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La profesión de informátic@.


    Abstract

    La de Informático es una profesión muy
    reciente. En poco más de tres décadas, sus
    profesionales han tratado de conseguir un estatus, un
    reconocimiento social y una definición de la
    profesión; en suma, encontrar su lugar en el sistema de
    profesiones. En este breve tiempo se ha
    forjado una imagen de la
    profesión o una "cultura del
    trabajo", la
    del informático. Uno de los elementos que destaca de
    éstas es su clara estereotipación. En diversos
    aspectos, la de informático es una profesión
    masculinizada; demasiado, si atendemos tanto al momento y
    contexto social en que se instaura; o a la máquina que la
    sustenta, el ordenador. A partir de una investigación de
    índole socioantropológica sobre dicha
    profesión se analiza la construcción y la percepción
    de las diferencias de género
    dentro de aquella. En su caso, la informática constituye un ejemplo de
    asimilación o interiorización tardía de
    roles y estereotipo de género adscritos en general a la
    tecnología.

    Palabras clave:

    • desigualdad/exclusión
    • estudios ciencia-tecnología-sociedad
    • género
    • identidad
    • sociedad de la información

    Tecnología,
    género y
    sociedad del
    conocimiento

    No hace falta insistir mucho en los profundos efectos
    que en general están teniendo las nuevas de
    tecnologías de la información y la
    comunicación. La sociedad española no es una
    excepción. A nivel global, desde hace más de tres
    décadas se viene insistiendo en la aparición de una
    nueva sociedad; a veces de una nueva era. En la última
    década términos como "sociedad de la
    información" o "sociedad del conocimiento",
    por un lado, y "globalización" por el otro, no sólo
    forman parte del discurso de
    las ciencias
    sociales y humanas, sino que también están en
    boca de una amplia parte de la sociedad.

    En ambos casos se es consciente del papel que juegan las
    nuevas
    tecnologías de la información y la comunicación en tales estructuraciones y
    reestructuraciones sociales. En ámbitos concretos, el
    laboral o el
    productivo son seguramente aquellos en los que los efectos son
    más visibles, aunque no por ello más patentes.
    Así, en torno a la
    Informática han surgido nuevas profesiones, pero
    también nuevas relaciones y organizaciones
    laborales. Sobre todo ello existe un sinnúmero de
    trabajos, que, sin embargo, no son tan numerosos cuando el
    análisis se ciñe al tema del
    género. Pero sin duda los hay, como un poco más
    adelante señalaremos.

    Resulta llamativo el hecho de que aunque mucho se ha
    dicho y tratado sobre la revolución
    provocada por las tecnologías de la información y
    la comunicación, casi nada se haya escrito sobre los y las
    profesionales de ese sector. Hay bastante literatura sobre sus
    creadores e inventores, los usuarios, así como
    también sobre los trabajadores y trabajadoras en general,
    pero poco sobre aquellos y aquellas, en especial sobre las
    divisorias de género que se tejen alrededor del ordenador
    en el ejercicio profesional.

    La informática es una profesión vinculada
    al tratamiento automático de la información y, con
    ello, a la máquina que realiza tales operaciones: el
    ordenador. Éste es una máquina electrónica que procesa información
    con funciones de
    memoria,
    cálculo, comunicación y control. Y cuando
    decimos ordenador no se ha de pensar sólo en los
    asimilados a la imagen más convencional, los ordenadores
    domésticos o los propios de la ofimática.
    Como profesión, en España,
    sus orígenes pueden situarse a finales de los sesenta,
    pero los rasgos que actualmente la configuran debemos buscarlos
    en la década de los ochenta, entre lo que podemos
    considerar la "segunda generación" de informáticos.
    Aquellos que comenzaron sus estudios cuando estos ya estaban
    formalmente institucionalizados, y los ordenadores apenas
    formaban parte de los electrodomésticos de los hogares
    españoles, ni siquiera como instrumento lúdico de
    ocio y entretenimiento.

    La de informático está considerada una de
    las "nuevas profesiones". En la mayoría de ellas debemos
    hablar de un "contexto de profesionalización" muy diferente del de
    las profesiones liberales clásicas. La informática
    es agente y producto de la
    sociedad del conocimiento, aunque no por ello ocupen sus
    profesionales un lugar privilegiado, como le sucede en general a
    las "nuevas profesiones", la mayoría de naturaleza
    técnica, los cuales aspiran al reconocimiento social y
    salarial de las profesiones liberales clásicas.

    Desde hace aproximadamente tres décadas el
    sistema de género/sexo ha
    recibido una atención bastante pormenorizada, sobre todo
    por parte de lo que se conoce como "Estudios de género" o
    también "Estudios sobre la Mujer". Los
    ámbitos científico y tecnológico no han sido
    una excepción. En el segundo de estos dos, el de la
    tecnología, que es el que aquí nos concierne, los
    dos núcleos de análisis han sido las
    tecnologías reproductivas, y las tecnologías de la
    comunicación y la información. Sobre éste
    ámbito, el tratamiento es amplio y puede ir desde
    reflexiones de tipo teórico (Haraway 1991), de
    amplísima repercusión, a los muy numerosos estudios
    sobre la incidencia de las nuevas tecnologías,
    concretamente de la microelectrónica, sobre el trabajo de
    las mujeres. Los trabajos de Cynthia Cockburn (1985, 1992), son
    representativos de ello y han abierto una línea de
    análisis (cfr. Salanova et al. 2000). No obstante,
    entre uno y otro caso, caben otro tipo de análisis que han
    contemplado el género con relación a las nuevas
    tecnologías. Las tecnologías en el ámbito
    doméstico (Cowan 1983, Wajcman 1991); en los estudios
    técnicos y científicos (Alemany 1992, Pérez
    Sedeño 2003); sobre las relaciones e identidades de
    género en las interacciones on-line (Turkle 1995,
    Kramarae, Danet 1998); o de modo creciente la identidad y la
    sociabilidad femenina en la Red en sus vertientes
    académica y activista.

    De algún modo, en estos análisis de la
    relación esencial entre tecnología y género,
    podemos encontrarnos con una dualidad que subyace a la
    mayoría de ellos: opresión, por un lado,
    liberación por el otro. Bien la tecnología es
    opresora de las mujeres y mantenedora de roles y estatus, y en
    general de una estructuración social, lo cual lleva a
    pensar en una tecnología inherentemente sexista, o bien la
    tecnología puede servir, en manos de las mujeres para
    cambiar las instancias anteriores, creando una mayor igualdad de
    oportunidades o ampliando la voz a las mujeres, subrayando en
    este caso su carácter meramente instrumental.

