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Pluralismo social y cultural, crisol de razas y multiculturalismo en el estudio de las migraciones masivas a la Argentina (página 2)



Partes: 1, 2

 

En efecto, fue la poderosa influencia de Germani, el
creador de la carrera y el Instituto de Sociología de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires y
la que en gran medida mediatizó la relación del
grupo
renovador con la sociología del mundo anglosajón,
llegando incluso a sobreponerse, en el campo de unos estudios
migratorios al que ambos impulsaron juntos, a la no menos
trascendente personalidad
del historiador José Luis Romero, más vinculada a
ámbitos historiográficos europeos, pero que no
llegó a tener en ese terreno el ascendiente logrado por
las ideas del sociólogo italiano, como se puede ver por
ejemplo en la distinta suerte que en ese momento corrieron las
nociones por los dos acuñadas de "fusión" y
"sociedad
híbrida"10. Curiosamente, la vigorosa imagen que nos
legara J.L. Romero de una sociedad formada por estratos y
grupos
sociales diferentes que confusamente coexisten en paralelo
sin llegar a tocarse del todo ha sido recientemente revalorizada
como probablemente más plausible y cercana a la realidad
para el período de las migraciones que
analizamos11; pero eso no inhibe el hecho, como
tampoco la existencia de otros modelos
alternativos como el del "salad bowl" o la "ensaladera" de larga
fortuna en Canadá pero que aquí no encontró
casi eco, de que en el clima optimista
de los sesenta fue con Gino Germani que el estudio de las
migraciones masivas europeas de fines del siglo XIX y
principios del
siglo XX adquirió una entidad, un status científico
del que antes carecía.

Claro que los inmigrantes para él, más que
su objeto específico de análisis, sólo interesaban en tanto
necesario correlato de otros procesos
más abarcativos, que eran los que verdaderamente le
preocupaban, como por ejemplo el problema de la transición
de la sociedad tradicional a la sociedad moderna tan
arquetípico de la sociología de su época,
pero que gustaba leer en una vieja y no desconocida clave, es
decir retomando en un nuevo contexto algunos conocidos argumentos
de Juan Bautista Alberdi, para quien si los emigrantes importaban
lo era sólo en virtud de su papel como agentes promotores
para el arraigo pleno de la modernidad en
estas tierras, necesarios para la transformación
económica, social y hasta política del
país. Claro que si esa era su función
para G. Germani, –y aquí podemos hallar una sensible
diferencia donde el sociólogo italiano parece apartarse
del credo alberdiano en el que la cuestión de la
procedencia de los emigrantes era cualquier cosa menos
desdeñable12, resultaban irrelevantes las
diferencias que los separaban entre ellos, como lo viene a
demostrar la comparación que ensaya entre unos demasiado
genéricamente definidos nativos, tomados aquí como
sinónimo de tradicional, y esos inmigrantes, no importa de
donde provinieran, asumidos como la encarnación misma de
la modernidad deseada. Por lo tanto, el verdadero protagonista de
su historia no eran
las migraciones, ni los inmigrantes, si no el proceso de
gestación de la nación
argentina y las rémoras que había hallado en su
camino y que impidieron su constitución como estado
democrático moderno, promoviendo la emergencia de
patologías políticas,
como el entendía era el caso de ese peronismo, pero
al que ahora aspiraba a superar a tono con las ilusiones y el
espíritu refundacional de su tiempo.13

El marco general de su interpretación era, por ende, el de la
emergencia de los Estados-nacionales en particular y del capitalismo en
general, de la que ni siquiera la influencia de algunos autores
marxistas como Vilar y Kula, o de teorías
de la dependencia después pudieron corregir si no que muy
por el contrario lo reforzaron en tanto parte constitutiva y
esencial de su propio discurso, como
se puede observar en algunos de sus continuadores que
discurrieron siempre dentro de ese marco en donde, como se
comprenderá, el desarrollo
económico argentino era entendido como parte de un
proceso de avance indefinido que todos parecían percibir
claramente14. Un proceso, por otra parte, cuyos
orígenes se podían localizar muy fácilmente
en la integración argentina a un mercado mundial
que a fines del siglo XIX recién se estaba en sus rasgos
centrales configurando, y en el que se pudo exitosamente insertar
gracias a la disponibilidad de tierras que poseía y a la
posterior afluencia de inmigrantes y capitales extranjeros, que
la constituyeron en uno de los principales productores de
materia prima.
Poco importaba el hecho de que ese crecimiento se hubiera visto
interrumpido después, porque ese argumento era funcional
al tipo de argumentación que se propiciaba, razón
por la que las dificultades tenidas en el camino se dejaban de
lado como irrelevantes o eran estudiadas dentro de los
códigos y convenciones aceptados por los estudiosos de esa
época. De modo que no podemos seriamente afirmar que los
inconvenientes producidos en la asimilación de los
extranjeros a la sociedad local pudieran pasar desapercibidos a
Germani, quien muy por el contrario hizo un puntilloso inventario de una
nada escasa cantidad de ellos; en cambio se
puede señalar que, una vez detectados, esos defectos eran
rápidamente relativizados en función de aquellas
variables que
le interesaban, observándose que si la integración
del país al concierto de las naciones industrializadas se
había visto pospuesto hacia adelante seguramente se
debió a una serie de desvíos que era menester
descubrir. Es en ese marco en el que la cuestión
migratoria deviene en clave esencial para decodificar las
raíces pasadas de los males presentes
argentinos.

Es que si para Germani,–en una suerte de curiosa
analogía aunque desde luego se descuenta en su
enunciación para nada reaccionaria como la idea o
noción del "buen inmigrante" ahora manejada por el
politólogo italiano Giovanni Sartori15–,
resultaba demasiado evidente que los emigrantes europeos
habían llenado satisfactoriamente su papel como agentes
imprescindibles para la implantación de la modernidad
buscada, al transformar la estructura
económica y social del país, no sólo desde
la previsible función de convertirse en la mano de obra
necesaria para el despegue de la agricultura, a
la vez que daban un decisivo impulso al crecimiento
demográfico y urbano, sino contribuyendo además a
modificar la composición y el carácter de la sociedad argentina, le
parecía no menos tangible que eso no había sucedido
en el funcionamiento de la política. Pero volvamos un paso
atrás antes de avanzar demasiado. La alta tasa de
masculinidad de la población migrante había ayudado a
su inserción social, al representar un freno a la
posibilidad misma de entablar matrimonios intraétnicos
convirtiéndose, al mismo tiempo, en un poderoso factor de
integración, origen de una sociedad renovada. Aspecto que
se completaba con la constatación de la endeblez de la
base demográfica receptora, lo que inhibía, a
diferencia de Estados Unidos,
toda probabilidad de
poder hablar
aquí de una asimilación que no hubiera podido
concretarse, encontrando en esa debilidad cualquier intento de
absorber su límite. Para describir y explicar lo que
había sucedido en Argentina, esa sincresis que él
parecía percibir se dio cuando todos los grupos se
cruzaron, habría que apelar al concepto de
"fusión" que aparece en Política y sociedad en una
época de transición.

La teoría
del "crisol de razas" así esbozada, distaba de ser
original pues durante su mismo período de
formulación podía ser correlacionada con modelos
que circulaban en otras partes del mundo como el "melting pot"
norteamericano o el "creuset" francés e incluso con la
metáfora que la precedió en el país
proponiendo una no muy diferente lectura16;
aquélla nos devuelve en realidad una imagen de los flujos
fuertemente condicionada por los determinantes económico y
sociales en los que se quieren ver la razón de su
existencia. En ese marco, las migraciones eran entrevistas
como procesos de transferencia, unilaterales y definitivos, de
país a país, que responden a situaciones de
crisis
estructural desatadas en el origen y a demandas extraordinarias
de trabajo
generadas en el medio receptor. Una perspectiva, por lo
demás, congruente con las propuestas que por entonces se
originaban desde la óptica
de una historia económica empeñada en develar con
entera certeza las etapas y secuencia de un modelo de
desarrollo
argentino en que resaltaba el perfecto equilibrio y
complementariedad observado entre sus componentes internos y
externos17. Los inmigrantes, en otras palabras,
habían venido a llenar el vacío generado por el
problema ya tradicional de la escasez de la
mano de obra, que se producía en un país carente de
población y que había sido diezmada además
por las guerras
civiles y de la independencia,
o más seguro
quizás a reproducir su condición originaria de
campesinos, aunque la rigidez derivada de una estructura de
propiedad
consolidada los había obligado a emigrar del campo a la
ciudad, acelerando el proceso de urbanización y
propiciando el surgimiento de una serie de actividades
dinámicas, como la moderna industria y el
comercio,
donde desempeñaron un destacado papel, erigiéndose
así en el fundamento de las emergentes clases medias. Es
decir, habían completado exitosamente su inserción
en la estructura económica y social del país pero
no su integración política. Porque los extranjeros,
al no nacionalizarse en rigor, habían dejado sin
representación a sectores enteros de la sociedad, en
particular los más dinámicos, ligados a las
actividades modernas, erosionando de ese modo las bases de un
sistema
partidista en cuya anemia Germani
quiere ver la causa de la aparición de figuras como las de
Juan Domingo Perón que
revelaban así, dentro de su interpretación, su
verdadera condición latente18. Hecha la
salvedad de esa fallida integración en el campo
político, eso no alcanzaba para posponer esa visión
triunfalista que parecía muy bien sostenerse en otros
terrenos, como lo demuestra el propio Germani, quien, dicho sea
de paso, fue el primero en medir los niveles de movilidad intra e
intergeneracional existentes en la sociedad argentina, basando
sus inferencias en la comparación de las posiciones
relativas de los diferentes estratos en el tiempo graduados por
medio de grandes agregados censales, lo que lo llevó a
subrayar la expansión de las capas medias gracias a la
incorporación masiva de inmigrantes y a hacer de ella,
junto al índice de masculinidad, excedente, los verdaderos
soportes sobre los que se afirmaba la visión de una
sociedad homogénea y acrisolada19.

