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Interacción y comunicación. Exploración teórica-conceptual del concepto de Interacción




Enviado por Marta Rizo García


      

     ABSTRACT

    El artículo presenta una primera
    exploración teórica-conceptual del concepto de interacción. Así
    mismo, aborda la presencia de los estudios sobre la
    interacción en el campo académico de la comunicación, mismos
    que se han visto relegados a un segundo plano dado el predominio
    de estudios sobre medios de difusión
    masiva.

    Palabras clave:

    · comunicación

    · interactividad

    · medios de
    comunicación

    · méxico

    · reflexividad

    La comunicación, desde sus orígenes como
    disciplina, se ha asociado
    casi exclusivamente al estudio de los medios de difusión
    masiva (1). En este sentido, puede decirse que la mayor
    parte de la producción académica
    realizada desde la comunicología se ubica en una perspectiva
    mediológica. Esta primera afirmación nos obliga a
    plantear, para empezar, la comprensión del espacio
    conceptual de la comunicología en cuatro dimensiones: la
    difusión, la estructuración, la interacción y la
    expresión (2). La primera hace referencia, como se
    apuntaba anteriormente, a los medios de difusión colectiva.
    Una segunda dimensión comunicológica se refiere a la
    interacción, esto es, a la comunicación interpersonal
    en sus múltiples caras, abordadas sobre todo desde las
    perspectivas de la teoría sistémica, la
    cibernética, y los
    aportes de otras ciencias sociales como la
    psicología social y la
    sociología
    fenomenológica. En la expresión cabrían todas
    aquellas reflexiones y estudios que se enfocan al ámbito de
    la forma, a las características expresivas de los textos y
    discursos comunicativos. Por
    último, la estructuración se presenta como el paraguas
    conceptual que agrupa a todos aquellos trabajos que de una u otra
    forma se centran en la dimensión macro de la
    comunicación; en esta dimensión se unen las otras tres
    (3).

    Siendo la interacción "el corazón de una
    comunicología posible" (Galindo, 2003), esta dimensión
    puede ser considerada una de las más importantes para
    comprender los fenómenos comunicativos. En este panorama,
    pudiera parecer paradójica la casi nula presencia de
    investigaciones y trabajos
    que, desde el campo académico, ponen el acento en ella.
    Según Jesús Galindo (2003), "la interacción cara a
    cara y todo lo demás no mediático no es
    comunicación en un sentido oficial". Lejos de querer dar
    cuenta únicamente de esta débil presencia, nos parece
    más sustancial un acercamiento de corte reflexivo y
    propositivo. Es decir, primero tenemos que preguntarnos por los
    principios constructivos
    básicos de la interacción como dimensión
    comunicológica, para luego intentar plantear las causas de
    su poca presencia en el debate intelectual generado
    desde el campo académico de la comunicación. Todo ello
    se enmarcará en la exposición del diagnóstico de presencia
    de la interacción en el proyecto "Hacia una
    comunicología posible". En un último momento se
    apuntarán las líneas de acción posibles, las
    propuestas concretas que ayuden a un mejor y mayor desarrollo de la
    dimensión de la interacción en la producción
    científica sobre comunicación.

    I. Comunicación e
    interacción social

    En sus acepciones más antiguas, el
    término comunicación hacía referencia a la
    comunión, la unión, la puesta en relación y el
    compartir algo. Esta definición, sin duda alguna, se aleja
    del asociar la comunicación casi automáticamente a la
    transmisión de información a través de
    un vehículo técnico: los medios masivos. Si las
    primeras definiciones de comunicación apuntaban a esa
    dimensión más interpersonal, más relacional, en la
    actualidad parece que estas aproximaciones quedaron atrás y
    no son casi tomadas en cuenta en la reflexión
    comunicológica. Es por ello que nos parece pertinente
    iniciar este primer momento con una reflexión extensa acerca
    de la comunicación como interacción.

    Es sabido que la comunicación puede
    entenderse como la interacción mediante la que gran parte de
    los seres vivos acoplan sus conductas frente al entorno.
    También se ha concebido a la comunicación como el
    propio sistema de transmisión de
    mensajes o informaciones, entre personas físicas o sociales,
    o de una de éstas a una población, a través
    de medios personalizados o de masas, mediante un código de signos también convenido
    o fijado de forma arbitraria. Y más aún, el concepto de
    comunicación también comprende al sector económico
    que aglutina las industrias de la
    información, de la publicidad, y de servicios de comunicación
    no publicitaria para empresas e instituciones. Estas tres
    acepciones ponen en evidencia que nos encontramos, sin duda
    alguna, ante un término polisémico
    (4).

