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Las respuestas al neo-liberalismo. Los intentos de reformulación de la filosofía política "radical"




Enviado por Rubén Dri


    "Un estudio de lo político
    desde las perspectivas de Carl Schmitt y
    Ernesto Laclau"*

    I

    El objetivo de
    este trabajo es
    intentar analizar las perspectivas teóricas de Carl
    Schmitt y Ernesto Laclau. Las dos secciones que le siguen a esta
    introducción, estarán dedicadas a
    presentar los postulados esenciales de cada construcción teórica. El cuarto
    parágrafo será una comparación conceptual de
    estas dos posturas a partir de la noción de
    decisión. En el quinto apartado nos proponemos analizar
    las diferencias entre ambos a partir de los conceptos de
    liberalismo y democracia. En
    último lugar y a modo de conclusión, elaboraremos
    nuestras propias reflexiones sobre los autores teniendo como
    referente constante las sociedades
    contemporáneas.

    II

    …Desde el supremo punto de vista biológico,
    a las situaciones de derecho no les es lícito ser nunca
    más que situaciones de excepción, que constituyen
    restricciones parciales de la auténtica voluntad de vida,
    la cual tiende hacia el poder y que
    están subordinadas a la finalidad global de aquella
    voluntad como medios… para
    crear unidades mayores de poder. Un orden de derecho pensado como
    algo soberano y general, pensado no como medio en la lucha de
    complejos de poder sino como medio contra toda lucha en
    general…sería un principio hostil, un orden destructor y
    disgregador del hombre, un
    atentado al porvenir del hombre, un signo de cansancio, un camino
    tortuoso hacia la nada…

    F. Nietzsche.
    La genealogía de la moral

    Reflexionar sobre el pensamiento
    político de Carl Schmitt, supone adentrarse en una
    infinidad de cuestiones que son fundamentales para la
    teorización política contemporánea. Un
    primer acercamiento a su estudio puede ser realizado a
    través de lo que distintos autores, especialmente J. Herf,
    denominan como modernismo
    reaccionario. Si rescatamos esta particular interpretación del pensamiento schmittiano,
    es porque este autor enfatiza sobre los elementos antiliberales y
    antirracionalistas de este grupo
    heterogéneo de pensadores de la Alemania del
    1920. El modernismo reaccionario es una corriente importante
    dentro de la ideología conservadora que presenta fuertes
    rasgos de irracionalismo. Pretende desterrar de los asuntos
    políticos y sociales el papel que la razón jugaba
    en ellos. Si bien Max Weber no
    debe ser confundido con esta corriente, es importante la
    influencia que su pensamiento ejerce sobre ellos. El
    "desencantamiento del mundo" no hacía más que
    señalar el avance irrefrenable de la
    racionalización y la imposibilidad de pensar los asuntos
    políticos sin la existencia de la burocracia. Es
    por eso que él acentúa la importancia del
    fenómeno carismático, fenómeno
    auténticamente político en tanto capaz de inyectar
    valores en la
    máquina inerte de la burocracia estatal. En esto radica el
    romanticismo
    alemán (1) el cual intenta anteponer la pasión a la
    razón sin alma. La
    crítica severa a los ideales que la
    Ilustración había traído a Occidente, se
    enfrentó a una paradoja. Si para la ideología
    conservadora lo importante era hacer de Alemania una potencia
    después de la derrota de la primera guerra
    mundial, había un elemento de la razón que no
    podían dejar de lado: la tecnología. Esta
    paradoja los lleva a tener que conjugar la tecnología con
    el discurso
    irracionalista que proponían frente al liberalismo
    anglosajón. Tanto Jünger, Heidegger, Spengler, Freyer
    como Schmitt pueden ser analizados en este aspecto paradojal de
    su pensamiento. La solución era hacer un uso irracional de
    la Technik; esto es "En el país de la
    contrarrevolución romántica contra la Ilustración lograron incorporar la
    tecnología dentro del simbolismo y el lenguaje de
    la Kulturcomunidad,
    sangre,
    voluntad, yo, forma, productividad y
    finalmente la raza- sacándola del campo de la
    zivilisation: la razón, el intelecto, el
    internacionalismo, el materialismo y
    las finanzas."
    (2)

    Producto de una recuperación del pensamiento
    hobbesiano, Schmitt centra su estudio de lo político en el
    concepto de
    soberanía. Antes de hacer alusión a
    este concepto nos parece necesario analizar la relación
    entre lo político y lo estatal: "El concepto del Estado
    presupone el de lo político". (3) El intento por definir
    un criterio eminentemente político que pueda ser
    diferenciado de criterios morales, estéticos o
    económicos lo lleva a encontrar en la distinción
    amigo-enemigo una diferenciación política
    específica a la que puedan reconducirse todas las acciones y
    motivos políticos. Es importante recalcar que esta
    distinción no brinda un contenido o un ámbito de la
    realidad ni una definición, sino solamente un criterio que
    permite determinar el concepto de lo político. Este
    criterio es identificable en virtud de la intensidad que puede
    asumir un conflicto
    independientemente del ámbito en que se origine. Este
    conflicto no puede ser abordado desde una perspectiva
    teórica o desde aproximaciones abstractas sino que
    sólo puede ser percibido por los propios involucrados en
    el mismo. En este sentido, Schmitt se refiere al carácter existencial que este conflicto
    debe asumir para ser considerado político. Un enemigo es
    tal sólo si su existencia afecta mi forma esencial de
    vida. Este es uno de los aspectos que ligan a Carl Schmitt con lo
    que anteriormente denomináramos modernismo reaccionario.
    Esta corriente fue influída por lo que en Alemania se
    acostrumbraba a llamar Fronterlebnis (4) , es decir, la
    experiencia en el frente. Sólo esta experiencia
    podía evidenciar el carácter existencial que la
    relación amigo-enemigo asumía para Schmitt, el
    enemigo como lo otro, niega en su alteridad mi propio modo de
    existencia. Lo que se constituye como extraño es siempre
    un enemigo público, es hostis y no inimicus
    el cual siempre hace referencia a una confrontación
    privada. La intensidad que implica este criterio se vincula a la
    posibilidad real del enfrentamiento armado. La guerra por lo
    tanto es sólo un horizonte que debe estar presente en la
    enemistad. Pero la guerra en sí es el momento
    técnico (5) que deriva de la decisión que tiende a
    definir el hostis: "Lo decisivo es pues siempre y
    sólo la posibilidad de este caso decisivo, el de la lucha
    real, así como la decisión de si se da o no se da
    ese caso" (6) . Ahora bien, ¿quién decide? (7) La
    que marca la pauta es
    la unidad política, y esta es tal sólo si decide
    quién es el enemigo. Es decir, el soberano se constituye
    en el acto decisivo, es el que posee el ius belli capaz de
    requerir de los miembros del pueblo la disponibilidad de matar y
    ser muertos en el enfrentamiento violento (8) . De esta manera es
    posible entender por qué el concepto de Estado presupone
    el de lo político; el soberano, la unidad política,
    el Estado (9)
    son términos que devienen intercambiables con respecto al
    papel que juega la decisión sobre lo que amenaza una
    particular forma de vida.

    Pero quizás el análisis más exhaustivo y a la vez
    interesante del concepto de soberanía es el que se
    desprende de la Teología política. "Soberano
    es aquel que decide sobre el caso de excepción" (10) . En
    este sentido, la decisión presenta un carácter
    revelador en tanto que descubre las bases sobre las cuales
    descansa el orden. El orden jurídico presenta dos
    elementos: el de la decisión y el de las normas; el estado
    de excepción, por la anterior, no es caos ni desorden sino
    la suspensión momentánea de la normalidad que hace
    posible que las normas sean aplicadas. Lo que desaparece es el
    ámbito del derecho, el ámbito de la normatividad,
    pero en el estado de excepción subsite el orden
    jurídico que como todo orden descansa en una
    decisión. El papel del soberano en esta situación
    extraordinaria es la de crear normalidad decidiendo la contienda.
    Es por eso que esta situación todo lo prueba, ya que
    devela la esencia de la autoridad del
    Estado.

