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Una fundamentación ontológico-antropológica para el aprendizaje organizacional




    Una fundamentación
    ontológico-antropológica para el aprendizaje
    organizacional – Monografias.com

    Una fundamentación
    ontológico-antropológica para el aprendizaje
    organizacional

    La ontología estudia el ente en cuanto ente, sus
    propiedades y causas. La denominación de ente tiene que
    ver con lo que ordinariamente se llaman cosas, realidades o
    seres. Etimológicamente significa "lo que es", algo dotado
    de la propiedad de ser. El hecho de que la ontología
    estudie al ente en cuanto ente, diferencia a esta disciplina de
    las ciencias porque éstas últimas estudian las
    representaciones y características del ente.

    Se suele distinguir entre el objeto material, que es el
    conjunto de las cosas estudiadas por un saber científico,
    y el objetivo formal, o aspecto que cada ciencia considera en el
    ámbito de su objeto material: por ejemplo, la
    biología tiene como objeto material a los vivientes,
    mientras que su objeto formal es la vida. El objeto material de
    la ontología es toda la realidad, pues todas las cosas son
    entes, aunque de modo diverso, pero su objeto formal es el ente
    en cuanto tal, considerado en su carácter de ente
    peculiar.

    Por otro lado, el que la ontología estudie las
    propiedades y causas del ente, le permite ahondar en su propio
    objeto de estudio. A la ontología le corresponde descubrir
    si hay aspectos que se desprenden del ser de las cosas o no.
    Así, por ejemplo, la "verdad" procede del ser de las
    cosas, pero la "materia" no es una condición exigida
    necesariamente por el ser.

    Este artículo intenta utilizar conceptos, juicios
    y argumentos, extraídos de diferentes marcos
    teóricos y conceptuales, para proponer la ontología
    subjetual que se requiere en este caso, como una opción
    por el sujeto como constructor intersubjetivo de la vivencia
    organizacional. Pero esto requiere posicionar al ser en
    relación a otro ser, observar al prójimo como
    interlocutor, intentar comprenderle. La comprensión, este
    entendimiento depurado, es fundamental en la relación
    dialógica. Para Heidegger (1980), se sustenta en la
    apertura del ser.

    La inteligencia del ente, consiste, entonces, en ir
    más allá del ente –hacia lo abierto
    y percibirlo en el horizonte del ser: "Nuestra
    relación con otro consiste ciertamente en querer
    comprenderle, pero esta relación desborda la
    comprensión. No solamente porque el conocimiento del otro
    exige, además de curiosidad, simpatía o amor,
    maneras de ser distintas de la contemplación impasible,
    sino porque, en nuestra relación con otro, él no
    nos afecta a partir de un concepto. Es ente y cuenta en cuanto
    tal" (Lévinas, 2001, p.17).

    Relacionarse con el ente en cuanto ente, significa para
    Heidegger, dejar ser a lo ente. Por esta razón,
    para él, el estar-con-otro, el Miteinandersein,
    reposa en la relación ontológica.

    En este contexto, la razón es fundamental en la
    relación con el otro.

    Kant (1977) trabajó en el concepto de
    razón; el problema metafísico fundamental derivado
    de este trabajo, "Lo scoprimento del fondamento (che rappresenta
    un problema non risolto dall`ermeneutica kantiana) implica da una
    parte la revisione dell`uomo non esencialmente consegnato alla
    moralità, la destrutturazione della metaphysica
    specialis,
    e dall`altra una valutazione rigorosa circa le
    implicazioni della filosofia trascendentale" (De Blasi, 2003, p.
    3), puede considerarse como una posibilidad ontológica. En
    esta posibilidad ontológica, Kant (1974), no es el
    filósofo que ejerce la primacía de la razón
    práctica, ni es el creador de una nueva teoría
    gnoseológica. Kant se caracteriza por una posición
    intermedia, un camino que se sitúa entre el viejo y nuevo
    modo de pensar la filosofía; entre la analítica
    trascendental y la ontológico-existencial. Se pone a mitad
    de camino entre la esencia de la metaphysica specialis
    (ciencia que se ocupa de las tres esferas; Dios, naturaleza y
    hombre) y el fundamento de la metaphysica generalis, que
    constituye el aparato trascendental para un posible fundamento
    ontológico. El rapport original de co-pertenencia
    entre el hombre, el hacer y el conocer, no considera al hombre y
    la ética y al hombre y la lógica, pero sí al
    hombre y la metafísica y, este argumento viene,
    kantianamente, definido como una "disposición natural del
    espíritu". El problema de la metafísica en Kant se
    manifiesta en la pretensión de prospectarse como una
    ciencia de conceptos "puros", una metafísica de la
    naturaleza, una metafísica de las costumbres. Aún
    cuando denominó crítica a su
    metafísica, nunca puso verdaderamente bajo juicio
    crítico su valor ontológico. En realidad, el
    intento de Kant es "[…] sostituire al progetto orgoglioso di
    un`ontologia il programma più modesto della sua analitica
    dell`intelecto puro (…( vorrà essere la "metafisica
    della natura", la nuova "ontologia categoriale" " (Grondin, 1994,
    p. 163).