    Dentro de este abanico de posibilidades, abogamos
    por una definición general que entiende la comunicación
    como proceso básico para la
    construcción de la vida
    en sociedad, como mecanismo
    activador del diálogo y la convivencia
    entre sujetos sociales. Desde esta perspectiva, hablar de
    comunicación supone acercarse al mundo de las relaciones humanas, de los
    vínculos establecidos y por establecer, de los diálogos
    hechos conflicto y de los
    monólogos que algún día devendrán
    diálogo. La comunicación es la base de toda
    interacción social, y como tal, es el principio básico
    -la esencia-, de la sociedad. Sin comunicación, diría
    Niklas Luhmann (1993), no
    puede hablarse de sistema social: "Todo lo que es
    comunicación es sociedad (…) La comunicación se
    instaura como un sistema emergente, en el proceso de
    civilización. Los seres humanos se hacen dependientes de
    este sistema emergente de orden superior, con cuyas condiciones
    pueden elegir los contactos con otros seres humanos. Este sistema
    de orden superior es el sistema de comunicación llamado
    sociedad" (Luhmann, 1993: 15). Tomando estas ideas en
    consideración, podemos decir que partimos de una perspectiva
    que está a caballo entre los modelos psicosociales y
    sistémicos de la comunicación
    (5).

    La sociedad y la cultura deben su existencia a
    la comunicación. Es en la interacción comunicativa
    entre las personas donde, preferentemente, se manifiesta la
    cultura como principio organizador de la experiencia humana. En
    este sentido, la vida social puede ser entendida como "organización de las
    relaciones comunicativas establecidas en el seno de los
    colectivos humanos y entre éstos y su entorno" (Moreno,
    1988: 14). De alguna manera, este enfoque propone "imaginar el
    tejido social como una trama de interacciones" (Galindo,
    1997).

    I.1. Hacia una teoría de la
    comunicación

    En poco más de cincuenta años, la
    "teoría de la comunicación" ha tratado de ser
    construida desde diferentes perspectivas. Desde el enfoque de una
    teoría física, hasta los enfoques
    críticos de la Escuela de Frankfurt, pasando por
    una concepción social con base en la lengua o con base en la
    antropología cognitiva,
    una teoría psicológica con base en la percepción o en la
    interacción, y todos aquellos estudios que ponen el acento
    en los efectos sociales y psicológicos de su aplicación
    institucional en el campo de la comunicación de masas
    (6). Este panorama hace que la comunicación sea
    considerada, junto con otros conceptos de las ciencias sociales, como son la
    cultura y la identidad, un término
    polisémico donde los haya. Y hace que la comunicología
    sea una "muestra de las confusiones a que
    puede llevar la desformalización cuando previamente no se ha
    pasado por periodos e instancias de formalización" (Follari,
    2000).

    La comprensión de la comunicación como
    telón de fondo de toda actividad humana se fundamenta en una
    perspectiva de corte sistémico. La actividad humana se
    constituye en social, y como tal, persigue o implica objetivos sociales. Como
    reguladora de las relaciones humanas, la comunicación debe
    entenderse, por lo tanto, como base de toda interacción
    social. Y es más, plantear la comunicación desde el
    punto de vista sistémico implica considerarla como un
    conjunto de elementos en interacción donde toda
    modificación de uno de ellos altera o afecta las relaciones
    entre otros elementos (7). O visto desde otro ángulo,
    el estudio de la comunicación desde un enfoque
    sistémico parte de la necesidad de un análisis de carácter holístico
    que ponga atención en el contexto
    de la situación. En palabras de Mucchielli (1998: 42), "una
    acción, una comunicación, es decir, una
    interacción, si se analiza por sí misma carece de
    sentido", por lo que un individuo y sus acciones "no se pueden
    analizar más que en el sistema en el que se realizan". Desde
    este enfoque la comunicología se puede definir como el
    "estudio de la organización y
    composición de la complejidad social en particular y la
    complejidad cosmológica en general, desde la perspectiva
    constructiva-analítica de los sistemas de información y
    comunicación que las configuran" (Galindo,
    2003).

    La concepción de la actividad humana como
    actividad social con objetivos sociales tiene sus orígenes
    en las aportaciones de Talcott Parsons (1966) (8). El
    autor pone énfasis en cómo la acción social no
    consiste tan sólo en respuestas particulares ante
    estímulos situacionales particulares, sino que el agente
    envuelve la relación de un verdadero sistema de expectativas
    relativas a la configuración social en que se encuentra. El
    concepto de interacción social organizada parece ser el que
    mejor define la relación social, que termina por fijarse
    ritualmente en esquemas de conducta
    social.

