Las respuestas al neo-liberalismo. Los intentos de reformulación de la filosofía política "radical"
"Un estudio de lo político
desde las perspectivas de Carl Schmitt y
Ernesto Laclau"*
El objetivo de
este trabajo es
intentar analizar las perspectivas teóricas de Carl
Schmitt y Ernesto Laclau. Las dos secciones que le siguen a esta
introducción, estarán dedicadas a
presentar los postulados esenciales de cada construcción teórica. El cuarto
parágrafo será una comparación conceptual de
estas dos posturas a partir de la noción de
decisión. En el quinto apartado nos proponemos analizar
las diferencias entre ambos a partir de los conceptos de
liberalismo y democracia. En
último lugar y a modo de conclusión, elaboraremos
nuestras propias reflexiones sobre los autores teniendo como
referente constante las sociedades
contemporáneas.
…Desde el supremo punto de vista biológico,
a las situaciones de derecho no les es lícito ser nunca
más que situaciones de excepción, que constituyen
restricciones parciales de la auténtica voluntad de vida,
la cual tiende hacia el poder y que
están subordinadas a la finalidad global de aquella
voluntad como medios… para
crear unidades mayores de poder. Un orden de derecho pensado como
algo soberano y general, pensado no como medio en la lucha de
complejos de poder sino como medio contra toda lucha en
general…sería un principio hostil, un orden destructor y
disgregador del hombre, un
atentado al porvenir del hombre, un signo de cansancio, un camino
tortuoso hacia la nada…
F. Nietzsche.
La genealogía de la moral
Reflexionar sobre el pensamiento
político de Carl Schmitt, supone adentrarse en una
infinidad de cuestiones que son fundamentales para la
teorización política contemporánea. Un
primer acercamiento a su estudio puede ser realizado a
través de lo que distintos autores, especialmente J. Herf,
denominan como modernismo
reaccionario. Si rescatamos esta particular interpretación del pensamiento schmittiano,
es porque este autor enfatiza sobre los elementos antiliberales y
antirracionalistas de este grupo
heterogéneo de pensadores de la Alemania del
1920. El modernismo reaccionario es una corriente importante
dentro de la ideología conservadora que presenta fuertes
rasgos de irracionalismo. Pretende desterrar de los asuntos
políticos y sociales el papel que la razón jugaba
en ellos. Si bien Max Weber no
debe ser confundido con esta corriente, es importante la
influencia que su pensamiento ejerce sobre ellos. El
"desencantamiento del mundo" no hacía más que
señalar el avance irrefrenable de la
racionalización y la imposibilidad de pensar los asuntos
políticos sin la existencia de la burocracia. Es
por eso que él acentúa la importancia del
fenómeno carismático, fenómeno
auténticamente político en tanto capaz de inyectar
valores en la
máquina inerte de la burocracia estatal. En esto radica el
romanticismo
alemán (1) el cual intenta anteponer la pasión a la
razón sin alma. La
crítica severa a los ideales que la
Ilustración había traído a Occidente, se
enfrentó a una paradoja. Si para la ideología
conservadora lo importante era hacer de Alemania una potencia
después de la derrota de la primera guerra
mundial, había un elemento de la razón que no
podían dejar de lado: la tecnología. Esta
paradoja los lleva a tener que conjugar la tecnología con
el discurso
irracionalista que proponían frente al liberalismo
anglosajón. Tanto Jünger, Heidegger, Spengler, Freyer
como Schmitt pueden ser analizados en este aspecto paradojal de
su pensamiento. La solución era hacer un uso irracional de
la Technik; esto es "En el país de la
contrarrevolución romántica contra la Ilustración lograron incorporar la
tecnología dentro del simbolismo y el lenguaje de
la Kultur–comunidad,
sangre,
voluntad, yo, forma, productividad y
finalmente la raza- sacándola del campo de la
zivilisation: la razón, el intelecto, el
internacionalismo, el materialismo y
las finanzas."
(2)
Producto de una recuperación del pensamiento
hobbesiano, Schmitt centra su estudio de lo político en el
concepto de
soberanía. Antes de hacer alusión a
este concepto nos parece necesario analizar la relación
entre lo político y lo estatal: "El concepto del Estado
presupone el de lo político". (3) El intento por definir
un criterio eminentemente político que pueda ser
diferenciado de criterios morales, estéticos o
económicos lo lleva a encontrar en la distinción
amigo-enemigo una diferenciación política
específica a la que puedan reconducirse todas las acciones y
motivos políticos. Es importante recalcar que esta
distinción no brinda un contenido o un ámbito de la
realidad ni una definición, sino solamente un criterio que
permite determinar el concepto de lo político. Este
criterio es identificable en virtud de la intensidad que puede
asumir un conflicto
independientemente del ámbito en que se origine. Este
conflicto no puede ser abordado desde una perspectiva
teórica o desde aproximaciones abstractas sino que
sólo puede ser percibido por los propios involucrados en
el mismo. En este sentido, Schmitt se refiere al carácter existencial que este conflicto
debe asumir para ser considerado político. Un enemigo es
tal sólo si su existencia afecta mi forma esencial de
vida. Este es uno de los aspectos que ligan a Carl Schmitt con lo
que anteriormente denomináramos modernismo reaccionario.
Esta corriente fue influída por lo que en Alemania se
acostrumbraba a llamar Fronterlebnis (4) , es decir, la
experiencia en el frente. Sólo esta experiencia
podía evidenciar el carácter existencial que la
relación amigo-enemigo asumía para Schmitt, el
enemigo como lo otro, niega en su alteridad mi propio modo de
existencia. Lo que se constituye como extraño es siempre
un enemigo público, es hostis y no inimicus
el cual siempre hace referencia a una confrontación
privada. La intensidad que implica este criterio se vincula a la
posibilidad real del enfrentamiento armado. La guerra por lo
tanto es sólo un horizonte que debe estar presente en la
enemistad. Pero la guerra en sí es el momento
técnico (5) que deriva de la decisión que tiende a
definir el hostis: "Lo decisivo es pues siempre y
sólo la posibilidad de este caso decisivo, el de la lucha
real, así como la decisión de si se da o no se da
ese caso" (6) . Ahora bien, ¿quién decide? (7) La
que marca la pauta es
la unidad política, y esta es tal sólo si decide
quién es el enemigo. Es decir, el soberano se constituye
en el acto decisivo, es el que posee el ius belli capaz de
requerir de los miembros del pueblo la disponibilidad de matar y
ser muertos en el enfrentamiento violento (8) . De esta manera es
posible entender por qué el concepto de Estado presupone
el de lo político; el soberano, la unidad política,
el Estado (9)
son términos que devienen intercambiables con respecto al
papel que juega la decisión sobre lo que amenaza una
particular forma de vida.
Pero quizás el análisis más exhaustivo y a la vez
interesante del concepto de soberanía es el que se
desprende de la Teología política. "Soberano
es aquel que decide sobre el caso de excepción" (10) . En
este sentido, la decisión presenta un carácter
revelador en tanto que descubre las bases sobre las cuales
descansa el orden. El orden jurídico presenta dos
elementos: el de la decisión y el de las normas; el estado
de excepción, por la anterior, no es caos ni desorden sino
la suspensión momentánea de la normalidad que hace
posible que las normas sean aplicadas. Lo que desaparece es el
ámbito del derecho, el ámbito de la normatividad,
pero en el estado de excepción subsite el orden
jurídico que como todo orden descansa en una
decisión. El papel del soberano en esta situación
extraordinaria es la de crear normalidad decidiendo la contienda.
Es por eso que esta situación todo lo prueba, ya que
devela la esencia de la autoridad del
Estado.
…Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo;
que quien me comprenda acaba por reconocer que carecen de
sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través
de ellas fuera de ellas. (Debe, pues, por así decirlo,
tirar la escalera después de haber subido).
L.
Wittgenstein. Tractatus Logico-Philosphicus
La comprensión de lo social es analizada por
Ernesto Laclau desde una nueva óptica.
Su punto de partida es lo que se ha denominado una teoría
de la práctica hegemónica frente al materialismo
histórico que es tomado como referente inmediato. La
construcción teórica en Nuevas reflexiones sobre
la revolución de nuestros tiempos comienza
a partir de la contraposición de dos conceptos que
formarán parte de una construcción mayor:
contradicción y antagonismo. La contradicción
supone una imposibilidad lógica
dentro de un esquema teórico, en tanto un antagonismo
representa un enfrentamiento de fuerzas entre polos
identificados. Los conceptos no se implican mutuamente: es
posible un antagonismo sin contradicción y una
contradicción sin antagonismo. Laclau intenta desglosar
conceptos utilizados en la teoría marxista para mostrar
implicaciones lógicas que se presuponen pero que no se
derivan si se sigue un análisis pormenorizado. Esta es una
de las críticas más fuertes al marxismo en su
búsqueda del motor de la
historia. Laclau
encuentra una contradicción entre la
Contribución a la crítica de la economía
política y el Manifiesto Comunista. Para la
explicación de la historia se parte de la
contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de
producción y de la lucha de clases. La
crítica esta dirigida a la relación entre estos
factores y a una reconceptualización del antagonismo como
constitutivo de lo social y como la revelación de su
imposibilidad. Laclau no niega la existencia de conflicto en la
contradicción planteada por el marxismo sino que el
antagonismo – la lucha de clases – no debe ser entendido como una
derivación lógica de la contradicción. Por
otra parte, el antagonismo en si mismo no puede ser reducido a
contradicción lo que explicita su no reducción a la
internalidad de un esquema teórico. El conflicto que
deviene en antagonismo, según Laclau, surge entre las
relaciones de producción y la identidad de
los sujetos involucrados cuya constitución parte de un exterior.
Así, si la lucha de clases no es una derivación
necesaria de la contradicción del sistema
capitalista y si es irreductible a una contradicción, la
lucha de clases como antagonismo escapa a una implicación
necesaria de la lógica del esquema teórico
marxista. Ahora bien, si la articulación no es necesaria,
debe ser por su parte necesariamente contingente. La contingencia
no es sinónimo de azar, de casualidad sino de aquello que
no puede ser definido de antemano. El antagonismo no puede ser
definido a partir de una lógica interna y es por lo tanto,
dependiente de la historia factual. La historia no se construye a
partir de una lógica estructurada, es abandonada la
visión marxista que reducía la dinámica social a la lógica de la
necesidad histórica. Se contrapone a esta lógica
una práctica hegemónica.
Si la referencia a un exterior es indispensable para la
construcción de identidades como polos que componen todo
antagonismo, la conceptualización del exterior a partir de
la subjetividad de los participantes comporta un camino hacia una
racionalidad lógica de sus relaciones. Sin embargo, el
camino hacia la conceptualización de una racionalidad
humana desprovista de referente generando una objetividad, la
subjetividad como valor
constante, está signado por el fracaso. El antagonismo
como conflicto entre las relaciones de producción e
identidades no es en si mismo susceptible de
objetivación.
El antagonismo presupone una confrontación entre
"objetividades": una determinada "objetividad social" frente a
una "objetividad de identidad" de los sujetos. Laclau propone
priorizar el momento de la negación como negatividad
constitutiva en contraposición al momento de la
superación. Este enfoque teórico supone ciertas
conclusiones. Se redefine el exterior: de un exterior excluido a
un exterior constitutivo; el momento de la negación no es
reconocido al interior del esquema sino que la negación
proviene del exterior; no es un proceso de
transformación que supone la identidad de los sujetos sino
un proceso que imposibilita la constitución misma de las
identidades y por lo tanto de lo social como objetividad. La
conclusión mayor es el rechazo a concebir lo social como
una estructura
cerrada; es propugnar la imposibilidad de su constitución
como orden objetivo, es mostrarlo como una estructuración
dislocada. Ahora bien, una estructura cerrada contiene entidades
que promueven su necesariedad, se definen unas a otras dentro de
sus límites,
las condiciones de existencia están dadas por su misma
esencia. Por el contrario, una estructura dislocada muestra ser
inacabada, sus elementos buscan un exterior de referencia que
conforma sus condiciones de existencia, son por tanto
contingentes.
El antagonismo es entonces el límite de la
existencia de objetividad de identidades como también
aquello que las define. Este mismo análisis puede ser
trasladado a la relación entre lo necesario y lo
contingente. La construcción de Laclau no promueve el
reino de lo contingente como aquello que es como puede no ser, no
se abandona la necesariedad sino que se la subvierte. Para negar
lo necesario de una identidad se debe presuponer su existencia.
Es importante volver a insistir sobre el concepto de contingencia
utilizado por Laclau: lo contingente es aquello que no se define
a si mismo como lógica interna en tanto predecible, es lo
que es definido externamente, en consecuencia indeterminable.
Pero lo indeterminable es su articulación en el proceso,
no su existencia. Así, no se comprende la dinámica
social como esferas o identidades constituidas que interaccionan,
se condicionan o se determinan mutuamente, sino como un mundo de
relaciones entre identidades inacabadas que demuestran en sus
mismas relaciones la imposibilidad de constituirse
autónomamente. Esta dinámica se esconde en el
proyecto de
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en Hegemonía y estrategia
socialista. En ambos libros la
dinámica de lo social tiene su primera fuente en el
antagonismo. El origen de la relación ha sido la Revolución
Francesa. Pero no hay correspondencia posible entre lo que se
dio en llamar el imaginario jacobino y la realidad social
contemporánea. El intento de recuperación del
imaginario francés ha sido intentado por el marxismo a
través de la universalización del antagonismo. La
continuidad de este proyecto político lo representa en un
único espacio político de despliegue y lo delimita
en puntos y agentes tanto privilegiados como universales. Frente
a esta estrategia ambos autores contraponen el proyecto de una
democracia radicalizada.
Es necesario volver al concepto de exterior constitutivo
para comprender como se conjuga el proyecto de una democracia
radicalizada y la estructuración dislocada de lo social
como proyecto antagónico al maxista. Laclau y Mouffe
definen dos tipos de relaciones entre los hombres. Las relaciones
de subordinación son aquellas en la cuales un agente
está sometido a las decisiones de otro. Es por lo tanto
agente y no sujeto. Las relaciones de opresión representan
la transformación de subordinación en antagonismo.
Aquello que posibilita el traspaso de un tipo de relación
a otra está dado por un exterior discursivo que constituye
lo social. Las relaciones de subordinación no son
antagónicas en tanto instituyen el momento de la
positividad de las identidades de los distintos agentes. El
cuestionamiento y por tanto la amenaza a dichas identidades que
las convierten en antagónicas es el momento por excelencia
de la negatividad como subversión de la positividad. Es
imprescindible volver sobre el carácter discursivo del
exterior constitutivo para introducir un concepto clave en la
teorización de los autores. Las identidades asignadas en
el momento de la positividad, en las denominadas relaciones de
subordinación, representan significantes a los que se les
adjudica un significado en una práctica hegemónica
determinada. El momento de la negatividad expresa la amenaza al
significado asignado, el instante en el que la relación se
torna opresiva, a partir de una latente resignificación
por parte de una nueva práctica que disputa la
hegemonía. Así, las identidades se convierten en
significantes flotantes. El exterior discursivo es el que otorga
las bases para la constitución de las identidades de lo
social. Sin embargo, los significantes son siempre vacíos,
las identidades nunca son plenas, los antagonismos son
irreconciliables. Esto explica quizás el carácter
dual del concepto de antagonismo explicitado al comienzo de este
trabajo. Los antagonismos permiten resignificar, por tanto
definir la identidades sociales al mismo tiempo que
impiden su significación definitiva. Del mismo modo
tampoco la estructura puede cerrarse. La paradoja entra
nuevamente en escena. Porque existen antagonismos la estructura
no puede cerrarse, a la vez que porque no existen estructuras
cerradas existen antagonismos.
