Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Cómo Colombia logró ser la primera potencia leprosa del mundo: 1869-1916 (página 2)



Partes: 1, 2

 

RESULTADOS Y
DISCUSIÓN

Sostiene el doctor Juan Bautista Montoya y
Flórez, médico jefe de la oficina central
de lazaretos, en 1909, que la población de los departamentos azotados,
como Boyacá, es muy densa, y afirma que la lepra es una
enfermedad rural, que vincula con las guerras, la
miseria, el hambre y «las clases proletarias», donde
ubica los «indios» de Boyacá:

«Al numeroso de los habitantes se agrega la
miseria y sus consecuencias obligadas: alimentación
insuficiente y defectuosa, vestido escaso e inadecuado al
clima,
desaseo, etc, por eso los indios de Boyacá y Cundinamarca
y los campesinos de Santander han pagado un tributo considerable
a esta afección. Las calamidades públicas,
especialmente nuestras guerras civiles, por la miseria y el
hambre que dejan tras de sí en las poblaciones producen
siempre recrudescencias más severas en las clases
proletarias» (4).

Montoya y Flórez, incluye un gráfico
titulado: «Época colonial de 1767 a 1809. Lugar de
nacimiento de los elefanciacos que figuran en los archivos
nacionales» (4). En el gráfico, que registra los
últimos 42 años coloniales, aparecen 40 localidades
del virreinato de la Nueva Granada. Cartagena ocupa el primer
lugar, por estar ubicado allí el único lazareto
colonial, con 84 leprosos, sigue Quito con 30,
El Socorro con 20, Oiba, con 13, Panamá con
11 y Bogotá con 10. Con 5 a 10 leprosos aparecen Mompox,
Cali, Buga, San Gil, Barichara y Curití, con 3 a 5
leprosos aparecen seis municipios de Santander, y con dos,
aparece la única población boyacense registrada
oficialmente con leprosos al final de la Colonia:
Chiquinquirá, población limítrofe y con
intenso comercio con
Santander, la región colombiana con más municipios
registrados, pues con dos leprosos aparecen otros cuatro
municipios de Santander.

Luis Cuervo Márquez, expresidente de la Academia
Nacional de Medicina, en
su trabajo:
«Geografía médica y patológica
de Colombia»,
ratifica el origen no americano de la enfermedad, que
según el autor, afecta por igual a todas las razas y se da
en todas las alturas y en todos los climas, pues afirma que:
«el mayor contingente lo dan las clases bajas»
(5).

Grandes son las dificultades para establecer el
número de leprosos en Boyacá en la segunda mitad
del siglo XIX y primeros años del siglo XX. No es porque
no existan abundantes fuentes
documentales. La mayoría de las referencias pertenecen a
lo que Koyre llama «el mundo del más o menos»
(6), el mundo del casi, de la aproximación, el mundo de lo
considerable, de las siniestras y desconsoladoras proporciones,
de las fabulosas cifras, de las cantidades deplorables, el
impreciso mundo de los centenares y de los miles; tiempo
premoderno, previo a la matematización de la modernidad.

La estadística médica, que se
desarrolla en Europa en el
siglo XIX, tarda en desarrollarse en el país, sin
consolidarse una información confiable hasta el siglo XX. El
médico tunjano Pablo García Medina, inicia la
estadística médica oficial, con la
elaboración del primer censo de leprosos en el país
entre 1905 y 1908, cuyos resultados publica en 1909, pues el
anterior censo, encargado por la Junta Central de Higiene, entre
1889 y 1891, sólo cubrió la mitad de los municipios
colombianos, dando un total de 2.345 leprosos en el país
(4).

De «un número considerable de
infortunados», afectados por la lepra en Boyacá,
habla el Presidente del Estado, en
1869, que a petición del Ministerio de Gobierno, ordena
a los Prefectos «la formación de una
estadística completa de los elefancíacos que
existan (7). En 1872, el Presidente Rueda, afirma que la
«espantosa enfermedad» ha tomado «un desarrollo
rápido y considerable». El Secretario de Gobierno,
declara en 1880, que la elefancia: «ha invadido algunas
poblaciones del Estado en términos ya deplorables»
(8).

La Junta Central de Higiene, en circular al Gobernador
del ya Departamento de Boyacá, en 1889, reclama que desde
el año anterior había solicitado datos acerca de
la lepra en el departamento, sin obtenerlos, razón por la
cual envía una encuesta
dirigida a los médicos residentes en cada Distrito, para
que contesten sobre el número de leprosos (9). Como en
muchos Distritos no había médicos, la encuesta es
contestada por «personas legas en las ciencias
médicas, que no solamente no contestan con
precisión, sino que entran en disertaciones difusas,
totalmente extrañas al asunto que se trata». La
junta concluye que con la encuesta no puede levantarse una
estadística «puesto que los informes no
dan la garantía suficiente para aceptar las cifras que
figuran en ellos» (10).

