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Fundamentos sociopolíticos del desarrollo sustentable. Estructuras, Dimensiones y Barreras (página 5)




Enviado por Cruz García Lirios



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

La aproximación socio cognitiva ha demostrado que
la variable de percepción ambiental determina el
comportamiento humano. Así lo sostienen tres estudios
relevantes.

El primero llevado a cabo por Hernández,
Landazuri, Silva y Terán (2000) con una muestra aleatoria
de 981 estudiantes, académicos y administrativos de la
UNAM campus Iztacala en 1995, estructuraron, a través de
un análisis de contenido y una chi cuadrada, la diferencia
entre proporciones de datos no paramétricos, seis
categorías: (1) Imagen e identidad institucional, (2)
ambiente físico y construido, (3) Residuos sólidos,
(4) Residuos peligrosos, (5) Manejo de energía
eléctrica y (6) Formación ambiental.
Posteriormente, en 1998 con otra muestra estratificada de 466, la
imagen del campus, los residuos sólidos y la
formación ambiental seguían siendo los principales
problemas.

Un segundo estudio efectuado por Cadena (2004) con una
muestra de 185 residentes del municipio de Nopala en Hidalgo,
demostró que las personas perciben a la basura como
materia inerte.

Un tercer estudio elaborado por Mercado y López
(2004) al realizar un análisis mediante escalamiento
multidimensional, encontraron una similitud entre los conceptos
casa y hogar, concluyen, en torno a dichos conceptos, que existen
aspectos importantes tales como acogimiento, descanso y
comodidad. Además implican un lugar de limpieza,
alimentación y consecuente, convivencia. A partir de estos
hallazgos es pertinente la pregunta ¿En qué medida
el recurso agua contribuye a la percepción ambiental del
hogar como escenario de limpieza y relajamiento? ¿A mayor
limpieza mayor percepción de necesidad de agua? ¿A
mayor percepción de necesidad de agua mayor
consumo?

La percepción de control también ha sido
incluida en modelos teóricos. El hecho de que las personas
traten de establecer un autocontrol o control sobre lo que les
sucede, hace importante a esta variable en un modelo que trata de
explicar la falta de agua generada por fugas controlables si son
residenciales.

Sólo un estudio demuestra la importancia
mediadora de la percepción. Rhodes y Cournella (2003) con
una muestra de 300 estudiantes y 272 sobrevivientes de
cáncer en Estados Unidos, demostraron que la
Percepción de Control) determina a través de la
Intención al comportamiento (( = .81; p <
.05).

La percepción de riesgos ha sido medida a partir
de dos modelos que se fundamentan en factores afectivos y
cognitivos predictores de la reacción
intersubjetiva.

El Modelo de Percepción de Riesgos, fundamentado
por el factor afectivo, que implica la representación
implícita de una realidad construida con base en aciertos
y errores de decisión e intuiciones automáticas
como miedo y ansiedad.

El Modelo de la Utilidad Esperada, que se basa en el
factor cognitivo y que incluye representaciones explicitas de
control y juicios de toma de decisión, cálculos de
probabilidad, lógica formal y maximización de la
utilidad esperada.

A partir de ambos modelos, Basar (2000) estructura el
concepto "riesgos" en los siguientes tópicos:

Riesgos. Tecnológicos y
financieros.

Evaluación de riesgos.
Diagnóstico de probabilidad en torno a la magnitud e
impacto de los riesgos.

Reacción ínter subjetiva hacia los
riesgos
. Diagnóstico de percepciones, creencias y
actitudes hacia los riesgos.

Comunicación de riesgos. Difusión
del diagnóstico de las evaluaciones y reacciones
ínter subjetivas hacia los riesgos para intervenir;
prevenir y/o manejar las situaciones de riesgos.

Aceptación de riesgos.
Diagnóstico de altas expectativas de beneficios y baja
intensidad de riesgos.

Manejo de riesgos. Intervención de las
instituciones para controlar la magnitud e impacto de las
situaciones de riesgos en las comunidades.

Este proceso ha sido diagnosticado, explorado, descrito
y explicado (1) socio culturalmente, en la que
antropólogos y sociólogos exploran la
construcción social de los riesgos en culturas
individualistas y colectivistas; (2)
axiomáticamente, en la que físicos,
químicos, biólogos y economistas describen la
magnitud e impacto de los riesgos en sistemas organizados, y (3)
psico métricamente, en la que esencialmente son
los psicólogos quienes explican la reacción
ínter subjetiva; la percepción, las creencias y las
actitudes hacia los riesgos.

De este modo, la percepción de riesgos incluye
cuatro dimensiones:

  • Exposición involuntaria al riesgo.

  • Percepción de ausencia de control
    interno.

  • Incertidumbre en torno a las consecuencias de la
    exposición al riesgo.

  • Escepticismo a la información generada por
    instituciones de protección civil.

En este sentido, la percepción hacia situaciones
de riesgos se representa explícitamente a partir de
experiencias e información no experimentada. Por
consiguiente, implica indicación de peligro,
prevención, contingencia, manejo y protección;
expectación que determina una acción, y
reacción de solución rápida.

La percepción de riesgos se puede definir como
una acción inmediata y simplificada ante peligros e
incertidumbres y determina juicios, decisiones y
conductas.