    III

    …Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo;
    que quien me comprenda acaba por reconocer que carecen de
    sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través
    de ellas fuera de ellas. (Debe, pues, por así decirlo,
    tirar la escalera después de haber subido).
    L.
    Wittgenstein. Tractatus Logico-Philosphicus

    La comprensión de lo social es analizada por
    Ernesto Laclau desde una nueva óptica.
    Su punto de partida es lo que se ha denominado una teoría
    de la práctica hegemónica frente al materialismo
    histórico que es tomado como referente inmediato. La
    construcción teórica en Nuevas reflexiones sobre
    la revolución de nuestros tiempos
    comienza
    a partir de la contraposición de dos conceptos que
    formarán parte de una construcción mayor:
    contradicción y antagonismo. La contradicción
    supone una imposibilidad lógica
    dentro de un esquema teórico, en tanto un antagonismo
    representa un enfrentamiento de fuerzas entre polos
    identificados. Los conceptos no se implican mutuamente: es
    posible un antagonismo sin contradicción y una
    contradicción sin antagonismo. Laclau intenta desglosar
    conceptos utilizados en la teoría marxista para mostrar
    implicaciones lógicas que se presuponen pero que no se
    derivan si se sigue un análisis pormenorizado. Esta es una
    de las críticas más fuertes al marxismo en su
    búsqueda del motor de la
    historia. Laclau
    encuentra una contradicción entre la
    Contribución a la crítica de la economía
    política
    y el Manifiesto Comunista. Para la
    explicación de la historia se parte de la
    contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de
    producción y de la lucha de clases. La
    crítica esta dirigida a la relación entre estos
    factores y a una reconceptualización del antagonismo como
    constitutivo de lo social y como la revelación de su
    imposibilidad. Laclau no niega la existencia de conflicto en la
    contradicción planteada por el marxismo sino que el
    antagonismo – la lucha de clases – no debe ser entendido como una
    derivación lógica de la contradicción. Por
    otra parte, el antagonismo en si mismo no puede ser reducido a
    contradicción lo que explicita su no reducción a la
    internalidad de un esquema teórico. El conflicto que
    deviene en antagonismo, según Laclau, surge entre las
    relaciones de producción y la identidad de
    los sujetos involucrados cuya constitución parte de un exterior.
    Así, si la lucha de clases no es una derivación
    necesaria de la contradicción del sistema
    capitalista y si es irreductible a una contradicción, la
    lucha de clases como antagonismo escapa a una implicación
    necesaria de la lógica del esquema teórico
    marxista. Ahora bien, si la articulación no es necesaria,
    debe ser por su parte necesariamente contingente. La contingencia
    no es sinónimo de azar, de casualidad sino de aquello que
    no puede ser definido de antemano. El antagonismo no puede ser
    definido a partir de una lógica interna y es por lo tanto,
    dependiente de la historia factual. La historia no se construye a
    partir de una lógica estructurada, es abandonada la
    visión marxista que reducía la dinámica social a la lógica de la
    necesidad histórica. Se contrapone a esta lógica
    una práctica hegemónica.

    Si la referencia a un exterior es indispensable para la
    construcción de identidades como polos que componen todo
    antagonismo, la conceptualización del exterior a partir de
    la subjetividad de los participantes comporta un camino hacia una
    racionalidad lógica de sus relaciones. Sin embargo, el
    camino hacia la conceptualización de una racionalidad
    humana desprovista de referente generando una objetividad, la
    subjetividad como valor
    constante, está signado por el fracaso. El antagonismo
    como conflicto entre las relaciones de producción e
    identidades no es en si mismo susceptible de
    objetivación.

    El antagonismo presupone una confrontación entre
    "objetividades": una determinada "objetividad social" frente a
    una "objetividad de identidad" de los sujetos. Laclau propone
    priorizar el momento de la negación como negatividad
    constitutiva en contraposición al momento de la
    superación. Este enfoque teórico supone ciertas
    conclusiones. Se redefine el exterior: de un exterior excluido a
    un exterior constitutivo; el momento de la negación no es
    reconocido al interior del esquema sino que la negación
    proviene del exterior; no es un proceso de
    transformación que supone la identidad de los sujetos sino
    un proceso que imposibilita la constitución misma de las
    identidades y por lo tanto de lo social como objetividad. La
    conclusión mayor es el rechazo a concebir lo social como
    una estructura
    cerrada; es propugnar la imposibilidad de su constitución
    como orden objetivo, es mostrarlo como una estructuración
    dislocada. Ahora bien, una estructura cerrada contiene entidades
    que promueven su necesariedad, se definen unas a otras dentro de
    sus límites,
    las condiciones de existencia están dadas por su misma
    esencia. Por el contrario, una estructura dislocada muestra ser
    inacabada, sus elementos buscan un exterior de referencia que
    conforma sus condiciones de existencia, son por tanto
    contingentes.

    El antagonismo es entonces el límite de la
    existencia de objetividad de identidades como también
    aquello que las define. Este mismo análisis puede ser
    trasladado a la relación entre lo necesario y lo
    contingente. La construcción de Laclau no promueve el
    reino de lo contingente como aquello que es como puede no ser, no
    se abandona la necesariedad sino que se la subvierte. Para negar
    lo necesario de una identidad se debe presuponer su existencia.
    Es importante volver a insistir sobre el concepto de contingencia
    utilizado por Laclau: lo contingente es aquello que no se define
    a si mismo como lógica interna en tanto predecible, es lo
    que es definido externamente, en consecuencia indeterminable.
    Pero lo indeterminable es su articulación en el proceso,
    no su existencia. Así, no se comprende la dinámica
    social como esferas o identidades constituidas que interaccionan,
    se condicionan o se determinan mutuamente, sino como un mundo de
    relaciones entre identidades inacabadas que demuestran en sus
    mismas relaciones la imposibilidad de constituirse
    autónomamente. Esta dinámica se esconde en el
    proyecto de
    Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en Hegemonía y estrategia
    socialista.
    En ambos libros la
    dinámica de lo social tiene su primera fuente en el
    antagonismo. El origen de la relación ha sido la Revolución
    Francesa. Pero no hay correspondencia posible entre lo que se
    dio en llamar el imaginario jacobino y la realidad social
    contemporánea. El intento de recuperación del
    imaginario francés ha sido intentado por el marxismo a
    través de la universalización del antagonismo. La
    continuidad de este proyecto político lo representa en un
    único espacio político de despliegue y lo delimita
    en puntos y agentes tanto privilegiados como universales. Frente
    a esta estrategia ambos autores contraponen el proyecto de una
    democracia radicalizada.

    Es necesario volver al concepto de exterior constitutivo
    para comprender como se conjuga el proyecto de una democracia
    radicalizada y la estructuración dislocada de lo social
    como proyecto antagónico al maxista. Laclau y Mouffe
    definen dos tipos de relaciones entre los hombres. Las relaciones
    de subordinación son aquellas en la cuales un agente
    está sometido a las decisiones de otro. Es por lo tanto
    agente y no sujeto. Las relaciones de opresión representan
    la transformación de subordinación en antagonismo.
    Aquello que posibilita el traspaso de un tipo de relación
    a otra está dado por un exterior discursivo que constituye
    lo social. Las relaciones de subordinación no son
    antagónicas en tanto instituyen el momento de la
    positividad de las identidades de los distintos agentes. El
    cuestionamiento y por tanto la amenaza a dichas identidades que
    las convierten en antagónicas es el momento por excelencia
    de la negatividad como subversión de la positividad. Es
    imprescindible volver sobre el carácter discursivo del
    exterior constitutivo para introducir un concepto clave en la
    teorización de los autores. Las identidades asignadas en
    el momento de la positividad, en las denominadas relaciones de
    subordinación, representan significantes a los que se les
    adjudica un significado en una práctica hegemónica
    determinada. El momento de la negatividad expresa la amenaza al
    significado asignado, el instante en el que la relación se
    torna opresiva, a partir de una latente resignificación
    por parte de una nueva práctica que disputa la
    hegemonía. Así, las identidades se convierten en
    significantes flotantes. El exterior discursivo es el que otorga
    las bases para la constitución de las identidades de lo
    social. Sin embargo, los significantes son siempre vacíos,
    las identidades nunca son plenas, los antagonismos son
    irreconciliables. Esto explica quizás el carácter
    dual del concepto de antagonismo explicitado al comienzo de este
    trabajo. Los antagonismos permiten resignificar, por tanto
    definir la identidades sociales al mismo tiempo que
    impiden su significación definitiva. Del mismo modo
    tampoco la estructura puede cerrarse. La paradoja entra
    nuevamente en escena. Porque existen antagonismos la estructura
    no puede cerrarse, a la vez que porque no existen estructuras
    cerradas existen antagonismos.

