Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Historia laboral femenina en la primera mitad del siglo XX




Enviado por adela JORDÁ



Partes: 1, 2

  1. El
    ideal de femineidad
  2. El
    tema del poder
  3. Alianzas intragénero e
    interclase
  4. La
    lucha por la igualdad jurídica y
    cívica
  5. La
    mujer trabajadora durante la época
    peronista
  6. Conclusiones
  7. Bibliografía

Al consolidarse la economía
capitalista, se quiebra la unidad económica familiar
campesina y se establecen dos ámbitos de acción, el
público y el privado, que propicia la división
sexual del trabajo, con connotaciones diferentes a la que
tenía la división sexual del trabajo ya
existente.

Cuando las tareas domésticas y
productivas se realizaban en el mismo espacio o mundo
doméstico, la división sexual del trabajo entre
marido-mujer, hermanos varones y hermanas, no se percibía
como una desigualdad, ni se desvalorizaban las tareas
domésticas. Todas las tareas dentro de la unidad
económica familiar apuntaban al sostenimiento y
reproducción de la familia..

Antoine Prost sostiene que la primera forma
de ganancia en esta economía de subsistencia era la
ausencia de gasto y las amas de casa eran quienes ahorraban, para
luego gastar en otras cosas o invertir en la explotación
familiar. Así como el hombre participaba del trabajo de la
casa haciendo arreglos, muebles y utensilios.

Al definirse estos dos espacios,
público y privado y monetarizarse más la
economía, el trabajo asalariado del hombre, el que gana el
dinero, adquiere mayor importancia que el trabajo no remunerado
de la mujer, aunque evite gastar. La relación entre ambos
cónyuges se desnivela, pasando el hombre a tener un poder
diferente sobre la mujer, ya no asentado en la tradición y
en las costumbres de los estereotipos femenino y masculino, sino
más ligado a una identificación con la
jerarquía en la fábrica.

La acumulación del período de
expansión capitalista del siglo XX requirió la
participación de la mujer en el trabajo fabril. Dora
Barrancos dice que, antes de la segunda revolución
industrial aparece una problematización de la
condición femenina, que la involucraba como
trabajadora.

Por qué antes el trabajo de la mujer
no era un problema y luego lo fue? Porque salió del
ámbito familiar, del hogar, para incluirse en el
ámbito público y en el trabajo asalariado a
través de su incorporación a las fábricas.
Por qué esto a su vez fue un problema?, es algo que
intentaré aclarar y también hipotetizar en el
transcurso del presente trabajo.

La división del trabajo según
el sexo se va a dar en función de una supuesta
condición femenina biológica, que le
otorgaría habilidades para realizar tareas que
serían una prolongación de las que realizaba en el
ámbito hogareño. La identidad femenina
predispondría a la mujer para la realización de
tareas diferentes a las de los hombres. Del mismo modo, los
hombres quedarían vinculados a tareas de fuerza, en
contacto con el mundo externo, asumiendo el rol de proveedor
económico que garantiza la subsistencia de los integrantes
de la familia.

El concepto de "condición femenina"
siempre me produjo resistencia. Porque la condición tiende
a fijar, estereotipa, está predeterminada, tiene una
connotación biológica y lo que he ido observando a
lo largo de mi práctica profesional, de mi vida y de lo
que he leído, ha sido una evolución de esta llamada
condición femenina. Por tanto, el concepto de lo femenino
así como de lo masculino son construcciones
histórico-sociales y culturales, sujetas a cambios, aunque
lentos.

Volviendo a principios del siglo XX, la
mujer comienza a pasar de un trabajo a domicilio, aunque fuera
para otros como el caso de las costureras, lavanderas,
planchadoras, que no separaba al hogar del lugar de trabajo, a
una actividad fabril y con salario. Mirta Lobato en "lenguaje
laboral y de género en el trabajo industrial" nos dice que
la historia laboral en la industria es poco conocida porque
predominan dos imágenes: la de las mujeres que se
dedicaban a las tareas domésticas garantizando la
reproducción familiar y la de las mujeres que
recibían un salario por las tareas que realizaban en su
propio domicilio. Pero que sin embargo desde fines del siglo XIX,
hombres y mujeres se incorporaron al trabajo fabril con
significados y consecuencias distintas.

Lo que en esa época
parecíó no advertirse, fue que las mujeres que se
incorporaron al trabajo fabril, seguían garantizando la
reproducción familiar. El peso de las tareas
domésticas, la administración de la casa y la
crianza de los hijos, continuó bajo la órbita
femenina. No hubo sustitución de una función por
otra, sino una doble función. Las consecuencias para las
mujeres en términos de salud, libertad y desarrollo
laboral, han sido muy importantes, negativas y sentidas hasta en
la actualidad.