El estudio de Ibarra, Inda, Fernández y
Báez (2000) fundamenta esta definición, con una
muestra de 261 habitantes cubanos, demostraron que un miembro de
una generación consecuente (hijo) determina directa,
positiva y significativamente (( = 10.26; p = .000) la
percepción de riesgos de una familia que vive en un barrio
insalubre. Además, Urbina (2004) con una muestra de 1859
habitantes, concluye que tanto la contaminación del agua
como la escasez de agua son percibidas como riesgos tanto en
habitantes no expertos como expertos que evalúan
objetivamente los riesgos.

Debido a que la percepción de riesgos es una
variable que conceptualmente es mediadora de los efectos de un
evento sobre el comportamiento humano, al no haber sido modelada
como tal y demostrada empíricamente esta función,
denota una incongruencia desfavorable para los objetivos del
presente estudio. Por lo tanto, esta variable no será
incluida en el modelo teórico que se fundamentará
más adelante.

Las consecuencias sociales percibidas tratan de explicar
qué es lo que lleva a las personas a realizar una conducta
considerando los efectos de sus acciones tanto favorables como
desfavorables hacia el medio ambiente, así como su
inacción o falta de participación en la
solución de las problemáticas ambientales en un
ámbito local. Siguiendo esta definición,
sólo un estudio es relevante. Joireman, Lasane, Bennett,
Richards y Salaimani (2001) con una muestra de 191 estudiantes
norteamericanos demostraron que las Consecuencias Sociales
Percibidas determinan directa, positiva y significativamente (( =
.52; p < .01) la Intención Pro ambiental. Debido a que
esta variable pone un énfasis en las consecuencias que
afectarán más al medio ambiente que a un grupo
humano, se tiene que excluir en el modelo del presente
estudio.

En resumen, la percepción ambiental es el proceso
socio cognitivo a partir del cual la percepción de
control, la percepción de riesgos y las consecuencias
sociales percibidas se fundamentan. Debido a que la
prevención de fugas es uno de los objetivos del presente
estudio, se ha elegido a la percepción de control como
variable mediadora de los efectos de la insalubridad del agua
sobre la prevención observada de fugas. Es decir, se
espera que las personas perciban una alta facilidad al momento de
cambiar empaques, llaves y refacciones.

Creencias

Las creencias son variables que se anteponen a los
conocimientos. Obregón y Zaragoza (2000) plantean que la
parte instrumental de las creencias se relaciona directa,
positiva y significativamente con el comportamiento observado. En
contraste, las creencias simbólicas inciden en un
comportamiento verbalizado. Esta discrepancia entre lo que se
cree, se dice y se hace, deriva del sistema que a
continuación se expone.

Las creencias ambientales son planteadas como un sistema
desorientador (Paradigma Social Dominante, Paradigma de la
Excepción Humana, Antropocentrismo, Materialismo,
Progresismo y Utilitarismo) y como un sistema orientador (Nuevo
Paradigma Ambiental, Conservadurismo, Ecocentrismo, Naturalismo y
Austeridad) de los comportamientos humanos hacia la
protección del medio ambiente.

Las creencias Incluyen cuatro dimensiones
teóricas.

  • Límites al crecimiento inevitable.

  • Importancia del equilibrio
    ecológico.

  • Desarrollo Sustentable necesario.

  • Revisión de las nociones
    antropocéntricas.

De este modo el Paradigma de la Excepción Humana
es el antecedente del NPA al contrastarla con las creencias de
que los seres humanos y su Crecimiento Económico
están exentos de las leyes de la naturaleza y por lo tanto
dicho crecimiento esta determinado por el avance
tecnológico.

Las creencias en torno a la supremacía de las
necesidades humanas sobre los procesos de la naturaleza, la
consecuente concepción del equilibrio o desequilibrio de
las necesidades humanas con los procesos de la naturaleza y
consiguiente crecimiento económico ilimitado o limitado,
se presentan con un grado diferente ínter cultural,
económica y generacionalmente (Hernández, Corral,
Hess y Suárez, 2001).

Respecto a su función mediadora, destacan tres
estudios, en los cuales implican a las creencias ambientales como
transmisoras de efectos indirectos.

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Sin embargo, a pesar de haber realizado el estudio en
comunidades marginadas, estos autores no consideraron el abasto
irregular e insalubre de agua en el que viven dichas
entidades.

En contraste, las creencias estructuradas como
antropocéntricas, ecocéntricas y
tecnocéntricas, resultan pertinentes para predecir el
ahorro de agua y la prevención de fugas. Modeladas como
variables transmisoras de los efectos del desabasto e
insalubridad del agua, las creencias enfatizan dicha
situación y más aún, orientan los posibles
efectos. Por lo tanto, los tres tipos de creencias se incluyen en
el modelo teórico.

Actitudes

La relación actitud ( comportamiento esta en
función del grado de proximidad e involucramiento del
evaluador con el objeto. Por lo tanto, la fuerza de
asociación actitud–comportamiento será alta
cuando hay información y conocimiento previo. Esto implica
tres componentes de la actitud. En el componente cognitivo el
evaluador debe tener un conocimiento amplio y detallado del
objeto. En el afectivo, el evaluador debe haber experimentado
positiva o negativamente al objeto. Finalmente, en el conductual
el conocimiento y la experiencia determinan tanto una proximidad
como un involucramiento gradual en el que se gesta la
intención de llevar a cabo una conducta en torno al objeto
evaluado.