A falta de estadísticas sobre el número de
leprosos del país, los cálculos que se divulgan son
cada día más alarmantes: En 1890, el periodista y
poeta tunjano, enfermo de lepra Adriano Páez, consigna en
su obra «Viaje al país del dolor», lo que le
espera a la nación,
si no se toman urgentes medidas, y pronostica que para el
año 2000, la cuarta parte de la población
colombiana sería leprosa: «Calculo que la cuarta
parte de la población de Colombia al finalizar el siglo XX
será presa del Rey de los Espantos… si desde ahora
no se toman medidas defensivas contra ese Atila de la más
horrible especie» (11).

El Presidente de la República, en 1891,
considerando urgente: «dictar medidas eficaces que impidan
la propagación de la lepra», con el fin de
«cesar la alarma que produce en las poblaciones de
Cundinamarca, Boyacá, Tolima, Cauca y Antioquia el
contacto con los leprosos, y la libertad en
que éstos viven» autoriza una comisión
científica que informe:
«cuál de las islas nacionales», en el
Atlántico o el Pacífico: «reúne
mayores ventajas para la fundación de un lazareto»
(12).

En 1892, el Gobernador de Boyacá afirma que
existen «centenares de desgraciados acometidos de la lepra
terrible y contagiosa». Más o menos cuatro
años más tarde, en 1896, el mismo Gobernador,
Próspero Pinzón, afirma que la lepra se ha
propagado con rapidez en Boyacá, donde «hay
poblaciones que ya son verdaderos lazaretos». La lepra:
«predomina en las provincias del Norte, Tundama y
Ricaurte» (13).

El Gobernador confirma la falta de estadísticas:
«por no haber recibido aún ciertos datos pedidos a
los Prefectos, no puedo deciros con precisión cuál
es el número de elefancíacos que hay actualmente en
Boyacá». Sólo tiene datos de la Provincia de
Gutiérrez, que informa 76 leprosos: «casi en su
totalidad son gentes pobres», teniendo Guacamayas la
tercera parte de los leprosos de la Provincia, y pasa el
Gobernador a hacer cálculos aproximados, al extrapolar
alegremente lo que sucede en una provincia a las otras: «Si
se acepta un promedio de 50 elefanciacos por provincia, resultan
500 enfermos en el Departamento» (14).

En el Revisor Católico, a finales de 1894, se
publica una carta dirigida al
Obispo de Tunja, donde también se exagera sobre el
número de leprosos, pues afirma que Boyacá
quedará convertido «en un inmenso lazareto»
donde los sanos serán los que tendrán que
«secuestrarse»: «la elefancia se ha
desarrollado entre nosotros en proporciones alarmantes…
dentro de pocos años serán las personas alentadas
las que tendrán que secuestrarse de la sociedad,
porque el Departamento vendrá a quedar convertido en un
inmenso lazareto… casi todas las poblaciones están
llenas de elefanciacos no sólo de las clases bajas sino de
las de la alta sociedad» (15).

El Prefecto de la Provincia de Tundama, en 1895, en
circular a los curas de las parroquias, sostiene que en Tundama
hay más de 50 elefanciacos: «Es ya alarmante el
desarrollo que ha tomado entre los habitantes de la
República y señaladamente en el interior, la
terrible enfermedad… algunos estadistas afirman que una
décima parte de la población de los departamentos
de Boyacá y Santander que alcanzan a 1‘000.000 de
habitantes es leprosa; otros dicen que no baja de 30.600 el
número de elefancíacos… Son sin duda
exagerados estos cálculos… en la provincia del
Tundama hay más de 50 elefanciacos lo que da una
proporción aproximada de uno por cada mil
habitantes». Y agrega: «no hay temor a este azote
espantoso», ya que los leprosos: «viven libremente
entre los sanos… si esto hubiera de continuar así
en pocos años la población toda de Colombia
formaría una inmensa leprosería» (16). Al
año siguiente, en 1896, el Prefecto de la Provincia de
Ricaurte, en circular a los alcaldes, habla de
«proporciones siniestras» en el número de
leprosos (17).

El padre Miguel Unía, será el primer
salesiano en viajar a Agua de Dios.
«En Bogotá, que dista tan poco de estos infelices,
al hablar de la lepra, ¡ave María! se espantan,
tiemblan de miedo y no quieren ni oírla nombrar»,
manifiesta el padre Unía a sus superiores al contar su
llegada al lazareto, donde trabaja hasta su muerte en
1895, época en que se encarga de liderar el tema de los
leprosos el padre Evasio Rabagliati, nombrado Capellán de
los lazaretos del país, y conocido como
«Apóstol de los Leprosos» (18).

Terminada la guerra civil
de 1895, el padre Rabagliati dicta una conferencia sobre
el gran lazareto nacional, que se imprime y reparte por todo el
país. El Arzobispo de Bogotá, en nombre de la
iglesia y la
patria, recomienda «encarecidamente tan santa empresa
Miguel Antonio Caro, Vicepresidente en ejercicio del Poder
Ejecutivo, aprueba la iniciativa del padre Rabagliati y pide
a las autoridades su apoyo para «echar las bases de un
lazareto nacional, cual lo demanda con
carácter de urgencia, la alarmante
propagación de la lepra en varias comarcas del
territorio» (18).

