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ALCA : acuerdos, confrontaciones y proyectos de sociedad




Enviado por Enrique Arceo


Partes: 1, 2

    Descriptores Temáticos: ALCA, MERCOSUR,
    libre
    comercio, exportaciones,
    hegemonía

    El ALCA : acuerdos,
    confrontaciones y
    proyectos de sociedad

    La XVIII Reunión Ministerial de Comercio
    celebrada en Miami culminó con una declaración
    destinada a "proporcionar orientación para la fase final
    de las negociaciones del ALCA" y apenas constituye, como indica
    el New York Times1, un vago esqueleto destinado a
    posibilitar la prosecución de las negociaciones. Es este
    un hecho no menor si se tiene en cuenta que las negociaciones
    comenzaron en 1994 y que el ALCA es uno de los ejes de la
    política
    hemisférica de los Estados Unidos y
    plantea dos interrogantes. El primero está referido a las
    posibilidades de progreso de las negociaciones si las partes
    mantienen las posiciones que han desencadenado la crisis del
    esquema previo. El segundo es si, en caso de que este progreso
    tenga lugar, el tratado será, desde la óptica
    de los sectores populares latinoamericanos, sustancialmente
    distinto al resultante de la propuesta norteamericana
    original.

    A fin de aportar elementos para responder a estas
    preguntas en este trabajo se
    examinan, en primer lugar, los objetivos y
    las modalidades de negociación modificados en Miami, la
    confrontación de intereses que origina los cambios y los
    puntos de acuerdo sobre la base de los cuales se pretenden
    continuar las negociaciones. Luego se indagará si la
    visión común que sirve de sustento al acuerdo
    refleja adecuadamente las transformaciones sobrevenidas en las
    relaciones centro-periferia durante el último cuarto de
    siglo, evaluándose finalmente, en una última parte,
    el impacto que sobre los sectores mayoritarios de América
    latina tendría un acuerdo "exitoso" en los
    términos resultantes de la declaración de
    Miami.

    I. Las confrontaciones y
    la reunión de Miami

    I.I. Los dos componentes del ALCA en la propuesta
    estadounidense

    El ALCA, tal como fue planteado por los Estados Unidos
    tomando como referencia el NAFTA ( sigla
    inglesas del tratado de libre
    comercio de América
    del Norte suscripto entre Estados Unidos, Canadá y
    México)
    pretendía conformar un área de libre comercio
    dentro de una concepción en que éste implica no
    sólo la libre circulación de las mercancías,
    sino también el acceso por parte de las empresas, los
    prestadores individuales de servicios y
    los capitales del área, a la totalidad de los mercados de
    bienes y
    servicios en las mismas condiciones que los nacionales. La
    noción norteamericana de libre comercio incluye
    también la existencia de normas comunes de
    regulación de la competencia a fin
    de asegurar la lealtad de ésta, así como la
    garantía absoluta para los capitales de no ser afectados,
    sin la correspondiente indemnización, por la acción,
    incluso legítima, de los Estados y el derecho de accionar
    contra éstos ante tribunales arbitrales.

    El tratado no considera, en cambio, en el
    modelo
    impulsado por los Estados Unidos, posibilidad alguna de movilidad
    de la mano de obra entre los estados. Los servicios deben ser
    prestados por empresas que se radican en el país o a
    través de las fronteras, como en el caso del
    telediagnóstico, la educación a
    distancia, la ejecución de tareas contables o
    jurídicas o la realización de operaciones
    financieras o bancarias entre clientes y
    entidades radicados en distintos países. Tampoco
    prevé autoridad
    política alguna y el acuerdo debía concretarse en
    un texto
    único donde los estados asumirían idénticos
    derechos y
    obligaciones.

    La normativa que plasma esta concepción conforma,
    por su naturaleza
    misma, dos cuerpos diferenciados. El primero está
    relacionado con la eliminación, en un plazo planteado
    originalmente en diez años, de los aranceles
    aduaneros dentro de la región, es decir, la
    implantación del libre comercio, e incluye un conjunto de
    normas relativas a aranceles, medidas no arancelarias, reglas de
    origen, medidas sanitarias y fitosanitarias, medidas de
    emergencia, barreras técnicas
    al comercio, procedimiento
    aduanero, etcétera.

    El segundo constituye un verdadero texto constitucional
    articulado en torno de los
    principios de
    garantía absoluta a la inversión, trato nacional a los inversores,
    cláusula de la nación
    más favorecida y transparencia y su objeto es definir las
    condiciones de funcionamiento del mercado
    único y garantizar los derechos del capital
    eliminando cualquier norma o acción que pueda distorsionar
    el funcionamiento de los mercados. Este cuerpo incluye una gran
    cantidad de temas: compras del
    sector
    público, inversión, comercio transfronterizo de
    servicios, servicios financieros, política en materia de
    competencia, monopolios y empresas del Estado,
    entrada temporal de personas de negocios,
    propiedad
    intelectual, revisión y resolución de
    controversias en materia de antidumping y cuotas compensatorias,
    procedimiento para solución de controversias,
    etcétera.

    Este segundo cuerpo se superpone con las materias que
    regula la
    Organización Mundial del Comercio. El NAFTA
    sirvió de base a muchas de las disposiciones de esa
    institución, pero Estados Unidos no pudo lograr
    allí sino una recepción parcial de los principios
    consagrados en ese tratado. El cuerpo constitucional planteado en
    las discusiones del ALCA va entonces más allá de
    las disposiciones de la Organización Internacional del Comercio y
    es intención expresa de los Estados Unidos obtener en este
    terreno un avance suplementario en relación con el NAFTA
    que sirva de referencia para la profundización de la
    normativa de la Organización Mundial del Comercio en el
    marco de la nueva ronda de negociaciones dispuesta en
    Doha.

    I.II. Las confrontaciones y su lógica.

    Los conflictos que
    traban las negociaciones pueden comprenderse aceptando que, tal
    como manifiestan los propios actores, ninguno de los
    países que intervienen impugna la visión
    hegemónica vigente acerca de las ventajas
    recíprocas del libre comercio, pero que todos procuran, en
    el marco de ella, preservar en el mayor grado posible su interés
    nacional, entendido éste como la obtención de las
    condiciones más favorables para la acumulación del
    capital en la economía
    local.

    En este marco cada país tiene interés en
    asegurar la entrada más rápida y amplia posible de
    sus productos en
    el mercado de los demás a fin de minimizar los efectos
    destructivos de la apertura sobre su propia estructura
    productiva, lo cual hace fundamentalmente, pero no
    exclusivamente, al primer cuerpo de normas.

    La situación es más compleja en
    relación con el segundo cuerpo de normas. Éstas
    reflejan básicamente el interés de los Estados
    Unidos en su carácter de exportador de servicios e
    inversor, pero también de sostén de un modo de
    funcionamiento del capitalismo
    que procura imponer en nivel mundial y, en primer lugar, en su
    patio trasero.