    Una estructura cerrada y una estructura abierta se
    mueven obviamente a partir de lógicas distintas. Tanto la
    lógica de la diferencia plena como la de equivalencia
    plena constituyen los extremos que son partes de una estructura
    cerrada: la equiparación de dos conceptos supone
    también diferenciarlos. La construcción de
    identidades a partir de estas dos lógicas constituye lo
    social sobre la base de una diferenciación en dos campos
    irreductibles. Para Laclau, si bien es imposible la positividad u
    objetividad de lo social, esta imposibilidad es referida a una
    concepción de lo social como estructura cerrada
    predeterminante de la realidad. De esta concepción se
    desprende la crítica a la teoría marxista que
    pretende la reducción de la realidad social a
    lógicas plenas. Ciertos acontecimientos que pueden escapar
    a la lógica interna del esquema teórico son
    inmediatamente subsumidos a los campos predeterminados por la
    teoría.

    Por su parte lógicas que implican la no plenitud
    de lo social están escondidas en toda práctica
    hegemónica. Dicha práctica no es más que una
    articulación particular que establece relaciones entre
    identidades de elementos definidos a partir de la
    práctica. La articulación es cierta totalidad
    estructurada entendida como discurso. Ahora bien, todo discurso
    necesita de una fijación aunque sea parcial de sentido. La
    parcialidad es primordial en tanto toda fijación total
    cierra la estructura. La referencia a la subversión de la
    positividad es indispensable. Lo contingente no niega la
    existencia de sentido, lo hace indeterminable. El significado que
    llena el vacío del significante no será eterno,
    mientras un discurso se constituya como posible hegemonizador del
    espacio discursivo. Sin embargo, las prácticas devenidas
    en discursos, en
    la lucha por la hegemonía tratan de constituir un centro,
    de determinar lo indeterminable. Esta búsqueda se realiza
    a partir de puntos nodales de fijación parcial como puntos
    discursivos privilegiados.

    Así, un exterior discursivo democrático
    que constituya identidades nunca determinables pero sí
    hegemónicas es la base del proyecto de una democracia
    radicalizada, que pretende la no reducción de la
    pluralidad sino una nueva valoración de la
    indeterminación de un centro.

    IV

    Llegado a este punto nos proponemos establecer ciertas
    líneas interpretativas comunes entre ambos autores.
    Nuestra intención es realizar una comparación
    conceptual a través de la teorización de
    términos como la decisión y sus
    características, el sujeto, el antagonismo y puntos
    nodales o conceptos polémicos.

    En Schmitt, la soberanía es un concepto
    límite que debe ser definido en relación al estado
    de excepción: "La decisión sobre lo excepcional es
    la decisión por antonomasia" (11) . Lo excepcional no
    puede ser delimitado de manera rigurosa, es lo que no se puede
    subsumir y escapa a toda determinación general. Es lo que
    pone de manifiesto el elemento oculto de todo orden
    jurídico: la decisión. Por medio de ella es el
    soberano el que define si una situación es o no
    excepcional y qué conviene hacer para dominarla. Es
    aquí cuando el derecho se suspende mientras que el Estado
    subsiste en cuanto orden jurídico; por lo tanto, el estado
    de excepción se diferencia del caos y del desorden, la
    decisión es libre de trabas normativas y absoluta. Al ser
    la situación excepcional anómala y al requerir la
    norma un medio homogéneo para su vigencia, es necesario
    que el orden (normalidad – normatividad) sea restablecido. Este
    punto deviene fundamental para la interpretación del
    pensamiento político de Carl Schmitt ya que si bien es
    cierto que la Entsheidung presenta caracteres arbitrarios,
    ésta posee una finalidad específica que es la de la
    re-creación de la normalidad que se pierde en el estado de
    excepción "… la aportación de un Estado normal
    consiste sobre todo en producir dentro del Estado y su
    territorio una pacificación completa, esto es, en procurar
    la ‘paz, seguridad y
    orden’ y crear así la situación normal
    que constituye el presupuesto
    necesario para que las normas jurídicas puedan tener
    vigencia en general, ya que toda norma presupone una
    situación normal y ninguna norma puede tener vigencia en
    una situación totalmente anómala por referencia a
    ella". (12)

    En la elaboración deconstructivista de Laclau, la
    decisión también recobra vital importancia. La
    estructura dislocada muestra la contingencia de lo social; la
    estructura cerrada su necesariedad. La diferencia entre lo
    contingente y lo necesario está atravesada por la idea de
    indeterminación. Lo contingente como aquello que no puede
    ser definido previamente refleja que la indecidibilidad es
    estructural. Por lo tanto, la decisión es factible a
    partir de la no suturación de la estructura, no es
    totalmente externa pero tampoco es determinada por ella. La
    decisión en su intento de llenar el vacío
    estructural que la indeterminación deja, se transforma en
    pura irrupción creativa. El acto hegemónico es en
    si mismo una creación que no parte de una
    fundamentación racional o metafísica
    sino que en virtud de esta infundamentación deviene acto
    de poder. Las prácticas articulatorias que pugnan por la
    significación de puntos nodales, mantienen entre ellas
    relaciones de fuerza que se
    tornan antagónicas.

    De esta manera, nos parece adecuado establecer un
    analogía con el concepto schmittiano de
    Entscheidung. El estado de excepción es en Schmitt
    lo que el vacío estructural es en Laclau: la
    decisión se convierte en la revelación de lo
    eminentemente político. La decisión en Schmitt
    devela, por un lado, que lo normativo no puede regir por si solo
    sino que hace falta un soberano que genere las condiciones para
    la vigencia del derecho; por el otro, y como consecuencia de lo
    primero, la no soberanía de la norma, en tanto que su
    fundamento reside siempre en una decisión. Por su parte en
    Laclau, este concepto evidencia la contingencia de lo social y la
    necesidad de prácticas hegemónicas, que por medio
    de actos de poder, resignifiquen puntos nodales haciendo posible
    la vigencia de lo social como discurso (13). En este punto nos
    parece conveniente establecer una diferenciación. En
    Schmitt, el acto decisivo se contituye como un decidirse
    por
    : "Esta decisión no afecta simplemente a los
    objetos de los que la Existencia está rodeada, sino a la
    propia Existencia, o a algo que la afecta tan fundamentalmente
    que es una y la misma realidad con ella (…) Al decidirse,
    empero, elige lo que va a ser." (14) Así, el
    soberano al definir quién es el enemigo, define al
    interior de la unidad política, la esencia de su
    existencia. En cambio para
    Laclau siempre es decidirse entre; es decir, la idea de
    decisión esta más ligada al concepto liberal de
    elección en donde: "…si la decisión tiene lugar
    entre indecidibles estructurales, el tomarla sólo puede
    significar la represión de las decisiones
    alternativas que no se realizan". (15)

    Nuestro segundo paso en esta elucidación,
    será abordar las características que asume la
    decisión para ambos autores. Schmitt vincula la
    noción de estado pre-moderno con reminiscencias cristianas
    con el rasgo característico de la secularización:
    la ausencia de fundamento trascendente. En este sentido, Schmitt
    se enfrenta en la tradición jurídica positivista a
    pensadores como Kelsen que sostenían que el estado de derecho
    se autofundamentaba en su construcción piramidal. Su
    cúspide era la norma primera, en cambio para Schmitt lo
    que sustenta el orden jurídico es la decisión. Esta
    se halla en una paradójica situación: es sustento
    de un orden siendo ella misma infundamentada. La decisión
    no asume características racionales. Los argumentos
    racionales se pueden discutir pero no decidir, cuando la
    decisión se toma los argumentos no entran en
    consideración. Este hecho acerca Schmitt al Hobbes que
    afirmaba "Auctoritas -non veritas- facit legem" (16) . Esto
    demuestra que "para crear derecho no se necesita tener derecho"
    (17) . Es por esto que no es soberano aquel que tiene
    razón, sino que porque es soberano está en lo
    cierto. Siguiendo la argumentación se podría
    afirmar que la acclamatio schmittiana no viene sino a
    ratificar el mando supremo del soberano que es reconocido por el
    pueblo.