El 21 de julio de 1895, respondiendo a una
invitación del General Reyes, Rabagliati y Juan Manuel
Restrepo, se reúnen en la casa de Rafael Reyes, con otras
21 personalidades entre las que se encuentran el
presbítero Leopoldo Medina, Carlos Cuervo Márquez,
Carlos Calderón Reyes, exMinistro del Tesoro; Bernardino
Medina Calderón, médico boyacense y Leo S. Kopp,
industrial alemán; en palabras del General Reyes, quien
preside la reunión: «con el fin de decidir si en
Colombia hay suficiente caridad, patriotismo e instinto de la
propia conservación, para que la salvemos del terrible mal
que nos amenaza, y es el que nuestra patria se convierta en un
inmenso lazareto.» (Ortega, 1938, p. 139-140) afirma el
General Reyes que según la última
estadística existen en Colombia 27.250 leprosos,
«mayor número que en el resto de América
y de Europa», y los invita a conformar una junta, en asocio
de Rabagliati y «con la colaboración decidida y
entusiasta del clero y de las sociedades de
beneficencia», con el fin de recaudar fondos para la
fundación del gran lazareto nacional (18).

Las cifras de leprosos siguen creciendo: en 1896, cuando
la Junta del Gran Lazareto, de la que hacen parte Rabagliati y
varios médicos, dirige una circular al país, se
llega al máximo de la exageración en las cifras,
para que los colombianos se conmuevan y ayuden con dinero para
solucionar el «flagelo» que ascendió en un
siglo a 30.000 leprosos y ascendería a millones a finales
del siglo XX, si se mantuviere la misma proporción:
«el número de lazarinos que había en el
país hace cien años era de 60 individuos; hoy se
cuentan 30.000… por cada diez enfermos en 1796 hay cinco
mil en 1896… siguiendo el crecimiento en la misma
proporción resultarían dentro de un siglo, quince
millones de lazarinos» (19).

Agregan los miembros de la junta, que además de
los 30.000 leprosos existentes en el país, que son
enfermos evidentes, existen numerosos lazarinos latentes, lo que
aumenta la «pavorosa catástrofe, la formidable
calamidad de la lepra» en Colombia:
«¿Cuántos individuos hay en el país,
ya contaminados por el Lázaro en período de
incubación? Imposible saberlo» (19).

La junta asegura que 25.000 leprosos en el país
no están aislados, y ponen en peligro a la
población sana: «con excepción de unos 3.000
que habrá en Agua de Dios y Contratación, no
aislados, apenas reunidos, el resto, es decir, más de
25.000 leprosos están diseminados por todo el país
se constituye un peligro gravísimo para los sanos»
(19). Para la Junta: «no hay nación
ninguna en el mundo que esté tan gravemente amenazada,
como lo está Colombia de la universal invasión de
la lepra» (19), advirtiendo que si no se hace un esfuerzo
sobrehumano, la lepra «dominará muy pronto como
soberana, y de esta región, por muchos aspectos
privilegiada, huirán las naciones y las gentes, como se
huye de los focos de infección y de muerte»
(19).

Frecuentes y repetidas son las exageraciones sobre el
número de leprosos que llegaron a convertir a Colombia, a
nivel internacional, en «la primera potencia leprosa
del mundo» (4). Por todo lo anterior, la Junta Directiva
del gran Lazareto afirma que es necesario que a los leprosos
«se les prohíba y se les impida el libre comercio y
el libre roce con los sanos» (19). Rabagliati habla de un
total de 10.000 leprosos en Boyacá, lo que
equivaldría a la tercera parte del total nacional,
calculado por él en 30.000 enfermos de lepra.

En una tesis de
Medicina del año 1897, el autor: «hablando del Valle
de Tenza dice que hacía 60 años la elefancia era
desconocida allí y que fue importada de Santander por un
individuo que
había ido a temperar en Guayatá» (4). Los
médicos contribuyen a la exageración en el
número de leprosos, con la publicación de sus
trabajos sobre la lepra, al tiempo que manifiestan su insistencia
en el aislamiento de los enfermos.

El académico Roberto Azuero, publica su trabajo
«Lepra griega y lazaretos circunscritos», fechado en
1898, en Moniquirá, donde se refiere a las
«desconsoladoras proporciones» que ha alcanzado la
lepra en Boyacá y Santander: «donde ha azotado casi
bajo forma epidémica a poblaciones enteras.
¿Cuál será el porvenir de la nación
partiendo del principio del contagio- si no se dictan prontas y
enérgicas medidas de secuestración?» (20). El
doctor Azuero pide reglamentar la prostitución en Colombia: «porque
la mujer que se
ha entregado a un leproso, es una vacunadora ambulante que
está prodigando la lepra a todo aquel que incautamente cae
en sus garras» (20), y confirma lo que A. Hansen, el
primero en describir el bacilo de la lepra, aseguraba, que casi
no hay nada en la tierra o
debajo del cielo que no haya sido mirado como causa de la
lepra.

Continúa al final del siglo XIX y primeros
años del XX «el mundo del más o menos».
En 1898, el médico Nicanor Insignares, estima el
número de leprosos en Colombia entre 20.000 y 30.000
individuos (21), el también médico Abraham
Aparicio, habla de 20.000 leprosos (21). La cifra se
aumentó sin sustento estadístico hasta 50.000,
quedando Colombia como «la primera potencia leprosa del
mundo» (21).