    Esta dicotomía se hace ligeramente más
    compleja cuando en lugar de atribuir tales potencias a la
    tecnología misma, se la pone en función
    del sistema social en que aquella se inserta, lo cual abre la
    puerta al hecho de que de las mismas tecnologías pueden
    hacerse diferentes interpretaciones simbólicas. Desde la
    Antropología, por ejemplo, se ha mostrado
    la naturaleza cultural de estas interpretaciones con
    relación a muchos fenómenos sociales. La
    tecnología es uno de ellos. De ahí que nuestro
    interés
    sea en la construcción y la percepción de las
    diferencias sexuales dentro de la profesión de
    informático y de esa máquina que es el ordenador.
    Es cierto pues que, universalmente, la tecnología sirve
    para marcar diferencias. La tecnología es un lugar de
    codificación de diferencias sociales y
    culturales. Sin embargo, si miramos esas diferencias de cerca nos
    damos cuenta de que son muy particulares y variables.
    Desde una perspectiva transcultural podremos llevarnos la
    impresión de que la tecnología, la máquina,
    según algunos, es una cosa de hombres. La técnica,
    más de mujeres. Una mirada atenta nos hará ver que
    no siempre de los mismos hombres ni tampoco las mismas
    tecnologías. Este índice de relatividad ha de
    orientarnos hacia una comprensión de los procesos de
    construcción, evitando tentaciones esencialistas, bien
    recaigan en el género, bien en la
    tecnología.

    El estudio sociológico
    de las profesiones

    Aunque el de la profesionalización sea un
    proceso
    característico del siglo XX, no ha despertado la
    atención de los investigadores sociales hasta
    prácticamente después de la segunda guerra
    mundial. Quizá ha sido la idea de un supuesto origen
    gremial, de tintes premodernos, así como la perspectiva
    dualista de estudio del trabajo en las sociedades
    industriales, tendente a diferenciar procesos y problemas, los
    que han contribuido a que las cuestiones sobre las profesiones
    liberales y la profesionalización fueran desatendidos. Es
    cierto, por un lado, que las nuevas profesiones intentan
    parecerse a sus predecesoras históricas, con claras
    raíces en los gremios medievales, pero su contexto es muy
    otro: "la creciente división de trabajo en la sociedad
    industrial" (Martín-Moreno y Miguel 1982: 155).

    Si seguimos el esbozo que realizan Rodríguez y
    Guillén (1992), en el ámbito de la sociología podemos considerar los estudios
    de la llamada escuela
    Definitoria de los británicos Carr-Saunders y Wilson como
    los pioneros en el estudio de las profesiones. Tras la segunda guerra
    mundial, destacan primero los trabajos de la escuela
    Evolutiva, de filiación funcionalista, y después,
    en las décadas de los 60 y 70 los de la Escuela
    Revisionista. Como derivación de ella surge, desde
    perspectivas muy distintas, un interés por las relaciones
    entre el poder y
    el
    conocimiento de la profesionalidad y sus ramificaciones en
    diversas instituciones,
    entre ellas, la teoría
    de las elites.

    Del lado de la Antropología, el interés
    por las profesiones es mucho más reciente y está en
    la intersección entre el interés por la
    antropología industrial (Esteva 1973, Roca 1998) y el
    estudio del trabajo y las "culturas del trabajo" (Moreno 1991,
    Palenzuela 1995), cuyos antecedentes encontramos en corrientes
    contemporáneas tanto italiana como francesa de
    antropología. En ambos casos existe una atención
    especial por ahondar en los aspectos simbólicos e
    identitarios.

    El reciente interés por las profesiones llega en
    un momento en que se están empezando a vislumbrar cambios
    socioeconómicos que repercuten profundamente sobre la
    naturaleza del trabajo, y que inciden especialmente sobre las
    profesiones más recientes. De un lado, aumenta la demanda
    individual de profesionales en prácticamente todas las
    facetas de la vida social, ya no estrictamente laboral, y para
    trabajos que están totalmente lejos del modelo de
    profesión liberal como pueden ser muchos oficios. Creo que
    se podría afirmar que estamos ante una extensión de
    la "ideología del profesionalismo". Pero, de
    otro lado, también es perceptible una disminución
    del poder y del prestigio ante la sociedad de las profesiones
    concretas. Sobre todas las profesiones ha emergido un principio
    de desconfianza, desde médicos a abogados, pasando por
    políticos o policías. "El creciente número
    de personas que ocupan puestos profesionales, directivos y de
    administración está relacionado con
    la importancia de las grandes organizaciones en las sociedades
    modernas […] y también tiene que ver con el
    número cada vez mayor de trabajadores que absorbe el
    sector
    público", señala al respecto Giddens (1991:
    335).

    Diríamos que nos encontramos ante una
    situación un tanto paradójica. Nuestra sociedad
    demanda profesionalidad hasta en los ámbitos más
    comunes o más insospechados, pero desconfía de las
    profesiones. Ser un profesional no basta para ser garantía
    de profesionalidad. El mismo contenido que se asigna a la
    profesionalidad está cambiando. Junto a la vieja idea de
    "capacitación cognitiva", y la demanda
    común de eficiencia en el
    resultado, la profesionalidad no resulta fácil de
    perfilar, dada la extensión de que es objeto, excediendo
    incluso el ámbito de la actividad laboral, en el que
    anteriormente se concentraba. Lo mismo puede usarse para
    referirse a una persona que a un
    servicio. Lo
    que Martín Fernández (1992: 206) señala para
    el caso de la policía, quizá puede extenderse a
    más profesiones. El uso del término "profesional"
    atraviesa un momento de ambigüedad. Las demandas de
    profesionalidad no son socialmente homogéneas, sino que
    están sujetas a posiciones ideológicas y a valores
    personales que conviene desentrañar.

    La profesión de
    informático

    Como acabamos de señalar el interés desde
    las ciencias
    sociales por las profesiones es reciente. Los análisis
    sociológicos sobre las profesiones comenzaron
    fijándose en profesiones tradicionales como es el caso de
    médicos, farmacéuticos abogados, arquitectos e
    ingenieros, que representan la esencia de la profesión
    liberal. Recientemente, otras profesiones y profesionales como
    tales han sido objeto de análisis: policías,
    deportistas, sociólogos, trabajadores sociales, relaciones
    públicas, entre otros. Sin embargo, la de
    informático sigue sin despertar el interés de los
    sociólogos u otros investigadores sociales. Quizá
    el hecho de ser todavía una profesión en ciernes
    disuade a muchos de adentrarse en ella. Creemos que éste
    es un hecho que no debería alejar el interés, sino
    incluso alentarlo. El hecho de ser una profesión que se
    está formando nos puede iluminar sobre aspectos
    dinámicos de los procesos de profesionalización,
    algunos de los cuales luego pueden pasar
    desapercibidos.

    La profesión de informático aparece en un
    momento clave de transformación de las sociedades
    contemporáneas, el decenio de 1970, cuando el ordenador
    comienza a extenderse en el mundo de la empresa y
    la
    administración. Las nuevas tecnologías de la
    información y la comunicación han operado cambios
    profundos en prácticamente todas las facetas del mundo del
    trabajo, la profesionalización incluida. Podemos decir que
    la profesión de informático es producto, por
    partida doble, de ese mundo. Unas tecnologías que
    reorganizan toda la estructura
    ocupacional, incidiendo profundamente sobre el mercado de
    trabajo y que, al mismo tiempo que crean nichos en su seno que
    podrán las bases para el surgimiento de la
    profesión. Es plausible prever que el ejercicio de las
    profesiones y con ello la idea de profesionalidad se va a ver
    afectada por tales cambios sociales. De modo especial, las nuevas
    profesiones son las más vulnerables ante ellos. Asimismo,
    es factible pensar que estos nuevos profesionales, los
    informáticos como también el resto, tendrán
    como referente valorativo y social el modelo profesional
    anterior, frente al cual valorarán su estatus y sus
    expectativas.