    I.2. Interacción social e interacción
    comunicativa

    En términos generales, la interacción
    puede ser entendida como la acción recíproca entre dos
    o más agentes. Y yendo más allá, al margen de
    quién o qué inicie el proceso de interacción, lo
    que interesa destacar es que el resultado es siempre la
    modificación de los estados de los participantes. No en
    balde, el concepto de interacción social se ha erigido como
    básico para las ciencias sociales y humanas, y ha permitido
    un avance muy destacado en campos del conocimiento como la psicología social, entre otros. En este
    marco, el término de interacción hace referencia, antes
    que nada, a la emergencia de una nueva perspectiva
    epistemológica, ya que los procesos de comunicación
    entre seres humanos pasan a ocupar un lugar central para la
    comprensión de los fenómenos sociales. Todo esto se
    relaciona con la comprensión de la persona como un ser social, un
    ser que sólo puede desarrollarse como ente de la sociedad a
    través de la comunicación con sus
    semejantes.

    Inevitablemente, en el estudio de la
    comunicación en el medio social, ésta se halla
    relacionada con los conceptos de acción e interacción.
    La acción social puede ser entendida desde la perspectiva
    positiva de Émile Durkheim (1973) como el
    conjunto de maneras de obrar, pensar y sentir, externas al
    individuo y dotadas de un poder coercitivo, en cuya
    virtud se imponen a él (9). O puede ser entendida
    desde la perspectiva subjetivista de Max Weber (1977), en la medida
    en que los sujetos de la acción humana vinculen a ella un
    significado subjetivo, referido a la conducta propia y de los
    otros, orientándose así cada una en su desarrollo. O
    puede finalmente comprenderse a partir de la fusión de la óptica positiva y
    subjetiva, que se integran en el concepto más holístico
    de praxis social, desde la que
    todo conocimiento humano individual, inserto en el conocimiento social,
    está basado en las relaciones sociales de producción y
    transformación de la realidad, que han sido fijadas por los
    propios hombres en un proceso de desarrollo real y material de
    las condiciones históricas dadas.

    Los seres humanos establecen relaciones con los
    demás por medio de interacciones que pueden calificarse como
    procesos sociales (10). Así, la comunicación es
    fundamental en toda relación social, es el mecanismo que
    regula y que, al fin y al cabo, hace posible la interacción
    entre las personas. Y con ella, la existencia de las redes de relaciones sociales que conforman
    lo que denominamos sociedad. Esto equivale a decir que toda
    interacción se fundamenta en una relación de
    comunicación.

    Cicourel (1979) toma la noción de "esquema
    común de referencia" de Alfred Schutz (1974) para definir
    toda situación de interacción social. Según el
    autor, "a partir de los procesos interpretativos los actores
    pueden comprender diferentes acciones comunicativas, reconocer
    las significaciones y las estructuras subyacentes de las
    acciones comunicativas, asociar las reglas normativas generales a
    las escenas de interacción vividas por medio del
    conocimiento socialmente distribuido, desglosar la
    interacción en secuencias" (Cicourel, 1979: 13). Los
    elementos simbólicos son los que nos permiten hablar de la
    interacción social. Y dado que toda interacción social
    se fundamenta en la comunicación, es pertinente hablar de
    interacción comunicativa. Esta última la comprendemos
    como un proceso de organización discursiva entre sujetos
    que, mediante el lenguaje, actúan en un
    proceso de constante afectación
    recíproca.

    En este marco de reflexión, debemos entender
    a la comunicación como un modo de acción, esto es, como
    un modo de interacción entre personas, grupos y colectivos sociales que
    forman "comunidades". Así, las modalidades específicas
    de la interacción se erigen como la trama constitutiva de lo
    social. De ahí que se puedan usar como sinónimos los
    términos de interacción comunicativa e interacción
    social.

    El enfoque sistémico nos ofrece un punto de
    partida interesante para abordar el significado del concepto de
    interacción, y su vinculación con los procesos de
    comunicación interpersonal. Ya desde la Escuela de Palo Alto
    se intentó dar cuenta de las situaciones globales de
    interacción de las que participa el ser humano. Desde esta
    perspectiva, la comunicación fue estudiada como proceso
    permanente, no como situación estática susceptible de ser
    capturada de forma fija. Los investigadores de la Escuela de Palo
    Alto, procedentes de disciplinas como la antropología, la
    matemática y la
    psiquiatría, entre otras, fundamentaron sus aportaciones en
    tres hipótesis previas: la
    primera se refiere a que la esencia de la comunicación
    reside en procesos de relación e interacción; la
    segunda apunta a que todo comportamiento humano tiene un
    valor comunicativo, por lo
    cual es imposible no comunicar; y la tercera y última,
    más concretada en el terreno de estudios psicológicos,
    afirma que los trastornos psíquicos reflejan perturbaciones
    de la comunicación (11). La principal aportación
    de esta corriente de estudio es que "el concepto de
    comunicación incluye todos los procesos a través de los
    cuales la gente se influye mutuamente" (Bateson y Ruesch, 1984).
    En este sentido, se rompe con la visión unidireccional de la
    comunicación y se abren las posibilidades para comprender el
    fenómeno desde una óptica circular, que sin duda alguna
    puede contribuir a enriquecer el debate comunicativo y permite
    relacionar la comunicación con otros aspectos de la cultura
    y la sociedad.

