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Evaluación de un fosfato dicálcico importado en dietas de pollos broiler (página 2)



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MATERIAL Y MÉTODOS

Se emplearon 192 pollos broiler machos (Hubbard) de 1
día de edad que fueron alojados durante sus primeros 21
días en una batería de crianza calefaccionada, y
luego en una batería de recría donde permanecieron
hasta los 42 días de edad, término del estudio. Los
pollos disponían de agua y
alimento a voluntad.

Se utilizó un diseño
factorial de tratamientos de 2 x 3, dos fosfatos (FA y FB) y tres
niveles dietarios de fósforo disponible (Pd) (0,22; 0,31 y
0,49%). Se emplearon 6 tratamientos con 4 repeticiones de 8
pollos cada una. Los tratamientos fueron: 1) FA 0,22% Pd; 2) FA
0,31% Pd; 3) FA 0,49% Pd; 4) FB 0,22% Pd; 5) FB 0,31% Pd; 6) FB
0,49% Pd.

Los fosfatos evaluados provenían de roca
fosfórica procesada. El FA, utilizado como control, fue
dicálcico dihidratado de uso humano y el FB fue
dicálcico monohidratado para uso en animales. Para
ambos productos se
dispuso de un análisis de garantía, según
fabricante, y además se determinaron, según
protocolos
estandarizados, las concentraciones de Ca (AOAC 1995a), P (AOAC
1993), Al (ASTM 1988), F (AOAC 1995b), Cd y V (AOAC
1995c, ASTM 1988).

Se utilizaron 2 dietas isoenergéticas e
isonitrogenadas durante el estudio: "período inicial" (1 a
21 días) y "período final" (22 a 42 días)
formuladas para aportar al menos los requerimientos nutricionales
establecidos por el NRC (1994) y por el estándar de la
línea genética.
Se emplearon maíz,
afrecho de soya, aceite vegetal
y harinilla de trigo, que son insumos alimenticios habituales en
la crianza del broiler en Chile. A estas dietas se incorporaron
los fosfatos en estudio (cuadro 1).

A los 21 y 42 días se midieron los siguientes
indicadores:
peso vivo (PV en g), consumo de
alimento (CA en g), eficiencia de
conversión alimenticia [ECA = consumo (g)/ ganancia de
peso (g)], mortalidad (M en %), valor
biológico absoluto de los fosfatos (VB) (Sullivan y col
1993), longitud y ancho de las tibias (cm) (Ghetie 1981),
contenido de cenizas de las tibias (%) (Universidad de
Nebraska 1991) y resistencia de
las tibias a la fractura (kg), mediante la prueba de resistencia
a la fractura por flexión estática
con carga en el punto central del hueso. Para esta medición se utilizó una
máquina universal Amsler de tres toneladas, a la cual se
le modificó la base y el cabezal. Se trabajó con
una escala de carga
de 400 kg.

Las variables se
describieron con sus promedios y desviaciones estándar,
estudiándose el efecto de tratamiento mediante un
análisis de la varianza (ANDEVA SAS 2000). Las diferencias
entre promedios específicos se establecieron mediante la
prueba de Tukey (Sokal y Rohlf 1981).

RESULTADOS

Al analizar la composición química mineral de
los fosfatos se encontraron minerales
contaminantes sólo en el FB (F 7000 ppm, Cd < 0,5
ppm, V 57 ppm y Al 656 ppm), cifras que contrastan con lo
informado por el fabricante (F 1400 ppm, Cd 2,08 ppm, V 117 ppm y
Al 231,6 ppm). En tanto, los contenidos de Ca y P analizados
fueron muy similares a los teóricos para ambos fosfatos
(FA: 25,40% Ca y 18,75% de P y FB: 31,04% Ca y 20,10%
P).

En el cuadro 2 se presenta el aporte dietario de
elementos contaminantes que realizan ambos fosfatos, calculado
según su nivel de incorporación en la dieta y el
contenido de contaminantes analizado respectivo.

Se observó que los niveles de todos los elementos
contaminantes, aportados por ambos fosfatos, se encuentran por
debajo del nivel máximo tolerable por kilo de dieta
establecido por el NRC (1980), tanto en las dietas iniciales como
finales.