Una estructura cerrada y una estructura abierta se
mueven obviamente a partir de lógicas distintas. Tanto la
lógica de la diferencia plena como la de equivalencia
plena constituyen los extremos que son partes de una estructura
cerrada: la equiparación de dos conceptos supone
también diferenciarlos. La construcción de
identidades a partir de estas dos lógicas constituye lo
social sobre la base de una diferenciación en dos campos
irreductibles. Para Laclau, si bien es imposible la positividad u
objetividad de lo social, esta imposibilidad es referida a una
concepción de lo social como estructura cerrada
predeterminante de la realidad. De esta concepción se
desprende la crítica a la teoría marxista que
pretende la reducción de la realidad social a
lógicas plenas. Ciertos acontecimientos que pueden escapar
a la lógica interna del esquema teórico son
inmediatamente subsumidos a los campos predeterminados por la
teoría.
Por su parte lógicas que implican la no plenitud
de lo social están escondidas en toda práctica
hegemónica. Dicha práctica no es más que una
articulación particular que establece relaciones entre
identidades de elementos definidos a partir de la
práctica. La articulación es cierta totalidad
estructurada entendida como discurso. Ahora bien, todo discurso
necesita de una fijación aunque sea parcial de sentido. La
parcialidad es primordial en tanto toda fijación total
cierra la estructura. La referencia a la subversión de la
positividad es indispensable. Lo contingente no niega la
existencia de sentido, lo hace indeterminable. El significado que
llena el vacío del significante no será eterno,
mientras un discurso se constituya como posible hegemonizador del
espacio discursivo. Sin embargo, las prácticas devenidas
en discursos, en
la lucha por la hegemonía tratan de constituir un centro,
de determinar lo indeterminable. Esta búsqueda se realiza
a partir de puntos nodales de fijación parcial como puntos
discursivos privilegiados.
Así, un exterior discursivo democrático
que constituya identidades nunca determinables pero sí
hegemónicas es la base del proyecto de una democracia
radicalizada, que pretende la no reducción de la
pluralidad sino una nueva valoración de la
indeterminación de un centro.
Llegado a este punto nos proponemos establecer ciertas
líneas interpretativas comunes entre ambos autores.
Nuestra intención es realizar una comparación
conceptual a través de la teorización de
términos como la decisión y sus
características, el sujeto, el antagonismo y puntos
nodales o conceptos polémicos.
En Schmitt, la soberanía es un concepto
límite que debe ser definido en relación al estado
de excepción: "La decisión sobre lo excepcional es
la decisión por antonomasia" (11) . Lo excepcional no
puede ser delimitado de manera rigurosa, es lo que no se puede
subsumir y escapa a toda determinación general. Es lo que
pone de manifiesto el elemento oculto de todo orden
jurídico: la decisión. Por medio de ella es el
soberano el que define si una situación es o no
excepcional y qué conviene hacer para dominarla. Es
aquí cuando el derecho se suspende mientras que el Estado
subsiste en cuanto orden jurídico; por lo tanto, el estado
de excepción se diferencia del caos y del desorden, la
decisión es libre de trabas normativas y absoluta. Al ser
la situación excepcional anómala y al requerir la
norma un medio homogéneo para su vigencia, es necesario
que el orden (normalidad – normatividad) sea restablecido. Este
punto deviene fundamental para la interpretación del
pensamiento político de Carl Schmitt ya que si bien es
cierto que la Entsheidung presenta caracteres arbitrarios,
ésta posee una finalidad específica que es la de la
re-creación de la normalidad que se pierde en el estado de
excepción "… la aportación de un Estado normal
consiste sobre todo en producir dentro del Estado y su
territorio una pacificación completa, esto es, en procurar
la ‘paz, seguridad y
orden’ y crear así la situación normal
que constituye el presupuesto
necesario para que las normas jurídicas puedan tener
vigencia en general, ya que toda norma presupone una
situación normal y ninguna norma puede tener vigencia en
una situación totalmente anómala por referencia a
ella". (12)
En la elaboración deconstructivista de Laclau, la
decisión también recobra vital importancia. La
estructura dislocada muestra la contingencia de lo social; la
estructura cerrada su necesariedad. La diferencia entre lo
contingente y lo necesario está atravesada por la idea de
indeterminación. Lo contingente como aquello que no puede
ser definido previamente refleja que la indecidibilidad es
estructural. Por lo tanto, la decisión es factible a
partir de la no suturación de la estructura, no es
totalmente externa pero tampoco es determinada por ella. La
decisión en su intento de llenar el vacío
estructural que la indeterminación deja, se transforma en
pura irrupción creativa. El acto hegemónico es en
si mismo una creación que no parte de una
fundamentación racional o metafísica
sino que en virtud de esta infundamentación deviene acto
de poder. Las prácticas articulatorias que pugnan por la
significación de puntos nodales, mantienen entre ellas
relaciones de fuerza que se
tornan antagónicas.
De esta manera, nos parece adecuado establecer un
analogía con el concepto schmittiano de
Entscheidung. El estado de excepción es en Schmitt
lo que el vacío estructural es en Laclau: la
decisión se convierte en la revelación de lo
eminentemente político. La decisión en Schmitt
devela, por un lado, que lo normativo no puede regir por si solo
sino que hace falta un soberano que genere las condiciones para
la vigencia del derecho; por el otro, y como consecuencia de lo
primero, la no soberanía de la norma, en tanto que su
fundamento reside siempre en una decisión. Por su parte en
Laclau, este concepto evidencia la contingencia de lo social y la
necesidad de prácticas hegemónicas, que por medio
de actos de poder, resignifiquen puntos nodales haciendo posible
la vigencia de lo social como discurso (13). En este punto nos
parece conveniente establecer una diferenciación. En
Schmitt, el acto decisivo se contituye como un decidirse
por: "Esta decisión no afecta simplemente a los
objetos de los que la Existencia está rodeada, sino a la
propia Existencia, o a algo que la afecta tan fundamentalmente
que es una y la misma realidad con ella (…) Al decidirse,
empero, elige lo que va a ser." (14) Así, el
soberano al definir quién es el enemigo, define al
interior de la unidad política, la esencia de su
existencia. En cambio para
Laclau siempre es decidirse entre; es decir, la idea de
decisión esta más ligada al concepto liberal de
elección en donde: "…si la decisión tiene lugar
entre indecidibles estructurales, el tomarla sólo puede
significar la represión de las decisiones
alternativas que no se realizan". (15)
Nuestro segundo paso en esta elucidación,
será abordar las características que asume la
decisión para ambos autores. Schmitt vincula la
noción de estado pre-moderno con reminiscencias cristianas
con el rasgo característico de la secularización:
la ausencia de fundamento trascendente. En este sentido, Schmitt
se enfrenta en la tradición jurídica positivista a
pensadores como Kelsen que sostenían que el estado de derecho
se autofundamentaba en su construcción piramidal. Su
cúspide era la norma primera, en cambio para Schmitt lo
que sustenta el orden jurídico es la decisión. Esta
se halla en una paradójica situación: es sustento
de un orden siendo ella misma infundamentada. La decisión
no asume características racionales. Los argumentos
racionales se pueden discutir pero no decidir, cuando la
decisión se toma los argumentos no entran en
consideración. Este hecho acerca Schmitt al Hobbes que
afirmaba "Auctoritas -non veritas- facit legem" (16) . Esto
demuestra que "para crear derecho no se necesita tener derecho"
(17) . Es por esto que no es soberano aquel que tiene
razón, sino que porque es soberano está en lo
cierto. Siguiendo la argumentación se podría
afirmar que la acclamatio schmittiana no viene sino a
ratificar el mando supremo del soberano que es reconocido por el
pueblo.