En ese sólido optimismo en el que podían,
sin demasiada dificultad, reconocerse las huellas del
evolucionismo decimonónico, habría de prolongarse
en el tiempo en la obra de muchos de sus continuadores y aun de
los que no lo son, al menos explícitamente, pero para
quienes igual el "crisol de razas" se había convertido en
un dato ilevantable de la realidad20, en una especie
de consenso tácito existente y que aún goza de una
amplia aceptación, aunque eso no lo exime, en una
acepción no ingenua, de presentar toda una serie de
problemas.
Esto de ninguna manera significa que olvidemos que los conceptos
normativos pueden llegar a convertirse en factores operantes en
la realidad, como habitualmente sucede, por efecto de esa
incesante prédica que los termina por convertir en
criterios aceptables y hace de ellos un patrón a partir
del cual las personas gradúan su existencia, aunque no son
precisamente esas "certezas", constituyentes de una clase de
"sentido común" –que de ninguna manera debiera ser
usado como lo es, por autores de diversas disciplinas, como una
forma de legitimación científica de sus
posiciones 21, pero que, para poder ser consideradas
en su dimensión histórica, deberían ser
pensadas en el contexto específico en que han sido
producidas, despojadas del automatismo y del mecanicismo que su
aura de inconmovible unidad conceptual les confiere,
evitándonos caer en anacronismos, como a no pocos
historiadores demasiado a menudo les ocurre. Después de
todo, la lógica
interna de un sistema no puede ser su nivel de "coherencia", por
más plausible que parezca, el mejor garante de su
confiabilidad, del grado de "verdad" que ellos contengan, porque
lo que estamos haciendo en rigor, es privilegiar los
códigos de lectura,
el lenguaje, a
través del cual buscamos entender la realidad, de paso
eludiendo el paralelismo de tratar de "leer"
metafóricamente sus significados del entorno inmediato en
que se nos manifiestan22. Es decir, de hecho
discurrimos hacia el interior de una relación cerrada, de
reconocibles círculos hermenéuticos, que se definen
por ser poseedores de una cierta expectativa de sentido que nos
predispone a encontrar en ellos sólo aquello que buscamos
y a comprender confirmando únicamente aquello que sabemos,
remitiéndonos una y otra vez a ese cierta estructura
lógica que se deriva de nuestro juicio previo de
cómo pensamos que operan en el mundo los hombres y las
cosas. Por eso mismo, es que las distintas corrientes migratorias
pensadas de esta manera, tendían a ser comprendidas en
términos de desplazamientos definitivos operados entre
ámbitos nacionales de cuya pertinente utilización
como categoría de análisis y preexistencia nadie
osaba dudar. Claro que al partir de una definición, si se
quiere tan fundacional como esa, –manifestación
genuina de un cierto "esencialismo político" que no
podía ser revalidado en los hechos, en que las naciones
eran presentadas como una "totalidad contenida", un "mundo" en
sí, producto la
mayoría de las veces de las revoluciones burguesas, que en
América
además adquieren el carácter de revoluciones de la
independencia–, quedaba vedada la posibilidad de acceder, a
partir de una discriminación tan tajante del "nosotros",
al punto de vista de los "otros" el cual, por lo demás, no
era constitutivo ni esencial a los fines concretos que se
perseguían. La diversidad, en consecuencia, quedaba
reducida al papel de un conjunto de expresiones particulares de
una misma realidad subyacente o de una naturaleza
común por todos compartida. Bien pensado, sin embargo, en
su momento quizá, las cosas podían haber sido
planteadas de otra forma. Sociedades
multiculturales y multilingües a fines del siglo XIX e
inicios del siglo XX, el hecho de que grandes masas de
población, de muy diversa estirpe y cultura,
estuvieran aún conviviendo hacia el interior de un
país que siempre gustó de presentarse como de
fronteras abiertas y en donde todavía se hacían
sentir los últimos ramalazos de lo que en otro tiempo
habían sido las grandes migraciones europeas, mientras los
"nuevos" emigrantes de los países vecinos no cesaban de
llegar anticipando un fenómeno que hoy adquiere
connotaciones que no debieran ignorarse, el hecho mismo de esa
diversidad no podía seguramente sorprender a nadie y
debió haber sido incorporado al análisis a no ser,
claro está, por ese ferviente deseo de pertenencia a una
esfera de modernidad, que sin embargo a muchos aún hoy les
es esquiva, y que sobrevivió incluso en medio de la
decepción nacional a inicios del nuevo milenio; lo que no
quita que, si no es a los fines de verificar teorías
macrosociales diseñadas a priori, por lo general son
aprehensiones de la realidad psicológica y
empíricamente forzadas.

Por si fuera poco, ese tipo de aproximaciones presuponen
como real la existencia de un mundo regido por los principales
postulados de la teoría económica
neoclásica, o ahora los de su versión neoliberal
más extrema, de los que como es lógico surge una
especie de concepción atomizada del actor, que obra y
decide en una suerte de vacío social, operando con
prescindencia del contexto social o del conjunto de relaciones en
que se encuentra inserto y en busca siempre de la maximizar sus
ganancias, lo que ofrece una mirada muy pobre, creemos, sobre los
móviles de la acción
humana, al mismo tiempo que la sociología funcionalista
producía, por oposición, un individuo
hiper-socializado, que nada decide al margen de las inclinaciones
de su clase de modo que, una vez que conocemos su posición
ocupacional o socio-económica dentro de un determinado
segmento podemos deducir, casi con absoluta certeza, su comportamiento, ya que éste deriva del modo
como ha sido socializado23. La resultante es una
suerte de interpretación mecánica en donde las acciones de
los hombres no dependen de su propia voluntad y las migraciones
pasan a ser entendidas como la acción de masas
desesperadas, afectadas por situaciones de crisis estructural que
tienen por escenario a los países. Las migraciones
quedaban escindidas entonces en un «antes» y un
«después» del viaje, casi sin puntos de
contacto, en donde lo que importaba en el punto de partida eran
las "causas" de emigración y en los de destino las
"consecuencias" que había desencadenado su
llegada24, mientras que las naciones, despojadas de su
historicidad y transformadas en las identidades primarias que no
eran, se convertían en las intérpretes esenciales
de este tipo de construcciones, excluyendo directamente a las
migraciones, y lo que es peor a los propios inmigrantes, de la
historia. Una historia de la que, y de eso no debería
haber a esta altura ninguna duda, ellos habían sido los
únicos y excluyentes protagonistas y que por lo tanto no
debiera ser explicada sin su comparencia.

El largo camino a casa o el retorno
de los inmigrantes en la historiografía argentina de las
migraciones en los años ochenta y noventa.

Comprender los criterios de inteligibilidad o de
racionalidad de "los otros" exige por lo menos tener en cuenta el
particular conjunto de reglas por el que rigen sus vidas, sus
sistemas de
representaciones y el sentido mismo que ellos atribuyen a su
existencia. Menos evidente, en cambio, es cuándo puede
decirse habría empezado a advertirse la necesidad de
incorporar esa dimensión hasta entonces olvidada en el
estudio de los movimientos migratorios, cuando era ya un
componente esencial e inherentemente constitutivo que
definía el horizonte de otras disciplinas como la
antropología25. Igual, algunas pistas pueden
rastrearse en la forzosa interdisciplinariedad de un tema que por, sus
implicancias, tendía inevitablemente a romper esa imagen
hacedora y a la vez custodia de la propia identidad de
una profesión con la que quizás las nuevas
generaciones de historiadores se sintieran menos comprometidos.
Otra potencial fuente de insinuaciones la podían
representar las variaciones registradas en los marcos de
referencia provistos por la historiografía internacional,
la evolución de los estudios migratorios en el
exterior y los cambios operados en los desarrollos de la
historiografía nacional desde el retorno de la democracia.
Aunque puede que la principal incitación al cambio, por lo
menos desde nuestro punto de vista y dentro de esta última
dimensión, haya sido precisamente la más pedestre
de todas, por lo general relacionada con las fuertes disonancias
que parecían con toda claridad advertirse entre el
material empírico que se estaba recogiendo y las
tradiciones heredadas que configuraban el marco de referencias
previas en donde debían encuadrarse estos desplazamientos.
Ciertamente, y como se puede llegar a colegir de lo dicho, por lo
menos en principio, esa nueva etapa no contiene unos rasgos
homogéneos capaces de comprender al conjunto de los
historiadores que presuntamente formaban parte de ella, aportando
novedades, incluso algunos trabajos que, sin abandonar del todo
el modelo precedente, realizaban estudios generales que
incluían las migraciones como una parte significativa de
ellos26, o lo hacían también por
intermedio de las primeras historias de las colectividades
sistemáticamente desarrolladas en el
país27, ofreciendo ambos un conjunto de
miradores potenciales desde los cuales empezar a cuestionar
aspectos centrales del anterior paradigma.

Una constatación interesante por ejemplo, aunque
siempre incursa dentro del esquema interpretativo supuesto por
las migraciones de país a país, basadas en
mecanismos de atracción– repulsión o
"pull/push" como se prefiera, fue que los emigrantes, antes que
partir de ciertos y determinados Estados nacionales lo
hacían, más bien, desde un número limitado y
controlable de regiones e incluso llevando al extremo ese
razonamiento de aldeas. La recuperación de esa cierta
dimensión regional y aldeana de los procesos migratorios,
para nada novedosa en Europa, donde
tenía variados puntos de partida, como el de una historia
económica renovada que venía a demostrar
cómo la modernización encarnada
paradigmáticamente en la Revolución
Industrial se localizaba en áreas precisas, hasta en
Gran Bretaña, dejando a su paso amplias zonas marginales,
que fueron las que nutrieron los numerosos contingentes
originados allí, los más numerosos de todos durante
el siglo XIX y hasta inicios del XX, contradiciendo las
suposiciones de la teoría28, pero se
nutría también del indudable peso que el
regionalismo tenía y tiene en varios de los principales
países de Europa, por lo que parecía evidente que
había que cambiar la óptica pasando de esos
Estados, que si se redefinieron históricamente
habían sido presentados siempre como estáticos e
inmutables desde siempre, para avizorar ahora otra
dimensión que, al revés, se propusiera ver las
cosas desde el otro extremo de la escala, no "desde
arriba" sino "desde abajo", como posible eje para la
reconstrucción de una historia comunitaria que se
propusiera acercarse al problema de la migraciones desde el
estudio de los comportamientos de las personas, de las familias o
de grupos específicos, que diseñaban consensuando
las estrategias que
articulaban como respuesta a las crisis y cuyas conductas, por lo
tanto, no se podían dar ya por descontadas29.
Por otra parte, también, y aunque esa no fue exactamente
la secuencia como se fueron dando los acontecimientos, el
análisis comparado de los distintos flujos nacionales
permitiría después corroborar el impacto
diferencial que las crisis internacionales habían tenido
en cada una de ellas, de lo que se deducía que no
había soluciones
únicas ni que la gente reaccionaba mecánicamente, a
imagen del "perro de Pavlov" y que las otrora forzosas
"determinaciones" debían ser entendidas ahora como
condición necesaria pero no suficiente de
emigración30,

