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El Plan Dignidad y el militarismo en Bolivia


    INTRODUCCIÓN

    El presente artículo pretende hacer una
    reflexión en torno a la
    participación militar en la problemática de
    erradicación de cultivos de coca en el Trópico de
    Cochabamba-Bolivia, la cual responde a las condicionantes y
    presión
    de intereses norteamericanos, cuyo concepto de
    intervención es el de generar una "guerra de baja
    intensidad" que se traduce en una participación militar
    directa en la problemática de la "producción de coca y desarrollo de
    la región". El resultado de esta política se traduce
    en la estigmatización y tipificación de los
    productores de coca como narcotraficantes, narcoguerrilleros y
    narcoterroristas, contra quienes se arremeten acciones
    inhumanas y violentas –asesinatos, torturas,
    secuestros– que violan todos los derechos humanos
    y garantías constitucionales de hombres, mujeres y
    niños
    campesinos del Chapare. Estos hechos quedan en la impunidad.

    Es importante también resaltar la
    extensión de esta práctica autoritaria del
    "neo-militarismo" en la democracia
    formal de Bolivia, que es cada vez más extensa en contra
    de las protestas y movimientos sociales, y cuyo fin es imponer
    por la fuerza
    políticas públicas condicionantes
    del gobierno
    norteamericano, transnacionales, de intereses privados y de
    grupos de
    corrupción. En todos estos casos la
    impunidad también reina entre los que ordenan y los que
    ejercen la violencia,
    llevándonos a un serio riesgo de
    institucionalizar una cultura
    política de militarización en contra de organizaciones
    sociales de sociedad civil,
    lo cual daría como resultado la configuración de un
    nuevo sistema
    político de gobierno, que es el de la democracia
    formal militarizada en Bolivia.

    ANTECEDENTES

    La penalización de cultivos de coca y su consumo tiene
    origen en diversas resoluciones de organismos multilaterales que
    fueron influenciadas en gran medida por intereses de Estados Unidos,
    que condicionaba su apoyo financiero -certificación (1)-
    al cumplimiento de una política de estado que
    consistía en la erradicación y sustitución
    de los cultivos de coca de Bolivia, lo cual en términos
    operativos implicaba tomar una opción militar para
    enfrentar una guerra contra los campesinos productores de coca en
    dicho país.

    En gran medida los dictámenes norteamericanos
    sobre erradicación de coca fueron tomados como vanguardia en
    el período de dictaduras militares (1971-1982) que
    emprendieron una lucha contra los campesinos productores de coca
    a través de tareas de fiscalización de la
    producción e interdicción (2) (Poveda et al.,
    1991).

    Los resultados de las dictaduras trajeron consigo uno de
    los episodios más sangrientos de la historia, caracterizado por
    la represión brutal contra las organizaciones sociales a
    través de grupos paramilitares y militares, como el de la
    nefasta Operación Cóndor (Mesa et al., 2001), los
    "novios de la muerte"
    dirigidos por Klaus Altman Barbie, las "águilas negras", y
    otros, los cuales también llegaron a formar parte de
    mafias y carteles de narcotráfico en Bolivia (Morato Morales,
    1987) que financiaron incluso el golpe militar de 1980
    (Echazú Albarado, 1988), llegaron a ser protegidos por el
    propio poder
    ejecutivo (Mesa et al., 2001: 729) e incorporando a altas
    esferas militares (3) que pasaban desde el mismo presidente,
    ministros y muchos de la jerarquía castrense (Aguilo,
    1991).

    Con el retorno de la democracia en 1982, el país
    se encontraba prácticamente en bancarrota y en proceso de
    hiperinflación, al mismo tiempo que
    continuaban operando mafias del narcotráfico con
    participación en altas esferas de poder
    político, militar y policial. Nuevamente la presión
    norteamericana pudo más que la soberanía nacional y el diálogo,
    aplicándose políticas que tendían cada vez
    más hacia la militarización en la guerra contra la
    coca.

