Marshall Berman, en su clásico Todo lo
sólido se desvanece en el aire, no sólo
reivindica la capacidad de oposición y hasta de
transformación social por parte de los hombres y mujeres
modernos sino también critica a todos aquellos que,
encargados de diagnosticar la modernidad,
consideran a los procesos
modernizadores (económicos y sociales) como pura
"reificación" (1).
Tales apreciaciones pueden impactarnos de dos maneras.
Cuando analizamos nuestra modernidad decimos, entre otras cosas,
algo así: "la fragmentación de las identidades de
clase, la
crisis de los
sistemas de
bienestar, la desocupación estructural, el individualismo
negativo, el egoísmo, y la incredulidad con respecto a los
grandes relatos, son sus elementos constitutivos". De aquí
se deduce el primer impacto: las reivindicaciones de Berman nos
parecen utópicas y las deshechamos.
Sin embargo, también sentimos preocupación
por la idea emancipatoria propuesta por él, y nos
preguntamos: ¿qué sentido tiene diagnosticar
críticamente la modernidad si no va acompañada del
deseo de modificarla?; y si esto es así: ¿no
implica este deseo personal
también una creencia en los sujetos para enfrentarse, con
recursos y
poderes, a nuestro diagnóstico crítico?.
Con estas preguntas de fondo, indagaré
cómo influyen los procesos modernizadores en el fin del
siglo XX –económicos, políticos y
socio–culturales, agrupados bajo el modelo
neoliberal– sobre el problema de la
exclusión.
El trabajo se
estructura en
tres partes. En la primera me aproximo a los términos
neoliberalismo
y exclusión e indico un modelo teórico–formal
para el estudio del modelo neoliberal. En la segunda, describo,
de manera breve y esquemática, algunos rasgos que
considero centrales del neoliberalismo y concluyo con un resumen
de las principales tendencias que dinamizan al desarrollo
capitalista. En la tercera y última, menciono posibles
"tipos de exclusiones" –en la economía, en la
política y
en el ámbito socio–cultural–, como
conclusión de este trabajo.
Una dificultad para definir al neoliberalismo y a la
exclusión radica en que hay varios neoliberalismos y
varias exclusiones. No es lo mismo el "neoliberalismo argentino"
que el "inglés"
(2); y, por otra parte, decimos que el obrero, el inmigrante,
la mujer, el
viejo, el desocupado, el "villero", y otros muchos, sufren
algún tipo de exclusión. Además, las
vinculaciones entre los términos son múltiples: el
lugar en la estructura
social de un desocupado no es el mismo en Argentina que en
Inglaterra porque
difieren, entre otras cosas, por los alcances de la seguridad
social garantizada por el
Estado.
Sin negar estas dificultades, debemos, no obstante,
simplificarlas.
Una forma de arribar a nuestro objetivo
–lograr una aproximación a los términos
neoliberalismo y exclusión–, puede ser si partimos
de una definición de Claus Offe acerca de lo que se
considera que tiene importancia política en un momento y
en una sociedad
determinada. Dice Offe:
"en cualquier momento y en cualquier sociedad dada,
hay siempre una configuración hegemónica de los
temas que, en general, se considera que merecen tener prioridad
y ser tratados
como centrales, y respecto a los que se mide ante todo el
éxito
y el progreso político, mientras que otros quedan
marginados o se consideran como completamente extraños a
la política" (3).
Si concordamos con esta definición, entonces,
para aproximarnos al neoliberalismo deberíamos indicar
qué temas aparecen como prioritarios y centrales bajo esta
formación social. Contrariamente, la exclusión
sería aquello que es, precisamente, "excluido" del campo
de lo tematizado en él.
Aceptaremos que el neoliberalismo, según se
desprende de innumerables trabajos de la teoría
social y política, es hegemónico desde los
años ochenta a escala mundial; y
que se caracteriza por tres "tipos de políticas"
fundamentales: la política
económica se orienta hacia la oferta y hacia
la expansión de mercado de
bienes y
capitales, la política gubernamental se orienta a reducir
la importancia de la
administración en aquellas áreas consideradas
irrelevantes para la continuidad del desarrollo capitalista, y la
política cultural se orienta hacia la crítica
de los valores
"posmateriales", como la autonomía y la
autorrealización, y cultiva, como dice Habermas, los
valores
tradicionales del patriotismo, de la ética
convencional, de la familia, y
de la cultura
popular (4).
