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Pensamiento filosófico en Alberto Camus; un enfoque ontológico (página 3)




Enviado por juan sarauz



Partes: 1, 2, 3

Es posible que La Peste sea la guerra o el nazismo, la
peste negra, y Orán sea Francia ocupada. Algunos temas
provienen visiblemente de la experiencia de los años
difíciles: el tema de la separación, el de la
solidaridad de los individuos en una desgracia común y la
absorción de las conciencias singulares en un estado de
alma colectivo. Pero la meditación de Camus no ha quedado
inmóvil en tal o cual aspecto cuya particular realidad ha
vivido; él ha elevado tal realidad a consideraciones
más esenciales.

La peste es el mal; es el peso de la fatalidad sobre el
hombre; es la muerte. Tarrou dice: "La peste es la vida",
entendamos: la vida en tanto que mala, absurda, roída por
el sufrimiento y destinada a la destrucción. Orán
aislada del mundo es como la tierra arrojada a la inmensidad del
espacio, arrastrando no se sabe hacia dónde la raza de
miseria nacida no se sabe cómo para tormento de la
conciencia.

En cuanto a la lucha que los ciudadanos emprenden contra
el flagelo, cada cual con su coraje y de acuerdo con su estilo,
se trata de la moral misma, con la diversidad de maneras y
tensiones, pues, ¿qué es la moral sino la
elección que hace el hombre de una actitud para sustentar
el destino?

Existen los malvados, que se acuerdan con el infortunio
por perversidad o mala conciencia, y que se regocijan de ello, y
que atizan el fuego infernal: Así, Cottard. No tienen
derecho más que a la desdeñosa indulgencia de los
que piensan y a la severidad de los que gobiernan.

Existen los que buscan distracciones contra la vida
absurda; éstos se defienden mediante actos igualmente
absurdos, pero que bastan para ocupar el vacío de su
pensamiento o para deleitar sus instintos: tales son los enfermos
de las dos cacerolas de guisantes, el viejo que atrae a los gatos
para escupirles encima.

Para ellos una alegre indulgencia, pero coloreada de
simpatía y estima cuando se trata de Joseph Gard. Pues
este hombre generoso, este dulce maníaco del
escrúpulo y de la exactitud, que consagra su vida a
escribir un libro, sin poder acabar la primera frase, ya que
ensaya todas las combinaciones posibles de palabras y de comas,
podría muy bien representar, visto en el espejo del.
humor, un estado de la conciencia superior: la distracción
del arte, y, bajo un cierto aspecto, la moral heroica:

Sí, si es verdad que los hombres insisten en
proponerse ejemplos y modelos que claman héroes, el
narrador propone justamente este

héroe insignificante y eclipsado que no guardaba
para él sino un poco de bondad en el corazón y un
ideal aparentemente ridículo. Esto dará a la verdad
el lugar que le corresponde (…) y al heroísmo el lugar
secundario que debe ser el suyo, justo después, y nunca
antes de la exigencia de felicidad. (1948. 108).

Ahora bien, aquí es Ríeux quien habla, y
no por que Rieux sea un personaje separado de su creador. Esta
última frase es importante pues coloca bien el orden de
valores según Camus. En la cúspide se encuentra la
sabiduría, que es la "exigencia de felicidad"; el
heroísmo, valiente esfuerzo para evadirse del infortunio
hacia un ideal en cierta medida siempre arbitrario, no
está colocado sino en segunda fila.

La idea de que la felicidad sea el fin de toda actividad
humana corre de un extremo al otro de la obra de Camus, y
constituye la unidad de su pensamiento moral. Idea sin embargo
que sólo serviría de base a un egoísmo o a
un egotismo, a un inmoralismo de diletante o de superhombre, si
no se combinara con un instinto, con un llamado espontáneo
y violento del corazón: el instinto de piedad y de
solidaridad humana, que no sólo la corrige sino que a
veces parece invertirla en un valor opuesto." No sólo soy
un ser que tiende con todos sus poderes a la felicidad; he nacido
tal que no puedo soportar sin repugnancia el espectáculo
de la desgracia y de la humillación ajenas. " ( p.
72).

No se trata de un mandamiento del espíritu, ni de
la afirmación de un valor racional, es un movimiento de la
sangre, un hecho vital. En el fondo, lo que Camus llama "la
pasión de la justicia" no es quizás más que
la exigencia de la felicidad de los otros, o, al menos, la idea
de un orden humano, en donde nosotras seremos todos felices,
puesto que, ni objetivamente, a causa de la solidaridad de los
hombres, ni psicológicamente, a causa de la piedad, no
puedo ser feliz solo, dentro de la desgracia de los otros, ni
siquiera ante la desgracia de uno solo.