    Es también necesario hacer referencia a las
    aportaciones de las Escuelas del Interaccionismo Simbólico
    (12). Sus postulados fundamentales convergen en el
    énfasis dado a la naturaleza simbólica de
    la vida social. El análisis de la interacción entre el
    actor y el mundo parte de una concepción de ambos elementos
    como procesos dinámicos y no como estructuras
    estáticas. Así entonces, se asigna una importancia
    enorme a la capacidad del actor para interpretar el mundo social
    y para actuar en él (13). Uno de los conceptos de
    mayor importancia dentro de esta corriente fue el de self,
    propuesto por George Herbert Mead (1959). En términos
    generales, el self ("sí mismo") se refiere a la
    capacidad de considerarse a uno mismo como objeto, y por tanto,
    tiene la peculiar capacidad de ser tanto sujeto como objeto, y
    presupone un proceso social: la comunicación entre los seres
    humanos.

    Por otra parte, de Erving Goffman (1959) se puede
    retomar, sobre todo, su enfoque dramático de la vida
    cotidiana, que permite comprender tanto el nivel macro
    (institucional) como el nivel micro (percepciones, impresiones y
    actuaciones de los individuos) y, por lo tanto, el de las
    interacciones generadoras de la vida social. Uno de los elementos
    más decisivos de la obra de Goffman (1979) fue su
    conceptualización del "ritual", alejado de lo extraordinario
    y comprendido como parte constitutiva de la vida diaria del ser
    humano. Para el autor, la urdimbre de la vida cotidiana está
    conformada por ritualizaciones que ordenan nuestros actos, por lo
    que podemos ver a los rituales como manifestaciones de la cultura
    encarnada, incorporada, interiorizada. Las personas actúan
    tras una "máscara expresiva" -una "cara social", dice
    Goffman (1979)-, que les ha sido prestada y atribuida por la
    sociedad, y que les será retirada si no se comportan del
    modo que resulte digno de ella (14). En este sentido, los
    individuos actúan en la escena cambiante de la vida
    cotidiana tratando de presentar en todo momento una imagen convincente y positiva de
    sí mismos según la naturaleza de la escena presentada y
    las expectativas de los interlocutores.

    Lo dicho hasta el momento nos permite considerar a
    la interacción como base de la comunicación, y
    ésta, a su vez, como principio fundamental de existencia de
    lo social. Siguiendo a Jesús Galindo (2001), "la
    comunicación no sólo es una necesidad emergente, sino
    un estilo de vida, una
    cosmovisión, el corazón de la sociabilidad (…) La
    comunicación es efecto de un contexto ecológico de
    posibilidad, donde las diferencias se encuentran, pueden ponerse
    en contacto y establecer una estrategia para vincularse
    cooperando, coordinando, corepresentando". La comunicación
    es, antes que nada, vínculo,
    relación.

    Desde la psicología social, la
    interacción se ha abordado sobre todo con base a reflexiones
    sobre la llamada comunicación interpersonal, término
    que se contrapone a la comunicación mediada. Desde esta
    perspectiva, la comunicación interpersonal siempre es de
    doble dirección; su principal
    configuración es el "cara a cara", la proximidad entre
    emisores y receptores, o entre sujetos participantes en el
    proceso de interacción. Pese a ser ésta la
    dimensión básica de la comunicación interpersonal,
    autores como Joan Costa (2000) hablan de otras dos dimensiones
    más dentro de este tipo de comunicación. Por una parte,
    estaría la comunicación interpersonal caracterizada por
    la distancia física entre los sujetos: "Es una
    intercomunicación lejana en la cual no hay cara a cara y el
    contacto personal requiere
    mediadores técnicos y sistemas interpuestos como el
    teléfono, el correo
    postal o electrónico" (Costa, 2000). En este sentido, el
    autor asimila este tipo de comunicación interpersonal a lo
    que en otros momentos se ha venido llamando únicamente
    comunicación mediada. Por otra parte, estaría lo que el
    autor denomina comunicación relacional, "que se extiende de
    modo continuado -aunque necesariamente intermitente- en el
    tiempo, y que por esto mismo
    es diferente de las comunicaciones corrientes o
    generales, que son más numerosas y puntuales, pero menos
    implicantes porque no establecen nexos duraderos entre
    personas" (Costa, 2000).