Ese reacomodamiento de piezas se vio favorecido
también por las transformaciones producidas en los climas
intelectuales
y por los nuevos aires vigentes a nivel de un contexto
internacional en donde, desde la caída del muro de
Berlín al Fin de la Historia de Fukuyama, el derrumbe
de los grandes paradigmas,
socavada la idea del automatismo del cambio por el ostensible
fracaso de las predicciones realizadas, debía
necesariamente conducir no tanto, en principio, a la construcción de una nueva teoría
social alternativa, como a la revisión de los instrumentos
de investigación y de las interpretaciones que
los historiadores estaban utilizando31. En esa misma
dirección, la paulatina pérdida de
centralidad de la historia económica y de las
explicaciones exclusivamente económicas de los conductas
sociales en los estudios migratorios trajo consigo, entre otras
cosas, el advenimiento de una nueva historia social si se quiere
más cercana a una microhistoria, cuya labor
consistía en la búsqueda de una descripción más realista del
comportamiento
humano, y probablemente por eso mismo más
próxima también a la antropología, pero que a la vez que
ponía de manifiesto las limitaciones de los grandes
esquemas que simplemente habían dejado de funcionar en
muchos aspectos, nos hicieran viable percibir los fundamentos
desde donde discernir una muy distinta mirada pues, si como es
sabido el principio unificador de toda investigación
microhistórica precisamente reside en la creencia de que
toda observación microscópica
revelará factores antes no observados es, a partir de
ellas, que se podría llegar a establecer un nuevo diseño
en el que todas las acciones de los individuos se consideraran
como el resultado de un proceso constante de negociación en que se reconocía su
libertad
relativa para decidir más allá, aunque no al
margen, de los sistemas prescriptivos y normativos bajo los que
vivían32.

Si eso sucedía en el mundo, deberemos convenir,
las manifestaciones primeras de esa crisis hasta un cierto punto
pasaron desapercibidas en la Argentina, y en el campo de unos
estudios migratorios en donde esa constatación final fue
inicialmente sobre todo empírica y exenta de las
influencias que, luego sí, se harían
inevitablemente presentes en el desarrollo de los trabajos
posteriores. Métodos
indiciales, antropología histórica, historia de las
representaciones, de las lecturas y de las prácticas
cotidianas, incluso microhistoria social a la italiana, fueron
todas opciones que se comenzaron a introducir tardíamente,
pero que no tuvieron peso decisivo en esos esbozos iniciales que
se comenzaban a prefigurar a inicios de los ochenta. Es por eso
que, a muchos de los primeros representantes de la
renovación, les resultaría sorprendente su
inclusión militante en escuelas que no ignoraban por
completo, pero que carecían de entidad aquí, de
modo que fueron probablemente marginales para la obtención
de unos resultados a los que se estaba llegando de una forma
bastante más tradicional de lo que habitualmente se
plantea. Porque si fue importante, a veces decisivo, el papel que
algunos autores extranjeros tuvieron en la rediscusión de
las ideas germanianas, particularmente Mark Szuchman y Samuel L.
Bailypor, representantes por lo demás de distintas
vertientes académicas norteamericanas como de
aquéllas provenientes de una historia social urbana a la
Thernstrom y un enfoque multidisciplinar bastante más
directamente relacionado con muchos de los motivos presentes en
los nuevos estudios sobre migraciones y comunidades
étnicas desarrollados en el país del norte,
también habría que decir que ese impacto sobre todo
se procesó en la provisión de una muy precisa y
sistemática metodología y de un repertorio de fuentes que
luego utilizarían también los autores argentinos.
Lo que a menudo puso en dificultades a muchas de las
categorías y líneas de análisis previamente
utilizadas, fueron cuestiones tan sencillas como demostrar los
elevados índices de retorno de los
inmigrantes33, pero que en este marco no debían
necesariamente traducirse como frustración o fracaso. Ese
retornar al lugar en donde vivían con sus familias para
luego volver a emigrar a otros lugares hacía
difícil entender como definitiva a una experiencia basada
en decisiones a las que llegaban en el mejor de los casos para
mejorar su condición social originaria. En ese marco, por
lo demás, los futuros emigrantes se movían en un
contexto cambiante, plagado de incertidumbres, de desafíos
que exigían, lejos de la pasividad de las víctimas
con la que habitualmente se los caracteriza, de la constante
elaboración de respuestas conscientes, de proyectos que
buscaban al menos garantizar su subsistencia, un cierto grado de
previsibilidad entre la enorme inseguridad
reinante. Mas no sólo para ellos, individuos, sino para y
en estrecha dependencia de un entorno familiar y comunitario que
los condiciona, proveyéndolos de las escasas noticias de
las que disponen para poder ir resolviendo los problemas,
además de proveerlos de los recursos que
harán posible llevar adelante sus estrategias, siempre
sobre la base de una información, de condiciones de racionalidad
y de unos márgenes de libertad limitados34,
pero que los ubican igual en las antípodas de los arquetipos ideales en los
que se basaron los estudios precedentes35 Todo lo
cual, entiéndase bien, no significa que neguemos la
posibilidad de que hayan existido planes de emigración
definitivos sólo que, más que la resultante de un
voluntario y anticipado autoconfinamiento, el cual significaba
nada menos que una improbable renuncia a los lazos y al bagaje
cultural que los unían a su pasado dando sentido a su
existencia, ese desenlace debía ser el fruto de un
progresivo proceso de decantación que los iba
imperceptiblemente atando a su nueva residencia, aunque sin por
ello tener que abdicar de su identidad, vaciando de significado
una noción de la nacionalidad
que se deriva de proyectar anacrónicamente hacia
atrás el concepto de una estatalidad que se percibe
más no como construcción dinámica que se recrea
históricamente sino como dimensión modélica
que se gesta de una vez y para siempre, permitiéndonos
recuperar para los inmigrantes su condición de sujetos
pensantes con capacidad de elegir entre un abanico de opciones
que los devuelven al centro de la escena36.

Es evidente que ese cambio en el centro de gravedad
debía tener su costo en
términos actitudinales y cognoscitivos. Asumirlo implicaba
renunciar a las antiguas certezas, a los automatismos heredados y
ceder a la necesidad de no aferrarse a aquello que si
algún día funcionó hoy ya no lo hace; aunque
igualmente tenía el enorme mérito de habernos
traído hasta el lugar en donde ahora estábamos.
Aceptar la diversidad podía llegar a ser un trago amargo,
pero mucho más cuando no se manifestaba en la
lejanía donde solían retratarla los
etnógrafos, si no
en el seno de nuestras mismas sociedades, atentando contra el
espíritu absolutista de nuestras propias
definiciones37. Pero esto, quiérase o no, ya no
era una opción: el problema, una vez descubierto,
difícil o ingrato, que se manifestaba ante los autores, no
tenía vuelta atrás y debía ser encarado por
lo que, una vez planteado el desafío, las cuestiones
puestas sobre el tapete por los primeros trabajos de la
renovación se abrieron paso en un amplio abanico de temas,
retroalimentados además por el establecimiento de una
densa red internacional
de intercambios, que derivaría en la construcción
de un espacio historiográfico. Este espacio, basado en un
cierto consenso o en standards transnacionales acerca de
cuáles debían ser las formas posiblemente
más adecuadas para tratar el problema, hicieron posible la
extraordinaria multiplicación de las investigaciones
que se dio en la Argentina de los últimos treinta
años.

La dilatación del campo temático, en
realidad, tocó a gran variedad de aspectos, como lo vienen
a demostrar por ejemplo, los desarrollos habidos en el estudio de
los matrimonios, una cuestión sin duda medular en el
discurso del "crisol de razas" pero que, a partir de la
utilización de indicadores
más sofisticados permitió comprobar por
oposición a él la existencia de elevados niveles de
endogamia en la mayoría de los grupos migrantes europeos
con el objeto de preservar su identidad, aunque
últimamente las investigaciones han estado avanzando desde
la demasiado simple contraposición de algunos
excesivamente rígidos esquemas y dualidades, como
aquéllas que gustaba enfrentar como antagónicos al
par exogamia=crisol entendidos como contrarios a
endogamia=pluralismo, evolucionando hacia algunas otras lecturas
más complejas, que afirman la condición
polisémica de las uniones conyugales, en función de
otras variables antes no contempladas, como el papel de las
redes sociales,
la comunidad de
pertenencia y el control familiar
sobre los matrimonios38; o aquellos otros trabajos
que, de la misma manera, han procurado rehacer el modo como esos
mismos inmigrantes, a veces con mayor felicidad que en otros
casos, han tratado casi siempre de reconstruir un espacio de
sociabilidad, traducible en manifestaciones físicas y
simbólicas concretas, pero que en buena medida busca
remedar la situación de origen39. Aunque, desde
luego, no pueden evitar el hecho que, lo quieran o no, estaban
viviendo en otra parte y se estaban relacionando con otras
gentes, por lo que su intento no podía ser otra cosa que
una «invención», una recreación
mítica que, si bien se basada en la mayoría de los
casos en lazos muy sólidos, los obligaba igualmente a
redefinir su espacio social de pertenencia; sin embargo no se ve
porqué tenían que hacerlo necesariamente como
"asimilación", en el sentido de pérdida de su
identidad, en el seno de la sociedad receptora. Todo lo cual nos
lleva al problema de la reconstrucción de un universo
simbólico que redefine el modo como los emigrados se
relacionan con los demás, propios y ajenos, a
través de la fijación de una serie de imágenes
estereotipadas, que se reproducen en celebraciones rituales,
fiestas, actos, campañas de solidaridad y
otras manifestaciones, pero que se vuelven socialmente operativas
en la medida en que se tornan reconocibles para todos, para
"nosotros" y para los "otros", estableciendo nuevas pautas de
identificación y reconocimiento40. Es en esa
dirección, precisamente, que ahora pareciera posible
recuperar una cierta dimensión "nacional" para los
procesos migratorios, pero no como una noción a priori,
que está dada en la naturaleza misma de las cosas, sino
como una construcción simbólica, una
«invención»41 en el sentido
estricto del término, cuyos alcances se renegocian
cotidianamente, en cada grupo en particular, de acuerdo a su
trayectoria y a su historia previa pudiendo, en última
instancia, los sistemas de referencia identidarios alcanzar
confines que incluso excedan el estrecho límite de los
«Estados-naciones»42.