    Los países latinoamericanos, en caso de aceptar
    la propuesta estadounidense, deberían, a cambio del
    derecho mayormente teórico a que sus empresas participen,
    por ejemplo, en las compras del sector estatal norteamericano,
    excluido el militar, abrir el acceso a los mercados de servicios,
    en especial los financieros, perdiendo gran parte del manejo del
    crédito
    y la política
    monetaria; ampliar el reconocimiento de los derechos de la
    propiedad
    intelectual; someter las compras del Estado a licitación
    dentro del área; renunciar a imponer condiciones de
    desempeño a los inversores, asegurar la
    libre transferencia de los capitales, etc. Esto puede ser visto
    como el precio
    necesario para atraer inversiones y
    para que sus exportaciones de mercancías accedan al
    mercado norteamericano, pero pone claramente de manifiesto las
    relaciones sustancialmente asimétricas que subyacen la
    igualdad
    jurídica de las partes en el tratado.

    Estado Unidos, independientemente de la
    concepción que enarbola respecto del papel que debe
    desempeñar el mercado, carece de interés en la
    preservación jurídica de su libertad de
    acción en el terreno económico y social y en la
    conservación de un cierto ámbito privilegiado de
    acumulación para el capital nacional porque utiliza
    instrumentos que no quedan prohibidos por el proyecto de
    tratado y que están fuera del alcance de los países
    latinoamericanos (subsidios directos a los agricultores, gastos en
    investigación, desarrollo y
    en defensa que sirven de apoyo al crecimiento de los sectores
    estratégicos, etc.) y porque los capitales
    latinoamericanos carecen de toda posibilidad de expandirse en los
    Estados Unidos incrementando de manera decisiva su presencia en
    áreas estratégicas.

    Por lo tanto los gobiernos latinoamericanos tienen
    interés en limitar sus concesiones en este terreno, salvo
    convencimiento de que, tal como sostiene la visión
    hegemónica, es irrelevante la nacionalidad
    del capital y la utilización de políticas
    activas para estimular y orientar el crecimiento, y que es
    imposible imprimir a la salud o la educación un
    carácter no mercantil.

    A ello se agrega, en la óptica de algunos
    gobiernos latinoamericanos, una segunda razón para la
    resistencia a las
    normas constitucionales. Aun aceptando enteramente la
    visión hegemónica, están interesados, puesto
    que las barreras norteamericanas son nulas o muy bajas para una
    amplia gama de productos y por lo tanto el área de libre
    comercio no ofrece en relación con los mismos ventajas
    competitivas particulares frente a países ajenos a ella,
    en no verse privados en mayor medida que sus competidores extra
    área -tal como ocurriría si el ALCA establece
    "reglas constitucionales" más estrictas que la OMC– de los
    instrumentos con que cuenta el Estado para
    favorecer a las empresas locales en su lucha
    competitiva.

    Estas líneas de confrontación de intereses
    no separan a Estados Unidos y los países latinoamericanos
    en dos bloques. El gobierno chileno
    plantea, por ejemplo, la necesidad de avanzar en el ALCA
    más allá de la OMC, lo cual es coherente con el
    modelo de especialización que promueve, centrado sobre el
    aprovechamiento de ventajas naturales en buena medida
    específicas, aprovechamiento que requiere,
    básicamente, un crecimiento extensivo de sus mercados.
    Pero también apoyan la posición de los Estados
    Unidos además de Chile, países como México o
    los centroamericanos, que al igual que ese país, ya han
    firmado, o están en tren de hacerlo, tratados en
    virtud de los cuales aceptaron las condiciones propuestas por los
    Estados Unidos sin discutir las eventuales asimetrías que
    ellos involucraban y que se ven situados, con el desarrollo de
    las discusiones, en un papel difícil ante su propia
    opinión
    pública.

    Esta oposición de intereses explica el giro que
    adopta el desarrollo de las negociaciones a partir,
    fundamentalmente, de los cambios sobrevenidos en los gobiernos de
    la Argentina y el Brasil, cambios
    que en sí mismos no son independientes del fracaso del
    consenso de Washington que sirvió de sustento
    ideológico a la propuesta de desregulación total
    norteamericana y del consiguiente desplazamiento de los sectores
    políticos que fueron, en esos países, sus
    ejecutores incondicionales. Estos factores actúan
    además, en mayor o menor medida, en el resto de la
    región, donde se desarrolla un creciente activismo contra
    el ALCA, consecuencia del deterioro de las condiciones
    económicas y sociales que enfrentan los sectores populares
    luego de más de una década de apertura comercial y
    financiera; del conocimiento
    del alcance e implicancias de las negociaciones y de la
    difusión de los resultados del NAFTA en México,
    sobre todo en relación con la agricultura de
    los pueblos originarios. Este activismo impide a muchos gobiernos
    seguir ignorando, bajo el pretexto de la inevitabilidad de la
    marcha hacia el libre comercio y la desregulación total,
    las muy fuertes asimetrías implícitas, aun
    aceptadas esas metas, en la propuesta norteamericana.

    I.III. El desarrollo de las
    confrontaciones.

    En las reuniones previas a Miami realizadas el presente
    año el MERCOSUR rechazó, en lo referente al acceso
    a los mercados de mercancías, la pretensión de
    Estados Unidos de trasladar al ALCA las disposiciones del NAFTA
    en materia de agricultura, donde Estados Unidos no asumía
    compromisos en relación con los subsidios a sus
    productores agrarios.

    Estos subsidios, que no son subsidios a la exportación, sobre los que sí
    asumían los EUA compromisos respecto de su
    eliminación, constituyen el grueso de los fondos aportados
    a los productores agrarios estadounidenses2 y el
    poder
    ejecutivo tiene mandato por parte de la Legislatura
    estadounidense de no afectarlos3. Los países
    latinoamericanos reclamaron también una
    modificación de la legislación estadounidense en
    materia de legislación antidumping, que se sujeta a las
    disposiciones de la OMC y del NAFTA, pero constituye un elemento
    utilizado de manera altamente arbitraria por la
    administración para controlar las importaciones en
    sectores con fuerte capacidad de lobby y
    respecto de la cual el poder
    ejecutivo de EUA tiene también mandato expreso de
    preservarla.

    La respuesta a estas demandas por parte de Estados
    Unidos fue, ante la imposibilidad de proseguir las negociaciones
    si mantenía su posición original, proponer que las
    disposiciones en relación con la agricultura y las medidas
    antidumping quedasen sometidas a las resoluciones de la OMC e
    introducir la posibilidad, dadas las manifestaciones del CARICOM
    y de Venezuela de
    que no estarían en condiciones de poner en vigencia las
    disposiciones del tratado en la fecha prevista, que algunos
    países posterguen por algún tiempo la
    aplicación de ciertos capítulos.

    Esta propuesta implicaba , en los hechos, avanzar en la
    liberalización comercial en la industria,
    donde Estados Unidos cuenta con indudables ventajas; retener el
    arma de la legislación antidumping, no innovar en materia
    de política agrícola y obtener concesiones
    sustanciales en garantías a la inversión, propiedad
    intelectual y, sobre todo, de acceso a los mercados de servicios,
    que son sus objetivos fundamentales en las
    negociaciones.