    En este sentido, es interesante fijarse en cómo
    los nuevos profesionales tratan de crear organizaciones,
    identidades, símbolos, códigos
    deontológicos y, sobre todo, de delimitar y perfilar un
    campo para el ejercicio profesional que se percibe confuso,
    selvático, permanente asediado y transgredido por otros
    agentes externos e internos. Con respecto a ello es interesante
    ver cómo se percibe esa indefinición y qué
    estrategias
    adoptan para hacer frente a ella.

    Todo ello en un contexto que determina un nuevo modelo
    de profesionalización en el cual ya no es posible alcanzar
    las cotas de poder, prestigio y monopolio
    alcanzadas por las profesiones clásicas, pero que en modo
    alguno rebaja las exigencias competenciales y cognitivas. Esta
    falta de logro social, junto a esta disonancia es a veces
    percibida como un "fracaso", que es explicado por los propios
    agentes en clave interna y puesto en relación con la
    naturaleza de la profesión o, a veces también, a la
    falta de un espíritu colectivo por parte de sus miembros.
    Para nosotros tiene una lectura y una
    explicación externa. Pensamos que esta situación no
    es en absoluto exclusiva de la informática, sino que
    sería extensible, en principio, a todas las llamadas
    "nuevas profesiones" y en parte a las viejas, afectadas, en mayor
    o menor medida, de la legitimidad de momentos anteriores, mas no
    de nivel de exigencia. En ese contexto no es menos interesante
    estudiar cómo se ha ido generizando la profesión en
    sus pocos años de existencia, un proceso, por supuesto
    inacabado y a cuya evolución convendría estar atento,
    tema que empezaremos a tratar en el apartado siguiente, cuando
    hablemos de las diferentes generaciones de profesionales de la
    informática.

    La denominación "informática" para
    referirse al ámbito temático que nos ocupa y,
    derivada de ella, "informático", para hablar de sus
    estudiantes, trabajadores y profesionales no son términos
    de uso generalizado en todos los países. En el
    ámbito anglosajón, pero también en América
    Latina, se usa antes el de "computador"
    (computer) El término "informática", que fue
    adoptado en Francia en el
    año 1962, es un neologismo que proviene de la
    contracción de las primeras y las últimas
    sílabas, respectivamente, de las palabras
    "información" y "automática". En España se
    reconoció de manera oficial en 1968 al crearse en Madrid el
    Instituto de Informática (Llansana 1976).

    El término se acuñó con el fin de
    referirse al tratamiento automático de la
    información. Dicho tratamiento conlleva las tareas de
    almacenamiento o
    memoria, cálculo, control y comunicación aplicadas
    a actividades o procesos concretos. A la máquina que
    realiza todo ello, en castellano se la
    denomina "ordenador" o computadora,
    del inglés
    "computer", uno de cuyos sentidos es el de calcular. Esto se debe
    a que uno de los principales objetivos que
    se perseguía al crear los primeros los ordenadores era
    agilizar y facilitar las operaciones de cálculo
    matemático. De hecho la concepción que se
    tenía de tales máquinas
    en tales momentos era la de "máquinas calculadoras",
    aunque luego ese objetivo
    inicial se ha trascendido

    Los informáticos (en inglés "computer
    scientists") serían, pues, las personas que se encargan de
    que las máquinas, es decir, los ordenadores lleguen a
    hacer las tareas para que se les programe y, claro está,
    el propio programa.
    Éste no es más que un conjunto de instrucciones
    escritas en un lenguaje
    específico con el que la máquina puede realizar
    determinadas operaciones automáticamente. No en vano la
    imagen más difundida y popular del informático es
    la de la persona que realiza tales programas.
    Realmente, los informáticos hacen muchas otras tareas, y
    ni ésta es la principal ni la más generalizada; ni
    siquiera la mejor considerada ni económica ni
    profesionalmente.

    La diversidad terminológica puede ser un
    inconveniente inicial a superar. En el mundo anglosajón, y
    concretamente en Estados Unidos,
    el país de donde proviene esta innovación
    tecnológica es otra la terminología imperante.
    Los estudios de informática reciben allí la
    denominación de "computer science" y los profesionales, en
    concordancia con esto, son "computer scientists". Esta
    ambigüedad entre ciencia y
    tecnología es uno de los muchos elementos que contra
    una definición y acotación de la profesión.
    Creemos que deriva de la incorporación de una actividad,
    artefactos y cuerpo de conocimientos que vienen de fuera a
    estructura académico-profesional y a una sociedad
    distinta. En Estados Unidos, donde la imbricación entre
    investigación básica e innovación tecnológica es muy
    grande, el apellido "scientists" (científico) no conlleva
    un gran problema de identidades. En España, en cambio,
    sí lo hay. Aquí podemos encontrar un conflicto
    entre lo ingenieril y lo científico que se ha reflejado
    sobre todo en la denominación de los estudios y en la
    consiguiente identidad profesional de los titulados
    universitarios, la cual incide sobre la perspectiva de la
    generización que estamos tratando. Tengamos presente que
    la opción tecnológica tanto las carreras
    universitarias como en los estudios de Formación
    Profesional es una preferencia eminentemente masculina, y que
    está próxima al 80 por ciento.

    En marzo de 1976 se aprueba oficialmente la
    creación de las Facultades de Informática de
    Madrid, primero, y unos meses después de Barcelona y San
    Sebastián, quedando incorporadas a las mismas el Instituto
    de Informática de Madrid y al Centro de Informática
    de San Sebastián. En junio se crean los planes de estudio.
    Y en el curso 1978-1979 echa a andar la primera promoción. Habían pasado tan solo
    diez años desde que se dieron los primeros pasos en la
    institucionalización de dichos estudios en
    España.

    Los primeros ordenadores se instalan a finales de la
    década de los cincuenta. Se citan RENFE y General
    Eléctrica Española como las dos primeras empresas que
    introdujeron los ordenadores en España en 1959. El inicio
    del crecimiento de la informática en España
    empezará a producirse en la segunda mitad de los sesenta.
    La instalación de equipos va en progresivo aumento por
    parte de empresas y la administración
    pública. Empiezan a surgir entonces numerosas
    academias privadas para cubrir una creciente demanda. Esta
    demanda social se vería satisfecha en 1969 con la
    creación, por parte del INI, del Instituto de
    Informática, por así decirlo, el primer centro
    oficial de enseñanza de esta materia. Junto
    con la creación de dicho instituto, se creó
    también el título de informático, así
    como también los requisitos que debían cumplir para
    acceder a él.

