- Tecnología,
género y sociedad del conocimiento - El estudio
sociológico de las profesiones - La profesión de
informático - La categoría
"informático" y sus categorías
profesionales - Tres generaciones de
informáticos - Informática e
informáticas - Bibliografía
Abstract
La de Informático es una profesión muy
reciente. En poco más de tres décadas, sus
profesionales han tratado de conseguir un estatus, un
reconocimiento social y una definición de la
profesión; en suma, encontrar su lugar en el sistema de
profesiones. En este breve tiempo se ha
forjado una imagen de la
profesión o una "cultura del
trabajo", la
del informático. Uno de los elementos que destaca de
éstas es su clara estereotipación. En diversos
aspectos, la de informático es una profesión
masculinizada; demasiado, si atendemos tanto al momento y
contexto social en que se instaura; o a la máquina que la
sustenta, el ordenador. A partir de una investigación de
índole socioantropológica sobre dicha
profesión se analiza la construcción y la percepción
de las diferencias de género
dentro de aquella. En su caso, la informática constituye un ejemplo de
asimilación o interiorización tardía de
roles y estereotipo de género adscritos en general a la
tecnología.
Palabras clave:
- desigualdad/exclusión
- estudios ciencia-tecnología-sociedad
- género
- identidad
- sociedad de la información
Tecnología,
género y sociedad del
conocimiento
No hace falta insistir mucho en los profundos efectos
que en general están teniendo las nuevas de
tecnologías de la información y la
comunicación. La sociedad española no es una
excepción. A nivel global, desde hace más de tres
décadas se viene insistiendo en la aparición de una
nueva sociedad; a veces de una nueva era. En la última
década términos como "sociedad de la
información" o "sociedad del conocimiento",
por un lado, y "globalización" por el otro, no sólo
forman parte del discurso de
las ciencias
sociales y humanas, sino que también están en
boca de una amplia parte de la sociedad.
En ambos casos se es consciente del papel que juegan las
nuevas
tecnologías de la información y la comunicación en tales estructuraciones y
reestructuraciones sociales. En ámbitos concretos, el
laboral o el
productivo son seguramente aquellos en los que los efectos son
más visibles, aunque no por ello más patentes.
Así, en torno a la
Informática han surgido nuevas profesiones, pero
también nuevas relaciones y organizaciones
laborales. Sobre todo ello existe un sinnúmero de
trabajos, que, sin embargo, no son tan numerosos cuando el
análisis se ciñe al tema del
género. Pero sin duda los hay, como un poco más
adelante señalaremos.
Resulta llamativo el hecho de que aunque mucho se ha
dicho y tratado sobre la revolución
provocada por las tecnologías de la información y
la comunicación, casi nada se haya escrito sobre los y las
profesionales de ese sector. Hay bastante literatura sobre sus
creadores e inventores, los usuarios, así como
también sobre los trabajadores y trabajadoras en general,
pero poco sobre aquellos y aquellas, en especial sobre las
divisorias de género que se tejen alrededor del ordenador
en el ejercicio profesional.
La informática es una profesión vinculada
al tratamiento automático de la información y, con
ello, a la máquina que realiza tales operaciones: el
ordenador. Éste es una máquina electrónica que procesa información
con funciones de
memoria,
cálculo, comunicación y control. Y cuando
decimos ordenador no se ha de pensar sólo en los
asimilados a la imagen más convencional, los ordenadores
domésticos o los propios de la ofimática.
Como profesión, en España,
sus orígenes pueden situarse a finales de los sesenta,
pero los rasgos que actualmente la configuran debemos buscarlos
en la década de los ochenta, entre lo que podemos
considerar la "segunda generación" de informáticos.
Aquellos que comenzaron sus estudios cuando estos ya estaban
formalmente institucionalizados, y los ordenadores apenas
formaban parte de los electrodomésticos de los hogares
españoles, ni siquiera como instrumento lúdico de
ocio y entretenimiento.
La de informático está considerada una de
las "nuevas profesiones". En la mayoría de ellas debemos
hablar de un "contexto de profesionalización" muy diferente del de
las profesiones liberales clásicas. La informática
es agente y producto de la
sociedad del conocimiento, aunque no por ello ocupen sus
profesionales un lugar privilegiado, como le sucede en general a
las "nuevas profesiones", la mayoría de naturaleza
técnica, los cuales aspiran al reconocimiento social y
salarial de las profesiones liberales clásicas.
Desde hace aproximadamente tres décadas el
sistema de género/sexo ha
recibido una atención bastante pormenorizada, sobre todo
por parte de lo que se conoce como "Estudios de género" o
también "Estudios sobre la Mujer". Los
ámbitos científico y tecnológico no han sido
una excepción. En el segundo de estos dos, el de la
tecnología, que es el que aquí nos concierne, los
dos núcleos de análisis han sido las
tecnologías reproductivas, y las tecnologías de la
comunicación y la información. Sobre éste
ámbito, el tratamiento es amplio y puede ir desde
reflexiones de tipo teórico (Haraway 1991), de
amplísima repercusión, a los muy numerosos estudios
sobre la incidencia de las nuevas tecnologías,
concretamente de la microelectrónica, sobre el trabajo de
las mujeres. Los trabajos de Cynthia Cockburn (1985, 1992), son
representativos de ello y han abierto una línea de
análisis (cfr. Salanova et al. 2000). No obstante,
entre uno y otro caso, caben otro tipo de análisis que han
contemplado el género con relación a las nuevas
tecnologías. Las tecnologías en el ámbito
doméstico (Cowan 1983, Wajcman 1991); en los estudios
técnicos y científicos (Alemany 1992, Pérez
Sedeño 2003); sobre las relaciones e identidades de
género en las interacciones on-line (Turkle 1995,
Kramarae, Danet 1998); o de modo creciente la identidad y la
sociabilidad femenina en la Red en sus vertientes
académica y activista.
De algún modo, en estos análisis de la
relación esencial entre tecnología y género,
podemos encontrarnos con una dualidad que subyace a la
mayoría de ellos: opresión, por un lado,
liberación por el otro. Bien la tecnología es
opresora de las mujeres y mantenedora de roles y estatus, y en
general de una estructuración social, lo cual lleva a
pensar en una tecnología inherentemente sexista, o bien la
tecnología puede servir, en manos de las mujeres para
cambiar las instancias anteriores, creando una mayor igualdad de
oportunidades o ampliando la voz a las mujeres, subrayando en
este caso su carácter meramente instrumental.
Esta dicotomía se hace ligeramente más
compleja cuando en lugar de atribuir tales potencias a la
tecnología misma, se la pone en función
del sistema social en que aquella se inserta, lo cual abre la
puerta al hecho de que de las mismas tecnologías pueden
hacerse diferentes interpretaciones simbólicas. Desde la
Antropología, por ejemplo, se ha mostrado
la naturaleza cultural de estas interpretaciones con
relación a muchos fenómenos sociales. La
tecnología es uno de ellos. De ahí que nuestro
interés
sea en la construcción y la percepción de las
diferencias sexuales dentro de la profesión de
informático y de esa máquina que es el ordenador.