Un somero repaso, asimismo, de algunos de los problemas
que han concitado la atención de los historiadores argentinos en
los últimos años debiera incluir también los
avances registrados en el campo de los exámenes sobre el
mutualismo y los movimientos asociativos de los
extranjeros43, íntimamente relacionados con
algunas necesarias derivaciones como los análisis sobre
liderazgo que
de ellos surgen y su papel en la construcción de nuevas
formas de identidad y de conciencia social
frente a los otros44, los progresos habidos en
materia de
reconstrucción de los proyectos, la legislación y
la efectividad de las políticas migratorias45,
o el estudio de las estructuras
familiares de origen y recepción y su influencia en las
decisiones de las personas46. También, desde
luego, un importante lugar estuvo reservado para un tema tan
germaniano como el análisis los niveles de movilidad
ínter e intrageneracionales observados entre los
inmigrantes los que, si en general arrojan resultados menos
desfavorables o concluyentes para la hipótesis centrales de su teoría de
"fusión" que los matrimonios47, reintroducen en
cambio algunas cuestiones antes prácticamente pasadas por
alto, como los de la marginalidad
observada entre los inmigrantes, y que muchas veces conduce a la
locura o hasta la muerte,
pero no entre los que volvieron al origen sino por el contrario
entre los que permanecieron aquí, o están avanzando
en nuevos y originales sentidos bajo la orientación de
nociones como las de grupo de referencia de Robert
Merton48 que replanteaban este dilema mas no
sólo en los términos de las oscilaciones en la
escala ocupacional como había sido habitualmente observado
sino en estricta relación con las expectativas de los
sujetos y de los grupos sociales desde el principio y desde
adentro involucrados y que, por lo que se ha podido percibir
hasta ahora, tenderían por eso mismo a relativizar las
conclusiones de las aproximaciones clásicas, poniendo en
discusión incluso los alcances de muchos de los esbozos de
la renovación misma

La lista podría ser aún mucho más
larga, incluyendo además a aquellos trabajos que pusieron
el acento en el problema de la participación política de los
extranjeros49, en el papel de la inmigración en los orígenes de las
empresas
argentinas50, o el de las redes sociales que los
comprenden en la formación del mercado de trabajo y en los
niveles de conflictividad observados51, incursionando
en la hasta hace poco explorada dimensión de la
creación y posterior cooptación de verdaderos
nichos económicos, la mayoría de las veces
relacionados con la masiva presencia de las colectividades de
extranjeros y la incorporación por ellas de nuevos
hábitos de consumo52. En fin, somos conscientes
de las limitaciones habidas en cualquier balance, siempre parcial
y esquemático, que se trace sobre una cuestión tan
compleja, como para poder justipreciar toda la profundidad y
potencia de los
avances registrados, sus progresos y limitaciones y hasta su
eventual estancamiento, por lo que nos estamos refiriendo a una
enumeración siempre provisoria e incompleta. Más
interesante en cambio, nos pareció tratar de detectar
algunos elementos comunes presentes en esas innovaciones, aunque
no taxativamente en todas, y entre los que para nosotros se
destaca el hecho de que casi siempre en las últimas
décadas el debate se
recondujo por la ruta de los antropólogos de Manchester,
estableciendo un nuevo centro de gravedad que se
estructuró alrededor del concepto y metáfora de las
redes sociales53, aunque el acceso a ese concepto se
dio mediado primero por la más conocida noción de
cadenas migratorias. Ambas igual, se las llame como se las llame,
aunque se trate de una cuestión no sólo semántica y para nada secundaria que no
podía dejar de tener secuelas54, tuvieron la
enorme virtud de permitir más claramente entrever la
centralidad del bagaje relacional previo de los inmigrantes en
sus posibilidades de acceso a la información, al empleo y a la
vivienda en el destino, o influyendo en el retorno incluso,
sólo por mencionar algunos de los problemas a los que
afecta, devolviendo contenidos concretos a una descripción
que en su formato más clásico estaba fuertemente
necesitada de ellos. Pero más que eso, lo que nos interesa
señalar es el impacto que, sobre las formas tradicionales
de hacer historia, pudo haber tenido la adopción
de una perspectiva como ésta.

Desde luego, el nuevo énfasis puesto en la
acción de las redes, antes que en impersonales entes como
el mercado o el estado,
supuso desprenderse de algunas de nuestras proverbiales razones y
viejas seguridades. Admitirlo supuso también, en el plano
metodológico, una suerte de desplazamiento de las fuentes
públicas a las privadas, de las aproximaciones macro a las
microhistóricas y de una historia fuertemente
institucionalizada a otra, verdaderamente social y cultural, en
la que los enfoques y aproximaciones antropológicas
devienen en interlocutores privilegiados de la
historia55Dentro de ese marco, también cobraron
creciente centralidad los análisis que, tomando como punto
de partida a la aldea de origen, enfatizaron el papel de los
movimientos basados en mecanismos de cadena56 o, con
más precisión, el rol de las redes sociales en
problemas tales como el de la
organización del mercado de trabajo, las
políticas matrimoniales, la movilidad y la
integración social57, independientemente de las
discusiones entabladas sobre la necesidad de una
utilización más fuerte o débil de ese
concepto58 pero que contribuyó también,
acorde a las necesidades de la época, a recuperar el tono
narrativo de la historia, o mediante aproximaciones de corte
interpretativo, tratando de incursionar en el terreno de la
cultura, las prácticas sociales y los sistemas de
representación a un nivel en que, como sostiene R.
Chartier, es posible comprender únicamente a escala
reducida, sin determinismos extremos, las relaciones existentes
entre sistemas de creencias, valores y
representaciones, por un lado, y las pertenencias sociales por el
otro.

En definitiva, con lo dicho hasta ahora, nos resulta
más que suficiente para enfatizar un aspecto que, a
nuestro juicio, constituye el verdadero meollo de todo ese
esfuerzo realizado y que, a falta de mejores palabras para
precisarlo, preferiremos llamar el retorno de los inmigrantes. Es
que, consecuencia última de todos esos desarrollos a los
que pasamos revista, los
estudios sobre movimientos migratorios han tratado desde nuestra
perspetiva de propiciar un nuevo tipo de acercamiento,
probablemente más cercano al punto de vista de quienes en
su momento fueron sus protagonistas y en el que, de lo que se
trataba, era de recuperar la racionalidad de sus actos, sus
objetivos y
las estrategias familiares que los habían guiado, para
finalmente llegar al nuevo mundo, dando vida a una sociedad que
no debieran quedar dudas, se definió por su esencia plural
o multicultural, aunque esto no haya muchos que estuvieran
dispuestos a reconocerlo. Es que, y si bien es una verdad de
Perogrullo, como sostienen F. Devoto y H. Otero, que no existe
ninguna sociedad que se pueda por completo considerar un crisol o
una babel resucitada59, es también cierto que,
y eso al margen de la constante prédica nacional
esencialista de las escuelas, visto desde la perspectiva de los
años sesenta, una cierta sociedad acrisolada emerge
entonces, sino en la siempre renuente figura de los inmigrantes
por lo menos en la de sus hijos. Pero eso de ninguna manera
autoriza a proyectar anacrónicamente esa
representación parcialmente cierta hacia atrás, en
la etapa de largo reinado de las migraciones masivas, donde las
insuficiencias de esa noción son demasiado evidentes
cuando se la compara con la evidencia disponible como para,
dejando de lado a la historia, poder sostenerse. Hubo que buscar
otras definiciones que dieran cuenta mejor de lo que había
sucedido utilizándose algunas, como la de pluralismo
cultural, por analogía con el conjunto de interpretaciones
bajo ese nombre reunidas en los Estados Unidos o,
últimamente al más preciso y al mismo tiempo
elusivo concepto de pluralismo social60, es posible
que en tren de vaciar de sentido a cualquier intento de
identificación o de dar por sentada esa equivalencia antes
presumida, eludiendo de paso las resonancias idealistas del
término. Desde luego, se da por descontado que tampoco se
trata de sistemas cerrados, excluyentes, y que las personas
tienden a definir su universo de pertenencia (¿o
debiéramos decir pertenencias?) por una serie de motivos,
que debieran ser todos consultados, máxime si consideramos
que estamos hablando de una sociedad como la argentina que tuvo,
durante un lapso de más de medio siglo, alrededor de un
tercio de su población compuesta por extranjeros, y que
gran parte de su crecimiento vegetativo se explica por el aporte
de sus hijos, aunque por supuesto ésta no es una
cuestión de proporciones..

En pocas palabras, gracias a los numerosos avances
producidos en los últimos años, indudablemente
ahora sabemos más sobre lo que en su momento fueron las
grandes migraciones europeas, mas no a partir de los presupuestos
surgidos desde la tendencia habitual de analizar los procesos
desde sus resultados. Claro que toda esa nueva base de
conocimientos, no deja de plantear a la vez nuevas perplejidades,
como aquéllas que supone la reincorporación de toda
esa profusión de nuevos saberes, que constituyen el fruto
a veces de una especialización probablemente excesiva, en
el marco de unas historias nacionales que no parecen
particularmente preparadas para recibirlos; o como utilizar
también todas esas «innovaciones
tecnológicas», trabajosamente acuñadas a
través de largos años, en el estudio de otros
procesos de emigración contemporáneos, pero que
requieren también de una cierta guía que los ayude
a comprender mejor aquello que de alguna forma nos es y
probablemente nos siga siendo ajeno, y en la conciencia de que
esos desafíos se renuevan bajo la forma de nuevas
corrientes, no importa sin tan numerosas, no pudiéndose
ahora reincidir en la práctica de ignorarlas o suprimirlas
de nuestra historia como el mejor y más simple modo de
resolver un problema que, como investigadores de los problemas
sociales que somos, tenemos la obligación de
plantearnos y no eludir asumiendo lo diverso que desde siempre
está y estará ante nosotros.