    La "opción militar" se inicia en agosto de 1984,
    mediante la participación de quinientos efectivos del
    ejército nacional, para destruir laboratorios de
    producción de cocaína y
    arrestar narcotraficantes (Painter, 1994: 91-113). Para julio de
    1986 se da una presencia militar norteamericana directa en
    operativos mediante la acción
    Blast Frunce con 160 marines norteamericanos, equipados con seis
    helicópteros, que condujeron campañas contra
    operaciones de
    narcotraficantes durante tres meses (Ibidem).

    Un siguiente paso fue la aprobación del documento
    Santa Fe II entre países productores de coca y Estados
    Unidos, en el que se define una estrategia para
    América
    Latina en la década del noventa ante los tres peligros
    fundamentales identificados, la subversión comunista, el
    terrorismo y
    el narcotráfico, por la cual el gobierno estadounidense
    propone la implementación de un programa que
    estimule la sustitución de coca (13 de agosto de 1988).
    Este programa sería el Anexo II (9 de mayo de 1990) que
    definía el apoyo económico de Estados Unidos de
    33,23 millones de dólares a las Fuerzas Armadas de
    Bolivia, para la gestión
    1990, destinado a operaciones antidrogas (4).

    La implementación de la militarización se
    daría en abril de 1991, cuando el ejército
    norteamericano envió 56 instructores militares para
    iniciar un curso de entrenamiento de
    diez semanas para 500 miembros del Batallón Manchego en
    Montero. En octubre de ese mismo año, otros 50 consejeros
    norteamericanos arribaron al país para entrenar durante
    doce semanas al Batallón Jordán de Riberalta, con
    cerca de 400 miembros. El entrenamiento consistía en
    acción de "conflictos de
    baja intensidad" y "contra el tráfico de drogas". En
    otras palabras, era dirigido a una guerra de baja intensidad a
    ser aplicada en contra de las organizaciones de productores de
    coca del Trópico de Cochabamba.

    La opción militar asumida por Estados Unidos y
    los gobiernos democráticos generó casos de
    continuidad de prácticas de las dictaduras y su
    relación con el narcotráfico, como el
    descubrimiento de la fábrica de cocaína más
    grande encontrada en Huanchaca (5 de septiembre de 1986), cuya
    investigación quedó interrumpida en
    el parlamento pese al asesinato de un diputado, Edmundo Salazar,
    que investigaba el caso. Posteriormente se denunciaría que
    Huancacha financiaba los operativos de los Contras en Nicaragua
    que luchaban contra el gobierno sandinista (Rodas Morales, 1996).
    Años más tarde se presenciarían otros
    escándalos políticos que demostraban la directa
    conexión de algunos políticos de élite de
    partidos gobernantes involucrados con el narcotráfico,
    como es el caso del "narcoavión" que involucraba a
    dirigentes del Movimiento
    Nacionalista Revolucionario (MNR), luego surgirían los
    "narcovideos" (1988) que comprometían a dirigentes de
    Acción Democrática Nacionalista (ADN), y
    finalmente se dio la crisis de los
    "narcovínculos" que vinculaban al ex presidente Jaime Paz
    Zamora y altos dirigentes del Movimiento de Izquierda
    Revolucionaria (MIR) (Del Granado, 1994[a]; [b]).

    En síntesis,
    la doble moral
    norteamericana en el tratamiento del tema de drogas, así
    como el retorno del militarismo en el tema de erradicación
    de cultivos de coca y lucha contra el narcotráfico, era
    sujeta a críticas y rechazo, ya que se veían los
    hechos de impunidad de la mafia militar y la participación
    de algunas altas esferas de la clase
    política con el narcotráfico. Por tanto, los
    mecanismos de represión militar contra los productores de
    coca constituían también un peligro para la propia
    democracia y los movimientos y organizaciones sociales que
    denunciaban actos de corrupción, negociados y prebendas, ya que
    la militarización contra la coca también
    podía extenderse a otros espacios sociales. Sin embargo,
    el fundamentalismo norteamericano de imponer la fuerza militar
    frente al debate
    democrático fue el que se impuso (WOLA, 1992).