    El conflicto se
    vio además agravado porque Estados Unidos, al igual que
    los restantes países, efectuaron , en violación del
    compromiso asumido al definirse la metodología a seguir en las negociaciones,
    una propuesta de reducción arancelaria diferencial en
    relación con los distintos países. Este hecho y los
    aproximadamente 7000 corchetes subsistentes en el texto borrador
    del ALCA4 permitieron que el MERCOSUR sostuviera que
    las negociaciones entraron en un impasse resultado, entre otros
    factores, del hecho de que en 1994, cuando comienza el proceso de
    discusión del ALCA, no existía otro foro multilateral para debatir el
    amplio espectro de temas que involucra el ALCA y que en la
    actualidad, con la ronda de Doha, se negocian los mismos temas en
    forma simultánea, por lo cual sugiere una nueva
    metodología de negociación.

    Las discusiones deberían proseguir, sostiene, por
    tres vías paralelas. La primera sería la OMC, donde
    la agenda incluiría medidas antidumping y derechos
    compensatorios, servicios, inversiones, compras gubernamentales,
    políticas de competencia y propiedad intelectual. La
    segunda, la negociación directa entre países o
    grupo de
    países (en el caso del MERCOSUR una negociación
    4+1) sobre acceso a los mercados de bienes
    agrícolas e industriales y algunos puntos sobre
    servicios e inversiones. La tercera vía sería la
    discusión, en el cuadro de las actuales negociaciones
    sobre el ALCA, de un convenio marco para los acuerdos bilaterales
    y el comercio hemisférico en relación con el acceso
    al mercado de bienes, subsidios a la exportación,
    política de competencia, solución de controversias,
    temas institucionales, cooperación entre los países
    y fondos de compensación ( tema este último ausente
    en la agenda de EUA).

    Esta propuesta implicaba una combinación de
    negociaciones bilaterales y multilaterales en lo que constituye
    el ámbito tradicional de un acuerdo de libre comercio (el
    primer cuerpo de normas); un rechazo de la remisión, por
    parte de los Estados Unidos, de las negociaciones
    agrícolas a la OMC, junto con la exigencia de que ese
    país ofrezca compensaciones por la no apertura de su
    mercado agrícola hasta tanto la misma se efectivice, y
    colocar al conjunto de los países de la región, en
    el aspecto constitucional, en las mismas condiciones que los
    restantes países del mundo.

    La respuesta de los Estados Unidos fue bastante
    áspera. Ratificó su negativa a discutir los
    problemas
    agrícolas en otro ámbito que la OMC; indicó
    que en la OMC, en relación con los servicios, se
    discutirá el acceso a los mercados, pero no las reglas que
    resultan imprescindibles para su efectivización en el
    marco de un acuerdo de libre comercio; que la propiedad
    intelectual era objeto de una discusión en esa
    organización sin que fuera clara la fecha de su
    conclusión; que no hay certeza de que se inicien
    discusiones en torno de inversiones y que no existe mandato sobre
    compras gubernamentales, de manera que es imposible trasladar a
    la OMC los problemas que se excluyen del ALCA, indicando que, en
    realidad, los países del MERCOSUR procuran establecer un
    cerrojo sobre reformas que no desean
    asumir.5

    Se trataba de una situación similar a la
    planteada en Cancún, donde los países menos
    desarrollados consideraron totalmente insuficientes las
    concesiones hechas por EUA, el Japón y
    la Unión
    Europea en materia de acceso a sus mercados agrícolas
    y de reducción de las subvenciones y bloquearon, a su vez,
    el avance de las negociaciones en relación con el acceso a
    los mercados de servicios, inversiones, protección a la
    propiedad intelectual, etcétera.

    El progreso de la agenda multilateral de
    liberalización, tanto en el nivel global como en el
    regional, requiere que los países menos desarrollados
    abran y desregulen sectores altamente sensibles desde el punto de
    vista del empleo, la
    distribución del ingreso y la capacidad de
    control nacional,
    a cambio de lo cual a una parte de ellos, que compiten con los
    países centrales en actividades como la agrícola,
    altamente protegidas por éstos, les reclama un
    desmantelamiento similar de las medidas limitativas del comercio.
    Pero, a su vez, el otorgamiento por parte de los países
    centrales de concesiones suficientemente atractivas para los
    países periféricos exigiría medidas que no
    sólo afectarían las coaliciones de poder sobre las
    que se asientan sus gobiernos, sino que son además
    susceptibles de alterar de manera apreciable las relaciones de
    fuerza entre
    ellos. Estados Unidos considera su sector agrario -en el que es
    ampliamente excedentario- clave para su posición
    competitiva en la economía
    mundial, en la que conservaría, estima, aun suprimido
    todo tipo de subsidio, una posición central como productor
    de alimentos y
    materias primas; Europa y el
    Japón temen en cambio devenir altamente dependientes en
    materia alimentaria.

    I. IV. El acuerdo de Miami

    La situación planteada determinaba, por
    consiguiente, que las negociaciones relativas al ALCA no
    avanzasen hasta la terminación de la Ronda de Doha, sea
    cual fuere la fecha de su finalización y que su eventual
    fracaso terminara con las discusiones relativas al área de
    libre comercio. El acuerdo de Miami es un intento de salvar las
    negociaciones mediante la aceptación, por parte de los
    Estados Unidos, de la posibilidad de un tratado que
    supondría, al menos en lo inmediato y en relación
    con algunos países, un avance sólo parcial en las
    metas fijadas al comenzar el proceso y, por parte del MERCOSUR y
    sus aliados, la anuencia a una negociación que incluye,
    aunque con alcances a determinar, todos los puntos de la agenda
    planteada originalmente por los Estados Unidos.

    El acuerdo de Miami establece, en efecto, que se
    desarrollará "un conjunto común y equilibrado de
    derechos y obligaciones que sean aplicables a todos los
    países", pudiendo los que así lo decidan acordar
    beneficios y obligaciones adicionales a través de
    negociaciones plurilaterales y que "las negociaciones sobre el
    conjunto común de derechos y obligaciones incluirán
    disposiciones en cada una de las siguientes áreas de
    negociación: acceso a los mercados; agricultura;
    servicios; inversión; compras del sector público;
    propiedad intelectual; política de competencia; subsidios,
    antidumping y derechos compensatorios; y solución de
    controversias." Se dispone además que el Comité de
    Negociaciones Comerciales (CNC) deberá elevar una
    propuesta sobre el proceso para finalizar el Acuerdo y que las
    negociaciones sobre acceso a los mercados se deberán
    llevar a cabo a un ritmo que lleve a la conclusión de
    dichas negociaciones a más tardar el 30 de septiembre de
    2004.

    Este acuerdo supone, implícitamente, que las
    negociaciones no adoptarán necesariamente una forma
    plurilateral en lo que hace al acceso a los mercados aceptando
    así la propuesta de negociaciones bilaterales del
    MERCOSUR. Estados Unidos renuncia a su negativa a discutir los
    temas relativos a agricultura y medidas antidumping y el MERCOSUR
    a debatir sólo en la OMC lo relativo a servicios,
    inversiones, compras gubernamentales, políticas de
    competencia y propiedad intelectual. Los ejes de la
    discusión serán entonces, de aquí en
    más, fundamentalmente, el alcance de las disposiciones
    comunes, que recogen enteramente, en cuanto a los temas que deben
    cubrir, la agenda planteada por los Estados Unidos para dar forma
    a una nueva normativa constitucional y, por otra, las relativas
    al acceso a los mercados, que es la única que tiene fecha
    precisa de finalización. Una posibilidad es que el
    único acuerdo posible sea que las disposiciones referentes
    a agricultura, medidas antidumping, servicios, inversiones,
    compras gubernamentales, políticas de competencia y
    propiedad intelectual tengan un elevado grado de generalidad e
    imprecisión y remitan a la normativa que finalmente adopte
    la OMC. Las negociaciones podrían en este caso fracasar
    por no incluir los puntos fundamentales de las demandas de
    Estados Unidos y el MERCOSUR, apertura de los servicios,
    inversiones, compras gubernamentales y propiedad intelectual en
    un caso, modificación de la política estadounidense
    en materia de agricultura y medidas antidumping en el
    otro.