Es cierto pues que, universalmente, la tecnología sirve
para marcar diferencias. La tecnología es un lugar de
codificación de diferencias sociales y
culturales. Sin embargo, si miramos esas diferencias de cerca nos
damos cuenta de que son muy particulares y variables.
Desde una perspectiva transcultural podremos llevarnos la
impresión de que la tecnología, la máquina,
según algunos, es una cosa de hombres. La técnica,
más de mujeres. Una mirada atenta nos hará ver que
no siempre de los mismos hombres ni tampoco las mismas
tecnologías. Este índice de relatividad ha de
orientarnos hacia una comprensión de los procesos de
construcción, evitando tentaciones esencialistas, bien
recaigan en el género, bien en la
tecnología.
El estudio sociológico
de las profesiones
Aunque el de la profesionalización sea un
proceso
característico del siglo XX, no ha despertado la
atención de los investigadores sociales hasta
prácticamente después de la segunda guerra
mundial. Quizá ha sido la idea de un supuesto origen
gremial, de tintes premodernos, así como la perspectiva
dualista de estudio del trabajo en las sociedades
industriales, tendente a diferenciar procesos y problemas, los
que han contribuido a que las cuestiones sobre las profesiones
liberales y la profesionalización fueran desatendidos. Es
cierto, por un lado, que las nuevas profesiones intentan
parecerse a sus predecesoras históricas, con claras
raíces en los gremios medievales, pero su contexto es muy
otro: "la creciente división de trabajo en la sociedad
industrial" (Martín-Moreno y Miguel 1982: 155).
Si seguimos el esbozo que realizan Rodríguez y
Guillén (1992), en el ámbito de la sociología podemos considerar los estudios
de la llamada escuela
Definitoria de los británicos Carr-Saunders y Wilson como
los pioneros en el estudio de las profesiones. Tras la segunda guerra
mundial, destacan primero los trabajos de la escuela
Evolutiva, de filiación funcionalista, y después,
en las décadas de los 60 y 70 los de la Escuela
Revisionista. Como derivación de ella surge, desde
perspectivas muy distintas, un interés por las relaciones
entre el poder y
el
conocimiento de la profesionalidad y sus ramificaciones en
diversas instituciones,
entre ellas, la teoría
de las elites.
Del lado de la Antropología, el interés
por las profesiones es mucho más reciente y está en
la intersección entre el interés por la
antropología industrial (Esteva 1973, Roca 1998) y el
estudio del trabajo y las "culturas del trabajo" (Moreno 1991,
Palenzuela 1995), cuyos antecedentes encontramos en corrientes
contemporáneas tanto italiana como francesa de
antropología. En ambos casos existe una atención
especial por ahondar en los aspectos simbólicos e
identitarios.
El reciente interés por las profesiones llega en
un momento en que se están empezando a vislumbrar cambios
socioeconómicos que repercuten profundamente sobre la
naturaleza del trabajo, y que inciden especialmente sobre las
profesiones más recientes. De un lado, aumenta la demanda
individual de profesionales en prácticamente todas las
facetas de la vida social, ya no estrictamente laboral, y para
trabajos que están totalmente lejos del modelo de
profesión liberal como pueden ser muchos oficios. Creo que
se podría afirmar que estamos ante una extensión de
la "ideología del profesionalismo". Pero, de
otro lado, también es perceptible una disminución
del poder y del prestigio ante la sociedad de las profesiones
concretas. Sobre todas las profesiones ha emergido un principio
de desconfianza, desde médicos a abogados, pasando por
políticos o policías. "El creciente número
de personas que ocupan puestos profesionales, directivos y de
administración está relacionado con
la importancia de las grandes organizaciones en las sociedades
modernas […] y también tiene que ver con el
número cada vez mayor de trabajadores que absorbe el
sector
público", señala al respecto Giddens (1991:
335).
Diríamos que nos encontramos ante una
situación un tanto paradójica. Nuestra sociedad
demanda profesionalidad hasta en los ámbitos más
comunes o más insospechados, pero desconfía de las
profesiones. Ser un profesional no basta para ser garantía
de profesionalidad. El mismo contenido que se asigna a la
profesionalidad está cambiando. Junto a la vieja idea de
"capacitación cognitiva", y la demanda
común de eficiencia en el
resultado, la profesionalidad no resulta fácil de
perfilar, dada la extensión de que es objeto, excediendo
incluso el ámbito de la actividad laboral, en el que
anteriormente se concentraba. Lo mismo puede usarse para
referirse a una persona que a un
servicio. Lo
que Martín Fernández (1992: 206) señala para
el caso de la policía, quizá puede extenderse a
más profesiones. El uso del término "profesional"
atraviesa un momento de ambigüedad. Las demandas de
profesionalidad no son socialmente homogéneas, sino que
están sujetas a posiciones ideológicas y a valores
personales que conviene desentrañar.
Como acabamos de señalar el interés desde
las ciencias
sociales por las profesiones es reciente. Los análisis
sociológicos sobre las profesiones comenzaron
fijándose en profesiones tradicionales como es el caso de
médicos, farmacéuticos abogados, arquitectos e
ingenieros, que representan la esencia de la profesión
liberal. Recientemente, otras profesiones y profesionales como
tales han sido objeto de análisis: policías,
deportistas, sociólogos, trabajadores sociales, relaciones
públicas, entre otros. Sin embargo, la de
informático sigue sin despertar el interés de los
sociólogos u otros investigadores sociales. Quizá
el hecho de ser todavía una profesión en ciernes
disuade a muchos de adentrarse en ella. Creemos que éste
es un hecho que no debería alejar el interés, sino
incluso alentarlo. El hecho de ser una profesión que se
está formando nos puede iluminar sobre aspectos
dinámicos de los procesos de profesionalización,
algunos de los cuales luego pueden pasar
desapercibidos.
La profesión de informático aparece en un
momento clave de transformación de las sociedades
contemporáneas, el decenio de 1970, cuando el ordenador
comienza a extenderse en el mundo de la empresa y
la
administración. Las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación han operado cambios
profundos en prácticamente todas las facetas del mundo del
trabajo, la profesionalización incluida. Podemos decir que
la profesión de informático es producto, por
partida doble, de ese mundo. Unas tecnologías que
reorganizan toda la estructura
ocupacional, incidiendo profundamente sobre el mercado de
trabajo y que, al mismo tiempo que crean nichos en su seno que
podrán las bases para el surgimiento de la
profesión. Es plausible prever que el ejercicio de las
profesiones y con ello la idea de profesionalidad se va a ver
afectada por tales cambios sociales. De modo especial, las nuevas
profesiones son las más vulnerables ante ellos. Asimismo,
es factible pensar que estos nuevos profesionales, los
informáticos como también el resto, tendrán
como referente valorativo y social el modelo profesional
anterior, frente al cual valorarán su estatus y sus
expectativas.
