De una nocividad a la otra: la bioética frente al desafío de cultivar su pluralismo
Publicación original: Acta bioeth., 2001, vol.7, |
- La Bioética en el terreno de la
nocividad - ¿Hechos?
- Observaciones sobre la
nocividad ambiental - Observaciones sobre la
nocividad alimentaria - En el horizonte de la
nocividad: la pertinencia y el necesario pluralismo de la Bioética - Notas
- Referencias
Resumen: Este texto aborda las nocividades
ambiental y alimentaria como temáticas que, a pesar de sus propias
características, constituyen una parte importante del universo al interior del
cual la bioética se desarrolla. En este sentido las nocividades representan un
desafío reflexivo y metodológico que obliga a la bioética interrogarse,
incluso, sobre procesos y términos que fundamentan su accionar cotidiano. En la
medida que las nocividades ambientales y alimentarias tienen una historia
-reflexiva y práctica-, independiente de la bioética, con participación de
actores de horizontes diversos, es preciso referirse a la experiencia acumulada
estos últimos años. Como se dice en el texto, es preciso interrogarse por su
puesta en relato y los resultados que ello ha provocado. Esta experiencia
constituye el terreno inevitable para continuar reflexionando sobre las
nocividades desde la bioética. Puesto que esta historia también da cuenta de
obstáculos y dificultades con las regulaciones y juicios propuestos, ocurre que
la bioética al medirse con las nocividades se mide también con una parte
considerable de sí misma.
Palabras clave: Ecología,
ambientalismo, nocividad alimentaria, transgénicos, regulación, pluralismo.
Abstract: This text
addresses environmental and food harmfulness as issues that despite their own features
constitute an important part inside the universe where bioethics develops. In
this sense harmfulness poses a reflective and methodological challenge that
compels bioethics to question even about processes and concepts that underlie
its daily deeds. Considering that environmental and food harmfulness have their
own reflexive and practical history -unrelated to bioethics-, with the
participation of actors from diverse spheres it is necessary to make reference
to experiences accumulated upon the latest years. As it is stated in the text,
there is a necessity of questioning about its discourse and the results derived
from it. These experiences constitute the unavoidable ground to keep on
thinking over harmfulness from the bioethics standpoint. Since this history
also reports obstacles and difficulties with already proposed regulations and
value judgements, bioethics when tested against harmfulness is also being
tested against an important part of itself.
Keywords: ecology,
environmentalism, food harmfulness, GMO, regulations, pluralism.
Resumo: O texto aborda as
nocividades ambientais e alimentícias como temas que, a pesar das suas próprias
características, compõem uma parte relevante do universo dentro do qual a
bioética se desenvolve. Neste sentido as nocividades representam um desafio
reflexivo e metodológico que faz com que a bioética questione, inclusive, os
processos e nomenclaturas que fundamentam a sua ação cotidiana. Visto que as
nocividades ambientais e alimentícias possuem uma história -reflexiva e
prática-, independente da bioética, com a participação de atores de vários
universos, se faz necessário reflexionar sobre a experiência acumulada nos
últimos anos. De acordo ao mencioando no texto, se faz necessário questionar a
sua presença nos discursos e os resultados que isto tem provocado. Esta
experiência constitui o inevitável terreno para que se continue reflexionando
com respeito às nocividades desde a pespectiva da bioética. Pelo fato desta
história também trazer à tona os obstáculos e dificuldades com as regulações e
juízos já propostos, traz como consequência que ao se medir a bioética com as
nocividades também se está medindo com uma parte considerável de si mesma.
Palavras chaves: Ecologia,
ambientalismo, nocividade alimentícia, transgênicos, regulação, pluralismo.
De una nocividad a la otra,
tema de este texto, busca evidentemente plantear un cierto número de posiciones
sobre las nocividades alimentarias y ambientales; pero, sobre todo, las aborda
como una temática que incumbe y remueve profundamente a la bioética. Es decir,
en la perspectiva de las implicaciones presentes y futuras que estas
nocividades han tenido o debieran tener respecto de algo que llamamos la
bioética o, a lo menos, del carácter y contenido de su reflexión, así como su
significación como práctica social y cultural. Todo ello porque en este tema de
las nocividades la magia de la palabra no existe. Todos sabemos que son muchos
los discursos y las verdades y desgraciadamente, a menudo, muy pocas las
soluciones satisfactorias; como también sabemos que el terreno de la nocividad
se encuentra minado por intereses de todo tipo, particularmente económicos y
políticos1, por comportamientos ambiguos y manipuladores de los medios
de comunicación y, más aún, como consecuencia de lo anterior o porque las cosas
son así, por una continua/discontinua despreocupación y desparpajo de la
denominada sociedad civil
respecto de las nocividades.