Notas

1. Una versión preliminar de este trabajo fue
hace algunos años presentada como ponencia en el marco del
"II Congreso Internacional Historia a Debate" celebrado en
Santiago de Compostela (Galicia, España),
los días 14, 15, 16, 17 y 18 de julio de 1999.
Quisiéramos hacer expresa nuestra gratitud para aquellas
personas como Rogelio Paredes, Carlos Barros, Fernando Devoto y
Mariela Ceva que, antes o después de realizado ese evento,
nos hicieran observaciones específicas sobre su contenido
y alcance teóricos, estando desligados por su gentileza de
los errores eventuales omisiones en que se pueda haber incurrido
en este artículo que por supuesto son responsabilidad enteramente nuestra

2. Sobre el proceso de formación de esa
conciencia generalizada, y falsa, que atraviesa todas las
clases
sociales, llegando hasta los centros mismos de producción intelectual cuyos miembros lo
aceptan muchas veces acríticamente, como una especie de
subconsciente alguna vez aprendido y que es difícil
erradicar, y sobre el papel de las instituciones
educativas en ese imaginario de un país, contra lo que la
evidencia reciente sugiere, "destinado a la grandeza"
véase el libro
recientemente editado, de Luis Alberto Romero (Comp), La
Argentina en la Escuela, Bs. As,
Siglo XXI, 2004.

3. Nos estamos refiriendo aquí a la «Nueva
Escuela Histórica», dominante en el panorama
historiográfico local desde sus orígenes a
principios de siglo, y que, con enclaves institucionales como la
Academia Nacional de la Historia, contó con representantes
tan distintos como Ricardo Levene o Emilio Ravignani. Pero que,
sin embargo, tenían en común aspiración a un
cierto tipo de profesionalidad que se ejerce en concreta
referencia al dominio de un
conjunto de prácticas las que, extraídas del
recetario de Bernheim, pero sobre todo de los manuales de
Langlois y Segnobois, y de las insinuaciones de un positivismo
sin embargo no exento de ciertas resonancias idealistas, dieron
lugar a un tipo de historia político-institucional,
erudita e historizante, pero que se reconocía heredera a
la vez de aquella otra fundacional que, ejercida por autores como
Mitre, había hecho de la historia una herramienta para
consolidar un concepto de nacionalidad
por el que él mismo en rigor estaba estaba luchando. Al
respecto de N. Pagano y M. A. Galante , "La Nueva Escuela
Histórica: una aproximación institucional del
centenario a la década del cuarenta" en F. J. Devoto, La
historiografía argentina del siglo XX, Vol.1, Bs. As,
Centro Editor de América
Latina, 1993, pp. 45-79.

4. Para un balance previo de todo lo producido en
materia de estudios migratorios en Argentina véase de D.
Armus, "Diez años de historiografía sobre la
inmigración masiva" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 2, Nº 4, 1986, pp. 431-455; de
M. Borges,
"Inmigración y asimilación en Argentina. Un enfoque
historiográfico", en Anuario del IEHS Nº 3, Tandil,
1983, pp. 385-393; de H. Sábato,
"El pluralismo cultural en Argentina: un balance crítico"
en Comité Internacional de Ciencias
Históricas, Comité argentino, Historiografía
argentina (1958-1988), Bs. As, 1990, pp. 350-366 ; de E.
Míguez, "Storia Dell'Immigrazione e Storia Nazionale.
Argentina", en Altreitalie (Torino, Italia), 3, 1990,
pp. 73 a 79 y de y de F. J. Devoto, "Del crisol al pluralismo:
treinta años de historiografía sobre las
migraciones europeas a la Argentina" en, del mismo autor,
Movimientos migratorios: historiografía y problemas, Bs.
As, Centro Editor de América Latina, 1992, pp. 7-48
También de ese mismo autor, "En torno a la
historiografía reciente sobre las migraciones
españolas e italianas a Latinoamérica" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 8, nº 25, 1993, pp. 3461-469 y
los dos primeros capítulos de su excelente libro "Historia
de la inmigración en la Argentina", Bs. As, Sudamericana,
2003. Más recientemente de F.J. Devoto y H. Otero, "
Veinte años después. Una lectura sobre el Crisol de
Razas, el Pluralismo Cultural y la Historia Nacional en la
historiografía argentina" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 17, nº 50, 2003, pp.
181-227.

5. Ese retraso, sin embargo, no es exclusivo de la
argentina si no que el mismo fenómeno había sido
advertido antes en los estudios sobre las migraciones europeas en
general e incluso,en particular, en países de gran
tradición migratoria como Italia y España. Al
respecto, F. Thistlehwaite, "Migration fron Europe Overseas in
the Nineteenth and Twentieh Centuries" en R. Vecoli y S. Sinke
(eds), A Century of Europeans Migrations, 1830-1930, Urbana &
Chicago, University of Illinois Press, 1991; R. De Felice,
"Alcuni temi per la storia dell’emigrazione italiana" en
Affari Sociali Internazionali, anno 1, nº 3, 1973, pp. 3-10;
N. Sánchez Albornoz, "Medio siglo de emigración
masiva de España hacia América" en, del mismo autor
(ed), Españoles hacia América, Madrid,
Alianza, 1988, pp. 9-10.

6. T. Halperín Donghi, "Un cuarto de siglo de
historiografía argentina (1960-1985)" en Desarrollo
Económico, vol . 25, enero-marzo de 1986, nº 100, pp.
487-508.

7. I. Horowitz, "Modernización,
antimodernización y estructura
social. Reconsiderando a Gino Germani en el contexto actual"
en R. Jorrat y R. Sautu (comp), Después de Germani.
Exploraciones sobre la estructura social de la Argentina, Buenos
Aires, 1992, pp. 41-57.

8. E. J. Míguez, "El paradigma de la
historiografía económico social de la
renovación de los años 60, vistos desde los
años 90" en F. J. Devoto, La historiografía
argentina en el siglo XX , vol. 2, Bs. As, 1994, pp.
10-29.

Acerca de la obra de G. Germani véase de R.
Jorrat y R. Sautu (comp), Después de Germani.
Exploraciones sobre la estructura social de la Argentina, Buenos
Aires, 1992 y de Ana Germani, Gino Germani. Del antifacismo a la
sociología, Madrid Taurus, 2004.

9. Es el mismo G. Germani el que toma distancia de J. L.
Romero al considerar que su idea de que la sociedad argentina es
una masa "…de carácter híbrido, resultante de los
elementos extranjeros y criollos que las constituyen y que
conviven en ella sin que se resuelva predominio alguno", es
"…una hipótesis
plausible que, sin embargo, por el momento es imposible
verificar". Al respecto, sobre el concepto de "sociedad
híbrida" de J. L. Romero, Argentina: imágenes y
perspectivas, Bs As, Raigal, 1956. F.J. Devoto, Historia de la
inmigración…, op cit, 343.

10. J. B. Alberdi, Bases y puntos de partida para la
organización política de la
República. Argentina, Bs. As, Centro Editor de
América Latina, 1984.

11. G. Germani, Política y sociedad en una
época de transición, Bs. As, Paidós, 1968
Véase también de ese mismo autor, Estructura social
de la Argentina. Análisis estadístico, Bs. As,
Solar, 1987 (primera edición
1955).

12. T. Halperín Donghi, "Un cuarto.."., op cit;
E. Míguez, "El paradigma de la historia
económico-social…", op. cit. Un diagnóstico similar desde la óptica
de las ciencias médicas en M. Cereijido, La nuca de
Houssay, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica
1990.

13. G. Sartori, La Sociedad Multiétnica.
Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros, Madrid, Taurus,
2001.

14. F. J. Devoto, Historia de la inmigración…,
op cit, p. 319-320. Según F. Devoto el nombre "crisol de
razas" remite a por los menos dos sentidos: uno anterior,
decimonónico, que encontraba su raíz en los padres
fundadores de la nacionalidad y más emparentado,
precisamente por la amenaza que para ellos representó la
masividad de los flujos como respuesta a ese desafío, con
un concepto más tradicional de asimilación como
absorción no conflictiva de los recién llegados en
el cuerpo social que los recibía, el otro, moderno, que
acabamos de ver, relacionado con la idea germaniana del excedente
demográfico, la movilidad social y los matrimonios
cruzados. Acerca de la teoría del "meting pot" de M.
Gordon, Assimilation in American Llife, New York 1964. Para una
mirada crítica
del modelo del "melting pot" véase deP. Gleason, "The
Melting Pot: Symbol of the Fusion or Confusion?" en American
Quaterly XVI, 1964, pp. 20-45.

15. Como se puede ver, por ejemplo, en el trabajo de
A. Ferrer, La economía
argentina: las etapas de su desarrollo y problemas actuales,
Bs. As, Fondo de Cultura Económica,1962. Otra obra
paradigmática del momento, y que persigue objetivos
similares, aunque utilizando un esquema de etapización
más evidentemente rostowiano, puede ser, de G. Di Tella y
M. Zymelman, Las etapas del desarrollo económico
argentino, Bs. As, Eudeba, 1967.

16. Hipótesis similares pueden verse en trabajos
ya clásicos como el de O. Cornblit, "Inmigrantes y
empresarios en la política argentina" en T. Di Tella y T.
Halperín Donghi, Los fragmentos del poder, Bs. As, Ed.
Jorge Alvarez, 1969, y de T. S. Di Tella, "Argentina: ¿Una
Australia italiana?" en B. Bezza (comp), L'impatto
dell'emigrazione sul sistema
político argentino, Milano, F. Angeli, 1983.
También, del mismo autor, "El impacto inmigratorio sobre
el sistema político argentino" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 4, nº 12, 1989, pp. 211-230.
Una visión en contrario, crítica de estas
posiciones, en H. Sábato y E. Cibotti, "Inmigrantes y
política: un problema pendiente" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 2, Nº 4, 1986, pp. 475-482 . De
las mismas autoras, "Hacer política en Buenos Aires: los
italianos en la escena pública porteña, 1860-1880",
en Boletín del Instituto de Historia
Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 3ª serie,
Nº 2, 1990 , pp. 7-46 y de H. Sábato y E. Palti,
"¿Quién votaba en Buenos Aires?. Práctica y
teoría del sufragio,
1850-1880" en Desarrollo Económico, Vol 30, Nº 119,
1990, pp. 395-424.

17. G. Germani, "La movilidad social en la Argentina" en
S. Lipset y R. Bendix (comp), Movilidad social en la sociedad
industrial, Bs. As, Eudeba, 1963. Cfr. también, de ese
mismo autor, Política y sociedad …, op cit. Sobre el rol
de las clases medias en la concepción germaniana M. Murmis
y S. Feldman, " Posibilidades y fracasos de las clases medias,
según Germani", en J. Jorrat y R. Sautu (comp),
Después de Germani…, op. cit, pp. 212-228.