    En Schmitt la decisión es arbitraria y como
    consecuencia irracional. Esto puede explicarse a través de
    la influencia weberiana que, frente al avance irrefrenable de la
    racionalidad burocrática, veía la necesidad de
    introducir aspectos irracionales (valores, fenómeno
    carismático) en la maquinaria estatal que pudieran
    contrarrestar la inercia institucional. En contraposición
    a este esquema, el concepto de racionalidad y su contrario en
    Laclau, se mueven en una lógica discursiva distinta. La
    arbitrariedad de la decisión está relacionada con
    la falta de fundamentación racional, en tanto necesariedad
    lógica que deriva en un desenvolvimiento autónomo
    de la regla. En Laclau la decisión no se opone a la
    razón, por lo tanto, no debe ser definida como irracional:
    "Que una decisión sea en última instancia
    arbitraria sólo significa, por lo tanto, que el que la
    toma no puede ligarla de un modo necesario a un motivo racional;
    pero esto no significa que la decisión no sea razonable
    -es decir, que un conjunto acumulado de motivos, ninguno de los
    cuales tiene el valor de un fundamento apodíctico, no la
    hagan preferible a otras decisiones" (18) Más allá
    de las diferencias, en ambos autores, la decisión se
    convierte en suplemento de las carencias de la razón
    (racionalidad burocrática, indecidibilidad
    estructural).

    Otro punto que deviene fundamental para el
    análisis del pensamiento político de estos autores
    es el del sujeto de la decisión. De lo analizado con
    respecto a la racionalidad, se desprende que la oposición
    ratio-voluntas es constitutiva de la visión
    schmittiana de lo político. En virtud de ella, es posible
    entender que ninguna forma de deducción lógica y analítica
    nos permite identificar el soberano, éste solamente puede
    ser identificado ex post facto. Es el decidir lo que lo
    convierte en tal. Sin embargo, Schmitt explicita que desde el
    punto de vista político existen sólo dos sujetos
    que pueden personificar la voluntas soberana: el monarca o
    el pueblo. (19) Desde Laclau, la categoría de sujeto es
    también indefinible a priori. Sólo
    después de que la decisión es tomada, el sujeto es
    reconocible: "Es por ello que el analista político ha de
    ser historiador, porque sólo puede hablar de los sujetos
    a posteriori, como efectos de la acción
    y la decisión". (20) Este hecho se observa claramente como
    una respuesta a la concepción de la clase obrera
    como actor privilegiado de la lucha contra la opresión, y
    a la vez al sujeto cartesiano. El sujeto de Laclau sigue la
    suerte de la estructura (21) , de manera tal que, no es un sujeto
    acabado sino que puede ser constituido parcialmente a partir de
    articulaciones
    hegemónicas: "El carácter fallado de toda
    estructura pone el destino político en el lugar del
    sujeto." (22) El sujeto laclauiano se autonomiza de manera
    parcial de la estructura sin convertirse en algo exterior a ella,
    en tanto deviene el locus de la decisión: "…el
    sujeto no es otra cosa que esta distancia entre la estructura
    indecidible y la decisión". (23) O lo que en palabras de
    Slavoj Zizek: "…el sujeto es el correlato de su propio
    límite, el elemento que no puede ser subjetivizado;
    él es el nombre del vacío que no puede ser llenado
    por la subjetivización: el sujeto es el punto de fracaso
    de la subjetivización (es por eso que su signo lacaniano
    es $)." (24)

    Un cuarto aspecto a comparar es el papel que el
    antagonismo juega en la constitución de identidades. El
    enfrentamiento entre dos polos opuestos contribuye a la
    formación de las identidades de ambos, a la vez que impide
    la creación de identidades plenas, como momento de
    positividad. En Laclau, las identidades representan significantes
    vacíos cuyos significados son el resultado de los
    diferentes antagonismos entre prácticas
    hegemónicas, que si bien son particulares, son presentadas
    como universalidad. En este sentido: "…la presencia del
    ‘otro’ me impide ser totalmente yo mismo. ( …) En
    la medida en que hay antagonismo yo no puedo ser una presencia
    plena para mi mismo…su ser objetivo es un símbolo de mi
    no ser y, de este modo, es desbordado por una pluralidad de
    sentidos que impide fijarlo como positividad plena". (25) A
    partir de este análisis, la relación amigo-enemigo
    en Schmitt podría comprenderse desde una perspectiva
    similar. Si bien el enemigo amenaza la existencia de su
    contrincante, el definir continuamente quién es el
    hostis (26) configura la propia identidad. Cercano al
    modernismo reaccionario, Schmitt ve en la construcción de
    identidades la posibilidad de recuperar la Kultur que se
    había perdido en la Zivilisation de la
    Ilustración. Pero entre ambas posturas existe una
    diferencia que por el momento nos limitaremos a mencionar ya que
    será abordada con mayor profundidad en otro punto del
    presente estudio. Si para Schmitt existe un "antagonismo"
    como motor en esta construcción, Laclau parte de una
    distinción: "Podríamos llamar posición
    popular de sujeto
    a la que se constituye sobre la base de
    dividir el espacio político en dos campos
    antagónicos, y posición democrática de
    sujeto
    a la que es sede de un antagonismo localizado que no
    divide a la sociedad en la
    forma indicada". (27) De esta manera, la democracia radicalizada
    es caracterizada por múltiples movimientos sociales que no
    pueden ser "reducidos" a una relación
    amigo-enemigo.

    Una cuestión que se relaciona con lo anterior es
    la referente a la pugna por la significación de puntos
    nodales. Los puntos discursivos privilegiados instituyen
    significados parciales que a través de la lógica
    equivalencial influyen en futuras subversiones del sentido:
    "Lacan ha insistido en las fijaciones parciales a través
    de su concepto de points de capito, es decir, de ciertos
    significantes privilegiados que fijan el sentido de la cadena
    significante." (28) En una significación parcial, las
    diversas prácticas hegemónicas buscan determinar lo
    indeterminable, a la vez que la lucha por la
    resignificación como antagonismo refleja esta
    imposibilidad. En el caso de Schmitt, se puede rastrear un
    análisis similar cuando hace hincapié en el
    carácter polémico de los conceptos. Ellos dejan
    traslucir una relación concreta entre amigo y enemigo. La
    discusión que se da en torno a la
    significación de determinados términos demuestra
    que lo político subyace en toda definición:
    "Palabras como estado, república, sociedad, clase, o
    también soberanía, estado de derecho, absolutismo,
    dictadura,
    plan, estado
    neutral, estado total, etc., resultan incomprensibles si no se
    sabe a quién en concreto se
    trata en cada caso de afectar, de combatir, negar y refutar con
    tales términos." (29)

    V

    Hasta el momento hemos analizado ambos autores y tratado
    de establecer parámetros comparativos entre ellos. Esto
    justifica la arbitraria elección sobre la que hemos basado
    nuestro trabajo. Ahora intentaremos elucidar las diferencias a
    partir de las posiciones que estos autores asumen frente al
    liberalismo y la democracia.