A. Hansen, en 1899, consideraba el número
«fabuloso», en comparación con los 600
leprosos existentes en Noruega, país nada tropical, que
había sido calificado como el más leproso de
Europa: «no quiso absolutamente creer que pudiera haber un
número tan extraordinario de elefancíacos en una
nación que apenas tiene poco más de 4 millones de
habitantes» (22). «Cuando menos se piense Colombia
será una inmensa leprosería», sostenía
el académico de la medicina Lombana Barreneche, en 1903
(23).

La imagen de miles
de leprosos abandonados por el Estado a
causa de la Guerra de los Mil Días, que se encontraban
deambulando por los caminos de Colombia, se
internacionalizó rápidamente. En el primer
año del siglo XX, en Francia, en la
Exposición de París, de 1901,
aparece Colombia como el país con más casos de
lepra en todo el continente americano: «la parte
correspondiente a Colombia en el mapamundi estaba señalada
con una gran mancha amarilla, como la gran leprosa del continente
americano» (24).

En 1904, el Presidente Rafael Reyes manifiesta que la
lepra es un problema más importante para el país
que el ferrocarril o que la educación
pública, problema que se debía solucionar
prontamente o sino Colombia se convertirá en «una
inmensa leprosería de la cual huirá la
humanidad». Afirma el Señor Presidente Reyes:
«este asunto es para mi país más importante
que el papel-moneda, que los ferrocarriles, que la
instrucción pública y que cualquier otro, y
solamente comparable en su importancia, a la conservación
de la paz… El dilema es acometer y coronar esta obra en la
forma dicha, o que Colombia sea dentro de pocos años una
inmensa leprosería de la cual huirá la humanidad
como de tierra
maldita» (25).

En septiembre de 1904, el Presidente Reyes envía
al Congreso una circular urgente con el fin de «extirpar la
lepra» por medio del aislamiento de los enfermos: «ha
llegado el momento de que el Poder
Legislativo, el Poder
Ejecutivo y la Nación entera se unan… con el objeto
de acometer la obra nacional de extirpar la lepra por medio del
aislamiento de los enfermos en lazaretos». Comunica el
Presidente a los congresistas la opinión del doctor Sauton
sobre la exageración en el número de leprosos:
«Aunque el mal ha tomado en nuestro país
proporciones alarmantes, no es en él mayor que en otras
naciones tropicales, según el estudio que ha hecho en el
Cauca el doctor Sauton… encontrando así
ocasión de rectificar la opinión que, anteriormente
había expresado de que Colombia era el país
más atacado por la lepra» (25).

Sauton, médico francés experto en lepra,
recomendado por A. Hansen, demostró en el Departamento del
Cauca que la estadística que se manejaba sobre los
leprosos era muy exagerada. Los mismos cálculos se aplican
rápidamente a Boyacá: «Si tomamos como base
de cálculo
los 19 enfermos presentados en Popayán como elefanciacos
al eminente leprólogo, y de los cuales solamente cinco lo
eran, podemos deducir que de nuestros 5.000 leprosos a que
bajó la cifra de 10.000 después de la
excursión al norte del señor Presidente de la Junta
Central, quedaría un número aproximado de 1.000 a
1.500 leprosos verdaderos, o sea la cuarta parte de los
presuntos». Conclusiones del médico francés
realizadas en el Departamento del Cauca «que por
extensión y analogía», se juzgan
idénticas para toda la República.

Se desvanecen rápidamente los 10.000 leprosos
boyacenses: «El promedio hallado por el señor
Presidente en sus investigaciones
de las provincias del Centro, Tundama, Gutiérrez,
Sugamuxi, Occidente y Ricaurte, que ha explorado hasta hoy, es de
veinte en cada población. Quédale aún por
recorrer la provincia de Oriente… lo cual viene felizmente a
desvanecer hoy el fantasma aquel de los diez mil leprosos en un
solo lazareto y los miles de millones de pesos en caja para
construcciones y para sostenimiento de aquellos»
(25).

Sobre los leprosos de Colombia afirmaba el doctor
Sauton, que muchas personas padecen enfermedades que son
fácilmente confundidas con la lepra: «A ser ciertos
los rumores públicos, algunos departamentos de Colombia se
hallarían casi invadidos por la lepra, con la cifra
alarmante de 3000, 4000, 5000 leprosos! Todo me induce a pensar
que esas pretendidas estadísticas son exageradas, y que a
menudo se considera como leprosos a individuos atacados de sarna,
de sífilis o
de aquellas múltiples dermatosis, tan frecuentes en estos
climas, que se confunden con la lepra» (25).

Sólo hasta el año 1906, se observa en el
país el intento oficial de realizar un diagnóstico bacteriológico de la
lepra. Pablo García Medina, médico adjunto a la
sección de lazaretos del Ministerio de Gobierno,
envía una circular a los gobernadores, acompañada
con tubos capilares y láminas de vidrio para que
los médicos envíen muestras de linfa y mucus nasal
de las personas sospechosas de lepra, con el objeto de poder
hacer un diagnóstico microscópico de la enfermedad,
en el laboratorio
central de lazaretos, creado ese año en Bogotá
(4).

