Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Nutrición infantil y rendimiento escolar (página 2)



Partes: 1, 2

PATRONES GENERALES DE CRECIMIENTO

Existe una secuencia
ordenada de eventos en el crecimiento y desarrollo del ser humano que ayuda al
estudio y comprensión del proceso. Por ejemplo, el sistema nervioso autónomo es
el centro principal del organismo que dirige y coordina el crecimiento del
niño. Por tanto, es lógico que este sistema y su cubierta protectora crezcan y
se desarrollen a una velocidad superior que el resto del cuerpo al que sirven1.

La curva de crecimiento
neural muestra este patrón de crecimiento, donde el tejido nervioso alcanza en
el momento del nacimiento, cerca de la cuarta parte del tamaño final, uno poco
más de la mitad en el primer año de vida y 90% a los seis años de edad. Este
crecimiento acelerado es característico del cerebro, la médula espinal, los
ojos y varios de los diámetros del cráneo.

El crecimiento del cuerpo
en forma global, sigue otro patrón, con un arranque rápido en el período fetal
y durante la infancia, seguido de un período largo de crecimiento relativamente
lento, y luego de una segunda aceleración en la adolescencia. Esta curva en
forma de «S» es el patrón de crecimiento del esqueleto, la estatura y el peso,
de los órganos de la respiración y digestión, del volumen sanguíneo, y otros
componentes de la masa corporal.

La aceleración inicial del
crecimiento es bastante uniforme en cuanto a edad de aparición, pero el momento
de la segunda aceleración, o período de la adolescencia, tiene una gran
variabilidad e introduce una serie de diferencias individuales que se deben
tener en cuenta.

Comparativamente, el tipo
de crecimiento genital está en el otro extremo del patrón neural. Los órganos
genitales crecen de manera lenta hasta un poco antes de la pubertad y luego con
rapidez hasta el final de la adolescencia. Es importante que los tejidos
genitales continúen creciendo rápidamente después que la velocidad del
crecimiento general disminuye o se detiene. El tipo de crecimiento genital es
característico del testículo, ovario, epidídimo, tubo uterino, próstata y
vesículas seminales.

El crecimiento del tejido
linfoide es peculiar, pues aumenta velozmente durante la primera década de la
vida, hasta casi doblar el tamaño en el adulto, y luego se reduce a la mitad
con igual rapidez durante la segunda década. Una implicación práctica de este
hecho es que en la edad infantil existe un exceso de tejido linfoide si se
juzga por los patrones del adulto.

El tipo de curva linfoide
es característico de los ganglios linfáticos, la masa linfoide intestinal, y el
timo. No está claro si el tejido tonsilar sigue este mismo patrón de
crecimiento, pues durante la edad preescolar alcanza el máximo tamaño con
respecto a la capacidad de la nasofaringe y lo que se llama en general
hipertrofia de las amígdalas es sólo un patrón de crecimiento.

Otros órganos tienen
patrones diferentes de crecimiento. El útero y la corteza suprarrenal merecen
atención especial. En efecto, las hormonas de la madre los estimulan durante la
última parte del embarazo, con un aumento rápido que resulta en su hipertrofia
al momento del alumbramiento. Después del nacimiento estos tejidos decrecen con
rapidez y luego siguen el patrón de crecimiento normal de los órganos
genitales.

La hipertrofia del útero
envuelve el tejido de la capa mucosa, cuya descamación después que se suspende
la influencia de las hormonas maternas, se cree que puede originar la descarga
lechosa vaginal que en algunas ocasiones puede ser sanguinolenta, lo cual
sucede en la mayoría de las niñas durante sus primeros días de vida.