    Dentro de la tradición liberal podemos hallar una
    corriente que puede ser denominada como liberalismo
    político. Esta supone un individuo
    atomizado que se convierte en el centro frente al cual la
    sociedad es solamente un marco de garantía. El arco que se
    extiende desde Locke hasta Nozick intenta establecer lo
    político como una instancia meramente defensora de los
    derechos y
    libertades naturales: "El Estado mínimo es el Estado
    más extenso que se puede justificar. Cualquier Estado
    más extenso viola los derechos de las personas". (30) El
    contractualismo lockeano parte de la existencia de derechos
    inalienables que deben ser resguardados a través de la
    constitución de la sociedad civil.
    Este es el origen de lo que comúnmente se denomina como
    "Estado neutral". El Estado deviene imparcial, por tanto, no
    está vinculado a ninguna concepción propia del
    bien. Sólo imparte las normas necesarias para que cada
    individuo pueda realizar en forma particular su concepción
    de lo bueno. Si bien la neutralidad puede partir de la ausencia
    de una concepción propia, ella puede justamente esconder
    una cosmovisión particular. Esta es la postura de Ronald
    Dworkin y la de John Rawls al establecer una concepción
    política y no metafísica de la justicia como
    imparcialidad. La neutralidad implica una concepción de
    igualdad que
    debe ser llevada a cabo por el Estado. El tomar partido frente a
    la multiplicidad de cosmovisiones particulares es privilegiar una
    sobre otras y es, en última instancia, otorgar un trato
    desigual.

    Según Chantal Mouffe en La política y
    los límites del liberalismo
    (31) , la neutralidad del
    Estado esconde una postura particular frente a la innegable
    irrupción del pluralismo en las sociedades
    contemporáneas. Si el Estado es la no interferencia en las
    diferentes concepciones sustantivas de los individuos, el
    pluralismo es la tolerancia a esa
    irreductible multiplicidad. Tanto Mouffe como Laclau no comparten
    la idea de pluralidad como tolerancia frente a una realidad
    inamovible, sino que la pluralidad en si misma es la virtud de
    las nuevas sociedades. La revalorización de lo plural y de
    la indeterminación es la base de una democracia
    radicalizada.

    El Estado neutral es impensable para Carl Schmitt, por
    cuanto el concepto de Estado presupone el de lo político.
    Si la distinción entre amigo y enemigo desaparece, lo hace
    también la vida política. Para Schmitt, el
    liberalismo no es una teoría política ya que
    "…tan sólo ha procurado vincular lo político a
    una ética y
    someterlo a lo económico; ha creado una doctrina de la
    división y equilibrio de
    los poderes, esto es, un sistema de trabas y controles del
    Estado que no es posible de calificar de teoría del Estado
    o de principio de construcción política." (32) El
    liberalismo es la sistematización de una doctrina que
    trata de "vencer" al poder estatal aportando diversos recursos para la
    protección de la libertad
    individual y la propiedad
    privada. La idea de derechos inalienables niega la de ius
    belli
    y por lo tanto anula el de la soberanía. El
    pensamiento liberal se mueve entre dos esferas
    heterogéneas: la de la ética y la de la
    economía. De esta manera, la lucha, el antagonismo
    amigo-enemigo deviene desde el punto de vista económico en
    competencia y
    desde el punto de vista "espiritual" en discusión.
    Así, "Todas estas transformaciones se orientan del modo
    más certero hacia el objetivo de someter el Estado y la
    política en parte a una moral
    individualista, y por eso mismo iusprivatista, y en parte a
    categorías económicas, despojándolos de su
    sentido específico". (33) .

    Schmitt ataca a la tradición liberal positivista
    en general, y a Kelsen en particular, por haber separado los
    elementos sociológicos de los jurídicos. El
    producto de
    esta operación se transforma en un "…sistema puro de
    imputaciones normativas que culmina en una última norma
    fundamental unitaria." (34) De esta manera, el Estado deviene
    orden jurídico considerado como unidad en donde él
    es el punto final de aquellas imputaciones. Lo
    problemático de la concepción kelseniana es
    declarar que dicha unidad es "un acto libre de conocimiento".
    Así, el concepto de soberanía no sólo es
    anulado de la tematización jurídica sino
    también negado en virtud al mandato impersonal de las
    leyes. La
    oposición entre Schmitt y el liberalismo se debate entre
    dos corrientes irreconciliables. La primera estaría
    signada por esto que antes describíamos como "forma
    jurídica unitaria". Tanto Kelsen como Krabbe veían
    al Estado como analogía de la Constitución o el
    orden jurídico. La segunda podría ser identificada
    como aquella que adhiere al mandato personal. En esta
    corriente encontramos a pensadores como Hobbes, Donoso
    Cortés, Bonald, De Maistre que enfatizan el papel que la
    auctoritas juega en los asuntos políticos. Schmitt
    critica al liberalismo por afirmar sus bases teóricas
    sobre la primera tradición que, como antes
    mencionábamos, se inicia con Locke y ve al Estado como un
    garante del derecho y por esto declara: "The Law gives autority"
    (35) . Schmitt, en cambio, ve el mandato personal como la
    única forma capaz de resolver el problema de la
    competencia. La pregunta ¿quién decide? no puede
    ser respondida por la propia Constitución. La
    soberanía es un concepto que no puede ni debe ser
    eliminado. (36) El "milagro" de la decisión no puede ser
    abandonado a los impulsos racionalistas de la doctrina liberal.
    Ésta ha transformado al Estado en un objeto de
    racionalidad formal, un mecanismo. El deísmo liberal
    impide la irrupción milagrosa del soberano en el orden
    jurídico vigente y cubre por lo tanto con un "velo tupido"
    el momento político que sustenta todo orden.

    Desde una perspectiva diferente, Laclau ve en la
    crisis de la
    razón el espacio desde el cual pueden surgir proyectos de
    liberación. Reconocer los límites de la
    razón no impide la formulación de una
    política radicalizada que considere la negatividad como
    constitutiva de la identidad. Como se ha demostrado en este
    trabajo, antagonismo y contradicción son términos
    no asimilables. El liberalismo ha intentado reducir el aspecto
    antagónico de las relaciones sociales al subsumirlo a la
    idea formal-igualitaria de contrato. Pero el
    intento marxista no ha mejorado esta situación. Ya no es
    la forma jurídica la que erradica de escena el antagonismo
    sino que es el concepto hegeliano de contradicción el que
    intenta subsumir el momento antagónico de las luchas de
    clases al desenvolvimiento de la regla. "En el caso del
    antagonismo la negación no procede del interior de
    la propia identidad sino que viene, en su sentido más
    radical, del exterior; en tal sentido es pura facticidad
    que no puede ser reconducida a ninguna racionalidad subyacente."
    (37) Así, el antagonismo posee una función
    revelatoria en tanto que muestra el carácter contingente
    de toda objetividad. Sólo así es posible entender
    por qué para los dos autores el intento (liberal y
    marxista) de subsumir estos momentos políticos a
    algo que los anule es desterrar del ámbito de las relaciones
    humanas aquello que les da sentido.

    Si bien es cierto que para Schmitt la lucha de clases es
    un conflicto económico que es pasible de convertirse en
    político, el marxismo y el liberalismo no difieren de
    sobremanera: "Schmitt compartía la concepción
    derechista común de que el marxismo era la
    extensión de materialismo burgués y liberal. El
    marxismo negaba la primacía de la política,
    destacaba la centralidad del conflicto económico, y
    compartía lo que en opinión de Schmitt era la fe
    ingenua del liberalismo en el progreso cultural y
    tecnológico." (38)