En este sentido, es interesante fijarse en cómo
los nuevos profesionales tratan de crear organizaciones,
identidades, símbolos, códigos
deontológicos y, sobre todo, de delimitar y perfilar un
campo para el ejercicio profesional que se percibe confuso,
selvático, permanente asediado y transgredido por otros
agentes externos e internos. Con respecto a ello es interesante
ver cómo se percibe esa indefinición y qué
estrategias
adoptan para hacer frente a ella.
Todo ello en un contexto que determina un nuevo modelo
de profesionalización en el cual ya no es posible alcanzar
las cotas de poder, prestigio y monopolio
alcanzadas por las profesiones clásicas, pero que en modo
alguno rebaja las exigencias competenciales y cognitivas. Esta
falta de logro social, junto a esta disonancia es a veces
percibida como un "fracaso", que es explicado por los propios
agentes en clave interna y puesto en relación con la
naturaleza de la profesión o, a veces también, a la
falta de un espíritu colectivo por parte de sus miembros.
Para nosotros tiene una lectura y una
explicación externa. Pensamos que esta situación no
es en absoluto exclusiva de la informática, sino que
sería extensible, en principio, a todas las llamadas
"nuevas profesiones" y en parte a las viejas, afectadas, en mayor
o menor medida, de la legitimidad de momentos anteriores, mas no
de nivel de exigencia. En ese contexto no es menos interesante
estudiar cómo se ha ido generizando la profesión en
sus pocos años de existencia, un proceso, por supuesto
inacabado y a cuya evolución convendría estar atento,
tema que empezaremos a tratar en el apartado siguiente, cuando
hablemos de las diferentes generaciones de profesionales de la
informática.
La denominación "informática" para
referirse al ámbito temático que nos ocupa y,
derivada de ella, "informático", para hablar de sus
estudiantes, trabajadores y profesionales no son términos
de uso generalizado en todos los países. En el
ámbito anglosajón, pero también en América
Latina, se usa antes el de "computador"
(computer) El término "informática", que fue
adoptado en Francia en el
año 1962, es un neologismo que proviene de la
contracción de las primeras y las últimas
sílabas, respectivamente, de las palabras
"información" y "automática". En España se
reconoció de manera oficial en 1968 al crearse en Madrid el
Instituto de Informática (Llansana 1976).
El término se acuñó con el fin de
referirse al tratamiento automático de la
información. Dicho tratamiento conlleva las tareas de
almacenamiento o
memoria, cálculo, control y comunicación aplicadas
a actividades o procesos concretos. A la máquina que
realiza todo ello, en castellano se la
denomina "ordenador" o computadora,
del inglés
"computer", uno de cuyos sentidos es el de calcular. Esto se debe
a que uno de los principales objetivos que
se perseguía al crear los primeros los ordenadores era
agilizar y facilitar las operaciones de cálculo
matemático. De hecho la concepción que se
tenía de tales máquinas
en tales momentos era la de "máquinas calculadoras",
aunque luego ese objetivo
inicial se ha trascendido
Los informáticos (en inglés "computer
scientists") serían, pues, las personas que se encargan de
que las máquinas, es decir, los ordenadores lleguen a
hacer las tareas para que se les programe y, claro está,
el propio programa.
Éste no es más que un conjunto de instrucciones
escritas en un lenguaje
específico con el que la máquina puede realizar
determinadas operaciones automáticamente. No en vano la
imagen más difundida y popular del informático es
la de la persona que realiza tales programas.
Realmente, los informáticos hacen muchas otras tareas, y
ni ésta es la principal ni la más generalizada; ni
siquiera la mejor considerada ni económica ni
profesionalmente.
La diversidad terminológica puede ser un
inconveniente inicial a superar. En el mundo anglosajón, y
concretamente en Estados Unidos,
el país de donde proviene esta innovación
tecnológica es otra la terminología imperante.
Los estudios de informática reciben allí la
denominación de "computer science" y los profesionales, en
concordancia con esto, son "computer scientists". Esta
ambigüedad entre ciencia y
tecnología es uno de los muchos elementos que contra
una definición y acotación de la profesión.
Creemos que deriva de la incorporación de una actividad,
artefactos y cuerpo de conocimientos que vienen de fuera a
estructura académico-profesional y a una sociedad
distinta. En Estados Unidos, donde la imbricación entre
investigación básica e innovación tecnológica es muy
grande, el apellido "scientists" (científico) no conlleva
un gran problema de identidades. En España, en cambio,
sí lo hay. Aquí podemos encontrar un conflicto
entre lo ingenieril y lo científico que se ha reflejado
sobre todo en la denominación de los estudios y en la
consiguiente identidad profesional de los titulados
universitarios, la cual incide sobre la perspectiva de la
generización que estamos tratando. Tengamos presente que
la opción tecnológica tanto las carreras
universitarias como en los estudios de Formación
Profesional es una preferencia eminentemente masculina, y que
está próxima al 80 por ciento.
En marzo de 1976 se aprueba oficialmente la
creación de las Facultades de Informática de
Madrid, primero, y unos meses después de Barcelona y San
Sebastián, quedando incorporadas a las mismas el Instituto
de Informática de Madrid y al Centro de Informática
de San Sebastián. En junio se crean los planes de estudio.
Y en el curso 1978-1979 echa a andar la primera promoción. Habían pasado tan solo
diez años desde que se dieron los primeros pasos en la
institucionalización de dichos estudios en
España.
Los primeros ordenadores se instalan a finales de la
década de los cincuenta. Se citan RENFE y General
Eléctrica Española como las dos primeras empresas que
introdujeron los ordenadores en España en 1959. El inicio
del crecimiento de la informática en España
empezará a producirse en la segunda mitad de los sesenta.
La instalación de equipos va en progresivo aumento por
parte de empresas y la administración
pública. Empiezan a surgir entonces numerosas
academias privadas para cubrir una creciente demanda. Esta
demanda social se vería satisfecha en 1969 con la
creación, por parte del INI, del Instituto de
Informática, por así decirlo, el primer centro
oficial de enseñanza de esta materia. Junto
con la creación de dicho instituto, se creó
también el título de informático, así
como también los requisitos que debían cumplir para
acceder a él.