Ahora bien, desde el punto de vista de la
exclusión, ¿cómo saber que es lo no
tematizado por dichas políticas?. Considero que manera
útil es averiguar cuál era el espacio de
tematización anterior al neoliberalismo, digamos en el
modelo de Bienestar, y confrontarlo con las
características del actual espacio, a fin de deducir que
pasa a ser excluido en este último en relación al
anterior.
Una forma interesante para describir al neoliberalismo
es integrar sus distintos elementos constitutivos bajo un modelo
global de estudio. Estimo que los trabajos de Habermas y Offe
acerca del capitalismo de
organización pueden ser útiles a la
tarea (5).
Según Habermas, el estudio de una
formación social debe captar la conexión entre la
integración sistémica (operaciones con
que el sistema procura
reducir la complejidad de su ambiente) y la
integración social (sistema de instituciones
en que se socializan los sujetos). Offe, por su parte, observa
que existen tres principios
básicos de la sociedad: el sistema económico, el
político y el socio–cultural. Veamos sus
contenidos:
a) El sistema económico es el más
importante y se refiere al intercambio de bienes en el mercado.
Requiere input en trabajo y capital; el
output consiste en valores consumibles.
b) El sistema
político incluye a las decisiones gubernamentales
(racionalidad) y a los requerimientos de lealtad de las masas
(legitimidad).
Cuando el estado
interviene en las fallas del mercado autorregulado
–capitalismo organizado (6)– las crisis
económicas se trasladan al sistema político como
crisis de racionalidad. La racionalidad del sistema
político, entonces, es el output del sistema
político y consiste en cumplir los imperativos de
autogobierno que recibe del sistema económico.
La legitimidad del sistema político es muy
compleja y sólo puedo detenerme en dos
aspectos.
Es el input del sistema político y consiste en
alcanzar una lealtad de masas lo más difusa posible a
través de la no–participación y de los
mecanismos de la democracia
formal. Esto es así, observa Habermas, porque el sistema
político debe impedir la tematización de la
generación de plusvalía en manos privadas de una
producción socializada.
Pero el sistema político depende del output del
sistema socio–cultural. Es en éste donde se "acepta"
o se "pone en dudas", por decirlo de alguna manera, la
legitimidad del sistema político y, por derivación,
del económico.
c) En el sistema socio–cultural el input es el
output del sistema económico y del político.
Respecto al output, como dije, me detendré solamente en
las motivaciones políticas (aceptación /rechazo),
elemento central de la legitimidad política.
En resumen:
Integración (7)
Sistemas Sistémica
Social
Económico Intercambio
––––––––––––––––
Político Racionalidad
Legitimidad
Socio-Cultural
––––––––––––––––––
Motivaciones Políticas
2. Características del
modelo neoliberal
Si aceptamos acríticamente lo señalado en
el Marco
Teórico, podemos pasar a describir algunos aspectos
sobresalientes del neoliberalismo en cada uno de los sistemas, a
partir de una selección
de autores reconocidos de la teoría política y
social, formular algunas hipótesis sobre las relaciones entre los
distintos sistemas, y concluir con un posible modelo de
desarrollo capitalista.
Existe consenso en señalar que el neoliberalismo
impone una economía de mercado tanto interna, a
través de la liberalización de precios y de
mercados, como
externa, basada en la apertura comercial y financiera. De esto se
deduce que se orienta hacia la oferta, considerando que la
inversión es el motor de la
economía, y defiende una política económica
basada en el recorte de gastos y en la
reducción de las tendencias inflacionarias. Finalmente, en
las relaciones capital–trabajo, el primero se erige en el
factor excluyente en la generalización de recursos y
el trabajo se
reorganiza alrededor de la flexibilidad del salario conforme
a sus pautas, hecho que impone la necesidad de neutralizar a los
carteles sindicales y la reducción de la clase obrera,
como realidad político–organizativa, a mera fuerza de
trabajo, como agregado de individuos (8).
2.2.1. Racionalidad
De acuerdo a lo señalado en el Marco
Teórico, la racionalidad se subordina a la
economía. Según Offe, puede ser de dos tipos. La
subordinación ¨positiva¨ cuando el sistema
administrativo crea las mejores precondiciones oportunas para el
desarrollo
económico; la ¨negativa¨ cuando la administración ¨se relaciona con el
sistema económico capitalista de un modo que les limita y
aisla de dicho sistema económico¨ (9).
