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Misión social del estado y trabajo social




Enviado por César Barrantes



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Coyuntura
    nuestroamericana
  4. El caso de la
    República Bolivariana de Venezuela. Notas
    breves
  5. Bibliografía

Resumen

Se trata, una vez más, de una provocación
epistémica sobre los desafíos que se le vienen
planteando a la singular praxis del trabajo social
disciplinarista, academicista y tecno-burocráticamente
organizado, a la luz de inéditos procesos de
construcción del socialismo de SXXI que una diversidad de
países han puesto sobre la palestra política
internacional. Si algo está cambiando radicalmente en el
mundo y el metabolismo del sistema capitalista ha ingresado a una
inimaginable crisis sistémica, ¿qué
podrá estar necesitando ser cambiado en la ciencia, la
universidad, la investigación, la filosofía, la
política, la ideología, la religión, la
cultura? ¿determina dicha crisis algún tipo de
entropía en el trabajo social y sus diferenciales
prácticas académicas y de campo?,
¿cómo nos representamos los ámbitos
constituyentes de subjetividad y objetividad del trabajo social?,
¿a qué racionalidad, a qué
problemáticas intentamos responder?, ¿cómo
nos representamos la relación con otros profesionales y
cientistas que se ocupan también de la intervención
social y están implicados en el proceso mismo de
satisfacción de carencias y potenciamiento de aspiraciones
sociales? Son brújulas intelectuales cuya
paradojal finalidad no es aniquilar la duda ni desvanecer el gozo
de la perplejidad. Como la razón, sólo nos orientan
en el trabajo de proyectar fragmentos de puentes que apenas
insinúan itinerarios posibles para recorrer distancias
inagotables, discontinuas, inefables, problemáticas como
las existentes entre mente/mundo, reflexión/acción,
promesa/esperanza, pensamiento/acción,
acción/logro, logro/satisfacción. No intentamos
responderlas, sino que a su propósito hemos construido un
discurso que apunta a un horizonte sobre la problemática
implicada en dichas cuestiones. No aportamos conclusiones, mucho
menos contundentes, al estilo de los pensamientos inductivo y
deductivo. Éste prueba que algo tiene que ser;
aquél muestra que algo es operativo actualmente y nuestra
práctica abductiva nos sugiere que algo puede ser. La
realidad trabajada es conjetural, indiciaria, discontinua y
pletórica de incertidumbres y problematizaciones. Nuestro
recorte de realidad se basa en la experiencia reciente del
trabajo social en Venezuela; asimismo, en investigaciones,
análisis documentales y entrevistas realizadas por el
autor a colegas de diversos países.

PALABRAS CLAVES: Nuestramérica, imperio,
República Bolivariana de Venezuela,
trabajosocietalogía.

Introducción

Orientado por las brújulas intelectuales del
resumen, he ordenado nuestra comunicación en tres
apartados.

  • I. Coyuntura nuestroamericana,
    formulamos, no sin esquematicidades, el escenario
    geopolítico nuestroamericano en sus relaciones e
    impactos de la política imperial y su narcoeje con
    Colombia y Afganistán al que se ha sumado
    México. Asimismo, damos cuenta de las agresiones
    directas, veladas, manipuladas y distorsionadas que el
    imperio mantiene contra los países que se han salido
    de su autoproclamado patio trasero y han optado por la
    integración regional desde los pueblos, clases y
    naciones y la vía pacífica y constitucional
    hacia el denominado socialismo de siglo veintiuno. Cerramos
    el apartado dejando abierta la discusión sobre los
    estados ético-sociales de derecho de justicia y de
    democracia participativa y protagónica.

  • II. El caso de la República
    Bolivariana de Venezuela
    , señalamos que el siglo
    veinte fue el más corto de la historia nacional, pues
    se inició en enero de 1936 cuando el país
    comenzó a explorar imágenes-horizonte de
    modernidad capitalista y culminó, luego de diez
    años de agonía transicional iniciada con el
    tristemente célebre Caracazo de 1989, en diciembre de
    1998, cuando el comandante Hugo Chávez ganó
    masivamente las elecciones presidenciales,
    instaurándose el comienzo de un proceso
    democrático y constitucional de una larga
    transición a un socialismo de corte decididamente
    anticapitalista y esencialmente humanista,
    éticosocial, geobioeconómico y cristiano en lo
    social, y de amplio protagonismo de las comunidades
    étnico-populares. Luego de algunas caracterizaciones y
    datos sobre los cambios cualitativos de la calidad de vida de
    la población y los logros del Plan Nacional de
    Desarrollo Socialista que emana de la Constitución de
    la República Bolivariana de Venezuela, queda abierta
    la discusión sobre los retos que este tipo de procesos
    significa para la academia universitaria y con ello a las
    ciencias y tecnologías humano-sociales.