    II. Caminos para
    recuperar la interacción en los estudios de
    comunicación

    Las cuatro dimensiones de la comunicología
    –expresión, difusión, interacción y
    estructuración- se encuentran en condiciones muy desiguales
    en cuanto a presencia campal, Ya se ha afirmado que es la
    difusión la dimensión que mayor debate y
    producción académica ha generado a lo largo de los
    aproximadamente 60 años de existencia del campo
    académico de la comunicación, iniciado en Estados Unidos y Europa y posteriormente
    desarrollado en América Latina. El caso de
    México se caracteriza por
    esta misma tendencia al predominio de la difusión, "la
    dimensión con mayúsculas en el movimiento mexicano hacia una
    Comunicología posible" (Galindo, 2004).

    Los medios de difusión masiva son, por tanto,
    el núcleo temático básico del debate
    comunicológico, el objeto de estudio primordial y
    privilegiado por una disciplina que, a décadas de su
    nacimiento, sigue luchando por construir su estatuto
    disciplinario (15). Dicho de otra forma, "la controversia
    sobre la especificidad de la ciencia, o de las ciencias,
    que pueden y deben ocuparse de la comunicación sigue
    todavía completamente abierta" (Rodríguez Bravo, 2001).
    Y el punto clave está, así pues, en encontrar qué
    es lo hace especial a la mirada comunicológica, qué la
    hace diferente de otras miradas sobre los fenómenos
    sociales. Algunos autores consideran que esta especificidad viene
    marcada por mirar "la puesta en forma de la vida social en la
    materialidad discursiva; los recursos a través de los
    cuales los sentidos que estructuran la
    vida social son articulados y puestos en forma" (Fasano et.al.,
    2002). Dicho de otro modo, la mirada comunicológica es
    particular en tanto se centra en ver los tejidos sociales a partir de los
    sistemas de información y comunicación que los
    constituyen.

    La psicología social y la sociología
    fenomenológica son las fuentes teóricas que
    más han aportado a la comunicología,
    específicamente en su dimensión de interacción. La
    semio-lingüística
    sería la fuente histórica fundamental de la
    dimensión de la expresión, mientras que la
    estructuración tiene como pilares básicos a los
    enfoques de la sociología cultural y la economía política.
    Este marco de análisis que toma como punto de partida a las
    fuentes históricas de la comunicología como disciplina,
    deja entrever nuevamente la necesidad de recuperar dichas fuentes
    y de, yendo más allá, utilizarlas o aprovecharlas para
    dotar de estatuto disciplinario a las denominadas ciencias de la
    comunicación. La voluntad de consolidar la entidad de la
    comunicología no debe confundirse con un afán de
    negación de su nacimiento como campo de conocimiento
    interdisciplinario. Sin embargo, la actual falta de
    delimitación campal, la consideración ampliamente
    aceptada de que las ciencias de la comunicación son, per
    se,
    interdisciplinarias, no lleva a ninguna parte. La
    revisión de la génesis del campo puede contribuir a la
    reflexión en torno a la especificidad de la
    mirada comunicológica, una mirada que, sin duda, ha estado marcada por la
    distinción entre la dimensión profesional,
    práctica, del campo de la comunicación, y su vertiente
    teórica, conceptual, como campo de producción de
    conocimientos.

    En este punto, es imprescindible considerar el
    papel de la Educación Superior,
    entendida como el campo de producción y reproducción de saberes,
    en este caso sobre la comunicación. En el contexto mexicano,
    las licenciaturas en comunicación son cada vez más
    numerosas; miles de estudiantes egresan anualmente de centros de
    estudios sobre comunicación. Y en este panorama de auge y
    consolidación de este campo de estudios, todavía no
    está claro el plan curricular y los perfiles de
    egreso, algo que sin duda tiene que ver con las dificultades que
    sigue habiendo para delimitar disciplinariamente a la
    comunicología. La dicotomía básica confronta, o
    toma en cuenta, dos perfiles básicos: el comunicador y el
    comunicólogo. El primero como hacedor, como profesional de
    la comunicación en su sentido práctico o aplicado, como
    actor de los medios de difusión masiva y de las
    instituciones que producen y difunden productos comunicativos en
    general (16); el segundo, quizás menos claro, como
    investigador, como actor del campo académico dedicado a la
    producción y reproducción de saberes específicos
    sobre comunicación (17). El debate está abierto,
    y la claridad es todavía muy escasa en los planes de estudio
    de comunicación del país. En palabras de Fasano
    (et.al.) (2002), "independientemente del matiz que cada academia
    o cada graduado imprima a su formación, lo cierto es que
    genéricamente su mirada [la del comunicólogo] se
    entrena desde un lugar de cruce de gran parte de las ciencias
    sociales y humanas".