Tomemos como ejemplo al Estado de Bienestar. Offe
señala que la intervención externa derivada de los
procesos de socialización ¨disparados¨ por el
desarrollo capitalista, imposibles de compensarse por mecanismos
de intercambio, generó un ¨desplazamiento¨ de la
subordinación positiva a la necesidad de un tipo de
subordinación negativa –menor
intervención–, dados los problemas de
auto–obstrucción acumulativa (o problemas de
¨segundo orden¨, es decir políticos) como, por
ejemplo, las crisis fiscales o la irracionalidad de las
decisiones en el ámbito
burocrático–administrativo.
De acuerdo a las características del sistema
económico neoliberal antes indicadas, podría
decirse que el tipo de subordinación necesaria
sería ¨plenamente negativa¨, ya que el mercado es
el regulador por excelencia y que se crítica
ideológicamente a cualquier intervención
pública falta de valor para el
proceso de
acumulación.
Esta hipótesis, por
cierto, debería corroborase empíricamente, por
ejemplo, a partir de los dos tipos de intervención del
Estado en la Economía indicados por Habermas: la que
mejora las condiciones de inversión (fortalece la competitividad
nacional, se encarga del consumo
improductivo, y orienta los capitales), y la que se destaca por
sus ¨efectos promocionales¨ (mejoramiento de la
infraestructura material e inmaterial, incremento de la productividad del
trabajo, resarcimiento de los costos sociales y
materiales que
genera la producción privada). Bajo el neoliberalismo,
entonces, el tipo de intervención, dados los imperativos
de la economía neoliberal, diríamos que se aproxima
al primer tipo.
2.2.2. Legitimidad
La legitimidad es un ¨puente¨ entre la
integración sistémica y social. Incluye los
requerimientos por obtener una lealtad difusa de las masas (desde
el punto de vista del sistema político) y depende de las
motivaciones políticas (desde el punto de vista del
sistema socio–cultural). Aquí me centraré en
el primer aspecto.
Cómo logra una formación social lealtad de
las masas es enormemente complejo. Simplificaremos el asunto
viendo primero al Estado de Bienestar.
Habermas sostiene que este tipo de Estado puede evitar
la politización de la generación de
plusvalía a través de la
¨despolitización pública¨, es decir a
partir del privatismo político. Esto se logra a cambio de
recompensas al sistema social centradas en dinero,
tiempo y
seguridad. Como
observa Offe, este presupuesto
sociológico (trabajo y consumo, entre otros)
absorbería las aspiraciones de las mayorías con lo
que la participación política y los
conflictos
clasistas tendrían un significado marginal. Mucho se
hablo, en este período, de la sociedad de consumo,
opulenta, de la crisis de la conciencia de
clase obrera, etc.
Pero cuando nos referimos al Estado neoliberal la cosa
se complica. Si el Estado debe evitar la politización de
la plusvalía (se autonomiza de este problema) pero cuenta
con menos recursos para recompensarla (subordinación
negativa hacia la economía) y el presupuesto
sociológico se ha modificado (desempleo
estructural, crisis económicas, entre otros, a los que
luego me referiré), ¿cómo se legitima
políticamente el modelo?.
Creo que, dadas las características que venimos
mencionando, más que una necesidad de legitimarse el
sistema político debería evitar al máximo
este requisito. Tomemos el ejemplo de los sistemas de
representación. Según García Delgado, los
rasgos más destacados del sistema político son, a
diferencia del modelo de Bienestar, entre otros: la democracia
concebida de manera negativa, es decir como ¨equilibrio de
poderes¨ más que como vehículo de
transformación social; partidos
políticos que se caracterizan por la
desafección ideológica (¨agarra todo¨)
más que construidos por posicionamientos de clase;
movilización de masas reemplazadas por la ¨opinión
pública¨ mediatizada por imágenes
–televisión–; y centralidad de las
decisiones en tecnócratas antes que en debates
parlamentarios (10). Si aceptamos estas características
del sistema político podemos decir que la distancia entre
representantes y representados se amplía, que la
política deja de ser una ¨construcción deliberada para el
futuro¨. Si sumamos, además, el poder en las
decisiones políticas de los intereses económicos
–flexibilización laboral, privatizaciones–, y hasta la corrupción
del político, esta tendencia se amplía aún
más. Por lo tanto, la hipótesis que proponemos es
la siguiente: en tanto el sistema político se autonomiza
(negativamente –crisis de representación y de la
democracia sustantiva–) en un grado mayor que en el Estado
de Bienestar podría compensar los requerimientos de
legitimación –lealtad de las
masas– cuando el dinero y el
poder se imponen sobre la seguridad y el empleo
–falta de recompensas.