  • III. El trabajo social desafiado desde una
    mirada venezolana
    , que no es separable ni mucho menos
    incongruente con los anteriores. Es lo que me permite esbozar
    las contradicciones de una disciplina, si bien
    pletórica de esperanzas programáticas de
    investigación activa por hacerse, por otro lado,
    preñada de ultradisciplinariedad conservadora. Ello en
    aras de la práctica de muchos de sus agentes que, por
    un lado, pareciera, no se sienten aludidos por los
    desafíos del siglo veintiuno, y, por ello, no
    comprenden el desafío geohistórico y
    político que el cambio de época en marcha que
    viene rebasando las configuraciones societales y, por ende,
    la formación universitaria impartida en los
    claustros.

Es posible entonces, pensar que los esfuerzos por
producir conocimientos y saberes, pudieran permitirnos inaugurar
geoestrategias conducentes a lo siguiente: la
refundamentación del campo problemático que es el
trabajo social mismo, sea, la constitución de éste
en un campo societal de convergencias pluralmente
sintéticas y transdisciplinarias de prácticas
singular-colectivas y ecosistémicas, sea,
trabajocietalógicas liberadoras, emancipadoras y
descolonializadoras. Asimismo, de construcción tendencial
de los fundamentos de una epistemológica y, por lo tanto,
de una ontológica y una hermenéutica del indicio y
del acompañamiento en el lugar mismo en donde los sujetos
sociales realizan sus proyectos de inmortalidad, de vida y
reproducción societal.

Es lo que, me parece, estamos procurando, al embate de
las demandas societales, en diversos países al Sur del
Río Grande.

Si al final de la comunicación los lectores y las
lectoras quedan atrapados por el intento de problematizar sus
inserciones en la teoría y práctica de las
cuestiones abordadas, podré dar por satisfecho el
metaobjetivo planteado para esta ocasión. Este texto, que
se ha escapado de mis manos, queda a disposición de todos
y todas para ser apropiado, realimentado, rescrito y
resignificado. Fraternalmente pero sin concesiones éticas
políticas.

Coyuntura
nuestroamericana

En el mundo occidentalista de factura
euro-anglo-yanquicéntrico, algo viene
metamorfoseándose desde los años cincuenta, sesenta
y setenta del siglo veinte, más profundamente desde
finales del siglo XX y más radicalmente en lo que va del
siglo XXI. Por un lado, con el inicio de la construcción
del socialismo de siglo veintiuno en diversos países
nuestroamericanos, y, por otro, con la crisis
político-económica y de legitimidad del modelo
capitalista, cuya ideología legitimadora es el
neoliberalismo ultraconservador, encarnado en los países
de la denominada vieja Europa, Inglaterra y los mismos Estados
Unidos del norte de Nuestramérica y demás
países subordinados al imperio como Chile, Colombia,
México y otros.

Lo anterior, a partir del rebasamiento de una de las
modernidades –la hegemónica y dominante, expoliadora
y negadora del Otro- hoy globalmente imperializada y en crisis
sistémica por sus propias obras que, habiendo tomado
cuerpo entre los siglos catorce y quince y haber sido encarnada
en el método asexuado y desespiritualizado de Descartes,
fue pragmáticamente hedonizada por la denominada sociedad
de masas de la segunda posguerra mundial y por las olas
consumistas, cada vez más compulsivamente alimentadas por
los medios de propaganda masiva, sin más criterio que la
amoralidad, la aceptación del genocidio como
práctica cotidiana, la guerra sin fin contra el mundo no
occidental, es decir, no civilizatorio y, peor aún,
anticivilizatorio y, por ello, sujeto de satanización y
terroristización y, por lo tanto, objeto necesario de ser
simplemente desaparecido físicamente– no importa el
medio utilizado- pues la denominada sociedad occidental debe
protegerse contra los virus contaminantes provenientes de otras
civilizaciones que, dicho sea de paso, son más antiguas
que la euro-anglo-yanquicéntrica. Asimismo, se considera
necesaria la muerte de no menos de 4.000 millones de
estómagos inservibles para 2050, según el decir de
Kissinger y Rockefeller (Estulin, 2007:60-61).

Ello, considerando que dichos estómagos
sólo significan una pesada carga para el desarrollo de la
economía imperial. Según Estulin, de este genocidio
dosificado a largo plazo, sólo se salvarán las
razas china y japonesa y otras que pudieran tener capacidades
para obedecer a la autoridad Imperial. En este genocidio
planificado, los más de trecientos millones de
estadounidenses también se verán reducidos a unos
cien millones para 2050. El medio no importa, pero el más
importante es la guerra sin fin, sea por las armas, la
manipulación de los hechos, la inducción masiva del
miedo, la angustia y el terror, así como la
captación del inconciente, es decir, las denominadas
guerras de quinta y sexta generación…

Se trata de una crisis implicada en la lógica
misma del capital (Mészáros, 2007), primeramente
sistematizada por el soviético Kondratief en los
años veinte-treinta del siglo veinte, y, luego, por el
inglés Keynes en los años treinta-cuarenta del
mismo siglo, pues el capital –según sus
teorías divergentes- se metamorfosea a propósito de
sus crisis ondulatorias o cíclicas de corta, mediana y
larga duración, siempre conducentes de manera lineal, a
estadios superiores de reacomodo y redespliegue del desarrollo
capitalista, y así supuestamente ad
infinitum
.