    El problema es que el nuevo esquema de negociaciones
    procura destrabarlas permitiendo la remisión a
    ámbitos distintos de aspectos que están en los
    hechos íntimamente relacionados. Es evidente que las
    concesiones otorgadas por los países latinoamericanos en
    el cuerpo constitucional serán más o menos
    relevantes en la medida que obtengan contrapartidas importantes
    en las discusiones referentes al acceso a los mercados y que es,
    a su vez, la magnitud de las concesiones susceptibles de ser
    obtenidas en relación con el cuerpo constitucional, lo que
    puede justificar, en la óptica de los Estados Unidos,
    intentar liberalizaciones, al menos puntuales, en materia de
    política agraria. Pero incluso si esto resultara
    importante en la óptica del poder ejecutivo norteamericano
    será de difícil concreción en tiempo
    oportuno atento las condiciones que le ha impuesto el
    Congreso y la proximidad de las elecciones en ese país. Se
    trata de un sendero particularmente angosto, que probablemente
    terminará en un despeñadero si los países
    del MERCOSUR son firmes en el reclamo no ya de condiciones de
    equivalencia y simetría, sino, simplemente, de condiciones
    que no sean la mera aceptación de una cierta
    relación de fuerzas.

    El acuerdo plantea entonces dos discusiones. La primera
    está relacionada con la que se despliega en las
    negociaciones y hace referencia a las condiciones que
    permitirían eventualmente nivelar el campo de juego. La
    segunda surge de interrogarse sobre la exactitud de la
    afirmación por los 34 países de que "un ALCA
    comprehensivo y equilibrado…fomentará con mayor eficacia el
    crecimiento
    económico, la reducción de la pobreza, el
    desarrollo y la integración a través de la
    liberalización del comercio" (punto 5) y de cuestionar,
    por lo tanto, si debe jugarse el partido que reclaman el gran
    capital de EUA y sectores decisivos de las clases dominantes
    locales. Esta última es lógicamente la
    prioritaria.

    II. Libre comercio,
    exportaciones y crecimiento en la visión hegemónica
    y en los hechos.

    II.I. La visión
    hegemónica.

    Esta visión se asienta sobre la premisa de que,
    en las nuevas condiciones imperantes en la economía
    mundial, el crecimiento de los países periféricos
    depende de su apertura económica y financiera, y de la
    consiguiente expansión de sus exportaciones. Esta
    afirmación no es una consecuencia de la teoría
    de las ventajas comparativas, fundamento tradicional del libre
    comercio. La misma sólo demuestra, en rigor, que el libre
    cambio optimiza la asignación de los recursos en el
    nivel mundial, pero no establece una relación directa e
    inmediata entre libre comercio y crecimiento. Es el resultado de
    una amalgama de preceptos generales sobre la superioridad de la
    asignación de los recursos cuando no existe interferencia
    de los estados, con una descripción que pretende ser reflejo de las
    transformaciones que ha experimentado la economía mundial
    en el último medio siglo.

    Se trata, en cierto sentido, de una vuelta al modelo de
    desarrollo hacia afuera dominante hasta los años treinta
    del siglo XX con la diferencia fundamental de que la
    expansión capitalista del siglo XIX y comienzos del XX
    está basada sobre flujos de comercio complementarios
    (productos primarios versus manufacturas), mientras que la actual
    se sustenta sobre un comercio intrarramas posibilitado por la
    caída en los costos de
    transporte, de
    las comunicaciones
    y del procesamiento de
    datos.

    El hecho de que la nueva división del trabajo
    tenga lugar dentro de la industria manufacturera sirve para que
    la visión dominante deje de lado buena parte de los
    argumentos que sustentaron en la periferia las políticas
    de industrialización orientadas hacia el mercado interno:
    deterioro de los términos del intercambio, incapacidad del
    sector exportador para generar empleo suficiente e incorporar
    tecnología, etc. Es más, este hecho
    se ha transformado en un poderoso elemento de crítica
    hacia las políticas mercadointernistas. Se afirma que la
    especialización industrial conforme con las ventajas
    comparativas exige, en general, menos capital por obrero que las
    actividades sustitutivas de importaciones más complejas y
    permite un mayor crecimiento del empleo, especialmente del no
    calificado, lo cual posibilita reducir más
    rápidamente la pobreza y
    aumentar la igualdad en la distribución del
    ingreso.

    Se impone así, nuevamente, una visión
    lineal del desarrollo. Los países industrializados
    establecen -si se deja actuar libremente al mercado- la senda que
    recorre el resto de los países. A medida que el capital se
    torna más abundante en un país periférico y
    la mano de obra no calificada relativamente más escasa, la
    producción, se sostiene, se desplaza
    espontáneamente hacia actividades más complejas e
    intensivas en capital, que exigen mayores niveles de
    calificación y posibilitan retribuciones más
    elevadas; la movilidad del capital hacia los países donde
    éste es más escaso posibilita que este proceso
    tenga lugar en lapsos históricos excepcionalmente breves,
    llevando a una rápida convergencia en los niveles de
    ingresos del
    centro y la periferia.

    La aceptación del nuevo paradigma
    supone en la periferia un drástico cambio de
    óptica. El subdesarrollo
    era caracterizado, en cuanto a la causa básica de su
    reproducción, por la ausencia de un
    sistema
    industrial integrado. Esta ausencia es consecuencia, se afirmaba,
    del libre comercio y de la consecuente inserción de la
    periferia, en virtud de la supremacía industrial del
    centro, en una división del trabajo que la limita a la
    producción y exportación de alimentos y materias
    primas, mientras que los sistemas
    industriales de los países centrales permiten a
    éstos generar nuevas necesidades y nuevas formas de
    satisfacerlas y reemplazar las materias primas o alimentos
    importados a medida que su sistema industrial adquiere la
    capacidad de producir sustitutos a un costo menor. Esto
    condiciona la elasticidad
    ingreso de las mercancías que producen los países
    centrales y periféricos, y determina un persistente
    deterioro de los términos del intercambio de estos
    últimos.

    A ello se agrega, se sostenía, el hecho de que la
    dinámica del sector exportador resulta en
    la mayoría de los casos insuficiente para absorber la
    totalidad de la mano de obra y tiende a reducirse a medida que el
    recurso sobre el que se basa pasa a ser plenamente explotado y
    que el desplazamiento de la mano de obra excedente a las
    actividades industriales es bloqueado por la supremacía
    industrial del centro. En la mayoría de las actividades,
    en sus fases iniciales, los bajos salarios y los
    costos de transporte no bastan para compensar las diferencias de
    productividad
    resultantes de las economías internas y externas generadas
    por el pleno desarrollo del sistema industrial en el centro. El
    subdesarrollo tiende así a perpetuarse y se impone la
    protección de la industria hasta la conformación de
    un sistema industrial suficientemente desarrollado como para
    poder acceder con sus productos al mercado mundial.

