- Unas
consideraciones previas acerca de la Sociedad del
Conocimiento - Unos ejemplos
extraídos del mundo de la
Música - De los ejemplos a
las aplicaciones prácticas y
conclusiones - Bibliografía
ABSTRACT
Los cambios que se están produciendo con
motivo del imparable desarrollo e
implantación de las Tecnologías de la Información y la
Comunicación (TICs) son enormes. Ante este
fenómeno, resulta urgente y necesario valorar lo mejor
posible sus repercusiones, alcance y trascendencia. Más
aún, si cabe, en el terreno de la Educación con
mayúsculas. A priori, es evidente que las TICs pueden
jugar un papel de primera magnitud en los procesos educativos
tendentes a capacitar al educando para que llegue a desarrollar
su propio potencial educativo, o sea, para que aprenda a conducir
su propia actividad educativa a lo largo de toda su vida. Sin
embargo, en bastantes ocasiones no está siendo así.
Lo cierto es que tampoco el exceso de información propio
de nuestros días se está traduciendo en un aumento
proporcional del conocimiento,
en el sentido más amplio y deseable del término.
Algunas de las tendencias que han caracterizado, y están
caracterizando, el mundo de lo musical en los últimos
tiempos sirven para comprender mejor lo que está
ocurriendo. Con independencia
de que no se deben confundir los medios con los
fines ni con los mensajes, lo cierto es que hay una serie de
valores
íntimamente asociados al uso de las TICs (valores
coincidentes con algunas de las características más
relevantes de nuestras sociedades
contemporáneas) que ofrecen serios riesgos
educativos. Ante todo estamos frente a problemas
derivados del mal uso que a veces se hace de las TICs y que no
son debidos a la propia naturaleza de
ellas. Se trata, por lo tanto, de que ese uso venga
acompañado de una adecuada y completa formación y,
al mismo tiempo, de
introducir e integrar adecuadamente las TICs en los modelos y
paradigmas
educativos que parten de la consideración de la plenitud
del ser humano.
Palabras clave:
· aprendizaje
· constructivismo
] · cultura
· educación
· sociedad del
conocimiento
Es evidente que el desarrollo vertiginoso de las
Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) está
introduciendo grandes cambios en nuestro mundo y también,
de forma más concreta, en nuestros modelos y patrones
sociales. Envueltos como estamos en la marejada que ello supone,
y conscientes de que el fenómeno no ha hecho más
que empezar, es todavía pronto para valorar y evaluar
adecuadamente el alcance, trascendencia y repercusiones de todo
esto. Sin embargo, el que no podamos disponer todavía de
una perspectiva apropiada del fenómeno, no es óbice
para que intentemos analizar lo que está sucediendo y
asumamos una posición activa que impida que seamos
"llevados y engullidos por la corriente".
Al hablar de cambios sociales hablamos
también, obviamente, de transformaciones educativas. Y
hablar de Educación, con
mayúsculas, es hablar del desarrollo y ejercicio de todas
las facultades del ser humano (no sólo las intelectuales)
con la finalidad de que éste llegue a estar adecuadamente
preparado para afrontar los distintos retos y posibilidades que
presenta la vida. Se trata de una acción
que se explica desde dos planos distintos: de unos sobre otros, y
de cada uno sobre sí mismo, lo que normalmente se conoce
como heterodidactismo y autodidactismo. La
Educación sólo tiene sentido pleno cuando esas dos
dimensiones se dan conjuntamente.
En la enseñanza tradicional, sin embargo, se
ponía énfasis en lo que el profesor
podía enseñar a sus alumnos. Actualmente, por
contra, predomina la visión de la Educación como un
proceso que
debe capacitar al educando para que llegue a desarrollar su
propio potencial educativo, o sea, para que aprenda a conducir su
propia actividad educativa a lo largo de toda su vida. Hablamos,
por tanto, de una educación permanente que tiene
como uno de sus principales pilares el que las personas "aprendan
a aprender".
Ni que decir tiene que el papel que pueden
desempeñar las TICs en estos procesos es fundamental. En
este sentido, cabe pensar en ellas como poderosas herramientas
para la renovación didáctica y pedagógica. Esta, al
menos, sería la teoría;
pero ¿hasta qué punto las cosas están
sucediendo realmente así?