¿Cuántas enfermedades fueron
diagnosticadas equivocadamente como lepra, según afirmaba
el doctor Sauton, al no contarse con un diagnóstico
bacteriológico preciso en esos tiempos? En el
diagnóstico diferencial de la lepra se incluyen hoy desde
cicatrices hasta diversas enfermedades como dermatitis
atópica, eritema nodoso, escleroma, granulomas,
leishmaniasis, linfomas, lupus, morfea, neurofibromatosis, nevus,
pitiriasis, sarcoidosis, tumores de nervios periféricos y vitiligo (26).

En respuesta a la circular de García Medina,
contesta el doctor Miguel Canales, en 1906. Sostiene que la lepra
es una enfermedad «de la miseria», que es más
frecuente en los labriegos y que «el movimiento de
gentes» ocasionado por las guerras civiles «hizo
aumentar el número de afectados» (4). 65 leprosos
habitan el Valle de Tenza y no los mil que se afirmaban dos
años atrás, cuando se pretendía construir
allí el Lazareto de Boyacá.

Finalizando 1906, el doctor Julio Manrique Convers,
presenta un informe al Ministerio de Gobierno, como comisionado
especial a Noruega para estudiar la
organización de los hospitales de leprosos. Julio
Manrique, lamenta la falta de una estadística oficial de
leprosos en Colombia y advierte sobre los problemas
causados por la exageración «en
demasía» en la cifra de leprosos: «el
país está sufriendo real y verdaderos problemas
causados por los datos exagerados en demasía,
suministrados por indoctos en la materia y que
a diario se publican en libros y
periódicos extranjeros… En los mapas que indican
la distribución de la lepra en el mundo y que
figuran en todas las obras clásicas, nuestro país
está teñido con rojo, color escogido
para marcar la abundancia de la enfermedad.» Agrega el
doctor Manrique, que ni en la India, que
cuenta con miles de leprosos, ni en las Islas Sandwich, ni en
Hawai: «la mancha que estigmatiza es tan grande ni de color
tan subido como la que marca nuestro
país» (4).

La noticia de tan alarmante situación de la lepra
en Colombia se hace preocupante para las autoridades de un
país agroexportador, porque el exagerado número de
leprosos de Colombia y la posibilidad de que los productos que
exporta el país estuvieran contaminados con el bacilo:
«empieza a causar pánico
en los mercados europeos
con relación a nuestros frutos, mirándose con
recelo lo que procede de Colombia» (4). Exportadores y
autoridades colombianas temen que los mercados europeos y
norteamericanos se cierren a los productos colombianos por miedo
al contagio de la Lepra (21). «Ya el nombre de colombiano
era sinónimo de elefancíaco (18). El doctor Montoya
y Flórez, en 1906, sin contar con una estadística
oficial, ya calcula una cifra global de sólo:
«cuatro a seis mil elefanciacos en toda la
Nación» (4).

La exageración sobre leprosos en Colombia alcanza
la increíble cifra «de más de 60.000»
en un país de 5 millones de habitantes, causa fuerte
reacción del Presidente Reyes, tras la aparición de
una publicación en un diario de Nueva York, el 4 de agosto
de 1906, que afirmaba que existían más de 60.000
leprosos en Colombia. El Presidente Reyes, preocupado por el
efecto que estaban causado la imparables exageraciones en el
número de leprosos, que atribuye al padre Evasio
Rabagliati, envía una circular a todos los embajadores y
cónsules de Colombia, acompañado de un concepto del
doctor Julio Manrique, médico jefe de los lazaretos
nacionales, pidiendo que el
periódico rectifique:

«Rafael Reyes, Presidente de la República,
acompaña a ustedes un ejemplar de la rectificación
que el señor doctor Julio Manrique, médico jefe de
los lazaretos de Colombia, hace a la aseveración de Le
Courríer des Etats Unís de Nueva York…
respecto de que en Colombia hay más de sesenta mil
elefancíacos. El presidente encarga… hacer publicar
dicha rectificación en los diarios locales» y al
cónsul en Nueva York le recomienda dirigir una nota a la
dirección del periódico
con la rectificación del doctor Manrique
«exigiéndole que la publique; y si no quisiere
hacerlo gratuitamente, debe pagársele la
inserción» (18).

El Presidente Rafael Reyes pide a embajadores y
cónsules colombianos publicar la rectificación que
demuestra que no somos «el país del mundo en donde
hay más leprosos», en el mayor número de
periódicos, pues estas exageraciones causan problemas al
país y detienen la inmigración, pide: «enviar al
presidente las reproducciones para hacer un folleto de ellas y
hacerlo circular abundantemente, a fin de corregir por este medio
el error que se ha cometido al afirmar que Colombia es el
país del mundo en donde hay más leprosos, especie
que nos ha causado inmensos males, y que podría detener la
inmigración que viniera al país».

