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Sociabilidad virtual, vínculo social y construcción de la identidad. El Caso de la comunidad virtual El Rincón Chileno




Enviado por Djamel Toudert


Partes: 1, 2

    1. Abstract

    A partir del trabajo
    etnográfico realizado en el seno de la comunidad virtual
    El Rincón Chileno, interrogamos las nociones emergentes de
    sociabilidad virtual y vínculo social desterritorializado
    en el marco de las estrategias,
    prácticas y discursos de
    construcción de una identidad
    colectiva no presencial entre los miembros de un colectivo
    virtual. Así, revisaremos en un primer momento la
    definición problemática de la categoría de
    comunidad virtual (expresada por las dicotomía
    "virtual/presencial", "desterritorializado/territorial"), para
    luego establecer una caracterización de los usos e
    interacciones observados en los espacios virtuales (on line) y de
    las continuidades y discontinuidades de estos con respecto a los
    espacios territoriales (off line) de sociabilidad.

    Palabras claves· cibermigrante,
    comunidades virtuales, etnografía, identidad, internet.

    2. El ciberespacio como objeto
    antropológico: las comunidades virtuales, elementos para
    una caracterización

    Haciendo referencia al antropólogo Ray Oldenberg,
    la investigadora Sherry Turkle utiliza el concepto del
    "gran lugar bueno" con el objeto de caracterizar, en nuestros
    tiempos de modernidad
    tardía, el fenómeno de las comunidades virtuales
    como nuevos espacios de socialización. De manera general, un
    gran lugar bueno es "un lugar en el que los miembros de
    una comunidad se pueden reunir por el sencillo placer de la
    compañía, la conversación y el sentido de
    pertenencia. [Oldenberg] considera estos lugares –el bar
    del barrio, el restaurante, el café– como lugares centrales en la
    integración social del individuo y
    para la vitalidad de una comunidad" (Turkle, 1997:
    59).

    Las definiciones de comunidad virtual que encontramos en
    la literatura
    especializada, pese a sus diferencias, convergen al menos en un
    punto esencial: la presencia y la interacción a distancia. En efecto,
    la característica principal del fenómeno emergente
    de los usos comunitarios en el ciberespacio es la posibilidad que
    individuos o grupos, dispersos
    territorialmente, puedan comunicarse, reunirse e interactuar
    virtualmente, pese a las limitaciones geográficas, por
    medio de la telépresencia. Aunque existen antecedentes de
    grupos que, mucho antes de la aparición de Internet,
    establecían relaciones exclusivamente a distancia
    (las comunidades epistolares); aunque el advenimiento de la
    modernidad ha significado procesos de
    separación del tiempo y del
    espacio en donde la convivencia no coincide necesariamente
    con lo local (los medios de
    comunicación, el sistema
    financiero); aunque los mismos procesos de
    virtualización que separan el aquí del
    allá no son ajenos en modo alguno a las relaciones
    que los sujetos establecen entre ellos y con sus objetos todos
    los días y desde siempre (la escritura).
    Aunque se trata, en suma, de un fenómeno con
    múltiples antecedentes, se insiste siempre en el aspecto
    novedoso de las comunidades virtuales.

    Novedoso, porque el alcance y la intensidad de dichos
    modos de interacción a distancia se vuelve planetario.
    (1) Como sugiere Barry Wellman, las redes de convivialidad
    compleja siempre han existido, pero son "los últimos
    desarrollos tecnológicos en las comunicaciones
    que les han permitido devenir la forma dominante de organización social" (Wellman, 2001). Sin
    embargo, no es sólo la
    globalización o la hegemonía, siempre
    discutible, de determinados procesos ya conocidos lo que
    determina la novedad mayor de las comunidades en Internet. Son
    las posibilidades mismas de la relación a distancia las
    que cambian gracias a dicha tecnología. Si ya
    existía una tradición de comunicación recíproca,
    asincrónica y a distancia, es sólo a partir de las
    particularidades técnicas
    del ciberespacio que un grupo humano
    puede "coordinarse, cooperar, consultar y alimentar una memoria y un
    espacio de existencias textuales común casi en tiempo
    real, y eso, pese a la distribución geográfica y a la
    diferencia horaria" (Levy, 2001: 58).

    De este modo, a partir de la constatación de las
    posibilidades técnicas de la red, analistas y
    teóricos de todo tipo se refieren a cuales serían
    los efectos sociales involucrados en el fenómeno de
    las comunidades en Internet. En términos generales, y esto
    es válido tanto para quienes tienen una
    aproximación entusiasta al fenómeno, como
    para quienes advierten de sus peligros, (2)
    estaríamos ante el surgimiento de un nuevo tipo de
    vínculo social basado en las relaciones elegidas y
    no ya impuestas por las limitaciones geográficas. Las
    comunidades virtuales, en este sentido, no harían sino
    favorecer un estilo de relación casi independiente de los
    lugares geográficos y de las coincidencias de tiempo y
    espacio.