Así, Rambert, en La Peste, no es censurado por
tratar, contando con la beatífica gracia de un gran amor,
de escapar de Orán para reunirse con su ser querido: es un
sabio que obedece a la gravitación de la felicidad. Y, sin
embargo, a la hora en que su escapada se hace posible, renuncia,
regresa a la ciudad apestada, toma nuevamente su puesto en la
guerra contra el mal.

Es que una voz dentro de él ha hablado más
alto que la exigencia de felicidad individual: el instinto de la
comunidad de los hombres en el sufrimiento, y el coraje, la
voluntad de salvar a los oprimidos, de luchar contra el mal. Y no
digo que la generosidad de Rambert carezca de verosimilitud: las
épocas de tragedia y de grandeza multiplican los actos de
esta especie. Queda por saber, sin embargo, si son absolutamente
naturales y, siéndolo, si no son dictados por un
sentimiento menos intelectualizado y menos carnal que la piedad o
la solidaridad humana: por el sentimiento del honor y del deber,
que sí tiene sus raíces fuera y más
allá del plan de la pura vitalidad.

En suma, se puede pensar que el acto de Rambert es
heroico, y que este heroísmo, irreductible a la exigencia
de felicidad, tiene algún derecho a ser colocado por
encima de todo.

Lo que es cierto es que, dentro de las perspectivas de
una moral de la felicidad, incluso sublimada en moral de la
justicia terrestre, el cristiano debe parecer sospechoso. Lo es
incluso a un doble título: por remitir al más
allá la esperanza de felicidad, y, todavía
más, por resignarse ante las miserias de este mundo,
bendice la mano de Dios en lugar de orientar su propia fuerza
contra el peso de la fatal montaña. "Hermanos míos,
estáis en la desgracia. Hermanos míos, la
habéis merecido" (p.103).

Tal es el tema del primer sermón del padre
Paneloux, quien predica la penitencia en lugar de la lucha. Si el
infortunio castiga el pecado y abre camino para la
salvación, es que ya no es más el mal, sino un
servidor del bien, y lo trágico de la condición
humana se resuelve, se disuelve como vapores de incienso en la
ilusión de un orden providencial. Pero, dice Rieux,
"Paneloux es un hombre de estudios. No ha visto suficientemente
morir y es por ello que habla en nombre de la libertad". (p.
143).

Paneloux ahora ve morir; y ve morir a un niño.
"Ah, al menos ese era inocente, usted lo sabe bien", exclama
Rieux. El sufrimiento, la agonía del inocente,
¿cómo negar que sean un mal absoluto, una ofensa a
la justicia? Entonces es necesario, o negar a Dios, o, si se
tiene fe, afirmar al mismo tiempo a Dios y el mal, aceptar la
paradoja, vivir su fe trágicamente. Y ese es el tema del
segundo sermón del padre Paneloux: "Hermanos míos,
es necesario aceptarlo todo o negarlo todo; ¿y quien, a
fin de cuentas, entre vosotros, osaría negarlo todo?
(…). El amor de Dios es difícil". ( p. 81).

Atacado por la peste mientras cuidaba de los enfermos,
Paneloux llega hasta el fin de su nueva lógica: no
tratará de cuidarse, se negará a llamar al
médico y a escapar a la voluntad de Dios. Así,
venido de las facilidades de un humanismo cristiano que todo lo
arregla cómodamente, dando una visión falsamente
racional del mundo, de donde han sido expelidos el absurdo y lo
trágico, las severas intransigencias de un cristianismo
absoluto, que afirma la locura de la cruz, se instala dentro del
escándalo y se desinteresa por lo de aquí
abajo.

Ahora bien, si a Tarrou o a Rieux esta segunda actitud
parece más lógica y más noble que la
primera, no dejan de juzgarla prácticamente insostenible y
nefasta. Creyente ingenuo, engañado por los mitos que le
ocultan lo patético de su condición de hombre, o
creyente desgarrado, que de su fe saca honestamente como
consecuencia una adhesión mística a la desgracia,
el cristiano.

En La Peste, está encerrado entre los dos
términos de esta alternativa, y concluye siempre por una
secesión de la tierra. ¿ Pero no es esto una
visión muy simplificada y arbitraria? En la realidad
vivida de la experiencia religiosa parece que el problema sea
menos la elección entre el optimismo y la
desesperación que el equilibrio por mantener entre dos
llamados: el de la confianza en la bondad del Padre y el de la
asociación a la pasión del Hijo.

Lo que en todo caso revela en Camus una
incomprensión profunda del cristianismo y, si cabe
atreverse a decirlo de un moralista tan grave y leal, un
desfallecimiento un poco humillante del pensamiento; es una
cierta manera de reducir siempre el mal al infortunio, como sino
existiera una malignidad propia del hombre, como si todo el
desorden de la historia proviniera de la fatalidad. Una cosa, por
el contrario, justifica al filósofo cristiano. y le
concede la atención de todos los espíritus que,
positivos o religiosos, se preocupan por la psicología
concreta: que no es ciego a las perversiones de la voluntad
humana, y no tiene la ingenuidad de creerla bastante fuerte ni
bastante pura como para permanecer siempre y de por sí
orientada hacia el amor y el orden.