Es así que:

  • 1) Para unos, se trata de una época de
    cambios conducentes a una nueva fase del capitalismo,
    adjetivado de diversas maneras, y frente a la cual no cabe
    más que la perpetuación del metabolismo del
    capital hipermercantilizado, hipermilitarizado y,
    fundamentalmente hiperhumanofóbico (Hardt y Negri,
    2000; Chingo y Dunga, 2001, Petras, s.f.).

Para otros, se trata de la modernidad
contrarrevolucionaria que se aferra a sus orígenes
mercantilistas de Génova y Venecia en aras de lo cual
sigue aplastando a las fuerzas que encarnan la modernidad
revolucionaria de la igualdad, comunidad y esperanza, así
como de la cooperación fraterna y de los valores de la
Revolución francesa y de las multitudes europeas de los
siglos XVII, XVIII y XIX, en especial de Nuestroamérica;
ello para no mencionar las del siglo veinte y las que van del
siglo veintiuno. Modernidad que es la misma que sigue sometiendo
a pueblos y naciones al genocidio primeramente colonial,
posteriormente neocolonial y hoy imperial, que invade
países, inventa terroristas, delincuentiza y sataniza por
doquier sin autocrítica alguna.

No es nuestro objetivo hacer desarrollos sobre este
megaescenario, pero valga la oportunidad para hacer dos
puntualizaciones:

1.a) El terror –cada vez más
subliminado- encarnado por la modernidad
euro-anglo-yanqui-céntrica, viene siendo presentificado
como el bien absoluto y la lucha por la salvación de la
humanidad y la instauración de un reino eclesial en la
tierra; ello, sobre la base de sembrar en el inconciente de
amplias masas, la concupiscencia consumista anticartesiana, que
sólo se agota al consumir otra
mercancía.

1.b) La panorámica compartida por
academicistas y profesionistas, que, cualesquiera sean los
lugares desde los que nos asomemos a la comprensión y
apropiación de la realidad societalmente construida, nos
encontraremos con las filigranas brutales de la hipermodernidad
imperial, que no sabe pedir perdón.

  • 2) Para otros, estamos asistiendo a un cambio
    de época, es decir, a una metamorfosis con
    implicaciones genoestructurales y, por lo tanto, de largo
    plazo y gran profundidad del sistema capitalista. Es
    así que algo está en omnicrisis y
    cuasiderrumbándose por sus propias quimeras,
    entelequias y fantoches: la denominada pos-neo-modernidad y
    la globalización ultra-neoliberal conservadora que
    encarna, con disfraces seductores, la opresión, la
    explotación, la dominación, la
    alienación, el estadofobismo, el encapsulamiento
    individualista y el consumismo concupiscente y la
    humanofobia.

Evocando al Manifiesto Comunista, podemos decir
que un nuevo fantasma está recorriendo el mundo
hipercapitalista y, específicamente, nuestroamericano. Me
refiero al Otro humanista espinoziano que sigue siendo
invisibilizado por la modernidad cartesiana, asexuada y
desespiritualizada, propia de la dominación, la conquista
y el genocidio. Asimismo, me refiero a la modernidad impugnadora,
contestataria, emancipadora y libertaria, cuyos frutos fueron
saboreados al mismo tiempo en ambos lados del atlántico en
los siglos XVII y XVIII y que en Nuestramérica
cristalizó en el pensamiento y testimonio de vida de los
libertadores, próceres, héroes y heroínas de
nuestros procesos independentistas y autonomistas.

La conciencia de pueblos, naciones, clases, etnias y
multitudes parece decir que tal espectro revolucionario se
encarna en el sentimiento y la voluntad, de hondas raíces
religiosas, míticas y folclóricas, dos de cuyos
imaginarios queremos resaltar los dos puntos
siguientes:

  • a) El rechazo cada vez más
    multitudinario y radical, a una globalización imperial
    depredadora que persiste en poner en peligro la vida misma de
    la Pachamama o Madre Tierra Patria.

  • b) El pensamiento y la acción de sujetos
    que se asumen de derecho, justicia, paz y democracia
    participativa y protagónica.

Se trata de un macroescenario que da cuenta de que
ninguna instancia multilateral tiene capacidad jurídica ni
legítima ni fuerza política y moral para poner fin
a la guerra sin fin. Somos testigos impotentes de la
miso-humanidad, significada por un sinnúmero de
víctimas inocentes, de millones de desplazados y de la
hiper-irracional destrucción de toda la infraestructura
física, política, económica de Irak,
Afganistán y Libia, para sólo citar unos ejemplos
recientes.