Los efectos de los tratamientos sobre las variables
productivas se muestran en los cuadros 3 y 4. El peso de los
pollos al día de edad no mostró diferencias entre
tratamientos (P > 0,05). Sí se observó
una respuesta a los 21 y 42 días de edad, donde hubo
diferencias significativas (P < 0,05) en PV entre
los niveles de Pd, siendo la respuesta progresivamente mayor al
incrementar el nivel de Pd desde 0,22 a 0,49%. A los 42
días, si bien se mantuvo la diferencia entre ambos
grupos con
0,22% de Pd y los niveles superiores, no hubo diferencias
significativas (P > 0,05) entre los niveles 0,31 y
0,49% de Pd. No se detectaron diferencias estadísticamente
significativas entre fosfatos (P > 0,05).

Con respecto al consumo de alimento (cuadro 4), para el
período completo se observaron las mismas diferencias
entre niveles de incorporación; sin embargo, a los 21
días de edad sí existieron diferencias entre
fosfatos, las que fueron levemente superiores
(P < 0,05) para el FA.

Las ECA obtenidas a los 21 días de edad
obtuvieron diferencias significativas entre fosfatos
(P < 0,05), no así para los niveles de Pd,
mostrando ser más eficientes en convertir el alimento en
PV las aves que
recibieron el FB. A los 42 días no hubieron diferencias
entre los diferentes tratamientos
(P > 0,05).

En el cuadro 5 se presentan los resultados de
indicadores físicos, químicos y biológicos
de las tibias a los 21 días de edad. Se observó una
tendencia al aumento en la longitud y el ancho de las tibias al
aumentar la incorporación de P con ambos fosfatos. Hubo
diferencias significativas (P < 0,05) para la
longitud de las tibias entre el nivel más bajo y los dos
niveles superiores de aporte de Pd, que no difirieron entre
sí. El mismo comportamiento
se observó para el indicador porcentaje de cenizas, en la
misma edad, para el ancho de las tibias se observaron diferencias
estadísticamente significativas (P < 0,05)
entre los tres niveles de Pd dietario para ambos fosfatos, los
cuales no difirieron entre sí. Respecto al VB absoluto
obtenido a los 21 días, el nivel de inclusión de Pd
dietario marcó diferencias estadísticamente
significativas (P < 0,05) para ambos fosfatos, a
favor de los niveles más altos.

A los 42 días de edad (cuadro 6) las variables
longitud y ancho de las tibias se comportaron de diferente manera
que a los 21 días del estudio. En los resultados de VB
absoluto y de las mediciones de longitud y porcentaje de cenizas
de las tibias, las diferencias estadísticas (P < 0,05) se
establecieron para ambos fosfatos entre los tratamientos con
más bajo y con más alto aporte de Pd. Para el ancho
de las tibias, en el caso del FB se observó el mismo
comportamiento de las variables anteriores, en cambio, en el
FA sólo hubo diferencias significativas entre el nivel
0,22% de Pd y los niveles 0,31 y 0,49% de Pd dietario, los que no
difirieron entre sí. Respecto del VB a esta edad
también se observó una diferencia estadística (P < 0,05) entre
fosfatos para niveles de aporte de Pd similares. Al nivel
más bajo (0,22% de Pd) el FA logra valores de VB
diferentes y superiores a los obtenidos por el FB. Sin embargo,
al nivel intermedio (0,31% de Pd) el FB alcanza un VB
estadísticamente superior (P < 0,05) al
equivalente del FA.

La resistencia a la fractura de las tibias se
evaluó solamente al término del estudio. Se
observaron efectos significativos (P < 0,05) entre
los tres niveles de Pd dietario y entre ambos fosfatos a los
correspondientes niveles de inclusión (cuadro 6), siendo
más resistentes a la fractura las tibias de los pollos que
recibieron el FA que las comparables de pollos suplementados con
el FB.

DISCUSIÓN

Los resultados de composición mineral de los
fosfatos dicálcicos estudiados indican que ellos
contenían un porcentaje más alto de P (18,75 y
20,10% para los productos A y B, respectivamente), al compararlo
con el nivel en contrado por Camus (1995) para el producto
dicálcico evaluado en su estudio (14,65% de P) y fueron
muy similares a los informados por Potchanakorn y Potter (1987) y
por Rama Rao y Ramasubba Reddy (2001) con un 18 y 19,31% de P,
respectivamente.

Respecto al contenido de Ca de los fosfatos A y B, ellos
fueron en general semejantes al contenido de Ca de fosfatos
tricálcicos informados previamente por González
(1988) y Camus (1995) (22-28% de Ca y 27,64% de Ca,
respectivamente) y difieren del fosfato dicálcico
informado por Rama Rao y Ramasubba Reddy (2001) (21,01% de
Ca).

Estas diferencias en el contenido de Ca y P, así
como de otros minerales identificados, demuestran la necesidad de
analizar cada fosfato como un ente individual al ser incorporado
en alimentos para
animales, indicando además que la forma química de
un fosfato no permite homologar productos, dado que no existe un
patrón de composición mineral de acuerdo con lo
observado en estos estudios.

En relación a los minerales contaminantes de los
fosfatos cabe destacar que al analizar el FB se encontró
un contenido de 0,7% de F (7000 ppm). La "American

Association of Feed Control Officials" (AAFCO 1973)
establece que un fosfato mineral no debe contener F en más
del 1% de su contenido de P, por lo tanto, el FB no debió
contener más de un 0,2% de F. Sin embargo, los niveles en
que fue incorporado este fosfato en las dietas significaron un
aporte de 33, 70 y 129 ppm de F/ kg de alimento, cifras que
están por debajo del nivel máximo establecido por
el NRC (1980) de 200 ppm de F (cuadro 2).

El contenido de Al de los fosfatos no sobrepasó
los niveles máximos permitidos según el NRC (1980)
a los niveles de incorporación utilizados en este estudio
(cuadro 2). Respecto al V, se encontraron bajas concentraciones
en el FB, lo que discrepa de lo observado por Camus (1995), quien
utilizó dos fosfatos tricálcicos rocosos crudos que
aportaron más V que el máximo tolerable para este
elemento al ser incorporados en el alimento. Desde este punto de
vista, el FB (fosfato monohidratado) utilizado en este ensayo
tendría ventajas respecto a los fosfatos utilizados por
Camus (1995).

Con estos antecedentes es importante señalar que
para utilizar un fosfato en forma segura en el alimento de aves
es necesario analizar, además del contenido de Ca y P, el
eventual contenido de diversos minerales contaminantes, en
especial aquellos con mayor riesgo de
toxicidad, tales como los evaluados en este estudio (V, Al, Cd y
F) o los evaluados por Lima y col (1999) (F, Fe, Mg, Ba, S, Ti y
Th). Es particularmente necesario considerar el contenido de F,
como lo señala Odongo y col (2002), quienes en estudios en
pollos broiler reemplazaron fosfatos dicálcicos procesados
por fosfatos locales rocosos y encontraron fuertes deterioros en
el rendimiento productivo y mineralización ósea en
directa proporción al contenido de F de las dietas. Este
deterioro productivo en pollos broiler que consumieron niveles
excesivos de F también fue informado por Rama Rao y
Ramasubba Reddy (2001).

Al observar los resultados productivos en PV, CA y ECA
cabe destacar la calidad del FB,
puesto que mostró ser igual (P > 0,05) al FA en estas
variables a las diferentes edades de control, excepto a los 21
días, donde logró un menor CA y una mejor ECA que
el FA (cuadro 3). Sin embargo, se observaron diferencias entre
los distintos niveles de incorporación de Pd de cada
fosfato, donde, por ejemplo, al término del estudio, el
nivel inferior (0,22% de Pd) marcó diferencias
significativas con los otros dos niveles superiores (0,33 y 0,49%
de Pd) en PV y CA. El nivel de incorporación intermedio
(0,33%) no mostró diferencias en los rendimientos
productivos con el nivel superior (0,49% de Pd) al final del
período, de lo que podría deducirse que es posible
reducir el nivel de incorporación de Pd en las dietas de
pollos broiler comerciales a 0,33% sin que se afecte el
rendimiento productivo de 1 a 42 días de edad. Este hecho
tiene importantes proyecciones aplicadas al representar una
alternativa para reducir costos de
alimentación empleando menor cantidad de
suplementos fosforados en las dietas. Además, la menor
incorporación de fosfatos en las dietas de aves
también se proyecta a beneficios medioambientales, al
reducirse así la excreción de P en las
deyecciones.