La ¨aceptación¨ o ¨rechazo¨ de
los ciudadanos al modelo neoliberal radica en este sistema. Es el
input del sistema político. Sería imposible en el
marco de este trabajo describir en profundidad los cambios en la
sociedad y en la cultura y derivar los tipos de ¨motivaciones
políticas¨ que "aceptan" o "rechazan" al
neoliberalismo. Por esa razón, como en el punto anterior,
tomaré sólo algunos aspectos que considero
sobresalientes.
Numerosos autores afirman que la estructura social
responde cada vez menos a clases
sociales claramente definidas, debido a dos consecuencias: al
proceso de contracción de la clase obrera producto de
los avances
tecnológicos que destruyen el empleo industrial y por
la expansión del sector de los servicios, por
un lado, y la emergencia de actores y grupos
político–culturales cuyos posicionamientos
funcionales no responden a intereses derivados por ubicaciones
socio–productivas definidas, por el otro.
Desde el punto de vista de la cultura se mencionan,
generalmente, dos aspectos: el individualismo que responde al
despliegue de los deseos, de electividad, ofrecidos por la
multiplicación de las ofertas de bienes y servicios cada
vez más personalizados, y al despliegue del culto al
cuerpo, del hedonismo y de las actitudes
narcisistas (11); y los procesos de transnacionalización
cultural que generan una relatividad de la propia cultura y el
descubrimientos de las diferencias, pero también una
defensa de lo local, de lo regional, y de la propia identidad
(12).
Debo dejar de lado el complejo problema de la existencia
o no de clases. Me interesa indicar, de acuerdo a las
características mencionadas de la sociedad y la cultura,
qué derivaciones políticas podemos extraer y hasta
qué punto ¨rechazan¨ o ¨aceptan¨ al modelo
neoliberal.
Tomemos de la estructura social el problema del trabajo,
el referente básico de la cohesión social
(Castel).
Según García Delgado, la sociedad aparece
conducirse por dos velocidades: los que están
¨dentro¨ del mercado de trabajo, capaces de adaptarse a
los nuevos requerimientos de flexibilidad e iniciativa de las
empresas
demandantes de cualidades profesionales (educativas y técnicas),
y los que está excluidos de poder materializar sus
capacidades de mercado (13). Unos y otros divergen en sus
oportunidades vitales, pero también pueden tener intereses
encontrados: los ¨incluidos¨, que obviamente no es una
categoría homogénea, pueden desafectarse, como
señala Merkel, del compromiso por el bienestar general
(14); los excluidos, en cambio, deben luchar ¨para ser
explotados¨ y se alejan más y más de cualquier
ofensiva contra el sistema de exclusión, (en buena medida
¨ayudados¨ por el mayor grado de autonomía del
sistema político –falta de
representación).
Pero la estructura también se complejiza por el
fantasma del desempleo estructural. Para los que tiene empleo,
como dice Fitoussi, significa el disciplinamiento ya que deben
aceptar contratos de
trabajo cada vez más exigentes en el desempeño y cada vez más precarios
en los beneficios (15); para los que no tienen empleo, en cambio,
significa el fin del ¨soporte privilegiado de
inscripción en la estructura social¨, según
Castel, al posicionar en la ¨desafiliación¨ a
sujetos que no tienen participación alguna en la actividad
laboral y que sufren el aislamiento relacional que ello implica
(16).
Ahora bien, ¿cómo influye
políticamente este mosaico de procesos sociales?.