Es el brutal e inhumano terrorismo narcoimperial. Y digo
narcoimperial porque en Afganistán la producción de
opio se ha incrementado a propósito de la decenaria
invasión yanqui rumbo a Rusia, y en Colombia la
producción de cocaína se ha exponenciado con el
Plan Colombia al mismo tiempo que los estados del norte de
Nuestramérica se han convertido en el mayor productor de
marihuana del mundo: según datos del mismo Departamento de
Estado de los EEUU sólo California produce alrededor de
$35.000.000.000 anuales, por encima de cualquier
producción de alimentos.[1]

En el narcoeje Estados Unidos-Colombia, al que se ha
sumado México, la lucha contra las FARC ha sido
funcionalizada por el narcoestado colombiano necesitado del
sexagenario estado de guerra interna que el gobierno de Uribe
quiso regionalizar e internacionalizar sin
éxito.

En aras de dicha política, la lucha contra el
narcotráfico ha venido significando lo contrario: asegurar
a los no menos de 50.000.000 de gringos la droga que necesitan,
pues en el supuesto, negado por la DEA estadounidense, de que
esos millones de humanos no tuvieran acceso a su droga, los
trastornos de conducta individual y colectiva tendrían
consecuencias sociopolíticas indeseadas para el
régimen de Washington.

Un mundo así fundado sobre la corrupción
humanosocial y político-cultural y la degradación
del ser humano, sólo puede llevarnos a la
destrucción planetaria, a la desocialización de
todo vínculo humano y a la guerra concupiscente, como
adicción, es decir, sin fin.

Pero además de los factores anteriores, un hecho
crucial es que el imperio euro-anglo-yanqui-céntrico ha
agotado sus propias fuentes petroleras y acuíferas y, por
lo tanto, necesita apropiarse de los recursos naturales de otros
países como Iraq, Eurasia, Irán, Libia, Irán
y Venezuela…Y donde quiera que estén hay que ir por
ellos, sin importar cuántas vidas humanas se pierdan ni
cuánta destrucción societal, ecosistémica y
planetaria se produzca.

Es así que desde hace varios lustros el
régimen de Washington sigue desatando, sin
declaración oficial alguna, una guerra encubierta,
denominada de cuarta generación o guerra preventiva
(Golinger, s. f.; Rodríguez Miérez, Erick, 2005;
MPPCI-RBV, 2005; Chomsky, 05/09/2010, Buen Abad, 2011), contra el
mundo y los países que constituyen la mayor reserva
biodiversa de la humanidad: la amazonia, pero también
contra Argentina, Paraguay y Uruguay en donde confluye la mayor
reserva acuífera del mundo.

Pero además, sigue arremetiendo contra los
países nuestroamericanos que se han constituido
soberanamente en la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra
América, en la Unión de Naciones de los Pueblos del
Sur (UNASUR) y en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC, una OEA pero sin la participación
de Estados Unidos y Canadá), aprobada por unanimidad en la
Cumbre de Cancún. Asimismo, sigue arremetiendo contra
proyectos estructurantes y promisorios en marcha como Petrocaribe
y Petrosur[2]el Banco Interestatal del Sur, la
humanitaria Misión Milagro Internacional, el
Cardiológico Infantil Internacional, la Escuela
Latinoamericana de Medicina Comunitaria, Telesur y Radio del Sur,
ambas de cobertura mundial, el periódico "Correo del
Orinoco Internacional" que circula en castellano, inglés,
francés y portugués, la Misión Full
Oil
[3]que le provee gas barato a más
de 250.000 familias pobres en veinticinco estados
estadounidenses.

Por sus reservas de hidrocarburos, mineralesagua
dulce, biodiversidad y su posición
ético-geo-bio-política, Venezuela y con ella
Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina, es un codiciado objetivo
estratégico del imperio, sólo diferido por la
prioridad geopolítica centrada en el control y
apropiación del petróleo del oriente medio y
eurásico, pues detrás se encuentran dos potencias
definidas por el imperio como enemigas: Rusia y China.

En Nuestramérica la realidad es muy distinta a la
de la segunda mitad del siglo veinte y, por ello, el salto
cualitativo no es lineal ni progresivo, sino de ruptura, de
quiebre profundo, inédito y de tan largo alcance, que la
percepción generalizada de pueblos y naciones es que hoy
estamos más cerca de un nuevo punto de partida, que de un
pasado que resultó inviable como democracia inclusiva y
como modo de vida cotidiano. Una alianza estratégica se ha
venido estableciendo entre algunos gobiernos y amplias multitudes
étnico-populares, interclasistas e intercivilizatorias. Y
esto significa que de lo que se trata es de:

a) Un desplazamiento radical de las plataformas
sociopolíticas, con implicaciones genoestructurales en el
escenario de la historia de diversos países.

b) La construcción de un plural punto de
partida hacia futuros abiertos, que están necesitando de
un trabajo societal sin fronteras, sea, de un proyecto
ético, estético y geobiopolítico de
producción, circulación y consumo
singular-colectivo y metalógico entre conocimientos
científicos y saberes étnico-populares e
intercivilizatorios.