Vamos a intentar reflexionar sobre algunas de las
implicaciones educativas de las TICs y para ello nos valdremos,
fundamentalmente, de ejemplos procedentes del campo de la
Música por
entender que ellos reflejan muy bien las tendencias sociales que
están primando en nuestros días.
Unas consideraciones
previas acerca de la Sociedad del
Conocimiento
Resulta prácticamente obligado hacer una
referencia a una de las nociones más populares y citadas
de los últimos tiempos, noción que aparece
íntimamente ligada al desarrollo de las TICs: se trata de
lo relativo a la denominada Sociedad del Conocimiento.
Muchas son las expectativas que se han despertado en torno a este
concepto
dándose por hecho, asimismo, una relación directa
entre el desarrollo de las Tecnologías de la
Información y la Comunicación y el aumento del
conocimiento.
Es más, a veces parecería que para
algunos el concepto de Sociedad del Conocimiento viene a
ser casi sinónimo del de Sociedad de la
Información, sin embargo no creemos que sean lo mismo.
En sentido estricto, estamos inmersos en una sociedad colmada de
información múltiple y variada (Sociedad de la
Información), pero ello no se traduce de forma directa en
términos de conocimiento. Incluso, es dado pensar que el
"exceso" de información puede actuar, y está
actuando en ocasiones, como una barrera que obstaculiza el que se
produzcan verdaderos y profundos procesos de
enseñanza-aprendizaje.
Por supuesto que al hablar de conocimiento no nos
estamos refiriendo únicamente a la enseñanza y
aprendizaje de conceptos. Respecto a esto nos parece de sumo
interés
el enfoque que hace Frabboni (2001) de la Educación cuando
le atribuye el objetivo
esencial de construir lo que él denomina
proyecto-persona, es decir, una Educación dirigida
a construir personas integrales (porque se contemplan en
su totalidad), multidimensionales (a través de un
desarrollo vital de sus facetas afectiva, ético-social,
intelectual, estética y física) y
ecológicas (porque están en equilibrio
consigo mismas y con los otros). Todo ello partiendo de la
realidad social, sin caer en el terreno de las falsas
utopías e ideales que impediría cualquier
posibilidad de que lo expuesto llegara a ser un proceso de
cambio. Dicho
de otra manera: la Educación tendría como función
resolver la tensión entre lo ideal y lo real del
proyecto-persona.
Por tanto, es fundamental que sobre estos temas
intentemos avanzar en una doble dirección. Por un lado cabe preguntarse si
los procesos educativos actuales preparan adecuadamente al
alumnado para esta sociedad de la información en la que ya
estamos, para la sociedad del conocimiento que se espera
alcanzar, para las dos, o para ninguna. Y por otro lado, debemos
preguntarnos si la presencia e importancia cada vez mayor de las
TICs, está contribuyendo de forma apropiada a las
finalidades y necesidades de esa Educación de la que hemos
hablado.
Unos ejemplos
extraídos del mundo de la
Música
Podemos avanzar en la respuesta a los
interrogantes que se acaban de formular echando mano de algunas
de las tendencias que han caracterizado, y están
caracterizando, el mundo de lo musical en los últimos
tiempos, tendencias que tienen una repercusión directa en
todo lo concerniente a la enseñanza de la
Música.
Se nos permitirá que para ello vayamos
más allá del campo propiamente dicho de las TICs y
consideremos el más vasto de los avances
tecnológicos en general. Lo hacemos así por una
cuestión de claridad en los ejemplos y porque consideramos
que esta visión "macro" de los acontecimientos tiene su
fiel reproducción dentro de las
TICs.
Uno de los aspectos más relevantes que ha
venido marcando la cultura
musical ya desde principios del s.
XX, ha sido el desarrollo constante de los medios de
reproducción musical como fruto de la imparable evolución
tecnológica.