Cuando en 1969 el Gobierno crea el
Instituto de Informática, que dependía del
Ministerio de Educación y Ciencia,
ya existían diversos centros de enseñanza privados
impartiendo formación y también muchos trabajadores
en el sector. Esto creó una serie de problemas en torno a
la convalidación y homologación de títulos
que desembocaría en el año 1972 cuando, con los
criterios de convalidación establecidos, muchos de los
profesionales que estaban en activo quedaron excluidos por
carecer de una titulación superior. En 1970 se suma el
Centro de Informática de San Sebastián. Ese
año el Instituto de Informática de Madrid contaba
con 1.300 alumnos que fueron 2.200 al año siguiente (AAVV
1981a). Los primeros centros oficiales donde se empezó a
impartir informática fueron el Instituto de
Informática de Madrid, el Departamento de
Informática de la Universidad
Autónoma de Barcelona y el Centro de Informática de
San Sebastián.
Cuando en España se establecen los planes de
estudios universitarios, los estudios medios, de
tres cursos de duración, lo hacen como Diplomatura y los
superiores, de cinco cursos, como Licenciatura. Sin embargo, casi
desde el establecimiento de tales denominaciones, si no antes,
existe dentro del colectivo una insatisfacción hacia
estas. La demanda era ser "ingenieros", lo cual se consigue en la
tercera modificación de los planes de estudios en el
año 1996 (en 1993, para los Ingenieros Técnicos).
Desde esos momentos, lo que antes era una Diplomatura pasa a ser
una Ingeniería Técnica, mientras que la
Licenciatura pasa ser una Ingeniería Superior. En las
posteriores reformas de los planes de estudios las denominaciones
van cambiando para referirse, bien a los actores, "ingeniero",
bien al cuerpo de conocimientos, "ingeniería",
alternándose también las preposiciones "en" y "de"
tras el sustantivo y antes del adjetivo "informático" o
"informática". Desconocemos las razones de tales
variaciones.
Se ha tendido a presentar la anterior
reivindicación, la de ser ingenieros, como una demanda
lógica
y de sentido común. Lo técnico es lo propio de los
ingenieros. Aunque en principio parece que la demanda
tenía mucho que ver con el hecho de firmar proyectos, no
debemos menospreciar el prestigio simbólico que tiene la
denominación "ingeniero", frente a la de "licenciado",
propia de las titulaciones científicas y
humanísticas.
Este elemento de apropiación simbólica del
prestigio salta a la vista si comparamos la nomenclatura
española con la estadounidense. Como ya hemos
señalado, en Estados Unidos, el país del predominio
tecnológico, a los informáticos reciben la
denominación de "científicos", antes que
"técnicos". Con esto no queremos entrar en la
cuestión de si es mejor una denominación que otra,
sino más bien apuntar la idea de que las identificaciones
están asociadas a motivos de índole social y
simbólica, más que ser fenómenos de
índole esencial.
En el ámbito de la Formación Profesional
no parece haber habido tanta indefinición y
búsqueda de una identidad, seguramente por formar parte de
las escalas inferiores de la profesión, ellos son los
"técnicos". Se trataba de formar trabajadores con una alta
componente práctica, básicamente operadores con
conocimientos suficientes de programación. En este nivel de estudios no
se da el alejamiento entre la formación y la práctica
profesional que se da en los niveles universitarios, producto
de la existencia de un gran número de asignaturas de
contenido teórico o sin ninguna aplicación a la
realidad laboral. De hecho, nos encontraremos con estudiantes
que, insatisfechos con la formación universitaria por la
razón que estamos mencionando, y sintiéndose
incapaces de superarla, abandonan tales estudios y comienzan los
de Formación Profesional.
La categoría
"informático" y sus categorías
profesionales
Como ya hemos visto y sostenido, mantenemos en este
trabajo que las dificultades de la definición de la
informática como profesión no son sólo
internas a la actividad o una mera contingencia temporal.
Pensamos que mucho tiene que ver con un cambio en lo que podemos
llamar modelo de profesionalización. Esto no obsta para
dejar de plantear una lucha por la definición,
delimitación y clarificación
profesionales.
De entrada nos encontramos con que la expresión
"informático" se usa con independencia
del nivel de estudios o titulación. Pensemos, por ejemplo,
en el ámbito sanitario, donde tanto las categorías
como las especialidades tienen una correspondencia con los
estudios oficiales. En el ámbito que nos ocupa, el
término "informático" se aplica a quien trabaja en
él, con independencia de la titulación que tenga. E
incluso aunque no la tenga. No está unívocamente
ligado a titulación requerida para su ejercicio, aunque
cada vez más sea así. A ello se añade que
mientras en otras ramas, existe una denominación propia,
según el nivel de titulación, aquí las
denominaciones ingeniero informático o ingeniero
técnico, apenas son usadas. Así, aunque dentro de
la profesión se ha intentado definir esto haciendo
corresponder las categorías profesionales con un nivel de
estudio, que en realidad no se cumple.
Con relación a esa indefinición de la
profesión de informático hemos detectado tres
fuentes de
indefinición. La primera deriva del ejercicio de alguna
faceta de la profesión de personas que no han cursado los
estudios específicos de informática, en cualquiera
de sus niveles. Sin embargo, no es ésta una
situación homogénea, ya que podemos hablar de
profesionales que mantienen una relación profesional con
la informática muy dispar. En este caso, podemos
distinguir tres grupos de
personas. En primer lugar, estarían aquéllos que
ejercen o han ejercido activamente de informáticos y que
se han formado por su cuenta. Este es el caso de los pioneros en
el sector. Sus edades están por encima de los cuarenta,
generalmente, en la cincuentena. En segundo lugar, personas que
provienen de otras titulaciones: generalmente matemáticas, física,
electrónica. En tercer lugar, se hallan otros
profesionales que realizan tareas que se superponen en muchas
ocasiones con las realizadas por los informáticos y cuyos
límites
resultan difíciles de establecer, si es que los hay. Sobre
todo, éste es el caso de los ingenieros de telecomunicaciones y de los ingenieros
industriales.
La segunda tiene que ver con la diversidad de
posibilidades de acceder a una capacitación técnica
en el campo de la informática. Empezando por las
enseñanzas no regladas y terminando en las regladas y
oficiales, o en los cursos de las empresas informáticas. Y
dentro de las oficiales, el abanico va desde los ciclos
formativos de grado superior a los estudios universitarios, con
dos grados, el medio y el superior. Esto es, los de
Ingeniería Técnica, con dos titulaciones y los de
Ingeniería Superior. Y si finalmente las administraciones
educativas se deciden a ofertar también un ciclo formativo
de nivel medio, habrá una instancia de formación
más.
Para todos ellos se suele emplear la denominación
"informático", sin más especificaciones. Lo mismo
que para las distintas categorías profesionales, que es
nuestra una tercera fuente de indefinición y
confusión. Un factor adicional de heterogeneidad viene
derivado del momento en que los agentes entraron en los estudios
o directamente en la práctica profesional.
