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El concepto de la mujer y las histéricas



Partes: 1, 2

  1. La
    aparente ideología de Freud
  2. Los
    precedentes
  3. Teorías sobre la histeria
    victoriana
  4. Freud
    y el sexo como fuerza primaria de la vida
    humana
  5. Freud
    y sus contemporáneos
  6. Conclusión
  7. Bibliografía

Trabajo a partir de la lectura de
Inhibición, síntoma y angustia, de Sigmund
Freud

Actualmente está de moda criticar al padre del
psicoanálisis, resulta muy fácil debido a la gran
cantidad de errores que cometió, aunque nosotros no
creemos que algo sea blanco o negro. Por eso en este
artículo nos proponemos criticar a Freud a su manera, es
decir, buscando el porqué y las causas, para al fin llegar
a entenderlo. El tema que hemos escogido es el concepto que
tenía Freud de la mujer. Para ello partiremos de la
lectura de Inhibición, síntoma y angustia,
dónde hemos encontrado algunas características que
parecen indicar que Freud valoraba muy poco al sexo femenino: no
solo creía que era un ser diferente, pasivo y propenso a
la histeria, sino que directamente lo discrimina. De ahí
volveremos hacia atrás para repasar los precedentes en los
que pudo basarse pasando por su época para analizar otros
escritos, tanto de Freud como de sus contemporáneos,
seguidores y críticos, y finalmente volveremos al presente
para concluir qué pudo hacerle pensar así y si
realmente merece todas las críticas que ha recibido, o si
como sospechamos, puede que estás se deban a la simple
envidia, a la ignorancia o a la soberbia del que las
realiza.

Palabras clave: Freud, psicoanálisis, histeria,
mujer, sexo, femenino

Nowadays, it has become fashionable to criticize the
psychoanalysis" father, it is really easy because of the many
mistakes he made, but we do not believe that something is white
or black. So in this article we propose to criticize Freud in his
own way: seeking the reasons and causes to finally come to
understand him. The subject we have chosen is the concept which
Freud had about women. We start with the analysis of Inhibitions,
Symptoms and Anxiety, where we found some features that seem to
indicate that Freud didn"t value the female: not only thought it
was a different being, passive and prone to hysteria, but
directly as discriminate. From there, we go back to review the
precedents on which he was able to build through his time to
analyze other writings, both Freud and his contemporaries,
followers and critics, and finally back to the present to
conclude which might make he think so and if he really deserves
all the criticism he has received, or if as we suspect, this
should be because the envy, ignorance or arrogance who
does.

Key words: Freud, psychoanalysis, hysteria, female,
woman, sex

La aparente
ideología de Freud

A partir de la lectura de Inhibición,
síntoma y angustia se pueden desprender algunas de las
ideas que Freud sostiene sobre la mujer, o según
él, el sexo femenino. Aunque el texto no trata sobre las
mujeres, nos han llamado la atención algunos detalles
directamente relacionados con este tema. De hecho, a lo largo del
artículo se aprecian varias diferenciaciones entre la
mujer y el hombre que Freud va colocando sigilosamente, a veces
sin darle importancia, como si fuera una aserción que no
necesitara ningún tipo de prueba o estuviera totalmente
clara.

La primera afirmación que nos puede chocar se
encuentra en el primer capítulo, cuando habla de las
funciones que pueden verse afectadas a causa de las distintas
afecciones neuróticas, concretamente cuando trata de la
función sexual. Freud diferencia las posibles afecciones
según si se es hombre o mujer. Cuando habla del hombre
hace una enumeración de problemas que pueden surgirle
durante, mientras o después del acto sexual, mientras que
en el caso de la mujer únicamente la nombra de pasada y
solamente destaca dos posibles afecciones, el miedo al acto
sexual o la repugnancia debida a un "acto sexual pasivamente
soportado".[1] Estos dos síntomas no forman
parte de los que según Freud puede sufrir el hombre, de la
misma forma que otros que puede sufrir el hombre no ocurren en la
mujer. Más adelante habla de procedimientos para perturbar
la función sexual de manera generalizada, sin excluir a la
mujer, aunque tampoco queda claro que ésta entre dentro de
esa enumeración.

El segundo elemento que llama la atención se
vislumbra en el cuarto capítulo, dónde a partir de
casos clínicos nos habla de la teoría del complejo
de Edipo y el instinto asesino que provoca en el niño
hacia su padre, y aún más extraño, del miedo
del niño a la castración. Aún no dice nada
de la niña, pero al final del capítulo sexto se
pregunta si este miedo a la castración es "el único
motor de la represión (o de la defensa)" teniendo en
cuenta las neurosis femeninas.[2] Lo pone en duda,
ya que "aunque en las mujeres se comprueba la existencia del
complejo de castración, no puede hablarse de una angustia
a la castración en los casos que ésta ya ha tenido
lugar". Otra vez se limita a dejar esta incógnita en el
aire y sin más aclaraciones sigue con otros
aspectos.[3]

Más adelante, en el capítulo
séptimo equipara el nacimiento del niño a la
castración de la madre, cómo si el niño
representará el pene de ésta. Tampoco en este caso
da más explicación pero ya queda claro que el falo
tiene para él una importancia máxima, ya que cree
que la madre es capaz de equiparar a su hijo, lo cual acostumbra
a ser para la mayoría de madres lo mejor de su vida, su
creación, a un simple pene, mitificando este órgano
y casi dándole vida al comprarlo con un bebé que
aunque no esté desarrollado al fin y al cabo es un ser
humano.