Podría, por una parte, generar un mayor individualismo de
tipo negativo, es decir una defensa de lo que se posee por temor
a perderlo todo y no por mayor autonomía (individualismo
positivo), y atomizar los intereses que
¨funcionarían¨ acordes a la lógica
del mercado competitivo. Si esto es así, además de
la apatía política derivada del abismo entre
representantes y representados, se evitaría una crisis
política, que requeriría un mínimo de
solidaridad para
construir una oposición, y, por lo tanto, los problemas de
legitimación del sistema político tras la
contracción de los sistemas de seguridad y los cambios en
el presupuesto sociológico en comparación con el
modelo de Bienestar.
Sin embargo, los recursos de oposición
continúan vigentes. Los movimientos por el derecho a la
supervivencia y los movimientos de protesta de los denominados
¨nuevos pobres¨ –jubilados, maestros, empleados
públicos y desempleados– adquieren fuerza. Son, como
dice Brunner, las trincheras defensivas de la sociabilidad
comunitaria frente a los avances y las intrusiones del mercado
(17).
Pasemos a la cultura. El individualismo positivo
–autonomía–, según algunos autores, es
rechazado por "el viejo paradigma de
la política" estructurado en las dos clases principales
del modo de producción capitalista. Para los dueños
del capital, tales actitudes cuestionan los valores tradicionales
preburgueses (familia, religión, ethos
puritano); provocan un exceso de expectativas y demandas que
hacen ingobernable la política; y socavan las
justificaciones "metapolíticas" como "lo dado" o "lo
natural" (18). Para la izquierda reformista, por su parte, las
actitudes individualistas impiden la construcción de una
"oferta" de programas de
corte clasista al erosionarse su clientela tradicional,
imposibilitando pensar la política como
construcción deliberada y creada colectivamente
(19).
Sin embargo, el individualismo positivo puede adquirir
otros dos sentidos.
Por un lado, el hedonismo y el narcisismo, tan
cuestionados por la derecha, podrían derivar en el
desinterés hacia sus semejantes
–egoísmo– y en apatía política
(como en el individualismo negativo en la estructura social). De
allí que podríamos decir que esto
facilitaría, paradójicamente para ¨la
derecha¨, la despolitización y la autonomía del
sistema político en su "desplazamiento" hacia la
subordinación negativa en relación a los
requerimientos del sistema económico.
No obstante, aquí también debemos
relativizar esas consecuencias. Algunos autores (desde una
"izquierda–radical¨) sostienen que los cambios
culturales pueden adquirir un signo positivo: mayor
autonomía, responsabilidad y reconocimiento del Otro, del
diferente, al quebrarse las identidades fijas centradas en la
nacionalidad,
en el hogar, en la religión, en la clase, etc. Tales
actitudes, entonces, podrían ser la base de actitudes
más solidarias y que posibiliten la construcción de
grupos capaces de enfrentarse a las tendencias destructoras del
capital, a las tendencias burocráticas y paternalistas de
los sistemas de protección, y a las tendencias opresoras
de la vida cotidiana. Un ejemplo de estas motivaciones de
oposición son los nuevos movimientos sociales
(ecologistas, feministas, derechos humanos,
etc) (20).
2.4. Dinámica capitalista en el modelo
neoliberal (Resumen y Conclusiones)
De acuerdo a las procesos económicos,
políticos y socioculturales mencionados podemos reemplazar
los aspectos formales del modelo para el estudio de una
formación social por sus aspectos sustantivos, como
sigue:
Integración
Sistemas Sistémica
Social
Económico Liberalización
––––––––––––––––––––––––
Político "Subordinación Negativa"
Despolitización
sin compensaciones
Sociocultural
–––––––––––––––––––––––––
Apatía Política–Egoísmo
Nuevos Movimientos–Solidaridad
Según este esquema estaríamos en
condiciones de indicar un posible modelo de desarrollo
capitalista bajo el neoliberalismo.
El neoliberalismo, de acuerdo a lo formulado hasta
aquí (y sin dejar de tener en cuenta lo relativo de todo
ello), se asentaría en un proceso de liberalización
de los mercados (internos y externos) e impondría un tipo
de "subordinación negativa" a la administración del Estado (interferir lo
menos posible en el desarrollo económico) como así
también la necesidad de un mayor grado de autonomía
en relación a los requerimientos de legitimidad
política (debido a los efectos negativos que implica la no
politización de la plusvalía y la
desafección de los sistemas de bienestar) que
podría satisfacerse mediante una crisis de
representación, según nuestra hipótesis. El
margen de tolerancia de
este proceso, y principal problema a resolver por esta
formación social, radica en el sistema
socio–cultural, en tanto la solidaridad persista como un
recurso capaz de construir una base de motivaciones
políticas de oposición (rechazo) contrarias a las
actitudes egoístas –hedonistas– e
individualistas negativas que derivarían en apatía
política, que aquí las tomamos como un posible
componente de ¨aceptación¨ –en
términos negativos, por cierto– al
neoliberalismo.