En el documento anexo, el médico jefe de los
lazaretos nacionales, asevera que no hay más de 4.000
leprosos en Colombia, la mayor parte aislados (18). Afirma el
doctor Julio Manrique que la lepra ataca a los pobres y que no
hay casos de lepra en las familias de los ministros colombianos y
asegura que la lepra es una enfermedad común en los
países tropicales: «La lepra aquí, como en
todas partes, ataca de preferencia la clase
desvalida, y son raros los casos en la clase rica… existe
en Colombia como en todos los países tropicales…
pudiéndose asegurar que en muchos de aquellos el
número de leprosos, con relación a la masa de
población, es muy superior al uno por mil, que es el
porcentaje de enfermos en Colombia.»

Para el doctor Manrique, muchas enfermedades fueron
diagnosticadas como lepra sin serlo. Deja constancia que el
diagnóstico de la lepra en Colombia se está
comprobando «las más de las veces» mediante
examen bacteriológico: «El error entre nosotros
estriba es el excesivo terror que se le tiene a la enfermedad y
la ligereza con la cual se declaraba leproso a cualquiera que
sufriera algunas de las muchas enfermedades que próxima o
remotamente se parecen a la lepra… Sauton encontró
que menos de la cuarta parte de los enfermos que examinó
en el Cauca, reputados como leprosos, no estaban atacados de la
enfermedad» (18).

En el informe de la sindicatura del Lazareto de
Boyacá, de 1907, existe un dato oficial más
numérico, aunque ubicado en el mundo de la
aproximación, que da un total de 356 leprosos en
Boyacá: «Aproximadamente existen en el Departamento,
según los datos oficiales que he podido obtener,
trescientos cincuenta y seis enfermos», que discrimina en 6
provincias: Tenza, 84; Ricaurte y Neira, 74; Occidente, 60;
Márquez, 30; y Centro, 327.

Los datos poco tienen de precisos, en el informe sobre
Agua de Dios, que presenta Montoya y Flórez al Ministro de
Gobierno, como médico jefe de los lazaretos nacionales, en
1907. Tras examinar a las personas que recibían raciones
oficiales en el lazareto, consigna: «la cifra de individuos
examinados ascendió a 280, de los cuales aparecieron 186
exentos de lepra; 48 simplemente sospechosos, desde el punto de
vista clínico y 46 leprosos confirmados por el microscopio».

De los 280 presuntamente leprosos aislados en el
lazareto de Agua de Dios, encuentra que 186, es decir, 66.4% de
los examinados no es leproso, y que 48 individuos son
sospechosos, pues se confirma bacteriológicamente la lepra
en tan sólo 16.4% de los que recibían raciones
oficiales por ser leprosos aislados en Agua de Dios. Agrega
Montoya y Flórez: «se han devuelto miembros
útiles a la sociedad y a las familias, los cuales
permanecían forzosamente recluidos en el lazareto,
esperando el seguro contagio
de la enfermedad» (4).

Sin embargo, las cifras de leprosos colombianos en los
escenarios internacionales siguen con su crecimiento desmesurado
hasta llegar a la exagerada cifra de cien mil leprosos en el
país. Toca el honor de dar el «do de pecho»
con respecto a las exageraciones de leprosos existentes en
Colombia, «tierra de los leprosos», al médico
cubano Manuel F. Alfonso, Director del Hospital de San
Lázaro en La Habana, quien afirmó en la Sexta
Conferencia de Beneficencia y Corrección de Cuba,
celebrada en el año 1907, que: «Colombia bien
pudiera llamarse la tierra de los leprosos, pues con una
población de 4’000.000 de habitantes, cuenta con
cerca de cien mil leprosos» (4).

El Presidente de Colombia, General Rafael Reyes, a causa
de las exageraciones en el número de leprosos en Colombia,
se disgusta y distancia de Rabagliati, y pide, a través
del represente de la Santa Sede, el retiro del país de su
antiguo socio de la Junta del Gran Lazareto, pero se arrepiente y
pide al superior salesiano, que deje a Rabagliati en el
país: «El presidente había solicitado…
el retiro de Colombia del padre Evasio, disgustado por las
noticias que
hemos visto daba del número de leprosos, y que ayudaban a
desacreditar la nación». En abril de 1907, Reyes
recibe la contestación afirmativa del Superior de los
Salesianos (18). Cuatro año más tarde su comunidad obliga
al «Apóstol de los Leprosos» a abandonar el
país.

La Asamblea Constituyente, citada por Reyes, expide la
Ley 14 de
1907, que reza: «Considerase como calamidad pública
la presencia y propagación de la lepra en el
país» y reconoce la obligación del gobierno
nacional de impedir su propagación «reduciendo a
colonias o lazaretos a los individuos atacados de
ella».

En 1908, el doctor José María Ruiz,
publica una conferencia sobre la lepra, que dedica a Reyes, donde
afirma, que Colombia cuenta con 4.134 enfermos de lepra y no el
exagerado número que se afirma. Asegura que no hay lepra
en el Meta, el Caquetá y el Putumayo «poblados por
indios salvajes», así como tampoco: «entre los
indios tunevos, cobarías, tecancas, ni otros de la
cordillera oriental, a pesar de las pésimas condiciones
higiénicas en que viven». Al doctor José
María Ruiz le llama mucho la atención el curioso hecho de que, entre
nosotros, se aumente «con imperdonable
imprevisión» la cifra de leprosos, mientras que en
otras partes como: «en Egipto y las
islas Hawai, se oculte y hasta se prohíba decir el
número» (4).