    EL PLAN DIGNIDAD Y EL
    MILITARISMO EN BOLIVIA (1997-2002)

    La presencia y el accionar militar en gobiernos
    democráticos tienen su máxima expresión en
    el gobierno democrático del ex dictador Hugo Bánzer
    Suárez (1997-2002), que llegan al poder en alianza de una
    mega-coalición de ocho partidos
    políticos, cuyo gobierno se caracteriza por la
    carencia de un programa de gobierno, recesión
    económica, corrupción y violación extrema de
    los derechos humanos
    mediante el uso ampliado de la militarización contra las
    protestas, movimientos sociales y los productores de coca en el
    Chapare.

    En cuanto a su política de erradicación de
    cultivos de coca, se implementó la estrategia boliviana de
    lucha contra el narcotráfico conocida como Plan Dignidad
    (Ministerio Nacional de Defensa, 1999[a]; [b]) (5). Este plan
    consta de cuatro pilares: prevención, desarrollo
    alternativo, interdicción y erradicación de
    plantaciones ilegales de coca excedentarias –38.000 has
    (Id, 1999[b]: 10). Para su implementación se
    conformó el Concejo Nacional de Lucha Contra el
    Tráfico Ilícito de Drogaras (CONALID) que bajo
    dirección de la Presidencia de la
    República incluía a los ministerios de
    Gobierno (policía), Finanzas,
    Defensa Nacional (fuerzas armadas), Agricultura
    (ganadería
    y desarrollo rural) y Salud. En síntesis,
    se tenía comprometido a todo el aparato estatal en la
    ejecución de este plan, cuya tarea central de
    erradicación recaería en el Ministerio de
    Agricultura.

    Para este fin se fijó un presupuesto de
    900 millones de dólares (6) destinados a la
    creación de las Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) (Id,
    1999[b]) que estaría integrada por el ejército, la
    fuerza aérea, la armada, los cuerpos de élite de la
    policía Unidad Móvil para el Patrullaje Rural
    "Leopardos" (UMOPRA) y policía ecológica, y
    reforzada además con una fuerza militar de mercenarios
    denominada Fuerza Expedicionaria. Toda esta fuerza militar
    contaba con la participación directa de asesores y
    agregados militares responsables de la planificación, entrenamiento, supervisión y fiscalización de la
    "guerra contra la coca". En términos operativos, el Plan
    Dignidad consideraba en términos de propuesta: la
    cconstrucción de un cuartel para la FTC (para 2.160
    hombres) y ampliación de centro responsable de la
    erradicación de coca DIRECO (7) con un costo de
    1.620.000 dólares (Id, 1999[b]: 17); equipamiento de
    DIRECO, UNAGRODI y UNICARDI, y acceso a sistema de
    información digital y satelital, con un presupuesto de
    1.980.000 dólares (Id, 1999[b]: 17-18); difusión de
    información acerca de los beneficios de la
    erradicación con 800 mil dólares; transporte,
    combustible, alimentación,
    equipamiento militar a la FTC, con 89,54 millones de
    dólares (Id, 1999[b]: 21- 23); compensación
    comunitaria a ser implementada de 1999 a 2001, con un presupuesto
    de 26,70 millones de dólares (Id, 1999[b]: 22).

    IMPLEMENTACIÓN MILITAR
    DEL PLAN DIGNIDAD

    Los datos presentados
    a continuación corresponden al accionar militar en el
    cumplimiento de las metas del Plan Dignidad, cuyas fuentes de
    información se basan en un análisis de documentación oficial (8), revisión
    hemerográfica, entrevistados que pidieron no ser
    identificados, y observación en el área de
    acción. Intentando mantener la lógica
    de las Fuerzas de Tarea Conjunta (FTC), a continuación se
    presentará un análisis de su justificación,
    doctrina y modus operandi en las tareas de erradicación de
    cultivos de coca (9).