    Cuando en 1969 el Gobierno crea el
    Instituto de Informática, que dependía del
    Ministerio de Educación y Ciencia,
    ya existían diversos centros de enseñanza privados
    impartiendo formación y también muchos trabajadores
    en el sector. Esto creó una serie de problemas en torno a
    la convalidación y homologación de títulos
    que desembocaría en el año 1972 cuando, con los
    criterios de convalidación establecidos, muchos de los
    profesionales que estaban en activo quedaron excluidos por
    carecer de una titulación superior. En 1970 se suma el
    Centro de Informática de San Sebastián. Ese
    año el Instituto de Informática de Madrid contaba
    con 1.300 alumnos que fueron 2.200 al año siguiente (AAVV
    1981a). Los primeros centros oficiales donde se empezó a
    impartir informática fueron el Instituto de
    Informática de Madrid, el Departamento de
    Informática de la Universidad
    Autónoma de Barcelona y el Centro de Informática de
    San Sebastián.

    Cuando en España se establecen los planes de
    estudios universitarios, los estudios medios, de
    tres cursos de duración, lo hacen como Diplomatura y los
    superiores, de cinco cursos, como Licenciatura. Sin embargo, casi
    desde el establecimiento de tales denominaciones, si no antes,
    existe dentro del colectivo una insatisfacción hacia
    estas. La demanda era ser "ingenieros", lo cual se consigue en la
    tercera modificación de los planes de estudios en el
    año 1996 (en 1993, para los Ingenieros Técnicos).
    Desde esos momentos, lo que antes era una Diplomatura pasa a ser
    una Ingeniería Técnica, mientras que la
    Licenciatura pasa ser una Ingeniería Superior. En las
    posteriores reformas de los planes de estudios las denominaciones
    van cambiando para referirse, bien a los actores, "ingeniero",
    bien al cuerpo de conocimientos, "ingeniería",
    alternándose también las preposiciones "en" y "de"
    tras el sustantivo y antes del adjetivo "informático" o
    "informática". Desconocemos las razones de tales
    variaciones.

    Se ha tendido a presentar la anterior
    reivindicación, la de ser ingenieros, como una demanda
    lógica
    y de sentido común. Lo técnico es lo propio de los
    ingenieros. Aunque en principio parece que la demanda
    tenía mucho que ver con el hecho de firmar proyectos, no
    debemos menospreciar el prestigio simbólico que tiene la
    denominación "ingeniero", frente a la de "licenciado",
    propia de las titulaciones científicas y
    humanísticas.

    Este elemento de apropiación simbólica del
    prestigio salta a la vista si comparamos la nomenclatura
    española con la estadounidense. Como ya hemos
    señalado, en Estados Unidos, el país del predominio
    tecnológico, a los informáticos reciben la
    denominación de "científicos", antes que
    "técnicos". Con esto no queremos entrar en la
    cuestión de si es mejor una denominación que otra,
    sino más bien apuntar la idea de que las identificaciones
    están asociadas a motivos de índole social y
    simbólica, más que ser fenómenos de
    índole esencial.

    En el ámbito de la Formación Profesional
    no parece haber habido tanta indefinición y
    búsqueda de una identidad, seguramente por formar parte de
    las escalas inferiores de la profesión, ellos son los
    "técnicos". Se trataba de formar trabajadores con una alta
    componente práctica, básicamente operadores con
    conocimientos suficientes de programación. En este nivel de estudios no
    se da el alejamiento entre la formación y la práctica
    profesional que se da en los niveles universitarios, producto
    de la existencia de un gran número de asignaturas de
    contenido teórico o sin ninguna aplicación a la
    realidad laboral. De hecho, nos encontraremos con estudiantes
    que, insatisfechos con la formación universitaria por la
    razón que estamos mencionando, y sintiéndose
    incapaces de superarla, abandonan tales estudios y comienzan los
    de Formación Profesional.

    La categoría
    "informático" y sus categorías
    profesionales

    Como ya hemos visto y sostenido, mantenemos en este
    trabajo que las dificultades de la definición de la
    informática como profesión no son sólo
    internas a la actividad o una mera contingencia temporal.
    Pensamos que mucho tiene que ver con un cambio en lo que podemos
    llamar modelo de profesionalización. Esto no obsta para
    dejar de plantear una lucha por la definición,
    delimitación y clarificación
    profesionales.

    De entrada nos encontramos con que la expresión
    "informático" se usa con independencia
    del nivel de estudios o titulación. Pensemos, por ejemplo,
    en el ámbito sanitario, donde tanto las categorías
    como las especialidades tienen una correspondencia con los
    estudios oficiales. En el ámbito que nos ocupa, el
    término "informático" se aplica a quien trabaja en
    él, con independencia de la titulación que tenga. E
    incluso aunque no la tenga. No está unívocamente
    ligado a titulación requerida para su ejercicio, aunque
    cada vez más sea así. A ello se añade que
    mientras en otras ramas, existe una denominación propia,
    según el nivel de titulación, aquí las
    denominaciones ingeniero informático o ingeniero
    técnico, apenas son usadas. Así, aunque dentro de
    la profesión se ha intentado definir esto haciendo
    corresponder las categorías profesionales con un nivel de
    estudio, que en realidad no se cumple.

    Con relación a esa indefinición de la
    profesión de informático hemos detectado tres
    fuentes de
    indefinición. La primera deriva del ejercicio de alguna
    faceta de la profesión de personas que no han cursado los
    estudios específicos de informática, en cualquiera
    de sus niveles. Sin embargo, no es ésta una
    situación homogénea, ya que podemos hablar de
    profesionales que mantienen una relación profesional con
    la informática muy dispar. En este caso, podemos
    distinguir tres grupos de
    personas. En primer lugar, estarían aquéllos que
    ejercen o han ejercido activamente de informáticos y que
    se han formado por su cuenta. Este es el caso de los pioneros en
    el sector. Sus edades están por encima de los cuarenta,
    generalmente, en la cincuentena. En segundo lugar, personas que
    provienen de otras titulaciones: generalmente matemáticas, física,
    electrónica. En tercer lugar, se hallan otros
    profesionales que realizan tareas que se superponen en muchas
    ocasiones con las realizadas por los informáticos y cuyos
    límites
    resultan difíciles de establecer, si es que los hay. Sobre
    todo, éste es el caso de los ingenieros de telecomunicaciones y de los ingenieros
    industriales.

    La segunda tiene que ver con la diversidad de
    posibilidades de acceder a una capacitación técnica
    en el campo de la informática. Empezando por las
    enseñanzas no regladas y terminando en las regladas y
    oficiales, o en los cursos de las empresas informáticas. Y
    dentro de las oficiales, el abanico va desde los ciclos
    formativos de grado superior a los estudios universitarios, con
    dos grados, el medio y el superior. Esto es, los de
    Ingeniería Técnica, con dos titulaciones y los de
    Ingeniería Superior. Y si finalmente las administraciones
    educativas se deciden a ofertar también un ciclo formativo
    de nivel medio, habrá una instancia de formación
    más.

    Para todos ellos se suele emplear la denominación
    "informático", sin más especificaciones. Lo mismo
    que para las distintas categorías profesionales, que es
    nuestra una tercera fuente de indefinición y
    confusión. Un factor adicional de heterogeneidad viene
    derivado del momento en que los agentes entraron en los estudios
    o directamente en la práctica profesional.