El ideal de
femineidad

En las primeras décadas del siglo XX
se configura un ideal de mujer que se realizaba en el hogar, cuya
función primordial era la maternidad y se ataca el trabajo
femenino en las fábricas. Me pregunto por qué se
enfatizó el rol materno y doméstico de la mujer y
quiénes estaban interesados en ello?. La gran cantidad de
mujeres que trabajaban en las fábricas, con salarios
más bajos que los de los hombres constituyendo mano de
obra barata, me lleva a pensar que el capitalista no estaba
particularmente interesado en que la mujer asumiera
exclusivamente el rol de ama de casa, esposa y madre. Al menos no
la mujer de clase baja, que constituía su fuerza de
trabajo. Para el resto de las mujeres, es muy probable que
compartiese el mismo ideal de femineidad que sus
congéneres.

Mirta Lobato en el mismo texto dice que "en
fábricas como las de Angel Braceras,… unas
cuatrociento cincuenta mujeres cosían vestidos,
tapados….. En otras Compañías, como Sere,
entre quinientas y mil trabajadoras confeccionaban
bolsas…En las fábricas de cigarrillos –
Alvarez y Cía. Piccardo y la Compañía
General de Tabacos, las tareas de empaque eran realizadas por las
manos de muchas mujeres. Lo mismo ocurría en la
fabricación de fósforos". También cita que
en la industria textil el 80% del personal estaba
constituído por mujeres y en los frigoríficos Swift
y Armour un 30% de los trabajadores eran mujeres. También
las mujeres se desempeñaron en el comercio y los
servicios.

Si bien al capitalista le interesa la
reproducción de la fuerza de trabajo y podría
pensarse que la mujer la garantizaba a futuro, es difícil
pensar a un capitalista que sacrifique la rentabilidad de hoy por
el beneficio de mañana. Si a los empresarios les hubiera
preocupado la preservación del rol de madre y el cuidado
de los hijos de las obreras, entre otras cosas, hubieran puesto
guarderías en las fábricas antes de 1930. No
podían desconocer la complejidad que se le planteaba a las
obreras para dejar a sus hijos pequeños a cuidado y
concurrir a sus tareas.

La autora menciona a políticos,
prensa burguesa y sectores contestatarios, socialistas,
anarquistas, interesados en "subsanar el desorden" que
representaba el trabajo asalariado fuera del hogar.

El interés de los políticos
por el crecimiento de la población se venía
manifestando desde el siglo XIX, ya que el creciente proceso
productivo necesitaba de mano de obra que la población
nativa no alcanzaba a proveer. Los sucesivos gobiernos fomentaron
la inmigración y desde Europa llegó la mano de obra
hacia las zonas que las requerían.

En el censo de 1895 la población era
de 4.044.911 personas, con un 70% de población argentina y
30% extranjera aproximadamente. Diecinueve años
después, en el censo de 1914, la población era de
7.903.662 habitantes con un 65% de población argentina y
35% extranjera y en el censo de 1947 la población era de
15.893.811 habitantes con un 85% de población argentina y
15% de población extranjera. Entre 1895 y 1947 la
población del país casi se cuadruplica, pero el
crecimiento de población nativa que se manifiesta
después de 1914 y que se observa en el censo de 1947 pone
en evidencia que los inmigrantes estaban teniendo hijos en el
país, además de los de orígen
argentino.

Aunque la cantidad de hijos por matrimonio
comenzó a bajar, estos datos de crecimiento
demográfico, no permiten pensar que las mujeres que en
todo ese período trabajaban en distintas actividades,
tanto domiciliarias como fabriles, vieran afectada su capacidad
reproductiva y peligrara la actividad económica por falta
de mano de obra.

En el caso de los militantes anarquistas,
el artículo que se publica en "La Protesta" en 1919 en
contra del trabajo femenino asalariado, resulta de una
agresividad impactante, no mediatizada por la razón
"…. Qué puede engendrar una prostituta, una
fabriquera, una empleadilla?… Cinco mesinos, abortos, medusas,
espumarejos, futuros cosacos…"

Ni la oligarquía lo hubiese dicho
peor. Quienes, por un lado tenían un discurso igualitario
hacia la mujer, por otro, la excluían del mundo del
trabajo, aunque todos no acudieran a semejante nivel de
denostación. La obrera y la empleada, en tanto mujeres que
salían al mundo público, eran equiparadas con las
mujeres "públicas".

El trabajo de las mujeres era
particularmente resistido y descalificado en las épocas en
las que escaseaba el trabajo. En La Protesta, en 1919,
"…Existen a millares los hombres sin ocupación
alguna y se habla del trabajo de la mujer…No somos
enemigos de la emancipación moral de nuestras
compañeras, las colocamos en el mismo nivel ético e
intelectual del hombre, pero somos enemigos de aquellas que
blasonando de modernistas y liberales encuentran la
emancipación de la mujer en el taller o en el
voto".