    ¿Qué podemos hacer ante este panorama?
    ¿Cómo podemos pensar y repensar a la ciencia de la
    comunicación? ¿Cómo debemos formar a los
    profesionales de este campo del conocimiento? Quizás sea
    aventurado afirmar rotundamente que la construcción de la
    comunicología como ciencia es la única vía para
    dar respuesta a estas interrogantes. Sin embargo, en la
    actualidad parece ser, al menos, el vehículo más
    consistente, puesto que genera debates a nivel teórico pero
    con efectos en la práctica. Dicho de otra forma, la
    construcción de una comunicología posible permite, por
    un lado, discutir y dar a conocer la génesis y los
    fundamentos de la disciplina, y por el otro, puede –o
    así debiera ser- afectar a la construcción
    académica y profesional de un campo que parece todavía
    inmiscuido en un mar de dudas y lagunas conceptuales y
    metodológicas. Ordenarlas, dotarlas de coherencia,
    sistematizarlas, es el primer paso de esta aventura de
    construcción campal.

    Esta propuesta no goza, en la actualidad, de una
    consolidación notable entre los pensadores de la
    comunicación. Es más, en muchas ocasiones la batalla
    por la construcción de una Comunicología autónoma
    se considera perdida, superada o, en no menos casos, innecesaria.
    En términos de Follari (2000), "no hay autonomía de
    este campo disciplinar, pues su objeto no surge desde la
    peculiaridad de constitución de un nuevo
    campo teórico, sino desde la directa necesidad social de
    explicarse un espacio concreto de funcionamiento de
    ámbitos de lo real". Si bien, como ya se ha apuntado
    anteriormente, la comunicología tiene un origen
    interdisciplinar, consideramos necesario retomar el debate sobre
    la necesidad de dotar a esta disciplina de objetos y enfoques
    teóricos concretos, propios de ella, sobre todo por el
    desarrollo del abundante cuerpo de conocimiento que se ha
    generado desde sus instituciones. Y no menos importante es la
    consideración de que la comunicología, finalmente,
    implica una nueva perspectiva de pensamiento que no sólo
    se concentra en la construcción teórica sino
    también, aunque en estos momentos todavía es escaso su
    desarrollo, en la construcción de metodologías
    específicas (18).

    III. Un breve apunte
    sobre la Interacción en los nuevos ambientes
    tecnológicos

    Las líneas anteriores presentan una
    exploración de corte teórico-conceptual en torno al
    concepto de Interacción, fundamental para la
    recuperación del significado original de la
    comunicación. En la actualidad, con el auge de las nuevas tecnologías de
    información y comunicación, vivimos una suerte de
    revolución sociocultural que
    permite la creación y consolidación de nuevas
    modalidades de comunicación y, por tanto, de
    interacción. Precisamente, este ámbito está siendo
    uno de los más estudiados desde el campo académico de
    la comunicación. También las ciencias de la educación
    están aportando multitud de estudios al respecto, al
    interesarse por las nuevas estrategias de enseñanza-aprendizaje que promueven las
    nuevas tecnologías de información y
    comunicación.

    Existe, sin embargo, un discurso "anti-tecnología", mismo según el cual
    los nuevos ambientes tecnológicos perjudican los
    vínculos y las relaciones sociales. Sin ánimos de
    considerar vacío tal debate, consideramos que esta
    visión apocalíptica acerca de las nuevas
    tecnologías de información y comunicación es un
    discurso cerrado, "ciego" ante las nuevas posibilidades de
    interacción que ofrecen estas nuevas plataformas de
    comunicación. El caso de los jóvenes es, quizás,
    el que más debate está generando. Existen muchas
    afirmaciones que señalan las desventajas e inconvenientes de
    que los jóvenes pasen varias horas al día conectados a
    Internet. Ésta es una
    práctica que no es ni buena ni mala en sí misma. La
    reflexión debe situarse en el terreno del aumento de las
    posibilidades de comunicación e interacción; los
    jóvenes encuentran en las nuevas tecnologías de
    información y comunicación una nueva forma de
    establecer relaciones sociales con pares, con sujetos cercanos o
    lejanos en el espacio, con quienes interactúan y llegan a
    establecer vínculos más que duraderos. Si nuestra
    óptica es optimista, debemos ser capaces de ver en estas
    posibilidades la gestación de una nueva forma de
    organización social y cultural.