    Tres generaciones de
    informáticos

    Los trabajadores o profesionales de la
    Informática no constituyen un grupo
    homogéneo. Efectivamente ninguno no lo es. Está
    claro que la clase, el
    sexo, la edad, la ideología política o la
    formación, entre otros, son variables a tener en cuenta en
    toda profesión. Sin embargo, debido a los avatares que han
    rodeado su implantación en nuestra sociedad cabe ver
    alrededor de la variable "edad" tres perfiles muy diferenciados
    que tenderán a difuminarse y cambiar con el tiempo, pero
    que ahora son todavía muy patentes.

    Si atendemos al contexto y a los elementos que han
    influido en la decisión de estudiar o ejercer de
    Informático, dentro del mundo de los profesionales de la
    Informática se distinguen muy claramente tres
    generaciones. En cada una de ellas los motivos, las expectativas,
    los itinerarios son muy diferentes a las de los otros, a pesar de
    que estamos hablando de poco más de tres décadas.
    Estos, según el caso, pueden facilitar o dificultar la
    elección de las mujeres a la hora de elegir dicha
    profesión o estudios.

    La primera generación de informáticos
    está formada por todos aquéllos que empezaron a
    trabajar en el sector antes de que la enseñanza de dicha
    técnica se oficializara. Para nuestro país,
    hablamos, pues, de las décadas de los sesenta y setenta.
    La aprobación oficial de planes y centros universitarios
    se produce en la segunda mitad de esta última
    década y los primeros egresados saldrán en el
    año 1979. Serán los primeros Diplomados en
    Informática.

    Sobre el número de trabajadores
    informáticos que podría componer esta primera
    generación, en su mayoría varones, se han hecho
    varias estimaciones, pero no resulta fácil tener un dato
    fiable. La falta de un título con reconocimiento oficial,
    de una formación específica, en muchos casos, y,
    además, los cambios experimentados en las tareas
    informáticas en estos casi cuarenta años complican
    los cálculos. Más bien nos debemos llevar por
    referencias indirectas como el número de estudiantes en
    academias de informática o las personas que solicitaron la
    homologación o convalidaciones, cuestión a la que
    ya hemos aludido. Luis Arroyo (2000) da una cifra de treinta mil
    para principios de la
    década de los setenta, cuando se produce el fallido,
    según él, proceso de convalidaciones. Para finales
    de la década de los setenta algunos elevan de
    informáticos a cien mil.

    Con relación a esta primera generación, se
    habla muchas veces de una generación de autodidactas,
    puesto que todavía no existían formalmente los
    estudios. Muchos de ellos, en un tercio, se estima,
    carecían de titulación superior alguna. Pensemos,
    no obstante, que el acceso a la universidad era todavía
    minoritario. Y también que durante todo este periodo
    muchos de ellos asistieron a academias privadas o se formaron en
    sus propias empresas, generalmente a través de cursillos
    organizados por éstas e impartidos por las empresas
    contratadas para instalar los equipos. Algunos también con
    la práctica diaria.

    Entre los titulados que ejercieron en el sector, muchos
    provenían de las ciencias exactas, físicas,
    ingeniería
    industrial, ingeniería de telecomunicaciones y algunos
    de ciencias económicas o titulaciones relacionadas. Muchos
    de estos profesionales ejercen hoy funciones de gestión
    y dirección de proyectos
    informáticos.

    Las razones de este tipo de reclutamiento
    inicial son fáciles de intuir, pero es más complejo
    de lo que en principio pueda parecer. La imagen del ordenador,
    por aquel entonces es la de una potente calculadora, de una
    máquina científica, totalmente alejada de la actual
    en la que es prácticamente un electrodoméstico o
    una herramienta ofimática. Así, no es de
    extrañar que matemáticos, físicos e
    ingenieros la consideraran un apéndice fundamental en la
    prolongación de sus tareas. También, por aquel
    entonces, se está empezando a asentar la idea de
    herramienta estratégica en el mundo empresarial, de
    ahí el interés de algunos peritos mercantiles por
    la materia.

    Tomando esos actores como principales candidatos a
    ocupar los primeros puestos de informático, habría
    que ver ahora de un modo más particular las razones o
    motivos que les llevaron a unos a la informática. La idea
    de "aventura", "reto", "futuro", "novedad". Es la imagen del
    "pionero", una imagen más manejable y aceptable para los
    varones, muy especialmente en aquel contexto, en el que la
    mujer,
    además, tenía el handicap de no tener demasiadas
    oportunidades en la incorporación al mundo del
    trabajo.

    Muchos de esos "pioneros" vieron el campo como una
    oportunidad de cambio o incluso de promoción personal y
    laboral. Sin embargo, en muchos casos los protagonistas no lo
    eligieron por ellos mismos o lo eligieron porque las alternativas
    no eran muchas. Por ejemplo, en cuanto a salidas profesionales,
    los estudiantes de ciencias lo tenían peor y la
    informática fue una salida durante bastantes años
    para muchos de ellos. "Por ahí se coló mucha
    gente", afirma uno de los sujetos entrevistados.

    En muchos otros casos, fueron las propias empresas las
    que decidieron quiénes pasaban a ocuparse de las tareas
    informáticas. Normalmente eran elegidos entre quienes
    realizaban funciones
    administrativas y ocupan los últimos puestos en el
    escalafón o acababan de entrar en las empresas. Esta
    obligatoriedad es más patente en algunas empresas que en
    otras, como es el caso de las que se dedicaban a material de
    oficina como
    máquinas de escribir y calculadoras. Dado que este se ha
    ido sustituyendo progresivamente por el ordenador, los
    profesionales de este sector no han tenido más remedio que
    acomodarse a la nueva coyuntura, una situación que muchos
    no han acabado de aceptar.

    Pero las condiciones de ejercicio de la profesión
    para esta generación no sólo dependen de las
    condiciones formativas y de entrada en el mundo de la
    informática. Utilizando lo que Castells señala,
    siguiendo los estudios de Zuboff y Dy, con relación a la
    automatización del trabajo de oficina,
    podemos hablar de que en esta fase "los ordenadores
    mainframe se utilizaron para el procesamiento de
    datos en series; los especialistas en informática,
    centralizados en los centros de procesamiento de datos, formaron
    la base de un sistema que se caracterizó por la rigidez y
    el control jerárquico: las operaciones de inclusión
    de datos requerían unos esfuerzos cuantiosos, ya que
    la meta del
    sistema era la acumulación de grandes cantidades de
    información en una memoria central" (Castells 1997:
    275).

    La idea era, pues, la de tener un sólo ordenar,
    un ordenador grande, en el "centro de cálculo" que
    satisfacía todas las necesidades y donde se hacía
    todo el trabajo. Eran los usuarios los que acudían
    allí con su trabajo para que fuera procesado. El desarrollo de
    los microprocesadores
    a finales de los sesenta, y que se materializó primero en
    los miniordenadores y luego en los microcomputadores
    facilitó otras estructuraciones. Ya no hacían falta
    ordenadores tan grandes, sino que se podía recurrir a
    varios de ellos y conectarlos entre sí. La
    filosofía posterior fue la de llevar los ordenadores
    adonde estuviera la necesidad o hicieran falta en lugar de tener
    que ir los usuarios o clientes a los
    viejos centros de cálculo. Esto nos llevaría a otro
    contexto, el de la segunda y tercera generación de
    profesionales.