En Schmitt la decisión es arbitraria y como
consecuencia irracional. Esto puede explicarse a través de
la influencia weberiana que, frente al avance irrefrenable de la
racionalidad burocrática, veía la necesidad de
introducir aspectos irracionales (valores, fenómeno
carismático) en la maquinaria estatal que pudieran
contrarrestar la inercia institucional. En contraposición
a este esquema, el concepto de racionalidad y su contrario en
Laclau, se mueven en una lógica discursiva distinta. La
arbitrariedad de la decisión está relacionada con
la falta de fundamentación racional, en tanto necesariedad
lógica que deriva en un desenvolvimiento autónomo
de la regla. En Laclau la decisión no se opone a la
razón, por lo tanto, no debe ser definida como irracional:
"Que una decisión sea en última instancia
arbitraria sólo significa, por lo tanto, que el que la
toma no puede ligarla de un modo necesario a un motivo racional;
pero esto no significa que la decisión no sea razonable
-es decir, que un conjunto acumulado de motivos, ninguno de los
cuales tiene el valor de un fundamento apodíctico, no la
hagan preferible a otras decisiones" (18) Más allá
de las diferencias, en ambos autores, la decisión se
convierte en suplemento de las carencias de la razón
(racionalidad burocrática, indecidibilidad
estructural).
Otro punto que deviene fundamental para el
análisis del pensamiento político de estos autores
es el del sujeto de la decisión. De lo analizado con
respecto a la racionalidad, se desprende que la oposición
ratio-voluntas es constitutiva de la visión
schmittiana de lo político. En virtud de ella, es posible
entender que ninguna forma de deducción lógica y analítica
nos permite identificar el soberano, éste solamente puede
ser identificado ex post facto. Es el decidir lo que lo
convierte en tal. Sin embargo, Schmitt explicita que desde el
punto de vista político existen sólo dos sujetos
que pueden personificar la voluntas soberana: el monarca o
el pueblo. (19) Desde Laclau, la categoría de sujeto es
también indefinible a priori. Sólo
después de que la decisión es tomada, el sujeto es
reconocible: "Es por ello que el analista político ha de
ser historiador, porque sólo puede hablar de los sujetos
a posteriori, como efectos de la acción
y la decisión". (20) Este hecho se observa claramente como
una respuesta a la concepción de la clase obrera
como actor privilegiado de la lucha contra la opresión, y
a la vez al sujeto cartesiano. El sujeto de Laclau sigue la
suerte de la estructura (21) , de manera tal que, no es un sujeto
acabado sino que puede ser constituido parcialmente a partir de
articulaciones
hegemónicas: "El carácter fallado de toda
estructura pone el destino político en el lugar del
sujeto." (22) El sujeto laclauiano se autonomiza de manera
parcial de la estructura sin convertirse en algo exterior a ella,
en tanto deviene el locus de la decisión: "…el
sujeto no es otra cosa que esta distancia entre la estructura
indecidible y la decisión". (23) O lo que en palabras de
Slavoj Zizek: "…el sujeto es el correlato de su propio
límite, el elemento que no puede ser subjetivizado;
él es el nombre del vacío que no puede ser llenado
por la subjetivización: el sujeto es el punto de fracaso
de la subjetivización (es por eso que su signo lacaniano
es $)." (24)
Un cuarto aspecto a comparar es el papel que el
antagonismo juega en la constitución de identidades. El
enfrentamiento entre dos polos opuestos contribuye a la
formación de las identidades de ambos, a la vez que impide
la creación de identidades plenas, como momento de
positividad. En Laclau, las identidades representan significantes
vacíos cuyos significados son el resultado de los
diferentes antagonismos entre prácticas
hegemónicas, que si bien son particulares, son presentadas
como universalidad. En este sentido: "…la presencia del
‘otro’ me impide ser totalmente yo mismo. ( …) En
la medida en que hay antagonismo yo no puedo ser una presencia
plena para mi mismo…su ser objetivo es un símbolo de mi
no ser y, de este modo, es desbordado por una pluralidad de
sentidos que impide fijarlo como positividad plena". (25) A
partir de este análisis, la relación amigo-enemigo
en Schmitt podría comprenderse desde una perspectiva
similar. Si bien el enemigo amenaza la existencia de su
contrincante, el definir continuamente quién es el
hostis (26) configura la propia identidad. Cercano al
modernismo reaccionario, Schmitt ve en la construcción de
identidades la posibilidad de recuperar la Kultur que se
había perdido en la Zivilisation de la
Ilustración. Pero entre ambas posturas existe una
diferencia que por el momento nos limitaremos a mencionar ya que
será abordada con mayor profundidad en otro punto del
presente estudio. Si para Schmitt existe un "antagonismo"
como motor en esta construcción, Laclau parte de una
distinción: "Podríamos llamar posición
popular de sujeto a la que se constituye sobre la base de
dividir el espacio político en dos campos
antagónicos, y posición democrática de
sujeto a la que es sede de un antagonismo localizado que no
divide a la sociedad en la
forma indicada". (27) De esta manera, la democracia radicalizada
es caracterizada por múltiples movimientos sociales que no
pueden ser "reducidos" a una relación
amigo-enemigo.
Una cuestión que se relaciona con lo anterior es
la referente a la pugna por la significación de puntos
nodales. Los puntos discursivos privilegiados instituyen
significados parciales que a través de la lógica
equivalencial influyen en futuras subversiones del sentido:
"Lacan ha insistido en las fijaciones parciales a través
de su concepto de points de capito, es decir, de ciertos
significantes privilegiados que fijan el sentido de la cadena
significante." (28) En una significación parcial, las
diversas prácticas hegemónicas buscan determinar lo
indeterminable, a la vez que la lucha por la
resignificación como antagonismo refleja esta
imposibilidad. En el caso de Schmitt, se puede rastrear un
análisis similar cuando hace hincapié en el
carácter polémico de los conceptos. Ellos dejan
traslucir una relación concreta entre amigo y enemigo. La
discusión que se da en torno a la
significación de determinados términos demuestra
que lo político subyace en toda definición:
"Palabras como estado, república, sociedad, clase, o
también soberanía, estado de derecho, absolutismo,
dictadura,
plan, estado
neutral, estado total, etc., resultan incomprensibles si no se
sabe a quién en concreto se
trata en cada caso de afectar, de combatir, negar y refutar con
tales términos." (29)
Hasta el momento hemos analizado ambos autores y tratado
de establecer parámetros comparativos entre ellos. Esto
justifica la arbitraria elección sobre la que hemos basado
nuestro trabajo. Ahora intentaremos elucidar las diferencias a
partir de las posiciones que estos autores asumen frente al
liberalismo y la democracia.
