, la transparencia, la convivencia,
etc., que nos mueve y nos inserta en la sociedad de personas;
primero con nuestros más allegados y luego rebasadas las
fronteras mismas de la familia.

"Yo quiero tener un millón de amigos…" es
un anhelo que todo hombre de pensamiento liberal se plantea ante
la inseguridad de la vida, pues los amigos, en líneas
generales, son apoyo donde encontramos saciedad social. Ese
aspirado oasis podemos encontrarlo en la extendida mano de un
amigo que nos reciba con un refrescante vaso de agua. Agua
dulcificante que eleva energías y nos devuelve la
esperanza.

Que existen controversias en el amor, por supuesto que
sí. Pero yo diría que no en el amor propiamente,
sino en la relación humana llevada a todos los
ámbitos del quehacer cotidiano. Grandes, medianas y
pequeñas diferencia surgen de la diaria relación
humana, que nos permite tener una segunda, tercera o cuarta
opinión. No es ya una decisión sólo
particular, sino compartida que puede dar brillo, además
de aceptabilidad, a una idea o propuesta manifestada.

Arquímedes, famoso físico griego nos
legó, entre muchos otros conocimientos, la utilidad de la
"palanca", herramienta capaz de elevar la fuerza humana para
acometer tareas de dura demanda. Su frase "denme una palanca y
moveré el Mundo" nos da la idea de que esa palanca que
mueve el Mundo es precisamente el amor. Pero a diferencia de la
palanca de Arquímedes que adquiere mayor potencia a
distancia del peso levantado, y nos enseña la
dinámica como facultad física de los cuerpos en
inercia, el amor mientras más cercano esté del
receptor, más fuerte será en su "dinámica"
de trasmisión de fuerza.

Exalta el amor, doblega el
odio,

Y te esperará a cada
paso

La fuerza indomable que da
savia

(Del autor)

Tener como meta, como fin último la felicidad y
el amor, compromete nuestra vida de manera singular, diría
que exigente. Escapar al sufrimiento o beber de su ácido
licor lo menos posible es sin duda una tarea titánica, y a
su vez noble. El no sufrir infiere el no hacer sufrir, lo que
involucra una conducta racionalista que permita ser de
carácter balanceado y presto al servicio.

El sufrimiento, sobra decirlo, resta felicidad y es
factible en su presencia dar menos amor del esperado. Pero,
¿existe una cantidad establecida de amor que debemos dar a
diario, mensual o anualmente?, me temo que no. Lo que sucede es
que aspiramos recibir amor a tiempo y destiempo; igual en
invierno que en verano. Y esto es porque el hombre responde ante
criterios afectivos de manera positiva, mientras que se muestra
negativo y agresivo ante el desamor.

El sufrimiento, contrario a la felicidad, debe ser
duramente restringido y, cuando sea imposible evitarlo, tomarlo
con mansedumbre, casi ignorándolo; aún cuando tal
conducta nos sea difícil.

Sí, yo estoy triste; pero mi
tristeza no es mala,

en su seno no hay gérmenes de
rencor ni de ira;

no me estremece en ayes convulsivos,
exhala

sólo quejas muy suaves; no
solloza, suspira

("Aquí está la tristeza" de
la poetisa venezolana Luisa del Valle Silva

Antología de la poesía
moderna Venezolana de Otto D"Sola)

Pero, ¿cómo negar que el sufrimiento vaya
unido al amor y éste al sufrimiento?

Grades amores de la historia nos narran pasajes de caro
sufrimiento, donde la pareja llega al colmo de inferirse
daño físico y emocional. Y no estoy hablando de
Romeo y Julieta, me refiero al mundo donde habitamos seres de
carne y hueso, seres comunes que aman y dejan de amar; que sufren
y dejan de sufrir. Me refiero a ti y a mí, vapuleados por
los aires del conflicto emocional, donde somos sujeto de duras
experiencias humanas. Padres crueles o amorosos, esposos que se
quieren o se odian; hijos que aborrecen a sus padres o los
idolatran, en fin, personas lanzadas a la vida donde se curte la
piel y donde sol quema bajo la sombra. ¿Quieres más
autenticidad? La cuestión no está en decir voy a
ser feliz, sino en el experimentar una vida feliz producto de
conductas racionalistas y afectivas; reales experiencias de amor
donde se vean conflictos, pero también
perdones.

En diversas oportunidades habla usted en esta parte
de su conversación del amor racionalista
¿cómo entender la racionalidad en el amor? Y, por
otra parte, ¿es posible conquistar la felicidad "ideal" de
la pareja?

Disculpe si comienzo por el final de su pregunta, pero
ella me va llevar directo a la explicación de la
racionalidad.

Si la pareja no es feliz, deja de ser "pareja" -ya lo
dije con anterioridad relacionándolo con el amor- para
convertir la unión en un saco de intereses, comunes o no,
pero que de alguna manera dependen de esa
"unión"

Nada que nos haga daño es aceptable, aunque ese
mal trato venga de quien ha compartido contigo "toda" una vida..
Nada autoriza a nadie a la impertinencia y mucho menos a la
bajeza e inculta postura del menospreciar valores sustantivos de
quien resultaba ser "el muy querido ser"

Desde el punto de vista amatorio los parámetros
de pareja tienen que estar suficientemente claros e
inequívocamente aceptados, y cuando existiendo alguna
duda, y ésta se refleja en la relación, lo indicado
es analizas la o las diferencias, mismas que deberían ser
salvadas o superadas de inmediato. Quizás esta
apreciación se vea como demasiada perfecto, pero, si se me
disculpa, ese es el detalle de racionalidad que debe hacerse
presente.