El hecho que el cuerpo no
crece simétricamente en todas sus partes, determina cambios en las proporciones
corporales durante las distintas edades del individuo. La cabeza, como se
indicó antes, crece con más rapidez que otras partes en la vida fetal y en la
primera infancia. De ahí hasta la pubertad, las extremidades crecen más rápido
que el tronco y ambos más rápidamente que la cabeza. La velocidad de
crecimiento del tronco y de las extremidades es casi igual hasta la pubertad,
pero el tronco continúa creciendo después que los brazos y las piernas
completan su crecimiento. Así, la cabeza comprende cerca de la mitad de la
dimensión vertical en los primeros meses de la vida fetal, un cuarto al
nacimiento, y menos de un octavo en el adulto. Y las piernas aumentan su
proporción de altura vertical, de un tercio aproximadamente en el recién nacido
a casi la mitad en el adulto1.

Como rutina, cada examen de
salud del individuo en crecimiento incluye una evaluación de su tamaño y estado
nutricional, que empieza en el nacimiento, continúa en la primera infancia,
sigue en la edad escolar y culmina en la adolescencia, a fin de establecer un
juicio sobre si la talla o el peso que tiene corresponde al esperado, o si está
por debajo o por encima del patrón de referencia.

La antropometría se usa
para sustentar o corregir la evaluación clínica, mediante la toma de mediciones
físicas periódicas durante un período determinado, en el cual se observa la
evolución del proceso, en comparación con tablas o curvas de referencia para
individuos sanos en la edad correspondiente.

Así se puede corroborar el
propio juicio clínico sobre si el niño o el joven observado crece o no de la
manera esperada. La talla o estatura y el peso son las mediciones más usadas
con este propósito, lo mismo que los diámetros de cabeza, tronco, cintura y
cadera, circunferencia del brazo y pliegues cutáneos.

La evaluación de las
dimensiones antropométricas es sin duda indispensable para determinar el estado
nutricional de individuos a nivel clínico y poblacional. Recientemente se ha
dado gran atención al desarrollo de estándares o patrones antropométricos, que
deben ser uniformes, si se desea hacer inferencias y comparaciones válidas
sobre el estado nutricional de individuos y poblaciones dentro de un país,
entre países y grupos socioeconómicos. Por ejemplo, un mismo individuo se puede
clasificar como obeso de acuerdo con un determinado estándar, o normal si se
utiliza otro distinto patrón de referencia3.

Los gráficos del Centro
Nacional de Estadísticas de la
Salud de los Estados Unidos son el patrón que más se sigue
para comparar los pesos y las tallas de los individuos según edad y sexo. Estas
curvas, que proporcionan percentiles basados en el peso, la altura, el sexo y
la edad cronológica, se construyeron a partir de una gran muestra de corte
transversal con probabilidad nacional, resultado de las Ecuestas de Salud de
los años 1963-65 y 1970-74, y datos complementarios del Fels Research
Institute.

Las curvas de crecimiento
de Stuart y Stevenson, basadas en estudios realizado en niños de Boston y de
Iowa City (Iowa) durante la década de 1950, y los estándares británicos sobre
velocidad de crecimiento en estatura y peso publicados por Tanner y Davis en
1985, se usan todavía en algunos centros de investigación.

Con estos patrones de
referencia, numerosos investigadores a nivel nacional y mundial, han podido
determinar la extensión y magnitud en que los niños presentan un crecimiento
normal, acelerado, o con retardo para la edad correspondiente.

Además, se siguen estos
estándares para inferir si los niños están obesos o desnutridos según su edad.
Sin embargo, se ha cuestionado su confiabilidad en la edad prepuberal y sobre
todo en la adolescencia, pues aunque se reconoce su utilidad para comparaciones
de grupos, estos gráficos no son adecuados para adolescentes en forma
individual3.

Por las razones anteriores,
es necesario estar atentos y tener en cuenta los riesgos de interpretación que
limitan las normas y patrones antropométricos de referencia actualmente en uso,
ya sea para la atención clínica o en la práctica de salud pública.

