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Luces y sombras del papel de las TICs en los procesos educativos


    ABSTRACT

    Los cambios que se están produciendo con
    motivo del imparable desarrollo e
    implantación de las Tecnologías de la Información y la
    Comunicación (TICs) son enormes. Ante este
    fenómeno, resulta urgente y necesario valorar lo mejor
    posible sus repercusiones, alcance y trascendencia. Más
    aún, si cabe, en el terreno de la Educación con
    mayúsculas. A priori, es evidente que las TICs pueden
    jugar un papel de primera magnitud en los procesos educativos
    tendentes a capacitar al educando para que llegue a desarrollar
    su propio potencial educativo, o sea, para que aprenda a conducir
    su propia actividad educativa a lo largo de toda su vida. Sin
    embargo, en bastantes ocasiones no está siendo así.
    Lo cierto es que tampoco el exceso de información propio
    de nuestros días se está traduciendo en un aumento
    proporcional del conocimiento,
    en el sentido más amplio y deseable del término.
    Algunas de las tendencias que han caracterizado, y están
    caracterizando, el mundo de lo musical en los últimos
    tiempos sirven para comprender mejor lo que está
    ocurriendo. Con independencia
    de que no se deben confundir los medios con los
    fines ni con los mensajes, lo cierto es que hay una serie de
    valores
    íntimamente asociados al uso de las TICs (valores
    coincidentes con algunas de las características más
    relevantes de nuestras sociedades
    contemporáneas) que ofrecen serios riesgos
    educativos. Ante todo estamos frente a problemas
    derivados del mal uso que a veces se hace de las TICs y que no
    son debidos a la propia naturaleza de
    ellas. Se trata, por lo tanto, de que ese uso venga
    acompañado de una adecuada y completa formación y,
    al mismo tiempo, de
    introducir e integrar adecuadamente las TICs en los modelos y
    paradigmas
    educativos que parten de la consideración de la plenitud
    del ser humano.

    Palabras clave:
     · aprendizaje
     · constructivismo
    · cultura
     · educación
     · sociedad del
    conocimiento

    Introducción

    Es evidente que el desarrollo vertiginoso de las
    Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) está
    introduciendo grandes cambios en nuestro mundo y también,
    de forma más concreta, en nuestros modelos y patrones
    sociales. Envueltos como estamos en la marejada que ello supone,
    y conscientes de que el fenómeno no ha hecho más
    que empezar, es todavía pronto para valorar y evaluar
    adecuadamente el alcance, trascendencia y repercusiones de todo
    esto. Sin embargo, el que no podamos disponer todavía de
    una perspectiva apropiada del fenómeno, no es óbice
    para que intentemos analizar lo que está sucediendo y
    asumamos una posición activa que impida que seamos
    "llevados y engullidos por la corriente".

    Al hablar de cambios sociales hablamos
    también, obviamente, de transformaciones educativas. Y
    hablar de Educación, con
    mayúsculas, es hablar del desarrollo y ejercicio de todas
    las facultades del ser humano (no sólo las intelectuales)
    con la finalidad de que éste llegue a estar adecuadamente
    preparado para afrontar los distintos retos y posibilidades que
    presenta la vida. Se trata de una acción
    que se explica desde dos planos distintos: de unos sobre otros, y
    de cada uno sobre sí mismo, lo que normalmente se conoce
    como heterodidactismo y autodidactismo. La
    Educación sólo tiene sentido pleno cuando esas dos
    dimensiones se dan conjuntamente.

    En la enseñanza tradicional, sin embargo, se
    ponía énfasis en lo que el profesor
    podía enseñar a sus alumnos. Actualmente, por
    contra, predomina la visión de la Educación como un
    proceso que
    debe capacitar al educando para que llegue a desarrollar su
    propio potencial educativo, o sea, para que aprenda a conducir su
    propia actividad educativa a lo largo de toda su vida. Hablamos,
    por tanto, de una educación permanente que tiene
    como uno de sus principales pilares el que las personas "aprendan
    a aprender".

    Ni que decir tiene que el papel que pueden
    desempeñar las TICs en estos procesos es fundamental. En
    este sentido, cabe pensar en ellas como poderosas herramientas
    para la renovación didáctica y pedagógica. Esta, al
    menos, sería la teoría;
    pero ¿hasta qué punto las cosas están
    sucediendo realmente así?