Pero el dato más impactante que se deriva de todo
esto es que según Freud "el desarrollo de la niña,
es orientado, por el complejo de castración", el cual no
ha detallado en ningún momento en el caso femenino, "hacia
la carga amorosa de objeto". Con esto quiere decir que la
niña no desea poseer el objeto de su deseo o necesidad
como el niño, sino que desea su amor. Por eso afirma que
la histeria "presenta una mayor afinidad con la femineidad".
Aunque aquí no discrimina a la mujer, solo la hace
diferente, ya que por otro lado relaciona una mayor afinidad de
la neurosis obsesiva con la "virilidad", con lo que cada sexo es
más propenso a una enfermedad. Por último equipara
la perdida del amor del objeto (en el caso de las mujeres y la
histeria) con la amenaza de la castración (en el caso de
los hombres y la neurosis obsesiva) como condición de
angustia.

Por último, podemos destacar que al final del
capítulo octavo Freud afirma que "el sexo femenino" es
más propenso a la neurosis "que los hombres". Véase
que no dice hombres y mujeres, ni masculino y femenino, sino
hombres y sexo femenino, ahora resulta que no solo no somos seres
humanos sino que no llegamos ni al rango de mujeres. Si cogemos
literalmente las palabras de Freud, el pene resulta un ser
superior a la mujer, en tanto que ese es equiparable a un
bebé pero nosotras solo somos un "sexo". Por otro lado, la
palabra hombres la utiliza tanto cuando se refiere a la
generalización, es decir al ser humano, ya sea hombre o
mujer, como cuando se refiere al género masculino, lo que,
además de ir en contra de los principios de igualdad por
no utilizar la palabra mujer salvo en casos contados, crea una
ambigüedad con la palabra hombre que dificulta la
lectura.

En conclusión, y dejando de lado el
anecdótico machismo o no de Freud, podemos decir que todo
esto nos plantea dos grandes dudas. La primera está
relacionada con el concepto que Freud tenía de la mujer.
Según el texto parece que la describe como un ser
diferente, que siente diferente, evoluciona diferente y por lo
cual es propensa a unas afecciones y patologías distintas
a las del hombre. La segunda cuestión, va ligada a
ésta primera y se relaciona con el tema sexual. Nos ha
parecido que Freud profundizaba mucho más en aspectos
sexuales del sexo masculino que del femenino y atorgaba al hombre
alteraciones de la función sexual, que no relacionaba con
la mujer. Eso nos ha chocado y queremos indagar si Freud estudio
realmente ese aspecto, ya que seria muy extraño que
alguien que basa la mayoría de sus teorías en el
sexo, por no decir todas, no tenga un concepto claro del sexo
también en la mujer, o al menos lo haya intentado
investigar.

En este trabajo pues nos proponemos básicamente
analizar la visión de la mujer des del punto de vista
freudiano, abarcando tanto el tema sexual como el hecho que
ésta por sus características sea más
propensa a la histeria y ver si Freud fue objetivo o no en su
análisis, qué influencias pudo tener y ver algunas
de los seguidores o críticos que tuvo respecto a este
tema. Pero para ello empezaremos señalando algunos
precedentes.

Los
precedentes

Aunque Freud haya sido duramente criticado por muchos
filósofos y pensadores, e incluso haya sido visto como un
"machista insensible", ya que no solo describió a las
mujeres de manera distinta a los hombres sino que utilizó
a su propia hija como objeto de estudio, la cual exhibió
delante de otros especialistas, hay que tener en cuenta el marco
histórico en el que desarrolló sus teorías y
cuales fueron sus precedentes.

De hecho, no hace falta remontarse hacía
atrás, si nos fijamos en la actualidad se puede observar
que el campo de la salud sexual femenina lleva un retraso
considerable respecto al del hombre. Eso hace que nos pregunteos
por qué no se le ha prestado tanta atención al sexo
femenino como al masculino.

Para entender el presente pues, deberemos tener en
cuenta el pasado. Pero explicar la historia completa de la
sexualidad femenina no entra en el ámbito de este ensayo,
por lo que haremos un breve repaso centrándonos en
aquellos datos que nos parecen más remarcables tanto de
Europa como de América.

No se tiene demasiada seguridad sobre el comportamiento
sexual en la época antigua, y es discutible la relevancia
que las prácticas sexuales de los pueblos de Mesopotamia
tienen para nosotros, pero es conveniente mencionar algunos
aspectos. Desde la época de la primera historia
documentada, alrededor del 3000 a.C., las mujeres se consideraban
una propiedad valiosa para la reproducción. Debido a eso
el adulterio no era un pecado moral, sino un delito de uso de la
propiedad ajena, la del esposo. Parece que miles de años
después, hemos avanzado mucho tecnológicamente,
pero podría discutirse el hecho que en muchas mentes
demasiado antiguas aún persistiera esa idea, y no nos
referimos a pueblos no avanzados, sino en el centro mismo de
nuestra cultura.