De una nocividad a la otra,
además, de procurarnos la ocasión de expresar nuestro punto de vista sobre
éstas, se presenta entonces como un recorrido reflexivo en el ámbito de la
bioética, origen de textos y discusiones, con múltiples entradas y salidas,
entre las cuales es posible distinguir a lo menos tres, identificando y
privilegiando, en el contexto de este artículo, una cuarta que se buscará
legitimar al final de este texto y que se enuncia como consecuencia de las
otras.
La Bioética en el terreno de la nocividad
En esta metáfora del
recorrido reflexivo, la nocividad alimentaria y ambiental es, en primer lugar,
un hecho (¿un hecho?), una manifestación o establecimiento de una temática
urgente que exige ser reflexionada en los múltiples campos del saber donde se
explicita la responsabilidad en sus distintas formas, en particular, en el
espacio de la bioética. Asumiendo esta temática -simplemente por el hecho que
genera artículos y discusiones y es objeto de publicaciones especializadas2-,
la bioética, quiéralo o no, pone en juego una parte de su propia legitimidad. Y
esto en un doble sentido: Por un lado, a través de la capacidad de interpretar3
el desafío representado por la existencia de fragmentos de la realidad que se
salen del "curso normal de las cosas". Lo que implica que esta
interpretación debe acompañarse de la exigencia de desplegar el valor agregado
supuesto por la bioética (como disciplina, como campo interdisciplinario o como
ética práctica) respecto de una temática que tiene muchos otros especialistas y
cultivadores.
Un examen de la literatura
bioética sobre el problema permite constatar que este desafío ha sido asumido
de forma desigual. En el contexto de determinados autores es constatable una
contribución y un cierto desplazamiento
del problema, pero, en términos generales, el mundo bioético ha continuado
embistiendo la interpretación de la nocividad en la perspectiva de un programa
casi adolescente: ¡terminemos con el escándalo, nada resiste al concepto, todo
puede ser objeto de diálogo y consenso!
Por otro lado, en la medida
en que la bioética está reconocida en casi todo el mundo como necesaria, que
incluso muchas de sus instituciones son establecidas con el beneplácito de los
poderes, le correspondería a la bioética "resolver" la nocividad.
Resolverla quiere decir aquí disolverla, traducirla, volverla disponible a una
cierta gestión sociocultural o bien, simplemente, transformar el estatuto de la
cuestión. En todo caso, evitar su banalización, convertirla -en el contexto de
la vida cotidiana-, en una temática actual y urgente, es decir, en un hecho y un acontecimiento.
La exageración de pedir a
la bioética la resolución de la nocividad proviene directamente del
reconocimiento público de su necesidad, del beneplácito de los poderes y de su
creciente utilización en
decisiones y argumentaciones públicas. Considerar la bioética como un segmento
del poder que participa en la construcción del orden mundial es una discusión
que cualquier bioeticista medianamente lúcido debiera estar dispuesto a debatir
públicamente. Sin embargo, hablar de poder y de orden mundial y de la manera
cómo las operaciones de la bioética podrían representar/imitar este poder y
este orden impone decir alguna generalidad al respecto.
Es un lugar común afirmar
que alrededor de la caída del muro de Berlín toma cuerpo algo como un nuevo
orden mundial, se establece la configuración de un nuevo sistema-mundo, como
diría Inmanuel Wallerstein(1).
Éste, porque no se construye más en el escenario determinado por dos o más
proyectos alternativos de sociedad y porque elimina la distinción entre un
interior y un exterior del sistema-mundo, se enuncia discursivamente como
voluntad de poner el poder y la fuerza "al servicio del derecho y la
paz"(2, p.14), como
capacidad de "resolver conflictos", lo que implica que este orden
posee la "virtud" real o supuesta de "expandir el reino del
consenso que sostiene su propio poder"(2,
p.15).
Su carácter mundial, la
ausencia de un fuera o un adentro
precisa de un derecho, que para asegurar la paz y arbitrar los conflictos, debe
funcionar como un derecho supranacional, que sobrepasa y engloba los
Estados-Nación. Respecto de este derecho, aplicado en varias circunstancias, en
particular en operaciones de policía internacional (ex Yugoslavia, Iraq,
Afganistán), que es la forma que adopta la guerra en un mundo unificado, se
plantea inmediatamente la determinación de la materia/substancia, del eje y del
patrón de medida que lo constituye. La respuesta es simple: aquello que lo
constituye como materia/ substancia se enuncia a través de valores de tipo
universal, "en el Imperio, ética,
moralidad y justicia son moldeadas en nuevas dimensiones"(2, p.17).
"La domesticidad de los valores, los
escudos detrás de los cuales presentaban su substancia moral, los límites que
protegían contra la exterioridad invasora, todo eso desaparece"(2, p.17).