    Vamos a intentar reflexionar sobre algunas de las
    implicaciones educativas de las TICs y para ello nos valdremos,
    fundamentalmente, de ejemplos procedentes del campo de la
    Música por
    entender que ellos reflejan muy bien las tendencias sociales que
    están primando en nuestros días.

    Unas consideraciones
    previas acerca de la Sociedad del
    Conocimiento

    Resulta prácticamente obligado hacer una
    referencia a una de las nociones más populares y citadas
    de los últimos tiempos, noción que aparece
    íntimamente ligada al desarrollo de las TICs: se trata de
    lo relativo a la denominada Sociedad del Conocimiento.
    Muchas son las expectativas que se han despertado en torno a este
    concepto
    dándose por hecho, asimismo, una relación directa
    entre el desarrollo de las Tecnologías de la
    Información y la Comunicación y el aumento del
    conocimiento.

    Es más, a veces parecería que para
    algunos el concepto de Sociedad del Conocimiento viene a
    ser casi sinónimo del de Sociedad de la
    Información
    , sin embargo no creemos que sean lo mismo.
    En sentido estricto, estamos inmersos en una sociedad colmada de
    información múltiple y variada (Sociedad de la
    Información), pero ello no se traduce de forma directa en
    términos de conocimiento. Incluso, es dado pensar que el
    "exceso" de información puede actuar, y está
    actuando en ocasiones, como una barrera que obstaculiza el que se
    produzcan verdaderos y profundos procesos de
    enseñanza-aprendizaje.

    Por supuesto que al hablar de conocimiento no nos
    estamos refiriendo únicamente a la enseñanza y
    aprendizaje de conceptos. Respecto a esto nos parece de sumo
    interés
    el enfoque que hace Frabboni (2001) de la Educación cuando
    le atribuye el objetivo
    esencial de construir lo que él denomina
    proyecto-persona, es decir, una Educación dirigida
    a construir personas integrales (porque se contemplan en
    su totalidad), multidimensionales (a través de un
    desarrollo vital de sus facetas afectiva, ético-social,
    intelectual, estética y física) y
    ecológicas (porque están en equilibrio
    consigo mismas y con los otros). Todo ello partiendo de la
    realidad social, sin caer en el terreno de las falsas
    utopías e ideales que impediría cualquier
    posibilidad de que lo expuesto llegara a ser un proceso de
    cambio. Dicho
    de otra manera: la Educación tendría como función
    resolver la tensión entre lo ideal y lo real del
    proyecto-persona.

    Por tanto, es fundamental que sobre estos temas
    intentemos avanzar en una doble dirección. Por un lado cabe preguntarse si
    los procesos educativos actuales preparan adecuadamente al
    alumnado para esta sociedad de la información en la que ya
    estamos, para la sociedad del conocimiento que se espera
    alcanzar, para las dos, o para ninguna. Y por otro lado, debemos
    preguntarnos si la presencia e importancia cada vez mayor de las
    TICs, está contribuyendo de forma apropiada a las
    finalidades y necesidades de esa Educación de la que hemos
    hablado.

    Unos ejemplos
    extraídos del mundo de la
    Música

    Podemos avanzar en la respuesta a los
    interrogantes que se acaban de formular echando mano de algunas
    de las tendencias que han caracterizado, y están
    caracterizando, el mundo de lo musical en los últimos
    tiempos, tendencias que tienen una repercusión directa en
    todo lo concerniente a la enseñanza de la
    Música.

    Se nos permitirá que para ello vayamos
    más allá del campo propiamente dicho de las TICs y
    consideremos el más vasto de los avances
    tecnológicos en general. Lo hacemos así por una
    cuestión de claridad en los ejemplos y porque consideramos
    que esta visión "macro" de los acontecimientos tiene su
    fiel reproducción dentro de las
    TICs.

    Uno de los aspectos más relevantes que ha
    venido marcando la cultura
    musical ya desde principios del s.
    XX, ha sido el desarrollo constante de los medios de
    reproducción musical como fruto de la imparable evolución
    tecnológica.