Dichos componentes representan la estructura de una
actitud. La actitud se activa a partir de las asociaciones entre
creencias y atribuciones en torno a los resultados deseables e
indeseables de objetos o eventos, es bipolar al reflejar la
coexistencia de positivas y negativas disposiciones hacia un
objeto, dichas asociaciones orientan juicios, decisiones y
conductas que facilitan la adaptación al medio ambiente
(Ajzen, 2001).

La preocupación ambiental es el antecedente de
las actitudes ambientales al plantear que la gente discrimina
entre los ámbitos locales y globales en cuanto a la
ubicación de los problemas ambientales. La
preocupación ambiental puede definirse como un
indicador de una evaluación hacia un contexto
medioambiental global y concreto.
En consecuencia, es una
expresión de las actitudes ambientales

Así lo demuestran dos estudios. En primera
instancia, García–Mira y Guerrero (2000) con una
muestra de 520 estudiantes de la Coruña España,
mediante la técnica de escalamiento multidimensional (se
asume que existe una relación lineal entre las
proximidades y distancias euclidianas dentro del espacio de
estímulos configurado por el conjunto de problemas
ambientales mostrado a los individuos), plantean dos
categorías: global y local para demostrar la
hipótesis de que la gente discrimina entre los
ámbitos locales y globales en cuanto a la ubicación
de los problemas ambientales. Es decir, la preocupación
está más orientada a los ítems de la
categoría global. También realizaron el contraste
entre los problemas de ahora y los que ocurrirán en 50
años. Concluyen que ambas dimensiones (local–global
y persona–entorno) explican el 97.35% de la varianza total.
En segunda instancia, García–Mira y Real (2001a)
plantean que los acuerdos internacionales sobre la
protección medioambiental sólo reflejan una
hipermetropía generada por la lejanía de las
problemáticas e información generalizada. Con una
muestra de 126 trabajadores petroleros en Galicia España,
demostraron mediante análisis de conglomerados y
escalamiento multidimensional que la muestra discrimina entre los
problemas globales y locales (69.77%) así como en los
ámbitos de implicación (13.08%).

De esta forma las actitudes ambientales han sido
definidas y operacionalizadas a partir de evaluaciones ante un
contexto que lleva a las personas a realizar determinadas
conductas favorables o desfavorables hacia ese contexto (De
Castro, 2001).

Por lo tanto las actitudes ambientales pueden definirse
como evaluaciones que organizan intencionalmente un
comportamiento ante eventos determinados.

Son cuatro los estudios que respaldan la pertinencia
mediadora de la actitud.

El primer estudio ejecutado por Corraliza y
Martín (2000) con 420 residentes en Madrid España,
demostraron que las actitudes determinan (R2 = .09; p < .01)
al factor conductual de derroche.

Un segundo estudio elaborado por
García–Mira y Real (2001b) con 520 estudiantes de la
Coruña y Santiago de Compostela España, demostraron
que tanto las actitudes ambientales (evaluaciones de los impactos
significantes o insignificantes de las problemáticas en la
humanidad) como las actitudes domésticas (evaluaciones de
los impactos significantes o insignificantes de las
problemáticas en la familia y en la vida personal),
explican el 48% de la varianza de la intención
conductual.

Un tercer estudio finiquitado por
Martinportugués, Canto, García e Hidalgo (2002) con
una muestra de 1516 alumnos de secundaria en Málaga
España, demostraron que las actitudes ambientales en
comparación a las actitudes domésticas, son mejores
predictoras del ahorro domestico de agua al explicar 13.9% de su
varianza.

Un cuarto estudio efectuado por Guevara y
Rodríguez (2002) con una muestra de 343 residentes de los
municipios de Apizaco y Huamantla en Tlaxcala México,
demostraron que los residentes tienen una tendencia a responder
positiva y homogéneamente hacia la separación de
basura y los servicios de recolección.

Las actitudes al ser sistemas organizadores y
transmisores de una situación ecológica que afecta
indirectamente al comportamiento humano, son una variable
importante en el esquema de relaciones causales. Por lo tanto
esta variable se incluye y modela en el presente
estudio.

Motivos

Esencialmente, los motivos ecológicos son las
razones que tienen las personas para llevar a cabo un
comportamiento determinado ante una problemática de abasto
irregular de recursos naturales.

La motivación ecológica puede ser
extrínseca como la maximización de beneficios
esperados por conservar los recursos naturales y puede ser
intrínseca como la maximización de satisfacciones
por conservar el recurso que se divide en dos
factores.

Frugalidad. Necesidad de eficiencia en el uso prudente
de recursos y evitación de desechos.

Altruismo. Financiamiento y promoción de la
conducta de consumo limitado de los recursos
naturales.

Estos tópicos permiten definir los motivos
ecológicos como las razones extrínsecas e
intrínsecas para consumir en menor grado productos o
servicios
.

Seis investigaciones describen a los motivos como
mediadores entre una variable situacional exógena y una
variable dependiente.

La primer investigación realizada por Corral
(2001a) con una muestra de 280 habitantes de Ciudad
Obregón Sonora, demostró que el ahorro de agua
observado esta determinado por los motivos para ahorrar agua (R2
= .22 ).

Una segunda investigación elaborada por Corral y
Encinas, (2001) con 100 amas de casa en Hermosillo, Sonora,
demostraron en un modelo estructural (X2 = 48.1; 42 gl; p =.24;
IBANN = .88; IAC = .92) que los motivos predicen (R2=52) el
reciclaje de papel.