¿Qué es lo que sucede
exactamente?

El raciocinio es el método de razonar, y razonar
es la cualidad por medio de la cual nos hacemos exacta cuenta de
los asuntos que se hacen presentes en nuestras vidas. Si mi
actitud volátil me impide razonar, con toda seguridad
adoptaré soluciones viscerales a los problemas; más
si razono, cuestiono, medito, reflexiono y soluciono, con toda
seguridad las cosas me saldrán mejor.

Esto es tan obvio que no vale la pena poner ejemplos,
sin embargo, sólo añadiría una cosa
más: ninguna solución inteligentemente
implementada, no dejará mal, pues aún y cuando no
tenga toda la razón, los argumentos tendrán asidero
dialéctico dignos de ser considerados. Racionalizar es una
herramienta de primer orden en toda relación humana, y en
la pareja es vital.

Yo les aseguro que si nos proponemos tener una
relación de pareja inmejorable, ella debe estar sustentada
por la racionalidad y por la transparencia, una yunta que
batirá al peor enemigo con quien nos tengamos que
enfrentar.

Sin entrar en detalles, pues cada relación es
distinta una de la otra, podemos decir que existe un lugar
común en la pareja donde todos convergemos: El
diálogo.
Esta herramienta, útil en todas las
circunstancias, nos permitirá penetrar y depurar temas que
habiéndolos dejando de un lado por desinterés, nos
causan enojos frecuentes. Cuando esto sucede se produce una
dispersión de la atmósfera del entorno que perturba
la relación y nos mantiene en una calma tensa y ficticia.
Nada peor que vivir de esta manera agobiosa donde el tiempo se
convierte en pequeños infiernos que nos torturan. Me
pregunto ¿Sacamos alguna ganancia al mantener esta
aptitud? Obviamente que la respuesta es: no.

Si estamos conscientes de que la relación no
gana, más sí pierde, al mantener actitudes como la
señalada, lo obvio, igualmente, es evitar a toda consta
que un problema se mantenga latente. El eterno disgusto en la
pareja puede conducir a una de las partes a una importante
pérdida de la autoestima, al no poder producir, aún
intentándolo, un diálogo franco y
fructífero.

La felicidad en cualquier de sus manifestaciones es el
producto de un halagar introspectivo, retrospectivo y
exteriorizante de nuestra conducta frente a los otros. La
felicidad nace dentro de nosotros cuando asumimos la vida con
placidez y comprensión; nos viene dada desde afuera cuando
somos receptores de momentos importantes o sencillos que nos dan
plenitud y, por último, se genera por ignición
propia cuando analizamos las diversas cuestiones de la vida. Es
por lo que siempre he dicho que la felicidad es un camino y no
una meta en sí misma.

El Conflicto en el
ser humano

No existe conflicto entre humanos que no sea susceptible
de diálogo, y por grave que sean las diferencian es
necesario trabajarlas con raciocinio; de no ser así, esa
diferencia se convierte en combates entre animales inferiores.
Esta apreciación por supuesto es personal, dejando a salvo
cualquier otra que tenga asidero en la profundidad de los
estudios de la mente humana, y adelantada seguramente por
sicólogos o siquiatras, quienes adoptarán su punto
de vista científico, sin llegar a considerar otros
aspectos inherentes a la convivencia y adaptabilidad del ser
humano.

Con quien primero entra en conflicto el hombre es
consigo mismo, bien sea para solventar disímiles aspectos
de su personalidad o para buscar y encontrar la adaptabilidad
social con su entorno; hecho o mandato del cual no podemos ni
debemos evadirnos, si es que queremos pertenecer a esa sociedad
humana.

Se afirma que el hombre posee una dote de sus
antepasados que le permite tener una especie de
programación que lo ha preparado para enfrentar todo tipo
de problema o conflicto. Ese bagaje antropológico,
zoológico y sociológico trasmitido bajo la figura
de la "cultura", resulta una base importante, sin embargo, los
problemas aún cuando fueren similares se rodean de unas
circunstancias diferentes que piden soluciones
desemejantes.

El hombre es un ser social que necesita insertarse en
ese colectivo que responde a estructuras unidas a la conducta
humana, tales como la cooperación, comportamiento,
autoridad y, por supuesto, los conflictos.

Pero, ¿es el conflicto un elemento negativo? El
conflicto entraña una búsqueda, una indagatoria, un
modo de ver las cosas de manera distinta a como la ven otros; lo
que obliga un conflicto de pareceres que a la larga, y mediante
la dialéctica, la concertación y la posible
unificación de criterios, nos conduce a una
aceptación o adaptabilidad de lo discutido. Esto es lo
razonable si queremos preservarnos dentro de la sociedad. Cuando
el conflicto no logra soluciones convincentes para las partes, se
tiene que apelar a una persona que juzgue los diferentes aspectos
y puntos de vista del conflicto, que le permita diseñar
soluciones enmarcadas dentro de los parámetros de justicia
o, en tal caso, de equilibrio.

Partes: 1, 2, 3, 4
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