    Esta caracterización es ahora impugnada
    sosteniendo que las transformaciones sobrevenidas posibilitan
    desarrollar las distintas fases de un proceso productivo
    allí donde sus costos son menores y que han desaparecido
    las trabas para el crecimiento industrial de la periferia. Las
    capacidades tecnológicas se diseminan rápidamente;
    los distintos países pueden incorporarse a la
    producción para el mercado mundial sin necesidad de tener
    que desarrollar sistemas industriales o industrias
    más o menos integradas, ni enfrentar problemas de
    deseconomías internas o de falta de economías
    externas, pues tiende a conformarse, a través del
    comercio, un único sistema industrial.

    En el seno de éste los segmentos menos intensivos
    en trabajo calificado y capital de cada proceso productivo
    tienden a desplazarse a la periferia y, dentro de ella, las
    producciones cambian rápidamente de localización. A
    medida que los salarios de los países que realizan una
    determinada producción se elevan como consecuencia del
    aumento de la productividad posibilitado por el desarrollo de
    nuevas capacidades industriales, la producción se desplaza
    hacia países de menores salarios y se incorporan
    actividades más complejas. En este contexto, dado el
    rápido crecimiento de las exportaciones y la entrada de
    capitales, el estrangulamiento externo derivado, en la
    época del crecimiento industrial orientado hacia el
    mercado interno, de la necesidad de importar bienes intermedios y
    de capital, desaparece, así como el deterioro de los
    términos del intercambio que, en caso de haber existido,
    se afirma, estaba originado por la escasa elasticidad ingreso
    característica de los alimentos y las materias primas
    naturales.

    Aceptadas estas premisas, el debate sobre
    las políticas para acelerar el desarrollo de la periferia
    gira en torno de si los países industrializados aplican
    honestamente las reglas del juego referidas al libre cambio; el
    tipo de política estatal que puede favorecer una entrada
    más importante de capitales externos y la necesidad o no
    de aplicar políticas económicas activas para
    orientar el crecimiento, apoyar la penetración del capital
    local en los mercados internacionales y lograr su
    transnacionalización. Son las discusiones que subyacen los
    distintos enfoques sobre la forma de encarar las negociaciones
    relativas al ALCA .

    II.II. Caída del crecimiento y aumento de la
    desigualdad.

    La visión dominante no logra sin embargo
    demostrar, en los reiterados ejercicios econométricos que
    pretenden servirle de sustento, la existencia de una
    relación causal entre el mayor crecimiento de las
    exportaciones y el mayor crecimiento del producto. Lo
    que demuestran los datos es que los
    países que más crecen son también los que
    presentan un crecimiento más rápido de las
    exportaciones, lo cual es sustancialmente distinto6.
    Se basa además sobre una descripción errónea
    del crecimiento del Sudeste asiático (que atribuye al
    resultado del juego de las leyes de mercado
    en el marco del librecambio) y en un análisis parcial de las consecuencias de la
    internacionalización de los procesos
    productivos, arribando a conclusiones respecto de una
    convergencia de ingresos que no reflejan la realidad.

    En relación con esto último es posible
    verificar que los países periféricos, tomados como
    unidad, han experimentado tasas de crecimiento más altas
    que las del centro7 (cuadro Nº 1), pero ello es
    así sólo en razón de la excepcional rapidez
    de la expansión de China. La
    mayor tasa de crecimiento del producto de los países
    periféricos no es, sin embargo, consecuencia de una
    aceleración de su crecimiento, sino de una
    desaceleración menor que la experimentada por los
    países centrales. La tasa de crecimiento del producto per
    cápita, a precios de
    1995, entre 1960 y 1973, de los países de altos ingresos
    de la OCDE, fue del 4.2% anual y la de los países de
    medianos y bajos ingresos del 3,2% anual.8 El
    crecimiento en el período 1975-2000 fue un 47% y un 9%
    menor, respectivamente, si comparamos estos datos con los de la
    base utilizada, cuyas categorías tienen una
    composición similar.

    La existencia de una convergencia "se prueba"
    habitualmente con los datos sobre la evolución de los ingresos per cápita
    del centro y de la periferia, sin precisar el rol decisivo de
    China ni el hecho nada banal que esa pretendida convergencia es
    resultado de distintos ritmos de caída en la tasa de
    crecimiento del producto per cápita. Sin embargo centro y
    periferia ( países de altos o bajos ingresos,
    desarrollados o en desarrollo, etc.) son unidades de
    análisis útiles para otras indagaciones. El
    procedimiento utilizado para obtener estos datos (ver nota cuadro
    Nº 1), que es el normalmente empleado por el Banco Mundial
    para sus análisis, deja de lado la evolución
    relativa de los productos per cápita de las naciones y la
    de los distintos estratos de ingresos en que puede dividirse la
    población mundial, que son las unidades de
    análisis relevantes para evaluar si existe convergencia.
    El hecho de que se aproximen o alejen los ingresos per capita de
    dos grupos de
    países nada nos dice sobre la evolución del ingreso
    per cápita relativo de las naciones, que son las unidades
    de análisis clásicas de la economía
    internacional, ni sobre la evolución de los ingresos
    relativos de distintos estratos de la población total,
    puesto que si se acepta que la desigualdad dentro de los
    países del centro y de la periferia puede haber variado,
    una aproximación en los ingresos per cápita de uno
    y otro grupo no indica necesariamente una mayor igualdad en los
    ingresos de la población.

    Las medidas relevantes de la convergencia son estas dos
    y se verifica que la desigualdad en el ingreso per cápita
    de los países ha aumentado: el Gini correspondiente
    pasó, como consecuencia de que las naciones pobres
    crecieron relativamente menos que las más ricas, de 45.2
    en 1978 a 54 en 1998. En cuanto a la distribución del
    ingreso de la población mundial, un estudio que
    distribuyó a ésta, sobre la base de datos
    de las encuestas de
    hogares, en deciles de ingresos, verificó un significativo
    aumento del Gini entre 1986 y 1993 9. Ambos resultados
    son independientes del hecho de que se considere o no a
    China

    Cuadro Nº 1.
    Tasa anual acumulativa de crecimiento del producto per
    cápita evaluado en dólares constantes de 1995
    y coeficiente de conversión a paridad de poder de compra
    del mismo año.
    Datos correspondientes a 108 países

    *Nota: Los datos correspondientes a cada
    agrupamiento, sobre los cuales se calculan las tasas de
    crecimiento, se han obtenido sumando el producto de los
    países que lo integran y dividiendo el resultado por la
    población total del grupo.

    Fuente, elaboración propia sobre
    Banco Mundial,
    World Development Indicators

    En resumen, el acelerado proceso de apertura
    económica y financiera ha estado ligado con un incremento
    de la desigualdad en la población mundial y entre las
    naciones y, para la mayor parte de los países
    periféricos, con una menor tasa de crecimiento del ingreso
    per cápita tanto respecto de períodos anteriores
    como en relación con el centro, no obstante la notoria
    desaceleración en el crecimiento que este último ha
    experimentado

    II. III El desarrollo desigual de las
    regiones.

    El segundo hecho a destacar son las marcadas diferencias
    en la evolución de la participación en el producto
    mundial de las distintas regiones periféricas. La
    periferia en su conjunto ha aumentado su participación en
    el volumen de la
    producción mundial en más de diez puntos, pero este
    incremento se concentra en Asia y Oceanía
    periféricas. La periferia de América y de lo que
    hemos denominado Euráfrica reducen su participación
    en más de dos puntos (cuadro Nº 2).