Como consecuencia directa de lo anterior podemos
asegurar, sin miedo a error, que nunca antes se había
oído tanta
música como la que se oye en nuestros días. Esto,
que a primera vista puede considerarse un dato magnífico
para todos los amantes de la música y para los que se
dedican a su enseñanza, se traduce actualmente en un
verdadero problema de exceso sonoro y musical. La música
nos acompaña en nuestra vida diaria casi incesantemente y
no sólo como consecuencia de una elección personal
(elección que en más casos de los que se cree
supone que desde el mismo comienzo del día la
música aparece como sonido de fondo
deseado para acompañar las tareas de casa, los momentos de
ocio y relax, los momentos de estudio, los desplazamientos en
coche…), sino también como consecuencia de que casi
no hay ningún ámbito o ambiente de la
vida cotidiana de las ciudades en los que la música no
esté omnipresente como si de un hilo musical se tratara:
centros comerciales, bares y restaurantes, medios públicos
de transporte,
consultas médicas, oficinas, etc. De esta manera, se
quiera o no se quiera, la música está ahí
como una suerte de ruido de fondo (con demasiada
frecuencia, además, a un volumen
difícil de soportar y bastante superior a lo que
sería deseable y saludable), o si se prefiere, como una
especie de banda sonora cinematográfica que nos
acompaña a todas horas aunque lo haga de forma discontinua
y fragmentada.
Es evidente que este uso y abuso de lo musical
llega a producir en bastantes ocasiones fastidio y hartazgo, pero
aun así es un signo de nuestros tiempos. A modo de
pequeño paréntesis cabría mencionar
también aquí el uso del ordenador personal que se
efectúa acompañándolo de la audición
de música previamente grabada en él, bien desde
soportes externos, o a través de los procedimientos de
"búsqueda y captura" de la cantidad ingente de
música que se puede encontrar en Internet.
Sin embargo, frente al hecho de que en la
actualidad se oye más música que en ninguna otra
época, la realidad nos muestra
también que hoy día se escucha muy poca
música. Y es que oír no es lo mismo que
escuchar. Tristemente, la audición musical se ha
convertido en una cuestión de cantidad, no de calidad: falta
calidad en el propio acto de la audición y, con bastante
frecuencia, también falta calidad en la propia
música que se oye. Como dice Barber (1993:
29):
"…la tecnología comienza a invadirlo todo,
crea nuevas modalidades de oír (ciertos "spots"
publicitarios, nuestro zapear de cada noche o los musicales
"videoclips") que nos llevan a una cotidiana (a veces
lúdica) descolocación de toda música.
Música que nos llega fragmentada, intensa y
volátil como nunca. Crece así también
desde entonces entre nosotros un nuevo tipo de público.
Un público indeciso, ocasional y obsceno: se entusiasma
a prima vista de lo primero que le llega, aun cuando en su
inmediatez puede llegar a ser exigente y
sutil"
También resultan acertadas, con
relación a esto, las siguientes consideraciones de Yoyoba
(1993:73) acerca del problema de la inmediatez y caducidad que
prima en el mundo musical:
"Es evidente que la música, más que
nunca, entra por los ojos en vez de por los oídos
(vídeoclips, vídeofórmulas…)
[…] El lenguaje
del vídeo musical se beneficia del cine, la
publicidad,
la
televisión que lo difunde, el cómic, los
dibujos
animados, el videoarte y las más vanguardistas técnicas
de animación, los efectos especiales y la realidad
virtual. Dicen los semiólogos y estudiosos de los mass
media que las fragmentadas imágenes
de los vídeos musicales lavan el cerebro de los
adolescentes,
haciéndoles engullir masivamente y sin rechistar, como una
parte más de la dieta y la alimentación cultural
de usar y tirar, a artistas concebidos para un solo boom.
Artistas kleenex que estarán fuera de juego la
próxima temporada".
Por tanto nos encontramos con que hay
música por todas partes (con todo el cúmulo de
informaciones varias que eso conlleva), pero eso no se traduce
normalmente en mayor calidad y conocimiento en la
audición. Entre otras cosas, por la muy extendida
sensación del "todo vale", pero también por una
simple razón de orden práctico: es absolutamente
imposible poder
apreciar, saborear y "digerir" la música si no se
está en la disposición adecuada, entendiendo por
ella, una actitud activa
que permita escuchar en vez de oír y que incluye,
necesariamente, la selección,
dosificación y "digestión" de lo que se escucha.
Todo eso precisa tiempo y calma, dos elementos que parecen estar
reñidos con los hábitos y formas de vida
contemporáneos.