Tres generaciones de
informáticos
Los trabajadores o profesionales de la
Informática no constituyen un grupo
homogéneo. Efectivamente ninguno no lo es. Está
claro que la clase, el
sexo, la edad, la ideología política o la
formación, entre otros, son variables a tener en cuenta en
toda profesión. Sin embargo, debido a los avatares que han
rodeado su implantación en nuestra sociedad cabe ver
alrededor de la variable "edad" tres perfiles muy diferenciados
que tenderán a difuminarse y cambiar con el tiempo, pero
que ahora son todavía muy patentes.
Si atendemos al contexto y a los elementos que han
influido en la decisión de estudiar o ejercer de
Informático, dentro del mundo de los profesionales de la
Informática se distinguen muy claramente tres
generaciones. En cada una de ellas los motivos, las expectativas,
los itinerarios son muy diferentes a las de los otros, a pesar de
que estamos hablando de poco más de tres décadas.
Estos, según el caso, pueden facilitar o dificultar la
elección de las mujeres a la hora de elegir dicha
profesión o estudios.
La primera generación de informáticos
está formada por todos aquéllos que empezaron a
trabajar en el sector antes de que la enseñanza de dicha
técnica se oficializara. Para nuestro país,
hablamos, pues, de las décadas de los sesenta y setenta.
La aprobación oficial de planes y centros universitarios
se produce en la segunda mitad de esta última
década y los primeros egresados saldrán en el
año 1979. Serán los primeros Diplomados en
Informática.
Sobre el número de trabajadores
informáticos que podría componer esta primera
generación, en su mayoría varones, se han hecho
varias estimaciones, pero no resulta fácil tener un dato
fiable. La falta de un título con reconocimiento oficial,
de una formación específica, en muchos casos, y,
además, los cambios experimentados en las tareas
informáticas en estos casi cuarenta años complican
los cálculos. Más bien nos debemos llevar por
referencias indirectas como el número de estudiantes en
academias de informática o las personas que solicitaron la
homologación o convalidaciones, cuestión a la que
ya hemos aludido. Luis Arroyo (2000) da una cifra de treinta mil
para principios de la
década de los setenta, cuando se produce el fallido,
según él, proceso de convalidaciones. Para finales
de la década de los setenta algunos elevan de
informáticos a cien mil.
Con relación a esta primera generación, se
habla muchas veces de una generación de autodidactas,
puesto que todavía no existían formalmente los
estudios. Muchos de ellos, en un tercio, se estima,
carecían de titulación superior alguna. Pensemos,
no obstante, que el acceso a la universidad era todavía
minoritario. Y también que durante todo este periodo
muchos de ellos asistieron a academias privadas o se formaron en
sus propias empresas, generalmente a través de cursillos
organizados por éstas e impartidos por las empresas
contratadas para instalar los equipos. Algunos también con
la práctica diaria.
Entre los titulados que ejercieron en el sector, muchos
provenían de las ciencias exactas, físicas,
ingeniería
industrial, ingeniería de telecomunicaciones y algunos
de ciencias económicas o titulaciones relacionadas. Muchos
de estos profesionales ejercen hoy funciones de gestión
y dirección de proyectos
informáticos.
Las razones de este tipo de reclutamiento
inicial son fáciles de intuir, pero es más complejo
de lo que en principio pueda parecer. La imagen del ordenador,
por aquel entonces es la de una potente calculadora, de una
máquina científica, totalmente alejada de la actual
en la que es prácticamente un electrodoméstico o
una herramienta ofimática. Así, no es de
extrañar que matemáticos, físicos e
ingenieros la consideraran un apéndice fundamental en la
prolongación de sus tareas. También, por aquel
entonces, se está empezando a asentar la idea de
herramienta estratégica en el mundo empresarial, de
ahí el interés de algunos peritos mercantiles por
la materia.
Tomando esos actores como principales candidatos a
ocupar los primeros puestos de informático, habría
que ver ahora de un modo más particular las razones o
motivos que les llevaron a unos a la informática. La idea
de "aventura", "reto", "futuro", "novedad". Es la imagen del
"pionero", una imagen más manejable y aceptable para los
varones, muy especialmente en aquel contexto, en el que la
mujer,
además, tenía el handicap de no tener demasiadas
oportunidades en la incorporación al mundo del
trabajo.
Muchos de esos "pioneros" vieron el campo como una
oportunidad de cambio o incluso de promoción personal y
laboral. Sin embargo, en muchos casos los protagonistas no lo
eligieron por ellos mismos o lo eligieron porque las alternativas
no eran muchas. Por ejemplo, en cuanto a salidas profesionales,
los estudiantes de ciencias lo tenían peor y la
informática fue una salida durante bastantes años
para muchos de ellos. "Por ahí se coló mucha
gente", afirma uno de los sujetos entrevistados.
En muchos otros casos, fueron las propias empresas las
que decidieron quiénes pasaban a ocuparse de las tareas
informáticas. Normalmente eran elegidos entre quienes
realizaban funciones
administrativas y ocupan los últimos puestos en el
escalafón o acababan de entrar en las empresas. Esta
obligatoriedad es más patente en algunas empresas que en
otras, como es el caso de las que se dedicaban a material de
oficina como
máquinas de escribir y calculadoras. Dado que este se ha
ido sustituyendo progresivamente por el ordenador, los
profesionales de este sector no han tenido más remedio que
acomodarse a la nueva coyuntura, una situación que muchos
no han acabado de aceptar.
Pero las condiciones de ejercicio de la profesión
para esta generación no sólo dependen de las
condiciones formativas y de entrada en el mundo de la
informática. Utilizando lo que Castells señala,
siguiendo los estudios de Zuboff y Dy, con relación a la
automatización del trabajo de oficina,
podemos hablar de que en esta fase "los ordenadores
mainframe se utilizaron para el procesamiento de
datos en series; los especialistas en informática,
centralizados en los centros de procesamiento de datos, formaron
la base de un sistema que se caracterizó por la rigidez y
el control jerárquico: las operaciones de inclusión
de datos requerían unos esfuerzos cuantiosos, ya que
la meta del
sistema era la acumulación de grandes cantidades de
información en una memoria central" (Castells 1997:
275).
La idea era, pues, la de tener un sólo ordenar,
un ordenador grande, en el "centro de cálculo" que
satisfacía todas las necesidades y donde se hacía
todo el trabajo. Eran los usuarios los que acudían
allí con su trabajo para que fuera procesado. El desarrollo de
los microprocesadores
a finales de los sesenta, y que se materializó primero en
los miniordenadores y luego en los microcomputadores
facilitó otras estructuraciones. Ya no hacían falta
ordenadores tan grandes, sino que se podía recurrir a
varios de ellos y conectarlos entre sí. La
filosofía posterior fue la de llevar los ordenadores
adonde estuviera la necesidad o hicieran falta en lugar de tener
que ir los usuarios o clientes a los
viejos centros de cálculo. Esto nos llevaría a otro
contexto, el de la segunda y tercera generación de
profesionales.