    JUSTIFICACIÓN

    Para las FTC, su accionar se basa en los siguientes
    criterios de justificación.

    1988

    El combate al
    narcotráfico

    1988

    Colombianización: Evitar que
    el narcotráfico incorpore a campesinos productores
    de coca, lo cual nos convertiría en una
    Colombia

    1989

    Coca no es cocaína y
    narcovínculos

    1994

    Certificación, espada de
    Damocles

    1994

    Erradicación
    forzosa

    1996

    Emboscada a UMOPAR

    Consigna de "coca o muerte", y
    amenaza de que el Chapare será una nueva versión de
    Chiapas.
    1997 Comités de Autodefensa – Formación
    político sindical – Movimiento andino

    Advierten también entre sus antecedentes que es
    un error considerar que coca no es cocaína, y quienes no
    están de acuerdo son personas que defienden el
    narcotráfico y a los narcotraficantes –como por
    ejemplo activistas defensores de los derechos humanos (10),
    dirigentes, políticos– y por tanto son
    también enemigos que tienen intereses personales que
    pueden estar vinculados en casos de narcotráfico, como fue
    el caso de los involucrados en narcovínculos. Sin embargo,
    no mencionan ni hacen referencia a la participación de las
    dictaduras militares en temas de narcotráfico. Por el
    contrario, identifican prácticamente a todas las
    organizaciones civiles como enemigos contra quienes se tiene que
    dar una lucha a "cualquier costo".

    MARCO JURÍDICO PARA LA
    CREACIÓN DE LA FUERZA DE TAREA CONJUNTA
    (FTC)

    "Los efectivos de las FF.AA. integrantes de la FTC,
    durante el cumplimiento de las operaciones asignadas, se
    encontraban amparados bajo los instrumentos Jurídicos
    Legales, como la Constitución Política del Estado en
    su Art. 208 concordante con la Ley
    Orgánica de las FF.AA., en su Art. 8, Art. 15 y Art. 57
    inc. g, h, j, Ley del Régimen de la Coca y Sustancias
    Peligrosas (1008) en el Título VI Art. 133, 134 Y 135; el
    Anexo 3 (actualmente sección ‘C’)".

    No obstante, la Constitución Política del
    Estado primero garantiza el respeto a los
    derechos humanos, y no reconoce ninguna fuerza armada irregular
    (500 soldados mercenarios de la Fuerza de Expedicionarios bajo
    mando de oficiales de la Narcotic Agency Section [NAS] de los
    Estados Unidos). Como tampoco en la Ley 1008, se menciona la
    erradicación forzosa; sólo la erradicación
    compensada y paralela a la sustitución de la economía de la coca
    por productos que
    den similar o mayor rendimiento que el cultivo de
    coca.

    PLAN CERO

    "En fecha 2 de abril de 1998, el Ejército pone en
    ejecución el PLAN ‘CERO’; se organiza la
    Fuerza de Tarea Conjunta al mando del Cmte. de la Séptima
    División, para encarar las operaciones de
    erradicación de los cultivos de hoja de coca; con un
    Estado Mayor".

    El marco de operación de la FTC es el Plan Cero
    definido por el gobierno y la embajada norteamericana, siendo el
    rol de la FTC el de erradicar los cultivos de hoja de coca en el
    Trópico de Cochabamba, sin ningún tipo de
    diferenciación. Para ello cuenta con un Comandante y
    Estado Mayor específico.

    CREACIÓN Y
    FUNCIONES DE
    LA FTC

    "Las directivas del COMANDO EN JEFE N° 32/98 del
    201200-NOV-98 Dispone: Crear una FTC en el CHAPARE, con un Estado
    Mayor Coordinador en los campos de interés,
    conformado por OO.SUP. y SUB del Ejército, Fuerza
    Aérea y Fuerza Naval, integrada además por miembros
    de la Policía Nacional, con vinculación directa al
    COMANDO EN JEFE, COMANDOS DE
    FUERZA y EL DPTO. III EMC., DEL EJERCITO, a través del
    CENTRO DE OPERACIONES TÁCTICAS DEL EJERCITO (COTE)". El
    20 de
    noviembre de 1998 se crea la FTC, conformada por oficiales
    superiores, suboficiales, soldados y policías del
    ejército, fuerza aérea, fuerza naval y
    policía nacional, siendo las funciones específicas
    el crear y adaptar operaciones tácticas para
    erradicación y demandar requerimientos de apoyo
    logístico, todas sujetas a un comando de mando.