En verdad, la interpretación del cristianismo en
La Peste, libro que Camus ha tenido alguna razón en
declararlo el más anticristiano entre los suyos, se
explica fácilmente si se piensa que la reflexión se
realiza allí desde el punto de vista del humanismo puro.
Tarrou y Rieux, los dos personajes que ocupan el primer plano de
la escena, que desempeñan los papeles principales en el
drama y que finalmente lo juzgan, son precisamente dos
espíritus persuadidos del valor del hombre.

Para ellos, el hombre es el único que puede,
mediante su conciencia inteligente, dar una cierta
significación al universo y, con su razonable actividad,
poner un poco de orden en el caos. Más sentimental y
místico, Tarrou se ha consagrado a reducir la zona de
desgracias que se abaten sobre los individuos y sobre los pueblos
a causa de las leyes de la sociedad y del orgullo de las
ideologías. Ha visto a su padre, fiscal general, pedir la
cabeza de un acusado; ha visto, en un pueblo en
revolución, personas que se fusilaban en nombre de las
ideas.

Es un hijo de Tolstoi, un apóstol de la
no-violencia, un adversario del Estado y del Terror. Es
también un hermano de Salavin: ha resuelto, como el primer
héroe de Duhamel, ser un santo sin Dios. En cuanto a
Rieux, más escéptico y activo, capaz, porque no
pierde de vista sus resultados, de envolver con dureza su
ternura, es esencialmente un médico: aquel que, poseyendo
ciertos instrumentos suministrados por la inteligencia, una
ciencia y una técnica, puede luchar eficazmente contra el
mal, aun a sabiendas de que no obtendrá sobre él
una victoria definitiva.

Decididamente instalado en lo relativo y lo
práctico, no aspira a ser ni un héroe ni un santo,
sino simplemente alguien que hace bien su oficio y que, al
hacerlo, ayuda a los hombres a ser relativamente felices algunas
veces. Ríeux hace pensar en la encarnación del
humanismo de Duhamel en Laurent Pasquier: Biólogo, como es
médico Rieux, Laurent Pasquier se encuentra persuadido, al
igual que aquél, de que el mundo es desorden, que la vida
es una posibilidad milagrosa y frágil, y que la
sabiduría, en este imperio del azar y del infortunio
consiste en realizar en nuestro derredor cuanto orden y bien se
puede.

Salvar al hombre a través del amor y la
razón; protegerlo contra el mal natural y la
opresión social; confiar en su naturaleza, que es buena,
luchando contra su destino, que es malo; y no recurrir
jamás sino a sus solas fuerzas humanas: tal es, aclarado
por la conciencia de un absurdo que ha estrechado singularmente
su campo, el humanismo de Camus.

Se trata, con toda evidencia, de un humanismo laico y
positivo: la idea de una mediación divina, el clima de la
gracia, nada tienen que ver con él. En un coloquio
celebrado en el convento dominico de Latour Maubourg, en febrero
de 1946, Camus ha reconocido lealmente que la verdad cristiana le
era extraña, que jamás ha entrado en ella, que el
problema suyo es saber si el hombre. "sin el socorro de lo Eterno
o del pensamiento racionalista, puede crear, por sí solo,
sus propios valores". Lo que lo conduce a anhelar la
concepción de un "universalismo medio" y la
definición de "valores provisionales", sobre los que
podrían entenderse cristianos y no cristianos para
combatir vigorosamente el reino de la violencia, de las
abstracciones homicidas y de las tiranías
totalitarias.

¿Se debe aprobar ese sincretismo prudente?
¿Es oportuno y eficaz en las circunstancias actuales?
Algunos lo considerarán irrisorio y preferirán,
contra la desesperación de una civilización que se
descompone, o la intransigencia dogmática de los
marxistas, o la insurrección metafísica del hombre
sartriano, o el áspero absolutismo cristiano de
Kierkegaard. Dejemos el debate y constatemos tan sólo dos
puntos. Uno de hecho: el retorno al humanismo de un pensamiento
que no ha podido aclimatarse en el nihilismo y la
desesperación. Uno de derecho: el valor concreto,
especialmente a los ojos del cristiano, de una doctrina moral que
implica la referencia constante a valores de orden espiritual, de
justicia y de caridad.

3.6 El Primer Hombre (1998)

En El Primer Hombre, Camus proyecta un sentido
biográfico que va más allá de sus vivencias
familiares y se convierte en un ajustado tratado moral de la
fidelidad más allá de la infidelidad. En El Primer
Hombre. el huérfano se hace a sí mismo, encuentra a
su padre y se deshace de él. Jacques Corney, protagonista
de esta historia. Pero de ese padre emigrante, que murió
en el frente durante la Primera Guerra Mundial y que se
había casado con una menorquina analfabeta y casi muda con
la que apenas dispuso del tiempo necesario para tener dos hijos,
poco se sabrá, pues " los pobres no tienen historia", o
tan sólo aquella que les otorgan las guerras y las
revoluciones.

El verdadero primer hombre es el hijo: sin padre,
educado en un miserable barrio periférico de Argel por una
Abuela autoritaria, que le inflige castigos corporales ante una
madre impotente, exhausta por su trabajo " en casas ajenas", de
donde va surgiendo de ese niño el hombre triunfador, firme
a sus creencias y reto ante sus propia mirada. Pero
metafóricamente la obra es un pujante tratado moral y se
puede asumir como un cambio radical que se había iniciado
en Carta a un Amigo Alemán.

Camus propone un hombre primero con una triple
posición ante el mundo. Primero el hombre que subsiste a
partir de sí mismo a causas de la falta de un dios
supremo. Es de notar que en " El Mito de Sísifo",
Sísifo aún sabiendo que la roca estará al
día siguiente en la base de la montaña, se
encomienda a si mismo y desafía a los dioses,
empujándola nuevamente, con lo que se hace un hombre
supremo. Esa moral de Sísifo esta presente y determinada
en El Primer Hombre, la vida miserable es esa roca, la colina es
la juventud que debe escalar buscando la cima y su desafió
divino, el triunfo de un hombre que a negado a su padre ( Dios
Simbolizado).

Es pues su primer hombre verdaderamente moral. La
Segunda posición del primer hombre en el mundo es de la
justicia. Según Camus la justicia es la lucha por
encontrar la felicidad y no esperar que venga de Dios, pues ya no
tendría la esencia de la justicia pura, sino una justicia
injustamente asignada al hombre y que debe aceptar sin
regateo.

Ese primer hombre busca su justicia en el mundo que
enfrenta, se , separa de Dios y crea su propia norma moral que le
es justa a él y sólo a él, pero no por ello
habrán justicias individuales, sino una sola, la justicia
humana emanada del hombre, que tendrá mayor valor que la
venida de Dios por añadidura:

Siendo como somos, valientes y orgullosos y fuertes…
si hubieramos tenido una fe, un Dios, nada habría podido
hacernos mella. Pero no teníamos nada, hubo que aprenderlo
todo y vivir solo en función del honor que tiene sus
flaquezas ( Camus, 1998: 258).

En tercera posición, completando y al primer
hombre está el hombre moral absurdo que ha encontrado en
lo terrenal lo único que carece de " sentido". En el
primer hombre, el individuo elige su momento y se une a
él, a pesar de la falta de sentido. Se nota un cambio,
como se observó anteriormente, en Camus; ya no encuentra
la vida como una peste, y tampoco la ve absurda, pues se vive
esperando la muerte y seria más lógico apresurarla
pues es el fin que persigue la vida, el morir y que Camus
justifica en el suicidio.

Ese sentido de absurdo que vencido por la moral absurda
que ahora se plantea desde una incorporación del hombre al
mundo que es lo único cierto, todo lo demás ya no
es más. Claramente es un Camus cambiado, moral y justo,
prepara al hombre para que enfrénte la vida con valor,
para que conquiste al mundo, ya no es El Extranjero quien reina,
un desconocido en el mundo que se desentiende de la vida, ahora
esta comprometido, consigo y con la patria:

Habría amado a su madre y a su hijo, todo aquello
cuya elección no dependía de él, y por
último, él, que había impugnado todo, puesto
todo en tela de juicio, solo había amado la necesidad. Los
seres que el destino le había impuesto, el mundo tal como
se le presentaba, todo lo que en su vida no había podido
evitar, la enfermedad, la vocación, la gloria o la
pobreza, en fin su estrella. En cuanto a lo demás, a todo
lo que había tenido que elegir, se había esforzado
por amarlo, lo que no es lo mismo. Había conocido sin duda
la admiración, la pasión e incluso momentos de
ternura. Pero cada instante lo había lanzado hacia otros
instantes, cada ser hacia otro seres, a fin de cuenta no
había amado nada de lo que eligiera, salvo lo que poco a
poco se le había impuesto a través de las
circunstancias, había durado por azar tanto como por
voluntad, para convertirse finalmente en necesidad ( Camus,
1998:281)

Plantea un hombre nuevo, un hombre del futuro,
desprendido de Dios pero arraigado a si mismo, fiel y junto a su
condición humana en el mundo.

3.7 Inquietud Ontológica

Se ha observado en primer lugar, cómo Camus va
planteando sus conceptos filosóficos y sus principios
ontológicos del ser, el existir y el compromiso de la
esencia con la existencia; sin embargo, hay que dibujar esa
ontología resaltando la postura camusiana sobre el hombre
en el mundo, de quien se sabe que la existencia preside su
esencia.