    La segunda generación la podemos situar en la
    década de los ochenta. Son los primeros profesionales de
    la informática que pasan por el cauce de recibir una
    formación, bien universitaria, bien profesional
    específica. Es difícil establecer una
    temporalización que valga para todos. Pero podría
    ir desde principios de la década de los ochenta en la que
    surgen los primeros titulados universitarios hasta el final de
    esa década. A partir de entonces deberíamos hablar
    de una tercera generación.

    Los profesionales de esta segunda generación
    tienen unos referentes de socialización muy distintos a los de sus
    predecesores, salvo quizá los que se formaron en los
    últimos tiempos en el Instituto de Informática de
    Madrid. Su entrada en el mundo de la profesión se hace
    vía la academia. Es cierto que esta circunstancia la
    comparte con los profesionales de la última
    generación. Sin embargo, hay un hecho que consideramos
    significativo y que marca la
    diferencia entre ambas. Nos hallamos ante una generación,
    la segunda, que creció y se educó
    prácticamente sin ningún contacto con el ordenador.
    Es decir, sin el ordenador como referente. Son muchos los
    estudiantes de ésta que afirman que se sentaron, por
    primera vez, delante de un ordenador cuando tuvieron que realizar
    las prácticas de las asignaturas de los primeros cursos
    universitarios o de formación profesional. Como dicen
    algunos de ellos, no habían visto un ordenador, salvo en
    las películas. Todavía, ni en hogares ni en los
    centros educativos de primaria o secundaria, había
    ordenadores, salvo muy pocas excepciones.

    Es a principios de la década de los ochenta
    cuando empezaron a aparecer en el mercado los primeros
    ordenadores personales. Por ejemplo, los Amstrad o los Spectrum
    de la firma Commodore, que terminaron sirviendo en la
    mayoría de casos para los juegos de los
    adolescentes.
    Los minicomputadores y las mainframes estaban fuera del
    alcance de los individuos, sino de muchas empresas y aún
    eran muy caros y aparatosos. Aun así muchas de
    éstas, con gran esfuerzo económico, adquirieron
    unos equipos cuyas prestaciones y
    futuro hoy debería ser valorado de manera objetiva. Esta
    va a ser una primera referencia para los estudiantes de esta
    generación; en este caso varones en su inmensa
    mayoría. La otra referencia va a ser las academias
    privadas de informática.

    En muchas academias de informática
    proliferó la enseñanza de determinados lenguajes de
    programación, como por ejemplo el Basic, como
    sinónimo de "estudios de informática", un lenguaje
    que estaba ya desterrado en la formación universitaria.
    Estos primeros contactos con ordenadores o sustitutos de ellos
    encaminaron a muchos jóvenes hacia tales estudios. Junto a
    ello, el contexto socioeconómico va a ser un factor
    importante a tener en cuenta.

    Durante los años ochenta de finales del XX, en
    España las cifras de paro aumentan
    de modo espectacular. A finales de la década llegan a
    sobrepasar los dos millones. En esa época se generaliza el
    acceso de las clases medias a los estudios universitarios. Ante
    ese panorama muchos jóvenes optan por una elección
    de carácter bastante pragmático: una
    titulación técnica. El prestigio social de muchas
    de estas titulaciones, unido a unas buenas expectativas laborales
    hará que aumenten espectacularmente las matriculaciones en
    tales carreras. En el caso de la informática, carente
    aún de prestigio social y sin estar asimilada
    todavía a una ingeniería, es ligeramente diferente.
    Se estudia esta carrera como medio para no ir a engrosar las
    listas del paro. O es una elección negativa: se estudia
    informática porque se elimina el resto de opciones. Aunque
    es difícil hablar de vocación en una
    generación como ésta, sí que encontramos en
    las encuestas que
    muchos jóvenes estudiantes hablan de ella (cfr. AAVV
    1981a). Quizá podríamos hablar de "vocación
    imaginada", aunque en el fondo todas lo sean. Seguramente la
    diferencia reside en la cantidad de datos e información
    que se tienen sobre la profesión elegida, muy escasos para
    esta generación intermedia, en la cual habrá un
    considerablemente aumento de mujeres, no explicable sólo
    por la llegada masiva de estudiantes a la universidad. Lo
    pragmático predominará sobre lo "vocacional", sobre
    todo porque nos hallamos en un momento en el que apenas hay
    referentes para construir esa vocación. En muchos casos se
    trata de huir del paro. Ese será uno de los motivos de la
    afluencia de mujeres en los estudios de informática en los
    años ochenta.

    La situación es diferente en la última
    generación. A partir de finales de los ochenta, los
    ordenadores personales empiezan a formar parte del paisaje
    doméstico, laboral y educativo, una situación que
    se vería acentuada con la expansión de Internet. Éstos son
    profesionales que ya han crecido en contacto con el ordenador
    desde muy niños.
    Estaríamos hablando de principios de los noventa hasta la
    actualidad. Esta temprana relación incide en la
    construcción de la vocación y de la elección
    de los estudios. La difusión de la imagen del "hacker"
    adolescente, capaz de penetrar en los sistemas
    informáticos de las más altas instituciones
    militares y estatales, también incidirá a la hora
    de trazar unos itinerarios. Generalmente se empezará con
    los videojuegos y
    terminará con la titulación, bien universitaria,
    bien de formación profesional. Todo ello va a actuar como
    elementos en la construcción de la imagen de
    informático y de la vocación, lo cual estaba lejos
    de los intereses y de las actitudes de
    muchas mujeres, que van a tener en ese momento dificultades para
    tomar sus decisiones basándose en la llamada
    vocacional.

    Con la generalización de los microordenadores, el
    trabajo informático va a estar muy mediatizado por
    éstos. La informática, por así decirlo,
    empieza a salir del mundo de los informáticos en el
    sentido de que los ordenadores se convierten en la herramienta
    del trabajo de administración y gestión,
    desplazando a máquinas de calcular, escribir y, en cierta
    medida complementando al correo, teléfonos y faxes,
    así como a sistemas de impresión. Este proceso
    comenzará, primero, con su instalación en las
    distintas instancias administrativas, educativas o empresariales.
    Continuará después con la formación y
    actualización del personal encargado de su uso, esto es,
    de los usuarios. En tercer lugar, llegará la
    resolución de problemas e incidencias relacionadas con el
    uso de los equipos y programas. La interconexión de los
    ordenadores será otra de las importantes novedades de esta
    última década. Ahora los sistemas están
    integrados y funcionan en red con múltiples
    microordenadores que interactúan entre sí y con los
    mainframes. La dimensión comunicativa que ha introducido
    dicha interconexión, ejemplificada en Internet,
    está ejerciendo un efecto reequilibrador. Son las
    posibilidades y herramientas
    comunicativas las que más atraen al género
    femenino, cuyos efectos habrá que empezar a valorar en
    estos momentos.

    Informática e
    informáticas

    Como ya hemos visto, la de informático es una
    profesión predominante masculina; una generización
    que, en lugar de disminuir, en parte esta se ha acentuado con el
    tiempo. En nuestro trabajo empírico, que es el resultado
    de una toma inicial de contacto, y no un estudio extensivo sobre
    el campo –aunque no creemos que la realidad diste demasiado
    de lo que con ella hemos encontrado– podemos constatar esa
    generización en varios niveles y
    ámbitos.

    De entrada es muy visible en el diferente acceso a los
    estudios como también en las preferencias que dentro de
    las posibles opciones existen dentro de los estudios en los
    diferentes niveles escolares, desde la Secundaria a la
    Universidad, pasando por la Formación Profesional. En
    segundo lugar, y aunque no tenemos datos empíricos,
    también se refleja en el diferente número de
    trabajadores y trabajadoras en el sector. E igual ocurre entre
    los enseñantes. Pero, dado que ese hecho es común a
    muchas otras profesiones, de lo que se trataría en tal
    caso es el tener datos comparativos.

    Asimismo, dentro del mundo laboral, la
    generización es también bastante visible en la
    asignación de puestos y tareas, según sexo.
    Alrededor de ello ha surgido una ideología no totalmente
    encubierta, y bastante aceptada por trabajadores y trabajadoras,
    sobre la diferente capacitación técnica de unos y
    otras, la cual sin embargo, no se justifica o explica por las
    competencias
    cognitivas y conocimientos, sino a través de una serie de
    creencias, intereses, actitudes, usos, diferenciales,
    según hombres y mujeres; niños y
    niñas.

    Dicha generización habría que verla en el
    contexto de las disciplinas y profesiones técnicas.
    Se ha constatado que las disciplinas tecnológicas atraen a
    más varones que mujeres. Si tenemos presentes unos datos
    globales aproximados, es estos últimos años la
    razón de mujeres que estudian las distintas
    ingenierías más Arquitectura
    Técnica y Superior es de 1 a 4 del total de alumnos. En
    las carreras científicas los porcentajes están
    más parejos, oscilando alrededor del 40 por ciento. Y en
    las de ciencias sociales y humanidades el número de
    mujeres está algunos pocos puntos por encima del de
    hombres. Sólo alguna ingeniería, hay igual o mayor
    número de mujeres que de hombres, pero ello no
    desmentiría esta división, sino que la
    confirmaría. Tomando como ejemplo las estadísticas de la Universidad
    Politécnica de Valencia de los años 2002, se pueden
    observar que hay casos como es el de Arquitectura en donde el
    número global de mujeres matriculadas está muy
    cerca del de los hombres. Y finalmente están los casos
    especiales de los estudios de Ingeniero Agrónomo,
    Ingeniero Químico o Ingeniero en Organización Industrial donde el
    número de mujeres matriculadas está por encima del
    de hombres. Ello supone que los porcentajes en ingenierías
    industriales, telecomunicaciones o informática, entre
    otras, el número de mujeres, frente al de hombres puede
    bajar del 20 por ciento.

    Ciñéndonos ahora a la informática
    y, aunque sólo hemos podido recoger datos
    estadísticos diversos sobre los porcentajes de
    matriculación, sí se puede percibir una claro sesgo
    masculino en el sector, así como también
    variaciones significativas a lo largo de estos últimos
    treinta años. Podemos ver claras diferencias en los
    alumnos y alumnas que se matriculan en Informática, si
    atendemos a las tres generaciones antes aludidas.

    Aunque no tenemos datos sobre el número de
    matriculados ni sobre el número de profesionales en la
    primera época, en una encuesta
    realizada por la revista
    Novática en el año 1979, más del 90
    por ciento de los profesionales que respondían eran
    hombres. Exactamente un 90,4 por ciento, un 8,9 por ciento son
    mujeres y un 0,5 por ciento no contesta. Dicho datos deben
    tomarse solo con carácter orientativo. Pero creemos que
    reflejaría bastante fielmente la distribución inicial de profesionales de la
    informática. (Los datos están recogidos en los
    cuadros que aparecen más abajo).

    Los datos anteriores pueden ser comparados con los datos
    de los alumnos matriculados en primeros cursos de
    informática en la segunda época o generación
    en la Universidad Politécnica de Madrid. El dato medio de
    las alumnas matriculadas entre los años 1978 a 1981, esto
    es, cuatro cursos académicos, y desde primero a quinto, es
    del 22, 3 por ciento para el Plan del
    Instituto de Informática y del 22,4 por ciento para el
    Plan de la Facultad.

    Según los datos del INE, para toda España,
    en los tres cursos que van de 1987 a 1990, y sólo en
    primer curso, la media de mujeres matriculadas es del 29, 9 por
    ciento para la Licenciatura de Informática y del 27,3 por
    ciento para la Diplomatura en Informática. Un porcentaje
    alto, comparado con los momentos iniciales, pero también
    con la situación habida posteriormente.

    Sin ser muestras representativas a nivel nacional, si
    nos fijamos en las estadísticas que nos ofrecen las dos
    universidades valencianas para los últimos cursos, nos
    damos cuenta que se ha producido un gran descenso en el
    número de matriculaciones de mujeres. Es más si lo
    comparamos con el resto de carreras técnicas advertimos
    que la informática está entre las más
    masculinizadas, sorprendentemente por delante de
    ingenierías como telecomunicaciones e industriales. Y lo
    mismo sucede en la Universidad de Valencia. Los datos se recogen
    en el cuadro que incluimos un poco más
    adelante.

    En el caso de los datos de matrícula de la
    Universitat de València, observamos que en el curso
    1997-98, en ingeniería informática hay matriculados
    un 82 por ciento de hombres y un 18 por ciento de mujeres. Dicha
    ingeniería es la más masculinizada, junto con
    Ingeniería Electrónica e Ingeniería de
    Telecomunicaciones que sólo la superan en un punto, un 83
    por ciento. Si comparamos esos datos con las carreras más
    feminizadas, que son Pedagogía y Psicopedagogía, vemos
    que ambas están en el 86 por ciento de mujeres.

    Teniendo presente la diversa procedencia de los datos,
    su heterogeneidad, no consideramos que puedan extraerse
    conclusiones válidas. Sin embargo, pensamos que son
    orientativos y que reflejan muy de cerca la realidad, aun
    faltando la pertinente comprobación.

    Globalmente, los datos nos ofrecen un tipo de
    profesión eminentemente masculina. Su carácter
    técnico, vinculado a la máquina, aunque no
    estrictamente mecánico parece atraer más a los
    hombres. Eso se comprueba también en aquellas
    ingenierías (incluida la Arquitectura) en las que
    predomina el sexo femenino como es la
    organización industrial o la agronomía. El
    escaso número de mujeres entre los informáticos de
    la primera época o generación, además,
    estaría muy vinculado a la todavía escasa presencia
    de mujeres en el mercado de trabajo. Por eso, el incremento
    posterior de mujeres en el mundo de la informática
    sería explicable por la doble incorporación de la
    mujer a los estudios superiores y al mercado de trabajo. Muchas
    mujeres entrevistas
    justifican su decisión de estudiar informática de
    modo bastante pragmático. Muchas entraron desconociendo el
    mundo de la informática, atraídas por las
    oportunidades en el mercado laboral, sobre todo en un momento en
    el que las cifras de desempleados no cesaban de aumentar. Los
    varones justifican más su elección apelando a la
    vocación y el interés. Sin embargo, no podemos
    decir que en aquel momento la informática como
    ocupación profesional tuviese una amplia imagen
    pública y que ésta estuviese bien perfilada. Para
    todos ellos era una profesión con futuro.