    Como incentivo a la tropa de las FTC se dio una
    calificación de servicio en
    frontera y a
    la asignación de un bono extra pagado por la NAS
    norteamericana, de 840 Bs. para instructores (140 USD), 600 Bs.
    (100 USD) para soldados, y 600 Bs. (100 USD) para
    policías.

    El monto de incentivo que implica este plus alcanza
    anualmente a 3.271.520 dólares aproximadamente.

    PERSONAL

    Sobre la cantidad de efectivos total participantes en la
    FTC, ésta alcanzó a un número variable
    compuesto desde 2.600 hombres hasta 1.729 (11). No contamos con
    acceso del número exacto de efectivos en 2001 y 2002, pero
    en general podemos decir que entre personal nacional
    y norteamericano involucrado en las operaciones y apoyo
    logístico (consejeros, administradores, servicios
    alimentación) el número superó los 3 mil
    hombres en acción.

    PERSONAL
    EXTRANJERO

    El Plan Renacer, ejecutado por la FTC en su misión de
    erradicación de cultivos de coca, contó
    también con personal de apoyo civil y militar del
    ejército de Estados Unidos, cuyo alcance fue el siguiente:
    "En forma trimestral en las gestiones 1999 y 2000 se
    recibió el apoyo de equipos del 7mo. Grupo de
    FF.EE. de los EE.UU. de Norteamérica. El número de
    personal extranjero que apoyó a la FTC fue variable de 7 a
    10 personas y de un modo general de las siguientes
    especialidades: paramédicos, explosivos, armeros, franco
    tiradores y comunicaciones".

    Se debe destacar que la capacitación de miembros de la FTC en temas
    de explosivos y especialización de unidades especiales de
    francotiradores es permanente, y resulta revelador que una de las
    principales tareas del personal militar norteamericano que tiene
    su base en el Trópico de Cochabamba es ser responsable de
    estos rubros.

    DOCTRINA MILITAR CONTRA LAS
    ORGANIZACIONES CAMPESINAS

    Para la lógica militar de la FTC la
    organización sindical campesina de productores del
    Chapare es mala y delictiva, siendo un fin complementario al de
    la erradicación el acabar con el sindicalismo.
    De ello se desprende la actitud
    inhumana de represión que se tiene contra todo dirigente
    campesino de
    los productores de coca, ya que se les ve como a los culpables
    del narcotráfico y la situación de violencia en
    contra del país.

    "Al organizarse la FTC el 2 de abril de 1998,
    empezó la erradicación con una serie de incidentes
    derivados de la oposición de los campesinos aleccionados
    por sus dirigentes cocaleros, quienes velando por sus intereses y
    alentados por el narcotráfico, buscaron el enfrentamiento
    con las fuerzas militares y policiales, con el consiguiente
    resultado de muertos y heridos…".

    Acusan a los dirigentes de los productores de coca como
    responsable directos de las muertes de los campesinos, ya que
    ellos serían quienes los engañan y obligan a
    cometer delitos.

    APOYO
    LOGÍSTICO

    La dotación de infraestructura y apoyo
    logístico se encuentra a cargo de la NAS norteamericana y
    del gobierno, de acuerdo a convenios bilaterales que tuvieron una
    asignación aproximada por año de 7.011.494
    dólares distribuidos entre vehículos, combustible,
    horas de vuelo de helicópteros, uniformes, tiendas de
    campaña, equipo personal, atención médica y medicamentos,
    botas y misceláneas (Ministerio Nacional de Defensa,
    1999[b]: 30).