    "La virtualización reinventa una cultura
    nómada, no mediante un retorno a las culturas de
    pastores o al paleolítico, sino creando un entorno de
    interacciones sociales donde las relaciones se configuran con
    un mínimo de inercia (…) [A través comunidades
    virtuales] se exprime la aspiración por construir un
    lazo social que no estaría fundado ni en la pertenencia
    territorial o institucional, ni en las relaciones de poder"
    (Levy, 2001: 56-57).

    "Internet es la herramienta que, por primera vez,
    permite la
    comunicación de multitud a multitud, en todo momento
    y a escala mundial
    (…) La cultura [al interior de las comunidades virtuales] es
    animada por un sentimiento colectivo fundado en la
    participación activa de una comunidad que se estructura
    alrededor de costumbres y principios
    informales de organización social (…) la
    práctica en las comunidades virtuales encarna la
    libertad de
    expresión planetaria en una época dominada
    por el gigantismo de los media y la censura de los Estados"
    (Castells, 2001: 61-83).

    Así, se supone que las relaciones se vuelven cada
    vez más elegidas y desterritorializadas. Ya no se trata,
    en consecuencia, de la pequeña comunidad territorial bien
    localizada, de la convivencia y sociabilidad cara a cara forzada
    por la proximidad geográfica. De lo que se trata ahora es
    de un vínculo social que no se crea a partir del espacio
    bien delimitado de la comunidad territorial, sino del espacio
    reticular y- virtualmente infinito del
    ciberespacio. Asistimos pues a una mutación general en los
    modos de- no sólo acotada al
    fenómeno de las comunidades virtuales sociabilidad propios
    a las sociedades
    complejas que pasa por un cambio radical
    de las formas del vínculo social: "la substitución
    de las comunidades territoriales por las redes"(Castells,
    2001:160). En consecuencia, las estrategias de pertenencia a la
    comunidad virtual (un "nosotros", un "estar juntos") ya no se
    fundan sobre los tradicionales lazos familiares, territoriales o
    profesionales, sino más bien sobre los proyectos
    comunes, la cooperación mutua y los intereses
    compartidos.

    Sin embargo, el tono eufórico de aquellos
    que sostienen el ideal de un vínculo social
    desterritorializado deja entrever, desde un principio, ciertas
    vacilaciones. En efecto, siempre encontramos, en sus
    formulaciones, las referencias a que dicho fenómeno es
    casi un fenómeno completamente nuevo o
    independiente del vínculo territorial. Como si el factor
    territorial, al ser escamoteado, y por el mismo hecho de
    señalar su ausencia, no dejara de estar presente en sus
    preocupaciones: incluso los más entusiastas reconocen que
    Internet y las comunidades virtuales requieren de importantes
    "soportes físicos" para funcionar. El factor territorial,
    físico o geográfico, según se prefiera,
    emerge en un momento u otro del análisis como un aspecto ineludible del
    problema aunque sin cuestionar necesariamente el estatuto de
    virtualidad reticular de las comunidades virtuales. Se
    trataría, a los más, de la variable de complejidad
    necesaria para el análisis de los usos comunitarios del
    ciberespacio en términos de novedad. Por ejemplo, como una
    nueva concepción del espacio, por ejemplo, "donde lo
    físico y lo virtual se influencian mutuamente (…) y en
    donde [las comunidades virtuales] sientan las bases para la
    emergencia de nuevas formas de socialización, de nuevos
    estilos de vida y de nuevos tipos de
    organización social" (Cardoso, 1998 : 116). O como un
    nuevo "híbrido de la comunicación [que]
    reúne el lugar físico y el ciberlugar para servir
    de soporte material al individualismo en red" (Castells, 2001:
    164).

    En efecto, la cuestión que hemos intentando
    dilucidar a partir de nuestra etnografía de la comunidad
    El Rincón Chileno (RCH) es justamente el alcance de
    dichas formulaciones, y la relación entre lo que
    podríamos llamar un primado de lo
    desterritorializado
    y el tropismo geográfico en
    la constitución de las comunidades virtuales.
    ¿Representa la comunidad RCH un nuevo contexto para el
    desarrollo de
    vínculos sociales desterritorializados ? Si es así,
    ¿estamos entonces ante nuevas formes móviles y
    desterritorializadas de relación que corresponden a un
    nuevo tipo de pertenencia al colectivo virtual? ¿Se trata
    de una pertenencia basada en la libre elección de sus
    miembros, independiente de los contextos del "mundo de la vida"
    en que cada uno se localiza? ¿Asistimos en su reemplazo a
    la producción de un espacio de relaciones
    desterritorializado? Dicho espacio, ¿se funda a su vez en
    los intereses y proyectos compartidos por sus
    miembros?

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