Dentro de la tradición liberal podemos hallar una
corriente que puede ser denominada como liberalismo
político. Esta supone un individuo
atomizado que se convierte en el centro frente al cual la
sociedad es solamente un marco de garantía. El arco que se
extiende desde Locke hasta Nozick intenta establecer lo
político como una instancia meramente defensora de los
derechos y
libertades naturales: "El Estado mínimo es el Estado
más extenso que se puede justificar. Cualquier Estado
más extenso viola los derechos de las personas". (30) El
contractualismo lockeano parte de la existencia de derechos
inalienables que deben ser resguardados a través de la
constitución de la sociedad civil.
Este es el origen de lo que comúnmente se denomina como
"Estado neutral". El Estado deviene imparcial, por tanto, no
está vinculado a ninguna concepción propia del
bien. Sólo imparte las normas necesarias para que cada
individuo pueda realizar en forma particular su concepción
de lo bueno. Si bien la neutralidad puede partir de la ausencia
de una concepción propia, ella puede justamente esconder
una cosmovisión particular. Esta es la postura de Ronald
Dworkin y la de John Rawls al establecer una concepción
política y no metafísica de la justicia como
imparcialidad. La neutralidad implica una concepción de
igualdad que
debe ser llevada a cabo por el Estado. El tomar partido frente a
la multiplicidad de cosmovisiones particulares es privilegiar una
sobre otras y es, en última instancia, otorgar un trato
desigual.
Según Chantal Mouffe en La política y
los límites del liberalismo (31) , la neutralidad del
Estado esconde una postura particular frente a la innegable
irrupción del pluralismo en las sociedades
contemporáneas. Si el Estado es la no interferencia en las
diferentes concepciones sustantivas de los individuos, el
pluralismo es la tolerancia a esa
irreductible multiplicidad. Tanto Mouffe como Laclau no comparten
la idea de pluralidad como tolerancia frente a una realidad
inamovible, sino que la pluralidad en si misma es la virtud de
las nuevas sociedades. La revalorización de lo plural y de
la indeterminación es la base de una democracia
radicalizada.
El Estado neutral es impensable para Carl Schmitt, por
cuanto el concepto de Estado presupone el de lo político.
Si la distinción entre amigo y enemigo desaparece, lo hace
también la vida política. Para Schmitt, el
liberalismo no es una teoría política ya que
"…tan sólo ha procurado vincular lo político a
una ética y
someterlo a lo económico; ha creado una doctrina de la
división y equilibrio de
los poderes, esto es, un sistema de trabas y controles del
Estado que no es posible de calificar de teoría del Estado
o de principio de construcción política." (32) El
liberalismo es la sistematización de una doctrina que
trata de "vencer" al poder estatal aportando diversos recursos para la
protección de la libertad
individual y la propiedad
privada. La idea de derechos inalienables niega la de ius
belli y por lo tanto anula el de la soberanía. El
pensamiento liberal se mueve entre dos esferas
heterogéneas: la de la ética y la de la
economía. De esta manera, la lucha, el antagonismo
amigo-enemigo deviene desde el punto de vista económico en
competencia y
desde el punto de vista "espiritual" en discusión.
Así, "Todas estas transformaciones se orientan del modo
más certero hacia el objetivo de someter el Estado y la
política en parte a una moral
individualista, y por eso mismo iusprivatista, y en parte a
categorías económicas, despojándolos de su
sentido específico". (33) .
Schmitt ataca a la tradición liberal positivista
en general, y a Kelsen en particular, por haber separado los
elementos sociológicos de los jurídicos. El
producto de
esta operación se transforma en un "…sistema puro de
imputaciones normativas que culmina en una última norma
fundamental unitaria." (34) De esta manera, el Estado deviene
orden jurídico considerado como unidad en donde él
es el punto final de aquellas imputaciones. Lo
problemático de la concepción kelseniana es
declarar que dicha unidad es "un acto libre de conocimiento".
Así, el concepto de soberanía no sólo es
anulado de la tematización jurídica sino
también negado en virtud al mandato impersonal de las
leyes. La
oposición entre Schmitt y el liberalismo se debate entre
dos corrientes irreconciliables. La primera estaría
signada por esto que antes describíamos como "forma
jurídica unitaria". Tanto Kelsen como Krabbe veían
al Estado como analogía de la Constitución o el
orden jurídico. La segunda podría ser identificada
como aquella que adhiere al mandato personal. En esta
corriente encontramos a pensadores como Hobbes, Donoso
Cortés, Bonald, De Maistre que enfatizan el papel que la
auctoritas juega en los asuntos políticos. Schmitt
critica al liberalismo por afirmar sus bases teóricas
sobre la primera tradición que, como antes
mencionábamos, se inicia con Locke y ve al Estado como un
garante del derecho y por esto declara: "The Law gives autority"
(35) . Schmitt, en cambio, ve el mandato personal como la
única forma capaz de resolver el problema de la
competencia. La pregunta ¿quién decide? no puede
ser respondida por la propia Constitución. La
soberanía es un concepto que no puede ni debe ser
eliminado. (36) El "milagro" de la decisión no puede ser
abandonado a los impulsos racionalistas de la doctrina liberal.
Ésta ha transformado al Estado en un objeto de
racionalidad formal, un mecanismo. El deísmo liberal
impide la irrupción milagrosa del soberano en el orden
jurídico vigente y cubre por lo tanto con un "velo tupido"
el momento político que sustenta todo orden.
Desde una perspectiva diferente, Laclau ve en la
crisis de la
razón el espacio desde el cual pueden surgir proyectos de
liberación. Reconocer los límites de la
razón no impide la formulación de una
política radicalizada que considere la negatividad como
constitutiva de la identidad. Como se ha demostrado en este
trabajo, antagonismo y contradicción son términos
no asimilables. El liberalismo ha intentado reducir el aspecto
antagónico de las relaciones sociales al subsumirlo a la
idea formal-igualitaria de contrato. Pero el
intento marxista no ha mejorado esta situación. Ya no es
la forma jurídica la que erradica de escena el antagonismo
sino que es el concepto hegeliano de contradicción el que
intenta subsumir el momento antagónico de las luchas de
clases al desenvolvimiento de la regla. "En el caso del
antagonismo la negación no procede del interior de
la propia identidad sino que viene, en su sentido más
radical, del exterior; en tal sentido es pura facticidad
que no puede ser reconducida a ninguna racionalidad subyacente."
(37) Así, el antagonismo posee una función
revelatoria en tanto que muestra el carácter contingente
de toda objetividad. Sólo así es posible entender
por qué para los dos autores el intento (liberal y
marxista) de subsumir estos momentos políticos a
algo que los anule es desterrar del ámbito de las relaciones
humanas aquello que les da sentido.