Si nos centramos ahora en los procesos de
elaboración musical, el panorama resulta ciertamente
similar. La tecnología, al alcance hoy día de
músicos de todos los estilos y condición, ha
cambiado radicalmente los procesos de elaboración musical.
La transición de la tecnología analógica a
la digital supuso que la síntesis
musical electrónica dejara de ser un proceso de
experimentación complejo y reducido, realizado en unos
pocos "círculos exclusivos", y pasara a inundar la
práctica totalidad de las esferas de creación
musical. El desarrollo de los sintetizadores y ordenadores, el
sistema MIDI y
otros muchos avances en ese campo, han permitido la comercialización a gran escala de la
música electrónica en todas sus formas. Y lo cierto
es que aun cuando parte del espíritu original de investigación, experimentación y
búsqueda sigue vivo, actualmente estas tecnologías
han quedado fundamentalmente al servicio de
sectores de la música en los que la innovación y la indagación son
factores secundarios o, en muchos casos, están totalmente
ausentes.
El hecho de que buena parte de la "originalidad y
novedad" de la música de nuestros días esté
en manos de los discjockeys y de los productores e
ingenieros de sonidos, es fiel indicador de por dónde van
los tiros. De esta manera, técnicas como la del
sampling campan a sus anchas a través de la
incorporación a las "nuevas" piezas musicales de
fragmentos y partes de otras composiciones, generándose
así una suerte de variados collages. Matthews
(1993:59) hace el siguiente comentario:
"Resulta curioso y no poco simbólico el
fenómeno de los músicos que emplean la
tecnología de reproducción musical para crear
música nueva. Aquí encontramos un discurso
musical en el que bloques de información sonora
(música grabada en discos, programas de
radio,
anuncios televisivos, etc.) diseñados para comunicar un
mensaje determinado son fragmentados y recontextualizados para
crear nuevos mensajes. Esta novedad radica, en parte, en el hecho
de que estos bloques nunca son totalmente divorciables de su
mensaje original, de forma que el nuevo mensaje también
nos brinda, como lectura
secundaria, un comentario acerca del mensaje original. En la
medida en que el contexto y el proceso de fragmentación
son determinantes en el nuevo significado de estos bloques,
recuerdan a los magistrales collages surrealistas de Marx Ernst. Pero
el que contempla los collages plásticos
está viendo una obra terminada, mientras que quien asiste
a conciertos de músicos que utilizan estas técnicas
no sólo oye los fragmentos sino que ve el proceso de
fragmentación. Y la manera en que se emplea la
tecnología reproductora para generar los fragmentos, o
para fragmentar los bloques, también constituye todo un
comentario sobre el papel de estas tecnologías y la
sociedad que las engendra".
De los ejemplos a las
aplicaciones prácticas y
conclusiones
Como queda dicho, lo visto para el caso de la
música sirve de reflejo fiel de los "usos y costumbres" y
tendencias que prevalecen en nuestra sociedad actual. El que
hayamos echado mano para estos ejemplos musicales de citas de
hace una década, pretende ser una demostración de
cómo el estar atentos a las señales
de cada momento histórico puede ayudarnos a entender lo
que se avecina. De hecho es llamativo comprobar que lo que en
aquel momento eran tendencias y repercusiones que se comenzaban a
valorar en su justa medida, con el paso del tiempo no han hecho
sino confirmarse y multiplicarse.
Dichos ejemplos hablan del predominio de una
cultura que podemos denominar del "usar y tirar", una cultura en
la que predominan los valores de
la inmediatez, de la voracidad en el tratamiento de la
información, de la impaciencia, etc.
Paradójicamente, desde algunos ámbitos cercanos a
las TICs se destacan y exaltan precisamente estos valores,
así como algunos otros: la eficacia
operativa y las finalidades pragmáticas de estas
herramientas; la hiperestimulación sensorial que
acompaña al mundo de la imagen; el
creciente dinamismo en el aprendizaje,
que hace necesaria la educación permanente para intentar
paliar el hecho de que lo que se aprende rápidamente,
también se olvida rápidamente;
etc.