La segunda generación la podemos situar en la
década de los ochenta. Son los primeros profesionales de
la informática que pasan por el cauce de recibir una
formación, bien universitaria, bien profesional
específica. Es difícil establecer una
temporalización que valga para todos. Pero podría
ir desde principios de la década de los ochenta en la que
surgen los primeros titulados universitarios hasta el final de
esa década. A partir de entonces deberíamos hablar
de una tercera generación.
Los profesionales de esta segunda generación
tienen unos referentes de socialización muy distintos a los de sus
predecesores, salvo quizá los que se formaron en los
últimos tiempos en el Instituto de Informática de
Madrid. Su entrada en el mundo de la profesión se hace
vía la academia. Es cierto que esta circunstancia la
comparte con los profesionales de la última
generación. Sin embargo, hay un hecho que consideramos
significativo y que marca la
diferencia entre ambas. Nos hallamos ante una generación,
la segunda, que creció y se educó
prácticamente sin ningún contacto con el ordenador.
Es decir, sin el ordenador como referente. Son muchos los
estudiantes de ésta que afirman que se sentaron, por
primera vez, delante de un ordenador cuando tuvieron que realizar
las prácticas de las asignaturas de los primeros cursos
universitarios o de formación profesional. Como dicen
algunos de ellos, no habían visto un ordenador, salvo en
las películas. Todavía, ni en hogares ni en los
centros educativos de primaria o secundaria, había
ordenadores, salvo muy pocas excepciones.
Es a principios de la década de los ochenta
cuando empezaron a aparecer en el mercado los primeros
ordenadores personales. Por ejemplo, los Amstrad o los Spectrum
de la firma Commodore, que terminaron sirviendo en la
mayoría de casos para los juegos de los
adolescentes.
Los minicomputadores y las mainframes estaban fuera del
alcance de los individuos, sino de muchas empresas y aún
eran muy caros y aparatosos. Aun así muchas de
éstas, con gran esfuerzo económico, adquirieron
unos equipos cuyas prestaciones y
futuro hoy debería ser valorado de manera objetiva. Esta
va a ser una primera referencia para los estudiantes de esta
generación; en este caso varones en su inmensa
mayoría. La otra referencia va a ser las academias
privadas de informática.
En muchas academias de informática
proliferó la enseñanza de determinados lenguajes de
programación, como por ejemplo el Basic, como
sinónimo de "estudios de informática", un lenguaje
que estaba ya desterrado en la formación universitaria.
Estos primeros contactos con ordenadores o sustitutos de ellos
encaminaron a muchos jóvenes hacia tales estudios. Junto a
ello, el contexto socioeconómico va a ser un factor
importante a tener en cuenta.
Durante los años ochenta de finales del XX, en
España las cifras de paro aumentan
de modo espectacular. A finales de la década llegan a
sobrepasar los dos millones. En esa época se generaliza el
acceso de las clases medias a los estudios universitarios. Ante
ese panorama muchos jóvenes optan por una elección
de carácter bastante pragmático: una
titulación técnica. El prestigio social de muchas
de estas titulaciones, unido a unas buenas expectativas laborales
hará que aumenten espectacularmente las matriculaciones en
tales carreras. En el caso de la informática, carente
aún de prestigio social y sin estar asimilada
todavía a una ingeniería, es ligeramente diferente.
Se estudia esta carrera como medio para no ir a engrosar las
listas del paro. O es una elección negativa: se estudia
informática porque se elimina el resto de opciones. Aunque
es difícil hablar de vocación en una
generación como ésta, sí que encontramos en
las encuestas que
muchos jóvenes estudiantes hablan de ella (cfr. AAVV
1981a). Quizá podríamos hablar de "vocación
imaginada", aunque en el fondo todas lo sean. Seguramente la
diferencia reside en la cantidad de datos e información
que se tienen sobre la profesión elegida, muy escasos para
esta generación intermedia, en la cual habrá un
considerablemente aumento de mujeres, no explicable sólo
por la llegada masiva de estudiantes a la universidad. Lo
pragmático predominará sobre lo "vocacional", sobre
todo porque nos hallamos en un momento en el que apenas hay
referentes para construir esa vocación. En muchos casos se
trata de huir del paro. Ese será uno de los motivos de la
afluencia de mujeres en los estudios de informática en los
años ochenta.
La situación es diferente en la última
generación. A partir de finales de los ochenta, los
ordenadores personales empiezan a formar parte del paisaje
doméstico, laboral y educativo, una situación que
se vería acentuada con la expansión de Internet. Éstos son
profesionales que ya han crecido en contacto con el ordenador
desde muy niños.
Estaríamos hablando de principios de los noventa hasta la
actualidad. Esta temprana relación incide en la
construcción de la vocación y de la elección
de los estudios. La difusión de la imagen del "hacker"
adolescente, capaz de penetrar en los sistemas
informáticos de las más altas instituciones
militares y estatales, también incidirá a la hora
de trazar unos itinerarios. Generalmente se empezará con
los videojuegos y
terminará con la titulación, bien universitaria,
bien de formación profesional. Todo ello va a actuar como
elementos en la construcción de la imagen de
informático y de la vocación, lo cual estaba lejos
de los intereses y de las actitudes de
muchas mujeres, que van a tener en ese momento dificultades para
tomar sus decisiones basándose en la llamada
vocacional.
Con la generalización de los microordenadores, el
trabajo informático va a estar muy mediatizado por
éstos. La informática, por así decirlo,
empieza a salir del mundo de los informáticos en el
sentido de que los ordenadores se convierten en la herramienta
del trabajo de administración y gestión,
desplazando a máquinas de calcular, escribir y, en cierta
medida complementando al correo, teléfonos y faxes,
así como a sistemas de impresión. Este proceso
comenzará, primero, con su instalación en las
distintas instancias administrativas, educativas o empresariales.
Continuará después con la formación y
actualización del personal encargado de su uso, esto es,
de los usuarios. En tercer lugar, llegará la
resolución de problemas e incidencias relacionadas con el
uso de los equipos y programas. La interconexión de los
ordenadores será otra de las importantes novedades de esta
última década. Ahora los sistemas están
integrados y funcionan en red con múltiples
microordenadores que interactúan entre sí y con los
mainframes. La dimensión comunicativa que ha introducido
dicha interconexión, ejemplificada en Internet,
está ejerciendo un efecto reequilibrador. Son las
posibilidades y herramientas
comunicativas las que más atraen al género
femenino, cuyos efectos habrá que empezar a valorar en
estos momentos.
Como ya hemos visto, la de informático es una
profesión predominante masculina; una generización
que, en lugar de disminuir, en parte esta se ha acentuado con el
tiempo. En nuestro trabajo empírico, que es el resultado
de una toma inicial de contacto, y no un estudio extensivo sobre
el campo –aunque no creemos que la realidad diste demasiado
de lo que con ella hemos encontrado– podemos constatar esa
generización en varios niveles y
ámbitos.
De entrada es muy visible en el diferente acceso a los
estudios como también en las preferencias que dentro de
las posibles opciones existen dentro de los estudios en los
diferentes niveles escolares, desde la Secundaria a la
Universidad, pasando por la Formación Profesional. En
segundo lugar, y aunque no tenemos datos empíricos,
también se refleja en el diferente número de
trabajadores y trabajadoras en el sector. E igual ocurre entre
los enseñantes. Pero, dado que ese hecho es común a
muchas otras profesiones, de lo que se trataría en tal
caso es el tener datos comparativos.
Asimismo, dentro del mundo laboral, la
generización es también bastante visible en la
asignación de puestos y tareas, según sexo.
Alrededor de ello ha surgido una ideología no totalmente
encubierta, y bastante aceptada por trabajadores y trabajadoras,
sobre la diferente capacitación técnica de unos y
otras, la cual sin embargo, no se justifica o explica por las
competencias
cognitivas y conocimientos, sino a través de una serie de
creencias, intereses, actitudes, usos, diferenciales,
según hombres y mujeres; niños y
niñas.
Dicha generización habría que verla en el
contexto de las disciplinas y profesiones técnicas.
Se ha constatado que las disciplinas tecnológicas atraen a
más varones que mujeres. Si tenemos presentes unos datos
globales aproximados, es estos últimos años la
razón de mujeres que estudian las distintas
ingenierías más Arquitectura
Técnica y Superior es de 1 a 4 del total de alumnos. En
las carreras científicas los porcentajes están
más parejos, oscilando alrededor del 40 por ciento. Y en
las de ciencias sociales y humanidades el número de
mujeres está algunos pocos puntos por encima del de
hombres. Sólo alguna ingeniería, hay igual o mayor
número de mujeres que de hombres, pero ello no
desmentiría esta división, sino que la
confirmaría. Tomando como ejemplo las estadísticas de la Universidad
Politécnica de Valencia de los años 2002, se pueden
observar que hay casos como es el de Arquitectura en donde el
número global de mujeres matriculadas está muy
cerca del de los hombres. Y finalmente están los casos
especiales de los estudios de Ingeniero Agrónomo,
Ingeniero Químico o Ingeniero en Organización Industrial donde el
número de mujeres matriculadas está por encima del
de hombres. Ello supone que los porcentajes en ingenierías
industriales, telecomunicaciones o informática, entre
otras, el número de mujeres, frente al de hombres puede
bajar del 20 por ciento.
Ciñéndonos ahora a la informática
y, aunque sólo hemos podido recoger datos
estadísticos diversos sobre los porcentajes de
matriculación, sí se puede percibir una claro sesgo
masculino en el sector, así como también
variaciones significativas a lo largo de estos últimos
treinta años. Podemos ver claras diferencias en los
alumnos y alumnas que se matriculan en Informática, si
atendemos a las tres generaciones antes aludidas.
Aunque no tenemos datos sobre el número de
matriculados ni sobre el número de profesionales en la
primera época, en una encuesta
realizada por la revista
Novática en el año 1979, más del 90
por ciento de los profesionales que respondían eran
hombres. Exactamente un 90,4 por ciento, un 8,9 por ciento son
mujeres y un 0,5 por ciento no contesta. Dicho datos deben
tomarse solo con carácter orientativo. Pero creemos que
reflejaría bastante fielmente la distribución inicial de profesionales de la
informática. (Los datos están recogidos en los
cuadros que aparecen más abajo).
Los datos anteriores pueden ser comparados con los datos
de los alumnos matriculados en primeros cursos de
informática en la segunda época o generación
en la Universidad Politécnica de Madrid. El dato medio de
las alumnas matriculadas entre los años 1978 a 1981, esto
es, cuatro cursos académicos, y desde primero a quinto, es
del 22, 3 por ciento para el Plan del
Instituto de Informática y del 22,4 por ciento para el
Plan de la Facultad.
Según los datos del INE, para toda España,
en los tres cursos que van de 1987 a 1990, y sólo en
primer curso, la media de mujeres matriculadas es del 29, 9 por
ciento para la Licenciatura de Informática y del 27,3 por
ciento para la Diplomatura en Informática. Un porcentaje
alto, comparado con los momentos iniciales, pero también
con la situación habida posteriormente.
Sin ser muestras representativas a nivel nacional, si
nos fijamos en las estadísticas que nos ofrecen las dos
universidades valencianas para los últimos cursos, nos
damos cuenta que se ha producido un gran descenso en el
número de matriculaciones de mujeres. Es más si lo
comparamos con el resto de carreras técnicas advertimos
que la informática está entre las más
masculinizadas, sorprendentemente por delante de
ingenierías como telecomunicaciones e industriales. Y lo
mismo sucede en la Universidad de Valencia. Los datos se recogen
en el cuadro que incluimos un poco más
adelante.
En el caso de los datos de matrícula de la
Universitat de València, observamos que en el curso
1997-98, en ingeniería informática hay matriculados
un 82 por ciento de hombres y un 18 por ciento de mujeres. Dicha
ingeniería es la más masculinizada, junto con
Ingeniería Electrónica e Ingeniería de
Telecomunicaciones que sólo la superan en un punto, un 83
por ciento. Si comparamos esos datos con las carreras más
feminizadas, que son Pedagogía y Psicopedagogía, vemos
que ambas están en el 86 por ciento de mujeres.
Teniendo presente la diversa procedencia de los datos,
su heterogeneidad, no consideramos que puedan extraerse
conclusiones válidas. Sin embargo, pensamos que son
orientativos y que reflejan muy de cerca la realidad, aun
faltando la pertinente comprobación.
Globalmente, los datos nos ofrecen un tipo de
profesión eminentemente masculina. Su carácter
técnico, vinculado a la máquina, aunque no
estrictamente mecánico parece atraer más a los
hombres. Eso se comprueba también en aquellas
ingenierías (incluida la Arquitectura) en las que
predomina el sexo femenino como es la
organización industrial o la agronomía. El
escaso número de mujeres entre los informáticos de
la primera época o generación, además,
estaría muy vinculado a la todavía escasa presencia
de mujeres en el mercado de trabajo. Por eso, el incremento
posterior de mujeres en el mundo de la informática
sería explicable por la doble incorporación de la
mujer a los estudios superiores y al mercado de trabajo. Muchas
mujeres entrevistas
justifican su decisión de estudiar informática de
modo bastante pragmático. Muchas entraron desconociendo el
mundo de la informática, atraídas por las
oportunidades en el mercado laboral, sobre todo en un momento en
el que las cifras de desempleados no cesaban de aumentar. Los
varones justifican más su elección apelando a la
vocación y el interés. Sin embargo, no podemos
decir que en aquel momento la informática como
ocupación profesional tuviese una amplia imagen
pública y que ésta estuviese bien perfilada. Para
todos ellos era una profesión con futuro.