Hasta aquí hemos presentado "los temas que se
considera que merecen tener prioridad y ser tratados como
centrales", según la cita de Offe indicada en el inicio
del texto, bajo el
modelo neoliberal. Y son: la mercantilización generalizada
en la economía, la contracción de los sistemas de
bienestar y la autonomización del sistema político.
Esto es lo prioritario para esta formación social. Las
consecuencias para el sistema socio–cultural son: en la
sociedad: desempleo estructural y atomización social; en
la política: crisis de representación
política; y en la cultura: individualismo negativo y el
egoísmo, generadorores de apatía política.
Finalmente, su límite es la solidaridad como recurso de
oposición en grupos afectados, ya sea por la
degradación material o por reclamos de corte
"posmaterial".
También dijimos que lo no tematizado es lo
excluido, y que debemos averiguarlo en relación al modelo
de bienestar.
Por todo lo dicho, el modelo neoliberal excluye,
según lo visto hasta aquí:
- En lo económico:
– fortalecimiento de la demanda,
– la
organización política de la fuerza de
trabajo
- b) En lo político:
1. Racionalidad
* sistemas de bienestar,
* intervención pública falta de
valor
2. Legitimidad
* democracia sustantiva
- c) En lo Socio–Cultural:
– pleno empleo,
– y todas las consecuencias desagradables de a) y
b)
Ahora bien, todas estas exclusiones sociales, o
quizá habría que llamarlas personales porque
afectan de un modo u otro a cada uno de los sujetos de una manera
en particular, constituyen lo que queda (o que por lo menos se
intenta que quede) fuera del espacio de tematización del
modelo. Son los tipos de exclusiones que caracterizan al modelo
neoliberal.
Sin embargo, como dije al final del apartado anterior,
esta configuración hegemónica se enfrenta con
recursos de oposición centrado en actitudes solidarias
capaces de enfrentarse al poder y al dinero, aunque aquí
las he presentado como algo solamente marginal. En tanto estas
persistan, el riesgo de la
inversión total, es decir la marginación y la
exclusión como cuestiones definitivamente no
políticas, será sólo una provocativa
utopía.
Finalmente, este recorrido excesivamente comprimido y
relativo, ya que no toma en cuenta la realidad de los casos
nacionales, no nos impide pensar que muchas de las cosas
formuladas aquí se aproximan bastante a las
políticas que se vienen adoptando en la Argentina
democrática de los noventa.
- Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece
en el aire. La
experiencia de la modernidad (1982), Buenos Aires,
Siglo XXI, 1989. - Este problema fue observado en una
conversación personal con el profesor
Atilio Borón. - Claus Offe, Partidos Políticos y Nuevos
Movimientos Sociales (1988), Madrid,
Sistema, 1996, pag.169 - Véase Jürgen Habermas, "La crisis del
Estado de Bienestar y el agotamiento de las energías
utópicas", Ensayos
Políticos (1981), Barcelona, Península,
1994. - Me refiero a: Jürguen Habermas, Problemas de
legitimación en el capitalismo tardío (1973),
Buenos Aires, Amorrortu, 1995 (Capítulo 2: "Tendencias a
la crisis en el capitalismo tardío"); y, Claus Offe,
Contradicciones en el Estado de Bienestar (1988), Madrid,
Alianza, 1990 (Capítulo 1: "La crisis en el canejo de la
crisis: elementos para una teoría de la crisis
política" –1973–). - Según Habermas, el capitalismo organizado o
regulado por el Estado se refiere a dos clases de
fenómenos: a) al proceso de concentración de
empresas y a la organización de los mercados de bienes y
capitales y de trabajo; b) al hecho de que el Estado interviene
en las crecientes fallas de funcionamiento del mercado. Si lo
primero puso fin al capitalismo de competencia, lo
segundo puso fin al capitalismo liberal. J. Habermas, op. cit.,
pp. 49–50. - Véase el cuadro realizado por Habermas, op.