Me resulta vago el concepto de
emancipación moral y mismo nivel ético. Cómo
se traducía en las prácticas sociales ese mismo
nivel ético e intelectual? Según Dora Barrancos en
el caso del anarquismo, al reaccionar frente al orden
jurídico e institucional no podía haber apoyado el
derecho femenino al voto ni el divorcio, ya que no había
necesidad de uno ni de otro y tampoco el trabajo esclavizante. La
prédica anarquista se refería a una reforma de lo
íntimo, de la sexualidad, del control de la natalidad y de
la convivencia.

La descalificación hacia la mujer
trabajadora era el reverso de la moneda de la idealización
de las cualidades femeninas en tanto permaneciera en un
único rol, aunque adquiriese derechos jurídicos y
cívicos.

Una expresión de esto aparece en la
editorial del diario La Prensa del 16 de mayo de 1910 con motivo
del Congreso Patriótico y apoyando el feminismo y sus
reivindicaciones, que Dora Barrancos cita en su libro
"Inclusión Exclusión": "La cuestión social
en estas nacionalidades en formación y en lucha actual con
el desierto y la despoblación, es cuestión
esencialmente moral"…."Cómo realizar estos ideales
sin el amor, que es la cooperación y que es la fuerza y
sin la educación de la mujer que es la representante
genuina del amor y la solidaridad humana?" y agrega la autora que
esta editorial es una muestra de la inclusividad virtuosa que se
ofrece a las mujeres, considerando la necesidad de su
participación de los beneficios de la
ciudadanía.

Estos calificativos referidos a la mujer la
presentan como una santa y no una persona y una mujer. La
dicotomía entre mujer-madre-santa y
mujer-sexuada-trabajadora-prostituta estaba presente en el
imaginario social, particularmente de las clases dominantes y las
medias. Una manifestación artística como el tango,
aunque ya más adentrado el siglo XX en cuanto a las
letras, da muestras de esta polaridad. "La natural delicadeza" de
las mujeres, a las que había que evitarles el contacto con
los temas duros de la vida por su "alma impresionable", responden
a modelos mentales de clase alta y media.

Las trabajadoras, urgidas por la necesidad,
seguramente no eran ni impresionables ni delicadas. Podían
lidiar con los asuntos más duros, como por ej., la muerte
de sus hijos, el abandono de sus maridos en algunos casos y la
soledad para criarlos y proveer a su sustento, entre otros, en
los que la violencia doméstica no estaba ausente, aunque
tampoco en las clases altas. La vida en el conventillo propiciaba
los enfrentamientos entre pares. Por eso, la denominación
de "reina del hogar" me parece un invento de las clases
dominantes para sostener el sometimiento de las mujeres, porque
nada más alejado de la realidad de una ama de casa de
clase baja y media que el concepto de "reina". Reina porque
gobierna y decide en la casa? Con qué libertad? Los magros
presupuestos familiares no daban mucho lugar para la
elección, la autoridad del marido que debía ser
"atendido" tampoco.

Las reinas delegan en otras mujeres el
cuidado de los hijos y la atención y administración
del hogar. Y dónde estaban, además, los reyes de
esas reinas? En los trabajadores explotados, cansados, malamente
remunerados?. Pienso que en la mentalidad de estos hombres no
debía estar el calificativo de reina para referirse a sus
mujeres, a lo sumo el de "la patrona".

Me pregunto qué había
detrás de ese interés por preservar la maternidad,
la función reproductiva y la crianza de niños que
serían los ciudadanos del futuro, a la medida de los
intereses de los diferentes grupos?. La lucha por el poder, el
temor del hombre obrero a perder puestos de trabajo en manos de
las mujeres, su autoridad indiscutida en el hogar, esa autoridad
que tiene quien provee el sustento a otro que al no poder hacerse
cargo de sí mismo, queda en situación de
dependencia. La alteración de un orden familiar y social
que planteaba un escenario desconocido para el hombre, quien debe
haberse sentido muy amenazado porque lo que se le planteaba era
una pérdida sin ninguna adquisición.

Pero esta es una de las respuestas posibles
a la conformación de este ideal femenino. Pensar solamente
en el temor del obrero a perder sus puestos de trabajo es cargar
sobre el varón trabajador la total responsabilidad por el
sometimiento femenino. Pienso que hay más razones, que no
excluyen la anterior sino que la complementan y una de ellas, a
mi juicio, tiene que ver con el momento histórico social
de nuestro país y con el fenómeno de la
inmigración. Nuestro país, de colonial, constituido
por familias criollas descendientes de antiguos españoles
y de la mezcla con el indio, se vio convertido en un país,
particularmente, en una ciudad cosmopolita.

Cuántas familias de cuántas
culturas diferentes arribaron a este suelo, cuántos
idiomas, costumbres, muchas mujeres jóvenes traídas
para trabajar de prostitutas, cuánta
desorganización en ese medio, niños que
morían por enfermedades y malas condiciones de vida, ideas
políticas revolucionarias sobre la igualdad de derechos de
la mujer. Frente a esta amenaza a la tranquilidad y
organización de una sociedad patricia, qué mejor
defensa que levantar el estandarte de la virtud y los valores de
una vida consagrada al hogar, al cuidado de los hijos y de los
maridos?. Frente a la heterogeneidad, qué mejor escudo que
la homogeneidad de la familia nuclear, tal como se
conocía? Además, esta postura contaba con todo el
aval y la prédica de la Iglesia
Católica.

