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Palabras claves: Muerte digna.
Tabú. Verdad. Derecho.
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En la práctica diaria profesional con frecuencia
nos tenemos que enfrentar a la muerte. Lo
más seguro que
tenemos en esta vida es la MUERTE. «La muerte es algo que
les sucede a los demás» (Valery). Tenemos que vencer
el tabú de la muerte. En el fondo nos consideramos
inmortales. Debemos hacer educación para
aceptar la muerte con más realismo y
tranquilidad. La racionalidad científica no la puede
aceptar porque todo tiene que ser razonable, todo tiene que ser
programable y nos irrita que la muerte se nos escape a esa
programación.
Nuestros hijos deben aprender a ver la muerte como un
proceso
natural de nuestra existencia. No ocultarles la verdad por el
temor de no traumatizarlos. Tenemos que fomentar la cultura del
saber perder, porque toda nuestra vida terrenal estará
llena de pérdidas: perderemos a nuestros seres queridos:
padres, amigos, parientes. Los bienes
materiales que
tenemos serán efímeros, y ninguno de ellos los
podemos poseer para siempre. Los bienes espirituales, el estar
con Dios y cumplir el sentido ético de nuestra existencia,
con la tarea de hacer el mayor bien que podamos, pensar que esta
vida es sólo un paso hacia una felicidad completa y
eterna, mitigará los sufrimientos que se puedan tener. La
frase poética:«mientras haya un soplo de vida hay
esperanza» no se aplica en la realidad. Cuántas
enfermedades
incurables tenemos que manejar sin que ese soplo de vida nos
dé una esperanza.
El DERECHO A LA VERDAD va ligado estrechamente con el
derecho a MORIR DIGNAMENTE. El enfermo, sus familiares y nosotros
mismos tenemos que enfrentarnos a la dura realidad de la verdad.
Nuestra acción
aquí es de capital
importancia. Enunciar el DERECHO A LA VERDAD es fácil. Lo
que es difícil es su aplicación. Se necesitan
arte y
experiencia para practicarla. Debemos ser conscientes que la
primera resistencia que
encontramos para comunicarlo, está en nosotros mismos:
«¿Cómo decirle a este paciente tan joven que
tiene una leucemia?» «¿Cómo decirle a
mi amigo que tanto estimo, que tiene una enfermedad
incurable?» Muchas veces se viene la idea de ocultarle la
verdad: «¿Para qué decirle si en dos a tres
meses morirá?»
Recuerdo a un colega nuestro a quien le descubrimos una
leucemia que lo llevaría a su fin en corto tiempo. Lo
estábamos viendo tres médicos. Dos de ellos fueron
partidarios de ocultarle la verdad. El había sido un
profesor
universitario, que siempre estuvo en búsqueda de la
verdad. Ahora que él era víctima de la VERDAD, se
le iba a negar ese derecho. La vía más
fácil, ante estas situaciones conflictivas, es recurrir a
los familiares. Sin embargo los familiares se vuelven a veces la
barrera más difícil de sortear para cumplir con el
DERECHO A LA VERDAD: «Doctor, por favor, no le vaya a decir
a mi padre que tiene cáncer.» Se empieza con esto
una de las fases más tormentosas para el paciente que es
lo que se conoce con el nombre de la CONSPIRACION DEL SILENCIO.
Los cuchicheos rodean la atmósfera de atención. El paciente se hace
copartícipe de esta atmósfera: «no quiero
mortificar a mis seres queridos.» Los sentimientos de
angustia no se pueden comunicar. Esto lleva al paciente a
encerrarse más en sí mismo y le ayuda a aumentar su
depresión. Estoy pasando actualmente por la
experiencia en la que la CONSPIRACION DEL SILENCIO es derrotada:
un gran amigo mío se descubre él mismo un linfoma.
Todos tratamos de entrar en la CONSPIRACION: «No hablemos
delante de él sobre el tema.» «No lo
mortifiquemos.» Y es él quien rompe la CONSPIRACION.
La barrera de la
comunicación se quita. El diálogo
con él se hace más fácil. El poder
comunicar sus angustias y problemas le
hace más llevadero su problema.
La verdad no se puede ocultar por mucho tiempo y
especialmente cuando la enfermedad tiene un período largo
de duración y vienen una serie de conductas como la
interconsulta al oncólogo, un tratamiento con radioterapia
o quimioterapia. Cuando el paciente se enfrenta a la verdad,
empieza a utilizar la NEGACION como mecanismo de defensa de la
angustia: «no es posible que yo tenga cáncer,»
«¿por qué a mí?» «Usted
debe estar equivocado doctor.» El médico debe ser
comprensivo en esta situación, y debe controlar su celo
profesional cuando el paciente duda de su diagnóstico. Si la duda es muy grande, debe
facilitarle la consulta con otro colega. He visto personas de
alto nivel cultural que en esta angustia de la verdad, acuden a
curanderos que ofrecen curas imposibles y tratamientos de simple
explotación.
Hay tres formas de dar una mala noticia: la primera de
ellas es una forma aséptica: «Usted tiene un
cáncer y se muere dentro de pocos meses.» La segunda
es una forma compasiva: nos llenamos de tristeza y no hacemos
nada más. La tercera y más recomendable es
compasiva y positiva. Nos compadecemos pero hacemos algo por el
paciente. Toda noticia por mala que sea tiene algo positivo.
Podemos y debemos calmar y consolar siempre. Recuerdo a un amigo
a quien le diagnostiqué una cirrosis, enfermedad grave e
incurable. Dentro de los exámenes que le solicité
encontré un colesterol bajo, y le dije que dentro de lo
malo de su enfermedad, ese colesterol bajo lo iba a proteger de
un infarto de
miocardio. La verdad se debe respaldar con un diagnóstico
científico y objetivo. Que
no debe estar respaldado por simples hipótesis diagnósticas.
Cuántas veces nuestros pacientes nos han contado de
diagnósticos y pronósticos severos, sin
confirmación científica que han alterado
completamente su vida: «Usted tiene una oclusión en
las coronarias, y en cualquier momento puede hacer un infarto de
miocardio y morirÉ» A medida que la enfermedad
progresa, el paciente va aceptando más la gravedad de la
misma, y después del mecanismo de NEGACION viene la
DEPRESION. Aquí debe dársele mucho soporte
psicológico. Ser paciente con él, saberlo
escuchar.
Se debe andar siempre con la verdad y en lo posible no
utilizar mentiras piadosas que crean falsas ilusiones. El
paciente ha entrado en la etapa de SUMISION: «Usted
tenía razón en su diagnóstico doctor,
haré todo lo que usted me diga, pero
cúreme…» En esa etapa de SUMISION no podemos crear
falsas esperanzas.
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