Las expresiones líricas en Cuba y su contribución a la identidad cultural (página 2)
La rapidez con que se trabajaba en el orden cultural
propició que la Sociedad Filarmónica, haciendo
suyas ansiedades públicas de las familias bayamesas,
promoviera la inauguración, el 5 de agosto de 1840, de una
academia de música arreglada a todo instrumento y solfeo,
la que tuvo como director y profesor al músico Antonio
Núñez.[23]Esta academia
formó, política y artísticamente, a toda una
generación de músicos bayameses con conocimientos
de las mejores corrientes musicales cubanas y europeas de la
época, contribuyendo a que se crearan agrupaciones
musicales que amenizaban los bailes en la Sociedad
Filarmónica, el teatro Bayamo, plazas, casas y reuniones
sociales.
Fue justamente esta institución el espacio desde
donde Manuel Muñoz Cedeño se insertó en la
vida musical bayamesa, desempeñando el cargo de Maestro de
Capilla de la iglesia parroquial. Su valía como
músico y su identificación patriótica, le
permitieron convertirse en instrumentista, arreglista y director
en la interpretación del himno de Perucho Figueredo,
también dirigió el coro de 12 señoritas que
cantó por primera vez el himno en el acto de jura y
bendición de la bandera de Carlos Manuel de
Céspedes.
Los más distinguidos intelectuales bayameses:
Carlos Manuel de Céspedes, José Fornaris Francisco
Maceo Osorio, José Joaquín Palma, Pedro Figueredo,
José María Izaguirre, Lucas y Francisco del
Castillo, Francisco Vicente Aguilera, Ignacio Martínez
Valdés, Eligio Izaguirre, Eugenio Eduardo y muchos otros,
después de diplomarse en los mejores colegios de la
capital cubana, Estados Unidos y Europa, encontraron espacio en
la Sociedad Filarmónica insertándose de manera
activa en la vida cultural de la ciudad en general, y de modo
particular en la poesía, la narrativa, la música,
el teatro y la pedagogía. El foco de interés de
esta pléyade de ilustrados no se ciñó
sólo al ámbito artístico-literario, sino que
abarcó la compleja problemática cubana, determinada
por la oprobiosa dominación colonial. En este ambiente
cultural, artístico y profesional que fomentaban, se
respiraba el anhelo libertario de alcanzar la prosperidad general
de Cuba por la vía de la independencia
nacional.
En 1849, determinadas condiciones constructivas adversas
decretaron el cierre de la Sociedad Filarmónica Isabel
Segunda. Su sucesora, la Sociedad Filarmónica Cubana se
inauguró el 24 de febrero de 1851,[24]la
cual heredó el local, muebles y enseres del anterior. Esta
sociedad era sustentada por suscripción de sus socios y se
dividió en cinco sesiones: Literatura, Declamación,
Canto, Música y Baile, además contaba con un
gabinete de lectura y una biblioteca con obras donadas por los
socios, así como áreas para juegos de ajedrez,
dominó, tresillo y lotería.
Esta sociedad se convirtió en el alma de la
cultura bayamesa y en un importante centro de promoción de
la ciencia, el arte y los valores ciudadanos, fijadores estos de
conciencia patriótica. A partir de entonces, Bayamo
comenzó a vivir un renacimiento cultural que se
desarrolló en torno a la Sociedad Filarmónica.
Entre 1851 y 1855, Carlos Manuel de Céspedes escribe la
mayor parte de sus poemas, algunos de los cuales se publicaron en
"El Orden", de Santiago de Cuba y en la "Prensa de la
Habana".
José Fornaris daba a la luz los "Cantos del
Siboney", un tomo en versos publicados en la imprenta "El tiempo
de la Habana", en 1855, y convertido en el primer "best seller"
de la literatura cubana. José María Izaguirre
escribe cuentos de alto valor poético e instructivo que
recogen tradiciones de Bayamo, entre ellos "Los jigues", "La Cruz
Verde", así como la obra didáctica "El Narrador
Bayamés", un librito impreso en Santiago de Cuba en 1854.