En 1910, informa Pablo García Medina los
resultados de la primera estadística confiable: existen en
Agua de Dios 2.018 leprosos, 32%, 659, procedentes de 76
municipios de Boyacá, (la procedencia también es
inexacta pues se determina «por lugar de nacimiento o de
residencia habitual») con 25 leprosos o más aparecen
Garagoa, 55: Chiquinquirá, 51; Sogamoso, 44;
Moniquirá, 27; Sutatenza, 26; y Leiva, 25. Asilados en los
lazaretos aparecen 3,692 (83%) leprosos, de los cuales 821 (22%)
proceden de Boyacá. Concluye García Medina:
«Colombia no tiene la enorme cantidad de leprosos que se le
había atribuido por cálculos errados y
exagerados… el número de leprosos no excede de
4.600, es decir un enfermo por cada 1.200 habitantes,
proporción inferior a la de muchísimos otros
países» (28).

El Gobernador de Boyacá, en 1911, en su informe a
la Asamblea continúa en el mundo de la aproximación
y magnifica la cifra oficial de leprosos no aislados en
Boyacá: «Hay aproximadamente en todo el departamento
1.000», y relaciona los casos de lepra con las zonas bajas
de clima caliente, donde los casos: «son verdaderamente
alarmantes» (29).

En 1912, el Ministro de Gobierno informa que en Colombia
«puede asegurarse con mucha aproximación» que
el número de leprosos es de 4.802. Asilados en lazaretos
3.675, por aislar en el país 827 y «en
Boyacá, número aproximado 300». La
aproximación sigue porque entre 1905 y 1911 fueron
notificados por los alcaldes 1.274 leprosos en Boyacá, de
los cuales 821 están aislados, con la diferencia de 453,
descontando los muertos y los retirados por no leprosos, calculan
que faltan «aproximadamente 300 leprosos» por aislar
en Boyacá (30).

La Junta Central de Higiene informa en 1916, que los
leprosos procedentes del Departamento de Boyacá, aislados
en los tres lazaretos nacionales, son 1.363. De Santander
provienen 1’573. 945 de Cundinamarca y 221 leprosos de
Norte de Santander, los cuatro departamentos ubicados en la
Cordillera Oriental, de donde proceden 90% de los leprosos de
Colombia (31). (De Antioquia y Viejo Caldas existen 243 leprosos
aislados en los lazaretos nacionales, en 1916, de la Costa
Atlántica existen 132).

CONCLUSIONES

La lepra se vio como obstáculo al proceso de
modernizar el país, como problemas para exportar productos
agrícolas y a la inmigración, lo que
favoreció las políticas
de aislamiento, la abundante legislación, la
creación de lazaretos, el control estatal
de ellos y el gasto en lepra de la mayoría del presupuesto de la
higiene pública.

Las decisiones del Estado, evidencian el progresivo
cuidado médico de la lepra y los lazaretos así como
el diagnóstico bacteriológico de la enfermedad en
el campo de la higiene pública en Colombia, y desplaza la
medicina a la iglesia de este campo. La descripción del bacilo por Hansen,
reafirmó el carácter infecto-contagiosa de la
lepra, impulsando el aislamiento en lazaretos.

Las cifras se exageran en Boyacá, porque elevan a
10.000 y más el número de leprosos, a principios del
siglo XX, con el fin de estimular la caridad cristiana,
justificar la creación del lazareto de Boyacá y
recoger fondos. Esta exageración, terminó
perjudicando al lazareto de Boyacá.

La lepra es vista por los médicos, en la segunda
mitad del siglo XIX y primeros años del XX, como una
enfermedad de la pobreza,
rural, que se asocia con las guerras, el desplazamiento forzado,
el hambre y la miseria, a la dieta y el clima, multicausalidad,
que se reemplaza por la unicausalidad microbacteriana, que
atribuye un único agente causal de la lepra: el bacilo de
Hansen.

La historia de los miles de
leprosos y las historias de los miles de anónimos
colombianos y colombianas, muchos de ellos boyacenses, muchos de
ellos pobres, que fueron perseguidos y aislados en los lazaretos,
por ser sospechosos de ser leprosos, y la historia de los que se
hicieron pasar por leprosos, para recibir un subsidio del Estado,
antes de contarse con un diagnóstico
bacteriológico, está por escribirse.

Un siglo después, al comenzar el siglo XXI, la
lepra es una enfermedad que no produce tanto interés
entre los médicos, ni entre los gobernantes, ni entre los
sacerdotes, enfermedad, hoy de fácil diagnóstico,
que puede ser controlada y aun erradicada sin aislar a los
leprosos. El Departamento de Boyacá, en el 2002,
presentaba un prevalencia de lepra de 1 por cada 100.000
habitantes, con 17 casos, 8 nuevos (32).

AGRADECIMIENTOS

Este artículo hace parte de los resultados de la
investigación El Lazareto de Boyacá,
Lepra, Salud
Pública y Estado, 1869-1916, del Grupo de
Investigación Historia de la Salud en Boyacá,
financiada por la Dirección de Investigaciones de la
Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia y desarrollada
en los años 2002-2004, en la Maestría en Historia
de la UPTC.