En respuesta a estas
inquietudes, la
Organización Mundial de la Salud ha formulado una serie de recomendaciones
sobre el uso apropiado de las mediciones antropométricas y su interpretación a
nivel individual o de población en diversas situaciones. La compilación de
datos de referencia para indicadores antropométricos; guías para el uso
apropiado de estos datos e indicadores de referencia; así como la
identificación de vacíos de conocimiento nuevos o aún no resueltos, requieren
estudios futuros4.

DESNUTRICION Y DESARROLLO CONGNOSCITIVO DEL NIÑO

Las ideas que se tenían
sobre la acción deletérea de la desnutrición en época temprana de la vida y su
efecto en el desarrollo del cerebro, evolucionaron considerablemente desde
mediados de la década de 1960.

Hasta esa época, se temía
que la desnutrición sufrida durante ciertos períodos sensitivos de la vida,
sobre todo al comienzo del desarrollo del niño, produciría cambios
irreversibles en el cerebro, acompañados probablemente de retardo mental y
trastornos en las funciones cerebrales.

Se sabe ahora, que la
mayoría de las cambios en el crecimiento de las estructuras cerebrales
eventualmente se recuperan en alguna medida, aunque perduran las alteraciones
en el hipocampo y el cerebelo.

Sin embargo, recientes
investigaciones neurofarmacológicas han revelado cambios duraderos, aunque no
permanentes, en la función neural receptora del cerebro, como resultado de un
episodio temprano de malnutrición energético-proteica.

Estos últimos hallazgos
indican que los tipos de comportamiento y funciones cognoscitivas alteradas por
la desnutrición, pueden estar más relacionados con respuestas emocionales a
situaciones de estrés, que a déficits cognoscitivos per se.

El rango de vulnerabilidad
por edad, de los efectos de la desnutrición a largo plazo, puede ser mucho
mayor de lo que se había sospechado y aún se desconoce el nivel mínimo de
desnutrición (déficit de ingesta de alimentos) que es necesario para producir
estas alteraciones de largo término5.

Gran parte de los estudios
sobre desnutrición y retardo mental se han realizado en niños de edad
preescolar, al reconocerse el papel esencial de la nutrición en el crecimiento
y desarrollo físico del niño.

Por esta razón, es
pertinente referirse a una de las más importantes investigaciones
internacionales sobre el tema. El estudio longitudinal sobre nutrición y
crecimiento infantil, realizado en cuatro comunidades rurales de Guatemala por
el Instituto de Nutrición de Centro América y Panamá (INCAP) en los años
1969-1977.

Esta investigación aportó
valiosa información sobre el efecto positivo de la suplementación alimentaria
en el desarrollo físico y cognoscitivo del menor de 3 años, pero no mostró
impacto sobre el crecimiento del niño entre los 3 y 7 años de vida. El
suplemento nutricional o «atole» (grupo experimental) consistió en una mezcla
de alto valor calórico y proteico que se suministró a las madres durante todo
el embarazo y a los niños6.

Después de diez años
(1988-1997), el INCAP realizó un estudio transversal en una muestra de 2,220
individuos pertenecientes al estudio inicial, aún residentes en las comunidades
originales, dirigido a evaluar los efectos que tuvo la mejoría de la nutrición
en los primeros años de vida, sobre sus condiciones actuales -físicas y de
capacidad funcional- como adolescentes y adultos.

Para evaluar el componente
de conducta y comportamiento, se obtuvo una muestra de 639 individuos entre 13
y 19 años de edad, a quienes se hicieron mediciones sobre manejo de
información, inteligencia, competencia funcional y logros educativos (pruebas
psicoeducacionales y de procesamiento de información).

Después de analizar varias
hipótesis alternativas, se concluyó que los cambios dietéticos producidos por
la suplementación alimentaria, dan la explicación más sólida a las diferencias
positivas observadas en las pruebas de comportamiento, en los individuos que
recibieron suplementación alimentaria durante los primeros años de vida7.