Lo que faltaría explicar es el posterior descenso
del número de mujeres entrada la década de los 90.
Creemos que una posible causa tendría que ver con la
introducción en los hogares de los
ordenadores y de los usos que en ella se le ha dado. Hasta ese
momento el ordenador no está especialmente masculinizado o
feminizado, aunque, como máquina que es, predomine una
concepción androcéntrica. La llegada al hogar lo va
a convertir en un juguete propio de los niños antes que de
las niñas. Los videojuegos han sido una manera de poner en
contacto a los niños varones con el ordenador y de
socializarlos con éste (cfr. Levy 1984, Turkle 1995 y
Kidder 1981). La generación de los ochenta estaba mucho
más abierta en este sentido. Es la época de
máximo ingreso de mujeres en las Escuelas Técnicas
y Facultades. Parte de las que ahora están en las
Ingenierías superiores provienen de esa segunda
generación de la que ya hemos hablado.
Aunque no tenemos datos, los sujetos entrevistados nos
confirman que dentro de los estudios hay una clara
diferenciación entre las diferentes especialidades.
Así, por ejemplo, en la Formación Profesional, los
varones son mayoritarios en la especialidad Administración
de Sistemas Informáticos (ASI). Mas equilibrada
están las elecciones en Desarrollo de Aplicaciones
Informáticas (DAI). E igual ocurre en el ámbito
universitario entre las clásicas Informática de
Sistemas e Informática de Gestión, respectivamente.
A grandes rasgos, podríamos decir que una tiene que ver
más con la máquina, el hardware y la otra con las
aplicaciones y el software.
Esta diferenciación sexual no termina en los
estudios, sino que se prolonga está presente en el
trabajo. En el ámbito laboral se puede constatar una
marcada división sexual en los puestos de trabajos y en
las tareas asignadas. Hay tareas de las que se ocupan
mayoritariamente los hombres como las de reparación,
sistemas, seguridad,
mientras que los cometidos de relación y atención a
usuarios y de docencia son
preferentemente asignadas a las mujeres. En relación con
esto suele ocurrirles a muchas mujeres, cuando van a realizar una
asistencia técnica, reparación o instalación
que les pregunten si ellas "son el técnico". En el caso de
los hombres se da por descontado que son el técnico cuando
este se presenta para realizar su trabajo. En esa pregunta hay un
implícito cuestionamiento de la competencia o
capacitación de las mujeres para el desempeño de sus tareas.
Aunque no le hemos hecho, se podría seguir
ahondando en esta diferenciación de género en las
jerarquías profesionales, la cual sería producto de
lo que acabamos de señalar, más del resto de causas
que explican la dificultad de promoción y ascenso
profesional de las mujeres en sus respectivos campos.
Finalmente, es también perceptible diferencias en
actitud,
interés, usos y tiempos por parte de hombres y mujeres. Si
se han constatado a nivel cotidiano entre los usuarios atendiendo
a la edad y el sexo, también las encontramos dentro de los
estudiantes y profesionales. Las conversaciones que los hombres
mantienen en el ámbito laboral, sobre todo las de
carácter informal, pueden llegar a estar monopolizadas por
cuestiones informáticas de todo tipo (componentes,
programas, precios,
etc.), en especial los equipos. Como lo expresa alguna de las
entrevistadas, además, los hombres son muy dados a contar
sus heroicidades. En el caso de las mujeres, y en el
ámbito laboral, sus conversaciones técnicas sobre
informática suelen limitarse a los contextos formales,
siendo poco frecuente que en la conversación informal se
mantengan largas conversaciones sobre los ordenadores y la
informática. Según nos señalan en las
situaciones informales, en todo caso hablan de
problemáticas laborales y de relaciones
humanas dentro del trabajo. Además, es muy
difícil que prologuen las temáticas
informáticas fuera del ámbito laboral, cosa que no
es infrecuente en el caso de los hombres.
Las actitudes e intereses son muy distintas. Normalmente
los hombres se interesan más por cuestiones
cuantificables. Por ejemplo, la potencia de un
equipo, la velocidad de
un procesador, la
velocidad de transmisión de un módem, la capacidad
de memoria, el número de versión de un producto o
la versión de un producto. Les interesa mucho estar
siempre la última versión instalada. Las mujeres
tienen un interés más general y adoptan una actitud
que mira más por la función. Es decir, si sirve
para el fin que se prentende.
Nos hemos encontrado en esta toma de contacto con el
mundo de la informática con un hecho que nos ha
sorprendido su excesiva masculinización. Este hecho se
hallaría en consonancia con la estereotipación de
determinadas profesiones, así como en general de la
tecnología. Esta es ha sido vista tradicionalmente como
una cuestión de hombres. Sin embargo, contrasta con el
hecho de que se produce en una profesión muy reciente, en
un contexto tendente a reducir las discriminaciones en materia de
género y, además, en basada en una máquina
cuya principal característica no es la fuerza, que es
lo propio de las máquinas industriales del siglo XIX y XX,
metafóricamente asociadas a lo masculino. En todo caso,
también se podría apelar, en el caso del ordenador,
a otro de los estereotipos del varón: el predominio del
razonamiento lógico-abstracto; fenómeno que
sí ha existido.
Sin embargo, si nos atenemos a la breve historia de la
informática como estudios y como profesión se
constata, al menos en la sociedad española, que ha
existido una preferencia por remarcar más vertiente
ingenieril o tecnológica que la científica.
Reivindicación a la que también se han sumado las
mujeres informáticas. En cualquier caso, ninguna de las
dos opciones ofrecía una imagen feminizada de la
profesión. Por debajo de ello lo que estaba en juego era una
cuestión de prestigio en el sistema de profesiones, lo
cual para ellas constituía un mecanismo de
promoción laboral y social.
En el camino, sin embargo, ha existido un momento de
bastante indefinición en lo que a la generización
respecta. Tras las momentos iniciales, donde la mayor parte de
profesionales eran varones, con su institucionalización
académica, se llegó a una situación
relativamente abierta, que se fue cerrando al aplicarle a la
profesión y a la máquina, el ordenador, los
estereotipos y roles preexistentes en la sociedad del momento.
Unos estereotipos y unos roles que estaban empezando a ser
cuestionados, pero que han llegado justo a tiempo
para poder ser todavía interiorizados y perpetuados en
esta nueva profesión.
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Este artículo es obra
original de Javier Gómez Ferri y su
publicación inicial procede del II Congreso Online del
Observatorio para la CiberSociedad: http://www.cibersociedad.net/congres2004/index_es.html"
Javier Gómez Ferri