No estoy desconociendo el trabajo forzado
de las mujeres en las fábricas, el deterioro de la salud
por las malas condiciones laborales, de la que no estaba exento
el trabajador varón, pero no parece que eran las mujeres
obreras ni las militantes, las que querían retrotraer su
situación a la época en que su única
ocupación era la crianza de los hijos, las actividades
domésticas, la atención de los maridos y eventuales
trabajos domiciliarios para afuera. No descarto que muchas lo
quisieran, pero las luchas de las mujeres en ese tiempo,
revelarían que habían iniciado un camino de
incorporación a la vida pública. Su necesidad,
entiendo, pasaba por mejorar las condiciones laborales para poder
compatibilizar ambos roles.

Un testimonio que me resulta muy revelador
del sentimiento de las trabajadoras lo trae Mirta Lobato en "La
vida en las fábricas" en la expresión de una obrera
que había comenzado a trabajar en la década del 30:
"Entrar a la fábrica era salvarse" y la
autora argumenta sobre las consecuencias positivas en
términos de subsistencia, sociabilidad y
configuración de identidades que tenía el ingreso
al mundo del trabajo.

Pero el término "salvarse"
me resulta revelador porque encierra y evidencia algo más
que lo antedicho. Las personas "nos salvamos" de algo que tiene
connotaciones negativas, que nos produce dolor, displacer,
frustración, rabia. Podría ser salvarse de la
miseria? Sí, podría. Podría ser salvarse del
aislamiento que implica moverse en un universo de vínculos
primarios exclusivamente, para pasar a un mundo de relaciones
secundarizadas, tanto de compañerismo y amistad como
amorosas? También, cuando no del hacinamiento del
conventillo. Ese hacinamiento que vulneraba toda privacidad, que
hacía público lo más privado y que generaba
condiciones de enfrentamiento inter e intrafamilias.

Pero, además, tiene que haber
implicado salvarse de la dependencia, de la sumisión a un
orden patriarcal y, a través de ganarse su propio sustento
y ayudar a la economía familiar, adquirir cierto grado de
autonomía y decisión dentro del seno de la familia.
No es fácil dar órdenes a ni desatender las
opiniones de las hijas y esposas que ponen comida sobre la mesa.
Y aquí entramos en la cuestión del
poder.

El tema del
poder

Mirta Z. Lobato en "La vida en las
fábricas" dice que la crítica feminista
abrió una brecha en la aparente neutralidad de
género con la que se analizaba habitualmente la
relación entre capital y trabajo. Para examinar esa
relación toma la noción de género formulada
por Joan Scout cuando dice que "El género es un elemento
constitutivo de las relaciones sociales basadas en las
diferencias que distinguen los sexos… y es una forma
primaria de relaciones significantes de poder…"

El deseo de dominio, que surge muy
tempranamente en la vida de las personas, se juega de manera
distinta y tiene destinos diferentes para varones y para mujeres
en nuestra cultura patriarcal. Las mujeres suelen estar
condicionadas a dominarse y a ser dominadas, particularmente en
la época a la que me refiero, siendo ésta una
modalidad pasiva, en tanto que el recurso activo de dominar queda
postergado.

Su deseo de dominio puede adquirir un
sentido legitimado socialmente y por su propia subjetividad al
expresarse como "el poder de los afectos". Es a través de
la maternidad, con la función de hacer crecer a otros como
puede ejercerlo, también despertando el deseo de los
hombres o sosteniendo el narcisismo de los
varones.("detrás de cada gran hombre hay una gran
mujer").

Al avanzar las mujeres en el ámbito
público del trabajo, de la política, de lo social,
se fue transformando la representación psíquica
tradicional de las mujeres como sujetos carentes de poder o tan
solo con el poder de los afectos.

Una de las maneras a las que apeló
la cultura patriarcal para no ceder espacios de poder, ya que
pienso que por ese entonces no estaban dadas las condiciones
histórico, culturales y sociales para compartirlo, fue
generar sentimientos de inferioridad en la mujer.

Los empresarios inferiorizaban el trabajo
de la mujer para pagarle menos y los varones como manera de no
perder el dominio sobre ellas. Pero, la siguiente
expresión de una obrera de la Fábrica de Berisso,
que trae Mirta Lobato en su obra, da cuenta del orgullo por su
trabajo y por su condición femenina, cuando dice: " la
tripería parece una cosa sucia y fea, pero es
importante, muy delicada y tienen que ser manos de mujer que lo
manejen
".

Es en el trabajo donde la mujer empieza a
encontrar otro ámbito de reafirmación personal y a
adquirir conciencia de su propio valer.