    Sin embargo, la razón y la comprensión no
    bastan por sí solas.

    En la relación con el otro, es necesaria la
    relación dialógica, la comunicación. En este
    punto, es necesario señalar que no se está hablando
    de la comunicación mediática, aún cuando hoy
    en día sea muy difícil ocuparse de una
    explicación sistemática de la existencia, es decir,
    de la ontología, sin preocuparse de lo mediático:
    "En una cultura tecnocientífica como la del presente, la
    comunicación no emerge de la continuidad de las
    experiencias en común, ni tampoco de la adopción de
    los valores y normas transmitidos por la tradición y la
    ética (los dos sólidos continentes desvanecidos por
    la globalización). La comunicación, sobre todo, en
    lo que tiene de entramado relacional que se apoya y pivota sobre
    las nuevas tecnologías electrónicas del sonido y de
    la imagen, resulta más bien la resultante de un juego de
    fuerzas antagónico."(Soldevilla, 2003, p.1). Este
    antagonismo del cual habla Soldevilla, se refiere a la
    confrontación entre dos caminos, propiciado uno por la
    reconciliación humana en la forma de un telos que
    orienta la acción social (Habermas, 1981; Luhmann, 1991;
    Vattimo, 1989) y, el otro, donde la comunicación se
    convierte explícitamente en un dispositivo de
    disolución ontológica de la subjetividad y la
    comunidad, ante los requerimientos axiomáticos de los
    nuevos paradigmas de las ciencias cognitivas, que subsumen
    subjetividad y comunidad en el flujo de relaciones
    intersistémicas: "[…] la ontología o la
    antropología son subsumidas por la lógica del
    desarrollo científico tecnológico, expresa en la
    lógica de la comunicación. Saber comunicativo que
    obedece a una determinada política tardocapitalista que,
    utilizando la tecnología electrónica punta,
    pretende superar el antagonismo hombre-naturaleza, para
    así imponer sus intereses, los cuales encubren,
    proponiéndolos como de acuerdo con las necesidades de la
    mayoría social" (Soldevilla, 2003, p.3). Resulta
    más o menos claro que se debe reconstruir una nueva
    "racionalidad comunicativa", "[…] que apunte hacia un
    realismo práctico más comunitario, lejos de la
    internacionalización individualizada del proceso
    comunicativo, que discurre en subalternidad con la
    mundialización de los mercados de capitales". (Soldevilla,
    2003, p.7).

    Obviamente, esto exige la conservación de una
    territorialidad no-excluyente, compatible con el respeto de la
    diversidad, dentro de un diálogo multicultural infinito
    (Gadamer. 1997).

    Con todo, el tema de la comunicación, en
    términos de lo que pretende este discurso desde el punto
    de vista ontológico, debe focalizarse en la
    relación dialógica, en la relación
    Yo-Tú, que obviamente tiene una connotación
    más antropológica que ontológica.

    Así pues, desde el punto de vista
    ontológico, el aprendizaje organizacional tiene como
    objeto material de estudio a la organización misma, sus
    componentes, miembros y características y, por objeto
    formal, el aprendizaje. A la ontología le
    interesará saber si en este ente llamado
    organización, hay aspectos que se desprenden de su "ser"
    como, por ejemplo, el conocimiento formal que se deriva de sus
    estructuras comunicacionales.