Es la alborada del siglo veintiuno,
inequívocamente anunciadora de una tendencia definida a
que los estadocentrismos y estadofobismos den paso a estados
sociocéntricos, es decir societalmente centrados y, por lo
tanto, de sociedades tendencialmente integrales, inclusivas,
protagónicas y dispuestas a apropiarse del estado, la
historia y la lógica societal que les
pertenece.

Y esta característica está apuntando a la
discusión sobre los promisorios estados éticos,
estéticos y geo-bio-políticos de derecho y de
justicia, cuyo sujeto ya no es el cosificado de la carencia, sino
el sujeto de dignidad y reconocimiento en y a propósito
del Otro tendencialmente socialista de siglo veintiuno, sujeto
que quiere inclaudicablemente autoafirmar su condición
humana y su libre voluntad de compromiso con la
realización de su deber ser, mediado por las
circunstancias promisorias de su aquí y ahora
singular-colectivo.

Se trata una discusión pendiente sobre los
estados sociocéntricos y de base indo-afro-caribeña
que vienen siendo construidos en Venezuela, Bolivia, Ecuador,
Nicaragua y algunos países caribeños, que han
asumido radicalmente el desiderato a que se enfrenta toda
configuración societal: la traducción y
satisfacción de carencias y la potenciación de
aspiraciones de todos los involucrados en los problemas propios
de la convivencia en sociedad.

El caso de la
República Bolivariana de Venezuela. Notas
breves

El siglo veinte venezolano, comenzó
tardíamente en enero de 1936 a raíz de la muerte
del general Gómez quien gobernó al país
mediante una férrea dictadura durante casi veintiocho
años. Comenzó a tomar cuerpo un proceso de
construcción de una modernidad dependiente, reducida a una
simple modernización del estado y la sociedad, basada en
partidos y organizaciones de masas y la pretensión de
construir un estado de bienestar de corte
rooseveltiano-keynesiano, signado por una fuerte política
militar pero también de asistencia social.

Entre 1945 y 1958 se produjeron tres golpes de estado y
se instauraron dos dictaduras, una, de tres años de corte
socialdemócrata, y la segunda de diez años,
ésta última mediada por un magnicidio que, a la
larga, contribuyó a que la dictadura del general
Pérez Jiménez fuera derrocada en enero de
1958.

El régimen de Pérez Jiménez estuvo
interesado en instaurar un proyecto tecnocrático de
desarrollo fundado en grandes obras de infraestructura,
empresarial y nuclear que profundizó la
construcción del capitalismo en el estado, el mercado, la
sociedad y la cultura venezolana, hasta que, en enero de 1958,
éste fue derrocado por militares revolucionarios de
izquierda y un movimiento social de masas (Trejo,
1977).

A partir de esta fecha, sea, luego de veintidós
años de búsqueda formal, se instauró el
régimen político bipartidista
socialdemócratacristiano –cooptativo, prevendario,
proyanqui, burocrático y socioclientelar- que durante
cuarenta años propugnó el modelo de clase media
ascendente, para el cual los pobres ostentaban esa
condición que no podía ser tranformada sino
sólo paliada (los indígenas no existieron en el
ideario socialdemócratacristiano), basado en la forma de
estado cepalino-desarrollista, industrialista, bienestarista y
asistencialista, finalmente neoliberalizado a partir de febrero
de 1989 y hasta 1998 cuando el comandante Hugo Chávez
ganó masivamente las elecciones presidenciales.

Contrariando, a nuestro juicio, la doctrina
democrática como modo de vida, los actores
políticos y culturales predominantes se transformaron en
maquinarias corporativas y tecnoestructuras empresariales,
sindicales, eclesiales y partidarias, todas ellas involucradas en
la práctica de los poderes de clase y de estado y en la
exclusión, cooptación y desaparición
física de los movimientos populares, especialmente
aquellos con potencialidades contestatarias o
alternativas[4]

Fue así que la racionalidad total, que
teóricamente pudiéramos decir que le es propia a la
estatalidad del estado y a la societalidad de la sociedad,
resultó, en un sistema de relaciones en el que todo
esfuerzo de abstracción y resignificación por
más reales y necesarios que fueran, se reputaban como
banales.

En consecuencia con lo anterior, los intereses elitistas
equiparados al poder del privilegio, la corrupción y la
impunidad -de honda raigambre en la historia venezolana- se
impusieron sobre el interés general que se pudiera
expresar en la encarnación de una autonomía y
capacidad de autogobierno por parte de una sociedad civil que no
pudo dejar de ser complaciente, ambigua, gelatinosa y diluida por
sus propias obras.

El ensayo democrático liberal-representativo, que
tras veintidós años de búsqueda de algo
diferente al sistema oligárquico, cristalizó en una
organización que entre 1958 y 1998 no logró
desarrollar un sentido humanosocial que recubriera el cuerpo
entero de la sociedad venezolana y le diera vigencia cotidiana a
leyes, costumbres, deberes, derechos, e instituciones.

El desencanto producido por las promesas no cumplidas se
tradujo, finalmente, en pérdida de credibilidad,
escepticismo y apatía generalizada por haber suscitado
ilusiones de certidumbre, homogeneidad, bonanza y armonía
sobre la base del modo, políticamente no problematizado,
de resolver a billetazos petrodolarizados, los problemas de la
convivencia en sociedad.

Fueron las razones por las que su crisis terminal y sus
estertores marcaron, a partir de la rebelión popular que
dejó a más de mil muertos a manos del
ejército entre el 27 de febrero y el 4 de marzo de 1989;
asimismo, marcaron la voluntad de millones de venezolanos por la
búsqueda de un futuro cuyo punto de partida fue la masiva
victoria electoral de Hugo Chávez y la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada
mediante referendo por el 80% del electorado. Hoy, luego de nueve
procesos electorales, el proyecto bolivariano sigue contando con
un apoyo popular que supera el 60% de la
población.

La nueva época de la venezolanidad, del
bolivarianismo, de la indo-afro-americanidad, en fin, la
sureñidad –a la que México pertenece a pesar
de sus gobiernos neoliberales y proimperiales- viene significando
una multiplicidad de procesos –promisorios y, por lo tanto,
fronéticos y estructurantes- en todos los ámbitos
de la vida venezolana.

Entre estos los siguientes:

  • 1. Resignificación de los poderes
    imaginarios, simbólicos y reales de los actores
    sociales, políticos, económicos, militares,
    eclesiales, culturales, estudiantiles, obreros, partidistas,
    étnicos y populares sobre la base
    ético-geo-estratégica del protagonismo
    integrativo.

  • 2. Reconfiguración de las identidades y
    diferencias, contradicciones y antagonismos, disensos y
    consensos, carencias y aspiraciones sociales.

  • 3. Agudización de un enconado,
    difícil y doloroso reacomodo de los estilos y modos de
    vida, cuya base de sustentación también
    está siendo objeto de modificaciones estructurales: el
    mercado que, paradójicamente desde hace décadas
    viene siendo sometido a procesos de concentración y
    segmentación por los mismos capitalistas como
    estrategia de incremento compulsivo del consumo y de la tasa
    de ganancia, pero también de relegitimación
    política frente a la masiva receptividad que viene
    ostentando el discurso del socialismo del siglo
    veintiuno.

  • 4. Construcción de nuevas
    representaciones singular-colectivas sobre la nacionalidad,
    la estatalidad, la socialidad, la culturalidad, la
    politicidad, la etnicidad, la economicidad, la colectividad,
    la cotidianidad, la interregionalidad, la internacionalidad,
    la mundialidad.

  • 5. Fragua y revaloración larga y
    difícil del nuevo estado venezolano, cuya integralidad
    e inclusividad (unidad en la diversidad) en marcha sigue
    pasando, por un lado, por el refacultamiento y
    habilitación exitosa de las instancias formales e
    informales de la sociedad venezolana (diversidad en la
    unidad); y, por otro lado, por el cambio del modo de
    relacionamiento del estado consigo mismo y con las
    instituciones y organizaciones civiles y, por lo tanto, del
    modo de resolución de los problemas propios de la
    convivencia en sociedad y los del ecosistema
    terráqueo. Esta forja sigue transitando por una fase
    -esperamos más de mediano que de largo plazo- de
    recentramiento político y estatal sobre bases
    distintas a las de la segunda mitad del siglo
    veinte.

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde 1998 y el
balance histórico es innegablemente positivo en la
construcción multitudinaria de un nuevo punto de partida
no lineal y no progresivo, es decir, de una nueva plataforma
político-cultural e ideológico-simbólica que
marca una ruptura radical sistémica en la historia
política venezolana.

Se trata de un proceso anticapitalista en el que podemos
visualizar prolegómenos de análisis de ruptura, no
sólo en el sentido bachelartiano, sino también en
el originario sentido aristotélico de la fronesis (Santos
1996:46) y, por lo tanto, no cartesiano y, por ello mismo,
pletórico de errancias, omisiones, reintentos y
desencuentros fraternos que enriquecen, agregándole valor,
a la vida en sociedad.

En el inagotable campo de lo societal, que contiene en
sí mismo la posibilidad de la fuga a pasados u
orígenes míticos o a cualquier futuro virtual, en
especial si consideramos que las salidas a las crisis
capitalistas y a las innovaciones tendencialmente socialistas,
están determinadas no sólo por los propios
términos que las suscitan, sino, también porque
sicoanalíticamente estamos atados a la repetición
de nuestras formas de pensar, oír, oler, hacer, sentir,
soñar y utopizar, que son las mismas que condujeron a las
situaciones que deseamos superar y transformar a partir de esos
procesos de ruptura no lineal ni ascendente sino del tipo de
corrimiento impredecible de placas tectónicas –valga
la metáfora geológica- que, después de los
terremotos sociopolíticos y culturales –como viene
ocurriendo en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y algunos
países del Caribe- no se sabe qué de viejo ni
qué de nuevo caracterizará la nueva
configuración societal en marcha. Pero como afirmó
Einstein (1949) a pesar de Freud y Lacan, "… los seres
humanos no están condenados…a aniquilarse o a estar
a la merced de un destino cruel, infligido por ellos
mismos…".

En Venezuela, como en diversos países,
está planteada la lucha contra el viejo sistema
oligárquico proconsular que se resiste a morir y, por
ello, continúa dando coletazos cada vez más
desesperados, violentos y fragmentados, muy bien financiados por
el régimen de Washington; y esto seguirá y
alentándose, hasta que una nueva configuración
societal se consolide y desarrolle multitudinaria, participativa
y protagónicamente en pos del sueño utópico
concreto de Simón Bolívar: hacer de la Patria
Grande indoafroamericana y caribeña una sociedad Reina de
Naciones, en la que el gobierno hecho estado y el estado hecho
gobierno asegure a toda su ciudadanía la mayor suma de
democracia, justicia, seguridad social y felicidad. Sueño
que ha tenido un grado de concreción en la
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela de 1999, al instituir que los ciudadanos y las
ciudadanas son sujetos de derecho y de justicia y agentes del
poder étnico-popular para ejercer generativamente el
derecho a la contraloría social sobre las políticas
y a exigir a sus representantes el rendimiento de cuentas
públicas, transparentes y periódicas de acuerdo con
el programa presentado y aprobado colectivamente, al inicio de la
gestión de que se trate.

Mientras el itinerario de esa larga, laboriosa y
promisoria transición hacia el socialismo de siglo
veintiuno, inspirado en el pensamiento de Francisco de Miranda,
de Simón Bolívar y sus maestros Simón
Rodríguez y Andrés Bello, así como en el
testimonio de héroes y heroínas de nuestros
procesos independentistas y emancipadores, dentro de los cuales
cabe resaltar la obra del pernambucano general de Bolívar,
José Inacio de Abreu e Lima, quien editó en 1955
-siete años después del Manifiesto Comunista– su
O Socialismo, va marcando los hitos de nuestra propia
historia, veamos esquemáticamente las siete directrices
generales que orientan el proyecto político nacional de
desarrollo socioeconómico 2007-2013
(http://www.gobiernoenlinea.ve/):

1) Nueva ética socialista: propone la
refundación de la nación venezolana, la cual hunde
sus raíces en la fusión de los valores y principios
más avanzados de las corrientes humanistas del socialismo
y de la herencia histórica del pensamiento antimperialista
de Simón Bolívar.

2) La suprema felicidad social: A partir de la
construcción de una estructura social y un nuevo modelo
productivo, humanista y endógeno, se persigue que todos
vivamos en similares condiciones, rumbo a lo que decía El
Libertador: la suprema felicidad social.

3) Democracia protagónica revolucionaria: para
esta nueva fase se consolidará la organización
social en aras de redesplegar la independencia, la libertad y la
fuerza singular-colectiva del poder originario.

4) Modelo productivo socialista: Con el fin de lograr el
trabajo significante, se buscará la eliminación de
su estructura jerárquica y de la disyuntiva entre la
satisfacción de carencias y la producción de
riqueza.

5) Nueva geopolítica nacional: La
modificación de la estructura socio-territorial persigue
la articulación interna del modelo productivo, a
través de un desarrollo territorial decentralizado y
desconcentrado, definido por ejes integradores, un sistema de
ciudades interconectadas y un habitat sustentable.

6) Venezuela: potencia energética mundial: El
acervo energético del país posibilita una
estrategia que combina el uso soberano del recurso con la
integración mundial; el petróleo continuará
siendo decisivo para la captación de recursos y la
consolidación del modelo productivo socialista.

7) Nueva geopolítica internacional: La
construcción de un mundo multipolar implica la
creación de nuevos polos de poder en la búsqueda de
la justicia social, la solidaridad y las garantías de paz,
bajo la profundización del diálogo entre los
pueblos y su autodeterminación y respeto.

Veamos también dos indicadores significantes de
la política orgánica de inclusión societal
del estado venezolano, de los que se desprenden otros tantos,
pero que sólo enumeramos sin pretensiones de exhaustividad
(http://www.ine.gov.ve/pobreza/Medicion.pdf):

  • De acuerdo con el índice de
    Gini[5]América Latina es el continente
    más desigual del mundo. Dentro de los países
    más desiguales están Brasil, Chile y Argentina.
    En contraste con estos y todos los países en donde el
    neoliberalismo viene causando estragos en la democracia, la
    economía y la redistribución del ingreso,
    Venezuela hoy aparece como el país más
    igualitario en la distribución de la riqueza de
    nuestra América, pues pasó de 0,48 en el
    año 1998 a 0,40 en 2009, ubicándose con el
    coeficiente más bajo de desigualdad al sur del
    Río Grande.

  • El Índice de Desarrollo Humano del PNUD
    permite medir el avance de la población, obtener una
    larga vida socialmente útil, saludable y con acceso
    permanente a la educación. Para medirlo se
    reúnen tres dimensiones: salud o esperanza de vida,
    logro educativo, e ingreso. De acuerdo con estimaciones del
    Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE),
    el desarrollo humano, es decir, la calidad del modo de vida
    de los venezolanos ha mejorado sostenidamente, en especial
    desde el año 2004, cuando se ubicó en el rango
    alto del índice, que va de 0,80 a 1, y que es el
    más deseable para el PNUD, para ubicarse en 2008 en un
    índice de desarrollo humano de 0,8277 y en 2009 en
    0,844, cada vez más próximo a uno. Desde 2005,
    Venezuela se ubica en el rango alto del IDH, especialmente en
    educación, salud y por el incremento significativo en
    el nivel de ingreso de los hogares pobres. En menos de una
    década Venezuela pasó del nivel medio al nivel
    alto del Desarrollo Humano.

Lo anterior debido a la misión asignada por la
sociedad al nuevo estado venezolano que, por primera vez,
mantiene una política orgánica de desarrollo
integral, cuya noria es la inversión social motorizada por
una nueva concepción de la misión societal del
estado en todos los ámbitos concernientes a la vida en
sociedad, inversión que representa el 60% del presupuesto
de ingresos fiscales del país, que durante estos doce
años superan los US$ 500.000.000.000 (Bs. al 4.30$).
(http://www.ine.gob.ve/):

Es lo que ha permitido equiparar el salario
mínimo rural al urbano y elevar el salario mínimo
venezolano de $185 en 1998 a US$ 1.230
(http://vtv.gob.ve/noticias-econ%C3%B3micas/30600).

  • Indexar las pensiones y jubilaciones al incremento
    sostenido del salario mínimo.

  • Masificar las transferencias monetarias directas
    como becas y facilidades de estudios gratuitos en todos los
    niveles del sistema educativo, desde el prescolar, la
    primaria, la secundaria hasta la universitaria de grado y
    posgrado.

  • Universalizar la jornada escolar de cuatro a ocho
    horas en las escuelas fundadas en las comunidades escolares
    integradas por los padres y representantes en conjunto con
    los consejos comunales y comunas de que se trate.
    Según la Unesco, Venezuela ocupa el segundo lugar en
    Nuestramérica y el quinto lugar mundial en tasa de
    escolaridad (83%) por encima de EEUU que está en sexto
    lugar.

  • Universalizar la Misión Alimentación
    que ha ampliado la cobertura desde 252.000 niños en
    1998 a más de 5.000.000 en 2010), que reciben dos
    comidas diarias más la merienda en las escuelas y
    liceos bolivarianos.

  • Incremento de la población con acceso al agua
    potable del 82% en 1998 al 97% en 2010.

  • Reconocimiento salarial mínimo al trabajo
    doméstico de las madres de familia, asi como a los
    jubilados a partir de los sesenta años de
    edad.

  • Estimular la intermediación bancaria privada
    y estatal de apoyo financiero y tecnológico a favor de
    la expansión para empresas formales con menos de cinco
    empleados (antes invisibilizadas por el término tercer
    sector o sector o economía informal), cooperativas de
    producción de valores tangibles e intangibles de
    cambio y de uso, y el énfasis en la creación de
    empresas estatales de producción social, y socialistas
    agrícolas, industriales y de servicios, y medianas y
    grandes empresas privadas y colectivas.

  • Lucha frontal contra el latifundio, la pesca de
    arrastre marítima y fluvial, la industria extractiva
    de todo tipo antiecológica y contra la
    especulación, el acaparamiento y el contrabando de
    productos especialmente alimenticios y de primera necesidad
    hacia Colombia, así como contra el narcotráfico
    proveniente de este país con rumbo a Estados Unidos y
    Europa (actividad exitosa certificada por la ONU).

  • Socialización tendencial de la cadena de
    producción, distribución y consumo masivo de
    productos agroindustriales y alimentarios y
    eliminación de la corrupción,
    especulación y el acaparamiento por parte de las
    elites mafiosas comerciales e intermediarias, lo que ha hecho
    posible reducir la pobreza y pobreza extrema desde el 70% y
    25% en 1998 al 23% y al 7% respectivamente en
    2010.

Partes: 1, 2

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