18. F. Korn, Buenos Aires, los huéspedes del
veinte, Bs. As, Sudamericana, 1974. Dos obras
paradigmáticas de la década del sesenta son T. Di
Tella, G. Germani y J. Graciarena J. (comp), Argentina, sociedad
de masas, Bs. As, Eudeba, 1965 y T. Di Tella y T. Halperín
Donghi (comp), Los fragmentos del poder, op. cit. En particular
véase del primero G. Beyauth, R. Cortés Conde, H.
Gorostegui y S. Torrado, "Los inmigrantes en el sistema
ocupacional argentino", y del segundo, de M. Bejarano,
"Inmigración y estructuras tradicionales".

19. Debemos tener en cuenta sin embargo que,
parafraseando a C. Geertz, el "sentido común" no es, como
habitualmente se cree en su acepción habitual, algo
así como el catálogo de realidades evidentes que se
manifiestan a nuestros ojos y que son tan concluyentes en
sí que no necesitan de mayores evidencias
para ser probadas si no que, en realidad, para captar lo que es
su esencia debiera ser seguramente visualizado como
interpretaciones intencionadas históricamente construidas,
y que por lo tanto se ajustan a sistemas de ideas preconcebidos
dentro de una determinada cosmovisión, en cuyas
presunciones se reconoce y adquiere su verdadero significado, y
no espontánea y libremente como se asume
comúnmente. Al respecto, cfr de Clifford Geertz, "El
sentido común como sistema cultural" en Conocimiento
Local. Ensayos sobre
la interpretación de las culturas, Barcelona, 1994., p.
104. Es en ese sentido que creemos precisamente, porque de otra
manera sería desde un punto de vista científico
francamente inexplicable, que deberían entenderse las
apelaciones realizadas al "sentido común" como una
valedera forma de legitimación de una de las
teorías mencionadas en disputa en alguno de los balances
previos realizados en materia de estudios migratorios, pero que
no podrían considerarse serios si no es de esta
manera.

20. C. Ginzburg, "Indicios. Raíces de un
paradigma de inferencias indiciales", en del mismo autor Mitos,
emblemas, indicios. Morfología
e Historia, Barcelona, Gedisa, 1994, p. 149. Véase
también en ese libro "Lo alto y lo bajo. El tema del
conocimiento vedado en los siglos XVI y XVII", pp.
94-116.

21. Una crítica de concepciones como ésta
en M. Granovetter, Getting a Job, Cambridge, Harvard University
Press, 1974.

22. Para una somera enumeración de sólo
algunas de las tendencias enunciadas véase, en Italia, de
E. Sori, "Las causas económicas de la emigración
italiana entre el ochocientos y el novecientos" en F. Devoto y G.
Rosoli (comp), La inmigración italiana a la Argentina ,
Bs. As., 1985 También de ese autor, L`emigrazione italiane
dalla unità all seconda guerra
mondiale, Bologna, Il Mulino, 1979. Para un más
pormenorizado balance de F. J. Devoto, Le migrazione italiane in
Argentina. Un saggio interpretativo, Nápoli, Instituto
Italiano per Gli Studi Filosofici,1994. Para España de R.
Cortés Conde, "Migración,
cambio agrícola y políticas de protección.
El caso argentino" en N. Sánchez Albornoz (comp),
Españoles hacia América. La emigración en
masa, 1880-1930, Madrid, Alianza, 1988; B. Sánchez Alonso,
Las causas de la emigración Española en Argentina.
1880-1930, Madrid, Alianza, 1995. Para Argentina, también
de R. Cortés Conde, El progreso argentino, 1880-1914, Bs.
As, Sudamericana, 1979.

23. Al respecto véase, de C. Geertz, "Desde el
punto de vista del nativo: sobre la naturaleza del conocimiento
antropológico" en, del mismo autor, Conocimiento local.
ensayo sobre
la interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa,
1994, pp. 75-90.

24. Entre ellas un papel fundamental les cupo a las
historias sobre el movimiento
obrero, la evolución demográfica argentina o la
modernización económica del país que
sería muy largo listar. Dos obras de profunda influencia a
fines de la década del setenta e inicios de la del ochenta
fueron de R. Cortés Conde, El progreso… op. cit y de E.
Gallo, La pampa gringa, Bs. As, Sudamericana, 1983.

25. ; R. Newton, German
Buenos Aires (1900-1933), Austin & London, University of
Texas Press, 1977; J. C. Korol- H. Sabato, Cómo fue la
inmigración irlandesa a la Argentina, Bs. As, Plus Ultra,
1981; H. Avni, Argentina y la historia dela inmigración
judia, Bs. As, AMIA, 1983; M. C. G. Nascimbene, Historia de los
italianos en la Argentina, 1835-1920, Bs. As, CEMLA,
1986.

26. Sobre la primera de las cuestiones enunciadas
véase de S. Pollard, Peaceful Conquest. The
industrialization of Europe, 1760-1970, Oxford, Oxford University
Press, 1981. Por la demás, sobre la segunda
cuestión resultan interesantes las reflexiones de Dudley
Baines seguramente hace algunos años impensables, quien
nos habla de las condiciones de emigración desde una
economía
madura. D. Baines, Emigration from Europe, London, MacMillan,
1991. De ese mismo autor, Migration in a Mature Economy,
1861-1900, Cambridge, Cambridge University Press,
1986.

27. Un interesante ejemplo de esa inversión de perspectivas, desde arriba
hacia abajo lo ofrece el modelo diseñado por Samuel L.
Baily quien, tomando como punto de partida la aldea de origen de
los emigrantes, propone reconstruir todos los itinerarios y
puntos de contactos habidos entre el controlable conjunto de
destinos adonde los aldeanos de ese origen habían siempre
partido. S. L. Baily, "The village outward approach to the study
of social networks: a case the study of the agnonesi diaspora
abroad, 1885, 1989" en Studi Emigrazione, anno XXIX, Nº 105,
1992, pp. 43-67. Cfr. también de F. Sturino, "La
mondializzazione del paesanismo tra Rende e il Nuovo Mondo" en C.
Pitto (ed), La Calabria dei paesi. Per una antropologia della
memoria del
pppolo migrante, Pisa, 1990, pp. 41-54.

28. F. J. Devoto, "Appunti per una comparazione tra le
emigrazione spagnole e italiane in Argentina" en G. Rosoli (a
cura di), Identità degli italiane in Argentina. Reti
sociali, famiglie e lavoro, Roma, 1993, pp.
39-64.

29. Giovanni Levi, "Sobre microhistoria" en Peter Burke
(ed), Formas de hacer historia, Madrid, Alianza, 1994, pp.
119.141 (también hay una edición como texto
independiente, Ed. Biblos, 1997).

30. E. Grendi, "Microanalisi e storia sociale" en
Quaderni Storici, Nuova Serie, 35, 1977, pp. 506-520. De ese
mismo autor "¿Repensar la microhistoria?", de Carlo
Ginzburg, "Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella"
además de Jaques Revel, "Microanálisis y
construcción de lo social", todos en Entrepasados, vol. 2,
Nº 9, 1995, pp. 51-73, 131-140, 141-160. Sobre los logros y
posibilidades de este tipo de investigaciones cfr. también
algunas de las obras más logradas de la Escuela
Microhistórica Italiana, por ejemplo, de G. Levi,
L'eredità immateriale. Carriere di un esorcista nel
Piamonte del Seicento, Torino, Einaudi, 1985; C. Ginzburg, Il
formaggio e i vermi, Torino, Einaudi, 1976 (hay versión
castellana El queso y los gusanos, Barcelona, Muchnik Editores,
1987); Maurizio Gribaudi, Mondo operaio e mito operaio.
Spazi e percorsi sociali a Torino nel primo Novecento, Torino,
Einaudi, 1987. F. Ramella, Terra e telai: sistemi de parentela e
maniattura nel Biellese dell'Ottocento, Torino, Einaudi, 1984 y
Gabriela Gribaudi, A Eboli. Il mondo meridionale in cent'anni di
trasformazioni, Venezia Marsilio Editori, 1990.

31. M. C. Cacopardo y J. L. Moreno, "La
emigración italiana a la Argentina. Las regiones de origen
y el fenómeno del retorno" en Cuadernos de Historia
Regional, vol. 1, Nº 1, 1984, pp. 15-27.

32. Giovanni Levi, La herencia
inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del
siglo XVII, Madrid, Nerea, 1990.

Edgar Morin,, Introducción al pensamiento
complejo, Barcelona, Gedisa, 1997.

33. Deberíamos recordar, llegados a este punto,
la afirmación de Karl Polanyi según la cual la
absoluta reducción de cualquier estado humano a la
disciplina del
mercado es, en gran medida, ficticia o, casi siempre, incompleta
(K. Polanyi, La gran transformación, Madrid, Alianza,
1989). De lo que podemos deducir, finalmente, que ante una crisis
existen multiplicidad de respuestas posibles que, no por
conocidas, debieran dejar de considerarse, como por ejemplo la
reconversión laboral, las
migraciones temporales, internas, o las de cualquier otro tipo,
pero casi siempre centradas en el retorno, o más
simplemente aún, la opción, nada inusual
según parece, de vivir por debajo del nivel de la
subsistencia apelando a mecanismos relacionales entre estrategias
posibles de supervivencia.

34. C. Geertz, Los usos de la diversidad, Barcelona,
Paidós, 1996.

35. M. Szuchman, "The limits of the melting pot in urban
Argentina: Marriage and integration in Córdoba, 1869-1909"
en Hispanic American Historical Review, vol 57, Nº 1, 1977,
pp. 24-50; S. L. Baily, "Marriage patterns and inmigrant
assimilation in Buenos Aires, 1882-1923" en Hispanic American
Historical Review, vol 60, Nº 1, 1980, pp. 32-48; R. F. de
Seefeld, "La integración social de extranjeros en Buenos
Aires según sus pautas matrimoniales: ¿pluralismo
cultural o crisol de razas?" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 1, Nº 2, 1986, pp. 203-231; N.
Pagano y M. Oporto, "La conducta
endogámica de los grupos inmigrantes: pautas matrimoniales
de los italianos en el barrio del la Boca en 1895" en Estudios
Migratorios Latinoamericanos, año 2, Nº 4, 1986, pp.
483-495; H. Otero, "Una visión crítica de la
endogamia: reflexiones a partir de una reconstrucción de
familias francesas (Tandil, 1850-1914)" en Estudios Migratorios
Latinoamericano, año 5, Nº 15/16, 1990, pp. 343-378;
E. Míguez, M. E. Argeri, M. Bjerg y H. Otero, "Hasta que
la Argentina nos una: reconsiderando las pautas matrimoniales de
los inmigrantes, el crisol de razas y el pluralismo cultural" en
Hispanic American Historical Review, Nº 41, 1991, pp. 7-32;
S. Maluendres, "Los migrantes y sus hijos ante el matrimonio: un
estudio comparativo ente alemanes de Rusia,
españoles e italianos en Guatrache (La Pampa, 1910-1939)"
en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 6, Nº
18, 1991, pp. 191-222. En ese mismo volumen, C.
Silberstein, "Inmigración y selección
matrimonial: el caso de los italianos en Rosario (1870-1910)" en
Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 6, Nº 18,
1991, pp. 161-190. D. N. Marquiegui, "Revisando el debate en
torno a la conducta matrimonial de los extranjeros. Un estudio a
partir del caso de españoles y franceses en Luján,
1880-1920" en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año
7, Nº 20, abril de 1992, pp. 3-36.