REFERENCIAS

1. Hobsbawn E. Historia del Siglo XX. 5ª ed.
Barcelona: Crítica; 2003.

2. Melo JO. La Constitución de 1886. En:
Tirado-Mejía A (ed.) Nueva historia de Colombia. Tomo I.
Historia Política 1886-1946.
Bogotá: Planeta; 1989. p. 43-64.

3. De la Parra R. Elefancia, naturaleza,
asiento, curabilidad y curación de la enfermedad llamada
elefancia, elefantiasis de los griegos, lazarino o mal de
Lázaro, lepra tuberculosa, alfos, leuke. Bogotá:
Echeverría Hermanos; 1858.

4. Montoya y Flórez JB. Contribución al
estudio de la lepra en Colombia. Medellín: Imprenta
Editorial; 1909.

5. Cuervo Márquez L. Geografía
médica y patológica de Colombia. Bogotá:
Librería Colombiana; 1915.

6. Koyre A. Del más o menos al universo de la
precisión. Naturaleza, educación y ciencia 1986;
4: 65-75.

7. Gobernador de Boyacá. Informe a la Asamblea.
Informe N° 6. Tunja: Gobernación de Boyacá;
1896.

8. Secretario de Gobierno. Informe del Secretario de
Gobierno al ciudadano Presidente del Estado de Boyacá.
Informe N° 5. Tunja: Estado de Boyacá;
1880.

9. Revista de
Higiene 1889; 12: 330.

10. Revista de Higiene 1890; 20: 580.

11. Páez A. Viaje al país del dolor.
Bogotá: Imprenta La Luz;
1891.

12. Presidente de la República. El Boyacense;
1891.

13. Gobernador de Boyacá. Informe del Gobernador
de Boyacá a la Asamblea Departamental. Informe N° 6.
Tunja: Gobernación de Boyacá; 1894.

14. Gobernador de Boyacá. Informe del Gobernador
de Boyacá a la Asamblea Departamental. Informe N° 6.
Tunja: Gobernación de Boyacá; 1898.

15. Carta al Obispo de Tunja. En: El Revisor
Católico. N° 16, Tunja, diciembre 15 de 1894; p.
188-190.

16. República de Colombia, Departamento de
Boyacá, Prefetura de Tundaza. Circular N° 10. Santa
Rosa; abril 15 de 1885.

17. Prefecto de Ricaurte. Circular del Prefecto de la
Provincia de Ricaurte. Moniquirá: El Boyacense;
1896.

18. Ortega TJJ. La obra salesiana en los lazaretos.
Bogotá: Escuelas Gráficas Salesianas; 1938.

19. Junta Directiva Gran Lazareto Nacional. Circular de
la Junta Directiva a los habitantes de la República.
Bogotá: Imprenta Nacional; 1896.

20. Azuero R. Lepra griega y lazaretos circunscritos.
Bogotá: Imprenta de La Luz; 1899.

21. Obregón Torres D. Batallas contra la lepra:
estado, medicina y ciencia en Colombia. Medellín: Banco de la
República, Fondo Editorial Universidad EAFIT;
2002.

22. Rabagliati E. El Dr. Hansen y los lazaretos en
Colombia. Informe a la Junta de la Sociedad de San Lázaro.
Bogotá: Tipografía Salesiana; 1899.

23. Revista Médica de Bogotá 1903;
279.

24. Vélez H, Reyes R. Quinquenio régimen
político y capitalismo
1904-1909. En: Tirado-Mejía A (ed.). Nueva historia de
Colombia. Bogotá: Planeta; 1989. p. 187-214.

25. Junta de Beneficencia. Boletín del Lazareto
de Boyacá, 1 de abril de 1904.

26. Rodríguez G, Orozco LC. Lepra. Bogotá:
Instituto Nacional de Salud; 1996.

27. Gobernador de Boyacá. Informe al Presidente
del Gobernador de Boyacá. Informe N° 7. Tunja:
Gobernación de Boyacá; 1907

28. García Medina P. Estadísticas de la
lepra en Colombia. Medellín: Segundo Congreso
Médico Nacional; 1913.

29. Gobernador-Boyacá. Informe a la Asamblea
Departamental. Tunja: Gobernación de Boyacá; 1911.
Informe N° 8.

30. Revista Médica de Bogotá 1912;
362.

31. Revista de Higiene 1916; 98.

32. Instituto Seccional de Salud de Boyacá.
Situación de lepra en Boyacá. [en línea]
[fecha de acceso 14 de junio de 2004]; URL disponible en:
http://www.isalub.gov.co

Abel Fernando Martínez, M.D., Mag,
Hist1, Samuel Alfonso Guatibonza2
1.
Docente Asociado, Escuela de
Medicina, Universidad Pedagógica y Tecnológica de
Colombia, Tunja, Boyacá, Colombia. Director Grupo de
Investigación Historia de la Salud en Boyacá.
2. Estudiante, Escuela de Medicina, Universidad Pedagógica
y Tecnológica de Colombia, Tunja, Boyacá,
Colombia.

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter