Publicación original: Colombia Médica, 1997; 28: |
************
El juramento hipocrático nos enseñó a respetar la vida: "No dar… una droga
mortal a nadie, si me lo solicitaren, ni sugerir… este efecto." Ahora
con el pronunciamiento de la Corte Constitucional, se da vía libre a la
eutanasia activa en pacientes terminales, cuando ellos así lo autoricen. No es
lo mismo dejar morir, que hacer morir. Actuaríamos en dos extremos:
1.
La lucha cruel y despiadada contra la muerte, a costa del sufrimiento del
paciente y de sus seres queridos.
2.
El precipitar la muerte por solicitud de nuestros pacientes terminales, o por
sus familiares cuando el paciente no pueda decidirlo por estar en estado de
coma, o alteradas sus facultades mentales.
Actualmente las leyes
colombianas penalizan la eutanasia tanto por acción como por omisión. La
decisión de la Corte despenaliza la eutanasia por acción en pacientes
terminales. La definición de paciente terminal, crea confusión en nuestra
ciencia médica. Anécdotas hay por montones de pacientes desahuciados, y con
pronóstico de morir prontamente, que siguen adelante con calidad de vida por
muchos años. Muchos de ellos son catalogados como milagros. Recuerdo a un
paciente cuyo médico, le pronosticó que no llegaría a navidad por un cuadro de
una insuficiencia renal. Por muchos años el médico recibió de su paciente
terminal, una tarjeta de navidad.
Se define dentro del proceso
de la muerte, estado terminal aquel enfermo que cursa con un proceso patológico
agudo, subagudo, o más habitualmente crónico, evolutivo, no resolutivo y sujeto
sólo a manejo paliativo.
En nuestra práctica
profesional, todos nos hemos equivocado al precisar la muerte de nuestros
pacientes graves; tanto es así que si los familiares nos preguntan cuándo
fallecerá ese ser querido, dudamos en decirlo y no nos comprometemos ni en
fecha ni en hora, debido a esas equivocaciones que nos enseñó la experiencia.
¿Cuándo será terminal ese paciente…? ¿Será si ya está en agonía…? ¿Un mes,
un año, unas semanas antes de su muerte natural…? No podemos jugar a dioses,
para definirlo. No podemos jugar a dioses, o terminar vidas por nuestra acción,
o hacer medidas extremas y prolongar agonías y sufrimientos.
La naturaleza es más sabia
que todo lo que creemos saber. Y muchas veces tenemos que dejarla actuar.
Cuando nos enfrentamos a una enfermedad grave, tratamos de ayudar a corregir
esos problemas que atentan contra nuestra vida. Aquí ayudamos a la naturaleza.
Y está bien que así lo
hagamos, porque es nuestra obligación preservar la salud de nuestros pacientes.
Pero habrá con frecuencia situaciones, en las que la ciencia médica no podrá
solucionar esos problemas, y en los que una lucha infructuosa traerá más
sufrimientos a los enfermos y a sus familiares. Aquí debemos ser conscientes de
estas situaciones, aceptar que muchas veces no podremos curar, y dejar que la
naturaleza siga su curso con énfasis en el TRATAMIENTO PALIATIVO. No debemos
obstaculizar a la naturaleza. Aquí hay que dejar morir. Esto se conoce con el
término de ortotanasia.
Dejar que la naturaleza
actúe, en este proceso de la muerte, evitar medidas que lo único que harán será
prolongar sufrimientos y costos. Posiblemente esa lucha de encarnizamiento
tecnológico, hace despertar sentimientos de apoyo y simpatía hacia la eutanasia
activa. Debemos perfeccionar el tratamiento paliativo, que calme dolores, quite
angustias y depresiones para facilitar el proceso de la muerte. No temer a los
opiáceos, utilizarlos en dosis completamente individualizadas y efectivas. La
depresión respiratoria es rara. La muerte producida en pacientes terminales,
por lo general se atribuye a la enfermedad y no al empleo de la morfina. Lo
mismo puede pasar con los sedantes tipo benzodiazepinas.
Hoy un médico de cabecera
con un equipo multidisciplinario compuesto por enfermeras, consejeros
espirituales, psiquiatras, puede ayudar en el proceso de la muerte con un buen
tratamiento paliativo. Y aunque ese tratamiento tenga el doble efecto de
beneficio y de perjuicio, no debemos abstenernos de hacerlo. Si la
justificación para la eutanasia activa, es evitar el sufrimiento, acabemos con
dicho sufrimiento y no acabemos con la vida. Hagamos todas las medidas
necesarias para calmar el sufrimiento, o por lo menos que sea soportable. Los
recursos que existen actualmente para el tratamiento paliativo son enormes.
Enseñémoslos, practiquémoslos pero no terminemos directamente con la vida. No
tenemos derecho a hacerlo, aunque nos lo pidan el enfermo o sus familiares. El
temor principal de aquél no es propiamente a la muerte, sino a ese proceso.
Casi todas las drogas que utilizamos en cualquier plan terapéutico, tienen
efectos colaterales. Y cuando las utilizamos, no lo hacemos por los efectos
colaterales para perjudicar al paciente, sino en búsqueda de su bien. Y este es
el sentido ético de nuestro ejercicio profesional: ¡Buscar siempre el bien! Y
en ese tratamiento paliativo, debemos dirigir nuestras acciones hacia la
familia, que en sus angustias propiciará acciones irreales. Volvernos sus
consejeros, oir todas sus inquietudes, y sin abandonarlos a su suerte porque el
paciente está desahuciado. Ayudarles a llevar ese duelo que se avecina.
Si tenemos que utilizar
los opiáceos para calmar el dolor o la ansiedad en los pacientes terminales,
hagámoslo. No importa que la morfina tenga sus efectos contraproducentes.
Se han exagerado sus efectos colaterales. Los familiares tienden a atribuir
la muerte, a lo último que se haga por el paciente.
Página siguiente |