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La Tasa Tobin
Breve explicación y análisis
actual
Al finalizar la lectura del libro "Economía
liberal para no economistas y no liberales" me llamó
la atención uno de los capítulos de la primera
parte que explicaba y posteriormente desmantelaba el
funcionamiento y objetivos de un impuesto propuesto
principalmente desde círculos detractores de la
globalización, este impuesto es conocido como la Tasa
Tobin.
A continuación, procederemos definiendo y
analizando lo que es y lo que provoca para la economía
mundial esta tasa, viendo los diferentes puntos de vista de unos
y de otros para llegar a una conclusión final y poder
así comprender su reciente resurgimiento.
James Tobin fue un economista estadounidense conocido
por su pensamiento keynesiano (lo que explica en gran parte que
fuera a él a quien se le ocurriera la idea de la Tasa
Tobin) aunque también por haber ganado el Premio Nobel de
Economía y haber ocupado diversos cargos en los
órganos de gobierno de los Estados Unidos como el Consejo
de Asesores Económicos de la Presidencia de los Estados
Unidos y de la Junta de gobierno del Sistema de Reserva Federal y
profesor en la universidades de Harvard y Yale.
Su ideal, sin diferir mucho del de Keynes,
consistía en el pensamiento de que los gobiernos deben
intervenir en la economía con el fin de estabilizar la
producción total y evitar las recesiones.
Su trabajo académico incluía
contribuciones pioneras al estudio de las inversiones, la
política monetaria y fiscal y los mercados financieros,
incluyendo una propuesta de un modelo econométrico para
variables endógenas censuradas, lo que se acabó
llamando el modelo Tobin, debido obviamente a su
nombre.
Aunque su principal aportación a este mundo
parece que fue la archiconocida Tasa Tobin, derivada de una
sugerencia de gravar los flujos de capitales que se ha convertido
en uno de los caballos de batalla del altermundismo, si bien, tal
y como dice Xavier sala i Martín[1]el
propio Tobin creía que se estaba abusando de su nombre y
de su idea.
Esta Tasa fue propuesta en 1971 con el objetivo de
provocar que las transacciones internacionales fuesen menos
beneficiosas, para que así se redujera la
especulación financiera internacional y las perniciosas
fluctuaciones monetarias que ocurren por culpa de esta y por lo
tanto de los especuladores del mercado de divisas.
En la práctica consistiría en pagar un
impuesto cada vez que se produce una operación de cambio
entre divisas, para frenar el paso de una moneda a otra y para,
en palabras de Tobin, "echar arena en los engranajes demasiado
bien engrasados" de los mercados monetarios y financieros
internacionales. La tasa debía ser baja, en torno al 0,1%,
para penalizar solamente las operaciones puramente especulativas
de ida y vuelta a muy corto plazo entre monedas, y no a las
inversiones.
Claramente la cabeza se nos va directa a los
instrumentos financieros complejos, de alto riesgo y alta
volatilidad (hipotecas subprime). ¿Y por qué?
Simplemente porque la ganancia real en este tipo de operaciones
se consigue por la velocidad a la que se mueve el capital en
cuestión. Como son varias las personas o entidades que
están implicadas en estas operaciones especuladoras, hasta
el punto de realizar varias operaciones en el día. Al
tener que pagar la tasa Tobin por cada una de las operaciones
realizadas, los intermediarios se pensarían mucho llevar a
cabo esos movimientos cortoplacistas, principalmente por el hecho
de que sería complicado obtener algún tipo de
ganancia.
Si el movimiento es a un año, la operación
no se vería afectada por ningún tipo de
imposición, no estaríamos ante algo próximo
al riesgo.
Además, presumiblemente los beneficios producidos
por este impuesto, unos 720.000 millones de dólares
anuales (varía según el porcentaje que
representaría el impuesto) contribuirían a
erradicar la pobreza en el mundo, lograr asistencia sanitaria
para todo el planeta, erradicar la malnutrición y el
analfabetismo y demás causas solidarias que a uno se le
puedan ocurrir, sin olvidar por supuesto el haber podido evitar
la crisis económica y financiera que azota actualmente al
globo al controlar los descontrolados mercados especulativos (De
ahí que se haya puesto de moda nuevamente).
En la actualidad hay varios economistas y conocidos
personajes de la vida pública que han saltado en defensa
del conocido impuesto, diciendo que en épocas como la
actual esta tasa es muy útil para amortiguar el impacto
que provocan las especulaciones en el mercado global.
José Luis Sampedro, Escritor y economista.
Presidente de Honor del Consejo Científico de Attac
(Asociación por la Tasación de las Transacciones y
por la Ayuda a los Ciudadanos), apoya esta idea diciendo que la
tributación sobre las transacciones financieras
descontroladas, podría haber ayudado a frenar algunos
excesos desencadenantes de la actual crisis. Por tanto, una vez
inmersos en la crisis, que unos dicen que no se pudo prever y
otros, como él, piensan que no se quiso evitar, es obvio
que una tasa sobre tales transacciones financieras es el objetivo
a perseguir.
Además asegura que entre sus ventajas
podrían enumerarse:
1. La recaudación y disminución del
déficit público recaería algo más
sobre los ricos, sobre los responsables de la crisis y algo menos
sobre los pobres, los que sin haberla provocado, más la
padecen.
2. Para esos ricos la tasa sería insignificante;
no les impediría seguir siendo ricos.
3. Como consecuencia de ello, el reparto de las cargas
para salir de la crisis resultaría algo menos
injusto.
4. Se recuperaría cierto control de los gobiernos
sobre el capital, tras haber cedido todo el poder a los mercados
financieros mediante la desregulación. Ello, a su vez,
contribuiría a desmantelar redes de corrupción y
negocios ilegales (armas, narcotráfico, etc.) y a
dificultar el ataque de los "mercados" contra países en
dificultades, causados a veces por esos mismos poderes
financieros.
Y como desventajas únicamente destaca la poca
iniciativa política que existe hacia este
impuesto.
Podemos ver que de nuevo surge la idea de los
antiglobalización sobre que esta provoca un aumento de la
riqueza de "los más ricos" contra un aumento de la pobreza
"de los más pobres", más adelante discutiremos como
este impuesto no sólo podría no ejercer ninguna
influencia positiva hacia los países en vías de
desarrollo sino que sería un peso muerto para
estos.
Rafael Simancas es otro que se ha sumado a esta nueva
ola de "Tobinadictos", afirmando que la aplicación de esta
tasa supondría un avance muy significativo para la llamada
"gobernanza" global. Argumenta que la liberalización de
los mercados financieros ha ocasionado graves problemas de
alcance global: recesión, paro, pobreza,
desigualdad… Los grandes desafíos de la Humanidad
tienen hoy una dimensión que supera las fronteras
nacionales, no sólo en las finanzas, también en el
medio ambiente, en las migraciones, en la seguridad, en la
defensa de los derechos humanos… Por tanto, la respuesta a
tales desafíos debe ser igualmente global en
términos de decisión, de recursos y de ejercicio
del poder. Si la globalización comenzó por suprimir
las fronteras para el tránsito del dinero, quizás
la aplicación de impuestos justos sobre ese
tránsito se convierta en la semilla de un gobierno para el
mundo.
Este tema ha sido igualmente tratado por
periódicos nacionales como El País, reflotando esta
idea a través de frases como esta: "La actual crisis
financiera internacional ha convertido una idea considerada por
muchos hace una década poco menos que utópica en un
importante proyecto que ahora está siendo objeto de
análisis por parte de las más altas instancias
políticas y económicas internacionales. Nos
referimos a la tasa Tobin […]"
Idea que efectivamente no ha pasado inadvertida en las
instancias políticas, tanto que el pasado 23 de Marzo tal
y como informa Europa Press, la Comisión de
Economía y Hacienda del Congreso aprobó con los
votos en contra del PP y de CiU una proposición no de ley
de IU-ICV, pactada con el PSOE defendiendo la creación de
un impuesto a las transacciones financieras, en la línea
de la conocida como 'tasa Tobin', estableciendo un tipo
impositivo que "disuada" a los inversores financieros de realizar
"operaciones únicamente especulativas".
El texto de la iniciativa insta al Gobierno a
situar como "prioridad política" de sus participaciones en
el Ecofin, el Consejo Europeo y las reuniones del G20 el impulso
a esta tasa, proponiendo un "calendario concreto" para su
aprobación.
Afortunadamente tal y como ha dicho la diputada
socialista Manel Mas parece que el Gobierno no está
dispuesto a actuar sin la coordinación de la comunidad
internacional.
Está claro que los argumentos esgrimidos a favor
de esta causa pueden acabar resumiéndose en una simple
frase: Acabar con la especulación financiera a nivel
global la cual es la causante de los grandes males que pueblan
este mundo, desde la pobreza en el tercer mundo hasta el paro en
occidente.
Ahora nos toca mirar hacia los inconvenientes liberales,
es decir, de aquellos a los que no les hacen gracia las
interferencias en el libre mercado.
Está claro que la Tasa Tobin se refiere
únicamente a operaciones a corto plazo y de suma rapidez,
tal y como se ha dicho anteriormente, por lo tanto, si nos
referimos a más de un año en el tiempo, la idea que
se buscaba con la tasa Tobin, nada tenía que ver con el
control de los mercados que ahora se buscaría, poner un
freno al tráfico de cambio de divisas, sino que con lo
recaudado se pensaba en una forma de reducir la pobreza (que en
realidad es más un problema de producción que de
distribución de la riqueza). De ahí el
interés del movimiento antiglobalización para
financiar sus proyectos con los que mejorar el mundo, y por
buscarle una salida a esta recaudación. Pero como
comentamos, éste no era el aspecto importante de la
tasa.
Ahí fue donde los liberales se mostraron poco
conformes a la aplicación de la idea de James Tobin,
más cuando obstaculizaba el libre comercio. Lo cierto es
que uno de los problemas, al no verse adaptadas estas medidas por
todos los países, vendría por el lado de los
intermediarios financieros, que se encargarían de buscar
los recovecos del sistema y los lugares exentos a este control,
para realizar rápidos y cortos movimientos de capital con
los que sacar un beneficio. No sólo hay esta trampa,
también nos encontraríamos con la dificultad de
definir qué tipo de capital se podría considerar
productivo o entraría dentro de lo que se podría
considerar como especulativo (pese a que definamos a ésta
como el ejercicio de cualquier tipo de actividad económica
cuyo objeto es solo la obtención de ganancias, sin mediar
el aporte de algún producto o servicio que incremente la
riqueza de la sociedad).
Transformar unos en otros sería fácil para
los inversores, con lo que se saltarían la regla base de
la tasa Tobin puesto que los capitales productivos no
deberían estar gravados, y esto podría provocar que
al final se gravasen todos los capitales puesto que no
habría manera de controlarlo, lo que solo podría
afectar de manera negativa al comercio mundial. Y además,
dado que muchos países pobres tienen sus monedas ligadas
al dólar, cuando entrase en juego el cambio del capital al
euro para pasarlo al dólar y a la moneda del país
en cuestión, estas operaciones se verían sometidas
a un doble gravamen.
Pero el principal problema resida principalmente es su
inviabilidad, puesto que debería de ser adoptada por todos
los países del mundo, lo que parece más bien una
utopía, ya que si no fuese así, mientras existiese
un solo paraíso fiscal en donde no se aplicará esta
tasa, allí es donde los inversores internacionales o
llamados especuladores efectuarían sus transacciones, y
acabarían siendo los ciudadanos de rentas medias o bajas
que no buscan evadir impuestos quienes acabarían pagando
esta tasa, un poco como acaba pasando siempre.
Otros problemas que menciona Sala i Martín son
por ejemplo el tipo impositivo al cual se implantaría la
tasa, todos coinciden en que debería ser bajo, pero todos
sabemos que todos los impuestos existentes comenzaron
algún día siendo bajos y hoy son considerados
excesivos (IRPF; IVA…). O también sobre cómo
se utilizará ese dinero recaudado que supuestamente iba a
ser la salvación para el tercer mundo y la pobreza a nivel
global, puesto que el propio James Tobin sugirió que se
esa recaudación fuera destinado al FMI,
organización que no es muy apreciada por los enemigos de
la globalización. Incluso si ese dinero fuese directamente
enviad como limosna a los países en vías de
desarrollo, no parece muy probable que eso contribuyera
especialmente a su desarrollo económico y social, puesto
que esto les condena a la dependencia permanente de los
países desarrollados, con todo lo que trae a
continuación (condonación de la deuda, etc…)
y no soluciona su principal problema: La producción de
riqueza y no su distribución.
Es difícil calibrar si la tasa Tobin hubiera
evitado la crisis, sí es probable que la hubiese
amortiguado, pero requiere de una serie de variables vitales para
haberla aplicado: los países y sus intereses. Mientras
había dinero nadie pensaba en las dificultades, y sin
embargo, el mismo problema que se está viviendo ahora
sucedió a principios de los años 70, que fue donde
Tobin dio su alternativa, hasta lograr el Premio Nobel en 1981,
pero no principalmente por la tasa por la que sí se ha
terminado haciendo famoso.
Autor:
Alejandro López
Solvez
[1] SALA I MARTÍN, XAVIER;
“Economía liberal”, sexta edición,
Barcelona, Debolsillo, 2010