    Como consecuencia directa de lo anterior podemos
    asegurar, sin miedo a error, que nunca antes se había
    oído tanta
    música como la que se oye en nuestros días. Esto,
    que a primera vista puede considerarse un dato magnífico
    para todos los amantes de la música y para los que se
    dedican a su enseñanza, se traduce actualmente en un
    verdadero problema de exceso sonoro y musical. La música
    nos acompaña en nuestra vida diaria casi incesantemente y
    no sólo como consecuencia de una elección personal
    (elección que en más casos de los que se cree
    supone que desde el mismo comienzo del día la
    música aparece como sonido de fondo
    deseado para acompañar las tareas de casa, los momentos de
    ocio y relax, los momentos de estudio, los desplazamientos en
    coche…), sino también como consecuencia de que casi
    no hay ningún ámbito o ambiente de la
    vida cotidiana de las ciudades en los que la música no
    esté omnipresente como si de un hilo musical se tratara:
    centros comerciales, bares y restaurantes, medios públicos
    de transporte,
    consultas médicas, oficinas, etc. De esta manera, se
    quiera o no se quiera, la música está ahí
    como una suerte de ruido de fondo (con demasiada
    frecuencia, además, a un volumen
    difícil de soportar y bastante superior a lo que
    sería deseable y saludable), o si se prefiere, como una
    especie de banda sonora cinematográfica que nos
    acompaña a todas horas aunque lo haga de forma discontinua
    y fragmentada.

    Es evidente que este uso y abuso de lo musical
    llega a producir en bastantes ocasiones fastidio y hartazgo, pero
    aun así es un signo de nuestros tiempos. A modo de
    pequeño paréntesis cabría mencionar
    también aquí el uso del ordenador personal que se
    efectúa acompañándolo de la audición
    de música previamente grabada en él, bien desde
    soportes externos, o a través de los procedimientos de
    "búsqueda y captura" de la cantidad ingente de
    música que se puede encontrar en Internet.

    Sin embargo, frente al hecho de que en la
    actualidad se oye más música que en ninguna otra
    época, la realidad nos muestra
    también que hoy día se escucha muy poca
    música. Y es que oír no es lo mismo que
    escuchar. Tristemente, la audición musical se ha
    convertido en una cuestión de cantidad, no de calidad: falta
    calidad en el propio acto de la audición y, con bastante
    frecuencia, también falta calidad en la propia
    música que se oye. Como dice Barber (1993:
    29):

    "…la tecnología comienza a invadirlo todo,
    crea nuevas modalidades de oír (ciertos "spots"
    publicitarios, nuestro zapear de cada noche o los musicales
    "videoclips") que nos llevan a una cotidiana (a veces
    lúdica) descolocación de toda música.
    Música que nos llega fragmentada, intensa y
    volátil como nunca. Crece así también
    desde entonces entre nosotros un nuevo tipo de público.
    Un público indeciso, ocasional y obsceno: se entusiasma
    a prima vista de lo primero que le llega, aun cuando en su
    inmediatez puede llegar a ser exigente y
    sutil"

    También resultan acertadas, con
    relación a esto, las siguientes consideraciones de Yoyoba
    (1993:73) acerca del problema de la inmediatez y caducidad que
    prima en el mundo musical:

    "Es evidente que la música, más que
    nunca, entra por los ojos en vez de por los oídos
    (vídeoclips, vídeofórmulas…)
    […] El lenguaje
    del vídeo musical se beneficia del cine, la
    publicidad,
    la
    televisión que lo difunde, el cómic, los
    dibujos
    animados, el videoarte y las más vanguardistas técnicas
    de animación, los efectos especiales y la realidad
    virtual. Dicen los semiólogos y estudiosos de los mass
    media que las fragmentadas imágenes
    de los vídeos musicales lavan el cerebro de los
    adolescentes,
    haciéndoles engullir masivamente y sin rechistar, como una
    parte más de la dieta y la alimentación cultural
    de usar y tirar, a artistas concebidos para un solo boom.
    Artistas kleenex que estarán fuera de juego la
    próxima temporada".

    Por tanto nos encontramos con que hay
    música por todas partes (con todo el cúmulo de
    informaciones varias que eso conlleva), pero eso no se traduce
    normalmente en mayor calidad y conocimiento en la
    audición. Entre otras cosas, por la muy extendida
    sensación del "todo vale", pero también por una
    simple razón de orden práctico: es absolutamente
    imposible poder
    apreciar, saborear y "digerir" la música si no se
    está en la disposición adecuada, entendiendo por
    ella, una actitud activa
    que permita escuchar en vez de oír y que incluye,
    necesariamente, la selección,
    dosificación y "digestión" de lo que se escucha.
    Todo eso precisa tiempo y calma, dos elementos que parecen estar
    reñidos con los hábitos y formas de vida
    contemporáneos.

    Si nos centramos ahora en los procesos de
    elaboración musical, el panorama resulta ciertamente
    similar. La tecnología, al alcance hoy día de
    músicos de todos los estilos y condición, ha
    cambiado radicalmente los procesos de elaboración musical.
    La transición de la tecnología analógica a
    la digital supuso que la síntesis
    musical electrónica dejara de ser un proceso de
    experimentación complejo y reducido, realizado en unos
    pocos "círculos exclusivos", y pasara a inundar la
    práctica totalidad de las esferas de creación
    musical. El desarrollo de los sintetizadores y ordenadores, el
    sistema MIDI y
    otros muchos avances en ese campo, han permitido la comercialización a gran escala de la
    música electrónica en todas sus formas. Y lo cierto
    es que aun cuando parte del espíritu original de investigación, experimentación y
    búsqueda sigue vivo, actualmente estas tecnologías
    han quedado fundamentalmente al servicio de
    sectores de la música en los que la innovación y la indagación son
    factores secundarios o, en muchos casos, están totalmente
    ausentes.

    El hecho de que buena parte de la "originalidad y
    novedad" de la música de nuestros días esté
    en manos de los discjockeys y de los productores e
    ingenieros de sonidos, es fiel indicador de por dónde van
    los tiros. De esta manera, técnicas como la del
    sampling campan a sus anchas a través de la
    incorporación a las "nuevas" piezas musicales de
    fragmentos y partes de otras composiciones, generándose
    así una suerte de variados collages. Matthews
    (1993:59) hace el siguiente comentario:

    "Resulta curioso y no poco simbólico el
    fenómeno de los músicos que emplean la
    tecnología de reproducción musical para crear
    música nueva. Aquí encontramos un discurso
    musical en el que bloques de información sonora
    (música grabada en discos, programas de
    radio,
    anuncios televisivos, etc.) diseñados para comunicar un
    mensaje determinado son fragmentados y recontextualizados para
    crear nuevos mensajes. Esta novedad radica, en parte, en el hecho
    de que estos bloques nunca son totalmente divorciables de su
    mensaje original, de forma que el nuevo mensaje también
    nos brinda, como lectura
    secundaria, un comentario acerca del mensaje original. En la
    medida en que el contexto y el proceso de fragmentación
    son determinantes en el nuevo significado de estos bloques,
    recuerdan a los magistrales collages surrealistas de Marx Ernst. Pero
    el que contempla los collages plásticos
    está viendo una obra terminada, mientras que quien asiste
    a conciertos de músicos que utilizan estas técnicas
    no sólo oye los fragmentos sino que ve el proceso de
    fragmentación. Y la manera en que se emplea la
    tecnología reproductora para generar los fragmentos, o
    para fragmentar los bloques, también constituye todo un
    comentario sobre el papel de estas tecnologías y la
    sociedad que las engendra".

    De los ejemplos a las
    aplicaciones prácticas y
    conclusiones

    Como queda dicho, lo visto para el caso de la
    música sirve de reflejo fiel de los "usos y costumbres" y
    tendencias que prevalecen en nuestra sociedad actual. El que
    hayamos echado mano para estos ejemplos musicales de citas de
    hace una década, pretende ser una demostración de
    cómo el estar atentos a las señales
    de cada momento histórico puede ayudarnos a entender lo
    que se avecina. De hecho es llamativo comprobar que lo que en
    aquel momento eran tendencias y repercusiones que se comenzaban a
    valorar en su justa medida, con el paso del tiempo no han hecho
    sino confirmarse y multiplicarse.

    Dichos ejemplos hablan del predominio de una
    cultura que podemos denominar del "usar y tirar", una cultura en
    la que predominan los valores de
    la inmediatez, de la voracidad en el tratamiento de la
    información, de la impaciencia, etc.
    Paradójicamente, desde algunos ámbitos cercanos a
    las TICs se destacan y exaltan precisamente estos valores,
    así como algunos otros: la eficacia
    operativa y las finalidades pragmáticas de estas
    herramientas; la hiperestimulación sensorial que
    acompaña al mundo de la imagen; el
    creciente dinamismo en el aprendizaje,
    que hace necesaria la educación permanente para intentar
    paliar el hecho de que lo que se aprende rápidamente,
    también se olvida rápidamente;
    etc.

    Desde nuestro punto de vista, sin embargo, creemos
    que todo lo anterior, más que ventajas y virtudes,
    comporta importantes riesgos educativos. Cuando hablábamos
    de la trascendencia de la educación permanente, no nos
    referíamos a la necesidad de estar constantemente
    re-aprendiendo lo que también constantemente estamos
    olvidando, sino a la importancia y necesidad de saber cada
    día más y más cosas distintas, mediante la
    continua incorporación de nuevos "contenidos" a los que ya
    se poseen y su consiguiente recombinación. Del mismo modo,
    aunque sin duda es importante que el
    conocimiento tenga un valor
    práctico, el valor del conocimiento, como tal, va
    más allá de un estricto pragmatismo.

    Por otro lado, uno de los mayores riesgos
    está, a nuestro juicio, en esa exigencia de velocidad,
    vértigo e inmediatez que aparentemente caracteriza a las
    TICs, al mundo de la comunicación, y por extensión
    (según se pretende ver) al propio conocimiento. Sin
    embargo, la verdadera y eficaz construcción del conocimiento exige
    justamente lo contrario. Como dice Muñoz Molina (2001:
    100):

    "Todo lo valioso tarda en aprenderse, y por eso es
    tan necesario el sosiego y la lentitud, que también se
    aprenden, porque lo natural en nosotros quizá sea el
    apetito atolondrado, el deseo de la fruición
    instantánea."

    Son el dinamismo y agilidad mal entendidos y la
    prisa asociados al uso de las TICs, así como el hecho de
    la enorme cantidad y rápido crecimiento de la
    información disponible, los que dan lugar al aturdimiento
    y confusión tan frecuentes en bastantes usuarios de las
    TICs. Estos, cuando por ejemplo hacen uso de ellas para navegar
    en la Red, van
    "picoteando" multitud de cosas de aquí para allá
    sin darse tiempo ni opción a asimilarlas. Sobradamente
    conocidos son los casos de estudiantes que presentan sus trabajos
    como si fueran collages hechos totalmente a base de cortar
    y pegar desde páginas diversas encontradas en Internet o
    en enciclopedias informáticas al uso, sin ni siquiera
    haberse tomado la molestia de leer (ya no decimos, comprender) el
    contenido concreto de lo
    que han elaborado.

    Con todo lo dicho no pretendemos, en absoluto,
    situarnos en el bando de los detractores de las TICs. Es
    más, pensamos que en estos temas no se debe caer en el
    reduccionismo extremo del axioma: "o estás conmigo
    incondicionalmente o estás contra mí". Pero lo que
    sí queramos dejar claro es que los medios no deben
    confundirse con los fines y que el uso de las TICs, por
    sí solo, no garantiza ni la renovación de las
    formas pedagógicas ni la mejora de los procesos de
    enseñanza-aprendizaje.

    Pero de la misma manera que decimos esto,
    también afirmamos que aun cuando sea cierto que las
    propias características de las TICs pueden favorecer
    actitudes y
    comportamientos no deseados como los antes descritos, no es ni
    mucho menos inevitable que esto ocurra. Más bien el
    problema está, fundamentalmente, en una cuestión de
    mal uso. Porque si bien es cierto que los medios determinan en
    gran medida los mensajes, los medios no son los mensajes,
    ni para bien ni para mal. De hecho, nada hay en las TICs, como
    tales, que impida que se lleven a cabo los esfuerzos de
    procesamiento y análisis imprescindibles para que se
    produzca un verdadero aprendizaje; todo lo
    contrario.

    Por tanto el "quid de la cuestión"
    está en que para que las tecnologías de la
    información y la comunicación cumplan el papel
    deseado en los distintos ámbitos educativos, y para que
    los medios, en sí mismos, resulten verdaderamente
    educativos, es imprescindible que su uso venga acompañado
    de una adecuada y completa formación en todo lo que
    respecta a ellos. Sólo así se conseguirá que
    el alumnado sea de verdad protagonista de su
    aprendizaje.

    No se trata, pues, de tener que inventar nuevos
    modelos o paradigmas del aprendizaje. Se trata de introducir las
    TICs en los modelos ya existentes (constructivismo,
    aprendizaje significativo, aprendizaje por
    descubrimiento
    …) de forma que lejos de constituir un
    elemento extraño, o incluso un obstáculo a los
    fines y propósitos de la Educación, sean
    herramientas plenamente integradas que contribuyan eficazmente a
    la construcción del
    proyecto-persona.

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    Roberto Souto
    Suárez

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