Otro recurso al que apeló la cultura
dominante y éste con más éxito porque en
mayor o menor medida subsiste hasta la actualidad, es el
sentimiento de culpa, herramienta más que disciplinadora
del despliegue de los deseos femeninos referidos a su sexualidad,
a la agresividad, a la independencia y que se le planteaba a la
mujer al dejar a su prole para ir a trabajar. Por eso, la manera
de mitigar tal sentimiento era ver la salida laboral como una
cuestión de necesidad. De este modo, era aceptado por la
sociedad y por ella misma y el trabajo pasaba a tener un
carácter transitorio, ya que se volvería al hogar
cuando pasara el estado de necesidad o la trabajadora soltera se
casase.

El trabajo femenino era considerado una
"ayuda", no importaba la incidencia que tuviera en el
sostenimiento de la familia y hay que reconocer que hasta hace
pocos años se siguió considerando igual, del mismo
modo que cuando en la actualidad un hombre realiza tareas
domésticas, cocina, compra o cambia los pañales a
su hijo se considera que "ayuda" a la mujer.

En aquella época el acceso a puesto
jerárquicos en las Empresas estaba vedado para las
mujeres, que a lo más que podían llegar era a ser
capatazas y de grupos de mujeres. Pero también el
varón, con poca educación, no podía llegar a
ocupar una posición más allá de una jefatura
de planta, ya que los puestos administrativos y una carrera
estaban destinados para personas con otra
formación.

La educación, como medio para
progresar hacia trabajos calificados y hacia puestos de
jerarquía, ponía un límite a la mujer que,
por lo general, contaba con menos posibilidades educativas que
los hombres. Pero, cuando la mujer alcanzó mayores niveles
de educación y esto no se vio correspondido con posiciones
de mayor complejidad y jerarquía en la estructura de las
empresas ni en las instituciones, se patentizó aún
más la desigualdad y la discriminación. Cuál
era el argumento ahora para que una mujer no fuera Gerente o
Profesora Universitaria o Directora de un Servicio Hospitalario,
mejor dicho, cuál era la excusa?." A la Dra. Cecilia
Grierson se le negó su incorporación al cuerpo
docente de la Facultad de Medicina.

A la Dra. Julieta Lanteri se le negó
una adscripción como docente en la Cátedra de
Psiquiatría con la excusa de ser extranjera y cuando se
presentó como candidata a profesora suplente, el Consejo
de la Facultad no hizo lugar a la solicitud."

Alianzas
intragénero e interclase

Si los empresarios descalificaban el
trabajo de la mujer y asignaban al hombre el manejo de la
tecnología, pagando menos salarios a las mujeres que a los
hombres, con la racionalización de que su responsabilidad
era el mantenimiento de la familia y si los sectores sindicales,
hegemónicamente masculinos, aceptaban esta
situación, puede hablarse de una alianza o al menos
coincidencia de género y entre clases en lo que a las
expectativas de rol femenino se refiere y a su status en la
fábrica.

Si bien los comportamientos esperables para
el rol femenino y el masculino fueron cambiando con los tiempos,
había cierto grado de "naturalización" de ambas
condiciones, en sociedades históricamente
falocéntricas, con predominio de poder masculino, que
determinó el acceso de la mujer a determinadas industrias
y no a otras, los menores salarios por igual tarea, la
incorporción a trabajos no calificados, el doble trabajo
de la mujer y el rechazo masculino a ocupar roles considerados
tradicionalmente femeninos. "…Si la hembra quiere salir a
la calle, el macho debe quedarse forzosamente en la
casa…Si no, quién cuida el hogar y para qué
un hombre se une a una compañera si ésta
experimenta más predilección por un garrote que por
la eficaz escoba…?" se decía en La
Protesta.

También hubo solidaridad de
género e interclase respecto de la demanda de belleza
hacia la mujer, belleza como ornamento, configurando el objeto
del deseo del otro, pero no asociada a la capacidad ni a las
habilidades, tal como se ponía de manifiesto en los
concursos de belleza para elegir reinas de las distintas
actividades de la economía, que tuvieron lugar a partir de
la década del 30 (la vitivinicultura, el petróleo,
la reina del trabajo).

También hubo alianzas y
solidaridades entre las mujeres intragénero. En lo que
respecta a alianzas interclase no aparece claro en cuanto a
sostener un discurso común, dado que las mujeres de clase
alta que se movilizaban por la obtención de derechos
jurídicos y cívicos para la mujer, procuraban
diferenciarse claramente de las prédicas feministas
radicales.