Se debe partir de un aspecto que plantea Camus, y que se
entiende como "Inquietud", a saber, unida a quietud,
pasión, exaltación, mundo, cuerpo, hombre y
soledad, pero que va a conformar su life motiv
filosófico.

La inquietud del hombre es aún plácida,
puede retroceder y refugiarse de nuevo en sí misma, en su
casa del Mundo, pero la vida le deslumbra ofreciéndole una
multiplicidad de sendas y perspectivas de variedad infinita. La
atracción que siente es tan fuerte como el miedo que sufre
y permanece en la incertidumbre, seducido por la vida y repelido
por ella.

Esta inquietud cautiva su decisión y la encadena.
Kierkegaard habla de ese estado de alma ambivalente del que
comienza a inquietarse, sufriendo de una dulce angustia que le
tienta, hasta caer en la pecaminosidad o decisión
voluntaria de querer. La tentación que arranca a existir,
a determinar como individualidades, no es una inquietud ante la
existencia o la presencia del Mundo, sino que surge de una
prohibición o negatividad íntima.

La existencia, pues, no desazona al hombre y su
inquietud es un monólogo, un aislamiento, una clausura que
le enclaustra. Por el contrario, la angustia de Heiddeger,
aparece ligada a un hecho cósmico, a la revelación
o manifestación de la Nada, de la cual se desprende y
aflora la existencia.

Se inquieta el hombre ante el temor de que la totalidad
del Mundo pueda desaparecer, de que la Nada sea. Sartre
individualiza la inquietud cuando afirma que el "yo no puede
existir sin inquietarse, sin separarse continuamente de sí
mismo, sin negarse." La inquietud no la crea ni suscita la
relación o vinculación dramática con el
Mundo, es ella misma una existencia perpetuamente rehecha,
incesantemente reconstruida, que expresa una vida reclusa de la
conciencia y no la explicación de un ser realmente
inquieto. Analicemos los primeros pasos del inquieto
positivo.

Una inquietud sosegada, tímida, sin audacia se
manifiesta como un temor frente al Mundo y los seres. La
existencia aparece como un abismo donde el hombre teme sumergirse
y, a la vez, le revela la multiplicidad de caminos que se le
ofrecen y cuyas posibilidades son, en realidad, dádivas de
la vida. Por consiguiente, se puede vivir, gozar, sufrir.
¿Por qué se siente, entonces, perplejo? Porque se
le plantea un dilema directo y personal: vivir o permanecer al
margen de la existencia, momento verdaderamente inquietante ya
que es decisivo. Así, el yo que quiero ser depende del yo
que no soy todavía, pero esta posibilidad de ser no debe
interpretarse como si mi yo no fuese real o mi existencia
dependiese meramente de un proyecto.

Por el contrario; plantea Camus (1998):

Mi posibilidad es mi realidad. Existo realmente fuera de
mí, luchando por vivir, lleno de necesidades y me
exteriorizo para subsistir. Este ser que soy, en forma de no ser,
es el fundamento de mi devenir, de mi proceso inquieto.(p.
43).

La inquietud es, efectivamente, una manifestación
de la indeterminación del yo y, por ella, llegaré a
definirme, a existir. Solamente queriendo lo que soy, aceptando
mi estado inquieto, reconozco mi ser y me encuentro volcado a la
existencia, torbellino de un movimiento sin fin. Para un inquieto
vivir es esperar siempre ser sin lograrlo nunca, es decir, a
medida que la vida aumenta en su complejidad y riqueza, confirma
la inquietud originaria.

En este sentido, se le aparece al hombre, más
firme que nunca, la certidumbre de su presencia real, de su
existencia viva. Esperar, esperar siempre lo que ya se es,
acrecienta la inquietud.

Al mismo tiempo que el inquieto asoma al futuro
descubre, también, la sucesividad temporal en .que vive.
Como no puede permanecer inmóvil y pasivo, porque la
espera le desespera, su inquietud se intensifica y el afán
de llegar a ser es más acuciante y doloroso.

El inquieto se ignora, no sabe quién es y, aunque
se palpa reconociéndose como una realidad deseosa, se
dirige a sí mismo, se busca y tiene siempre en la boca la
pregunta esencial, definitiva: ¿quién soy yo? Esta
vuelta sobre sí no indica un hundimiento en el silencio de
su interioridad, por el contrario, saldrá a interrogar a
los otros, esperando la respuesta en las miradas ajenas que no
oye ni escucha, pues, es tan sólo a sí mismo a
quien pregunta. Se enzarza en disputas, buscando la
solución final, inquiriendo a los otros lo que él
es o será. Lee furiosa y desordenadamente y se encuentra
dividido, representado, distinto en cada página, en cada
línea.