    Decir que los fenómenos sociales presentan una
    dimensión simbólica implica admitir que esa
    dimensión significativa es un constituyente
    ontológico de los objetos sociales, que, en todo momento,
    se recortan en un escenario fáctico: la cultura.
    Comprender la cultura sólo sería posible, entonces,
    si podemos comprender el significado de los objetos sociales.
    Pero esto implicaría enfrentar una serie de
    categorías y definiciones tradicionales como las de clase
    social, conciencia social, cambio social y formas culturales. Hay
    entonces, en toda organización y en el tema que nos
    convoca, un constituyente ontológico que obliga a la
    comprensión de sus significados si se quiere comprender su
    cultura. La comprensión de su cultura evidenciará
    posteriormente un análisis más fidedigno del
    fenómeno de su realidad.

    Aquí, nos movemos en el terreno de la
    interpretación hermenéutica que, por
    añadidura, es aperturista. Esta epistemología
    comprensiva de interpretación, donde el investigador se
    involucra, que se desarrolla en el tiempo en busca de sentido y
    explica el fenómeno con apertura a otras realidades
    –quedando abierto a nuevos fenómenos–, tiene
    sus principales referentes en Habermas (1992)[1] y
    Gadamer (1993). Hay un tercer exponente de la
    hermenéutica, Ricoeur (1986), que desarrolla una
    hermenéutica fenomenológica.

    Gadamer plantea que el hombre es historia, que dice
    más que la razón, y que ésta no puede ser la
    fuente de la hermenéutica, sino la expresión
    artística. Desde este punto de vista, la
    interpretación es inacabable.

    Habermas fundamenta su posición diciendo que todo
    conocimiento es interesado y que el hombre tiene un sentido de
    existencia factual; está hecho para hacer cosas. Sin
    embargo, precisa el concepto "interés" dándole una
    connotación distinta a la común: "I term interests
    the basic orientations rooted in specific fundamental conditions
    of the possible reproduction and self-constitution of the human
    species, namely work and interaction (…(
    Knowledge-constitutive interests can be defined exclusively as a
    function of the objectively constituted problems of the
    preservation of life that have been solved by the cultural form
    of existence as such" (1972, p.
    196)[2].

    Obviamente, como a quien se educa es al ser humano y no
    a otro ser –que el hombre es un animal y algo más no
    cabe duda–, no es raro que resulte imposible abordar la
    cuestión educacional sin referirse al anthropos o
    realidad humana. Lo humano y lo educacional constituyen
    significantes y significados mutuamente referidos, según
    el decir de Fullat, (1997, p. 17).

    El problema surge al tratar de precisar el concepto de
    hombre porque éste se convierte en un obstáculo
    cuando se intenta aclarar el concepto de educación, y el
    concepto de hombre no es una cuestión que la haya definido
    alguien jamás, ni aún aquellos que se han dedicado
    al tema en forma específica: después de leer el
    exhaustivo ensayo de Buber (1966)[3] nadie
    podría dar una definición final de
    hombre.

    Sin embargo, el significado de proceso educador se
    aclara cuando se obtiene rigor en el concepto de ente humano. Por
    esta razón, sólo una antropología de la
    educación es la que puede relacionar a una
    Antropología Filosófica con los procesos
    educacionales. Antropología y Pedagogía constituyen
    una circularidad enriquecedora. Los rasgos constitutivos del ser
    humano permiten hacernos una idea más precisa y completa
    de los procesos educativos.

    El término Anthropos es griego y
    significa "ser humano". El vocablo Paideia, igualmente
    griego, se acostumbra a traducir por Educación, pero tiene
    más un sentido de entrega de cultura. Esta entrega
    posibilita el engendramiento social del hombre. Toda
    investigación en torno a lo humano conduce inexorablemente
    hacia temas educacionales.

    Al tocar el tema del hombre, la cantidad de aceptaciones
    y conceptos vertidos sobre él se contraponen tanto hoy
    como en la época de Sócrates: "…los que
    tenían fama de ser los más sabios, eran los
    más necesitados de sabiduría, mientras que los
    mejor dispuestos hacia ella eran justamente los que pasaban por
    mediocres" (Apología: 31)[4]. En tal
    encrucijada antropológica, la Antropología pide
    ayuda a la Pedagogía: el ente humano queda percibido como
    tarea. El cómo, el qué y el quién sea el
    Anthropos es doctrina que no le viene dada a
    éste, sino que constituye su tarea fundamental.

    El ser humano se manifiesta problemático, la
    antropología filosófica se hace con el problema,
    mientras que las Ciencias de la Educación (entre ellas la
    Antropología Cultural de la Educación y las
    Tecnologías Educativas) buscan enmarcar en la realidad
    biosocial sus proyectos.

    En este contexto, la esencia de lo antropológico
    queda abierta a la pedagogía. Pero también un
    análisis del proceso educador remite de manera obligada a
    una antropología que reflexiona más allá de
    toda posible experiencia o fenómeno. No hay manera de
    pensar en el hecho educativo sin referencia a su "para
    qué". Siempre que se educa, se educa a alguien y para
    algo. Educar sin antropología deja de inmediato de ser
    educación, transformándose en vulgar
    adiestramiento. Enseñar es transmitir símbolos
    lingüísticos: míticos, religiosos,
    artísticos, científicos, históricos. Educar
    es engendrar a lo humano y la pedagogía cuenta sólo
    con un tema central: ¿qué es el hombre? Toda
    meditación en torno a lo educativo supone una
    elucubración de la imagen del hombre. Cualquier
    práctica educadora arranca de una representación
    antropológica consciente o inconsciente. La praxis
    educadora exige una antropología. Ésta encierra la
    liberación progresiva del hombre, ya que éste,
    fabricando cultura, se libera en parte de la necesidad natural.
    El anthropos es la unidad funcional implicada en la
    praxis educativa.

    Que el hombre es realidad social tampoco incorpora duda.
    Desde la cultura, el hombre accede a su percepción del
    mundo, con la técnica lo modifica y con las organizaciones
    se instala en él. De esta manera confirma su
    condición de anthropos, como diría Fullat
    (1997, p. 79). Lo social está en el hombre, él
    mismo es producto de su relación con otros hombres, lo
    humano le llega a través de otros hombres, su sentido de
    existencia los proporciona el intercambio con otros
    hombres.

    Pero el hombre se apropia del mundo mediante el
    lenguaje. Su sentido de existencia en una organización
    depende en buena medida de su capacidad de realizar la
    comunicación intersubjetiva con los otros miembros de la
    institución. Su lenguaje es de este modo
    "hermenéutico – trascendental; condiciona y hace
    posible, mediante interpretación, el acceso al mundo y a
    los prójimos" (Fullat, 1997, p. 81).

    Pero el lenguaje reafirma el constitutivo social del
    hombre sólo en su nivel de comunicación. Si no hay
    comunicación inter–humana no hay categoría de
    persona; su autorepresentación lingüística
    sólo se obtiene a través del
    diálogo.

    Ahora bien, las organizaciones son creaciones humanas,
    cuya viabilidad en el tiempo depende en gran medida de los flujos
    de comunicación que se planteen entre sus miembros y entre
    los distintos subsistemas que las componen. La condición
    antropológica inherente a los procesos de
    comunicación que se generan es parte obligada del
    análisis de fenómenos entrópicos y
    negentrópicos en el interior del organismo. No
    podría ser de otro modo si se piensa que este
    anthropos civilizado es, por su grado de
    participación en el planteamiento de su
    comunicación intersubjetiva, un voluntario o involuntario,
    un consciente o inconsciente creador de caos o de orden. La
    organización desorganizada es también
    creación humana y los procesos de comunicación que
    ahí existen son la clave para su comprensión.
    Aquí, el factor antropológico es ineludible e
    incuestionable.

    En la mayoría de las organizaciones, no existe un
    referente explícito, un modelo de anthropos
    vinculado con un ethos y un logos
    específico, que tenga que ver con el ejercicio de
    sus competencias laborales, establecido apriorísticamente
    en un proceso de selección. A lo más, los rasgos
    constitutivos de este hombre quedan definidos por su
    formación en el currículo y sus
    características sicológicas, explicitados en sus
    requisitos de incorporación.