La lucha por la
igualdad jurídica y cívica

Era opinión casi unánime
entre los hombres que el trabajo de la mujer en las
fábricas degeneraba el cuerpo femenino, el que
tenía por misión la reproducción humana.
También la satisfacción de los deseos sexuales
masculinos, aunque esto último no era mencionado a la hora
de justificar las posturas por la vuelta de la mujer al hogar o
su no salida. Expresaba el diputado socialista Alfredo Palacios:
"…deber nuestro es, e imperioso, velar porque la modeladora de
las generaciones, no degenere miserablemente. La mujer es la
depositaria del porvenir de los pueblos; de ahí que cuidar
de su salud implique trabajar por la fortaleza y el bienestar de
nuestra patria…"

El Partido Socialista hizo punta en la
lucha por la reglamentación del trabajo femenino, buscando
la protección de la mujer a través de la jornada de
ocho horas, el descanso dominical, el resguardo de la moralidad y
salud de las mujeres, la prohibición de contratar personal
femenino en industrias peligrosas y en el trabajo nocturno,
así como tiempo para amamantar y licencia pre y post
parto, sin sueldo.

Esto implicaba el reconocimiento de la
mujer como un sujeto productivo más allá del hogar
y la necesidad de legislar, de dar un marco jurídico a lo
que existía de hecho, pero no demostró el
ánimo de incentivar el trabajo femenino.

La legislación del trabajo femenino
fue secundada también por sectores conservadores y
católicos. Al igual que muchos socialistas, el catolicismo
social oscilaba entre dos conceptos contradictorios de trabajo
para las mujeres. Por un lado sostenía que, la actividad
asalariada las degeneraba a ellas y fundamentalmente, a su
descendencia, constituyendo el germen de una catástrofe
social. Pero, por otro, decía que el trabajo se presentaba
como regenerador de ciertas mujeres prostitutas, delincuentes o
ayudaba a prevenir la caída de las mujeres solas. La
regeneración era para las que ya no eran deseables en el
mercado del matrimonio, por lo que el trabajo en la
fábrica era un mal menor.

En ambos casos, el trabajo no era
considerado parte del destino natural de mujeres normales y
sanas.

Organizaciones feministas lideradas en su
mayoría por mujeres de clase media que habían
accedido a la educación universitaria, a pesar de las
resistencias con las que se encontraron tanto en sus familias
como en la sociedad, lucharon por terminar con la
situación de incapacidad en la que se sumía a la
mujer, demandando incluso la modificación del
Código Civil.

Cecilia Grierson, Petrona Eyle, Julieta
Lanteri, Alicia Rawson, Alicia Moreau, Sara Justo, se encuentran
entre las más destacadas, pero fueron muchas, tenaces,
resueltas, batalladoras, las que hicieron posible los cambios en
las condiciones de la mujer que ya se estaban dando en
Europa. La igualdad de derechos civiles y legales que
eliminaría la dependencia económica del marido, el
ejercicio de la patria potestad, el ejercicio de una
profesión lícita y la administración del
dinero que con ella ganaba, el divorcio absoluto y el derecho al
sufragio, a elegir y a ser elegida, fueron demandas del feminismo
reformista.

Todas estas reivindicaciones no planteaban
que la mujer se rebelase contra su "principal función" y
hubo un arco ideológico variado de participación
femenina en el ámbito público, con slogans y
propuestas diferentes, pero aunque conservadoras unas y radicales
otras, ponían de manifiesto la necesidad de un cambio en
la condición de la mujer.

Con motivo del Centenario de la
Revolución de Mayo se organizaron dos congresos dedicados
a la condición femenina. Uno de ellos, el conservador, fue
el del Consejo Nacional de Mujeres al que se llamó primer
Consejo Patriótico de Señoras, posiblemente
patriótico por patricias, descendientes o así lo
declamaban, de las mujeres que participaron en la gesta de la
independencia de nuestro país y señoras porque eran
damas, seguramente casadas y que intentaban diferenciarse de las
otras mujeres que venían con ideas foráneas, de
origen inmigrante y propuestas revolucionarias. Esas otras
mujeres conformaron el Primer Congreso Femenino Internacional
auspiciado por la Asociación Universitarias Argentinas,
bajo la dirección de Julieta Lantieri y Cecilia
Grierson.

Dos estilos de feminismo, uno complaciente
con el orden patriarcal que en ningún momento pensaba
alterar y otro que buscaba cambios profundos. Dos estilos de vida
diferentes, pero no por eso menos condicionados a la autoridad
del varón.

Desde mi perspectiva, las damas de la
sociedad tenían más que perder si se rebelaban
contra el orden patriarcal que las trabajadoras. Educadas para
realizarse en el matrimonio y depender económicamente del
hombre, para llevar una vida de confort y hasta de lujo, no
tenían recursos para enfrentar una vida independiente. En
cambio, las trabajadoras tenían mucho por ganar. Pero por
debajo de estas diferencias objetivas, de estilos de vida y de
poder, había un punto de encuentro, ya que ambas eran
mujeres atrapadas en un estereotipo de femineidad que las negaba
como personas pensantes, deseantes y con derecho a vivir una vida
autónoma y una sexualidad placentera y no meramente
reproductiva.