    Para la comprensión de cualquier teoría
    política es necesario recurrir a un análisis de la
    concepción antropológica de la que parte. Schmitt
    presenta en el Concepto de lo político una
    particular óptica con respecto a este punto. La
    comprensión de la antropología no debe pasar por una
    distinción de carácter moral; no interesa si
    el hombre es
    bueno o malo por naturaleza,
    sino por si una teoría política en particular lo
    toma como presupuesto problemático o no. Esta
    cuestión es fundamental para la crítica al
    liberalismo. "Para los liberales (en cambio) la bondad del hombre
    no es otra cosa que un argumento con cuya ayuda se pone al Estado
    al servicio de la
    sociedad, y no quiere decir sino que la sociedad posee un
    propio orden en si misma y que el Estado le está
    subordinado; ella lo controla con más desconfianza que
    otra cosa, y lo sujeta a límites estrictos". (39)
    Así, toda teoría que se denomine política
    debe partir por considerar que el hombre es malo. En este
    sentido, es interesante el Maquiavelo de
    los Discursos sobre la primera década de Tito
    Livio
    , donde la problematización del hombre es tomada
    explícitamente como presupuesto. "Me parece que la
    cuestión de la normalidad o anormalidad de la
    situación concreta tiene un significado fundamental, quien
    parte de la presencia de una situación anormal,
    solucionará los problemas de
    la Política, la Moral y el
    Derecho, de modo distinto a quien esté convencido de la
    existencia de un estado de normalidad aunque surjan
    pequeños trastornos (…) De la aceptación de la
    situación anormal surjen consecuencias decisionistas, el
    reconocimiento de intervenciones extraordinarias, la
    justificación de rupturas, incluso la dictadura…, y
    conceptos como soberanía y absolutismo." (40) Por su parte
    Ernesto Laclau, al referirse a la teoría
    democrática, considera que ésta parte de una
    concepción positiva y unificada de la naturaleza
    humana. Sin embargo, en contraposición a Schmitt, el
    interés
    en la antropología como presupuesto radica en refutar el
    carácter unificado de la naturaleza del hombre. Las
    consecuencias políticas
    de la unicidad se ven reflejadas en la constitución de un
    único espacio donde lo político tiene lugar. (41)
    Su refutación se basa en la concepción de una
    "naturaleza plural". Las identidades son constituidas a
    través de relaciones donde es necesaria la
    vinculación con el otro en cada relación
    específica. Así, no existen para Laclau derechos
    individuales sino sólo derechos construidos en contextos
    de relaciones sociales. Si el carácter del sujeto es
    indeterminado y polisémico deben emerger nuevos espacios
    para la constitución de lo político.

    Schmitt intenta esclarecer la confusión
    contemporánea entre liberalismo y democracia. La
    democracia debe ser definida en tanto eliminación de la
    heterogeneidad. "El poder político de la democracia
    estriba en saber eliminar o alejar lo extraño y desigual,
    lo que amenaza la homogeneidad." (42) De esta manera, la
    democracia se basa en la identidad de gobernantes y gobernados.
    Es la igualdad la que impera en ella, rasgo que remite a la
    concepción toquevilleana del estado social
    democrático. Ahora bien, una universalización de la
    igualdad humana no sólo anularía el concepto de
    igualdad política al devenir indiferente, sino que
    anularía la política misma. Esto "…no es propio
    de la democracia sino de un determinado tipo de liberalismo; no
    es una forma de Estado sino una moral y una concepción del
    mundo individualista-humanitaria." (43)

    La articulación del liberalismo y la democracia
    es presentada por Laclau, en principio, como un intento del
    Estado de Bienestar keynesiano. Así, la ofensiva
    neoliberal que busca desmantelar el Estado intervencionista no
    hace más que poner en tela de juicio dicha
    articulación y privilegiar su momento liberal.

    Laclau establece relaciones de continuidad y
    discontinuidad entre la lucha de clases y los nuevos movimientos
    sociales. La continuidad estaría dada por el imaginario
    igualitario, mientras que la discontinuidad estaría
    signada por la expansión de las relaciones de
    producción capitalistas y la progresiva
    intervención del Estado, dando lugar a la aparición
    de nuevas formas de subordinación. La continuación
    del imaginario igualitario es, en Laclau, la
    transformación de la ideología
    liberal-democrática en "sentido común".
    Según este autor, la ampliación de los derechos ha
    transformado el discurso liberal en su articulación con la
    idea democrática. El imaginario igualitario se ha
    transformado en el siglo XX en imaginario democrático a
    partir de la transformación del discurso
    liberal-democrático. El exterior discursivo es un exterior
    liberal- democrático. El imaginario democrático
    está compuesto por dos conceptos fundamentales: igualdad y
    libertad. Si el primero ha caracterizado a las luchas
    tradicionales, el segundo está representado en las
    reivindicaciones de autonomía de los nuevos movimientos
    sociales. Este cambio tiene una directa repercusión en la
    concepción del sujeto. Para Laclau, el sujeto ya no tiene
    una posición única y determinada sino que la
    proliferación de los nuevos movimientos sociales, y por lo
    tanto de los antagonismos, supone múltiples posiciones de
    sujeto. Desde este punto el pluralismo es radical. Por otro lado,
    la autoconstitución de los antagonismos no es más
    que el desplazamiento del imaginario igualitario. Desde
    aquí el pluralismo es democrático. De esta manera,
    Laclau propone una alternativa "de izquierda" que antagonice con
    el neoliberalismo
    como práctica hegemónica consolidada. Si este
    último busca unificar distintas posiciones a partir de la
    defensa de la libertad individual, la propuesta de la izquierda
    debe ser la de una democracia radicalizada: "…es evidente que
    no se trata de romper con la ideología
    liberal-democrática sino al contrario, de profundizar el
    momento democrático de la misma, al punto de hacer romper
    al liberalismo su articulación con el liberalismo
    posesivo. La tarea de la izquierda no puede por tanto consistir
    en renegar de la ideología liberal- democrática,
    sino al contrario, en profundizarla, y expandirla en la dirección de una democracia radicalizada y
    plural." (44)

    VI

    En el apartado anterior hemos tratado de diferenciar las
    posturas de ambos autores con respecto al liberalismo y a la
    democracia. A estas subyacen concepciones disímiles sobre
    lo político y es lo que ahora intentaremos
    elucidar.

    Para encarar el estudio de los problemas
    políticos contemporáneos hay que asumir, junto con
    autores como Tocqueville o Lefort, que la tematización de
    la democracia como forma de gobierno es
    ineludible.

    Schmitt ha definido a la democracia siguiendo una
    correcta interpretación de Tocqueville. El estado social
    democrático se caracteriza fundamentalmente por la
    igualdad de condiciones que se ha impuesto como un
    hecho providencial, universal y duradero que escapa a la
    potestas humana. Así, la democracia es igualdad. La
    libertad es entendida en Tocqueville como un impulso que no
    necesariamente se desprende de la igualdad democrática.
    Esta podría conducir de la misma manera a la servidumbre:
    "…se encuentra también en el corazón
    humano un gusto depravado por la igualdad, que inclina a los
    débiles a querer atraer a los fuertes a su nivel, y que
    conduce a los hombres a preferir la igualdad en la servidumbre a
    la igualdad en la libertad." (45)

    Schmitt ha entendido que sólo hay dos sujetos que
    pueden ser soberanos: el monarca o el pueblo. Ningún
    régimen político puede fundamentarse ya en un
    principio trascendente, lo que impide que la legitimidad
    monárquica funcione como sustento de un orden
    político; pensar lo político en las sociedades
    contemporáneas obliga reflexionar sobre la legitimidad
    democrática. (46) Si para Schmitt la democracia es
    igualdad, aquella sólo puede desenvolverse en un medio
    homogéneo. Es por esta razón que dictadura y
    democracia no son términos antitéticos. Para
    Schmitt la dictadura es el reverso del parlamentarismo. Si la
    primera es sinónimo de concentración de poder, el
    segundo se construye sobre la base de la división de
    poderes. Por su parte la democracia no requiere, en
    términos schmittianos, de división de poderes; la
    legitimidad democrática no es más que la
    soberanía del pueblo y la soberanía es por
    definición indivisible. "Schmitt se manifiesta a favor de
    la identidad democrática sustancial, capaz de decretar el
    extrañamiento del desigual, del que amenaza la
    homogeneidad, con ello quedaría abierta a una voluntad
    dictatorial, en cuanto distinga entre amigos y enemigos, el
    contenido de la igualdad democrática. La teoría
    schmittiana de la identidad-homogeneidad permite legitimar como
    democrática la dictadura sin trabas."
    (47)

    Antes de proseguir nuestro análisis
    deberíamos hacer una distinción. La homogeneidad en
    Schmitt debe ser entendida al interior de la unidad
    política, mientras que el mundo político
    sólo puede ser comprendido como un pluriverso. Esto
    significa que la pluralidad sólo es tolerada en el
    ámbito internacional como relaciones entre unidades
    políticas soberanas. (48) Por otro lado, la homogeneidad
    debe distinguirse de la homogeneización total como la
    imposibilidad de diferenciar la sociedad civil del ámbito
    puramente estatal. El Estado total viene a borrar
    cualquier tipo de distinción entre lo público y lo
    privado, entre lo político y lo que es extraño a
    él.