Si bien es cierto que para Schmitt la lucha de clases es
un conflicto económico que es pasible de convertirse en
político, el marxismo y el liberalismo no difieren de
sobremanera: "Schmitt compartía la concepción
derechista común de que el marxismo era la
extensión de materialismo burgués y liberal. El
marxismo negaba la primacía de la política,
destacaba la centralidad del conflicto económico, y
compartía lo que en opinión de Schmitt era la fe
ingenua del liberalismo en el progreso cultural y
tecnológico." (38)
Para la comprensión de cualquier teoría
política es necesario recurrir a un análisis de la
concepción antropológica de la que parte. Schmitt
presenta en el Concepto de lo político una
particular óptica con respecto a este punto. La
comprensión de la antropología no debe pasar por una
distinción de carácter moral; no interesa si
el hombre es
bueno o malo por naturaleza,
sino por si una teoría política en particular lo
toma como presupuesto problemático o no. Esta
cuestión es fundamental para la crítica al
liberalismo. "Para los liberales (en cambio) la bondad del hombre
no es otra cosa que un argumento con cuya ayuda se pone al Estado
al servicio de la
sociedad, y no quiere decir sino que la sociedad posee un
propio orden en si misma y que el Estado le está
subordinado; ella lo controla con más desconfianza que
otra cosa, y lo sujeta a límites estrictos". (39)
Así, toda teoría que se denomine política
debe partir por considerar que el hombre es malo. En este
sentido, es interesante el Maquiavelo de
los Discursos sobre la primera década de Tito
Livio, donde la problematización del hombre es tomada
explícitamente como presupuesto. "Me parece que la
cuestión de la normalidad o anormalidad de la
situación concreta tiene un significado fundamental, quien
parte de la presencia de una situación anormal,
solucionará los problemas de
la Política, la Moral y el
Derecho, de modo distinto a quien esté convencido de la
existencia de un estado de normalidad aunque surjan
pequeños trastornos (…) De la aceptación de la
situación anormal surjen consecuencias decisionistas, el
reconocimiento de intervenciones extraordinarias, la
justificación de rupturas, incluso la dictadura…, y
conceptos como soberanía y absolutismo." (40) Por su parte
Ernesto Laclau, al referirse a la teoría
democrática, considera que ésta parte de una
concepción positiva y unificada de la naturaleza
humana. Sin embargo, en contraposición a Schmitt, el
interés
en la antropología como presupuesto radica en refutar el
carácter unificado de la naturaleza del hombre. Las
consecuencias políticas
de la unicidad se ven reflejadas en la constitución de un
único espacio donde lo político tiene lugar. (41)
Su refutación se basa en la concepción de una
"naturaleza plural". Las identidades son constituidas a
través de relaciones donde es necesaria la
vinculación con el otro en cada relación
específica. Así, no existen para Laclau derechos
individuales sino sólo derechos construidos en contextos
de relaciones sociales. Si el carácter del sujeto es
indeterminado y polisémico deben emerger nuevos espacios
para la constitución de lo político.
Schmitt intenta esclarecer la confusión
contemporánea entre liberalismo y democracia. La
democracia debe ser definida en tanto eliminación de la
heterogeneidad. "El poder político de la democracia
estriba en saber eliminar o alejar lo extraño y desigual,
lo que amenaza la homogeneidad." (42) De esta manera, la
democracia se basa en la identidad de gobernantes y gobernados.
Es la igualdad la que impera en ella, rasgo que remite a la
concepción toquevilleana del estado social
democrático. Ahora bien, una universalización de la
igualdad humana no sólo anularía el concepto de
igualdad política al devenir indiferente, sino que
anularía la política misma. Esto "…no es propio
de la democracia sino de un determinado tipo de liberalismo; no
es una forma de Estado sino una moral y una concepción del
mundo individualista-humanitaria." (43)
La articulación del liberalismo y la democracia
es presentada por Laclau, en principio, como un intento del
Estado de Bienestar keynesiano. Así, la ofensiva
neoliberal que busca desmantelar el Estado intervencionista no
hace más que poner en tela de juicio dicha
articulación y privilegiar su momento liberal.
Laclau establece relaciones de continuidad y
discontinuidad entre la lucha de clases y los nuevos movimientos
sociales. La continuidad estaría dada por el imaginario
igualitario, mientras que la discontinuidad estaría
signada por la expansión de las relaciones de
producción capitalistas y la progresiva
intervención del Estado, dando lugar a la aparición
de nuevas formas de subordinación. La continuación
del imaginario igualitario es, en Laclau, la
transformación de la ideología
liberal-democrática en "sentido común".
Según este autor, la ampliación de los derechos ha
transformado el discurso liberal en su articulación con la
idea democrática. El imaginario igualitario se ha
transformado en el siglo XX en imaginario democrático a
partir de la transformación del discurso
liberal-democrático. El exterior discursivo es un exterior
liberal- democrático. El imaginario democrático
está compuesto por dos conceptos fundamentales: igualdad y
libertad. Si el primero ha caracterizado a las luchas
tradicionales, el segundo está representado en las
reivindicaciones de autonomía de los nuevos movimientos
sociales. Este cambio tiene una directa repercusión en la
concepción del sujeto. Para Laclau, el sujeto ya no tiene
una posición única y determinada sino que la
proliferación de los nuevos movimientos sociales, y por lo
tanto de los antagonismos, supone múltiples posiciones de
sujeto. Desde este punto el pluralismo es radical. Por otro lado,
la autoconstitución de los antagonismos no es más
que el desplazamiento del imaginario igualitario. Desde
aquí el pluralismo es democrático. De esta manera,
Laclau propone una alternativa "de izquierda" que antagonice con
el neoliberalismo
como práctica hegemónica consolidada. Si este
último busca unificar distintas posiciones a partir de la
defensa de la libertad individual, la propuesta de la izquierda
debe ser la de una democracia radicalizada: "…es evidente que
no se trata de romper con la ideología
liberal-democrática sino al contrario, de profundizar el
momento democrático de la misma, al punto de hacer romper
al liberalismo su articulación con el liberalismo
posesivo. La tarea de la izquierda no puede por tanto consistir
en renegar de la ideología liberal- democrática,
sino al contrario, en profundizarla, y expandirla en la dirección de una democracia radicalizada y
plural." (44)
En el apartado anterior hemos tratado de diferenciar las
posturas de ambos autores con respecto al liberalismo y a la
democracia. A estas subyacen concepciones disímiles sobre
lo político y es lo que ahora intentaremos
elucidar.
Para encarar el estudio de los problemas
políticos contemporáneos hay que asumir, junto con
autores como Tocqueville o Lefort, que la tematización de
la democracia como forma de gobierno es
ineludible.
Schmitt ha definido a la democracia siguiendo una
correcta interpretación de Tocqueville. El estado social
democrático se caracteriza fundamentalmente por la
igualdad de condiciones que se ha impuesto como un
hecho providencial, universal y duradero que escapa a la
potestas humana. Así, la democracia es igualdad. La
libertad es entendida en Tocqueville como un impulso que no
necesariamente se desprende de la igualdad democrática.
Esta podría conducir de la misma manera a la servidumbre:
"…se encuentra también en el corazón
humano un gusto depravado por la igualdad, que inclina a los
débiles a querer atraer a los fuertes a su nivel, y que
conduce a los hombres a preferir la igualdad en la servidumbre a
la igualdad en la libertad." (45)
Schmitt ha entendido que sólo hay dos sujetos que
pueden ser soberanos: el monarca o el pueblo. Ningún
régimen político puede fundamentarse ya en un
principio trascendente, lo que impide que la legitimidad
monárquica funcione como sustento de un orden
político; pensar lo político en las sociedades
contemporáneas obliga reflexionar sobre la legitimidad
democrática. (46) Si para Schmitt la democracia es
igualdad, aquella sólo puede desenvolverse en un medio
homogéneo. Es por esta razón que dictadura y
democracia no son términos antitéticos. Para
Schmitt la dictadura es el reverso del parlamentarismo. Si la
primera es sinónimo de concentración de poder, el
segundo se construye sobre la base de la división de
poderes. Por su parte la democracia no requiere, en
términos schmittianos, de división de poderes; la
legitimidad democrática no es más que la
soberanía del pueblo y la soberanía es por
definición indivisible. "Schmitt se manifiesta a favor de
la identidad democrática sustancial, capaz de decretar el
extrañamiento del desigual, del que amenaza la
homogeneidad, con ello quedaría abierta a una voluntad
dictatorial, en cuanto distinga entre amigos y enemigos, el
contenido de la igualdad democrática. La teoría
schmittiana de la identidad-homogeneidad permite legitimar como
democrática la dictadura sin trabas."