En una tercera investigación, Corral (2002c) con
195 residentes de Hermosillo Sonora, demostró en un modelo
estructural (X2 = 249,7; 103gl; p < .001; IANN = 0,91; IAC =
0,93; GFI = 1,0; AGFI = .91; RQQMEA = 0,04) que los motivos para
reutilizar ropa, cajas, vidrio y periódico son indicadores
(R2 =.65, .62, .75 y .59 respectivamente) y predictores de la
reutilización (R2 =.64).

Una cuarta investigación llevada a cabo por
Bustos, Flores y Andrade (2002) con una muestra conformada por
202 habitantes de Nezahualcóyotl y Chimalhuacan en el
Estado de México y el Distrito federal, demostró
que los motivos predicen el aseo personal (R2 =.16).

Una quinta investigación desarrollada por Corral
(2003c) con 200 habitantes de hermosillo, Sonora, demostró
a través de una regresión lineal múltiple
que tanto la reutilización de vidrio, periódico,
ropa y acero, así como el reciclaje de periódico,
ropa y papel están explicados (R2 = .19, .08, .15, .20,
.23, .19 y .04 respectivamente) por los motivos.

Finalmente, en una sexta investigación publicada
un año más tarde, Bustos, Flores, Barrientos y
Martínez (2004) con una muestra de 210 residentes de la
ZMVM, demostraron mediante un modelo de trayectorias (X2 = 335.7;
16 gl; p = .000; NFI = .93) que los motivos de protección
socio ambiental predicen directa, positiva y significativamente
(( = .67) el ahorro de agua en el aseo personal. En un segundo
modelo (X2 = 78.7; 7 gl; p = .000; NFI = .98) también
predecía (( = .29) la limpieza general.

Teóricamente, existen razones que llevan a las
personas a realizar acciones favorables al medio ambiente.
Empíricamente, se puede observar que los motivos
ecológicos son la variable que más ha determinado
al comportamiento humano. En consecuencia, su inclusión en
el modelo teórico, es fundamental.

Conocimientos

Los conocimientos ecológicas han sido definidos
como aseveraciones verificables en torno a información
relacionada con la conservación del medio ambiente.
Sólo dos estudios respaldan su inclusión en el
modelo. En primera instancia, Acosta y Montero (2001) con 30
estudiantes en la Ciudad de México, demostraron que la
conducta ambiental responsable está asociada (R = .45; p
< .05) con el índice de habilidades y conocimientos de
la acción ambiental. En segunda instancia, Cottrell (2003)
con una muestra de 713 encuestas por correo electrónico
elegidos aleatoriamente a partir de la base de datos
proporcionados por la Asociación de Comercio Marino de
Maryland (Maryland Marine Trades Asociation: MMTA),
demostró que los conocimientos de asuntos ambientales
determinan directa, positiva y significativamente

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a la responsabilidad general del comportamiento
medioambiental.

A pesar de la escasa evidencia empírica, los
conocimientos ecológicos son un variable que puede
transmitir los efectos de una situación de abasto
irregular e insalubre de agua. Es decir, las personas que se
enfrentan a una situación marginal desarrollan o
encuentran principios esenciales para purificar el agua. Por lo
tanto, esta variable se incluye en el modelo
teórico.

Competencias

Otra variable importante ha sido las competencias
ecológicas. Durante la década de los setentas fue
conocida como asertividad y en los ochentas como habilidades
sociales. Dicha variable puede ser una variable pertinente en la
explicación del comportamiento sustentable. Implican
acciones necesarias para ahorrar agua a partir de deliberaciones
y normas. Las primeras sugieren un crecimiento económico y
psicológico orientado a sus limites, las segundas indican
un desarrollo comunitario que comparte los recursos naturales
como forma de convivencia y solidaridad. Sin embargo, su
operacionalización ha soslayado su aspecto normativo, en
consecuencia sólo se han medido las formas en que la gente
ahorra el agua.

Se pueden definir a las habilidades como el consumo
de cantidades mínimas de recursos naturales
energéticos
. Así lo corroboran dos
estudios.

El primer estudio efectuado por Corral, (2003b) con 500
residentes de Hermosillo y Ciudad Obregón en Sonora,
demostró en un modelo estructural (X2 = 249,7; 103gl; p
< .001; IANN = 0,91; IAC = .93; GFI = 1; RQQMEA = .04) que
lavar platos, regar plantas y tomar baño de chuveiro son
indicadores (R2 = .58, .57 y .50 respectivamente) de las
habilidades.

Un segundo estudio elaborado por Bustos (2004) con una
muestra de 399 amas de casa de la ZMVM, mediante un modelo
estructural (X2 = 17.17; 13 gl; p = .192; NNFI = .99; RMSEA =
.030) demostró que las creencias de obligación de
ahorrar agua inciden directa y positivamente sobre las
habilidades efectivas (( = .21). A su vez, las habilidades
efectivas determinan (( = .31) el comportamiento pro ambiental
(aseo personal y la preparación de alimentos).

Las habilidades han sido consideradas como predictores
de comportamientos a partir de la preposición: Si una
actividad es realizada eficientemente entonces se
obtendrán resultados eficaces. Sucede que no siempre
ocurre este silogismo porque una persona puede almacenar,
dosificar, realmacenar y reutilizar el agua potable en primera
instancia y jabonosa en un segundo momento, sin embargo este
proceso no necesariamente nos lleva a la solución de
necesidades básicas tales como bañarse, lavar
trastes y ropa porque las personas pueden creer que "alguien" o
"algo" queda limpio sólo si utilizan mucha agua potable en
proporción a determinados minutos, soslayando la
reutilización de agua para enjabonar los trastes o la
ropa.