    Cuadro Nº 2.
    Participación en el PIB mundial,
    evaluado en dólares constantes de 1995
    y coeficiente de conversión a PPP del mismo
    año.
    Datos referentes a 108 países

     

    Nota: Los datos de "mundo" sobre la base de los cuales
    se obtuvieron los porcentajes se calcularon al igual que el total
    de cada uno de los agrupamientos, sumando el producto de los
    países que lo integran. Fuente: elaboración propia
    sobre Banco Mundial, World Development Indicators Las
    áreas geográficas periféricas que más
    han crecido no sólo están fuertemente concentradas
    desde el punto de vista espacial, sin que además son las
    que tenían en 1975 un producto per cápita
    más bajo, excepción hecha de los Tigres (Corea,
    Taiwán, Hong-Kong y Singapur), cuyo proceso de crecimiento
    se acelera desde comienzos de los años sesenta, pero que
    poseían entonces, tanto en el caso de Taiwán, como,
    sobre todo, el de Corea, (Hong Kong y Singapur son ciudades
    estados que desempeñaron históricamente en rol de
    articuladores de los flujos comerciales y financieros de la
    región) un ingreso per cápita marcadamente
    reducido10 (cuadro Nº 3).

    Cuadro Nº 3.
    Producto per cápita a paridad de poder de compra y
    dólares constantes de 1995 del mundo,
    el centro, el total de la periferia y las distintas regiones
    periféricas como porcentaje
    del producto per cápita de los países
    centrales

    Nota: Los datos absolutos sobre la base de los cuales se
    obtuvieron los porcentajes se calcularon, para cada agrupamiento,
    sumando el producto de los países y dividiendo el
    resultado por el total de la población.

    Fuente: elaboración propia sobre Banco Mundial,
    World Development Indicators Estos hechos marcan un proceso de
    rearticulación de la periferia con el centro que genera,
    como los ocurridos en fases anteriores, nuevos desarrollos,
    marcadamente desiguales, en el seno de la misma y que remite, en
    cuanto a su origen, desenvolvimiento y consecuencias, a factores
    más complejos que los invocados por la visión
    hegemónica y a los que es necesario hacer
    rápidamente referencia para comprender las implicancias
    que ha tenido para América latina la apertura comercial y
    financiera que pretende profundizarse con el ALCA.

    II.IV. Circunstancias y políticas de los
    ganadores "tempranos".

    La visión dominante se apoya en buena parte, en
    cuanto a su sustento empírico, sobre las rápidas
    transformaciones que experimentan los países del sudeste
    asiático desde comienzos de los años sesenta. Sin
    embargo, el crecimiento de los "tigres" y, en especial, de
    Taiwán y Corea (Hong Kong y Singapur desempeñaron
    siempre en la región funciones de
    centros financieros y comerciales, y revisten el carácter
    de ciudades estados) no puede ser comprendido sin tener en cuenta
    algunos hechos fundamentales.11 Se trata de dos
    países que han estado bajo una larga ocupación
    japonesa, la cual, sobre todo en los años treinta,
    procuró implementar, frente al derrumbe del comercio
    mundial, un proceso de sustitución de importaciones en
    escala imperial
    para posibilitar la inversión de sus capitales y ampliar
    la base industrial necesaria para sus metas bélicas. Esto
    deja como herencia una
    cierta experiencia industrial, que incluye la producción
    de acero y química pesada,
    así como una industrial textil no
    despreciable12; un sistema
    financiero complejo y un Estado con un sólido control
    burocrático sobre el conjunto de la población y de
    las actividades.

    Ambos países revisten, además, una gran
    importancia en la guerra
    fría, lo cual se tradujo en una ayuda masiva de los
    Estados Unidos (entre 1946 y 1978 la ayuda económica y
    militar a Corea del Sur y Taiwán alcanzó a 600 y
    425 dólares per cápita
    respectivamente)13 que posibilitó financiar los
    fuertes déficits comerciales que experimentan hasta fines
    de los años setenta; en la apertura del mercado
    estadounidense para sus exportaciones y en la aceptación
    de políticas económicas para su crecimiento que
    incluyen, en ambos casos, una activa participación de
    empresas estatales (muchas de las cuales son el resultado de la
    expropiación de la propiedad japonesa); una detallada
    planificación; la utilización de
    tasas de cambios múltiples, el control estatal del
    crédito; políticas arancelarias protectoras;
    fuertes subsidios a la exportación; todos los instrumentos
    de condicionamiento de la inversión actualmente prohibidos
    por la Organización Mundial del Trabajo y un severo
    control de las inversiones extranjeras.

    En ambos países se realiza una profunda reforma
    agraria que posibilita el rápido crecimiento de la
    producción agrícola, elimina el poder de los
    terratenientes, sienta las bases de una repartición
    relativamente igualitaria del ingreso y se afianza una burocracia
    estatal seleccionada en función de
    sus méritos, fuertemente influida por la disciplina
    militar, y que considera al crecimiento económico y la
    expansión de las exportaciones manufactureras por el
    capital local como un factor clave, en países carentes de
    abundantes recursos
    naturales, para la defensa de la autonomía nacional y
    la superación de las consecuencias del
    colonialismo.

    Hay además una escasa activación de los
    sectores populares, reforzada por el férreo control de
    cualquier intento de organización autónoma; en
    Taiwán hasta avanzada la década de los noventa y en
    Corea hasta 1987, están prohibidas las huelgas y la
    negociación colectiva, así como existe una
    débil separación entre sociedad y
    estado, la que, junto con la ausencia de riesgo de que los
    sectores populares accedan a participar en el control de
    éste y la existencia de una común ideología nacionalista, anticomunista y
    favorable a la gran empresa, facilita
    la estrecha articulación entre el capital y la burocracia
    estatal, conservando, no obstante, esta última la
    necesaria autonomía para operar como comité de
    gestión
    de los intereses del capital en su
    conjunto14.

    El crecimiento está lejos, en consecuencia, de
    ser en estos países resultado de la mera acción del
    mercado. Surge de una estrategia
    deliberada de industrialización tras la
    verificación de que, en condiciones de libre comercio,
    pese al bajo nivel de salarios, los costos hacían
    imposible la competencia y la decisión de otorgar a las
    actividades consideradas prioritarias en cada momento la
    protección, el subsidio, el crédito, etc.
    necesarios para su desarrollo, quedando sujetas las medidas de
    estímulo al estricto cumplimiento de las normas de
    desempeño que se fijan como meta bajo la atenta vigilancia
    de la burocracia, pero también de los empresarios,
    interesados en el uso eficiente de los recursos escasos asignados
    a las actividades y empresas seleccionadas.