36. S. L. Baily, Samuel, "Patrones de residencia de los
italianos en Buenos Aires y Nueva York, 180-1914" en Estudios
Migratorios Latinoamericanos, año 1, Nº 1, 1985, pp.
8-47; M. Borges, "Características residenciales de los
inmigrantes portugueses en Buenos Aires en la segunda mitad del
siglo XIX" en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año
6, Nº 18, 1991, pp. 353-382; D. N. Marquiegui, El barrio de
los italianos. Los ítalo-albaneses de Luján y los
orígenes de Santa Elena, Luján, Ed. Librería
de Mayo, 1996.

37. M. L. Da Orden, "Una fiesta popular y la
consolidación de una dirigencia étnica: las
romerías españolas de Mar del Plata, 1897-1930" en
Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 6, Nº 19,
1991, pp. 379-403.

38. W. Sollors (ed), The invention of Ethicity, New
York, Oxford University Press, 1988; K. N. Conzen, D. Gerber, E.
Morawska, G. Pozzetta y R. Vecoli, "The Invention on Ethnicity:
Una Lettura Americana" en Altreitalie, año II, Nº 3,
1988, pp. 4-36; F. J. Devoto, "¿Inventando a los
italianos?. Imágenes de los primeros inmigrantes en Buenos
Aires (1810-1880)", en Anuario del IEHS, VII, Tandil, 1992, pp.
121-136. El concepto de «invención de la
etnicidad» deriva de la noción de
«invención», aplicada por Hobsbawn al caso de
la tradición, pero que ya había sido
sistemáticamente utilizada en otros campos como el de la
cultura, el de lo cotidiano o, como sea, pero que permite
recuperar la naturaleza simbólica de los procesos
sociales. Al respecto, E. Hobsbanwn y T. Ranger (ed), The
invention of tradition, Cambridge, Cambridge University Press,
1988; R. Wagner, The invention of culture, Chicago, Chicago
University Press, 1980, M. de Certeau, L’invention du
quotidien, París, 1980. Sobre el caso de las
nacionalidades véase también de, E. Hobsbawn,
Nations and nationalism since 1780, Cambridge, Cambridge
University Press, 1990 y E. Le Bras y E. Tood, L’invention
de la France, París, 1981.

39. Tal el caso , estudiado por Mormino y Pozzetta, de
las colectividades europeo-meridionales e hispanomericanas de
Tampa quienes, ante las presiones de la sociedad receptora y las
que ellos mismos se generan, creen dados los fundamentos para la
creación de una sociabilidad y una cultura
genéricamente «latinas». Al respecto
véase de G. Mormino y G. Pozzetta, The inmigrant world of
Ybor City. Italian and their Latin neighborood in Tampa, Urbana
& Chicago, University of Illinois Press, 1987.

40. S. L. Baily, "Las sociedades de ayuda mutua y el
desarrollo de una comunidad italiana en Buenos Aires" en
Desarrollo Económico, vol. 21, Nº 84, 1982, pp.
485-514; F. J. Devoto, "Las sociedades de ayuda mutua en Buenos
Aires y Santa Fe. Ideas y problemas" en F. J. Devoto y G. Rosoli
(comp), La inmigración italiana a la Argentina, Buenos
Aires, 1985, pp. 141-164; A. Fernández, "El mutualismo
español en
Buenos Aires en un estudio de caso" en Cuadernos de Historia
Regional, Vol. III, Nº 8, 1986, pp. 36-71; L. Prislei,
"Inmigración y mutualismo. La sociedad italiana de
socorros mutuos de Belgrano" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 2, Nº 5, 1987, pp. 29-55; E.
Cibotti, "Mutualismo y política, un estudio de caso. La
Sociedad Unione e Benevolenza en Buenos Aires entre 1858 y 1865"
en F. J. Devoto y G. Rosoli (comp), L'Italia nella societá
argentina, Roma, 1988, pp. 241-265; A. Fernández, "El
mutualismo español en un barrio de Buenos Aires. San
José de Flores (1890-1900) "en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 4, Nº 13, 1989, 609-642; F. J
Devoto, "La experiencia mutualista italiana en la Argentina: un
balance" en F. Devoto y E. Míguez (comp) Asociacionismo,
trabajo e identidad étnica. Los italianos en
América Latina en una perspectiva comparada, Bs. As,
CEMLA-CSER-IEHS, 1990, pp. 169-188. En ese mismo volumen de R.
Gandolfo, "Las sociedades italianas de socorros mutuos en Buenos
Aires: cuestiones de clase y etnia dentro
de una comunidad de inmigrantes (1880-1920)", pp. 311-332; F. J.
Devoto y A. Fernández, "Mutualismo étnico,
liderazgo y participación política. Algunas
hipótesis de trabajo" en D. Armus (comp.), Mundo urbano y
cultura popular, Bs. As, 1990; M. Bjerg, "Identidad étnica
y solidaridad en un grupo migratorio minoritario: un
análisis de la Sociedad Danesa de Socorros Mutuos" en
Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 4, Nº 12,
1989, pp. 383-403 y D. N. Marquiegui, "Asociacionismo, liderazgo
étnico e identidad. Un enfoque comparado (Luján,
1876-1920)" en Studi Emigrazione, anno XXXI, Nº 115, 1994,
pp. 427-460.

41. J. Higham, Ethnic leadership in America, Baltimore
& London, Johns Hopkins University Press, 1978; R. Harney y
V. Scarpaci (ed), Little Italies in North America, Toronto, 1981;
R. Harney, Dalla frontiera alle little Italies, gli italiani in
Canada, Roma,
Bonacci, 1984; F. J. Devoto, "Programas y
políticas en la élite italiana en Buenos Aires,
1852-1880" en Anuario de la Escuela de Historia de la Facultad de
Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario,
Rosario, 2ª época, 1988, pp. 58-71; A.
Fernández, "Patria y cultura. Aspectos de la acción
de la élite española de Buenos Aires" en Estudios
Migratorios Latinoamericanos, año 2, Nº 67, 1987.,
pp. 291-307; M. Bjerg, "Como faros en la tormenta… Los
líderes étnicos de la comunidad danesa" en Estudios
Migratorios Latinoamericanos, año 7, Nº 21, 1992, pp.
291-308; D. N. Marquiegui, Liderazgo étnico, redes de
relación y formación de una identidad inmigrante en
el destino. Un balance a partir de los casos de los
españoles, franceses e italianos de Luján en
«Cuadernos de Trabajo», Nº 13, Luján,
1999.

42. S. Novick, "Las políticas inmigratorias
argentinas en su expresión jurídica: una
perspectiva secular" en Estudios Migratorios Latinoamericanos,
año 1, Nº 2, 1986, pp. 239-252 ; F. J. Devoto,
"Política migratoria argentina y flujos de
población europea, 1876-1925" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 4, Nº 11, 1989, pp.
135-158.

43. P. Laslett, J. Robin y R. Wall, Family forms in
historics Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 1983.
Sobre ese modelo, de los convivientes bajo un mismo techo, se
despliegan los trabajos posteriores, desarrollados en Italia y
Argentina, de M. Barbagli, Sotto lo stesso tetto. Famiglia e
mutamento sociale in Italia dal secolo XVI ad oggi, Bologna, Il
Mulino, 1988 y de J. L. Moreno y M. C. Cacopardo, La familia
italiana y meridional en la emigración a la Argentina,
Nápoli, Edizioni Scientifiche Italiane, 1994.

44. M. Szuchman, Mobility and integration in urban
Argentina. Córdoba in the Liberal Era, Austin &
London, Texas University Press, 1980; E. Sofer, From Pale to
Pampa. Eastern Jewish Mobility in Buenos Aires, 1890-1945, San
Francisco, UCLA, 1976; M. Gribaudi y A. Blum, "Des
catégories aux liens individuels: L'analyse statistique de
l'espace social" en Annales ESC, 1990, Nº 6, pp. 1365-1402;
C. Griffen, "Occupational mobility in nineteenth-century America:
problems and possibilities" en Journal of Social history, Nº
5, 1972, pp. 310-363. B. Argiroffo Beatríz y C. Etcharry,
"Inmigración, redes sociales y movilidad ocupacional:
italianos de Ginestra y Ripalimosani en Rosario (1947-1958)" en
Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 7, Nº 21,
1992, pp. 345-379. En el mismo volumen de M. L. Da Orden,
"Inmigración, movilidad ocupacionaly expansión
urbana: el caso de los españoles de Mar del Plata",
1914-1930, pp. 309-343 y D. N. Marquiegui, "Migración en
cadenas, redes sociales y movilidad. Reflexiones a partir de los
casos de los sorianos y albaneses de Luján, Buenos Aires,
Argentina, 1889-1920" en EIAL. Estudios Interdisciplinarios de
América Latina y el Caribe, vol. 5, Nº 1, Tel Aviv,
1994, pp. 115-136.

45. R. Merton, Teoría y estructuras sociales,
México,
Fondo de Cultura Económica, 1984

46. G. Dore, La democracia italiana e l'emigrazione in
America, Brescia,
Morcelliana, 1984; T. S. Di Tella, "Argentina: ¿Una
Australia italiana?" op. cit; H. Sábato Hilda y E.
Cibotti, "Inmigrantes y política: un problema pendiente",
op. cit; N. Alvarez y G. Malgesini, "Los gringos al poder. Los
inmigarntes y un proyecto de poder
municipal autónomo en el pueblo de San Juan Bautista,
1873-1891" en Historia Regional Bonaerense, I, II, III Jornadas,
Tandil, U.N.C.P.B.A-Junta de Estudios Históricos de
Tandil, 1987; E. Míguez, "Política,
participación y poder. Los inmigrantes en las tierras
nuevas de la provincia de Buenos Aires en la segunda mitad del
siglo XIX" en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año
2, Nº 67, 1987, pp. 337-379. En ese mismo volumen, de C.
Silberstein, "Administración y política. Los
italianos en Rosario, 1870-1890" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, pp. 361-390; H. Sábato Hilda y E.
Cibotti, "Hacer política en Buenos Aires…", op. cit.; H.
Sábato y E. Palti, op. cit, T. S. Di Tella, "El impacto
inmigratorio sobre el sistema político argentino" , op.
cit, R. Paredes, "Los italianos en Campana (1875-1930). Poder
político y poder económico en un grupo migratorio:
un estudio de caso" en Estudios Migratorios Latinoamericanos,
año 9, Nº 27, 1994, pp. 347-360.