Por lo tanto, las competencias ecológicas, se
plantean como el desarrollo de sistemas conservacionistas a
partir de problemáticas ambientales y pueden ser definidas
como el crecimiento de habilidades a partir de una
motivación extrínseca en la que los logros y las
compensaciones son sus componentes principales
. Tres
estudios son suficientes para evidenciar la complejidad de esta
variable.

Una primera investigación llevada a cabo por
Corral (2002a) con 200 habitantes de Hermosillo y Ciudad
Obregón Sonora, estableció un modelo estructural
(X2 = 43; 34gl; p = .47; NFI = .95; NNFI = 1; CFI = 1) para
demostrar que regar las plantas, lavar trastes y lavarse los
dientes son indicadores (R2 =.53, .76 y .75 respectivamente) de
las habilidades, las cuales junto con los motivos son indicadores
(R2 =.84) de las competencias proambientales las cuales explican
el ahorro de agua (R2 =.54).

La segunda investigación efectuada por
Orduña y Corral (2002) con 485 habitantes de Hermosillo,
Sonora, estableció un modelo de competencias de ahorro de
agua (X2 = 271.5; 84gl; p < .001; NFÍ = .90; CFI = .93;
RMSEA = .03) para demostrar que los motivos son indicadores (R2
=.15) de las competencias de ahorro de agua. Así mismo,
bañarse, lavar trastes y lavarse los dientes son
indicadores (R2 =.80, .85 y .24 respectivamente) de las
habilidades. Finalmente, las competencias ambientales predicen el
ahorro de agua (R2 = .32).

Una tercera investigación llevada a cabo por
Fraijo, Tapía y Corral (2004) con una muestra de 118
habitantes de las ciudades de Hermosillo y Obregón en
Sonora, realizaron una intervención y posteriormente
aplicaron los instrumentos que miden creencias, conocimientos,
habilidades y motivos. Así mismo registraron el consumo de
agua en minutos. Mediante un modelo estructural (X2 = 479.78; 294
gl; p = .001; NNFI = .91; CFI = .92; RMSEA = .06) demostraron que
el tratamiento tuvo un efecto directo, positivo y significativo
sobre la estructura de las competencias pro ambientales (( =
.98), la cual incluye como indicadores a las creencias, las
habilidades, los conocimientos y los motivos en orden de
importancia. En consecuencia, las competencias tuvieron un efecto
directo, negativo y significativo (( = -.15) sobre el consumo
observado y registrado de agua. Por lo tanto, el programa de
educación ambiental aplicado en esta muestra
contribuyó a un mejor ahorro de agua vía las
competencias pro ambientales.

En síntesis, las competencias ecológicas
son un sistema cognitivo que produce innovaciones para solucionar
problemas específicos. Dicho sistema se ha desarrollado en
regiones donde la disponibilidad de agua es inferior al promedio
global o regional. Precisamente, esa es la importancia de una
variable que muy probablemente podrá observarse en la zona
oriente de Ciudad de México. Es decir, en
comparación con el resto de la ciudad, los habitantes de
la delegación Iztapalapa han estado desarrollando
competencias ecológicas. Por lo tanto, es fundamental
incluir esta variable en el modelo teórico.

Intenciones

Las teorías de acción razonada y
comportamiento planificado plantean que la intención
transmite los efectos de las creencias, actitudes, percepciones y
normas sobre el comportamiento. En consecuencia, la
intención es un elemento que articula a un sistema
cognitivo: razonado, deliberado, planificado y sistemático
que la humanidad ha desarrollado solucionar problemas y
necesidades personales.

En tal sentido, cuatro investigaciones han demostrado la
relación entre variables exógenas, la
intención y el comportamiento.

Amérigo y González (2001) con una muestra
de 184 estudiantes de Madrid, Segovia y Toledo, España
demostraron que los valores egoístas predicen (ß =
.2496; p < .05) a la intención de conducta pro
ambiental mediante la técnica de regresión en pasos
sucesivos.

García–Mira y Real (2001b) con 520
estudiantes de la Coruña y Santiago de Compostela
España, demostraron que tanto las actitudes ambientales
(evaluaciones de los impactos significantes o insignificantes de
las problemáticas en la humanidad) como las actitudes
domésticas (evaluaciones de los impactos significantes o
insignificantes de las problemáticas en la familia y en la
vida personal), explican el 48% de la varianza de la
intención conductual.

Joireman, Lasane, Bennett, Richards y Salaimani (2001)
con una muestra de 191 estudiantes norteamericanos demostraron
que las Consecuencias Sociales Percibidas determinan directa,
positiva y significativamente (( = .52; p < .01) la
Intención Pro ambiental.

Rhodes y Cournella (2003) con una muestra de 300
estudiantes y 272 sobrevivientes de cáncer en Estados
Unidos, demostraron que la Percepción de Control)
determina a través de la Intención al
comportamiento (( = .81; p < .05).

En efecto, una intención directa, positiva y
significativamente puntual es predictora de un comportamiento
específico. Por lo tanto, la intención es una
variable relevante en el modelo de conservación de
agua.

Comportamientos

Como ha demostrado la aproximación socio
cognitiva, los procesos psicológicos son mediadores de los
efectos del crecimiento económico sobre el comportamiento
humano. Es decir, los individuos razonan, planifican y
sistematizan un determinado comportamiento porque creen en la
escasez o abundancia de un recurso natural cuando la
información que tienen al respecto es mínima y
cuando esa información es más amplia llevan a cabo
acciones eficaces porque la evidencia de escasez de un recurso
natural se presenta de tal modo que son plenamente convencidos de
que es necesario reutilizar y reciclar para beneficio de un
ecosistema en el que se esta inmerso. Más aún, la
experiencia de vivir en una situación de escasez de
recursos energéticos y minerales incide indirectamente
sobre el comportamiento humano y dicho efecto es indirecto al ser
mediado por variables psicológicas.

Por lo tanto, las percepciones, creencias, actitudes,
conocimientos, habilidades e Intenciones ecológicas son
pertinentes para explicar conceptualmente al comportamiento
proambiental que implica una serie de acciones razonadas,
planeadas y por tanto intencionales para solucionar problemas a
partir de preservar eficazmente el medio ambiente.

De este modo, Corral, Frías y González
(2003b) con 200 residentes de Hermosillo, Sonora, demostraron que
el ahorro de agua esta fuertemente relacionada (R = 23; p <
.05) con el reciclaje de productos.

Sin embargo, los métodos para medir un mismo
rasgo no han podido correlacionarse positiva y
significativamente. Así lo demuestra el estudio de Varela,
Corral, Guillen, Celaya y Guevara (2000) con una muestra de 45
universitarios de Sonora, en los que utilizaron dos
métodos uno fisiológico (electro miografía)
y otro disposicional de auto reporte (diferencial
semántico) para medir el comportamiento evaluativo
proambiental de reutilización de objetos y sus
motivos.

Además, las mediciones objetivas de abasto de
agua se han incluido en pocos estudios debido al alto costo que
implica observar sistemáticamente la cantidad y calidad de
abasto de agua que llega a las residencias y la
verificación del comportamiento autorreportado por las
personas (Corral, 2002b). Más aún, en zonas
marginadas que no cuentan con el servicio público de agua
potable y obviamente con un medidor, no es posible establecer una
medida objetiva a partir de la cantidad de agua que la CONAGUA
destina a su comunidad. Otro caso es el de las zonas conurbanas
en las que si hay un servicio público de agua potable pero
no cuentan con un medidor. Esta situación es una
consecuencia de la proliferación de predios irregulares
los cuales una vez ocupados o invadidos solo tienen una
conexión improvisada con otra que si esta conectada a la
toma principal.

La mayoría de los estudios que utilizan esta
medición objetiva se realizan en las ciudades de
Hermosillo y Ciudad Obregón Sonora. Mediante el sistema
aleatorio que utiliza el INEGI, se establecen zonas
representativas de estratos económicos medio alto y medio
bajo económicamente y en cuanto a servicios
públicos. Estos estudios han encontrado bajas
correlaciones entre el consumo de agua autorreportado y el uso de
agua observado (Corral, 2003b). Así mismo, se han hallado
altas correlaciones entre el derroche de agua observado al lavar
un automóvil y comportamientos antisociales (Corral,
Frías y González, 2003a). Finalmente, los
utensilios tales como cubetas, botes y tambos son determinantes
para almacenar el agua (Corral, 2003c)

Respecto a la ZMVM, Bustos (2004) ha sugerido que la
medición del grado de abasto de agua debe contar con una
técnica distinta a la del chequeo del medidor de agua o el
recibo. En su investigación encontró diversas
irregularidades tales como casas habitación que no
contaban con medidores. O bien, en algunas colonias del oriente
de la ciudad no se realizaba el pago bimestralmente.

De este modo, se conceptúa a las personas como
consumidores que toman sus decisiones a partir de una determinada
información. Si esta información es
explícitamente pro ambiental, entonces habrá
percepciones, conocimientos, actitudes, motivos, competencias e
intenciones que determinarán conductas eficientes y
eficaces en el ahorro de agua y la prevención de
fugas.

Sin embargo, desde que se propuso el término
economía sustentable en referencia a la tasa de ahorro que
debe ser mayor a la tasa de depreciación combinada con el
capital natural (recursos energéticos y productos
agrícolas) y el capital productivo, se han planteado
sistemas de crecimiento concomitante con los recursos naturales
(sobre todo energéticos y minerales) (Leff,
2004).

De este modo, hay una distinción entre
"crecimiento" y "desarrollo". El primero, sugiere una
compatibilidad con los procesos ambientales que resulta en una
explotación moderada de los recursos naturales. En
contraste, el segundo implica una armonía con la
naturaleza que resulta tanto en el retorno de tradiciones que
respetan el medio ambiente como en nuevas identidades tales como
bioseguridad y bioética para comprender a la naturaleza y
a la humanidad en una sola entidad.

Los estudios en torno a la sustentabilidad han sido
planteados a partir de lo que motiva a la gente, cree, percibe,
evalúa, conoce y lleva a cabo deliberada,
sistemática, optimizada, eficiente, eficazmente e
innovadoramente más en un sentido de protección a
sus descendientes que en un sentido integral de bienestar tanto
de la humanidad como de la naturaleza en sus generaciones
actuales y venideras. Esto implica la explotación de los
recursos naturales en función de las necesidades que una
generación antecedente transmite a una generación
consecuente.