    ACCIÓN
    CÍVICA

    Otro de los puntos donde vale la pena detenerse es las
    tareas de "acción cívica" que cumplen las FF.AA. en
    el Trópico, y recientemente también las unidades de
    la Policía Nacional. El concepto de acción
    cívica repite los principios de
    "balas y arroz" del Vietnam o "rifles y frijoles" de las
    dictaduras militares que existieron en Latinoamérica, mediante el cual las fuerzas
    de operación primero bombardean o disparan a la población civil, y luego la socorren con
    alimentos.
    Algunas características de las tareas de acción
    cívica aplicadas en el Trópico de Cochabamba se
    enumeran a continuación.

    Recolección de información "… que
    los equipos de trabajos antes de iniciar las operaciones de
    acción cívica buscarán informaciones
    referidas a: organizaciones sindicales de la región,
    grupos de activistas, personalidades importantes en la zona,
    tráfico de armas y
    explosivos, actitud de los pobladores de la región,
    presencia de agitadores de dudosa actividad".

    La recolección de información que se
    realiza durante las tareas de acción cívica es
    pieza clave de acceso a datos que luego serán utilizados
    en contra de la propia organización, dirigentes y personas
    influyentes de la población.

    Obras comunitarias Entre las obras comunitarias
    están los trabajos de ripiado y limpieza de caminos
    vecinales, parques, plazas y escuelas. Respecto de los trabajos
    de salud, se realizan campañas de vacunación,
    atención odontológica y médica, así
    como distribución de ropas y vituallas en
    algunas poblaciones inundadas. Se da prioridad también al
    trabajo en las
    escuelas, ya que como afirma la experiencia de acción
    cívica "a los niños se les conquista con una
    pastilla", y mediante ello son objeto de fácil de acceso a
    información.

    INTELIGENCIA

    En cuanto a la concepción de servicios de
    inteligencia
    que implementó la FTC en el Trópico de Cochabamba,
    convierten a la región en un centro de guerra combinado
    una guerra de baja intensidad con una guerra psicológica.
    El objetivo de
    esta tarea es la identificación y seguimiento de
    dirigentes y personas que apoyan a las organizaciones de
    productores de coca, así como a su desplazamiento, acoso e
    incluso eliminación (12).

    Poco o nada se tiene escrito sobre el alcance de las
    redes de
    inteligencia montadas por la FTC en el Trópico de
    Cochabamba, pero es evidente que existen dos grandes centros de
    operación, uno dirigido directamente por fuentes de la
    NAS, DEA y CIA norteamericanas, y el otro por instancias de la
    FTC. En ambos casos el modus operandi consiste en: infiltrar a
    sus agentes en organizaciones de productores de coca; incorporar
    a informantes en algunas localidades priorizadas por las
    agencias, pudiendo ser estos dirigentes menores, comerciantes,
    profesores u otros; hacer seguimiento a los medios de
    comunicación local, departamental y nacional; enviar
    periodistas contratados por las agencias a entrevistar dirigentes
    y visitar las zonas; enviar a estudiantes o investigadores de la
    universidad o
    centros de investigación a zonas de prioridad de las
    agencias; recopilar información mediante envío de
    su personal a reuniones de organizaciones de campesinos;
    incorporación de pobladores que tienen procesos con
    la ley (narcotráfico u otros) mediante dotación de
    libertad a
    cambio de
    información; torturar a pobladores y dirigentes detenidos
    y secuestrados; recopilar información mediante
    técnicos que trabajan en agencias de desarrollo
    alternativo (esto es ampliamente denunciado por las
    organizaciones campesinas).

    El uso de la información es por demás
    útil en cuanto a prevención y acciones que realizan
    las FTC en su tarea de erradicación, acción
    cívica, prevenir bloqueos de caminos y hacer un
    seguimiento de las actividades sindicales.