(47)
Antes de proseguir nuestro análisis
deberíamos hacer una distinción. La homogeneidad en
Schmitt debe ser entendida al interior de la unidad
política, mientras que el mundo político
sólo puede ser comprendido como un pluriverso. Esto
significa que la pluralidad sólo es tolerada en el
ámbito internacional como relaciones entre unidades
políticas soberanas. (48) Por otro lado, la homogeneidad
debe distinguirse de la homogeneización total como la
imposibilidad de diferenciar la sociedad civil del ámbito
puramente estatal. El Estado total viene a borrar
cualquier tipo de distinción entre lo público y lo
privado, entre lo político y lo que es extraño a
él.
De lo dicho hasta el momento se desprende la
relación intrínseca entre los conceptos de
homogeneidad, decisión, soberanía y lo
político. Lo político se expresa en la
decisión del soberano a partir de un medio
homogéneo. El momento político estaría
signado por la milagrosa irrupción que el soberano realiza
al decidir quién es el enemigo, y al imponer de esa manera
una pacificación al interior de la unidad política
que permita visualizar al pueblo como uno. "Lo
político se situaría entre el conflicto y la norma,
y el elemento aglutinador, que partiendo del conflicto, lo
supera, generando un orden o restaurándolo, es la
decisión, forma formarum de lo político,
vínculo entre la excepción y lo general y base de
la historia del Estado moderno (Maquiavelo, Bodino, Hobbes…) en
cuanto instrumento o artificio de orden, reino de la pax
apparens y no, (utilizando una expresión de
Tomás de Aquino) de la vera pax." (49)
La cuestión de la democracia en Laclau debe ser
analizada en vistas a lo dicho en el apartado anterior. En las
sociedades contemporáneas se ha operado un desplazamiento
del imaginario igualitario (que caracterizó los
enfrentamientos tradicionales) al imaginario democrático.
(50) Este último está compuesto por dos
términos fundamentales: libertad e igualdad. Como dijimos
antes el desplazamiento del imaginario hizo que el exterior
discursivo democrático fuera atravesado por su contracara:
un exterior liberal. La constitución del exterior
liberal-democrático desdibuja el concepto schmittiano de
democracia. Laclau parte de la compatibilidad entre estos dos
momentos que se evidencia en la multiplicación de espacios
donde lo político puede ser constituido: "Este principio
de la multiplicación de espacios es la base de la demanda de
libertad. Es en él donde reside el principio del
pluralismo y donde el proyecto de una democracia plural puede
enlazarse con la lógica del liberalismo. No es el
liberalismo en cuanto tal el que debe ser puesto en
cuestión, ya que en tanto que principio ético que
defiende la libertad del individuo para realizar sus capacidades
humanas, está hoy día más vigente que
nunca." (51)
Al convivir la lógica de la equivalencia con la
lógica de la autonomía se impide la
constitución de un medio social homogéneo. La
radicalización de la democracia se realiza a través
de prácticas hegemónicas que se mueven en un reino
signado por la heterogeneidad: "…la dimensión de
universalidad -resultante del carácter incompleto de las
identidades diferenciales- no puede ser eliminada, en la medida
en que la comunidad no es enteramente homogénea (si fuera
homogénea, lo que desaparecería sería no
sólo la universalidad sino también la misma
distinción universalidad-particularidad)." (52) De esta
manera, las relaciones intrínsecas entre los conceptos
schmittianos de homogeneidad, decisión, soberanía,
antagonismo y lo político pueden ser homologadas a las
establecidas por Laclau entre decisión, heterogeneidad,
hegemonía, la pluralidad, antagonismo y lo
político. Sin embargo, al interior de las mismas existen
diferencias irreconciliables. Lo político para Laclau, no
es decidirse por sino decidirse entre. El espacio
que brinda la indecidibilidad estructural está surcado por
una pluralidad de decisiones frente a las cuales lo
político se constituye como
elección-represión de alternativas. A diferencia de
Schmitt, también los antagonismos son plurales. La
hegemonía como práctica política tiende a
fijar parcialmente significados que modifican las relaciones de
subordinación a la vez que instituyen el sentido con el
que los hombres deben guiar sus prácticas: "…la
política en tanto que creación, reproducción, y transformación de
las relaciones sociales, no puede ser localizada a un nivel
determinado de lo social, ya que el problema de lo
político es el problema de la institución de lo
social, es decir, de la definición y articulación
de las relaciones sociales en un campo surcado por antagonismos."
(53)
Ahora bien, si liberalismo y democracia son
términos que enfrentan a ambos autores, el concepto de
soberanía los distanciará de manera definitiva. La
relación entre soberanía y legitimidad se
tornará a estos fines problemática, sobre todo si
se tiene en cuenta el carácter ineludible de la
tematización de la democracia. (54) La soberanía
supone un sujeto homogéneo que se confirma en el mismo
actuar del soberano; la legitimidad se constituye en un trasfondo
de heterogeneidad en donde la pluralidad de los particulares le
dan sentido. En las sociedades contemporáneas, el pueblo
es soberano y constructor de legitimidad; es un sujeto
homogéneo y heterogéneo a la vez. La
soberanía es pura creación; la legitimidad se
constituye a partir del consentimiento a algo que ya existe. Si
para Schmitt la soberanía es el concepto que mejor devela
el origen político de todo orden, para Laclau el soberano
hace imposible la emergencia de lo político. (55) Si para
Laclau lo político constituye lo social y evidencia su
imposibilidad, Schmitt le contestaría que su concepto de
lo político no impide la construcción de un orden
social sino que elimina de los asuntos políticos el
concepto de soberanía.
Si para uno, la heterogeneidad conduce a la
individuación, a la atomización y por lo tanto a la
destrucción de la soberanía; para el otro, la
heterogeneidad permite que la misma fragmentación
autonomice las reivindicaciones de los distintos movimientos que
hacen posible la negociación del proceso. Es ella misma la
que posibilita la articulación que se construye a partir
de un control
democrático. Si lo político es la
transformación de lo social en tanto relaciones sociales,
una articulación determinada se explicita en
múltiples espacios donde su construcción tiene
lugar. Ahora bien, es este mismo paso el que se nos presenta como
problemático. ¿Cómo una relación de
subordinación particular es pasible de convertirse en
política? Si lo político mira lo universal
¿cómo puede entonces una reivindicación
particular influenciar otros movimientos que son tan particulares
como ella? Laclau respondería esta cuestión
aludiendo al concepto lacaniano de points de capito. Es a
través de una cadena que significantes menores se
relacionan mutuamente a partir de un punto nodal: "…el
cúmulo de significantes flotantes, de elementos
protoideológicos, se estructura en un campo unificado
mediante la intervención de un determinado punto
nodal que los acolcha, detiene su deslizamiento y fija
su significado." (56) Pero para nosotras esta respuesta no es
satisfactoria. Lo político no puede ser definido solamente
en virtud de sus efectos. Si para la definición de un
concepto debemos siempre recurrir a la noción de
límite que marca la exterioridad que lo niega, lo
político pareciera en Laclau no tener límite. La
definición de lo político como
transformación de lo social desdibuja la universalidad de
lo político. El resultado de esta operación es la
dispersión sin un referente, la pluralidad de antagonismos
que no logran constituirse en discurso.
- Ferrater Mora, J., Diccionario
de filosofía, Ed. Sudamericana. - Gomez Ofanel, G., Excepción y normalidad en
el pensamiento de Carl Schmitt, Centro de estudios
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1986. - Grüner, E., E. L., o de por qué las
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ideología, Siglo XXI, Madrid, 1992.