47. M. I. Barbero y S. Felder,"Industriales italianos y
asociaciones empresariales en la Argentina. El caso de la
Unión Industrial Argentina, 1887-1930" en Estudios
Migratorios Latinoamericanos, año 2, Nº 6/7,
1987.

48. De las mismas autoras, "El rol de los italianos en
el nacimiento y desarrollo de las asociaciones empresarias en la
Argentina" en Devoto, Fernando J. y Rosoli, Gianfausto (comp),
L'Italia nella società argentina, Roma, 1988 y de M. I.
Barbero, "Grupos empresarios, intercambio comercial e inversiones
italianas a la Argentina. El caso de Pirelli, 1910-1920" en
Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 5, Nº
15/16, 1990.

49. M. I. Barbero y M. Ceva, "La vida obrera en una empresa
paternalista" en F. J. Devoto y M. Madero (comp.), Historia de la
vida privada en Argentina, Bs. Aires, Taurus, 1999, tomo 3, pp.
141-168.

50. C. Silberstein, "De la red al mercado: procesos de
especialización profesional y relaciones
interpersonales (Rosario, 1890-1914)" en H. Otero y M. Bjerg
(comp.), Inmigración y redes sociales en la Argentina
moderna., Tandil, CEMLA-IEHS, 1995, PP. 67-80; A.
Fernández, Inmigración y redes comerciales. Un
estudio de caso sobre los catalanes a principios de siglo en
«Estudios Migratorios Latinoamericanos», año
11, Nº 32, 1996, pp. 25-60. Del mismo autor,"Las redes
comerciales catalanas a Buenos Aires a principios de siglo. Una
aproximación" en A. Fernández y J. C. Moya (ed.),
La inmigración española en la Argentina, Bs. As,
Ed. Biblos, 1999

51. E. Boot, Family and social network: Roles, Norms and
External Relations in Urban Families, London, Tavistock, 1971; J.
Barnes, Social Network, Cambridge, Cambridge University Press,
1972; C. Mitchell (ed.), Social networks in urban situations,
Manchester, Manchester University Press, 1969 y J. Boissevain,
Friend of friends: networks, manipulators y coalitions, Oxford,
Basil Blackwell, 1973.

52. La noción de cadenas migratorias tuvo entre
sus primeros cultores a los miembros de la Escuela
Demográfica de Camberra, en particular, J. MacDonald y L,
MacDonald, Chain migration ethnic neighborhood Formation and
social networks en «Milkbank Memorial Fund Quartely»,
(XLII), 1, enero 1964, pp 82-96 y Ch. Price. Southerns Europeans
in Australia, Melbourne, Sidney, 1964.

53. Al respecto es interesante el debate desatado por la
publicación del libro de Robert Darnton, La gran matanza
de gatos y otros episodios de la historia cultural francesa,
México, Fondo de Cultura Económica, 1987, en que
adopta para sí el paradigma de la
«descripción densa» geertziana. En particular,
sobre este tema en particular véase la recopilación
de E. Hourcade, C. Godoy y H. Botalla, Luz y contraluz
de una historia antropológica, Bs. As, De. Biblos, 1995.
Cabe acotar también que incitaciones similares han tendido
lugar en el campo de los estudios migratorios, en función
a generar mecanismos de refuerzo que permitan un uso más
pertinente del concepto de red (al respecto, véase el
contrapunto de ideas entre F. Ramella, Por un uso fuerte del
concepto de red en los estudios migratorios y E. Míguez,
Microhistoria, redes sociales e historia de las migraciones:
ideas sugestivas y fuentes parcas ambos en M. Bjerg y H. Otero
(comp.), Inmigración y redes sociales en la Argentina
moderna, op. cit, pp. 9-22 y 23-34. Sin embargo, sería
injusto remitir solamente a Geertz la posibilidad del entronque
entre antropología e historia sin recordar otros
antecedentes como es el caso de E. Wolf, Europa y la gente sin
historia, México, Fondo de Cultura Económica,
1993.

54. Entre los trabajos clásicos encarados desde
este punto de vista véase de, una lista muy grande de
referencias posibles, J. Barton, Paesants and Strangers.
Italians, Rumanians and Slovacks in an American City, Cambridge,
Harvard University Press, 1975; J. Briggs, An Italian Passage.
Immigrant to three American City, New Haven, Yale University
Press, 1978; D. Cinel, From Italy to San Francisco. The Immigrant
Experience, Standford, Standford University Press, 1982; F.
Sturino, Forging the Chain: Italian Migration to North America,
1880-1930, Toronto, Multicultural Society of Ontario, 1990; R.
Harney, Dalla frontiera alle little Italies, gli italiani in
Canada,op. cit. Para el caso argentino, Las cadenas migratorias
italianas: algunas reflexiones a la luz del caso argentino en
«Movimientos migratorios…», op. cit, pp. 95-117. De
ese mismo autor, "Algo más sobre las cadenas migratorias
de los italianos a la Argentina" en Estudios Migratorios
Latinoamericanos, año 6, Nº 19, 1991, pp. 323-343.
Para algunos ejemplos, de una lista muy larga, S. L. Baily "La
cadena migratoria de los italianos a la Argentina" en F. Devoto y
G. Rosoli (comp), La inmigración…, op. cit, pp. 45-61;
F. Weimberg y A. Eberle, "Los abruzeses en Bahía Blanca:
estudios de cadenas migratorias", M. Curia de Villecco y A.
Villecco, "Los acerneses en Tucumán: un caso de cadenas
migratorias", R. Gandolfo "Notas sobre la élite de una
comunidad emigrada en cadena: el caso de los agnoneses" y D. N.
Marquiegui, "Aproximación al estudio de la
inmigración ítalo-albanesa en Luján", todos
en el número especial dedicado al tema por Estudios
Migratorios Latinoamericanos (año 3, Nº 8, 1988). Del
último autor, también, "Las cadenas migratorias
españolas a la Argentina: el caso de los sorianos de
Luján" en Studi Emigraione, anno XXIX, Nº 105, 1992,
pp. 69-102; "Reti sociali, solidarietà etnica e
identità. L’impatto delle catene italo-albanesi a
Luján" en G. Rosoli (comp), Identità degli italiani
in Argentina…, op. cit, pp. 205-240 y "Gli italo-albanesi di
Luján-Argentina: vecchie abitudini in una nuova casa" en
A. Denisi y G. Rosoli (a cura di), La mobilità
internazionale e le nuove sfide alla società italiana,
Catanzaro, Rubettino Editori, 1996, pp. 160-178

55. Sería largo hacer un balance, aunque
más no sea parcial, de todos los avances producidos en
Argentina en esos campos. Para ello remitimos a F. Devoto, Del
crisol de razas al pluralismo…, en «Movimientos
migratorios…», op. cit, pp. 7-48.

56. Tal el interesante contrapunto planteado en la
discusión implícitamente sostenida en el marco de
un muy conocida compilación entre Franco Ramella y Eduardo
Míguez, y en donde el primero invita a los investigadores
a abandonar lo que él llama el uso disminuido e impropio
del concepto de redes sociales, es decir la reconstrucción
estructural de las redes de parentesco y amistad con
intercambios supuestos pero no probados detrás de las
relaciones vueltas a la vida por la utilización
"débil" de fuentes uninominales, pero que debe ser
remplazando por esa clase de "descripciones densas de las que
sólo nos puede proveer el uso intensivo de todas los
materiales a
mano y que otorgan contenido a esas formas de solidaridad, ante
mas bien supuestas o sospechadas por el sólo hecho que
esos lazos existieran; a lo que Míguez replica reafirmando
la conveniencia de utilizar una forma de acercamiento dura en
teoría pero blanda en el método,
como una forma ecléctica de resolución del dilema
que a esos fines plantea la parquedad de las fuentes
históricas que a diferencia de las utilizadas en otras
disciplinas son escasas, fragmentarias y nunca dicen demasiado.
Al respecto véase de Franco Ramella, "Por un uso fuerte
del concepto de red en los estudios migratorios" y de Eduardo
Míguez, "Microhistoria, redes sociales e historia de las
migraciones: ideas sugestivas y fuentes parcas" ambos en
María Bjerg y Hernán Otero (comp),
Inmigración y redes sociales en Argentina moderna, Tandil,
IEHS.CEMLA 1994, principalmente pp. 10-11 y 27.

57. L. Stone, The Revival of Narrative Reflections on a
New Old History en «Past and Present», Nº 85,
1979, pp. 3-24. En cuanto a la posibilidad de adopción de
una estrategia de
interpretación «hermenéutica» en historia,
podría decirse, ha sido, más postulada antes que
efectivamente aplicada. Cfr. de Luigi V. Favero, Mechanism of
Adaptation and Integration of Italians Inmigrant in Argentina:
From Social Spaces to Interpretative Paradigms of Ethnic Identity
en L. Tomassi, P. Gastaldo y T. Row (ed), «The Columbus
People», New York, 1994, pp. 113-124.

58. R. Chartier, El mundo como representación.
Historia cultural: entre práctica y representación,
Barcelona, Gedisa, 1996, p. 32.

59. F. Devoto y H. Otero, Veinte años
después…, op. cit, p. 199.

60. F. Devoto, Historia de la inmigración…, op.
cit.

Dedier Norberto Marquiegui.

Conicet. Universidad Nacional de Luján

Como citar este documento: Marquiegui, Dedier
Norberto. Pluralismo social y cultural, crisol de razas y
multiculturalismo en el estudio de las migraciones masivas a la
Argentina: una mirada histórica retrospectiva.
En
publicación: Astrolabio, no. 2
. CEA, Centro de
Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba,
Córdoba, Argentina: Argentina. Septiembre. 2005
1668-7515
Acceso al texto completo:


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