    De lo dicho hasta el momento se desprende la
    relación intrínseca entre los conceptos de
    homogeneidad, decisión, soberanía y lo
    político. Lo político se expresa en la
    decisión del soberano a partir de un medio
    homogéneo. El momento político estaría
    signado por la milagrosa irrupción que el soberano realiza
    al decidir quién es el enemigo, y al imponer de esa manera
    una pacificación al interior de la unidad política
    que permita visualizar al pueblo como uno. "Lo
    político se situaría entre el conflicto y la norma,
    y el elemento aglutinador, que partiendo del conflicto, lo
    supera, generando un orden o restaurándolo, es la
    decisión, forma formarum de lo político,
    vínculo entre la excepción y lo general y base de
    la historia del Estado moderno (Maquiavelo, Bodino, Hobbes…) en
    cuanto instrumento o artificio de orden, reino de la pax
    apparens
    y no, (utilizando una expresión de
    Tomás de Aquino) de la vera pax." (49)

    La cuestión de la democracia en Laclau debe ser
    analizada en vistas a lo dicho en el apartado anterior. En las
    sociedades contemporáneas se ha operado un desplazamiento
    del imaginario igualitario (que caracterizó los
    enfrentamientos tradicionales) al imaginario democrático.
    (50) Este último está compuesto por dos
    términos fundamentales: libertad e igualdad. Como dijimos
    antes el desplazamiento del imaginario hizo que el exterior
    discursivo democrático fuera atravesado por su contracara:
    un exterior liberal. La constitución del exterior
    liberal-democrático desdibuja el concepto schmittiano de
    democracia. Laclau parte de la compatibilidad entre estos dos
    momentos que se evidencia en la multiplicación de espacios
    donde lo político puede ser constituido: "Este principio
    de la multiplicación de espacios es la base de la demanda de
    libertad. Es en él donde reside el principio del
    pluralismo y donde el proyecto de una democracia plural puede
    enlazarse con la lógica del liberalismo. No es el
    liberalismo en cuanto tal el que debe ser puesto en
    cuestión, ya que en tanto que principio ético que
    defiende la libertad del individuo para realizar sus capacidades
    humanas, está hoy día más vigente que
    nunca." (51)

    Al convivir la lógica de la equivalencia con la
    lógica de la autonomía se impide la
    constitución de un medio social homogéneo. La
    radicalización de la democracia se realiza a través
    de prácticas hegemónicas que se mueven en un reino
    signado por la heterogeneidad: "…la dimensión de
    universalidad -resultante del carácter incompleto de las
    identidades diferenciales- no puede ser eliminada, en la medida
    en que la comunidad no es enteramente homogénea (si fuera
    homogénea, lo que desaparecería sería no
    sólo la universalidad sino también la misma
    distinción universalidad-particularidad)." (52) De esta
    manera, las relaciones intrínsecas entre los conceptos
    schmittianos de homogeneidad, decisión, soberanía,
    antagonismo y lo político pueden ser homologadas a las
    establecidas por Laclau entre decisión, heterogeneidad,
    hegemonía, la pluralidad, antagonismo y lo
    político. Sin embargo, al interior de las mismas existen
    diferencias irreconciliables. Lo político para Laclau, no
    es decidirse por sino decidirse entre. El espacio
    que brinda la indecidibilidad estructural está surcado por
    una pluralidad de decisiones frente a las cuales lo
    político se constituye como
    elección-represión de alternativas. A diferencia de
    Schmitt, también los antagonismos son plurales. La
    hegemonía como práctica política tiende a
    fijar parcialmente significados que modifican las relaciones de
    subordinación a la vez que instituyen el sentido con el
    que los hombres deben guiar sus prácticas: "…la
    política en tanto que creación, reproducción, y transformación de
    las relaciones sociales, no puede ser localizada a un nivel
    determinado de lo social, ya que el problema de lo
    político es el problema de la institución de lo
    social, es decir, de la definición y articulación
    de las relaciones sociales en un campo surcado por antagonismos."
    (53)

    Ahora bien, si liberalismo y democracia son
    términos que enfrentan a ambos autores, el concepto de
    soberanía los distanciará de manera definitiva. La
    relación entre soberanía y legitimidad se
    tornará a estos fines problemática, sobre todo si
    se tiene en cuenta el carácter ineludible de la
    tematización de la democracia. (54) La soberanía
    supone un sujeto homogéneo que se confirma en el mismo
    actuar del soberano; la legitimidad se constituye en un trasfondo
    de heterogeneidad en donde la pluralidad de los particulares le
    dan sentido. En las sociedades contemporáneas, el pueblo
    es soberano y constructor de legitimidad; es un sujeto
    homogéneo y heterogéneo a la vez. La
    soberanía es pura creación; la legitimidad se
    constituye a partir del consentimiento a algo que ya existe. Si
    para Schmitt la soberanía es el concepto que mejor devela
    el origen político de todo orden, para Laclau el soberano
    hace imposible la emergencia de lo político. (55) Si para
    Laclau lo político constituye lo social y evidencia su
    imposibilidad, Schmitt le contestaría que su concepto de
    lo político no impide la construcción de un orden
    social sino que elimina de los asuntos políticos el
    concepto de soberanía.

    Si para uno, la heterogeneidad conduce a la
    individuación, a la atomización y por lo tanto a la
    destrucción de la soberanía; para el otro, la
    heterogeneidad permite que la misma fragmentación
    autonomice las reivindicaciones de los distintos movimientos que
    hacen posible la negociación del proceso. Es ella misma la
    que posibilita la articulación que se construye a partir
    de un control
    democrático. Si lo político es la
    transformación de lo social en tanto relaciones sociales,
    una articulación determinada se explicita en
    múltiples espacios donde su construcción tiene
    lugar. Ahora bien, es este mismo paso el que se nos presenta como
    problemático. ¿Cómo una relación de
    subordinación particular es pasible de convertirse en
    política? Si lo político mira lo universal
    ¿cómo puede entonces una reivindicación
    particular influenciar otros movimientos que son tan particulares
    como ella? Laclau respondería esta cuestión
    aludiendo al concepto lacaniano de points de capito. Es a
    través de una cadena que significantes menores se
    relacionan mutuamente a partir de un punto nodal: "…el
    cúmulo de significantes flotantes, de elementos
    protoideológicos, se estructura en un campo unificado
    mediante la intervención de un determinado punto
    nodal
    que los acolcha, detiene su deslizamiento y fija
    su significado." (56) Pero para nosotras esta respuesta no es
    satisfactoria. Lo político no puede ser definido solamente
    en virtud de sus efectos. Si para la definición de un
    concepto debemos siempre recurrir a la noción de
    límite que marca la exterioridad que lo niega, lo
    político pareciera en Laclau no tener límite. La
    definición de lo político como
    transformación de lo social desdibuja la universalidad de
    lo político. El resultado de esta operación es la
    dispersión sin un referente, la pluralidad de antagonismos
    que no logran constituirse en discurso.

    Bibliografía
    general

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      de filosofía
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    • Gomez Ofanel, G., Excepción y normalidad en
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      contingencia y la política,
      en El ojo mocho.
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    • Tocqueville, A., La democracia en
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      , FC.E, México, 1992.
    • Zizek, S. Más allá del
      análisis del discurso
      en Laclau, E. Nuevas
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    • Zizek, S., El sublime objeto de la
      ideología
      , Siglo XXI, Madrid, 1992.

    Notas

    *UNIVERSIDAD DE
    BUENOS AIRES,
    FACULTAD DE CIENCIAS
    SOCIALES, CARRERA DE CIENCIA
    POLÍTICA. Titular: Eduardo Grüner; ayudantes:
    Norberto Sessano y Andrés Jiménez .