    Lo que faltaría explicar es el posterior descenso
    del número de mujeres entrada la década de los 90.
    Creemos que una posible causa tendría que ver con la
    introducción en los hogares de los
    ordenadores y de los usos que en ella se le ha dado. Hasta ese
    momento el ordenador no está especialmente masculinizado o
    feminizado, aunque, como máquina que es, predomine una
    concepción androcéntrica. La llegada al hogar lo va
    a convertir en un juguete propio de los niños antes que de
    las niñas. Los videojuegos han sido una manera de poner en
    contacto a los niños varones con el ordenador y de
    socializarlos con éste (cfr. Levy 1984, Turkle 1995 y
    Kidder 1981). La generación de los ochenta estaba mucho
    más abierta en este sentido. Es la época de
    máximo ingreso de mujeres en las Escuelas Técnicas
    y Facultades. Parte de las que ahora están en las
    Ingenierías superiores provienen de esa segunda
    generación de la que ya hemos hablado.

    Aunque no tenemos datos, los sujetos entrevistados nos
    confirman que dentro de los estudios hay una clara
    diferenciación entre las diferentes especialidades.
    Así, por ejemplo, en la Formación Profesional, los
    varones son mayoritarios en la especialidad Administración
    de Sistemas Informáticos (ASI). Mas equilibrada
    están las elecciones en Desarrollo de Aplicaciones
    Informáticas (DAI). E igual ocurre en el ámbito
    universitario entre las clásicas Informática de
    Sistemas e Informática de Gestión, respectivamente.
    A grandes rasgos, podríamos decir que una tiene que ver
    más con la máquina, el hardware y la otra con las
    aplicaciones y el software.

    Esta diferenciación sexual no termina en los
    estudios, sino que se prolonga está presente en el
    trabajo. En el ámbito laboral se puede constatar una
    marcada división sexual en los puestos de trabajos y en
    las tareas asignadas. Hay tareas de las que se ocupan
    mayoritariamente los hombres como las de reparación,
    sistemas, seguridad,
    mientras que los cometidos de relación y atención a
    usuarios y de docencia son
    preferentemente asignadas a las mujeres. En relación con
    esto suele ocurrirles a muchas mujeres, cuando van a realizar una
    asistencia técnica, reparación o instalación
    que les pregunten si ellas "son el técnico". En el caso de
    los hombres se da por descontado que son el técnico cuando
    este se presenta para realizar su trabajo. En esa pregunta hay un
    implícito cuestionamiento de la competencia o
    capacitación de las mujeres para el desempeño de sus tareas.

    Aunque no le hemos hecho, se podría seguir
    ahondando en esta diferenciación de género en las
    jerarquías profesionales, la cual sería producto de
    lo que acabamos de señalar, más del resto de causas
    que explican la dificultad de promoción y ascenso
    profesional de las mujeres en sus respectivos campos.

    Finalmente, es también perceptible diferencias en
    actitud,
    interés, usos y tiempos por parte de hombres y mujeres. Si
    se han constatado a nivel cotidiano entre los usuarios atendiendo
    a la edad y el sexo, también las encontramos dentro de los
    estudiantes y profesionales. Las conversaciones que los hombres
    mantienen en el ámbito laboral, sobre todo las de
    carácter informal, pueden llegar a estar monopolizadas por
    cuestiones informáticas de todo tipo (componentes,
    programas, precios,
    etc.), en especial los equipos. Como lo expresa alguna de las
    entrevistadas, además, los hombres son muy dados a contar
    sus heroicidades. En el caso de las mujeres, y en el
    ámbito laboral, sus conversaciones técnicas sobre
    informática suelen limitarse a los contextos formales,
    siendo poco frecuente que en la conversación informal se
    mantengan largas conversaciones sobre los ordenadores y la
    informática. Según nos señalan en las
    situaciones informales, en todo caso hablan de
    problemáticas laborales y de relaciones
    humanas dentro del trabajo. Además, es muy
    difícil que prologuen las temáticas
    informáticas fuera del ámbito laboral, cosa que no
    es infrecuente en el caso de los hombres.

    Las actitudes e intereses son muy distintas. Normalmente
    los hombres se interesan más por cuestiones
    cuantificables. Por ejemplo, la potencia de un
    equipo, la velocidad de
    un procesador, la
    velocidad de transmisión de un módem, la capacidad
    de memoria, el número de versión de un producto o
    la versión de un producto. Les interesa mucho estar
    siempre la última versión instalada. Las mujeres
    tienen un interés más general y adoptan una actitud
    que mira más por la función. Es decir, si sirve
    para el fin que se prentende.

    Conclusiones

    Nos hemos encontrado en esta toma de contacto con el
    mundo de la informática con un hecho que nos ha
    sorprendido su excesiva masculinización. Este hecho se
    hallaría en consonancia con la estereotipación de
    determinadas profesiones, así como en general de la
    tecnología. Esta es ha sido vista tradicionalmente como
    una cuestión de hombres. Sin embargo, contrasta con el
    hecho de que se produce en una profesión muy reciente, en
    un contexto tendente a reducir las discriminaciones en materia de
    género y, además, en basada en una máquina
    cuya principal característica no es la fuerza, que es
    lo propio de las máquinas industriales del siglo XIX y XX,
    metafóricamente asociadas a lo masculino. En todo caso,
    también se podría apelar, en el caso del ordenador,
    a otro de los estereotipos del varón: el predominio del
    razonamiento lógico-abstracto; fenómeno que
    sí ha existido.

    Sin embargo, si nos atenemos a la breve historia de la
    informática como estudios y como profesión se
    constata, al menos en la sociedad española, que ha
    existido una preferencia por remarcar más vertiente
    ingenieril o tecnológica que la científica.
    Reivindicación a la que también se han sumado las
    mujeres informáticas. En cualquier caso, ninguna de las
    dos opciones ofrecía una imagen feminizada de la
    profesión. Por debajo de ello lo que estaba en juego era una
    cuestión de prestigio en el sistema de profesiones, lo
    cual para ellas constituía un mecanismo de
    promoción laboral y social.

    En el camino, sin embargo, ha existido un momento de
    bastante indefinición en lo que a la generización
    respecta. Tras las momentos iniciales, donde la mayor parte de
    profesionales eran varones, con su institucionalización
    académica, se llegó a una situación
    relativamente abierta, que se fue cerrando al aplicarle a la
    profesión y a la máquina, el ordenador, los
    estereotipos y roles preexistentes en la sociedad del momento.
    Unos estereotipos y unos roles que estaban empezando a ser
    cuestionados, pero que han llegado justo a tiempo
    para poder ser todavía interiorizados y perpetuados en
    esta nueva profesión.

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    Javier Gómez Ferri

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