En la antigua Grecia, donde una mujer no tenía
más derechos políticos o legales que un esclavo, se
la llamaba sencillamente gyne, que significaba portadora
de hijos. Su vientre la definía.

Por lo que respecta a la histeria, su historia escrita
también se remonta a Grecia. Pero como resalta Ilza Veith,
este es un tema que ha concernido a los hombres des de mucho
tiempo atrás. De hecho, algunas de las descripciones
griegas ya se encontraban recogidas en papiros
egipcios[4]

In the Egyptian papyri the disturbances resulting
from the movement of the womb were described, but had not yet
been given a specific appellation. This step was taken in the
Hippocratic writings were the connection of the uterus (hysteria)
with the desease resulting from its disturbance is first
expressed by the term "histerya". It appears in the thirty- fifth
aphorism, which reads: "When a woman suffers from
hysteria…[5]

Un mito de la antigua Grecia relata que el útero
deambula por el cuerpo de la mujer, causando enfermedades a la
víctima cuando llega al pecho. Esta teoría da
cuenta al origen del nombre, pues la raíz proviene de la
palabra griega para útero: hystera.

Platón fue uno de los primeros filósofos
que han pasado a la historia que describió la histeria.
Decretó que el útero inactivo era la causa de la
esta enfermedad femenina que provocaba nerviosismo, desmayos e
insomnio. En el diálogo que dedicó a Timeo dice que
el útero es una "criatura moradora deseosa de alumbrar"
que si se deja "estéril durante demasiado tiempo
después de la pubertad" empieza a vagar por el cuerpo, a
cortar la respiración y a provocar en su sufridora
"angustia extrema".

Otra figura que se encargó de hablar de
éste fenómeno fue el médico
Hipócrates, que escribió varios tratados
ginecológicos: Sobre las enfermedades de las mujeres;
Sobre las mujeres estériles; Sobre las enfermedades de las
vírgenes; Sobre la superfetación; Sobre la
escisión del feto; y Sobre la naturaleza de la
mujer.

En el siglo II dC., el conocido médico Galeno
describió la histeria como una enfermedad uterina
provocada por la privación sexual en las mujeres y
recomendaba el coito o la masturbación como soluciones. En
realidad, la enfermedad presentaba los síntomas
clásicos de excitación sexual crónica:
ansiedad, irritabilidad, fantasías eróticas y
sensación de pesadez en el abdomen. También
destacó que las mujeres que fueran particularmente
apasionadas corrían un mayor riesgo de contraer la
enfermedad.

A partir de ese momento la histeria se
diagnosticó frecuentemente en vírgenes, monjas,
viudas y en ocasiones mujeres casadas. La receta en la medicina
medieval y renacentista era el coito si estaba casada, el
matrimonio si estaba soltera y el masaje de una comadrona como
último recurso.[6]

Mientras los griegos concebían a la mujer como
una pertenencia, los romanos consideraban la infertilidad como
motivo de divorcio. Pero la Iglesia católica, que
ocupó el vacío político tras la caída
de Roma, fue todavía más lejos. Los padres de la
Iglesia consideraron el sexo algo sucio y a las mujeres como una
amenaza para la salvación masculina.

Uno de los pensadores más influyentes de la
Iglesia fue San Agustín, que había vivido con una
amante y había tenido problemas para controlar su propia
lujuria. Después de unirse a la Iglesia, se sintió
acuciado por la culpa y asqueado ante su deseo sexual, por lo que
renunció al él, adoptó una vida de celibato
e impuso sus ideas a los demás. También
escribió que no conocía nada que "hiciera descender
la mente masculina de las alturas más que las caricias
femeninas y la unión de los cuerpos".[7] La
procreación con tales "tentadoras" debía realizarse
mediante un acto sexual carente de pasión y con un
único objetivo. En una época de analfabetismo
generalizado, cuando leer y escribir eran del dominio exclusivo
de la Iglesia, sus conclusiones se aceptaron, se propagaron por
transmisión oral y, con el tiempo, se convirtieron en
incuestionables.

Aunque las actitudes en el mundo asiático eran
mucho más abiertas (el Kama Sutra de la India, compilado
entre los siglos III-V, es un manual detallado sobre el sexo que
glorifica el placer sexual tanto masculino como femenino), las
tradiciones cristianas iniciales marcaron la pauta de los siglos
siguientes en Occidente. Así encontramos medidas como el
cinturón de castidad de la Edad Media, un mecanismo de
tortura construido sobre un marco metálico que se
extendía entre las piernas de la mujer de delante hacia
atrás. Contaba con dos pequeñas aberturas para
orinar y defecar pero impedía la penetración.
Además, lo importante es que otorgaba a los esposos el
poder de cerrar bajo llave a sus esposas (su propiedad sexual),
al igual que podían hacer con el dinero.