    1. Habría que tener en cuenta que Schmitt dirige
      sus críticas también hacia ese movimiento,
      que lo califica como oportunista.
    2. Herf, J. El modernismo reaccionario, FCE ,
      México, 1986, p. 48. Cabe aclarar que no todos los
      autores mencionados llegan a la misma
      conclusión.
    3. Schmitt, C. El concepto de lo político,
      Alianza Editorial, Madrid, 1987, p.49.
    4. Herf se refiere a esta experiencia a partir de la
      obra de Benjamin sobre Jünger.
    5. Schmitt refuta la afirmación de Clausewitz, ya
      que la guerra posee sus propias reglas y racionalidad
      estratégica que difiere de sobremanera de la
      concepción política presentada por el autor
      estudiado.
    6. Schmitt, El concepto de lo político,
      op. cit., p. 65.
    7. Este punto será luego analizado. Ver apartado
      IV del presente trabajo.
    8. Desde una línea argumentativa sustancialmente
      diferente Rosanvallon retoma el mismo concepto de ius
      belli
      para explicar su noción de patriotismo
      vico. Ver
      Rosanvallon, P. La nueva cuestión social,
      Manantial, Bs. As. 1995.
    9. Uno de los puntos que consideramos más
      importantes de nuestro trabajo es poder diferenciar Estado y
      Estado de derecho. Si bien el Estado es el soberano esto merece
      algunas consideraciones que intentaremos realizar a lo largo
      del trabajo. Aunque vale aclarar que esta intercambialidad de
      conceptos es propia de la modernidad.
    10. Schmitt, C., Teología política,
      Editorial Struhart & Cía, Bs. As., 1990, p.
      35.
    11. Ibídem, p. 36.
    12. Schmitt, C., El concepto de lo
      político
      , op. cit., p. 75.
    13. En palabras de Laclau: "A la totalidad estructurada
      resultante de la práctica articulatoria la llamaremos
      discurso" Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
      estrategia socialista. Hacia una radicalización de
      la
      democracia, Siglo XXI, Madrid, 1987, p. 119.
    14. Ferrater Mora, J. Diccionario de
      filosofía
      , Ed. Sudamericana, Bs. As., 1975, TI, p.
      407.
    15. Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
      estrategia socialista. Hacia una radicalización de
      la
      democracia, op. cit., p. 47.
    16. Hobbes, T., Leviatan., FCE, Bs. As., 1992, p.
      536.
    17. Schmitt, C., Teología política,
      op. cit., p. 57.
    18. Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la
      revolución de nuestro
      tiempo, Ediciones Nueva
      Visión, Bs. As., 1990, p. 47.
    19. Para Schmitt sólo hay dos legitimidades
      posibles: la monárquica o la democrática. La
      primera se caracteriza por un principio trascendente que
      combina, en una organización verticalista, el principio
      teísta con el principio dinástico. La segunda
      legitimidad impone en cambio una cierta homogeneidad que
      será tematizada en el apartado V del presente
      trabajo.
    20. Schuster, F. Ernesto Laclau, teórico de la
      contingencia y la política,
      en El ojo mocho.
      Bs. As. Otoño 1997, p. 19.
    21. Sería interesante pensar si esta "suerte" no
      corre de manera inversa. Esto es, si es la estructura la que
      corre la suerte del sujeto. Esto podría ser pensado en
      relación a la influencia del psicoanálisis en el pensamiento
      estructuralista.
    22. Schuster, F. Ernesto Laclau, teórico de la
      contingencia y la política,
      op. cit.,
      p.19.
    23. Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la
      revolución de nuestro tiempo
      , op. cit., p.
      47.
    24. Zizek, S. Más allá del
      análisis del discurso
      en ibidem,
      p.262.
    25. Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
      estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
      democracia
      , op. cit., p. 145.
    26. Ver para una explicación más exhaustiva
      del término el apartado II de este trabajo.
    27. Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
      estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
      democracia
      , op. cit., p. 152.
    28. Ibídem, p. 129.
    29. Schmitt, C., El concepto de lo
      político
      , op. cit., p. 60.
    30. Nozick, R. Anarquía, Estado y
      Utopía,
      FCE. Bs. As. 1991, p. 153.
    31. Revista Agora. El liberalismo y sus
      críticos
      . N° 1. Invierno 1994.
    32. Schmitt, C., El concepto de lo
      político
      , op. cit., p. 90.
    33. Ibídem, p. 100.
    34. Schmitt, C., Teología política,
      op. cit., p. 61.
    35. Transcripción de Schmitt de una cita original
      de Locke en Ibídem, p. 84.
    36. Es interesante rastrear en la obra de Carl Schmitt
      dos posibles lecturas. Una podría ser denominada como
      realismo
      político y otra por la cual el autor más que
      describir direcciona la interpretación de los
      fenómenos políticos.
    37. Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la
      revolución de nuestro tiempo
      , p. 34.
    38. Herf, J., El modernismo reaccionario, op.
      cit., p. 253.
    39. Schmitt, C., El concepto de lo
      político
      , op. cit., p. 89.
    40. Gomez Ofanel, G., Excepción y normalidad en
      el pensamiento de Carl Schmitt
      , Centro de estudios
      constitucionales, Madrid, 1986, p. 38.
    41. En este sentido, Laclau indica la perniciosa
      consideración unificada del hombre que supone el
      concepto de ciudadanía y que lleva a sobredimensionar
      la importancia del espacio público como único
      lugar de emergencia de lo político.
    42. Schmitt, C. Sobre el parlamentarismo, Tecnos,
      Madrid, 1990, p. 13.
    43. Ibídem, p. 17.
    44. Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
      estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
      democracia
      , op. cit., p. 199.
    45. Tocqueville, A., La democracia en
      América
      , FCE , México, 1992, p. 72. Hace
      falta aclarar que Schmitt no retoma todos los postulados de
      Tocqueville sino solamente el estudiado en el presente
      trabajo.
    46. La distinción entre los conceptos de
      soberanía y legitimidad será luego
      explicitada.
    47. Gomez Orfanel, G., Excepción y normalidad
      en el pensamiento de Carl Schmitt
      , op. cit., p.
      268.
    48. Esta idea se contrapone con la concepción
      iusnaturalista y liberal-individualista que considera el mundo
      político como universo a
      través del concepto de humanidad.La imposibilidad
      de pensar el término de humanidad sería
      confirmada por Laclau, ya que toda definición de un
      concepto remite a la idea de límite, es decir, todo lo
      que se define debe ser contrastado con algo que es externo a
      esos límites. Al no existir un exterior al concepto de
      universo, éste se torna indefinible.
    49. Gomez Orfanel, G., Excepción y normalidad
      en el pensamiento de Carl Schmitt,
      op. cit., p.
      42.
    50. Laclau retoma para estos fines el concepto de Lefort
      sobre la democracia como lugar vacío. Si bien la
      democracia ha desimbricado las esferas del saber, el poder y el
      derecho, ha instaurado también un lugar que legitima el
      debate sobre lo legítimo y lo ilegítimo. Este
      último punto es obviado por Laclau, lo que resulta
      paradójico dada su intención de radicalizar la
      democracia.
    51. Laclau, E., y Mouffe, Ch. Hegemonía y
      estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
      democracia,
      op. cit., p. 207.
    52. Laclau, E. Emancipación y diferencia,
      Ariel, Bs. As., 1996, p. 102.
    53. Laclau, E., y Mouffe, Ch. Hegemonía y
      estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
      democracia,
      op. cit., p. 171.
    54. Esta relación conflictiva ya existía en
      el Rousseau que
      trataba de compatibilizar voluntad general con voluntades
      particulares.
    55. Aquello que mejor evidencia el desacuerdo sobre el
      papel de la soberanía es la interpretación que
      cada uno de los autores hace del Leviatan de Hobbes. Ver
      Schmitt, C., La teoría del Estado en el Leviatan de
      Thomas Hobbes,
      Ed. Struhart & Cía, Bs.As., 1995;
      y Laclau, E., Nuevas reflexiones….,op. cit., y Laclau,
      E., Emancipación y diferencia, op.
      cit..
    56. Zizek, S., El sublime objeto de la
      ideología
      , Siglo XXI, Madrid, 1992, p.
      125.

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    María del Pilar Márquez // Natalia
    Torres

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