    Esta selección
    es realizada tras cuidadosos estudios prospectivos y está
    referida a actividades orientadas tanto a la sustitución
    de importaciones como a la exportación, ya que en
    países carentes de un sector exportador asentado sobre los
    recursos naturales las importaciones de insumos y bienes de
    capital necesitan tener como contrapartida la exportación
    de bienes industriales, la que desde mediados de los sesenta
    deviene el eje de la expansión, sustentada sobre tasas de
    inversión que se sitúan, a partir de mediados de
    los setenta, en alrededor del 30% del PIB.

    Se trata de un proceso que tiene múltiples
    similitudes con el crecimiento japonés de posguerra, que
    le sirve en buena parte de modelo y que poco tiene que ver con la
    remisión que efectúa el modelo hegemónico a
    un crecimiento impulsado y orientado por el mercado. El caso
    chino presenta, por su parte, en varios aspectos,
    características que no son demasiado diferentes, pero que
    se inscriben en el marco de un inmenso país,
    extremadamente pobre, que dispone de tecnología
    atómica y espacial, y que ha seguido un camino
    marcadamente distinto, como es el de un régimen comunista
    que mantiene un firme control político, que evoluciona,
    según afirman sus dirigentes, hacia un socialismo de
    mercado y que recurre a la inversión directa extranjera en
    una medida que no hicieron los tigres.

    Cuadro Nº 4.
    Variación en el volumen de la producción
    manufacturera mundial y de las exportaciones de productos
    agrícolas,
    de productos de las industrias extractivas y de manufacturas,
    índice 1950 = 100 y tasas anuales acumulativas de
    crecimiento en las décadas
    1951-60, 1961-70, 1971-80, 1981-90 y
    1991-2000.

    Fuente: elaboración propia sobre
    datos de la Organización Mundial del Comercio

     

    II. V. El capital transnacional y la
    internacionalización de los procesos
    productivos.

    La expansión de Corea y Taiwán se inscribe
    hasta la década de los setenta, en que entra en crisis el
    modelo de acumulación dominante en nivel mundial, en el
    marco de una tendencia al crecimiento más rápido de
    las exportaciones de manufacturas que las de los restantes
    productos y la producción industrial, tendencia que tiene
    su motor fundamental
    en la progresiva apertura de las economías centrales y en
    el desarrollo del comercio de productos industriales entre
    éstas.

    A partir de la crisis cambian las modalidades de
    expansión del comercio mundial. Desciende la tasa de
    crecimiento de las exportaciones de manufacturas, pero lo hacen
    en mayor medida las de los restantes productos y las diferencias
    en las tasas de crecimiento son suficientemente significativas
    como para que el aumento en volumen de las exportaciones de
    manufacturas sea, entre 1975 y 2000, 2,6 veces superior al de las
    exportaciones de productos agrícolas y 2,3 las de las
    industrias extractivas, diferencia que se amplía, aun
    cuando se mide el crecimiento a precios corrientes. A su vez se
    acelera notoriamente el crecimiento de las exportaciones de
    manufacturas respecto del de la producción industrial y
    llega, en la década de los noventa, a ser más de
    ocho veces superior. Se trata del pasaje, en un contexto de muy
    rápida apertura de las economías, de una
    división norte-sur basada sobre el intercambio de
    productos primarios por productos industriales, a otra cuyo eje
    es el intercambio de productos industriales que incorporan
    distintas proporciones de capital, trabajo calificado y trabajo
    no calificado15, con una fuerte modificación
    del peso relativo en el comercio
    internacional de las distintas regiones: caída de la
    participación del centro, incremento de la periferia
    exportadora de manufacturas intensivas en mano de obra, fuerte
    caída de las regiones con exportaciones basadas sobre los
    recursos naturales. (cuadro Nº 5)

    Cuadro Nº 5.
    Participación en las exportaciones mundiales
    (%)

    Fuente: elaboración propia sobre datos de la
    Organización Mundial del Comercio Este cambio es resultado
    de la presión
    competitiva de los países menos desarrollados del Asia,
    pero también y fundamentalmente del hecho de que, ante la
    caída de la tasa de ganancia en el centro, las grandes
    empresas procuraron mejorar su posición competitiva y
    aumentar sus beneficios a través del desplazamiento hacia
    países de bajos salarios de los segmentos de la
    producción más intensivos en trabajo no
    calificado.

    El descenso en los costos del transporte y de los
    relacionados con las comunicaciones, y la transferencia y
    procesamiento de datos posibilitan ahora el control unificado de
    procesos productivos cuyas distintas fases se realizan en
    emplazamientos geográficos diferentes y ello es facilitado
    por el apoyo que brindan los Estados Unidos, como respuesta al
    deterioro de su posición hegemónica16 a
    la liberalización comercial y la desregulación
    financiera. Esta nueva capacidad del capital transnacional genera
    múltiples consecuencias.

    Las empresas que la adquieren obtienen una decisiva
    ventaja competitiva, lo cual obliga a las restantes fracciones
    del capital productivo a fusionarse con ellas, insertarse en
    redes bajo su
    control o desaparecer. Se asiste, en consecuencia, a una notoria
    aceleración del proceso de concentración y centralización del capital en nivel mundial
    y al surgimiento de un capital transnacionalizado que si bien
    mantiene, la mayoría de las veces, ligazones con su Estado
    de origen -al cual reclaman apoyo para su expansión- pugna
    por un mercado mundial unificado donde los estados nacionales no
    puedan interferir en su búsqueda del máximo
    beneficio. Este es el factor determinante de las
    características que asumen diversos procesos regionales de
    integración y de los principios que orientan la constitución y el funcionamiento de la
    Organización Mundial del Comercio.

    A su vez la capacidad del gran capital transnacional
    para radicar sus inversiones en el lugar más conveniente
    desde el punto de vista de sus costos le otorga una nueva
    capacidad de negociación tanto frente a los estados, a los
    que obliga, a fin de atraerlo, a desregular los mercados,
    disminuir los impuestos e
    imponer políticas de reducción de los costos
    laborales, como frente a la clase obrera,
    cuyos distintos segmentos nacionales son puestos en competencia a
    través del libre comercio y constantemente sometidos al
    chantaje de un retiro de la inversión y la consiguiente
    desocupación. El resultado es una tendencia
    a la caída de los salarios reales y a la
    concentración del ingreso en manos del capital más
    concentrado. El cuadro Nº 6 es elocuente al respecto. Los
    salarios en el centro permanecen prácticamente estancados,
    su crecimiento se concentra básicamente sobre los
    países de la Unión Europea de menores ingresos
    relativos y es parte del proceso de convergencia asegurado por la
    movilidad de la mano de obra y por la ayuda prestada a los mismos
    para neutralizar el impacto de la liberalización comercial
    y acelerar su desarrollo, factores ambos que estarían
    ausentes en el caso del ALCA.

    Cuadro Nº 6.
    Índice de los salarios reales en la manufactura.
    Por tipo de países17 y América latina.
    1980 =100.