    IV. Para
    cerrar…

    Sin ánimos de considerar vacío e
    innecesario el debate en torno a la dimensión de la
    difusión, en este artículo se ha pretendido explorar la
    presencia de la interacción en la comunicología.
    Habiéndose detectado una débil presencia de esta
    dimensión en la producción académica sobre
    comunicación, se han ofrecido algunas rutas posibles para su
    recuperación en la reflexión sobre
    comunicación.

    En la primera parte del texto se ha ubicado
    conceptualmente a la interacción, comprendiéndola como
    fundamento de las relaciones sociales y, por tanto, como materia prima de los procesos
    de comunicación. Un segundo apunte ha tratado de explorar de
    forma muy escueta el discurso en torno a las nuevas modalidades
    de comunicación e interacción que ofrecen las nuevas
    tecnologías de información y comunicación,
    especialmente en el caso concreto de los
    jóvenes.

    Este artículo se considera un primer apunte
    de lo que debería generar la discusión en torno a la
    comunicología como ciencia con estatuto disciplinar
    delimitado. Tomando como punto de partida la división de la
    comunicología en cuatro dimensiones, sería conveniente
    trabajar a profundidad las tres dimensiones restantes, así
    como continuar el debate teórico en torno a las fuentes
    históricas que han contribuido a la emergencia de un campo
    de estudios como la comunicología, caracterizado por una
    génesis interdisciplinaria, por una presencia cada vez
    más fuerte en el campo de la educación superior en México, y
    por seguir siendo, quizás paradójicamente, un
    ámbito de conocimiento poco formalizado y consolidado
    conceptualmente.

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    NOTAS

    [1] – Esta afirmación se contradice,
    en alguna medida, con la definición del término
    "comunicología" que el teórico y publicista Eulalio
    Ferrer introdujo en 1992 en el Diccionario de la Real
    Academia Española de la Lengua: "Ciencia interdisciplinaria
    que estudia la comunicación en sus diferentes medios,
    técnicas y
    sistemas".

    [2] – Esta clasificación tiene su
    origen en las reflexiones y aportaciones del Dr. Jesús
    Galindo Cáceres. Para mayor información, sus textos
    pueden ser consultados en la página http://www.geocities.com/arewara/arewara

    [3] – Siguiendo a Jesús Galindo
    (2004), en orden de complejidad, la expresión se refiere a
    la configuración de información; la difusión y la
    interacción plantean la composición, organización
    y desarrollo de sistemas de información y de sistemas de
    comunicación, respectivamente; por último, la
    estructuración hace referencia a la composición,
    organización y desarrollo de ambos sistemas
    simultáneamente.

    [4] – En general pueden diferenciarse seis
    acepciones al término de comunicación: la
    transmisión de un estado o propiedad; un comportamiento de un ser
    viviente que influye sobre otro; el intercambio de valores sociales; la
    transmisión de información; el acto de compartir
    significados; la formación de una unidad social teniendo en
    común valores, modos de vida y reglas de actuación.
    Estas acepciones se construyen sobre la base de la taxonomía de Luciano Gallino
    (1995: 181-183).

    [5] – Alex Mucchielli (1998) habla de
    cuatro paradigmas fundamentales para
    el estudio de la dimensión psicológica de la
    comunicación. Uno de ellos es el paradigma de
    relación-sistémico, que estudia las relaciones entre
    individuos y que parte, fundamentalmente, de la primacía
    otorgada a la interacción. La importancia dada a la
    interacción constituye una de las principales aportaciones
    de los trabajos de la Escuela de Palo Alto.

    [6] – El enfoque físico lo encontramos
    en la propuesta del proceso lineal de comunicación de
    Shannon y Weaver, desarrollado en los años 40. Los enfoques
    críticos, representados en los trabajos de Adorno y Horkheimer, entre
    otros, tuvieron su máximo esplendor en la época de
    entreguerras, mientras que los enfoques lingüísticos de
    Saussure son próximos a la década de los 60. En esa
    misma década triunfan las perspectivas de corte
    sistémico, propuestas por los integrantes de la llamada
    Escuela de Palo Alto, específicamente por Bateson (1972),
    Watzlawick (1967) y Goffman (1969). Previamente a la emergencia
    de todos estos enfoques, los años 30 se caracterizan por el
    auge de los estudios de los efectos de los medios de
    comunicación de masas, cuyos máximos representantes
    fueron Lasswell, Lazarsfeld y Hovland, entre
    otros.

    [7] – En palabras de Marc y Picard (1992:
    39), "la comunicación puede ser definida como un sistema
    abierto de interacciones; esto significa que aquello que sucede
    entre los interactuantes no se desenvuelve nunca en un encuentro
    a solas cerrado, en un 'vacío social', sino que se inscribe
    siempre en un contexto".