Lo anterior procura pistas
sobre la legitimidad de la bioética y, sobre todo, respuestas respecto de la moda de la ética, que en más de alguno
provocaba desconcierto y zozobra. Al nivel de los discursos y de las
discusiones, la bioética y la ética participan
de la elaboración/identificación de estos valores de tipo universal. De ahí una
parte de su complicidad con el orden. Es evidente que esta comprensión sobre la
moda de la ética no elimina la zozobra y el malestar de algunos, sólo los
desplaza, concentrándolos, en el contexto del orden mundial, en preguntas tales
como: "¿Quién decidirá sobre las
definiciones de orden y justicia a través de la expansión de esta totalidad en
curso? ¿Quién podrá definir el concepto de paz? ¿Quién será capaz de unificar
el proceso de suspender la historia y denominar justa esta suspensión?"(2,
p.17).
En segundo lugar, este
recorrido metafórico designa también una operación interna. Una vez que la
decisión de interpretar se ha impuesto, que la cartografía de la bioética se ha
modificado, en principio para acoger la nocividad, se trata de establecer
correlaciones entre los problemas y los conceptos y/o modelos desarrollados por
la bioética con el fin de evaluar y, eventualmente, proponer regulaciones. Esta
operación, sin embargo, puede efectuarse de dos maneras: por un lado, puede
limitarse a traducir las nocividades en un lenguaje
ético, con la esperanza de asociar los nudos decisionales con
principios éticos, en principio consensuados y legitimados. Lo que sólo puede
ser satisfactorio y adecuado a la resolución de la nocividad si y solamente si
una serie de supuestos se constatan. Por ejemplo:
a) Que exista un espacio
público real de discusión y que los discursos de la bioética sean una fuente de
enriquecimiento de este espacio público. Lo que, sin mala fe, todo el mundo
puede aceptar calificar como un enorme supuesto. No sólo porque los medios de
comunicación, que monopolizan este espacio público, son a menudo monopólicos y
poco plurales, a lo menos en nuestra Región, sino porque, además, producen la
información como un espectáculo y una forma de consumo, es decir, alejados del
imperativo de construir un espacio público, de donde emerja lo razonable.
b) Que las decisiones
financieras y comerciales dependan de este teórico espacio público, el cual
tendría el poder de sancionar moralmente o, que dependan de un espacio cultural
normativo, con el cual la bioética estaría conectada directamente. Lo cual
también es un supuesto por varias razones. Primero, porque la idea de un
espacio público en el mundo actual es casi un ideal trascendental, sin mayor
contenido material. Segundo, porque una buena parte de las nocividades son el
resultado de un proceso productivo, en el cual los productores son
ontológicamente más activos y creativos que los consumidores. Lo que quiere
decir que tienen el privilegio "ontológico" de transformar el mundo.
Finalmente, porque la idea de cultura como un recurso perenne de lo razonable
es también difícil de aceptar. Al respecto Noemi Klein señala que: "Hacia
mediados de la década de 1990, empresas como Nike, Polo y Tommy Hilfiger ya
estaban en condiciones de pasar a la etapa siguiente en lo relativo a las
marcas: ya no sólo referirlas a sus productos, sino también a la cultura del
entorno
Se trataba de absorber ávidamente ideas e iconografías culturales que
sus marcas pudieran reflejar proyectándolas otra vez en la cultura como
'extensiones' de las mismas
En efecto, si no la intención original, de la
creación más moderna de las marcas es poner a la cultura anfitriona en un
segundo plano y hacer que la marca sea la estrella. No se trata de patrocinar
la cultura, sino de ser la cultura."(3,
pp.56-58).
c) Que los discursos de la
bioética puedan alimentar a sectores de la sociedad que buscan efectivamente
regular la nocividad, en particular, por ejemplo, a las asociaciones de los
consumidores, lo que me parece una pista importante, aunque aquí entramos en la
alternativa que busco legitimar en este texto.
En realidad pareciera ser
que la idea de eficacia que
precede el establecimiento de correlaciones entre principios/modelos y temáticas,
se sostiene en la búsqueda de reforzar una cierta visibilización de los problemas,
identificados o denunciados por otros actores sociales. Esta eficacia se sostendría en el paradigma que
se desprende del nuevo orden mundial. Éste se presenta como una "totalidad sistémica (que) tiene una posición dominante
en el orden global… desarrollando una integración de actores que parece
ser lineal y espontánea… Todos los conflictos… empujan efectivamente hacia
delante el proceso de integración… Cada movimiento está fijado y puede buscar
su propio espacio designado sólo dentro del propio sistema, en la interrelación
jerárquica que le ha sido acordada"(2, p. 14). Es evidente
que en este paradigma "la imperfecta coincidencia… entre el nuevo poder
central y el campo de aplicación de su regulación, no conducen a una crisis
o parálisis, sino que meramente fuerza al sistema a minimizarlas y superarlas"(2,
p.14).
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