    Fuente: OIT. Keys Indicators of the
    Labour Market, 2001-2002

    Los salarios en los países primarios y en los
    mineros se desploman, lo que es fundamentalmente consecuencia de
    la evolución del precio de los productos que exportan. En
    los países periféricos industrializados, que son
    aquellos con un cierto desarrollo industrial pero que no tienen
    entre sus exportaciones una proporción importante de
    manufacturas, y a los cuales pertenecen buena parte de los
    latinamericanos, los salarios permanecen estancados ( luego de
    1997 tienden a caer) en el marco de tasas de crecimiento de esos
    países muy reducidas. Pero lo significativo es que
    también caen los salarios de los países
    exportadores de manufacturas salvo, básicamente, Indonesia
    ( que es un país primario que a lo largo de los ochenta
    deviene exportador de manufacturas ), China, Corea y
    Taiwán.

    Estos dos últimos países efectúan
    exportaciones que compiten con productos fabricados en el centro
    ( generalmente en el tramo más bajo de la gama de calidad y precios
    de cada uno de esos productos) y se sitúan en el margen de
    costos de esos países, presionando sobre sus salarios,
    mientras los propios aumentan, aunque en menor medida que la
    productividad. China -e Indonesia hasta la crisis de 1997, de
    cuyos efectos aún no se ha recuperado-, tiende, en cambio,
    a ubicarse en el margen de un amplio conjunto de países
    que producen, básicamente, productos industriales que ya
    no fabrica el centro, si bien tiende a empezar a presionar
    también, en algunos rubros, sobre Corea y Taiwán.
    Sus salarios crecen aceleradamente a partir de un nivel muy bajo
    y sus costos en dólares tienden a ser mantenidos por un
    muy fuerte crecimiento de la productividad y devaluaciones cuyo
    impacto no recae sobre los trabajadores de la industria sino
    sobre otros sectores. Ello no obstante sus empresas han comenzado
    a invertir en otros países, como Vietnam, con sueldos
    aún más bajos, a fin de preservar sus mercados y
    protegerse de la competencia de nuevos ingresantes, para los
    cuales los salarios chinos constituyen algo así como un
    piso al cual se ven obligados a llegar e incluso atravesar en la
    medida en que no posean diferenciales de productividad que
    compensen salarios más elevados.

    Debe indicarse finalmente que la segmentación internacional de la
    producción no está acompañada, al menos
    cuando tiene lugar en el marco de redes transnacionales, de una
    diseminación de las capacidades tecnológicas. La
    nueva división internacional del trabajo tiende a
    asemejarse, conforme a la acertada imagen de
    Arrighi, a la existente entre los músculos y el cerebro.18 La fragmentación de
    los procesos productivos reduce la gama de conocimientos y
    experiencia requerido por cada uno de ellos y transmiten los
    encadenamientos productivos hacia atrás y hacia delante
    fuera de las fronteras, quedando la limitada transferencia de
    tecnología realizada por la transnacional a su filial
    local o al integrante de su red de contrataciones,
    encapsulada dentro de la misma empresa o red. Hay, sin duda, en
    algunos casos, procesos de capacitación de mano de obra y de cuadros
    medios y de
    generación de economías externas que pueden
    eventualmente favorecer la progresiva constitución de
    subsistemas. Pero el control básico de las capacidades
    tecnológicas sigue radicado en las empresas
    multinacionales y en ausencia de una capa empresarial local ( que
    el propio proceso de internacionalización de los procesos
    productivos tiende a destruir) resulta difícil que sean
    efectivamente apropiadas y difundidas en la economía
    local. Incluso si esto ocurre, ello no otorga, aun dentro del
    subsistema, la capacidad de generación de nuevos productos
    y nuevos procesos. En el mejor de los casos se adquiere la
    capacidad de inserción en las fases menos complejas de la
    producción de algunos productos.

    Resulta esencial, por lo tanto, diferenciar procesos
    como el coreano, y, en cierta medida el taiwanés ( y
    también, al menos hasta ahora, el chino), apoyados sobre
    empresas o redes de empresas de capital local, público o
    privado, que, impulsadas por políticas estatales muy
    activas, fueron desarrollando capacidades industriales
    crecientemente complejas que les permitieron hacerse presentes en
    la mayoría de las ramas dinámicas del comercio
    internacional de manufacturas y pelear por una posición en
    los mercados centrales en las gamas, por lo menos, de más
    bajas de calidad y precio, de aquellos procesos donde el
    crecimiento es un efecto de la segmentación productiva
    internacional de las grandes empresas de los países
    centrales.

    Además el progreso tecnológico tiende a
    interconectar las diversas esferas del conocimiento
    técnico y científico en el marco de una creciente
    subordinación de las indagaciones científicas a las
    prioridades fijadas por el capital en función de los
    obstáculos que enfrentan sus desarrollos
    tecnológicos, lo cual implica que la inserción
    competitiva en las actividades más dinámicas no
    puede, en el largo plazo, descansar sobre un proceso acumulativo
    de aprendizaje,
    eventualmente ayudado por la familiarización, a
    través de la compra de patentes y de acuerdos
    tecnológicos, con las prácticas más
    avanzadas. Requiere el desarrollo de saberes ligados con un
    complejo sistema científico estrechamente articulado con
    la industria que constituye el núcleo de la capacidad de
    orientación y desarrollo de la producción en nivel
    mundial y que es retenido por el centro19.

    El pasaje de la producción de alimentos y
    materias primas para el mercado mundial a la de productos
    manufacturados sin creación, en la periferia, de sistemas
    industriales, no cambia, en consecuencia, la estructura
    jerárquica de la división mundial del trabajo -que
    se ha visto en los hechos reforzada por el creciente control de
    las empresas transnacionales sobre las cadenas de
    producción y distribución-, ni elimina el
    intercambio desigual, que no es un efecto de la naturaleza de los
    productos intercambiados, sino de las relaciones
    internacionales asimétricas de producción que
    articulan el mercado mundial.20

    Los supuestos básicos de la visión
    hegemónica -una nueva etapa de alto crecimiento de la
    periferia sustentado sobre la acción espontánea del
    mercado; la convergencia en los niveles de ingresos; la
    dilución, en el marco del libre cambio, de las diferencias
    entre centro y periferia- carecen de sustento.

    Una porción, la más significativa, del
    reducido grupo de países exitosos en la actual fase de
    desarrollo contó con un estado particularmente activo que
    utilizó, en el período de estructuración del
    modelo y de más rápido crecimiento, entre otros
    múltiples instrumentos, un fuerte control sobre el sistema
    bancario y los flujos financieros21, y niveles
    relativamente elevados, aunque selectivos, de protección
    efectiva en el marco de una estrategia nacional de desarrollo
    orientada a la creación o ampliación por parte del
    capital local, público o privado, de capacidad productiva
    propia en las áreas tecnológicamente más
    dinámicas del comercio mundial.

    El resto son, en su mayoría, países de la
    misma área que, articulados con el primer grupo y con el
    Japón, operan como plataformas de exportación para
    el capital transnacional de la región, Europa y Estados
    Unidos y presentan, a diferencia de Corea o Taiwán, un muy
    fuerte contraste entre el dinamismo y composición de sus
    exportaciones, y el nivel y evolución del valor agregado
    por sus economías, evaluado en dólares
    corrientes22.

    Estas comprobaciones son esenciales para evaluar las
    eventuales consecuencias del ALCA en cualquiera de sus posibles
    versiones, pero a ello deben agregarse las consecuencias de las
    transformaciones en la división internacional del trabajo
    y de la apertura unilateral ya realizada por América
    latina y la problemática específica que ello
    plantea.

    Partes: 1, 2

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