    [8] – De hecho, Parsons (1966) concibe al
    complejo de comunicaciones interpersonales como uno de los
    elementos que conforman cualquier estructura comunitaria; para
    el autor, las relaciones de interacción entre dos personas
    están relacionadas en su aspecto físico, dos lugares
    discernibles entre sí; pero la comunidad no se queda en este
    mero intercambio físico o espacial, ya que la
    comunicación siempre supone el poseer una cultura
    común.

    [9] – Para Durkheim (1973), por encima de
    las representaciones privadas de los sujetos existe un mundo de
    "nociones-tipo" que regula las ideas y que supera al propio
    individuo. Así entonces, el individuo interactúa con
    estos códigos para transformarlos y estructurarlos
    según su interpretación
    personal.

    [10] – Según la tesis
    interaccionista,

    [1] – la construcción cognoscitiva del
    sujeto se produce por la interacción con el medio ambiente, a través
    de una relación de interdependencia o de bidireccionalidad
    entre el sujeto cognoscente y el objeto
    cognoscible.

    [11] – Estas premisas forman parte de los
    denominados "Axiomas de la comunicación". Para mayor
    información, ver Watzlawick (et.al.)
    (1971).

    [12] – Fue Herbert Blumer quien, en 1938,
    otorgó el nombre de Interaccionismo Simbólico a esta
    corriente. Las escuelas que la integran se marcaron como
    finalidad el estudio de los procesos de interacción social
    en el entendido de que éstos tienen por sustancia el
    intercambio comunicacional. En lo fundamental, el Interaccionismo
    Simbólico postula que las definiciones de las relaciones
    sociales son establecidas de forma interactiva por sus
    participantes.

    [13] – Los trabajos y reflexiones
    realizados desde el Interaccionismo Simbólico parten de tres
    consideraciones básicas: 1) Los humanos actúan respecto
    de las cosas sobre la base de las significaciones que éstas
    tienen para ellos; 2) La significación de estas cosas
    deriva, o surge, de la interacción social que un individuo
    tiene con los demás actores; y 3) Estas significaciones se
    utilizan como un proceso de interpretación efectuado por la
    persona en su relación con las cosas que encuentra, y se
    modifican a través de dicho proceso.

    [14] – Según la teoría de la
    acción dramatúrgica, el actor suscita en su
    público una determinada imagen o impresión de sí,
    revelando su subjetividad de forma más o menos calculada con
    miras a esa imagen que quiere dar. La acción
    dramatúrgica está dirigida a un público que
    desconoce las intenciones estratégicas y cree estar en una
    acción orientada al entendimiento.

    [15] – Esta consideración ha hecho que
    varios autores propugnen la necesidad de buscar una
    definición de comunicación que valga para todos. Al
    respecto, Newman (1976: 91-101) afirma que es necesario buscar
    "un significado para la comunicación, que permita a todas
    las personas que tienen que ver con la comunicación,
    independientemente de su formación, su área
    profesional, o sus propósitos inmediatos, hablarse de manera
    inteligible".

    [16] – Como afirma Margarita Reyna (2003:
    51), "ser profesional de la comunicación era ante todo
    trabajar en los medios; lo que al menos ya permitía intentar
    distinguir, aunque de manera borrosa, alguna destreza
    técnica que diferenciara a este saber-hacer, pretendidamente
    experto, de un saber ordinario".

    [17] – Follari (2000) define a los
    comunicadores como sujetos "que tendrán capital importancia en la
    constitución de la opinión pública
    futura, los constructores de los futuros sentidos comunes",
    mientras que los comunicólogos son los "estudiosos de la
    comunicación que también resultarán decisivos para
    configurar una especie de sentido común de segundo orden
    acerca de qué son los medios, qué influencia tienen y
    -sobre todo- qué hacer con ellos y respecto de ellos". Pese
    a que esta diferenciación apunta a dos perfiles claramente
    distintos, podemos observar como nuevamente se apunta a los
    medios de difusión como único objeto de estudio de las
    ciencias de la comunicación. Esto se relaciona con la
    afirmación de Jesús Galindo (2003) de que "quitando la
    identidad corporativa de los medios de difusión todo lo
    demás es una inmensidad de posibilidades de
    orden".

    [18] – En este sentido, Joan Costa (1999:
    62) afirma que "la comunicología, que es el puente que
    arranca de las ciencias de la comunicación, establece
    metodologías y define sus aplicaciones a la gestión de
    la comunicación". En este punto se encuentra definida la
    dimensión más práctica o aplicada, de
    intervención, que debiera caracterizar a la
    comunicología. Es lo que Jesús Galindo (2003) propone
    nombrar como Comunicometodología.

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    Marta Rizo García

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