Respecto a los indicadores físicos y
químicos evaluados en las tibias (longitud, ancho y
porcentaje de cenizas), los resultados obtenidos con el fosfato
dicálcico monohidratado fueron muy semejantes a los
obtenidos con el fosfato dicálcico dihidratado, tanto a
los 21 como a los 42 días de edad, indicando que el FB es
un producto que permite obtener resultados equivalentes a uno de
uso humano, lo que avala su calidad nutricional. Por otra parte,
al analizar los resultados de los distintos niveles de
incorporación de Pd para estos mismos parámetros,
se puede decir que al utilizar un nivel de Pd inferior a lo
usualmente recomendado por el NRC (1994) (0,33% vs 0,45%
de Pd) no se deteriora ni el crecimiento ni la
mineralización de las tibias en este tipo de
aves.

Los resultados de resistencia a la fractura por
flexión estática de tibias mostraron que el FB
indujo una menor resistencia respecto al fosfato de uso humano,
sin embargo, esta situación no se trasladó a los
niveles de cenizas observados, en que ambos fosfatos no mostraron
diferencias entre ellos. La resistencia ósea a la fractura
por flexión estática es un indicador de la
mineralización ósea frecuentemente utilizada por
los investigadores (Hussein y col 1990a y b, Cromwell y Coffey
1993, Coffey y col 1994) y que habitualmente muestra una
correlación directa con los niveles de cenizas en las
tibias.

El valor biológico absoluto, indicador que de
acuerdo a Sullivan y col (1993) es un buen totalizador de las
respuestas de las aves para evaluar fosfatos, mostró un
comportamiento levemente diferente a los 21 y a los 42
días de edad. En ambas edades el indicador no muestra
diferencias entre fosfatos; sin embargo, a los 21 días
expresa diferencias entre los 3 niveles de Pd considerados,
situación que tiende a desaparecer a los 42 días,
donde sólo se mantienen diferencias estadísticas
entre el nivel más bajo de Pd y los otros dos.

El indicador VBA se comportó de manera semejante
al porcentaje de cenizas en tibias, indicando este hecho que este
parámetro es un buen reflejo de procesos
metabólicos de mineralización ósea, a pesar
de las diferencias mostradas a los 21 y 42 días de edad de
los pollos, como ha sido recién comentado.

El presente estudio permitió validar un procedimiento
experimental que ya ha sido empleado en el país y en el
extranjero (González y col 1988, Sullivan y col 1993,
Cornejo y col 1998). Sin embargo, en el presente caso la
existencia de diferencias menores en algunas respuestas de los
pollos a las edades de control consideradas (21 y 42
días), plantea la necesidad de perfeccionar estos procedimientos
con el objeto de definir en mejor forma un protocolo
estandarizado para la evaluación
biológica de estos suplementos fosforados, productos de
gran importancia en la alimentación
avícola.

Por otra parte, queda de manifiesto que también
deberá ser materia de
consideración en futuros protocolos experimentales para
estas temáticas cuál(es) es(son) los mejores
indicadores biológicos a considerar, dependiendo de las
respuestas que se desee explicar. Diferentes autores, tales como
Dhandu y Angel (2003), Waldroup y col (2000), Yan y col (2003) en
estudios que involucran eventuales modificaciones de los
requerimientos de Pd de pollos broiler, señalan que se
pueden obtener diferentes resultados dependiendo de la
definición de cuáles son las mejores respuestas
biológicas consideradas en las aves para obtener
conclusiones valederas y universales.

En el presente estudio, prolongado hasta peso comercial
de beneficio de los pollos, pareciera que el requerimiento de Pd
puede ser inferior al usualmente considerado en el medio
avícola habitual, lo que proyecta interesantes
interrogantes en el área en futuras investigaciones,
en especial con un mercado
industrial avícola que ya está empleando
habitualmente enzimas "fitasas"
en las dietas de este tipo de aves, permitiendo así
disminuir costos de inclusión de fosfatos. Ultimamente,
además, se ha puesto gran énfasis en el resguardo
del medio ambiente
y es conocido el impacto negativo que ejerce el exceso de
fósforo en el ambiente,
contribuyendo a la eutrificación de los cursos de agua
superficiales.

AGRADECIMIENTOS

Los autores agradecen a "Química del
Pacífico S.A.", Lima, Perú, por su
colaboración en la realización de este
estudio.

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