Dora Barrancos considera que las primeras
organizaciones de mujeres trabajadoras se deben más a las
socialistas que a las anarquistas, porque estas últimas
debatían entre organización y no
organización y los socialistas estaban convencidos de la
organización. En lo que coincidían era en elevar la
educación y cultura femenina para sacarlas de posiciones
conservadoras. La educación dentro del sistema, lo que
contrastaba con la posición sindicalista revolucionara que
consideraba que la escuela es el sindicato y que la mayor
educación no era lo que iba a modificar las condiciones de
vida de las mujeres sino el triunfo sobre el capitalismo y la
burguesía. Claro, que casi no había mujeres
sindicalizadas, las obreras no estaban efectivamente
representadas en el sindicato y esto ha sido una tradición
en el sindicalismo argentino.

Sostiene Dora Barrancos que "las mujeres
que se sindicalizaban se contaban con los dedos de la mano-, y
además la propia gestión del sindicato no
hacía posible su presencia, y no quiero decir con esto que
los sindicalistas de aquel período fueran
misóginos, porque sería un anacronismo, sino que no
estaban atentos a esta cuestión- su propuesta las
excluía. De modo que sin mujeres, le faltó vigor y
extensión al proyecto cultural del
Sindicalismo…"

Me parece que la autora ensaya una
justificación condescendiente para con la actitud
masculina de los sindicalistas de excluir o no preocuparse por
incluir a las mujeres en sus filas, porque si no estaban "atentos
a esas cuestiones" cuando había todo un movimiento
feminista, la incorporación cada vez más importante
de mujeres a las fábricas, cambios en las relaciones
sociales y laborales, demandas de igualdad en los salarios y
muchas cosas más, es porque no quisieron estar atentos. A
ningún sindicalista se le podía escapar que una
gran parte de la población trabajadora no estaba siendo
incluida y esto no puede haber sido un descuido sino
intencional.

El período de 1910 a 1930 fue muy
productivo en asociacionismo femenino y en plantear distintos
temas de preocupación., no sólo los que
mencioné anteriormente, sino la igualdad salarial, la
prostitución, la protección de los menores, la
licencia por maternidad paga, etc.

En 1932 se estuvo cerca de lograr el
sufragio para la mujer, luego de posiciones encontradas entre
quienes propugnaban un voto calificado y quienes sostenían
que debía ser conforme a la Ley Saenz Peña, igual
que para el hombre. Pero en 1932, bajo el gobierno del General
Justo, el Senado, conformado por la elite reaccionaria no
sanciona la ley y a contramano de lo que sucedía en la
mayoría de los países occidentales, recién
quince años después se sanciona, bajo el gobierno
de Domingo Perón.

Con respecto a la participación de
la mujer en las protestas de los trabajadores, dice Mirta Lobato
que su participación apareció solapada por otras
identidades como las de clase o las políticas.

Durante las huelgas de los
Frigoríficos de 1915 y 1917 "los trabajadores de ambos
sexos presionaban sobre aquellos que se resistían a unirse
al movimiento, independientemente de su
género".

También durante la Semana
Trágica hubo participación femenina en las
manifestaciones y La Vanguardia del 14 de enero de 1919
registraba un total de 700 muertos y más de 3000 heridos
obreros, mujeres y niños a lo largo de toda la
semana.

La mujer
trabajadora durante la época peronista

En 1943 Juan Perón accede a la
Secretaría de Trabajo y Previsión Social y se
retoma la cuestión de los derechos políticos de las
mujeres, que no se limitan al sufragio, sino que se extiende al
trabajo extradoméstico. Se comienza a diseñar una
política dirigida a las mujeres y se crea la
Dirección de Trabajo y Asistencia a la Mujer.

La mujer adquiere un protagonismo social y
político que la legitima socialmente como ciudadana y
trabajadora. Pero, en un régimen marcadamente patriarcal,
con el culto al líder-hombre, se sigue priorizando el rol
tradicional con respecto a la maternidad y a una subjetividad
femenina cuya principal realización como mujer es ser
esposa y madre.

Los estereotipos de género,
construidos a lo largo de muchos años, necesitan de mucho
tiempo para modificarse y van rezagados respecto de los cambios
en las condiciones de vida y de trabajo de mujeres y
varones.

Para el peronismo la clase trabajadora
(hombres y mujeres) constituyó su base de
sustentación y las mejoras en las condiciones de trabajo
negó o tapó durante un tiempo el conflicto entre el
capital y el trabajo, aunque la igualdad en el salario no fue
considerada. Toda alusión a la opresión y al
conflicto se ubicaba en el pasado, por lo que la sufrida y
deteriorada obrera pasó a ser la hermosa obrera que ya no
sufría más en la fábrica y que,
además, podía ser reina de belleza.

Mirta Lobato, en "La vida en las
fábricas" trae un claro ejemplo de estas diferencias en la
percepción de la mujer obrera en la época de
Perón y anteriormente.

María una obrera del
frigorífico: "Berisso en la época de
Perón era una hermosura, había esas palomas
blancas, esas mujeres de blanco comprando por los negocios,
comprando cosas con sus hijos de la mano, casi todas mujeres
jóvenes…contentas con su quincena, se compraba
enterito un corderito…se podía traer carne del
frigorífico, para los obreros había carne
más barata."

En el recuerdo de María y la
adjetivación que realiza, más allá que
pudieran comprar corderitos y traer carne más barata y que
las condiciones de trabajo fueran mejores, se expresa una
idealización de la mujer obrera, elevada a la
categoría de paloma inmaculada. El líder
había logrado salvar a las mujeres de ser objeto de abusos
sexuales en las fábricas y de caer en la
prostitución y la miseria, pasando éstas de la
denigración a la idealización. La sexualidad, el
sujeto femenino deseante en esta nueva visión, estaba
negado

Como expresión de la opresión
anterior a Perón también es significativo un
párrafo de una obra de Gálvez en "Historia del
Arrabal de 1922: "Allí trabaja Rosalinda Corrales. Para
la mujer la fábrica es una alternativa a la
prostitución, pero de ninguna manera un ámbito
menos peligroso que le evitará caer en la redes de la
maldad y el sexo".

Para esta percepción, el destino
inevitable para la mujer era la prostitución forzada y la
violación. Siendo la denigración el reverso de la
idealización, ambas interpretaciones, tomando datos de la
realidad, los re-configuraban subjetivamente en la
fantasía y la expresión de deseos.

Durante el peronismo, también el
sentido del 1º de mayo cambia sustancialmente y se
convierte, de un ritual obrero recordatorio de la
represión y en muchos casos con manifestaciones violentas,
en una fiesta del trabajo, con elección de reina. Ser
mujeres bellas y trabajadoras se configura en un ideal social
para el resto de las mujeres.

Y ahí está Eva Perón,
"abanderada de los humildes", esposa del líder glorificado
y conformando una pareja parental para el pueblo peronista,
devenida de mujer del pueblo en luchadora por el pueblo, ocupando
el más alto e impensado nivel para una mujer en la
jerarquía de la sociedad, modelo de trabajadora incansable
y dueña de una belleza que se fue perfeccionando con el
tiempo. Sus lujosos atuendos la asimilaban a una reina, pero era
una reina consorte, que impulsaba a las mujeres a celebrar al
hombre-líder, a la par que a adquirir conciencia de sus
derechos. De todos modos, aún con el discurso de que el
pueblo todo debía hacerlo por Perón, Evita
adquirió un status político propio y un liderazgo
que se decía que, por momentos, opacaba a
Perón.

Mientras, por un lado, el modelo desde el
poder subordinaba a la mujer al hombre y las mujeres obreras
sindicalizadas eran representadas por hombres, por otro, en un
discurso que da con motivo de la sanción de la ley de
Sufragio Femenino dice Eva:

"…Ha llegado la hora de la mujer que
comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer
como valor inerte y numérico dentro de la sociedad. Ha
llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta y
ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la
caprichosa elaboración política de los destinos de
su país, que es, en definitiva, el destino de su hogar.
Ha llegado la hora de la mujer argentina, íntegramente
mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo
ser humano que trabaja
y ha muerto la hora de la mujer
compañera ocasional y colaboradora
ínfima…"

(las negritas son mías).

Esta fue la ambivalencia del peronismo y de
Eva Perón con respecto a las mujeres y a su propio ser
mujer.

Cuando se lanza el Segundo Plan Quinquenal,
con una "vuelta al campo" el rol asignado a la mujer en la zona
pampeana fue el de mujer de campo, madre y esposa "agente
indispensable para el asentamiento de la familia en el medio
rural" y como reserva moral. Podemos pensar que lo que
está en reserva es lo guardado, por lo que la mujer
continúa estando en un ámbito interno y es la que
retiene a la tierra, por otra parte, la madre tierra.

Evita fue fiel a los intereses del hombre,
su hombre-padre y amplió las bases sociales y
políticas del Peronismo con la incorporación de la
mujer al sufragio, más allá de que las
circunstancias histórico universales hicieran impensable
detener por más tiempo la asunción de este derecho
femenino..

Cuando muere, Evita concita el duelo de
millones de argentinos y su figura es erigida al plano de santa y
de madre. Ella no fue madre, Perón no fue padre,
constituyeron una pareja sin hijos, pero ejercieron una
función paterno-materna con millones de
argentinos.

Cómo lo hicieron? es tema de otro
trabajo.

Conclusiones

Abordé este trabajo sin tener clara
una planificación del mismo. A medida que fue
transcurriendo, una cosa me llevó a otra y fui enlazando
los temas procurando mantener, lo mejor que se me ocurría,
una secuencia histórica.

Nunca había hecho un trabajo sobre
cuestiones de género, pero a medida que iba leyendo sobre
el tema e iba escribiendo sobre él, sentí un
compromiso que me llevó, no por casualidad, a escribir
estos últimos párrafos en el Día
Internacional de la Mujer, con plena conciencia que es un
día de reivindicación y lucha por la igualdad de
derechos con el hombre.

Partes: 1, 2

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter