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Bailando con el diablo – Cazadores Oscuros 6 (página 6)




Enviado por Maira Bordon



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Los vientos de la noche eran muy fríos, la luz de
la luna era brillante y extraña al reflejarse en la nieve.
Se ajustó sus anteojos oscuros, aunque no hiciera mucha
diferencia.

El clima de Alaska era duro para los ojos sensibles de
un Dark Hunter.

La casa de Zarek estaba oscura y vacía, pero una
máquina de nieve, rojo oscura, estaba estacionada delante
de ella. Andy Simms, el Escudero de Jess, quien había
subido aquí con él desde Reno, se bajo sin prisa
del Bronco y miró suspicazmente la máquina de
nieve.

Con apenas un metro ochenta de alto, pelo negro y ojos
café, Andy recién tenía veintiún
años de edad. Él sólo había trabajado
para Jess unos meses y había entrado después de que
su padre se retirara la primavera pasada.

Jess había conocido al cachorro desde el
día en que nació, y tendía a considerarlo
como un hermano menor.

Molesto y demás.

-¿Es otro Escudero? -preguntó Andy,
indicando la máquina de nieve con la cabeza.

Jess sacudió su cabeza. Los Escuderos estaban
parados en dos SUVs detrás de ellos.

Hicieron más ruido que un rebaño de ganado
nervioso al dejar los doble tracción y reunirse alrededor
de él.

Había doce Escuderos en total, pero Jess
sólo conocía a un par de ellos.

Otto Carvalletti era el más alto del grupo.
Parado media unos buenos dos metros, tenía el pelo negro
azabache un poco largo, pero bien estilizado, como si hubiera
pasado un montón de tiempo peinándolo.

Él miraba incisivamente todo el tiempo, y Jess
creía que si el hombre alguna vez se las arreglara para
sonreír, agrietaría su cara.

La mitad de la familia de Otto era de la mafia italiana
mientras que la otra mitad era una de las más viejas
familias Escuderas conocidas. Un linaje realmente azul, el abuelo
de Otto una vez había capitaneado el Concejo de
Escuderos.

Tyler Winstead acudió a ellos desde Milwaukee.
Apenas un metro setenta y cinco, el hombre rubio era
extremadamente bien parecido hasta que mirabas sus ojos. No
había nada integro en su mirada. Sólo
intensidad.

Eso dejaba a Allen Kirby. Otro Escudero
multi-generacional, Allen había sido llamado a Toronto
para esta cacería. Ya que Otto nunca decía dos
palabras, Allen era el más listo del
rebaño.

Pero algo le decía a Jess, que Otto
fácilmente podría superar los comentarios
sarcásticos de Allen si él quisiera
hacerlo.

-Sabía que él estaría aquí
-dijo Allen mientras miraba la máquina de nieve con
insolente malicia.

Jess lo miró de forma aburrida. -No es Zarek.
Créeme, el rojo no es su color.

Pero él sospechaba que la máquina de nieve
era de un Dark Hunter. Él ya podía sentir la
reducción drástica en sus poderes.

-¿Cómo sabes que no es él?
-preguntó Tyler.

Jess apoyó la escopeta sobre su hombro. -Solo lo
sé.

Ordenó a los Escuderos que permanecieran quietos
y camino sin prisa hacia la máquina de nieve. Usando sus
dientes, jaló el guante de su mano izquierda y la
colocó en el motor.

Estaba frío pero eso no significaba nada en esta
temperatura subcero, se percató de repente, y se
sintió como un idiota por haberse molestado. La
máquina de nieve podía haber estado allí
cinco minutos o cinco horas. En este tipo de frío,
aún un fuego rugiente sería enfriado en
minutos.

-¿Entonces a quién
pertenecería?

Miró a izquierda y derecha pero no vio
señales de nadie.

Hasta que oyó un ruido sordo a su izquierda.
Apenas tuvo tiempo de jalar su escopeta de su hombro antes de que
cuatro Daimons irrumpieran a través del
follaje.

Hicieron una pausa al verlo, luego bajaron sus cabezas y
corrieron de cabeza hacia él.

Jess atrapó uno con un disparo de la escopeta en
el pecho, luego lanzó a un segundo por los aires con la
culata de la escopeta.

Un golpe de la culata paso por su cara,
evitándolo apenas y golpeando a otro Daimon mientras Jess
mataba al caído a sus pies. El último atacó,
pero no dio más que un paso antes de que otra bala
aterrizase en su pecho y cayera hecho polvo.

-Sucias ratas chupasangres.

Él arqueó una ceja ante la suave voz
femenina que precedía la aparición de una mujer
alta, bien erguida.

Su pelo negro largo, estaba trenzado a su espalda y
vestía un traje de pantalones negros ajustados de cuero
que le recordaba un poco a Emma Peel de Los
Advengers
[20]Sólo que era mucho
más devastador en la mujer que se acercaba a
él.

Un segundo Cazador Oscuro salió del bosque
detrás de ella. Él era unos buenos diez
centímetros más alto que Jess con pelo rubio casi
blanco y tenía el paso sostenido de un depredador que
decía "enrédate conmigo y saldrás herido"
Estaba vestido con un abrigo de piel largo y parecía
sumamente cómodo en el frió
ártico.

La mujer se detuvo al lado de Jess y le ofreció
su mano.

-Syra De Antikabe.

Jess inclinó la cabeza y tomó su mano.
-Jess Brady, señora, encantado de conocerla.

-Sundown -dijo el otro Cazador Oscuro al unirse a ellos,
manteniendo sus manos en los bolsillos. -He oído bastante
acerca de ti. Estas bastante lejos de casa.

Jess lo miró suspicazmente. -¿Y tú
eres?

-Bjorn Thorssen.

Él inclinó su cabeza a su vez al guerrero
vikingo. El rumor decía que Bjorn había sido uno de
los vikingos que había invadido la Normandía de los
años oscuros.

-He escuchado sobre ti -dijo a Bjorn, luego miró
a Syra. -Sin ofender, señora, a usted no la
conozco.

Seguro que sí. Los entupidos en el aro me llaman
Yukon Jane.

Él sonrió a eso. Yukon Jane era un
guerrero amazónico del tercer o cuarto siglo a.c. Se
rumoreaba que ella era casi tan malhumorada como Zarek. Le
gustaba cazar y matar, y estaba situada en el Yukon porque una
vez había mutilado a un rey que la
molestó.

-Bien, entonces -dijo Jess lentamente con una sonrisa
malvada mientras apreciaba su postura elegante una vez mas, -todo
lo que puedo decir es que todos aquellos que la insultaron alguna
vez nunca han tenido el placer de su compañía,
Señorita Syra. De otra manera, la llamarían Reina
Jane.

Ella sonrió calurosamente.

-Eres una persona encantadora y educada, también.
Ose tenía razón.

La sonrisa de Jess se ensanchó.

Allen se aclaró la voz. -Perdón por
interrumpir, Lord Cortes y Lady Letal, si pudiéramos tener
un minuto de su tiempo, tenemos a un psicópata que
cazar.

Jess miró encolerizadamente sobre su hombro a
Allen, pero antes de que él pudiera hacer comentarios,
Syra disparó otro perno de su ballesta.

Allen salió volando y aterrizó de espaldas
sobre la nieve.

Syra caminó hacia él y lo miró
fijamente.

-Particularmente no me gustan los Escuderos y realmente
odio la ceremonia de la sangre. Así que ahórrate el
dolor y no me hables otra vez. O la próxima vez
usaré un perno de Daimon en ti.

Ella se agachó y recogió el perno de
cabeza plana que había usado.

Jess reía. A él le gustaba las mujeres con
sentido común.

Y con una puntería mortífera.

-Entonces -dijo ella, dando la vuelta y
escudriñándolos a todos ellos. -He estado
persiguiendo a un grupo de Daimons los últimos cuatro
días mientras se dirigían hacia Fairbanks. Bjorn
siguió a una tribu de ellos desde Anchorage. Eso explica
porque estamos aquí. ¿Qué hay sobre el resto
de ustedes? ¿Jess, has perseguido a los Daimons desde Reno
hasta Alaska?

Otto se salió del grupo de Escuderos y se detuvo
delante de Syra. -¡Hemos venido a matar a Zarek de Moesia,
y si usted se mete en nuestro camino, niñita, la vamos a
matar!

-Maldición -dijo Jess, bajando sus anteojos
oscuros por el puente de su nariz para clavar los ojos en Otto.
-Él habla. O más bien gruñe.

-Pero no por mucho tiempo sino cuida su boca -. Syra le
dirigió a Otto una mirada significativa y letal. -Para que
conste en acta, Escudero, se necesitaría más hombre
que tu, siquiera para rasguñarme.

Otto devolvió su mirada con una sonrisa coqueta.
-Vivo por una mujer que rasguña. Solo estate segura que te
mantienes atrás, nena. No me gustan las
cicatrices.

Otto la pasó rozando.

-Realmente odio a los Escuderos. -Syra
gruñó. Ella sacó otro perno plano y lo
cargó, luego disparó a Otto.

Moviéndose tan rápido que apenas pudo ser
visto, el Escudero dio la vuelta y lo atrapó sin
sobresaltarse. Lo sostuvo frente a su nariz y lo inspiró
cariñosamente. -Mmm -dijo él. –Rosas. Mi
favorito.

Jess intercambió una mirada conocedora con Andy.
-Quizá deberíamos dejarlos solos.

-Si -dijo Allen con una risa corta, -esto me recuerda un
poco a los ritos de apareamiento del malo y el malhumorado. Todo
lo que necesitamos ahora es a Nick Gautier.

Otto lanzó el perno a Allen que
gruñó cuando hizo contacto con su
estómago.

La cara de Syra estaba roja como una remolacha al mirar
a Otto, quien la ignoró y se dirigió hacia la
cabaña.

-¿Tienes un Escudero, Jess? -preguntó ella
mientras caminaban con Bjorn a su lado.

Él señaló con la cabeza hacia Andy.
-Lo crié desde que era un cachorro.

-¿Escucha?

-La mayoría de las veces.

-Tienes suerte. Le disparé a mis últimos
tres -. Mientras se dirigía hacia la cabaña Syra
agregó -y no fue con un perno plano.

Bien, al menos las cosas eran un poco más
divertida con las dos adiciones nuevas a su
tripulación.

Pero al entrar Jess a la cabaña de Zarek tras
Bjorn, Syra, y tres de los Escuderos, su humor
murió.

El resto de grupo tuvo que esperar afuera ya que nadie
más cabría en el pequeño espacio
cuadrado.

Éste no era el caso en que la cabaña era
más grande por dentro de lo que se veía afuera. Era
al revés.

Adentro el lugar estaba bien conservado, pero
restringido y deprimente.

Los Escuderos sostuvieron linternas halógenas,
iluminando el austero interior. Había una camilla en el
piso con una almohada vieja, gastada y unas cuantas pieles y
mantas deshilachadas. La televisión estaba colocada en el
piso y las paredes estaban cubiertas de estantes de libros. Los
únicos muebles en la casa eran dos alacenas.

-Dios mío -dijo Allen, -vive como un
animal.

-No -dijo Syra caminando hacia los estantes de libros
para examinar los títulos. -Él vive como un
esclavo. Para él, esto es un paso arriba de lo que estaba
acostumbrado.

Ella encontró la mirada de Jess. -¿Lo
conoces?

-Sí y tienes razón -. Jess tuvo que eludir
el ventilador de techo mientras se movía alrededor del
cuarto. Recordó que Zarek era unos cinco
centímetros más alto que él.

-Demonios -dijo él al mover el aspa del
ventilador de techo con el dedo y recordando otra cosa que Zarek
le había dicho.

-¿Qué? -preguntó Bjorn.

Jess miró al cazador de Alaska que inspeccionaba
la despensa de Zarek, que contenía sólo unas pocas
latas de comida y una tonelada de botellas de vodka sin abrir.
-¿Cuán caluroso es el verano
aquí?

Bjorn se encogió de hombros. -En el
corazón del verano puede llegar a los treinta o treinta y
cinco grados. ¿Por qué?

Jess maldijo otra vez. -Recuerdo haber hablado una vez
con Zarek. Le pregunté qué estaba haciendo.
Él dijo, cocinándome -Jess
señaló el ventilador de techo. -Ahora me doy cuenta
de lo que quiso decir. ¿Pueden imaginarse estar atrapado
en este lugar en el verano sin ventanas y sin aire
acondicionado?

Syra dejó escapar un bajo silbido. -Tenemos luz
de sol prácticamente las veinticuatro horas. Tienes suerte
si puedes salir por más de diez minutos al
día.

-¿Qué hace con el cuarto de baño?
-preguntó Allen.

Syra indicó una bacinilla en la esquina
izquierda.

-¿Cuánto tiempo ha estado aquí?
-preguntó ella a Jess. -¿Ochocientos, novecientos
años?

Jess asintió.

Ella dejó escapar un silbido bajo. -No es
extraño que esté demente.

Allen se mofó. -Con el dinero que cobra, el
idiota podría haberse construido una
mansión.

-No -dijo Jess. -No es su forma de ser. Créeme,
cuando estas acostumbrado a nada, no esperas nada.

Syra caminó hacia la esquina en donde una
montaña de figurillas talladas en madera estaban
amontonadas. -¿Qué son estos?

Jess frunció el ceño mientras miraba las
paredes de la cabaña y se daba cuenta que cada
centímetro de ellas estaba cubierta de tallados que
hacían juego con las figurillas.

Repentinamente recordó las esculturas de madera
que había visto en la tienda de artículos
varios.

Las esculturas de hielo que había visto en la
ciudad.

El pobre Zarek debía haber tenido épocas
de locura y aburrimiento durante los meses que estaba recluido en
este cobertizo diminuto.

Demonios, Jess tenía un garaje mayor en su casa.
-Diría que es el intento de Zarek de mantener un hilo de
cordura mientras estaba encerrado aquí.

Bjorn recogió una figurilla pintada que se
parecía a un oso polar con sus cachorros. -Estos son
increíbles.

Syra asintió. -Nunca he visto algo como esto.
Apenas parece correcto que matemos a alguien que ha tenido que
vivir de esta manera todos estos siglos.

Allen bufó. -Apenas parece correcto que él
tuviese permiso de vivir después de que asesinara a todo
el pueblo que él estaba custodiando.

Otto echó una mirada interesante al Escudero. Si
Jess no lo conociera mejor, sospecharía que el hombre
tenía dudas acerca de aniquilar a Zarek.

Sus miradas se encontraron.

Nop, sin duda. En verdad, él sospechaba que Otto
podía haber sido enviado por otras razones… como
él lo había sido.

-Bien, muchachos, esto es entretenido -dijo Bjorn. -Pero
mis poderes decrecen por Jess y Syra y todavía tenemos que
resolver el pequeño asunto sobre la migración de
Daimons. ¿Alguien tiene alguna idea de por qué
harían eso?

Todos miraron a Syra que era la mayor.

-¿Qué? -preguntó ella.

-¿Alguna vez has visto o has tenido noticias de
algo como esto?

Ella negó con la cabeza. -He tenido noticias de
Daimons haciendo equipo. Allá, por los siglos antes de que
ustedes naciesen, solían tener guerreros Daimons. Pero
nadie ha visto a un Spathi al menos en un milenio. Todo esto me
supera. Es una lástima que no podamos alcanzar a Acheron.
Él podría tener más
información.

Bjorn se adelantó y salió de la
cabaña.

Jess se acercó a la parte trasera y miró
dentro de la choza una vez más.

Demonios. Sentía realmente lástima por su
amigo y la vida que Zarek había tenido.

Él no podía imaginar quedarse atorado en
el bosque, solo, con temperaturas que se extendían desde
menos cuarenta a treinta y cinco.

No era extraño que Ash tuviera piedad con
Zarek.

Seis de los escuderos fueron a los SUVs y descargaron
envases de gasolina.

-¿Qué hacen? -Jess preguntó
suspicazmente.

-Incendiarlo -dijo un Escudero pelirrojo. -Tu quieres
cazarlo, tu…

-¡Maldición! -Jess agarró el envase
de la mano del hombre y lo lanzó hacia el bosque. -Esto es
todo lo que él tiene en el mundo. No hay forma que vaya a
dejarte apropiarte de esto.

Allen le desdeñó con sarcasmo. -Él
golpeó a esa mujer.

Jess estrechó su mirada. -Aún tienes que
probármelo.

Allen puso sus ojos en blanco, como si no fuese capaz de
entender cómo podía defender a su amigo. -¿Y
si Zarek no lo hizo? ¿Quién lo hizo?

-Yo lo hice.

Capítulo 10

Jess levantó la vista para ver a la manada
más grande de Daimons que alguna vez hubiese contemplado
en su vida. Allí tenía que haber, por lo menos
cuarenta cabezas de ellos, pero era difícil contarlos,
especialmente cuando pensaba que no todos estaban a la vista. Su
sentido de Cazador Oscuro le decía que había
aún más en el bosque actuando como
sustitutos.

Algunos vestían abrigos de cueros, otros…
de pieles. Algunos eran hombres, otros…
mujeres.

Pero tenían en común algunas cosas. El
cabello rubio, los colmillos, y ese atractivo antinatural que
estaba arraigado en su especie.

Aún así, una mirada era suficiente para
identificar a su líder. Era el Daimon que había
encontrado cuando había ido tras Zarek. Pero en lugar de
rehuirle, como hacían la mayoría de los Daimons,
este había corrido tras Zarek.

Persiguiendo a Zarek aún mientras ellos lo
hacían.

El líder era una cabeza más alto que los
demás y estaba ligeramente delante de ellos. A diferencia
de los que estaban detrás de él, no había
miedo en su mirada.

Sólo una determinación cruda, tangible. Y
una vileza que corría profundamente en su alma.

Syra dejó escapar un sonido que era una mezcla de
incredulidad y humor.

-¿Qué diablos es esto?

El líder Daimon sonrió.

-Diría 'Su peor pesadilla', pero odio los
clichés.

Marone, eres real.

Todo el mundo del lado de los "buenos" giró para
mirar a Otto, quien miraba al líder como si estuviese
viendo al diablo mismo.

-¿Conoces a este tipo, Carvalleti?
-preguntó Jess.

-Sé de él, en todo caso -dijo con tono
intenso y pesado. -Mi padre solía contarme sobre un Daimon
llamado Thanatos cuando era niño. Siempre pensamos que
él lo inventaba.

-¿Inventaba qué? -preguntó Bjorn
mirando hacia atrás en la dirección de
Thanatos.

-Los cuentos de un ejecutor de Cazadores Oscuros llamado
Dayslayer[21]Es una historia que ha sido contada
en mi familia por generaciones. Que pasa de Escudero a
Escudero.

-¿Y me dices que ese idiota es él?
-preguntó Bjorn al mismo momento que Syra decía,
-¿Ejecutor de Dark-Hunters?

Otto asintió. -Supuestamente Artemisa una vez
creo a un asesino para ustedes, en caso de que se volvieran
asesinos. Él puede caminar bajo la luz del día y no
necesita sangre para vivir. Dice la leyenda que él es
invencible.

Thanatos aplaudió
sarcásticamente.

-Muy bien, pequeño Escudero. Estoy
impresionado.

Los ojos de Otto se tornaron glaciales.

-Mi padre dijo que Acheron había matado a
Thanatos hace miles de años.

-No quiero parecer idiota -dijo Bjorn, -pero él
no parece estar muerto.

Thanatos se rió. -No lo estoy. Al menos no
más de lo que lo están ustedes.

Thanatos se acercó a ellos lentamente,
metódicamente.

Jess se tensó, listo para la batalla.

Thanatos cruzó sus manos a la espalda y
sonrió sardónicamente a Otto.

-¿Pregunto, humano, tu padre alguna vez te dijo
algo sobre los Spathi Daimons?

Thanatos miró a los Cazadores Oscuros.

-¿Seguramente ustedes Hunters los recuerdan?
-suspiró nostálgicamente. -Ah, qué
años aquellos…los Cazadores Oscuros nos daban caza,
y nosotros los matábamos. Hicimos nuestras casas en
criptas y catacumbas subterráneas donde los Hunters no
podían entrar sin quedar poseídos. Fue un tiempo
interesante para ser Apolita o Daimon.

Él miró sobre su hombro a la manada de
Daimons, que en la mayoría de los casos, los miraban
nerviosamente. Había uno o dos que no tenían miedo
y esos eran a los que Jess prestaba mayor
atención.

Él no sabía nada acerca de los Daimons
guerreros, pero sabía como ajusticiar a cualquiera que
quisiera saborear un alma humana.

Cuándo Thanatos habló otra vez, su voz era
oscura, siniestra.

-Pero eso fue antes de que descubriéramos a la
civilización y las comodidades modernas. Antes de que el
mundo humano se desarrollase lo suficiente como para que
pudiésemos existir en la noche pretendiendo ser uno de
ellos. Los Apolitas poseyendo negocios y casas. Los Daimons
jugando con el Nintendo. ¿A qué está
llegando el mundo?

Thanatos se movió tan rápido que nadie
tuvo tiempo de pestañear. Disparó una carga
explosiva de sus manos, derribando a todos los
Escuderos.

Examinó su caos con una expresión feliz en
su cara.

-Ahora antes de que dé a mi gente permiso de
alimentarse de todos ustedes y yo mate a los Cazadores Oscuros,
quizá deberíamos hablar un poquito, ¿hmm?
¿O quieren ustedes, Hunters, realmente luchar contra
mí cuando se están debilitando entre
ustedes?

-¿Hablar sobre qué? -preguntó Jess,
moviéndose más cerca de Syra. Si bien sabía
que ella podía cuidarse, era un hábito arraigado en
él proteger a una mujer.

-¿Dónde esta Zarek? -dijo Thanatos entre
dientes.

-No lo sabemos -respondió Syra.

-Respuesta equivocada.

Uno de los Escuderos desconocidos dejó escapar un
alarido. Jess observó con horror como el brazo del hombre
era partido en dos por… nadie.

Santa Madre de Dios[22]él
nunca había visto algo como eso.

Bjorn atacó.

Thanatos lo atrapó, y lo lanzó al suelo.
Abrió de un tirón la camisa de Bjorn para exponer
la marca del arco y la flecha de Artemisa en el hombro de
Bjorn.

Thanatos apuñaló la marca de Bjorn con una
daga adornada meticulosamente en oro.

Bjorn se desintegró como un Daimon.

Ninguno de ellos se movió.

Jess apenas podía respirar en tanto la furia lo
invadía. Eso había sido muy fácil para el
Daimon. Hasta ahora, los Cazadores Oscuros habían sido
informados que sólo podían morir de tres formas.
Total desmembramiento, luz del sol, o
decapitación.

Aparentemente, Acheron había omitido una, crucial
y extremadamente rápida, forma de morir.

Esto no estaba bien, y ahora mismo él estaba muy
enojado de que nadie los hubiese advertido.

Pero eso tendría que esperar. Había
personas inocentes aquí y si se oponía a Thanatos
en presencia de Syra, ambos estarían peleando con las
manos atadas a la espalda, mientras que Thanatos pelearía
con su fuerza completa.

-¿Quieres a Zarek? -preguntó
Jess.

Thanatos se puso lentamente de pie. -Por eso es que
estoy aquí.

Jess se estremeció por lo que había visto,
y aunque él no había conocido a Bjorn bastante, el
hombre había parecido lo suficientemente decente. Era una
maldita vergüenza perder a un camarada, especialmente por
Thanatos.

Se acongojaría más tarde; ahora mismo
quería asegurarse que los Escuderos
sobrevivieran.

Jess deslizó su mirada a Syra y le envió
una proyección mental.

Salva a los Escuderos. Yo me llevo al
Idiota.

En voz alta dijo -Entonces sígueme y trae todo lo
que tengas. Zarek va a disfrutar matándote.

Jess corrió a su Bronco.

Zarek aún yacía desnudo en el oleaje,
acunando a Astrid contra él. No podía contar
cuántas veces habían hecho el amor en las
últimas horas. Habían sido tantas, que él se
preguntaba si no estaría lastimado cuando se
despertara.

Seguramente nadie podía ser así de
acrobático, ni siquiera en sueños, y que no quedara
algún daño físico a la vista por
ello.

Estaba exhausto de hacer el amor, pero sentía una
paz como nunca había conocido.

¿Era esto lo que otras personas
sentían?

Astrid se apoyó sobre él.

-¿Cuándo fue la última vez que
probaste el algodón de azúcar?

Él frunció el ceño a su pregunta
inesperada. -¿Qué es el algodón de
azúcar?

Ella boqueó en estado de shock. -¿No sabes
que es el algodón de azúcar?

Él negó con la cabeza.

Sonriendo, ella se levantó y lo jaló para
que se parara.

-Iremos al paseo marítimo.

Bien, ella realmente había perdido el
juicio.

-No hay ningún paseo marítimo.

-Oh, sí que hay, justamente al otro lado de esas
rocas.

Zarek miró otra vez para ver un muelle que no
había estado allí antes.

Qué extraño que hubiera aparecido en su
sueño ante su pedido y no al de él. La miró
suspicazmente.

-¿Eres un Dream Hunter Skotos haciéndote
pasar por Astrid?

-No -dijo ella sonriendo. -No estoy tratando de tomar
nada de ti, Zarek. Sólo trato de darte un recuerdo
agradable.

-¿Por qué?

Astrid suspiró ante la expresión de su
cara. La bondad estaba más allá de su
comprensión, aún no podía entender por
qué ella quería hacerlo sonreír.

-Por que mereces uno.

-¿Por qué? No he hecho nada.

-Vives, Zarek -dijo ella, acentuando las palabras,
haciendo un intento por hacerlo entender. -Tan solo por eso,
mereces un poco de felicidad.

La duda en sus ojos la aguijoneó.

Decidida a alcanzarlo, ella "conjuró" para
sí misma un par de pantalones cortos blancos y un top
azul, luego lo vistió a él con un par de pantalones
vaqueros negros y una camisa playera.

Lo condujo hacia el gentío del
"sueño".

Zarek guardó silencio mientras caminaban hacia
las escaleras que conducían a la anticuada pasarela. Se
tensó visiblemente mientras las personas lo pasaban
demasiado cerca, casi rozándolo. Ella tuvo la clara
impresión que estaba a un paso de pronunciar un cruel
comentario.

-Está bien, Zarek.

Él desdeñó con sarcasmo a un hombre
que se aproximó demasiado.

-No me gusta que nadie me toque.

Pero no dijo nada acerca del hecho que ella tenía
su brazo enganchado con el de él.

Eso la hizo derretirse.

Sonriendo, lo llevó a un pequeño puesto
donde una señora vendía salchichas y algodón
de azúcar. Ella compró la bolsa más grande y
extrajo un puñado del ligero y esponjoso azúcar
rosado, luego se lo ofreció a él.

-Aquí va. Un mordisco y sabrás cuál
es el sabor de la ambrosía.

Zarek trató de tomarlo, pero ella alejó su
mano.

-Quiero dártelo yo.

La furia restalló en sus ojos. -No soy un animal
para comer de tu mano.

La cara de ella se ensombreció ante sus palabras
y su buen humor se apagó
instantáneamente.

-No, Zarek. No eres un animal. Eres mi amante y yo
quiero cuidar de ti.

Zarek se congeló ante sus palabras mientras
clavaba los ojos en su cara, preciosa y sincera.

¿Cuidar de él?

Una parte de él gruñó ante la idea,
pero otro parte, la parte extraña de sí, se
despertó de un sacudón ante sus
palabras.

Era una parte hambrienta de él.

Una parte anhelosa. Necesitada.

Una parte que él había sellado y
abandonado hacía tanto tiempo que vagamente la
recordaba.

Apártate.

No lo hizo.

En lugar de eso, se forzó a agacharse y abrir sus
labios.

Ella sonrió de una forma que lo quemó del
incluso mientras el extraño dulce se desintegraba dentro
de su boca.

Ella colocó su mano en contra de su
mejilla.

-Ves, no duele.

No, no lo hacía. Se sentía caliente y
maravilloso. Incluso alegre.

Pero era un sueño.

Él se despertaría dentro de poco y
estaría frío otra vez.

Solo.

La Astrid real no le ofrecería algodón de
azúcar y no lo abrazaría en el oleaje.

Lo miraría con miedo y sospecha en su preciosa
cara. Estaría protegida por un lobo blanco que lo odiaba
tanto como él se odiaba a sí mismo.

La Astrid real nunca se tomaría el tiempo para
domesticarlo.

No es que tuviese importancia. Tenía una
sentencia de muerte sobre él. No tenía tiempo para
la Astrid real.

No tenía tiempo para nada más que la
supervivencia básica. Era por eso que este sueño
significaba tanto para él.

Por una vez en la vida, había tenido un buen
día. Sólo esperaba que cuando se despertase, lo
pudiera recordar.

Astrid lo guió por la arcada, jugando en los
juegos y comiendo comida chatarra de la que Zarek le dijo que
sólo había leído su existencia, en la Web.
Si bien él nunca sonrió, era como un niño en
su curiosidad.

-Prueba esto -dijo ella, dándole una manzana
acaramelada.

Astrid rápidamente supo que comer manzanas
acarameladas con colmillos no era una cosa muy fácil de
hacer.

Cuando él logro darle una mordida, ella lo
miró impacientemente. -¿Bien?

Él lo tragó antes de contestar.

-Esta bien, pero no pienso que esté dispuesto a
repetir la experiencia. No es lo bastante bueno como para
compensar todo el trabajo para obtenerlo.

Ella se rió mientras él lanzaba la manzana
en un gran cubo blanco de basura.

Lo metió a la galería a fin de
enseñarle a jugar Skee-Ball, uno de sus juegos favoritos.
Él era asombrosamente hábil en eso.

-¿Dónde aprendiste a tirar
así?

-Vivo en Alaska, Princesa, territorio de hielo y nieve.
No hay mucha diferencia entre esto y lanzar una bola de
nieve.

Ella se sorprendió de eso. Tuvo una imagen
divertida de él jugando en la nieve, la cual era
totalmente ajena a su forma de ser.

-¿Con quién te tirabas bolas de
nieve?

Él rodó otra bola por la rampa y dio en el
círculo central.

-Con nadie. Solía lanzarlas a los osos a fin de
que se enfurecieran y se acercaran lo suficiente para que yo los
matara.

-¿Matabas a los osos pequeños?

Él le dirigió una mirada
risueña.

-Ellos no eran pequeños, Princesa, lo juro. Y a
diferencia de los conejos, se puede hacer más de una
comida con ellos y no necesitas a muchos para hacer un abrigo de
piel o una manta. En lo más recio del invierno, no hay
suficiente para comer. La mayoría de las veces, antes que
existieran las tiendas de comestibles, era o carne de oso o
morirse de hambre.

El pecho de Astrid se apretó ante sus palabras.
Ella suponía que no había sido fácil para
él sobrevivir, pero lo que describía le
hacía querer extenderse hacia él y abrazarlo
fuertemente.

-¿Cómo los matabas?

-Con mis garras de plata.

Ella estaba consternada.

-¿Matabas a los osos con una garra? Por favor
dime que hay formas más fáciles para hacer eso.
¿Una lanza, un arco y flecha, una pistola?

-Fue mucho antes de las armas, y además, no
habría sido justo para el oso. Él no me
podía atacar desde lejos. Yo calculaba que él
tenía garras y yo también. El ganador se llevaba
todo.

Ella sacudió la cabeza de
incredulidad.

Tenía que darle crédito, al menos Zarek
era deportivo acerca de eso.

-¿No te lastimabas?

Él se encogió de hombros
despreocupadamente, luego arrojó otra bola.

-Mejor que morir de hambre. Además, estoy
acostumbrado a ser tajeado -la miró traviesamente.
-¿Quieres un gorro de piel de oso, Princesa? Tengo
realmente una colección.

Ella no encontró humor en su pregunta.

Su garganta estaba apretada, Astrid quería llorar
por lo que le estaba diciendo. Las imágenes traspasaron su
mente… de él a solas, herido, arrastrando a un oso a
través de la nieve ártica, que lo sobrepasaba en
peso, al menos diez veces, a fin de poder comer.

Y llevar al oso a casa era solo el comienzo. Él
tenía que cuerearlo y carnearlo antes que los otros
animales olieran su presa o su sangre.

Luego cocinarlo.

Nadie que lo pudiera ayudar y ninguna otra
elección, excepto hacerlo o morir de hambre.

Se preguntaba cuántos días había
pasada sin nada de comida…

-¿Qué hay acerca de la comida en el
verano, cuándo tienes veintidós horas o más
de luz de día? Digo, no podías conservar la carne
por tanto tiempo y no te daba bastante tiempo para plantar o
cosechar cualquier cosa. ¿Qué hacías
entonces?

-Me moría de hambre, Princesa, y rezaba por el
invierno.

Las lágrimas fluyeron en sus ojos.

-Lo siento tanto, Zarek.

Él torció la mandíbula. Se rehusaba
a mirarla.

-No lo sientas, no es tu culpa. Además, el hambre
no era tan malo como la sed. Agradezco a los dioses por el agua
embotellada. Antes de eso había algunos días en los
cuales no podía llegar al pozo, si bien estaba bastante
cerca de mi puerta.

Él trató de alcanzar otra
pelota.

Astrid colocó su mano en la de él para
detenerle.

Se giró para enfrentarla, sus labios ligeramente
separados. Ella lo jaló a sus brazos y lo besó,
queriendo darle algún consuelo, algún grado de
paz.

Zarek la aplastó contra él. Ella
abrió su boca para saborearlo completamente y dejar que su
fuerza la inundara.

Él se echó hacia atrás con un
gemido.

-¿Por qué estas acá?

-Estoy aquí por ti, Príncipe
Encantado.

-No te creo. ¿Por qué estas realmente
aquí? ¿Qué quieres de mí?

Ella suspiró.

-Eres asombrosamente desconfiado.

-No, soy realista y los sueños como éste
no me ocurren.

Ella arqueó una ceja.

-¿Nunca?

-No en los últimos dos mil años, de todas
formas.

Ella alisó la línea en su frente con la
punta del dedo y le sonrió.

-Bien, las cosas están cambiando.

Zarek irguió la cabeza ante eso, no
creyéndolo ni por un minuto.

Algunas cosas nunca cambian.

Nunca.

-¡Zarek!

Él sintió un extraño tirón
en su pecho.

Pero no era Astrid.

-¿Sucede algo malo? -Astrid
preguntó.

-¡Zarek!

Era la voz de un hombre llamándolo en voz alta.
Una que parecía venir de una distancia de muchos
kilómetros.

-Me siento repentinamente extraño.

-¿Extraño cómo?

-¡Zarek!

La clara pasarela se puso oscura. Su vista
comenzó a perder intensidad, su cabeza giraba.

Zarek se sintió a sí mismo alejarse de
Astrid. Peleó con toda su fuerza para quedarse con
ella.

Para quedarse con su sueño.

No quería que acabara. No quería
despertarse en un mundo dónde nadie lo
quería.

Tenía que regresar a ella.

Por favor, solo un minuto más.

-¡Zarek! Maldita sea, chico, no me hagas tener
que abofetearte. Lo último que necesito ahora mismo es una
concusión. ¡Ahora levántate!

Zarek se despertó para encontrar a Jess inclinado
sobre él, sacudiéndolo fuertemente.

Maldiciendo, pateó al vaquero hacia atrás,
contra la pared.

El juramento apestoso de Jess hizo juego con el de
él mientras Jess rebotaba contra la madera. La espalda de
Zarek y el brazo latieron en respuesta a las lesiones de
Jess.

Pero a él no le importó. Tenía la
intención de añadir tantas lesiones más al
vaquero que ninguno de los dos podría caminar sin
cojear.

Él tenía una deuda que cobrarse con el
bastardo por haberle disparado en su espalda.

Y él siempre se cobraba sus deudas, con
intereses.

Zarek salió de la cama gruñendo, listo
para la batalla.

-¡Whoa, Z! -dijo Jess, evadiendo el puño
que Zarek oscilaba ante él. -Cálmate.

Zarek lo asechó como un león atisbando a
una gacela herida. Uno que tenía la intención de
hacer de la gacela su cena…

-¿Calmarme? Me disparaste en la espalda, hijo de
puta.

La cara de Jess se volvió piedra y le dio una
mirada helada. -Niño, no te atrevas a insultar a mi
mamá, y mejor te detienes y piensas sobre eso por un
minuto. Fui un asesino a sueldo desde que tuve suficiente edad
para sostener una pistola. Si hubiera disparado a tu espalda no
tendrías una cabeza ahora mismo. Habiendo recibido
disparos en la espalda de un amigo, seguro no querría
devolver ese favor a nadie. Ni siquiera a un irascible
espécimen como tú. ¿Y por qué
infierno me lastimaría para llegar a ti de cualquier
manera? Válgame Dios, chico, usa tu cabeza.

Zarek todavía no estaba listo para creerle.
Aunque en su mayor parte había cicatrizado, su espalda era
un recordatorio doloroso de que alguien había probado su
mejor tiro para matarlo.

-¿Entonces quién
disparó?

-Uno de los idiotas Escuderos. Maldición si
supiera cuál. Todos se parecen mucho cuando no son
tuyos.

Zarek vaciló mientras trataba de catalogar todo
lo que había ocurrido en los últimos
días.

Todo estaba un poco borroso en su mente. Lo
último que realmente recordaba era que trataba de dejar la
cabaña de Astrid…

Él frunció el ceño mientras miraba
alrededor, dándose cuenta que aún estaba
allí.

Jess lo había despertado mientras él
yacía completamente vestido en una cama en la cual no
recordaba haberse subido.

Frunció el ceño al ver a Astrid yaciendo
en la cama, también.

Los sueños que él tuvo…

¿Qué diablos?

Jess volvió a cargar su escopeta.

-Mira, no tengo tiempo para esto. ¿Conoces
quién es Thanatos?

-Si, nos encontramos.

-Bien, porque él realmente asesinó a un
Cazador Oscuro esta noche y está atrás de
mí. Te necesito arriba y corriendo.
Rápido.

El estómago de Zarek fue al sur ante sus
palabras.

-¿Qué?

La cara de Jess era sombría y letal. -Mató
a un Cazador Oscuro sin sudar. Nunca he visto algo así en
mi vida. Ahora Thanatos viene por ti, Z. Es hora de hacer como un
zorro y sacar el infierno de Dallas.

¿Qué significaba eso? Si a Zarek le
dolía antes la cabeza, no era nada comparado con el dolor
que sintió al tratar de descifrar la última parte
de la expresión localista del vaquero.

-Lo que sea que hagas -dijo Jess, su voz intensa y grave
al advertirle, -no dejes a Thanatos acercarse a tu marca del arco
y flecha. Aparentemente surte efecto, como la mancha de tinta de
los Daimons en medio de sus pechos. Una diminuta puñalada
y somos polvo.

Zarek frunció el ceño ante sus
palabras.

-¿Qué marca del arco y la flecha? No tengo
ninguna.

Jess se burló. -Por supuesto que sí. Todos
tenemos una.

-No, yo no.

Jess lo miró sobre su escopeta, su cara
completamente divertida.

-Tal vez está en un lugar que no miras. Como tu
trasero o algo por el estilo. Sé que tienes una. Es donde
Artemisa te tocó cuando ella capturó tu
alma.

Zarek negó con la cabeza.

-Artemisa nunca me tocó. Ella no podía
estar cerca de mí sin acobardarse, así es que
usó una vara para hacerme un Dark Hunter. Te juro, no hay
ninguna marca en mí.

La mandíbula de Jess se cayó ante la
incredulidad.

-Espera, espera, espera. ¿Estás
diciéndome que estas parado aquí en donde no hay
Daimons y no tienes un punto débil? ¿Qué
tipo de mierda es esa? ¿Vivo en Daimon Central con un
maldito Talón De Aquiles que nadie alguna vez se
molestó en mencionar, y tú vives donde no hay
peligro para ti y aun así no tienes una marca?

Jess caminó de arriba abajo por el piso. Era un
hábito del que Zarek se había enterado durante una
de sus conversaciones telefónicas nocturnas. Una vez que
Jess comenzaba un discurso rimbombante, era difícil
sacarlo de él.

-¿Qué no esta bien en este cuadro? Y luego
Ash me pide que suba aquí para salvar tu trasero y
aquí nos caemos como moscas mientras tú eres
Teflón[23]

-No, tengo un problema con esto. Te aprecio, hombre,
pero demonios. Esto no es justo. Estoy aquí congelando mis
pelotas, y tú, tú no necesitas protección.
Entretanto tengo un ojo de toro en mi brazo que dice, 'Hey,
Daimon con esteroides, mátenme justo aquí"
-siguió divagando Jess. -¿Puedes creer que
metí las llaves en mi boca para sacar mi billetera, para
pagar el combustible y se congela allí? ¿Lo
último que quiero hacer es morir aquí en este lugar
dejado de la mano de Dios, por obra de una cosa enloquecida que
nadie alguna vez ha oído nombrar antes, excepto Guido, el
Escudero asesino de Jersey? Juro que quiero el trasero de alguien
por esto.

Jess tomó aire, pero antes de que pudiera empezar
a vociferar otra vez, la puerta principal de la cabaña se
abrió de golpe.

La casa entera se estremeció por la fuerza de
eso.

Zarek sintió un frío temblor familiar en
su columna vertebral.

Una huella débil de un recuerdo pasó como
un relámpago por su mente. Era vago y
desconcertante.

Él había sentido esto antes…

Sin tiempo para contemplaciones, usó su
telequinesia para cerrar la puerta del dormitorio de un
golpe.

Apartó de un empujón a Jess hacia la
ventana. -Ella tiene a un lobo en alguna parte de la casa.
Encuéntralo y llévalo afuera.

Algo golpeó la puerta con fuerza.

-Sal Zarek -gruñó Thanatos, -pensé
que a ti te gustaba jugar con los Daimons.

-Sí, jugaré contigo bastardo -Zarek hizo
estallar la ventana con su telequinesia y empujó a Jess a
través de ella mientras Thanatos continuaba embistiendo la
puerta.

Cruzando el cuarto, Zarek agarró a Astrid, quien
dormía todavía como un tronco en la cama, y la
sacó por la ventana hacia Jess.

-Sácala de aquí.

Jess apenas había tomado a Astrid cuando la
puerta estalló.

Zarek se dio vuelta lentamente.

-¿Tú madre nunca te enseñó
que no está bien entrar por la fuerza?

Thanatos estrechó sus ojos, lanzándole una
mirada fría y dura.

-Mi madre se desintegró cuando yo sólo
tenía un año. Ella no tuvo tiempo de
enseñarme nada. Pero tú, por otra parte, me
enseñaste adecuadamente cómo cazar y matar a mis
enemigos.

Zarek estaba tan conmocionado por las palabras que lo
dejó desequilibrado para el primer ataque.

Thanatos lo atrapó con una explosión
directa a su pecho.

Zarek rodó, tomando fuerza del dolor.

Era bueno en eso.

Mientras se preparaba sicológicamente para
atacar, un arma disparó dos veces. Thanatos se
tambaleó hacia adelante, luego se dio la vuelta con un
gruñido.

Los ojos de Zarek se ampliaron al divisar dos balazos en
la espalda del Daimon. Los balazos se cicatrizaron
instantáneamente.

Jess maldijo desde el vestíbulo.
-¿Qué eres?

-Jess -rugió Zarek, -sal. Puedo manejar
esto.

Como Thanatos iba por Jess, Zarek se lanzó contra
su espalda y lo golpeó contra el marco de la
puerta.

-¡Vete! -le gritó a Jess. -No puedo
oponerme a él contigo aquí. Necesito todos mis
poderes.

Jess asintió y corrió en busca de la
puerta principal. Zarek le oyó hacer una pausa mientras
soltaba al lobo.

-Al fin solos -se rió, mientras Thanatos lo
enviaba de un empujón contra la pared más lejana.
-Oh, el placer del dolor.

Thanatos le dirigió un gesto de desprecio.
-¿Tu realmente estás loco, verdad?

-Apenas. Aunque debo admitir que disfruto de cada minuto
-. Zarek dejó que sus poderes emergieran hasta que sus
manos ardieron por el calor. Canalizó los iones en el aire
y los cargó completamente, luego los dirigió a
Thanatos.

La explosión lo derribó en medio del
vestíbulo.

Reuniendo más poder, Zarek lo volvió a
golpear, esta vez en el estudio. Él continuó
golpeando a Thanatos hasta que el hombre aterrizó en el
piso al lado de la chimenea.

Si Zarek fuera listo, hubiera aprovechado la ventaja y
corrido.

Pero él no era así de listo.
Además, Thanatos hubiera ido tras él y él
era demasiado viejo y también estaba demasiado enojado
para correr.

Thanatos se levantó de nuevo.

Zarek le dirigió otra explosión,
derribándolo sobre el sofá donde aterrizó en
un montón.

Él sacudió la hacia cabeza el Daimon,
quien ya no se movía.

-Te diré algo, ¿por qué no me vas a
visitar cuando estés listo para jugar con los chicos
grandes?

Zarek salió andando de la casa y convocó a
sus poderes para trabar la puerta detrás de él.
Podía oír a Thanatos golpeando la puerta, tratando
de forzarla.

Sin una mirada atrás, Zarek caminó hasta
la máquina de nieve que debía pertenecer a
Thanatos. Abrió el tanque de gasolina y se aseguró
que hubiera suficiente.

Rompió la manguera del motor, luego chupó
con fuerza para llenar de gasolina su boca.

Caminando hacia la cabaña, sacó un
encendedor de su bolsillo trasero.

Encendió el encendedor, entonces escupió
la gasolina a la casa y observó como la puerta comenzaba a
arder.

Después de varios viajes más, dio un paso
hacia atrás y examinó las llamas que
rápidamente consumían la casa de Astrid.

Era algo bueno que ella fuera rica.

Parecía que iba a necesitar un lugar nuevo para
vivir después de esto.

Zarek arrancó un cigarrillo del bolsillo de su
abrigo y sonrió. Murmurando se puso a cantar la
clásica canción de Talking
Heads[24]"trescientos sesenta y cinco grados
de… casa consumiéndose en llamas".

Astrid se despertó por una explosión. Su
falta de vista momentáneamente la dejó estupefacta
hasta que se percató que había sido sacada de su
sueño narcotizado.

¿Si no, cómo?

Ambos, Zarek y ella debían dormir al menos otro
día más.

Ella podía decir por los sonidos y la
posición vertical de su cuerpo, que ya no estaba en la
cama.

Se sentía como en el coche de alguien.

-¿Zarek? -preguntó con
vacilación.

-No, señora -dijo una profunda voz con un
arrastrado acento sureño. -Mi nombre es
Sundown.

Su corazón martilló.

-¿Dónde esta Zarek?
¡Sasha!

Una mano tocó su brazo confortantemente.
-Tranquila, querida. Todo va a estar bien.

-¿En dónde está mi lobo?

Por la forma en que el aire frente a su cara se
movía, podía decir que Sundown estaba moviendo su
mano a pocos centímetros de la punta de su
nariz.

-Sí, soy ciega -dijo irritada. -Dígame
donde esta Sasha.

-Es la cosa peluda a sus pies.

Ella dejó escapar un pequeño suspiro de
alivio, pero eso era sólo la mitad de su
preocupación.

-¿Y Zarek?

-Lo dejamos atrás.

-¡No! -dijo ella, su corazón martillando
otra vez. -Se supone que no debo dejarlo.

-No tuvimos otra…

Astrid no escuchó el resto de su
declaración. Estaba demasiado ocupada tratando de abrir la
puerta del coche.

Una mano firme la jaló hacia
atrás.

-Whoa, señorita, qué lo que estoy haciendo
aquí es peligroso. Tengo que llevarla lo mas lejos que
pueda de la cabaña. Confíe en mí, si alguien
puede manejar esto, es Zarek.

-No, no puede -dijo ella, tratando de ponerse de pie.
-Tengo que regresar con él. Si alguien se entera que no
estoy con él, entonces está muerto.
¿Entiendes?

-Señori…

Ella apartó su mano. -Thanatos será
enviado tras él. Tengo que regresar.

-¿Usted sabe de Thanatos?

Astrid extendió la mano, tratando de encontrar la
boca de Sundown para tratar de tocar colmillos.

Él esquivó su mano.

-¿Trabaja para Acheron? -preguntó
ella.

-¿Lo hace usted?

-Contéstame. ¿Es uno de sus…
hombres?

Él vaciló antes de contestar.

-Sí.

Ella suspiró de alivio. Gracias a Zeus por los
pequeños favores.

-Soy el juez de Zarek. Si lo dejo sin acompañante
entonces Artemisa llamará a Thanatos para
matarlo.