    El anthropos prototipo en la organización, suele
    de esta manera también, ser un hombre cuyo
    background académico, emocional y comunicacional
    en los niveles de entrada de dicha sociedad es insuficiente para
    sus necesidades organizacionales. El rol formador de dicha
    organización deberá pretender hacer de él,
    entonces, un anthropos socializado, activo, capaz de
    establecer un nivel de comunicación intersubjetiva
    continua y flexible, capaz de trabajar en equipo y ejercer
    liderazgo, capaz de generar sus propias estrategias de
    acción y evidenciar valores que no sólo le integren
    al mundo laboral de la empresa, sino también a nuestra
    sociedad como un hombre íntegro.

    La tarea resulta de este modo clara y precisa para la
    organización: si desea verdaderamente un cambio
    organizacional, ella deberá tener en cuenta las variables
    involucradas en el aprendizaje organizacional de sus miembros.
    Además, la empresa debería esperar que los sujetos
    encargados de consolidar este aprendizaje organizacional, sean
    mediadores entre el conocimiento, la adquisición de
    valores, las competencias genéricas y específicas
    y, los miembros de la organización. Éste
    debería ser su "proyecto" antropológico.

    REFERENCIAS

    Buber, M. (1966) ¿Qué es el
    hombre?
    . México: Fondo de Cultura
    Económica

    Fullat, O. (1997). Antropología
    filosófica de la educación
    . Barcelona:
    Ariel.

    Gadamer, H.G. (1993). El problema de la
    conciencia histórica.
    Madrid:
    Tecnos.

    Gadamer, H.G. (1997). La diversidad de las
    lenguas y la comprensión del mundo
    . En
    Koselleck, R., Gadamer, H.G., Historia y
    hermenéutica
    . Barcelona:
    Paidós.

    Grondin, J. (1994). Immanuel Kant. Roma:
    Armando Editore

    Habermas, J. (1981). Teoría de la
    acción comunicativa: complementos y estudios
    previos.
    Madrid: Taurus.

    Habermas, J. (1992). Ciencias y Técnica como
    ideología.
    Madrid: Tecnos.

    Kant, E. (1974). Critica della Ragion
    pratica.
    Bari: Laterza.

    Kant, E. (1977). Critica della Ragion
    pura.
    Bari: Laterza

    Lévinas, E. (2001). ¿ Es fundamental
    la ontología? En: Entre nosotros. Ensayos para
    pensar en otro. pp. 13-23. Valencia: Pre-textos.

    Luhmann, N. (1991): Límites de la
    Comunicación como condición de la evolución.
    Revista de Occidente. Marzo, Núm. 118,
    Madrid.

    Platon (1980). Apología de
    Sócrates.
    Santiago de Chile: Renacimiento.

    Ricoeur, P. (1986). Du texte à l`action.
    Essais d` herméneutique, II.
    París:
    Seuil.

    Vattimo, G. (1989). La sociedad transparente.
    Barcelona: Paidós.

    REFERENCIAS DE SOPORTE
    INFORMÁTICO

    De Blasi, L. (2003). Kant e il problema
    della metafisica come posibilita dell`ontologia.
    Dialegesthai. Revista telematica di filosofia.
    http://www.mondodomani.org/dialegesthai/

    Soldevilla, C. (2003). Los efectos perversos de la
    comunicación. En Nómadas, 8, Revista
    crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas,

    Universidad Complutense de Madrid, Julio-Diciembre.

    http://www.ucm.es/info/nomadas/8/csoldevilla.htm

     

     

    Autor:

    Dr. Walter Walker Janzen

    [1] En su texto -traducido al castellano- La
    lógica de las Ciencias Sociales, trata profusamente el
    tema de la interpretación en el campo de las ciencias
    sociales.

    [2] Dicho de otro modo, si no
    tuviéramos que trabajar para preservar nuestra
    existencia y resolver los problemas que ella involucra, pocos
    intereses tendríamos por el conocimiento en sí
    mismo.

    [3] Tanto Martin Buber como Erich Fromm
    pueden clasificarse como hermenéuticos aperturistas, al
    igual que Jürgen Habermas.

    [4] Las faltas de los hombres, según
    Sócrates, eran producto de la ignorancia; los hombres
    bien instruidos eran, ipso facto, virtuosos.

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