*UNIVERSIDAD DE
BUENOS AIRES,
FACULTAD DE CIENCIAS
SOCIALES, CARRERA DE CIENCIA
POLÍTICA. Titular: Eduardo Grüner; ayudantes:
Norberto Sessano y Andrés Jiménez .
- Habría que tener en cuenta que Schmitt dirige
sus críticas también hacia ese movimiento,
que lo califica como oportunista. - Herf, J. El modernismo reaccionario, FCE ,
México, 1986, p. 48. Cabe aclarar que no todos los
autores mencionados llegan a la misma
conclusión. - Schmitt, C. El concepto de lo político,
Alianza Editorial, Madrid, 1987, p.49. - Herf se refiere a esta experiencia a partir de la
obra de Benjamin sobre Jünger. - Schmitt refuta la afirmación de Clausewitz, ya
que la guerra posee sus propias reglas y racionalidad
estratégica que difiere de sobremanera de la
concepción política presentada por el autor
estudiado. - Schmitt, El concepto de lo político,
op. cit., p. 65. - Este punto será luego analizado. Ver apartado
IV del presente trabajo. - Desde una línea argumentativa sustancialmente
diferente Rosanvallon retoma el mismo concepto de ius
belli para explicar su noción de patriotismo
cívico. Ver
Rosanvallon, P. La nueva cuestión social,
Manantial, Bs. As. 1995. - Uno de los puntos que consideramos más
importantes de nuestro trabajo es poder diferenciar Estado y
Estado de derecho. Si bien el Estado es el soberano esto merece
algunas consideraciones que intentaremos realizar a lo largo
del trabajo. Aunque vale aclarar que esta intercambialidad de
conceptos es propia de la modernidad. - Schmitt, C., Teología política,
Editorial Struhart & Cía, Bs. As., 1990, p.
35. - Ibídem, p. 36.
- Schmitt, C., El concepto de lo
político, op. cit., p. 75. - En palabras de Laclau: "A la totalidad estructurada
resultante de la práctica articulatoria la llamaremos
discurso" Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
estrategia socialista. Hacia una radicalización de
la democracia, Siglo XXI, Madrid, 1987, p. 119. - Ferrater Mora, J. Diccionario de
filosofía, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1975, TI, p.
407. - Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
estrategia socialista. Hacia una radicalización de
la democracia, op. cit., p. 47. - Hobbes, T., Leviatan., FCE, Bs. As., 1992, p.
536. - Schmitt, C., Teología política,
op. cit., p. 57. - Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la
revolución de nuestro tiempo, Ediciones Nueva
Visión, Bs. As., 1990, p. 47. - Para Schmitt sólo hay dos legitimidades
posibles: la monárquica o la democrática. La
primera se caracteriza por un principio trascendente que
combina, en una organización verticalista, el principio
teísta con el principio dinástico. La segunda
legitimidad impone en cambio una cierta homogeneidad que
será tematizada en el apartado V del presente
trabajo. - Schuster, F. Ernesto Laclau, teórico de la
contingencia y la política, en El ojo mocho.
Bs. As. Otoño 1997, p. 19. - Sería interesante pensar si esta "suerte" no
corre de manera inversa. Esto es, si es la estructura la que
corre la suerte del sujeto. Esto podría ser pensado en
relación a la influencia del psicoanálisis en el pensamiento
estructuralista. - Schuster, F. Ernesto Laclau, teórico de la
contingencia y la política, op. cit.,
p.19. - Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la
revolución de nuestro tiempo, op. cit., p.
47. - Zizek, S. Más allá del
análisis del discurso en ibidem,
p.262. - Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
democracia, op. cit., p. 145. - Ver para una explicación más exhaustiva
del término el apartado II de este trabajo. - Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
democracia, op. cit., p. 152. - Ibídem, p. 129.
- Schmitt, C., El concepto de lo
político, op. cit., p. 60. - Nozick, R. Anarquía, Estado y
Utopía, FCE. Bs. As. 1991, p. 153. - Revista Agora. El liberalismo y sus
críticos. N° 1. Invierno 1994. - Schmitt, C., El concepto de lo
político, op. cit., p. 90. - Ibídem, p. 100.
- Schmitt, C., Teología política,
op. cit., p. 61. - Transcripción de Schmitt de una cita original
de Locke en Ibídem, p. 84. - Es interesante rastrear en la obra de Carl Schmitt
dos posibles lecturas. Una podría ser denominada como
realismo
político y otra por la cual el autor más que
describir direcciona la interpretación de los
fenómenos políticos. - Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la
revolución de nuestro tiempo, p. 34. - Herf, J., El modernismo reaccionario, op.
cit., p. 253. - Schmitt, C., El concepto de lo
político, op. cit., p. 89. - Gomez Ofanel, G., Excepción y normalidad en
el pensamiento de Carl Schmitt, Centro de estudios
constitucionales, Madrid, 1986, p. 38. - En este sentido, Laclau indica la perniciosa
consideración unificada del hombre que supone el
concepto de ciudadanía y que lleva a sobredimensionar
la importancia del espacio público como único
lugar de emergencia de lo político. - Schmitt, C. Sobre el parlamentarismo, Tecnos,
Madrid, 1990, p. 13. - Ibídem, p. 17.
- Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y
estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
democracia, op. cit., p. 199. - Tocqueville, A., La democracia en
América, FCE , México, 1992, p. 72. Hace
falta aclarar que Schmitt no retoma todos los postulados de
Tocqueville sino solamente el estudiado en el presente
trabajo. - La distinción entre los conceptos de
soberanía y legitimidad será luego
explicitada. - Gomez Orfanel, G., Excepción y normalidad
en el pensamiento de Carl Schmitt, op. cit., p.
268. - Esta idea se contrapone con la concepción
iusnaturalista y liberal-individualista que considera el mundo
político como universo a
través del concepto de humanidad.La imposibilidad
de pensar el término de humanidad sería
confirmada por Laclau, ya que toda definición de un
concepto remite a la idea de límite, es decir, todo lo
que se define debe ser contrastado con algo que es externo a
esos límites. Al no existir un exterior al concepto de
universo, éste se torna indefinible. - Gomez Orfanel, G., Excepción y normalidad
en el pensamiento de Carl Schmitt, op. cit., p.
42. - Laclau retoma para estos fines el concepto de Lefort
sobre la democracia como lugar vacío. Si bien la
democracia ha desimbricado las esferas del saber, el poder y el
derecho, ha instaurado también un lugar que legitima el
debate sobre lo legítimo y lo ilegítimo. Este
último punto es obviado por Laclau, lo que resulta
paradójico dada su intención de radicalizar la
democracia. - Laclau, E., y Mouffe, Ch. Hegemonía y
estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
democracia, op. cit., p. 207. - Laclau, E. Emancipación y diferencia,
Ariel, Bs. As., 1996, p. 102. - Laclau, E., y Mouffe, Ch. Hegemonía y
estrategia socialista. Hacia una radicalización de la
democracia, op. cit., p. 171. - Esta relación conflictiva ya existía en
el Rousseau que
trataba de compatibilizar voluntad general con voluntades
particulares. - Aquello que mejor evidencia el desacuerdo sobre el
papel de la soberanía es la interpretación que
cada uno de los autores hace del Leviatan de Hobbes. Ver
Schmitt, C., La teoría del Estado en el Leviatan de
Thomas Hobbes,Ed. Struhart & Cía, Bs.As., 1995;
y Laclau, E., Nuevas reflexiones….,op. cit., y Laclau,
E., Emancipación y diferencia, op.
cit.. - Zizek, S., El sublime objeto de la
ideología, Siglo XXI, Madrid, 1992, p.
125.
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María del Pilar Márquez // Natalia
Torres