cit., pag. 63. Allí Habermas analiza las cuatro posibles
tendencias a la crisis en el capitalismo organizado: crisis
económica, crisis de racionalidad, crisis de
legitimación y crisis de motivación. En este último punto,
Habermas enumera una gran cantidad de variables
para su estudio. Nosotros sólo nos detendremos en las
motivaciones políticas que "aceptan" o "rechazan" al
neoliberalismo. Según Habermas, el capitalismo
organizado o regulado por el Estado se refiere a dos clases de
fenómenos: a) al proceso de concentración de
empresas y a la organización de los mercados de bienes y
capitales y de trabajo; b) al hecho de que el Estado interviene
en las crecientes fallas de funcionamiento del mercado. Si lo
primero puso fin al capitalismo de competencia, lo segundo puso
fin al capitalismo liberal. J. Habermas, op. cit., pp.
49–50. - Véase entre muchos otros: Norbert Lechner, "El
debate sobre
Estado y Mercado", Nueva Sociedad, Nro121,Setiembre/Octubre de
1992; Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX
(1994), Barcelona, Crítica, 1995 (En especial,
capítulos IX: "La edad de oro" y XIV:
"La década de crisis"); John Kenneth Galbraith, Historia
de la Economía (1989), Barcelona, Ariel, 1993 (En
especial, capítulo XIX: "Pleno mediodía"); y
Andrés Bilbao, Obreros y Ciudadanos. La
desestructuración de la clase obrera (1993), Madrid,
Trotta, 1995 (En especial, capítulo 2: "Crisis y
reorganización de la fuerza de trabajo"). - C. Offe, op, cit., pag. 46.
- Daniel García Delgado, Estado y Sociedad. La
nueva relación a partir del cambio estructural, Buenos
Aires, Tesis Norma, 1994 (Capítulo 3: "Del Movientismo a
la democracia liberal") - Véase Gilles Lipovetsky, La era del
vacío (1983), Barcelona, Anagrama, 1995 (En especial la
Introducción y ¨Narciso o la estrategia del
vacío¨) - Respecto a esta contradicción, dice Alain
Touraine: "Una parte de nosotros mismos se baña en la
cultura mundial, mientras que otra, privada de un espacio
público en que se formen y apliquen normas
sociales, se encierra, ya sea en el hedonismo, ya en la
búsqueda de pertenencias inmediatamente vividas",
¿Podemos Vivir Juntos?. El destino del hombre en la
aldea global (1997), Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 1997. - Este término pertenece a Anthony Giddens. Con
él se refiere "a todas las formas de atributos
relevantes que los individuos puedan aportar a la negociación" (en el mercado), La
estructura de clases en las sociedades
avanzadas (1979), Madrid, Alianza Universidad,
1989, pag.117. - Véase Wolfgang Merkel, ¿Final de la
socialdemocracia? Recursos de poder y
política de gobierno de los
partidos socialdemocrátas en Europa
Occidental, Valencia, Edions Alfons el Magnanim, 1995, Primera
Parte. - Jean–Paul Fitoussi, "El lado oscuro de la
democracia", entrevista
realizada por Olga Viglieca, Diario Clarín,
19/04/98. - Robert Castel, La
metamorfosis de la cuestión social (1995), Buenos
Aires, Paidós, 1997. - José Brunner, "La libertad de
los Modernos: una visión desde la sociología", Santiago de Chile, FLACSO,
Nro.16, Diciembre de 1991, p. 51, indicado por García
Delgado, op. cit., p. 194. - Véase el clásico texto de Daniel Bell,
Las contradicciones culturales del capitalismo (1976), Madrid,
Alianza, 1994 (En especial, "Introducción. La
separación de ámbitos: exposición de temas"). - Véase W. Merkel, op. cit.
- Véase entre muchos otros: Ernesto Laclau y
Chantal Mouffe, Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia
una radicalización de la democracia, México, Siglo XXI, 1985; José Nun,
La rebelión del coro, Buenos Aires, Nueva Visión,
1989; Clauss Offe, Partidos Políticos y Nuevos
Movimientos Sociales, op. cit.
Este texto se encuentra bajo licencia Creative
Commons
Hernán Javier Marturet*
*(Lic. en Ciencia
Política, UBA, 1995)