    Desarrollo Alternativo Las FTC cuestionan a los programas de
    desarrollo alternativo, considerando que "El fracaso del
    desarrollo alternativo ha sido la corrupción, el gobierno
    debe eliminar este mal sancionando a los responsables, asimismo
    debe buscar ayuda Internacional para invertir en el desarrollo
    alternativo y reactivar la economía del CHAPARE creando
    industrias con
    fines de exportación, liberados de impuestos, buscar
    mercados,
    fomentar la ganadería, la agricultura y toda inversión en esta zona, asimismo debe
    construir caminos, escuelas, hospitales etc. La 9na Div. debe
    coadyuvar en el desarrollo de la región, capacitando a los
    soldados del trópico sobre el desarrollo alternativo,
    realizando operaciones psicológicas para cambiar la
    mentalidad de los chaparemos".

    A claras luces, la FTC demuestra la posición
    militar de ampliar sus funciones hacia actividades de desarrollo,
    resultando incoherente y contradictorio pretender dar
    formación a los soldados que reprimen en el Chapare para
    que ellos sean los agentes de cambio.

    CONCLUSIONES

    Tras un recorrido por las últimas dos
    décadas de la participación militar en el tema de
    erradicación de cultivos de coca, considero que quedan
    muchos más vacíos que respuestas sobre el real
    alcance de esta participación. Sin embargo, considero que,
    al margen de tener una claridad del contexto político y
    social internacional y nacional que hace al tema, es importante
    realizar un análisis del accionar concreto desde
    la propia visión militar, siguiendo su lógica,
    doctrina ideológica y operaciones.

    Asimismo, me atrevo a concluir que la democracia
    boliviana, caracterizada como gobierno unitario representativo,
    no es más que una democracia cargada por prácticas
    personalistas, verticales y muchas veces autoritarias, la cual
    somete para sus fines –aplicación de sus planes y
    propuestas– al poder
    legislativo mediante pactos políticos que reducen el
    debate parlamentario al cuoteo y accionar de levantar la mano y
    aplicar un rodillo del oficialismo, y al poder judicial
    mediante el cuoteo de magistrados que actúan en función a
    dictámenes de sus partidos y del oficialismo. Resulta
    también evidente que, frente a las voces contestatarias de
    sectores y organizaciones sociales, se institucionalizó la
    aplicación de la violencia de las fuerzas armadas, vale
    decir, su uso para acallar a o acabar con los enemigos internos
    de los gobiernos.

    El accionar de las fuerzas armadas en los conflictos
    sociales significa en realidad la militarización contra
    los movimientos sociales, vale decir el retorno de las
    prácticas militares de los años de dictadura
    –asesinatos, violaciones, torturas, persecuciones,
    desapariciones, control y
    vigilancia, intimidación– que toman nuevamente
    cuerpo en plena democracia. Y lo más grave es que
    éstas son encubiertas, justificadas e incluso aplaudidas
    por muchos niveles y poderes del estado, resultando así
    una permisibilidad del accionar del militarismo contra los
    propios principios de la democracia, lo cual implica en la
    práctica el surgimiento de espacios de cogobierno
    democrático-militar, o dicho de otra manera, el
    surgimiento de un cogobierno entre las autoridades
    democráticas y el militarismo que hoy por hoy controlan el
    aparato estatal en beneficio de una élite política,
    militar y de intereses financieros transnacionales que hacen al
    neo-corporativismo.

    Por otro lado, resulta también muy preocupante la
    actitud de complacencia o indiferencia de organismos
    multilaterales respecto de esta práctica
    democrática-militarizada. La cual tiende en muchos casos a
    legitimizar hechos de violencia militar contra la
    población civil (OEA en el caso
    de Amayapanpa y Capasirca, Guerra del Agua, Febrero
    Negro de 2003) y que en definitiva va en contra de todo principio
    internacional de defensa de los derechos humanos.

    Sin embargo, cabe manifestar que pese al intento de
    imposición de un nuevo tipo de militarismo la sociedad civil
    viene también generando nuevas perspectivas contestatarias
    que disputan espacios de poder local (municipal), regional
    (departamentos) y nacional (parlamento). Tal es el caso del
    éxito
    del partido de los productores de coca del Trópico de
    Cochabamba, Movimiento al Socialismo (MAS),
    que logró aglutinar a otras organizaciones campesinas y
    sectores urbanos del país para ocupar un segundo lugar en
    las elecciones nacionales de 2002 (Molina, 2002).

    En esta dinámica de accionar tradicional de la
    política (democrática-militar) y las aspiraciones
    de los movimientos sociales (cocaleros, campesinos sin tierra,
    pueblos indígenas, desocupados, prestatarios, etc.) se
    tiende a una salida que implique una redefinición de
    prácticas de hechura política a través de
    diálogos y concertaciones que reencaucen los instrumentos
    democráticos, o en caso extremo se tiende a una
    eliminación de las conquistas democráticas y de la
    democracia en sí a favor de un resurgimiento encubierto y
    directo del militarismo en Bolivia a través de un nuevo
    sistema de
    gobierno cual es el militarista-democrático.

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    NOTAS

    1. Ley Pública de los Estados Unidos 99 570, del
    27 de septiembre de 1986.

    2. Decreto Supremo Nº 11.245 Ley de Sustancias
    Peligrosas del 20 de diciembre de 1973.

    3. Una amplia lista de jefes militares involucrados en
    narcotráfico es presentada en LAB-iepala (1982;
    1985).

    4. Resaltar que en 1989 la asistencia económica
    de Estados Unidos para el ejército fue de 5,8 millones,
    vale decir que para 1990 se incrementó este presupuesto
    seis veces más (Painter, 1994).

    5. Decreto Supremo Nº 24.963 del 20 de febrero de
    1998.

    6. Se contemplan además otros 160 millones de
    dólares, destinados a la implementación de
    programas de desarrollo alternativo. Estos montos fueron
    cubiertos en gran parte por Estados Unidos con aportes de
    contraparte del gobierno boliviano.

    7. Dirección de Reconversión de la Coca
    (DIRECO), que cuenta con un brazo agronómico, Unidad
    Agrícola de DIRECO (UNAGRODI) y un brazo
    cartográfico, Unidad de Cartografía de DIRECO UNICARDI) dependiente
    del Ministerio de Agricultura.

    8. Una de estas fuentes es la revista de la
    Fuerza de Tarea Conjunta Trabajamos por la dignidad de Bolivia y
    por la salud del mundo (2002), único documento de
    difusión pública restringida que da a conocer las
    participación de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) en el Plan
    Dignidad.

    9. Las citas entrecomilladas corresponden a copia exacta
    de documentos oficiales.

    10. Entre los mayores defensores de derechos humanos en
    el Trópico de Cochabamba se encuentran la Iglesia
    Católica, la Defensoría del Pueblo y la Asamblea
    Permanente de los Derechos Humanos quienes hacen continuas
    denuncias sobre los asesinatos, torturas, secuestros y
    detenciones ilegales (Llorente S., 1999).

    11. Los efectivos para las FTC por gestión
    fueron: 2.600 hombres en 1998, 1.990 hombres en 1999, 1.729
    hombres en 2000, siendo aún desconocido el número
    para 2001, 2002 y 2003.

    12. Fue el caso del dirigente ejecutivo de la
    Federación de Colonizadores de Chimoré Casimiro
    Huanca, que en diciembre del año 2000 fue asesinado a
    sangre
    fría por militares dentro de la sede de la
    Federación, y otros dirigentes heridos y flagelados,
    incluyendo al Alcalde, sin que a la fecha se haya podido iniciar
    ningún proceso ordinario.

    Este texto se
    encuentra bajo licencia Creative Commons

    Fernando Salazar Ortuño
    (*)

    (*) Sociólogo, investigador del Instituto de
    Estudios Sociales y Económicos (IESE), Universidad Mayor
    de San Simón (UMSS) Cochabamba-Bolivia.

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