En consecuencia, durante la presente década,
cinco estudios han propuesto al comportamiento
sustentable:

El primer estudio es elaborado por Aragonés,
Raposo e Izureta (2001) con una muestra de 213 estudiantes
españoles establecen mediante un escalamiento
multidimensional 15 aspectos de la definición de
Desarrollo Sostenible en nodos de segundo nivel. El primero
corresponde a la noción de "desarrollo" con 43%, "recurso"
28% y "necesidad" 21%. Posteriormente dividen a los participantes
como simpatizantes de tres partidos identificados de derecha,
izquierda y centro encontrando que los de centro tienen una
identificación con la conservación medioambiental
mientras que los de izquierda y derecha están
indeterminados.

El segundo estudio llevado a cabo por Corral y Pinheiro
(2004) con una muestra de 233 estudiantes en Hermosillo Sonora,
demostraron que la efectividad (reacción eficaz en el
cuidado del medio ambiente), la deliberación (estrategia
para el bienestar social, individual y de los organismos), la
anticipación (plan contingente que se aplicará
inmediatamente o a futuro), la solidaridad (reacción
altruista hacia los seres humanos, especies animales y vegetales)
y la austeridad (forma de transformación y consumo
mínimo de los recursos naturales) son indicadores (R2 =
.66, .69, .43, .33, .58, .29 respectivamente) de la conducta
sustentable en un modelo estructural (X2 = 14.4; 9gl; p = .10;
NNFI = .95, CFI = .97, RMSEA = .05).

El tercer estudio efectuado por Corral, Fraijo,
Frías, González y Pinheiro (2004) con una muestra
de 300 habitantes de la ciudad de Hermosillo Sonora,
seleccionaron 20 reactivos de la escala de propensión al
futuro elaborada por Zimbardo. Dicha selección fue
estructurada en cinco subescalas; presente hedonista, presente
fatalista, pasado positivo, pasado negativo y propensión
al futuro para demostrar que tanto el pasado positivo como
negativo no están relacionados significativamente con el
ahorro de agua.

Monografias.com

Finalmente, el quinto estudio planteado a partir de la
vertebración social definida como redes de entidades e
identidades colectivas es el primer estudio cualitativo en estas
cuestiones en torno a la sustentabilidad (Pol, Guardia, Valera,
Wiesenfeld y Uzell, 2000). Se plantea que la
identificación (diferenciación entre las
necesidades de una comunidad con respecto a otra), la
cohesión (en torno a las necesidades comunes), la
satisfacción (alcance de necesidades prioritarias) y la
apropiación (organización simbólica del
espacio por la interacción entre entidades
transformadoras) determinan la identidad (sentido de pertenencia
a un contexto en el que se han satisfecho gradualmente las
necesidades básicas tales como hábitat y los
servicios públicos) y esta a su vez determina la
sustentabilidad (Jiménez, 2002).

En este sentido, Safa (2000) ha definido las identidades
vecinales como la preservación del lugar de residencia
legítima a partir de la toma de decisiones en el
desarrollo tanto de acciones e innovaciones socio urbanas como de
demandas (preservación, cambio o mejoramiento del entorno)
y sus problemáticas (contaminación, inseguridad y
distribución desigual de bienes y servicios).

Es así como el comportamiento sustentable se
plantea como la preservación del crecimiento
económico, los procesos comunitarios que lo sustentan y la
conservación de los recursos naturales: energéticos
y minerales que le dan relevancia
. Por lo tanto, aproximarse
sustentablemente, implica explicar la preservación
intergeneracional de los recursos naturales y su relación
con la humanidad en función de la preservación de
la estructura económica (principalmente financiera),
ecológica (sustancialmente energética y mineral),
política (seminalmente democrática), social
(necesariamente consumista), cultural (fundamentalmente
antropocéntrica), colectiva (históricamente
afectiva), educativa (específicamente tecnológica),
organizacional (evidentemente empresarial) y comunitaria
(frecuentemente innovadora).

Debido a que las problemáticas seguirán
interconectadas, sólo aspiraremos a retardar sus efectos
moderando y mediando la explotación,
transformación, comercialización,
distribución y consumo de productos y servicios para la
humanidad, así como orientando el empleo y la
educación a tecnologías que garanticen este proceso
en las siguientes generaciones y sus correspondientes
estructuras.

En resumen, el comportamiento sostenible tiene como
principal antecedente al comportamiento proambiental el cual
implicaba un proceso deliberado, planificado y sistemático
que evidenciaba al ambientalismo como el primer movimiento de la
humanidad para evitar la extinción de su habitad.
Precisamente, esa fue la contribución principal del
movimiento ambientalista. Sin embargo, el reciclaje
resultó ser contradictorio con los procesos socio
económicos liberales dominantes. En consecuencia, se
replantearon las premisas del ambientalismo para configurar un
nuevo movimiento mucho más integral y radical: la
sostenibilidad.

La sostenibilidad al plantear el impacto de crecimiento
de una generación antecedente sobre las capacidades de las
generaciones consecuentes, evidenció la esencia de la
humanidad: las futuras generaciones.

Por lo tanto, el comportamiento sostenible es la
variable fundamental del presente modelo
teórico.

Nooney, Woodrum, Hoban & Clifford (2003) con una
muestra de 579 residentes de Carolina del Norte, establecieron
mediante un análisis factorial confirmatorio, un modelo
bifactorial (X2 = 65.4; p = .001; GFI = .99) del Nuevo Paradigma
Ambiental.

En Íbero América, también se ha
establecido la confiabilidad y validez del NPA.

Un estudio elaborado por Amérigo y
González (2001) con una muestra de 184 estudiantes de
Madrid, Segovia y Toledo, España, demostraron una
estructura con seis factores del Nuevo Paradigma Ecológico
mediante el análisis factorial exploratorio con la
técnica de componentes principales, y con ello su
incidencia en el dilema ecológico entre equilibrio
ecológico global versus desarrollo económico y
social (ß = .4964; p < .001).

En el mismo año otro estudio desarrollado por
Hernández, Corral, Hess y Suárez (2001) con una
muestra de 231 estudiantes de las Islas Canarias en España
y 177 estudiantes de Sonora, confiabilizaron las escalas que
miden antropocéntrismo, progresismo y naturalismo con
alfas respectivas de .65, .60 y .71 para demostrar mediante dos
modelos trifactoriales (X2 = 313.2; 284gl; p = .11; IANN = .95;
IAC = .96) y (X2 = 341.8; 279gl; p = .006; IANN = .90; IAC = .91)
que todos los indicadores avalan la similitud de la estructura
trifactorial específica en los estudiantes sonorenses y
canarios. El primer modelo tuvo covarianzas de antropocentrismo
con naturalismo = -.86; antropocentrismo con progresismo = .64;
progresismo con naturalismo = -.35 El segundo tuvo covarianzas de
antropocentrismo con naturalismo = -.46; antropocentrismo con
progreso = .47 Concluyen que no existen diferencias entre las dos
muestras respecto a las creencias naturalistas (F = .202; 1gl; p
= .64). En contraste, en las creencias antropocéntricas y
progresistas si hay diferencias significativas (F = 14.98;
1.339gl: p = .000 y F = 19.311; 1.339gl; p = .0000
respectivamente).

Finalmente, un estudio publicado por San Juan,
Rodríguez y Vergara (2001) con una muestra de 612
residentes de Bilbao España, demostraron la confiabilidad
y validez de los constructos ecocentrismo y antropocentrismo con
alfas respectivas de .69 y .83.

Respecto a las variables de motivos, percepción
de control, intención, y control de fugas fueron
construidos los instrumentos que los midieron a partir de su
definición.

El primero realizado por Corral y Zaragoza (2000) con
una muestra de 200 habitantes de Hermosillo Sonora, establecieron
la confiabilidad del instrumento que mide los motivos de
reutilización con un alfa de .75

El segundo elaborado por Corral (2002a) con una muestra
de 200 habitantes de Ciudad Obregón y Hermosillo Sonora
estableció la confiabilidad del instrumento que mide
motivos de conservación con un alfa de .70 y los motivos
de ahorro con un alfa de .80

El tercero llevado a cabo por Espinosa, Orduña y
Corral (2002) con una muestra de con 485 habitantes de Hermosillo
Sonora, establecieron la confiabilidad del instrumento que mide
la variable de motivos de ahorro con un alfa de .81

El cuarto finiquitado por Corral (2003b) con una muestra
de aleatoria de 500 residentes de Hermosillo y Ciudad
Obregón Sonora estableció la confiabilidad del
instrumento que mide los motivos de conservación con un
alfa de .73

Conclusión

A partir de un análisis de spots se establecen
los valores agregados de los productos y servicios publicitarios.
Así lo demuestra un estudio realizado por Ruiz y Conde
(2002) con una muestra de 305 anuncios estructurados en 18 spots,
transmitidos de enero a junio en las televisoras públicas
de España. Con base en los postulados de probabilidad de
elaboración, los cuales plantean que los mensajes son
procesados en la estructura cognitiva y afectiva de las personas
orientándose en una dirección racional en la
primera y emocional en la segunda, demostraron que el 57% de los
anuncios se dirigen tanto hacia hombres como hacia mujeres, 28%
están destinados al público adulto, 27% a la
familia, 19% a jóvenes y sólo el 1% se dirige
directamente al cuidado del medio ambiente. En efecto, el medio
ambiente es más un valor agregado de un producto en el que
se busca activar emociones más que la reflexión
sobre el deterioro ambiental. De este modo, un producto que en su
proceso de producción y consumo impide el desarrollo
sostenido, es promocionado como una alternativa de
solución ante dicho problema (Cadeville, 2004).

A partir de un análisis de espacios se establecen
las condiciones necesarias para la toma de decisión. Esto
implica (1) mensajes activadores (promteos) en recipientes
cercanos a personas que utilizan papelería en exceso, (2)
información visual, (3) guías de reciclaje y
reutilización, así como (4) información
personalizada. Así lo establecen dos estudios. El primero
llevado a cabo por Guerra, Maestre y Naranjo (2002) con una
muestra de 163 estudiantes de las Islas Canarias en
España, demostraron que los paisajes urbanos son los
más preferidos. El segundo realizado por Bustos, Montero y
Flores (2002) al promocionar la conservación del medio
ambiente en tres fases (A, B y A´) incrementándose
la separación de residuos en las fases B y A´. De
esta forma, la percepción de un problema ambiental es un
proceso socio cognitivo básico desde el cual se interviene
para orientar un comportamiento favorable al medio
ambiente.

A partir de un análisis de contenido y discurso
se establecen las competencias determinantes de la toma de
decisión. Así lo indica la investigación de
Ceballos, Nieves y Batista (2002) con una muestra de 199
estudiantes de primaria y secundaria en Tenerife España,
demostraron que la edad y el nivel educativo determinan la
argumentación de comportamientos pro ambientales que van
de lo simple a lo complejo.

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