El resurgir de las artes y el humanismo durante el
Renacimiento liberó ciertas actitudes sexuales, al igual
que la reforma protestante del siglo XVI liderada por Lutero y
Calvino. En su rebelión contra el Papa, los reformistas
llegaron a la conclusión de que el sexo dentro del
matrimonio era permisible no sólo para la
procreación, sino también "para aligerar y aliviar
las preocupaciones y tristezas de los asuntos domésticos o
para mostrar cariño el uno por el otro", lo que
después de lo ocurrido se asemejaba a una especie de
revolución.[8]

Los puritanos que emigraron de Inglaterra a
América llevaron consigo las actitudes de la reforma
protestante, por lo que otorgaron una importancia nueva al sexo
dentro del matrimonio. Pero se mostraban extremistas con la
transgresión sexual fuera del matrimonio.

El clero puritano predicaba que el ser humano (pero
especialmente las mujeres) estaba lleno de pecado. La comunidad
debía ocuparse de los débiles de fe, que
potencialmente era cualquiera. Quienes cedían al
adulterio, si eran descubiertos, eran azotados, colocados en el
cepo y obligados a realizar confesiones
públicas.

Como es de esperar, a los hombres se los consideraba
más racionales y capaces de controlar sus pasiones que a
las mujeres, a quienes los pastores reprendían por vestir
de forma indebida y tentar a los hombres. Y aunque los
crímenes sexuales los cometían dos personas,
normalmente un hombre y una mujer, era más habitual que
procesaran y castigaran a la mujer.

Teorías sobre
la histeria victoriana

Se ha dicho que uno de los temas mayores del siglo XIX
fue el conflicto entre el sexo como reproducción y como
satisfacción. Aunque el icono que da nombre al periodo, la
Reina Victoria, tuvo una familia numerosa, la tasa de fecundidad
decayó con el transcurso del siglo. A medida que
disminuían, la función reproductora del sexo
perdió algo de su preponderancia.

Los escritos médicos y maritales de la
época elogiaban a la mujer desapasionada y la apuntaban
como modelo. La mujer "ideal" sólo tendría sexo
para reproducirse pues no le reportaría ningún otro
beneficio. Este "ideal" influyó en la estructura social de
muchas formas, proporcionando una base para los argumentos contra
los anticonceptivos. Sin embargo, al mismo tiempo resultó
en la insatisfacción sexual de muchas mujeres, lo que
impulsó la demanda creciente de tratamientos contra la
histeria.

Un médico de 1859 aseguró que una de cada
cuatro mujeres estaba aquejada de histeria. Esto resultaba
razonable, teniendo en cuenta que se reunieron 75 páginas
de posibles síntomas en una lista que según el
doctor no estaba completa. De hecho, casi cualquier dolencia leve
podía servir para diagnosticar histeria. Los
médicos pensaban que la tensión de la vida moderna
hacía a las mujeres más susceptibles a
desórdenes nerviosos.

Rachel P. Maines, autora de "The Technology of Orgasm:
Hysteria, the Vibrator, and Women's Sexual Satisfaction," ha
observado que estos casos eran muy ventajosos para los
médicos, dado que no había ningún riesgo de
que la paciente muriese pero necesitaba tratamiento constante. El
único problema era que los médicos no disfrutaban
con la tediosa tarea del masaje. En realidad la técnica
era difícil de dominar para un médico y
podía tomar horas llegar al "paroxismo histérico" o
fin del tratamiento. Existía la práctica habitual
de derivarlas a las comadronas, pero eso no les aportaba
ningún beneficio económico. Una solución fue
la invención de los aparatos para proporcionar masajes. A
finales del siglo XVIII en Bath (Inglaterra) ya se vendían
dispositivos de hidroterapia y a mediados del siglo XIX eran un
accesorio popular en los complejos de balnearios de lujo de
Europa y los Estados Unidos.

Desde 1870 los médicos dispusieron del primer
vibrador mecánico y en 1873 se empleo el primer vibrador
electromecánico en un asilo de Francia.

Aunque los médicos de la época
reconocían que el desorden provenía de la
insatisfacción sexual, parecían reticentes a
admitir el propósito sexual de los dispositivos empleados
para tratarlo. De hecho, la introducción del
espéculo[9]fue mucho más
controvertida que la del vibrador, seguramente debido a su
naturaleza más fálica.

A finales del siglo XIX la difusión de la
electricidad en el hogar facilitó la llegada del vibrador
al mercado de consumo. El atractivo de un tratamiento más
barato en la intimidad del propio hogar hizo que el vibrador
alcanzase una cierta popularidad. De hecho, el vibrador
eléctrico llegó a las masas mucho antes que otros
dispositivos esenciales (nueve años antes del aspirador y
diez años antes de la plancha eléctrica). Una
página del catálogo de la compañía
internacional Sears, Roebuck and Company de
electrodomésticos de 1918 incluye un anuncio para un
vibrador portátil con accesorios, descrito como "muy
útil y satisfactorio para el uso casero".