Esta división de su alma se le multiplica al
imaginarse todas las posibilidades de su ser y extrema su
inquietud, confiando vislumbrar una señal en el horizonte,
para iniciar un camino.

Esta búsqueda del inquieto es un esfuerzo para
sostenerse y afirmarse, una tentativa para mantenerse en su ser,
pues, por el mero hecho de inquietarse, se determinó a
existir. La voluntad de querer individualizarse, de afirmarse, es
el pecado por antonomasia para Kierkegaard.

En este sentido el inquieto se obstina en inquietarse,
en reconocerse culpable de afirmar su ser, su no ser, en
perpetuar su realidad como si quisiera demostrarse que puede
existir exclusivamente por sí mismo, por su propia
voluntad. Sin embargo, la inquietud; sin darse cuenta, le revela
quién es: un inquieto. Esta inquietud o inmanencia de la
trascendencia es una realidad permanente, no provisional, del
ser.

Vivir para sí es estarse siempre inquieto, no
poder dejar de inquietarse porque, obligado a vivir fuera de
sí, se percata de su propia carencia y lucha por
conservarse, consolidarse. Esta negatividad, cuando falta, lo
llama Kierkegaard, falsamente, culpa original de la sensualidad,
ya que la pecaminosidad proviene del cuerpo mismo, porque
éste es nuestra limitación y determinación
individualizante.

No obstante, debemos reconocer que subsiste siempre un
fondo de abismo, de pobreza, en toda existencia que lucha por
sobrevivir, pese al fondo de nada de su propio ser y, cuanto le
falta, le incita a afanarse, a inquietarse, a procurar su
subsistencia.

Pero este no ser o escasez real aparece como un acicate
del ser, ya que el individuo es una totalidad que lucha por
sobrevivir, por perpetuar el ser y, para seguir viviendo, debe
continuar inquietándose. Sólo se mantiene el hombre
por la voluntad de querer, amenazado continuamente por este
vacío. Al ocuparse siempre de sí, para subsistir,
la inquietud se vuelve sobre sí misma y le revela su
interioridad. Pero este yo, recientemente descubierto, no puede
recluirse en sí, a mirarse, porque tropieza con la
realidad exterior, la cual se le aparece amenazante,
privándole o enriqueciéndole.

El hombre es un yo en cuanto es un deseo. Su interior es
una exteriorización continua, una relación
recíproca con el Universo.

Su ser está ahí sustentándose. Se
produce un choque, un estremecimiento al establecerse el contacto
con el Mundo. Vuelve el hombre a interrogarse por el sentido
total del Universo y se inquietará aún más
si se formula pasivamente la pregunta: ¿qué es el
Ser? No puede conocer ni abrazar la totalidad real del mundo que
contempla y éste se le antoja incomprensible, irracional,
apareciendo el Ser oculto en sus manifestaciones.

Sin embargo, el hombre no puede distanciarse del Mundo,
para contemplarlo objetivamente, porque la lucha existencial le
impulsa al saber cierto, a la verdad inmediata y una inquietud
presente, activa, manifiesta su correspondencia con
él.

El hombre vive tan ocupado que no puede preocuparse.
«Le souci», el cuidado, «sorge», es una
abstracción mixtificada de esta actividad radical. Lo que
entendemos por preocupación, no es más que un
reflejo ideal de la práxis concreta.

Cronología

1913 7 de noviembre: nacimiento de Albert Camus en
Mondovi (Argelia).

1914 11 de octubre: muerte de Lucien, padre de Albert
Camus. La familia Camus se instala en Argel.

1920 Mayo: es considerado pupilo de la
nación.

1923 Octubre: curso preparatorio, segundo año, en
la clase de Louis Germain, a quien Albert Camus dedicará
el texto de su discurso de aceptación del premio
Nobel.

1924 Junio: examen de ingreso para el Grand Lycée
de Argel. Octubre: inicia el primer año de bachillerato,
sección A (francés, latín).

1929 Octubre: sexto curso.

1930 Preuniversitario, primera parte. En octubre, Camus
entra en clase de filosofia. Su profesor de filosofia es Jean
Grenier. Diciembre: primer ataque de tuberculosis.

1932 Segunda parte de preuniversitario. Camus publica
ensayos en una revista de estudiantes, también compone
poemas en prosa, Intuitions.

1933 Estudios universitarios con René Poirier y
Jean Grenier como profesores.

1934 16 de junio. Camus se casa con Simone
Hié.

1935 Se adhiere al Partido Comunista. Creación
del Théátre du Travail.

1936 Enero: representación de Le temps du
mépris, adaptación de la novela de Malraux por
Camus, por el Théátre du Travail.

Mayo: Edmond Charlot edita Révolte dans les
Asturies, drama escrito colectivamente bajo la dirección
de Camus que debía ser interpretado por el
Théátre du Travail.

Verano: Viaje por Europa central e Italia. Camus y su
primera esposa se separan.

1937 Camus y sus amigos crean una casa de cultura en
Argel.

10 de mayo: Charlot edita El revés y el
derecho.

Agosto: primera visita a París.
Elaboración de la primera novela, La muerte feliz
(publicación póstuma). Viaje por Francia e Italia.
Creación del Théatre de l"Équipe.
Exclusión del Partido Comunista.

Diciembre: trabaja en el Instituto meteorológico
de Argel (hasta finales de septiembre de 1938).

1938 Colaboración en la revista Rivages. Asesor
literario de E. Charlot.

Creación de Alger républicain; Camus
trabaja junto a Pascal Pia.

1939 23 de mayo: publicación de Bodas.

Septiembre: creación de Le soir
républicain, donde Camus trabaja como
redactor-jefe.

1940 Juicio por el divorcio con Simone.

Marzo: se instala en París para trabajar en
Paris-Soir; Camus sigue al equipo del periódico en su
exilio a Clermont-Ferrand, posteriormente a Lyon.

3 de diciembre: matrimonio con Francine
Faure.

1941 Vive en Orán, donde empieza a escribir La
peste. Presentación de El extranjero, El mito de
Sísifo y Calígula en la Ed. Gallimard.

1942 15 de junio: Publicación de El
extranjero.

16 de octubre: publicación de El Mito de
Sísifo.

1943 Sartre analiza El extranjero en Les Cahiers du
Sud.

Noviembre: Camus trabaja como lector de la Ed.
Gallimard.

1944 Junio: Primera representación de El
malentendido, con María Casares. Trabaja en el
periódico clandestino Combat, después en Combat,
diario a partir de la Liberación.

1945 Viaje por Argelia en el momento de la
sublevación nacionalista (Sétif).

5 de septiembre: nacimiento de Jean y Catherine Camus.
Septiembre: primera representación de
Calígula.

1946 Marzo-junio: viaje a Estados Unidos y a
Canadá.

1947 3 de junio: Camus y sus amigos dejan Combat a
Claude Bourdet. 10 de junio: publicación de La
Peste.

1948 Octubre: primera representación de El Estado
de Sitio.

1949 Verano: viaje a Latinoamérica. Nuevo ataque
de tuberculosis. Diciembre: primera representación de Los
Justos.

1951 18 de octubre: publicación de El Hombre
Rebelde.

1952 Polémica con Sartre y Les Temps
Modernes.

1953 Junio: festival de arte drama´co en
Angers.

1954 Primavera: publicación de El
Verano.

Noviembre-diciembre: viaje por Italia.

1955 Escribe en L´Express, semanal y
posteriormente diario.

1956 22 de enero: llamamiento de Camus para la tregua
civil en Argelia.

Mayo: publicación de La Caída.

22 de septiembre: primera representación
pública de Réquiem

por una monja, adaptación de la obra de
Faulkner.

1957 Publicación de El Exilio y El Reino, seguida
de Reflexions sur la peine capitale (en colaboración con
A. Koestler).

Octubre: concesión del premio Nobel de
Literatura.

Diciembre: entrega del premio Nobel en
Estocolmo.

1958 Reunión con Charles De Gaulle poco antes de
su vuelta al poder. Prosigue sus discretas iniciativas a favor de
nacionalistas musulmanes. Proyecta asumir la dirección de
un teatro. Compra de una casa en Lourmarin.

1959 Enero: primera representación de Los
Posesos. Trabaja en una novela, Le Premier Homme. Publicada en
1998.

1960 4 de enero: muerte de Albert Camus.

Conclusiones

En un tratado de este orden no es posible una
conclusión que cierre la propuesta existencialista de
Camus, y todo puede señalar las condiciones que se dieron
para desarrollar la búsqueda de la libertad del hombre en
el mundo que lo inquieta, lo mueve a reaccionar contra si mismo,
contra su pasividad y cualquier ser supremo que le es indiferente
y ante quien es cautivo. Camus comprende ese estado y lo
manifiesta radicalmente. La conclusión la dice el mismo
Camus a través de las siguientes máximas
existenciales.

  • Hemos llegado al momento en que la rebelión,
    rechazando toda semidumbre, aspira a anexar a toda la
    creación.

  • La rebelión metafísica supone una
    visión simplificada de la creación

  • El equilibrio de evidencia y lirismo es lo
    único que puede permitirnos asentir al mismo tiempo a
    la emoción y a la claridad.

  • Morir voluntariamente supone que se ha reconocido,
    aunque sea costumbre, el carácter irrisorio de esa
    costumbre, la ausencia de toda razón profunda para
    vivir, el carácter insensato de esa agitación
    cotidiana y la inutilidad del sufrimiento.

  • Para un hombre, comprender al mundo es reducirlo a
    lo humano, marcarlo con su sello.

  • Para atenerme a las filosofías existenciales,
    veo que todos, sin excepción, me proponen la
    evasión. Mediante un razonamiento singular, partiendo
    de lo absurdo sobre los escombros de la
    razón.

  • Este mundo no se refleja ya en un universo superior;
    el cielo de las formas se figura en la multitud de las
    imágenes de esta tierra.

  • Seamos justos, también acontecía que
    mis olvidos tuvieran algún mérito.
    Quizás haya Ud. Notado que hay gentes cuya
    religión consiste en perdonar todas la ofensas y que
    las perdona en efecto, pero no las olvidan jamás. No
    era yo lo suficientemente bueno para perdonar las ofensas,
    pero terminaba siempre por olvidarla.

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Cátedra Simón Bolívar. U.L.A: (
Inerito).

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CAPITULO III

Fundamento
ontológico en la obra de Albert Camus

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Bodas

(1936-1937)

  • Texto conformado por cuatro
    ensayos:

Bodas en Tipasa El viento de
Djemila

El Verano de Argel El Desierto

  • Comunión con la
    naturaleza

  • Panteísmo
    Sensual

  • Dispersión del en el
    Universo

  • Entrega al placer de los
    sentidos

  • Des-espiritualización

  • Inocencia de la
    vestia

  • Delirio del
    mismisismo

EL Extranjero

(1942)

Mersault – Raymund – Marie –
Pérez

  • Rechazo violento del mundo
    humano

  • Dios no existe –
    Antimitificación.

  • La vida es absurda y el hombre
    incapaz de gobernar su destino

  • El hombre es abandonado en el
    mundo

  • Existencia hace la
    esencia

  • El destino es absurdo ha de
    construirse a voluntad.

  • La conversión es para lo que
    encuentran un sentido a la existencia que le es dada por
    añadidura por lo que no es verdadera.

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MITO DE SÍSIFO

(1942)

Fundación de la
Ética

  • El Despertar al verdadero
    conocimiento

  • El Hombre se despierta y descubre el
    absurdo

  • Construye la moral a partir del
    absurdo

  • No significa que el mundo no tiene
    sentido, sino que carece de razón

  • Por el absurdo se llega a la
    sabiduría suprema

  • El hombre que actúa sin
    comprender actúa sin esperanza

  • Aceptar lo que SOY no corresponde al
    mundo

  • El Hombre exige orden y justicia
    pues no lo hay

  • La justicia no es para el hombre, es
    para la humanidad

  • Niega la violencia del conquistador
    ( Quien descubre el conocimiento y lo toma para existir
    verdaderamente)

CARTA A UN AMIGO ALEMAN

(1943-1944)

  • Tesis del Suicidio
    reafirmada

  • Superación de la
    Angustia

  • Acción violenta de
    héroe sin dirección

  • Encuentro del sentido de la
    vida

  • El hombre se libera de Dios y crea
    un orden nuevo

  • La vida en la que el hombre crea su
    destino y la del otro para liberarlo de la esclavitud de
    Dios, es la única y verdadera
    existencia.

  • El suicidio se justifica en cuanto
    que logra en el hombre el conocimiento de la verdad de la
    vida.

  • Se justifica la acción
    Nazi

Trabajo de Postgrado Presentado ante la Universidad de
los Andes para optar al Título de Magíster
Scientiae en Filosofía.

DEDICATORIA

A Albert Camus y Olivier Todd inconformes eternos y
sabios radicales.

AGRADECIMIENTO

Un tema como el desarrollado en estas páginas
pareciera tornar irónico un agradecimiento, pero es
justicia poética llamar a la memoria a quienes de la
manera más sincera, recta y transparente han dado su punto
de apoyo. En primer término a quien desde el inicio de la
creación ha estado acompañando la existencia humana
y de quien han emanado seres como mi Madre Ruth Saraúz,
esencia de la existencia que llevo por dentro.

A mis hermanos Luis y Jaime y hermanas Ruky y Angela,
que como testigos silentes miran el que soy.

A mis Hijos Alejandro y Rossi quienes han dejado que mi
prolongación en esta vida sea real.

A Rosa, compañera de sueños y verdades
quien con no creer en la filosofía me ha hecho
filosofar.

A Gregorio Sulbarán un profeta de tierras lejanas
que ha convertido el agua en vino en más de una
ocasión.

A Plinio Negrete guardián de la sapiencia y
protector de este tesista.

Y a mi mismo, culpable de la existencia que precede mi
propia esencia.

A Todos este estudio.

 

 

Autor:

Lic. Juan Alfonso Méndez
Saraúz.

TUTOR: Dr Victor Martín
Fiorino

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

FACULTAD DE HUMANIDADES Y
EDUCACIÓN

POSTGRADO EN FILOSOFIA

MÉRIDA, ABRIL DEL 2002

Partes: 1, 2, 3
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