Desde nuestro punto de vista, sin embargo, creemos
que todo lo anterior, más que ventajas y virtudes,
comporta importantes riesgos educativos. Cuando hablábamos
de la trascendencia de la educación permanente, no nos
referíamos a la necesidad de estar constantemente
re-aprendiendo lo que también constantemente estamos
olvidando, sino a la importancia y necesidad de saber cada
día más y más cosas distintas, mediante la
continua incorporación de nuevos "contenidos" a los que ya
se poseen y su consiguiente recombinación. Del mismo modo,
aunque sin duda es importante que el
conocimiento tenga un valor
práctico, el valor del conocimiento, como tal, va
más allá de un estricto pragmatismo.
Por otro lado, uno de los mayores riesgos
está, a nuestro juicio, en esa exigencia de velocidad,
vértigo e inmediatez que aparentemente caracteriza a las
TICs, al mundo de la comunicación, y por extensión
(según se pretende ver) al propio conocimiento. Sin
embargo, la verdadera y eficaz construcción del conocimiento exige
justamente lo contrario. Como dice Muñoz Molina (2001:
100):
"Todo lo valioso tarda en aprenderse, y por eso es
tan necesario el sosiego y la lentitud, que también se
aprenden, porque lo natural en nosotros quizá sea el
apetito atolondrado, el deseo de la fruición
instantánea."
Son el dinamismo y agilidad mal entendidos y la
prisa asociados al uso de las TICs, así como el hecho de
la enorme cantidad y rápido crecimiento de la
información disponible, los que dan lugar al aturdimiento
y confusión tan frecuentes en bastantes usuarios de las
TICs. Estos, cuando por ejemplo hacen uso de ellas para navegar
en la Red, van
"picoteando" multitud de cosas de aquí para allá
sin darse tiempo ni opción a asimilarlas. Sobradamente
conocidos son los casos de estudiantes que presentan sus trabajos
como si fueran collages hechos totalmente a base de cortar
y pegar desde páginas diversas encontradas en Internet o
en enciclopedias informáticas al uso, sin ni siquiera
haberse tomado la molestia de leer (ya no decimos, comprender) el
contenido concreto de lo
que han elaborado.
Con todo lo dicho no pretendemos, en absoluto,
situarnos en el bando de los detractores de las TICs. Es
más, pensamos que en estos temas no se debe caer en el
reduccionismo extremo del axioma: "o estás conmigo
incondicionalmente o estás contra mí". Pero lo que
sí queramos dejar claro es que los medios no deben
confundirse con los fines y que el uso de las TICs, por
sí solo, no garantiza ni la renovación de las
formas pedagógicas ni la mejora de los procesos de
enseñanza-aprendizaje.
Pero de la misma manera que decimos esto,
también afirmamos que aun cuando sea cierto que las
propias características de las TICs pueden favorecer
actitudes y
comportamientos no deseados como los antes descritos, no es ni
mucho menos inevitable que esto ocurra. Más bien el
problema está, fundamentalmente, en una cuestión de
mal uso. Porque si bien es cierto que los medios determinan en
gran medida los mensajes, los medios no son los mensajes,
ni para bien ni para mal. De hecho, nada hay en las TICs, como
tales, que impida que se lleven a cabo los esfuerzos de
procesamiento y análisis imprescindibles para que se
produzca un verdadero aprendizaje; todo lo
contrario.
Por tanto el "quid de la cuestión"
está en que para que las tecnologías de la
información y la comunicación cumplan el papel
deseado en los distintos ámbitos educativos, y para que
los medios, en sí mismos, resulten verdaderamente
educativos, es imprescindible que su uso venga acompañado
de una adecuada y completa formación en todo lo que
respecta a ellos. Sólo así se conseguirá que
el alumnado sea de verdad protagonista de su
aprendizaje.
No se trata, pues, de tener que inventar nuevos
modelos o paradigmas del aprendizaje. Se trata de introducir las
TICs en los modelos ya existentes (constructivismo,
aprendizaje significativo, aprendizaje por
descubrimiento…) de forma que lejos de constituir un
elemento extraño, o incluso un obstáculo a los
fines y propósitos de la Educación, sean
herramientas plenamente integradas que contribuyan eficazmente a
la construcción del
proyecto-persona.
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Roberto Souto
Suárez