Aunque se buscó una solución a la supuesta
histeria, la cual parecía provenir básicamente de
la falta de orgasmos, no se hizo nada para rectificar aquello que
era realmente culpable: el modelo androcéntrico de
sexualidad.

The androcentric definition of sex as an activity
recognizes three essential steps: preparation for penetration
("foreplay"), penetration and male orgasm. (…) The female is
expected to reach orgasm during coitus, but if she does not, the
legitimacy of the actas "real sex" is not thereby
diminished.
[10]

Parece que el citado paradigma de sexualidad no es muy
productivo en términos de disfrute femenino. Maines
también destaca que seguramente más de la mitad de
las mujeres, posiblemente más del 70% no llegaban al
orgasmo. Estos datos han llegado gracias a investigaciones hechas
por Alfred Kinsey y Shere Hite, aunque ese conjunto de mujeres
insatisfechas ya era obvio para el resto hacia siglos.

This majory of woman have traditionally been defined
as abnormal or "frigid", somohow derelict in their duty to
reinforce the androcentric model of satisfactory
sex.[11]

Estas mujeres probablemente constituyen la
mayoría de las histerias de la historia, cuyo
número hizo plausible Thomas Sydenham en el siglo XVII al
afirmar que la histeria era la enfermedad más común
excepto la fiebre. Eso explicaría pues, que en el siglo
XIX los médicos se preocuparan de que esta pudiera ser una
pandemia.

Freud y el sexo
como
fuerza primaria de la vida humana

A lo largo de los primeros años del siglo XX el
número de diagnósticos de histeria femenina
decayó. Hay muchas razones que explican este declive:
muchos escritores del ámbito médico aseguran que se
debe a que el pueblo empezó a entender mejor la
psicología de los trastornos de
conversión.[12]

En este cambio tuvo un papel importante la
consideración de los médicos. Con tantos
síntomas posibles la histeria era un diagnóstico
donde caía cualquier estado que no se podía
identificar fácilmente. En este sentido podríamos
equiparar la histeria a constipado de la actualidad, pues la
mayoría de veces que uno va al médico
sintiéndose mal este le receta unas pastillas que sirven
para cualquier mal sin ni siquiera observarlo, pues antes cuando
una mujer presentaba extrañas características en
vez de observarla caía en el saco de la histeria. Por
suerte, las técnicas de diagnóstico mejoraron, por
lo que el número de casos decreció hasta que no
quedó ninguno.

Uno de los grandes contribuidores dentro de este campo
fue Sigmund Freud, neurólogo vienés y fundador del
psicoanálisis que cuestionó casi todos los aspectos
del sexo tal y como se había entendido hasta el momento.
De hecho, muchos casos que se asignaron a la histeria fueron
reclasificados por Freud como neurosis. Aquí se ve pues
una prueba de que a pesar de que Freud afirmaba que las mujeres
eran más propensas a la histeria, no cayó en la
tentación de incluir cualquier patología dentro de
esta clasificación e incluso ayudó a solucionar
este caos.

Freud causó un gran impacto en su momento por sus
ideas un tanto radicales si tenemos en cuenta los precedentes
mencionados. Por ejemplo, en 1896 negó el hecho que
masturbarse causará ningún tipo de
problema[13]Es más, llegó a la
conclusión que el sexo era una fuerza primaria de la vida
humana. Por eso tiene sentido que el sexo forme parte central do
base de todas sus teorías o la gran
mayoría.

Las revolucionarias ideas de Freud tuvieron una gran
repercusión en las actitudes, pues fomentaron la
satisfacción más que la supresión del deseo
sexual que se había estado imponiendo durante tantos
años por la religión.

Entre sus teorías destaca la del desarrollo
psicosexual, que explica la evolución del niño des
del nacimiento hasta la madurez mediante tres etapas, en las
cuales el sexo o el deseo es un elemento principal que va
cambiando de objetivo según el estadio en el que se
encuentre el individuo. En su supuesto más famoso, el
complejo de Edipo, Freud afirmó que el niño se
siente inevitablemente atraído sexualmente por su madre,
pero también sufre la angustia de la castración o
el temor inconsciente de que su padre lo castigue
cortándole el pene. Por este tipo de teorías, en
décadas más recientes, Freud ha recibido el ataque
de las feministas y otros críticos por su falocentrismo,
ya que le da una importancia excesiva al pene y olvida otros
aspectos.

También se ha criticado su concepción
errónea de la sexualidad femenina. Y es que Freud
creía que las niñas sufren tanto de envidia del
pene como del complejo de Electra, o un deseo de poseer
sexualmente a su padre y sustituir a su madre, a quien culpan de
la deficiencia de su cuerpo, es decir, de la falta de
pene.

En 1890 Freud también consideró el
clítoris como un tipo de pene inferior, que las
niñas descubrirían, y declaró que la mayor
parte de ellas le atribuía al sexo una importancia
limitada en su vida de casadas, tal como predicaban los
reformistas de la pureza. Aunque a medida que la niña
crecía, dijo Freud, abandonaría su interés
infantil por el clítoris y se centraría en la
vagina, el órgano receptivo del pene.