-Odio darle la noticia. Ella ya lo hizo. Justamente los
dejé a los dos en su casa para el altercado.

La cabeza de Astrid daba vueltas. ¿Cómo
podía ser eso?

-¿Está seguro que era Thanatos?

-Eso es lo que él dijo y después de la
forma en que eliminó a uno de nosotros, Hunters, yo tiendo
a creerle.

Astrid se sintió enferma por las noticias. Esto
no podía estar ocurriendo.

¿Por qué Artemisa violaría el
acuerdo?

Sabía que Artemisa había estado ansiosa
por un veredicto, pero así y todo…

-Debe llevarme de regreso. Zarek no lo puede matar.
Ninguno de ustedes puede.

-¿Que quiere decir?

-Sólo Acheron tiene el poder de matar a Thanatos.
Sólo Acheron. Ninguno de ustedes tiene una
posibilidad en contra de él.

Sundown maldijo.

-Bien. Aférrese y pido a Dios que usted este
equivocada, señora.

Astrid sintió a Sasha moviéndose mientras
Jess giraba el coche en un movimiento que le recordaba a un juego
de parque de diversiones.

-Shhh, Sasha -dijo ella, agachándose para tocarlo
y apaciguarlo.

-¿Dónde estamos? ¿Qué
sucedió?

Lo sintió moverse ligeramente para contemplar a
Sundown. Dejó escapar un gruñido bajo.

-¿Y quién diantre es este refugiado
de
Por un Puñado de Dólares?

-Él es un amigo. Así que sé
agradable.

-¿Agradable? Bien. No lo morderé. Por
ahora
-. Sasha se echó apenas para atrás.
-¿Por qué estoy en un camión?
¿Cómo llegue aquí? ¿Y por qué
mi cabeza parece que esta a punto de explotar
?

-Te drogué.

Ella tuvo la clara sensación que Sasha estrechaba
sus ojos y descubría sus dientes.

-¿Tu qué?

Ella se sobresaltó ante la cólera en su
voz.

-No tuve alternativa. Pero grítame más
tarde. Tenemos un problema ahora mismo.

-¿Y es?

-Thanatos anda suelto. Y él ya va tras
Zarek.

-Bien, el Dayslayer tiene gusto.

-¡Sasha!

-No lo puedo remediar. Sabes que no me gusta esa
bestia psicótica.

Suspirando, enterró la mano en el pelaje de Sasha
y usó sus ojos como suyos. Él trepó a su
regazo a fin de poder mirar por la ventana para ella.

Después de algunos kilómetros, ella
reconoció el paisaje al acercarse a la
cabaña.

Pero lo que la asustó fue la vista de un enorme
fuego a lo lejos.

Sundown maldijo y aceleró.

Mientras se acercaban, ella vio su cabaña
ardiendo. Había una sombra delante de ella, pero no
podía decir si era Zarek o Thanatos.

Aterrada, contuvo su respiración, esperando que
fuese Zarek el que estaba vivo.

No fue hasta que Sundown paró que ella pudo
decirlo con seguridad.

Ella quedó débil por el alivio. Zarek
estaba silueteado por el fuego. Soltando a Sasha, abrió la
puerta y corrió hacia donde lo había
visto.

Astrid no tenía idea de cómo había
sobrevivido a Thanatos o dónde estaba el Ejecutor. Todo lo
que tenía importancia era acercarse a Zarek.

Ella quería tocarlo, asegurarse que no estaba
herido.

A mitad de camino, un espantoso grito masculino
estalló en el aire.

Astrid se deslizó hasta frenar, en tanto
intentaba precisar de donde venía.

Escuchó la nieve crujiendo al lado suyo y
asumió que era Sundown, dirigiéndose hacia Zarek.
Sasha apareció desde atrás y olfateó su mano
con su bozal.

No parecía haber venido de ninguno de
ellos.

Entonces de repente, hubo una
explosión.

Se dejó caer en sus rodillas y usó a Sasha
para ver qué ocurría.

Su casa había explotado. Fuego y escombros se
dispararon en el aire, mezclándose ominosamente con la
aurora boreal.

Surgiendo del centro de los llameantes restos
apareció Thanatos. Intacto, sin heridas.

Ni siquiera su pelo estaba chamuscado.

Era una visión horrenda.

Zarek maldijo.

-¿No te mueres nunca?

Thanatos no contestó. En lugar de eso, se
movió para pegar un puñetazo a Zarek que
evadió el golpe y asestó uno de regreso.

Sundown se movió hacia ella.

-Yo debo llevarla…

Ella comenzó a correr antes que Sundown terminara
la frase.

-Sasha -llamó ella. -Ataca.

-¡Al diablo! –dijo bruscamente Sasha.
-Puedo ser tu guardián pero esa es la mascota de
Artemisa. No lo puedo matar. Tendría suerte de
desconcertarle. Y tu sabes lo que las personas hacen a los lobos
heridos… les disparan.

Astrid se aterrorizó. Ella no podía ver.
Solo podía oír los gruñidos del hombre
peleando, el sonido de carne golpeando carne.

Alguien la agarró y la tiró al suelo,
luego cubrió su cuerpo con el suyo.

Ella gritó.

-¡Detente! -dijo Zarek, enojado.

Él comenzó a rodar con ella, luego la
levantó y la llevó hacia adelante.

-¿Que sucede? -preguntó, mientras
él la hacía avanzar.

-No mucho -dijo él en un tono aburrido pero
jadeante. -Un idiota invencible trata de matarme. Y tú se
supone que no deberías estar aquí -, la
soltó. -Sácala de aquí, Jess.

-No puedo.

Zarek frunció los labios. Si él fuese
capaz de afrontar la disminución de sus poderes, le
habría pegado un porrazo a Jess por eso.

En lugar de eso, todo lo que podía hacer era
formar remolinos alrededor para enfrentar a Thanatos que lo
asechaba implacablemente.

-¿Qué ocurre, Zarek? ¿Estas
asustado de morir?

Él bufó mientras empujaba a Astrid hacia
Jess.

-Morir es fácil. Vivir es lo
difícil.

Thanatos hizo una pausa como si las palabras lo cogieran
por sorpresa.

Eso le dio a Zarek justamente la oportunidad que
necesitaba. Jalando la daga Daimon de la funda oculta, dentro de
su bota, se arrojó hacia adelante y la incrustó en
el pecho de Thanatos, donde una mancha que parecía de
tinta debería haber estado. Normalmente el golpe
soltaría las almas humanas atrapadas dentro del cuerpo del
Daimon. La fuerza de su salida usualmente era la suficiente para
despedazar al Daimon, causando su desintegración
instantánea.

Esta vez, no surtió efecto.

Thanatos arrancó la daga y se dirigió
hacia él.

-No soy un Daimon, Dark Hunter. ¿No lo recuerdas?
Fui un Apolita hasta que te encontré.

Zarek frunció el ceño.

Thanatos lo agarró por el cuello y lo mantuvo
apretado.

-¿Recuerdas que asesinaste a mi esposa? ¿A
mi villa, que destruiste?

Los recuerdos relampaguearon en su mente. Zarek no vio
más que su propia villa.

No, Un Momento. Él recordó
algo…

El destello de un Daimon invencible, pero no era el
hombre que estaba enfrentando.

Este tenía ojos brillantes, rojos.

No, ése había sido alguien
más.

Sus pensamientos regresaron a Nueva
Orleáns.

A…

¿Por qué no podía
recordar?

Recordaba a Sunshine Runningwolf en el cuarto del
almacén con él mientras les decía a Dionisio
y a Camulus que se metieran sus órdenes por el culo, y
luego la siguiente cosa que recordaba era que dejaba a Acheron en
la abarrotada calle.

Un relámpago pasó a través de su
cabeza.

Vio algo…

¿Era Acheron?

¿Era él mismo al que
veía?

Zarek luchó para poner los recuerdos en
orden.

Oh, jódete. El único recuerdo que
necesitaba era éste.

Golpeó con la rodilla a Thanatos, en la
ingle.

El Daimon se dobló en dos.

-Muerto o vivo las pelotas todavía duelen
cuándo son pateadas, ¿uh?

El Daimon siseó y maldijo en
respuesta.

Zarek golpeó con sus puños la espalda de
Thanatos.

-Si alguien tiene cualquier sugerencia de cómo
matar a este tipo, soy todo oídos.

Jess sacudió su cabeza. -No tengo dinamita.
¿Tienes algún explosivo?

-No conmigo.

Thanatos se enderezó.

-Di muerto, Dark Hunter.

-Bien. Muerto, pero ¿por qué no tú?
-. Zarek agachó su cabeza y lo embistió. Trabaron
sus brazos y golpearon la tierra.

Thanatos se levantó sobre él y
abrió de un tirón su camisa. De la forma que
movía sus manos, Zarek podía decir que andaba
buscando la marca del arco y flecha que Jess había
mencionado.

-Sorpresa, estúpido, Mamá se olvidó
de contarte algunas cosas sobre mí.

A lo lejos, Zarek oyó acercarse un motor.
Oía el ronroneo sobre el sonido de Jess urgiendo a Astrid
a irse y la negativa de Astrid mientras Sasha ladraba y la
empujaba.

Repentinamente, una máquina de nieve vino volando
en el mismo momento que Zarek se separaba de Thanatos.

-¡Agáchate, rápido!

Zarek no reconoció la voz, y en otro momento no
hubiera obedecido, pero ¿qué diablos? Estaba
cansado de que este Daimon le patera el trasero.

Golpeó la tierra y rodó del lugar mientras
la máquina de nieve verde oscuro volaba encima de
él. El hombre estaba vestido de negro con un casco negro.
El recién llegado dio un patinazo para frenar y
sacó una pistola.

Un destello de luz brillante atravesó la
oscuridad. La llamarada golpeó a Thanatos en el centro de
su pecho e hizo volar al Daimon.

Thanatos rugió.

-¡Cómo te atreves a traicionarme! Eres uno
de los nuestros.

El hombre pasó una pierna sobre la máquina
de nieve y recargó su brillante pistola mientras se
dirigía hacia donde yacía Zarek todavía
sobre la tierra.

-Bien -dijo él amargamente. -Deberías
haberlo pensado antes de deshacerte de Bjorn -, el recién
llegado disparó el arma y golpeó otra vez a
Thanatos. -Él era el único de ellos al que
podía aguantar.

El extraño alcanzó a Zarek y lo
ayudó a parase. Se quitó el casco y se lo dio a
Zarek. -Toma a la mujer y vete. Apúrate.

Al minuto que cruzó la mirada del extraño
lo reconoció.

Éste era el único Cazador Oscuro que
él había conocido que era todavía más
odiado que él. -¿Spawn?

El rubio Apolita Cazador Oscuro
asintió.

-Vete -dijo, volviendo a cargar. -Soy el único
que lo puede mantener alejado, pero no lo puedo matar. Por el
bien de Apolo, que alguien contacte a Acheron y le diga que el
Dayslayer está suelto.

Zarek corrió hacia Astrid.

-¡No! -rugió Thanatos.

Zarek vio la explosión antes que dejase la mano
de Thanatos. Guiándose por su instinto, se volvió
hacia Spawn. Había evadido la explosión, pero
había golpeado al lobo de Astrid.

El animal aulló, luego cambió de lobo a
hombre y de vuelta a lobo.

Zarek se paró en seco al percatarse que la
mascota de Astrid era un Were-Hunter Katagari.

¿Ahora, por qué una mujer ciega con un
acompañante Katagari alojaría a un Cazador Oscuro
perseguido?

-¿Sasha? -llamó Astrid.

Jess corrió hacia el Katagari para mantenerlo
cubierto mientras Zarek iba hacia Astrid.

-Tu were amigo fue destruido, Princesa.

El miedo revistió su frente.

-¿Está bien él?

Él la alzó y la llevó hasta Jess,
luego maldijo en tanto se daba cuenta que Jess no podría
cuidar de ella y el lobo a la vez. Después de una
explosión de energía, el Katagari brillaría
intermitentemente de una forma a otra por algún
tiempo.

Jess luchaba para llevar al hombre-lobo a la seguridad
de su Bronco. Tan pronto como pudo, Jess
partió.

Zarek puso el casco en la cabeza de Astrid.

-Parece que somos solo tú y yo, Princesa. Sin
duda vas a desear que te hubiera dejado aquí con el
Daimon.

Astrid vaciló ante la cólera y el odio que
escuchó en el tono de voz de Zarek.

-Confío en ti, Zarek.

-Entonces eres una tonta.

Tomó su brazo y la condujo lejos, por lo que ella
ya no pudo escuchar a Spawn y Thanatos.

Rudamente la ayudó a subirse a la maquina de
nieve.

Esperó que la condujera lejos del sonido de la
pelea. En lugar de eso, fueron hacia allí.

Ella se cubrió la cara instintivamente mientras
algo colisionaba cerca de ellos.

-Móntate -dijo Zarek bruscamente.
-Apresúrate.

Ella sintió hundirse el asiento, luego se
alejaron rápidamente de todo el ruido. El corazón
de Astrid golpeaba mientras esperaba que alguna otra cosa
ocurriera.

Después de lo que pareció horas, pero que
debieron de ser unos pocos minutos, Zarek detuvo la maquina de
nieve.

Otra vez sintió movimiento en el asiento, como si
alguien se bajara. Puesto que los brazos de Zarek todavía
la rodeaban, asumió que debía ser Spawn.

-Gracias -dijo Spawn. -Nunca esperé que Zarek de
Moesia viniera a rescatarme.

-Ídem, Spawn. ¿Desde cuándo los
Daimons se oponen a los suyos?

La voz de Spawn destilaba veneno.

-Nunca fui un Daimon, romano.

-Y yo nunca fui un jodido romano.

Spawn rió amargadamente. -¿Tregua,
entonces?

Sintió a Zarek indeciso detrás de
ella.

-Tregua -. Zarek pareció dar la vuelta y mirar en
la dirección de la que habían venido.
-¿Tienes alguna idea qué es esa cosa que viene tras
de mí?

-Creo que Terminator. La única
diferencia es que él tiene la aprobación de
Artemisa.

-¿Que quieres decir?

-Mi gente tiene una leyenda del Dayslayer. Dice que
Artemisa escogió a uno de los nuestros para ser su guarda
personal. Más amado que cualquiera de su gente, el
Dayslayer no tiene vulnerabilidad conocida. Una vez que él
es desatado, su meta es destruir Cazadores Oscuros.

-¿Me estas diciendo que él es el Hombre de
la Bolsa?

-¿Dudas de mí?

-No. No después de lo que he visto.

Ella oyó a Spawn dejar escapar un largo suspiro.
-Oí que Artemisa había llamado a una cacería
de sangre por ti. Creí que sería Acheron quien te
mataría.

-Bien, confía en mí, aún no he sido
ejecutado. Necesitarán más que esa cosa para
vencerme -Zarek hizo una pausa. -¿Sólo por
curiosidad, qué están haciendo todos ustedes
aquí de todos modos? ¿Acheron llamó a una
reunión y no me invitó?

-Bjorn vino porque estaba persiguiendo a un grupo de
Daimons. Yo vine porque sentí el llamado.

-¿El llamado? -preguntó Astrid. Con toda
sinceridad, ella sabía muy poco acerca de los Apolitas y
Daimons. Ese era el dominio de Apolo y Artemisa.

-Es como un faro emitiendo luz -explicó Spawn, -y
es irresistible para cualquiera con sangre Apolita. Puedo sentir
a Thanatos aún ahora gritándome. Creo que la
única razón por la que puedo resistirlo es porque
soy un Dark Hunter. Si no lo fuera… Digamos que
estás a punto de experimentar un infierno, de un modo
espeluznante.

Zarek se burló.

-Lo dudo. ¿Entonces, cómo lo
mato?

-No puedes. Artemisa lo hizo a fin de que él
pudiera rastrearnos y apresarnos. Él no tiene ninguna
vulnerabilidad conocida. Ni siquiera la luz del día.
Aún peor, él destruirá a cualquiera que
trate de refugiarte.

Refugiarlo.

Otra vez, la mente de Zarek recordó su
villa.

A la anciana mujer que murió en sus
brazos…

¿Qué estaba tratando su cerebro de
decirle?

-¿Thanatos alguna vez vino tras de mí?
-preguntó a Spawn.

Spawn se burló. -Todavía vives, así
que obviamente la respuesta es no.

Aun así…

Zarek se bajó de la maquina de nieve.

-Ten, lleva a Astrid y…

-¿No me has escuchado, Zarek? No la puedo llevar.
Thanatos la matará por haberte albergado. Ella
estará muerta si la dejas.

-Ella estará muerta si se queda
conmigo.

-Todos nosotros tenemos problemas y ella es el tuyo. No
el mío.

Astrid tuvo la clara impresión que Zarek
tiraría por los aires a Spawn.

-Ni en tu mejor día, griego -dijo Spawn
confirmando su sospecha.

Zarek se sentó otra vez en la maquina de
nieve.

-¿Hey, Zarek? -preguntó Spawn.-
¿Tienes un teléfono celular contigo?

-No, se perdió con la casa.

Ella oyó los pasos de Spawn golpeando
ruidosamente la nieve mientras regresaba a ellos.

-Toma esto y llama a Acheron cuando estés a
salvo. Tal vez él pueda ayudarte con la mujer.

-Gracias -el tono de la palabra fue más de
beligerancia que de gratitud. -¿pero qué vas a
hacer sin teléfono y sin vehículo?

-Congelar mi trasero completamente -. Hubo una
pequeña pausa. -No te preocupes por mí. Te aseguro
que estaré bien.

Los brazos de Zarek la rodearon otra vez. Lo
escuchó encender el motor otra vez.

-¿Adónde vamos?

-A subir por un arroyo de mierda, sin remos.

Capítulo 11

-Bien, -Astrid dijo con un tono igual de
sarcástico -espero que tengas un mapa. Nunca he estado
antes allí.

-Confía en mí, lo conozco como la palma de
mi mano. Estuve viviendo ahí la mayor parte de mi
vida.

Insegura si debía reír o gemir, Astrid se
agarró rápido al tanque frente a ella mientras
Zarek aceleraba la máquina de nieve al máximo.
Vibraba de una forma que ella medio esperaba que el motor se
desintegrara debajo de ellos.

-Capitán -dijo ella, con su mejor acento
"Scotty"[25]-No creo que ellas aguanten. Los
motores no pueden soportar más. Va a explotar.

Si ella no lo conociera mejor, juraría que
realmente escuchó el retumbar de la risa de
Zarek.

-Ellas aguantarán -dijo con una profunda y
penetrante voz, en su oído derecho. Le produjo
escalofríos, que no tenían nada que ver con la
glacial temperatura.

-Creo que puedo estar agradecida de mi ceguera,
después de todo. Algo me dice que si pudiera ver la
"velocidad temeraria" a la que estas conduciendo, probablemente
tendría un ataque.

-Sin duda.

Puso los ojos en blanco ante su rápido acuerdo.
-¿No tienes ni idea de cómo consolar a alguien,
no?

-En caso de que no lo hayas notado, Princesa, las
habilidades sociales no son mi fuerte. Diablos, tienes suerte que
no haya entrado a la fuerza.

Oh, él era un malvado.

Pero había algo casi encantador acerca de sus
respuestas cáusticas. Eran mordaces y airadas, pero rara
vez perversas, y ahora que ella había visto al verdadero
Zarek, el que él mantenía oculto de todo el mundo,
conocía esas púas por lo que eran.

Una armadura.

Eran sacadas para mantener a distancia a todo el mundo.
Si no dejas entrar a nadie en tu corazón, entonces nunca
serás herido por la traición.

Ella no sabía cómo soportaba vivir
así. En el constante dolor y soledad. Dejando que el odio
guiara todo lo que hacía o decía.

Zarek era un hombre rudo, lleno de más veneno que
la Hydra[26]de nueve cabezas. Pero hasta la Hydra,
eventualmente, había encontrado quien pudiera contra
ella.

Esta noche, Zarek había encontrado quien pudiera
con él y no era Thanatos.

Astrid no iba a perder las esperanzas con
él.

Anduvieron hasta que sus oídos zumbaron y su
cuerpo estuvo helado hasta los huesos. Ella se preguntaba si
alguna vez podría deshelarse.

Zarek, quién parecía ajeno al tiempo
glacial, continuamente zigzagueaba su rumbo, como si tratara de
evitar que Thanatos los siguiera.

Zarek finalmente se detuvo, justo cuando llegó a
estar segura que era un mito el concepto de que los inmortales no
podían morir congelados.

Él apagó el motor.

El silencio repentino fue ensordecedor.
Opresivo.

Esperó a Zarek para que le ayudara a levantarse y
a bajar de la máquina de nieve, pero todo lo que él
hizo fue sacarle el casco de la cabeza. Él lo
arrojó con una maldición.

Lo escuchó golpear la tierra, luego el silencio
regresó, solo interrumpido por sus
respiraciones.

La furia de Zarek la alcanzó como una amenaza
tangible. Era vibrante y atemorizante.

Parte de él quería lastimarla, ella lo
podía sentir, pero debajo de eso ella podía sentir
su dolor.

-¿Quién eres? -. La voz de Zarek era
demandante y cada pizca era tan fría como el invierno
ártico. Él dejó sus brazos alrededor de ella
y su voz estaba en su oído.

-Te lo dije.

-Me mentiste, Princesa -gruñó él.
-No puedo leer las mentes, pero sé que no eres lo que
aparentas. Las mujeres humanas no tienen acompañantes
Katagaria. Quiero saber quién eres realmente y por
qué estabas en mis sueños.

Ella se estremecía de nervios. ¿Qué
haría él con ella ahora?

¿La dejaría con Thanatos?

Tenía miedo de decirle la verdad, pero aún
así, las mentiras no era algo que ella usara a menos que
tuviera que hacerlo.

Él tenía derecho a estar enojado con ella.
No es que ella le hubiera mentido; sólo había
tenido el descuido de no decirle unas pocas cosas. Cosas como su
propósito real, el por qué lo había ayudado,
y el hecho de que el lobo que él odiaba podía
convertirse en un hombre…

Bien, ella había mentido acerca de que Sasha
estaba muerto, pero Sasha se lo había merecido.

Y ella lo había drogado.

Si, bien, ella no se presentaría para Miss
Simpatía este año, pero claro, tampoco
Zarek.

Especialmente no con su humor actual.

Sentía la respiración caliente de Zarek
contra su expuesta mejilla. -¿Qué eres?
-repitió.

Astrid decidió que el tiempo para los
engaños estaba terminado. Él merecía saber
la verdad, y ya que Artemisa había roto el acuerdo y
enviado a Thanatos, ¿qué propósito
tenía proteger a la diosa mucho más?

-Soy una ninfa.

-Espero que hayas cambiado una letra a esa palabra,
Princesa.

-¿Perdón? Le tomó un segundo
entender lo que quería decir. Cuándo lo hizo su
cara llameó. -¡No soy una
ninfo[27]Soy una ninfa. Ninfa. ¡Sin
o!

Él no se movió o habló por varios
minutos.

Zarek dejó escapar su respiración
lentamente mientras consideraba a la mujer delante de él y
trataba de por una vez refrenar su furia.

Una jodida ninfa. Él debería haber sabido
que había algo así.

Oh, sí, claro. Como si la idea de una ninfa
griega en Alaska fuese algo que se le debería haber
ocurrido. Su tipo usualmente andaba rondando playas,
océanos, y bosques o se quedaba en el Olimpo.

No se caían de pronto en una tormenta de nieve y
arrastraban a un Cazador Oscuro herido sin razón en sus
casas.

Su estómago se encogió cuando la
razón de su presencia se estrelló contra
él.

Alguien la había enviado aquí.

Por él.

Él agarró los manillares con ferocidad,
reacio a dejarlos por miedo de lo que pudiera hacerle a ella.
-¿Qué clase de ninfa eres, Princesa?

-De la justicia -dijo ella quedamente. -Sirvo a Themis y
fui enviada aquí para juzgarte.

-¿Juzgarme? -dejó escapar un sonido
sumamente disgustado. -Oh, tú eres jodidamente
increíble.

Zarek nunca había querido lastimar a alguien
tanto en su vida. Levantándose de la maquina de nieve,
antes de sucumbir a su temperamento, puso espacio entre
ellos.

¿Esta era su suerte o qué?

Finalmente había encontrado a alguien que pensaba
que no lo juzgaría y ella realmente era un juez
cuyo propósito exclusivo era enjuiciarlo a él y su
forma de vida.

Oh, bravo, él realmente sabía
elegir.

Los dioses todavía deberían estar
riéndose. Burlándose de él.

Todos ellos.

Enfurecido, se paseó alrededor de la maquina de
nieve a fin de poder mirarla sentada en el asiento, mirando toda
remilgada y decorosa con sus manos dobladas en su regazo y su
cabeza baja.

Toda femenina.

¡Cómo se atrevió ella a enredarse
con él! ¿Quién pensaba que ella
era?

Estaba cansado de personas entrometiéndose con
él. Cansado de juegos y de mentiras.

Un juez. Acheron había enviado a un juez antes de
que lo mataran. Ooo, Zarek estaba simplemente encantado por la
consideración.

Tal vez debería sentirse halagado de que le
dieran una presunción de imparcialidad. Era
muchísimo más de lo que habría tenido como
un esclavo acusado.

-Esto era solo un juego para ti princesa, ¿no?
'Ven, Zarek, siéntate sobre mi regazo. Dime por que no te
comportaste como debías". -Su vista se oscureció.
Mortalmente. -Jódete, señora, y jódanse
todos.

Su cabeza se levantó rápidamente.
-¡Zarek, Por Favor!

-Entonces, ¿qué? ¿Decidiste que
Acheron tenía razón? Soy un psicópata,
¿así es que enviaste tus perros a
matarme?

Ella se levantó y giró hacia donde
oía que venia la voz. -No. Se suponía que Thanatos
no vendría por ti. Por lo que respecta a Acheron,
él nunca te condenó. De no ser por él,
estarías muerto ahora. Él negoció
quién sabe qué con Artemisa a fin de que pudiera
venir a ti y encontrar la manera de salvar tu vida.

Él bufó. -Sí, claro.

-Es la verdad, Zarek -dijo ella con voz sincera.
-Niégalo todo lo que quieras, pero eso no altera el hecho
de que estamos de tu lado.

La recorrió con una mirada repugnante que
él sólo deseaba que hubiera podido ver y apreciar.
-Debería dejarte aquí para que te murieras de
frío. Oh, espera, eres una ninfa inmortal. No puedes
morir.

Ella levantó su barbilla y se paró como si
se afirmara para esperar lo peor de él. -Puedes dejarme si
es lo que quieres. Pero el hombre que he llegado a conocer no es
tan insensible o cruel. Él nunca dejaría a alguien
para muriera.

Él apretó los dientes. -No sabes nada de
mí.

Astrid dejó la maquina de nieve. Caminó
lentamente, extendió la mano, queriendo hacer contacto
físico con él. Lo necesitaba, y algo le
decía que él también. -He estado dentro de
ti, Zarek. Sé lo que nadie más sabe.

-¿Qué más da? ¿Se supone que
eso me volverá cálido y ablandarme por ti? Mira, la
pequeña princesa se escabulló en mis sueños
para salvarme. Ooo, estoy tan emocionado. ¿Debería
llorar ahora?

Ella agarró su brazo.

Sus músculos, como él, estaban tensos y
duros. Feroz. -¡Detente!

Ella se estiró para tocar sus mejillas heladas
con ambas manos. Estaban irritadas por el viaje, y aún
así lograron calentar sus dedos helados.

Medio esperando que él se apartara, se
asombró cuando no lo hizo. Se quedó parado
allí como una estatua. Sin moverse. Frío.
Inflexible.

Astrid tragó, anhelando una forma de hacerlo
entender. Anhelando una forma de poder alcanzarlo a fin de que
dejara de ser tan autodestructivo.

¿Por qué no vería él la
verdad?

Zarek no podía respirar mientras ella acunaba su
cara entre sus manos calientes. Era tan bella, con diminutos
copos de nieve en sus pestañas y pelo rubio. Él vio
el dolor en su cara, la ternura.

Parecía que ella quería ayudarle, pero
él aun no podía creerlo.

Las personas eran siempre egoístas. Todas
ellas.

Ella no era la excepción.

Y aun así, él quería creer en
ella.

Quería llorar.

¿Qué le había hecho
ella?

Por un breve tiempo en sus sueños había
comenzado a pensar que tal vez no era tan malo. Que
merecía algún tipo felicidad.

Dioses, era un tonto.

¿Cómo pudo ser él tan
estúpido y confiado? Tenía mejor
criterio.

La confianza era sólo un arma que se usaba para
matar personas.

No tenía lugar en su mundo.

Astrid acarició sus mejillas con sus pulgares.
-No quiero que mueras, Zarek.

-Aquí está la sorpresa, Princesa. Yo
sí.

Las lágrimas llenaron sus ojos y derritieron los
copos de nieve de sus pestañas. -No te creo. Thanatos
gustosamente te habría cumplido ese deseo y aún
así te opusiste a él. ¿Por
qué?

-Hábito.

Ella cerró los ojos como si estuviese frustrada
con él. Sus manos apretaron más su cara, luego para
su completo asombro, ella estalló de risa.
-¿Realmente no puedes evitarlo, no?

Él estaba completamente perplejo por su
reacción. -¿Evitar qué?

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