Se incorpora a este renacer Tristán de Jesús
Medina, con el relato "Un Joven Alemán", y la novelita
"Una lágrima y una gota de rocío", publicados en
1852 y 1855 respectivamente. Así mismo Eligio Izaguirre
publica sus poemas en "El Orden", de Santiago de Cuba y en el
"Correo de la Habana".
En la flamante imprenta local establecida en 1855,
Francisco Murtra editó en 1856, con la asesoría de
José María Izaguirre, Crónica y Tradiciones
de San Salvador de Bayamo, de Francisco María Fajardo, un
verdadero libro de casi 150 páginas y José
Joaquín Palma da a conocer una breve colección de
poesías de varios jóvenes bayameses impresas en
1862. Al año siguiente Ursula Céspedes de
Escanaverino publicaría en Santiago de Cuba, con
prólogo de Carlos Manuel de Céspedes, el volumen de
versos "Ecos de la Selva". La lectura y comentarios de estos
libros contribuyeron a formar en importantes sectores de la
sociedad bayamesa de la época una moral cívica,
revolucionaria y emancipadora, que fomentó la conciencia,
el respeto mutuo y la solidaridad.
La élite de bayameses ilustrados, miembros de la
Sociedad Filarmónica, convencidos de que el periodismo era
una vía importante para la difusión de sus ideas,
priorizaron la edición de periódicos. Así,
en 1850, Eusebio Pérez solicitó autorización
para establecer en la ciudad una imprenta y un periódico,
la cual le fue denegada. Cinco años después, en
1855, Francisco Murtra logró dicho objetivo y
publicó entre mayo de 1856 y febrero de 1857 el
Boletín Bayamo.[25]Para dar continuidad al
proyecto inicial, Juan Bautista Mendieta solicita permiso el 12
de marzo de 1857 para continuar editando dicha publicación
a la cual el 28 de agosto de 1857 se le cambió el nombre
por el de la Regeneración de Bayamo, ahora propiedad de
Juan Bautista Mendieta, Francisco Vicente Aguilera y Bernardo
Figueredo, quienes le compran el nombramiento de editor a Murtra
cuando este se retira. El nuevo diario difiere de su antecesor en
estructura, contenido y objetivos.
En 1860, el poeta y músico Pedro Figueredo
Cisneros fundó el periódico La Filarmónica.
En un artículo publicado por Carlos Manuel de
Céspedes en el Boletín Bayamo, haciendo elogios de
esa publicación y de su editor expresa:
(…) y creemos que el Boletín tiene un
derecho indescriptible a los trabajos de
Saco, Figueredo, Castillo, Izaguirre y Fornaris, y
sobre todo de la dulce y espi-
Ritual Ursula, la calandria bayamesa. Alto honor le
cabe hoy al editor del Boletín
Por haber correspondido así al anhelo de todo
un pueblo… su heroico sacrificio
merece la inmortalidad, porque sacrificio y no otra
cosa debe llamarse su empre-
sa. …es la inspiración de Dios en un
alma noble dirigida a la felicidad de un pueblo.
Bayamo, juez, debe pagarle con abnegación
protegiendo y amándole, como si fue ra uno de sus
fundadores. (…)[26]
Esta sociedad, que desde sus inicios incidió en
la vida artística, cultural y social del Bayamo colonial,
entre otras cosas, concibió que la educación
debía ser una tarea de todos, prescribiendo la
participación de la familia, los maestros y el Estado, tal
y como lo explica José María Izaguirre, el 24 de
julio de 1857, en su discurso de apertura de la escuela Santa
Teresa. Al considerar que no solo la familia y la escuela
representada en el maestro eran esenciales, sino la
participación del estado, Izaguirre estaba en concordancia
con los principios pedagógicos más avanzados de la
segunda mitad del siglo XIX.