Freud fue más allá cuando, en la
década de los años treinta, destacó que la
mujer tenía dos tipos de orgasmo y que solo el segundo, el
vaginal, era el plenamente maduro y sano. Y decretó que
los orgasmos clitoridianos eran infantiles y que los vaginales
eran los "auténticos".[14]

Por lo tanto, nuestra pregunta inicial sobre Freud
respecto al conocimiento del sexo femenino queda resuelta, ya que
se ve claramente que Freud fue uno de los que más
indagó y expuso ideas acerca del sexo en la mujer, otra
cosa es que acertará o errara en sus
conclusiones.

Freud y sus
contemporáneos

En la historia del freudismo, la cuestión de la
sexualidad femenina dividió el movimiento
psicoanalítico desde 1920, mientras las mujeres iban
ocupando en él un lugar central.

A fines del siglo XIX, como lo demuestran los
historiales publicados por Sigmund Freud, Josef Breuer, Pierre
Janet o Théodore Flournoy, así como las
experiencias de hipnosis de Jean Martin Charcot en la
Salpêtrière, las mujeres eran presentadas en el
discurso de la psicopatología en carácter de
enfermas, histéricas o locas y fueran cuales fueren sus
orígenes sociales éstas eran consideradas meros
objetos destinados a la observación para el progreso del
saber médico.

Después, con el gran movimiento de
emancipación del período de entreguerras, que
comenzó a liberar a las mujeres de la alienación
religiosa, social y sexual que pesaba sobre ellas, fueron
ocupando en la institución freudiana un lugar
legítimamente suyo, convirtiéndose en
médicas o psicoanalistas, y sobre todo psicoanalistas de
niños. Participaron entonces en la refundición de
la teoría freudiana clásica acerca de la
sexualidad, la diferencia de los sexos y la libido.

A partir de 1905, con la publicación
de sus Tres ensayos de teoría sexual, Sigmund Freud
repensó la cuestión de la sexualidad humana.
Tomando sus modelos de la biología darwiniana, sostuvo la
tesis de un monismo sexual y de una esencia "masculina" de la
libido humana. Esta tesis, basada en la observación
clínica de las teorías sexuales infantiles, no
tenía el propósito de describir la diferencia de
los sexos a partir de la anatomía, ni resolver la
cuestión de la condición femenina en la sociedad
moderna. Desde la perspectiva de la libido única, Freud
sostenía que en el estadio infantil la niña ignora
la existencia de la vagina y le atribuye al clítoris el
papel de un homólogo del pene. En consecuencia, tiene la
impresión de poseer un ridículo órgano
castrado.

Para Freud, no debe hablarse de hombre o mujer, sino de
femenino o masculino, ya que en un principio podemos ser
cualquier cosa, pero luego nos decantamos hacia uno u otro lado.
Freud explica como se organiza el complejo de castración
según el sexo. Los destinos o objetivos en uno y otro caso
son distintos, no sólo por la anatomía, sino
también en razón de las representaciones ligadas a
ella. En la pubertad, la existencia de la vagina se pone de
manifiesto para los dos sexos: el varón ve en la
penetración un objetivo de su sexualidad, mientras que la
niña reprime su sexualidad clitorídea. Pero antes,
cuando el varón advierte que la niña es distinta,
interpreta la ausencia del pene como una amenaza de
castración para él mismo. En el momento del
complejo de Edipo, se desprende de la madre para elegir un objeto
del mismo sexo que ella.

En el caso de la niña, según Freud, su
sexualidad se organiza en torno al falicismo: ella quiere ser un
varón. En el momento del Edipo, desea un hijo del padre, y
este nuevo objeto está investido de valor fálico.
Contrariamente al varón, la niña debe desprenderse
de un objeto de su mismo sexo, la madre, para elegir un objeto de
sexo diferente. En ambos sexos, el apego a la madre es el primer
elemento.

Se advierte por lo tanto que al defender el monismo
sexual, Freud consideraba errónea la afirmación de
la naturaleza instintiva de la sexualidad: a sus ojos no
existían el instinto materno en el sentido estricto, ni la
raza femenina. Es por eso que el hecho que se le llame machista
es extraño, pues según él todos somos
iguales en esencia, solo que nuestra anatomía y
evolución en los estadios determina que luego nos
decantemos hacia lo femenino o lo masculino, por lo que
podría formarse una personalidad contraria al cuerpo. El
problema es que lo que lo determina es el pene o la falta de
él y eso abre las críticas porqué parece
machista, pero a simple vista es lo más fácilmente
apreciable de distinguir puesto que la vagina es menos vistosa.
Si a eso le añadimos la manera en que éste se
expresa, quizás influenciado simplemente por el habla
común, dónde normalmente se utiliza la palabra
hombre para generalizar, tiene sentido la indignación,
pero no hace falta ser muy inteligente para ver que no se trata
de ningún tipo de discriminación, sino una
reducción a los elementos más básicos para
crear una teoría, que aunque no válida, tiene su
razonamiento. Además, no creemos que Freud hubiese tenido
ningún problema es plantear la misma teoría si el
cuerpo humano fuera al revés y fuese la mujer la que
poseyera el pene. Supongo que en ese caso saltarían quejas
hacía su supuesto feminismo y elevación de la
mujer.

Desde la perspectiva freudiana, la existencia de una
libido única no excluye la bisexualidad. Para Freud los
sujetos no tienen una especificidad masculina o femenina, en el
inconsciente hay un monismo sexual, es decir, la diferencia entre
sexos no existe, por lo que la atracción de un sexo sobre
el otro no deriva de una complementariedad. La bisexualidad, que
disuelva la idea misma de una organización de ese tipo,
puede ser femenina cuando la niña queda "soldada" a la
madre al punto de escoger un partenaire del mismo sexo, o
masculina cuando el varón realiza una elección
semejante por negar la castración materna.

A través de este monismo, Freud se inspiraba a la
vez en Galeno (el modelo del sexo único) y en la
biología del siglo XIX, preocupada por establecer una
diferencia radical entre los sexos a partir de la
anatomía.

Esta tesis freudiana de la escuela llamada vienesa fue
respaldada por mujeres, en particular Marie Bonaparte y Helene
Deutsch, Jeanne Lampl-De Groot y Ruth Mack-Brunswick. No
obstante, a partir de la década de 1920, la impugnaron
otras mujeres, de la llamada escuela inglesa: Melanie Klein,
Josine Müller (1884-1930). En 1927, en el Congreso de la
International Psychoanalytical Association (IPA) en Innsbruck,
donde se desarrolló el gran debate sobre el tema. Ernest
Jones les aportó su respaldo en una exposición
titulada "La fase precoz del desarrollo de la sexualidad
femenina". Allí criticó la extravagante
hipótesis freudiana de una ausencia de sensación de
la vagina en la niña. También opuso un dualismo a
la noción de libido única.

Con esta escuela inglesa se relaciona la posición
de Karen Horney, quien en 1926 sostuvo que la supuesta ignorancia
de la vagina era fruto de una represión, y que el apego al
clítoris tenía fines defensivos. De este modo la
escuela inglesa asumió el riesgo de fortalecer la idea de
una naturaleza femenina, es decir, de un diferencialismo
anatómico, mientras que Freud la había en parte
evacuado, corrigiendo el biologismo del siglo XIX mediante el
recurso al modelo del sexo único. De hecho, preconizaba la
no-diferenciación inconsciente de los dos sexos, bajo la
categoría de un único principio masculino y de una
organización edípica en términos
asimétricos.

La teoría de las etapas de Freud también
fue modificada, tanto por Anna Freud, quien profundizó en
la función del yo, como por los teóricos de las
relaciones objetales como Heinz Kohut, Margaret Mahler y la ya
mencionada Melanie Klein, quienes de concentraron en la
relación entre el niño y la
madre.[15]

Heinz Kohut (1913-1981) puso el acento en la
formación del sí mismo nuclear, al que
describió como "el cimiento para convertirse en una
persona independiente, capaz de tomar la iniciativa y de integrar
ambiciones e ideales". Según su visión el yo
nuclear se desarrolla a partir de las relaciones entre el
niño y los llamados "objetos" del yo en el ambiente. Estos
objetos son las personas que desempeñan en nuestra vida
una función tan vital que los infantes creen que forman
parte de ellos mismos.

Por lo general la madre es el principal objeto del yo
para el infante. Kohut propuso que su función es
gratificar no sólo las necesidades físicas del
niño, sino también sus necesidades
psicológicas. Para lograrlo "la madre debe actuar como un
espejo para el niño, reflejando a su hijo un sentido de
unicidad, importancia y grandeza". Al hacerlo, la madre confirma
el sentido de orgullo del pequeño, lo cual se vuelve parte
del yo nuclear. Si la madre rechaza a su hijo reflejando un
sentido de insignificancia, entonces el niño puede
desarrollar culpa o vergüenza. De esta forma, todos los
aspectos del yo adulto, tanto los positivos como los negativos,
se forman a partir de las relaciones iniciales del niño
con los objetos primarios del yo.

En los estudios de Melanie Klein (1882-1960) hay que
relacionar su propia experiencia. Ella fue una hija no deseada
que sintió el rechazo de sus padres y sufría
episodios periódicos de depresión. Además,
se distanció de su hija, también analista, quien la
acusó de interferir en su vida y aseguraba que su hermano,
muerto mientras escalaba una montaña, en realidad se
había suicidado por su mala relación con la madre.
En consecuencia Klein experimento dificultades como hija y como
madre, lo que la llevo en vez de a la desesperación a la
formulación de un sistema de desarrollo de la personalidad
que se concentró en la intensa relación emocional
entre el niño y la madre. Pero a diferencia del
énfasis que Freud ponía en los cinco primeros
años, ella concedía mayor importancia a los cinco o
seis meses de la vida de un niño.

Klein suponía que los bebes nacen con una vida de
fantasía activa que albergaba las representaciones
mentales (imágenes) de los instintos freudianos del ello,
instintos que podían encontrar satisfacción
temporal en la imágenes, es decir, imaginando el objeto
del deseo.

Esas fantasías en la infancia a los que Klein
llamó objetos internos, son reales y vividas porque los
infantes no tienen capacidad para distinguir entre el mundo real
y el de la fantasía. Como resultado, los infantes llegan a
creer que cada frustración, cada oposición a un
instinto, es un ataque personal inflingido por un mundo
hostil.

Al principio los infantes se relacionan sólo con
partes de objetos, de modo que para los bebés el primer
objeto parcial es el pecho materno. El pecho gratifica o deja de
gratificar el instinto del ello, por lo que el niño llega
a juzgarlo como bueno o malo. El mundo del bebé,
representado por ese objeto parcial, es visto entonces como
satisfactorio u hostil. De manera gradual, conforme se expande su
mundo, los infantes se relacionan con objetos enteros más
que con parciales, por ejemplo con la madre como persona y no
únicamente como un pecho.

El infante deriva placer de esta persona como un todo
(la madre) y esto incrementa su confianza en sí mismo y la
capacidad para percibir y relacionarse con otra persona. De esta
forma todas las otras relaciones se desarrollan sobre la
relación objetal básica que empezó con el
pecho materno. Esas experiencias en la infancia dejan otras
imágenes mentales que son almacenadas y conservan su
influencia. La personalidad adulta, en consecuencia, se basa en
la relación formada en los primeros meses de
vida.

La pediatra Margaret Mahler (1897-1985) observó
la relación que se desarrollaba entre el infante y su
madre y se convirtió en psicoanalista para saber
más al respeto. Ella creía que los recién
nacidos no son capaces de distinguir entre ellos y el resto de
objetos que no forman parte de ellos, por lo que perciben a la
madre como parte de si mismos.

Para Mahler el desarrollo del niño de un sentido
separado de sí mismo, o identidad psicológica,
procede a lo largo de tres etapas: autismo normal, simbiosis
normal y separación-individualización. La primera
etapa caracteriza al primer mes de vida. En este tiempo la madre
o el cuidador se ocupan del niño, suponiendo que
están atentos a sus necesidades. El bebé no tiene
que ejercer esfuerzo alguno para satisfacer sus necesidades o ser
sensible a los estímulos externos. Esta etapa normal de
autismo es de narcisismo o ensimismamiento completo.

En la segunda etapa del desarrollo propuesta por Mahler,
la simbiosis normal, que dura hasta los cuatro o cinco meses de
edad, el bebé adquiere consciencia de los objetos que
satisfacen las necesidades, entre los cuales el más
importante es la madre. Cada vez más, el niño debe
enviarles señales o claves al sentir hambre o sed,
incomodidad o placer, de modo que la madre pueda responder de
manera apropiada. El niño reconoce el rostro de la madre y
empieza a hacer distinciones entre él y su madre, entre el
yo y los otros objetos de su entorno

La tercera etapa,
separación-individualización, dura aproximadamente
hasta los tres años y se explica por sí misma.
Ésta incluye el desarrollo de un pleno sentido del yo o
sí mismo. El niño empieza a separarse
psicológicamente de la madre y a formar una identidad
personal. Este yo separado se convierte en la base para el
establecimiento de relaciones saludables con otras personas en la
adultez.

Una semejanza entre las etapas del desarrollo formuladas
y las etapas psicosexuales propuestas por Freud es que ambas
suponen que el grado de éxito con que se avance de una
etapa a la siguiente habrá de influir en el desarrollo
futuro de la personalidad. La diferencia principal es que las
etapas freudianas implican energía y metas sexuales,
mientras que las de Mahler suponen la inversión de
energía psíquica en las relaciones impersonales u
objetales.

Es importante recordar que sin importar cuánto se
hayan desviado de la posición de Freud, los
teóricos de las relaciones objetales en su reconocimiento
de las influencias sociales y ambientales, siguiendo siendo
freudianos en su aproximación básica. Su meta era
extender la teoría freudiana, no reemplazarla. De hecho,
en la mayoría de textos partían de las idea de
Freud para expresar las suyas.

To clarify my argument, some reference to my views
on the early ego seems necessary. I believe that it exists from
the beginning of post-natal life, though in a rudimentary form
and largely lacking coherence. Already at the earliest stage it
performs a Lumber of important functions. It might well that this
early approximates to the unconscious part f the ego postulated
by Freud. Though he did not assume that an ego exists from the
beginning, he attributed to the organism a function which, as I
see it, can only be performed by the ego. The threat of
annihilation by the death instinct within is, in my view. Which
differs from Freud"s on this point- the
primordial.[16]

Pero contrariamente a las tres concepciones tratadas, y
a otras muchas en las que no podemos entrar, en su
organización edípica de la sexualidad femenina,
Freud (y éste fue su principal error según algunos
de sus críticos) pasó por alto todo el
ámbito de las relaciones arcaicas con la madre.

Partes: 1, 2

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