La Sociedad Filarmónica se convirtió en un
centro de formación patriótica y de desafío
a las autoridades coloniales y lugar para expresar a
través de las diversas manifestaciones culturales los
sentimientos, aspiraciones y planes para eliminar el sistema
colonial español. Uno de los modos que usaron los
intelectuales revolucionarios, miembros de la Sociedad La
Filarmónica, a partir del año 1851, para criticar
el despotismo y enfrentar la prepotencia de los gobernantes
españoles. Se narra que la persecución
política a los poetas bayameses del período que nos
ocupa era patente y se mostró, cuando por venganza, fueron
invitados a tres de ellos, Carlos Manuel de Céspedes,
José Fornaris y Lucas del Castillo, a una festividad real
que tendría lugar en la Filarmónica el 12 de
febrero de 1852. Siendo clara la intención del gobernante
español, la ausencia podría ser juzgada como
desafecto a la corona y acudir era un reto impredecible. Ya en el
acto mismo al ser invitados a improvisar versos, los de Fornaris
soslayaron los motivos de la cita, los de Lucas y Céspedes
resultaron explosivos y llenos del ardor
patriótico.
Esa misma noche, los tres poetas fueron detenidos,
acusados de improvisar versos que injuriaban el decoro del
gobierno y a los españoles. Fueron encerrados por cinco
días en el Castillo del Morro, en Santiago de Cuba, y
luego llevados a Palma Soriano por unos 40 días. El 20 de
noviembre de 1853, en un baile efectuado en la
Filarmónica, fue mutilado con un cuchillo el rostro de un
retrato de Isabel Segunda que el Ayuntamiento había
prestado a la sociedad para adornar el salón, pues
precisamente se festejaba el natalicio de la reina. Esto dio
lugar a que se abriera un expediente con una relación
nominal de los individuos de la ciudad mandados a vigilar por
sospechosos de infidelidad al gobierno español. En
él se relacionaron todos los bayameses que se
suponían eran desafectos a España, con algunos
detalles de su vida. Encabezaban la lista Carlos Manuel de
Céspedes, José Fornaris y Lucas del Castillo, le
seguían Pedro Figueredo, Esteban Estrada, Eugenio Eduardo,
Francisco del Castillo, Fermín Zayas, Venturo Nubiola y
Pedro Yero.[27]
En 1855, varios miembros de la Sociedad
Filarmónica, proyectaron apoderarse de Bayamo y
Manzanillo. Al no lograrlo, se planeó que algunos
implicados entrasen en los campos de milicias y voluntarios
españoles. Así lo hizo Francisco Vicente Aguilera,
quien en 1857 ostentaba el grado de capitán.
En 1859 José María Izaguirre, maestro de
la juventud bayamesa, fue arrestado por órdenes del
gobernador militar de Bayamo, acusado de pronunciar versos
patrióticos en los salones de la Sociedad
Filarmónica.
En julio de 1868, en franco desafío a las
autoridades coloniales, se escucharon por primera vez en el
paraninfo de la Sociedad Filarmónica, en presencia del
Teniente Gobernador de Bayamo Teniente Coronel Julián
Udaeta, las notas del himno guerrero de Perucho Figueredo. Esta
vanguardia cultural paulatinamente enriqueció su
misión social al constituirse también en vanguardia
política al proponer alcanzar la prosperidad general de
Cuba por la vía de la independencia nacional. Así,
el 10 de octubre de 1868, desde el ingenio "La Demajagua", dio el
grito de "libertad o muerte" y de abolición de la
esclavitud.
Conclusión
Al realizar una panorámica general de las
expresiones líricas, el propio Dr. Jorge Ibarra Cuesta se
plantea que: (…) "¿Puede la poesía reflejar
la sensibilidad de una época? ¿Puede tomarse la
lírica, en tanto reflejo del mundo interior del hombre,
como objeto del conocimiento histórico? Ninguna otra
manifestación del espíritu se coloca de manera tan
radical en el centro del individuo, y, sin embargo, ninguna otra
pretende de manera tan absoluta significar la sensibilidad de una
época." (…)[28]
El proyecto poético no puede concebirse, por lo
tanto, como una forma más de autoexpresión. La
contradicción radica en que el poeta, al expresar las
vivencias típicas, no parte tan solo de sus vivencias
personales, sino de aquellas que son comunes a muchos hombres.
Tanto su vivencia personal como la vivencia colectiva, han sido
experimentadas en el alma del poeta como una vivencia propia. Su
manera de identificarse con otros hombres consiste en
exteriorizar emociones que no les son privativas a él. La
lírica puede mostrar también un amplio cuadro de la
vida humana.[29]
De ahí, que la poesía de una época
determinada deba dar cuenta del estado espiritual del hombre, de
sus aspiraciones más profundas y de sus inquietudes
más acuciantes. Estas aspiraciones e inquietudes son las
de los contemporáneos del poeta. Una de las principales
funciones de la poesía ha sido la de significar las
maneras de sentir prevalecientes en un período
histórico dado. Es por eso que no se le puede reprochar al
historiador o al sociólogo de la cultura que acuda a esa
fuente con la finalidad de conocer las actitudes emocionales
dominantes del pasado. Asimismo, quizás se pueda encontrar
en el poeta que se propuso de manera deliberada significar el
alma nacional, algunos de los rasgos espirituales de la
psicología colectiva de este período
histórico.
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Autor:
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[1] J. Martí. Ensayos sobre arte y
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[2] Diccionario Enciclopédico
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[3] Alexander Ruiz Beltrán.
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necesarias”, p.8. inédito.
[4] J. Manuel Poveda. Órbita de
José Manuel Poveda. Recopilación y Prólogo
de Alberto Rocasolano. La Habana, 1975, pp.89-90.
[5] J. M. Carbonell. Breve reseña de
la poesía lírica en Cuba, desde 1608
hasta…. La Habana. Imp. El siglo XX. 1928, p.7-146.
[6] J. María Chacón y Calvo.
Los orígenes de la poesía en Cuba. La Habana.
Imp. El siglo XX. 1913. p.46.
[7] R. Esténger. Trayecto de la
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[10] L. Campuzano. Visión de la Isla.
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[11] A. López Prieto. La poesía
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[12] S. Bueno. Contorno del Modernismo en
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[13] E. Carilla. El romanticismo en la
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[14] A. Hauser. Historia Social de la
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[15] Colectivo de Autores. Español
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[16] Diccionario de la literatura cubana.
Instituto de literatura y lingüística de la
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[17] Ídem, p. 925.
[18] J. Le Riverend El indigenismo en la
historia de las ideas cubanas, en Islas. Santa Clara. La
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[19] Ídem, p.54.
[20] Ídem, p.55.
[21] Ídem, p.55-62.
[22] Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo
escribieron: “El día 24 de febrero del año
1851 quedó constituida la Sociedad Filarmónica de
Bayamo con Pedro Figueredo de presidente y Carlos Manuel de
Céspedes como secretario. Fue inaugurada el día 2
de marzo”. Fernando Figueredo y Hortensia Pichardo.
Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, p.25. Esta
afirmación fue tomada de El Redacto, marzo 2 de 1851.
Parece que ambos investigadores no se percataron que a
continuación dice: “El día 4 se dará
el primer baile de la nueva sociedad que se ha situado en la
misma casa que antes estuvo”. Existen evidencias
documentales en los periódicos “El
Redactor”, el “Diario de la Habana” y
“El Avisador del Comercio”, que corroboran esa
afirmación. En Bayamo existía una Sociedad
Filarmónica anterior al mes de mayo de 1840.
[23] AHP Bayamo, Protocolos del escribano
Rafael Pacheco, leg. 71. No.131.
[24] El Redactor, febrero 24 de 1851,
Santiago de Cuba.
[25] ANC. Fondo Gobierno Superior Civil, leg.
670, exp. 21566.
[26] Emilio Bacardí Moreou:
“Crónicas de Santiago de Cuba, tipografía
Arroyo y Hermanos, T.3.p, 187.
[27] AHN. Asuntos políticos, leg. 48,
No.38.
[28] J. Ibarra Cuesta. Un análisis
psicosocial del cubano (1898-1925). La Habana, Editorial de
Ciencias Sociales, 1985, p.27, 28.
[29] A. I. Burov. El objeto específico
del arte, en Adolfo Sánchez Vázquez,
Estética y Marxismo. México, 1970. p.191
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