Entre los efectos a largo
plazo, se encontró mayor masa magra y estatura sobre todo en mujeres, mayor
capacidad de trabajo en los hombres y mejoramiento de la función intelectual en
ambos sexos. Sin embargo, la intervención nutricional no aceleró la maduración
durante la adolescencia, medida por la edad ósea y la menarquia.

Se concluye que la mejoría
del estado nutricional en los primeros años de vida tiene importantes efectos a
largo plazo en la adolescencia y la edad adulta8, lo cual por
inferencia podría considerarse como un factor favorable en el desempeño y
rendimiento intelectual del niño en la edad escolar.

NUTRICION Y RENDIMIENTO ESCOLAR

Los niños de edad escolar
no presentan, en general, una morbilidad elevada por causa de la desnutrición.
Han pasado los años de mayor riesgo en la primera infancia. La velocidad de
crecimiento es más lenta que en los primeros cinco años de vida y son capaces
de consumir todos los alimentos que componen la dieta familiar. De ordinario,
han adquirido un alto nivel de inmunidad, por lo menos contra algunas de las
infecciones y parasitosis más comunes.

Sin embargo, los escolares
de familias de bajos ingresos están a menudo mal alimentados y presentan signos
de malnutrición, incluyendo índices antropométricos por debajo de los promedios
nacionales, con baja talla o insuficiencia ponderal para la estatura y poca
grasa subcutánea, aunque sin síntomas suficientes para justificar su asistencia
a un servicio de salud.

Por esta razón, los niños
de edad escolar se deben incluir en encuestas transversales sobre nutrición o
realizar estudios longitudinales para evaluar su crecimiento y desarrollo,
mediante la ficha de salud que incluya determinaciones sucesivas del peso y la
estatura de cada alumno. Cuando estos datos existen y son dignos de crédito, su
análisis puede aportar información útil sobre el estado nutricional de la
población escolar de un país o región.

Las mediciones básicas
recomendadas en los escolares son el peso, la estatura, el pliegue cutáneo
tricipital y el perímetro braquial. Los resultados se expresan para cada sexo y
edad hasta el cumpleaños más próximo.

Como el crecimiento del
escolar es relativamente lento, se requiere un intervalo más largo para
demostrar un incremento significativo y mensurable en las mediciones
antropométricas. En general, entre los 5 y 10 años de edad el peso aumenta en
10% y la estatura en 5 cm
anualmente.

Los problemas inherentes a
la interpretación de las características del desarrollo en los escolares
mayores, incluyen las variaciones entre sujetos que alcanzan precoz o
tardíamente la madurez, la llegada de la menarquia en las mujeres y el retraso
del desarrollo que puede preceder al estirón de la pubertad9.

Es usual que los índices antropométricos
se utilicen para evaluar el estado nutricional del niño en el momento de su
ingreso a la escuela, como parte de los servicios de higiene escolar que
vigilan su salud y promueven estilos de vida saludable en la familia y la
comunidad.

Asimismo, estos índices
sirven para descubrir grupos expuestos a riesgo de desnutrición, que se pueden
beneficiar con programas de complementación alimentaria (restaurantes,
desayunos o almuerzos escolares), y para evaluar su eficacia en la prevención y
corrección de los problemas identificados.

Por otra parte, varios
países latinoamericanos realizan los llamados «censos de talla escolar,» pues
toman a este grupo como indicador de la situación nutricional de una población
respecto a prevalencia de desnutrición crónica, que se manifiesta entre otros
indicadores, con un retardo de crecimiento para la talla en el niño de edad
escolar.

También el grupo escolar
(6-12 años) ha servido, por acuerdo internacional, como unidad de observación
para estudios nacionales sobre prevalencia de desórdenes por deficiencia de
yodo, mediante la valoración del tamaño de la glándula tiroides y la excreción
urinaria de yodo.

Actualmente se han
propuesto estudios sobre la relación de niveles de zinc con el retardo de talla
en escolares, cuya alimentación es en términos generales satisfactoria en lo
que respecta a consumo calórico y proteico.

La desnutrición se acompaña
frecuentemente de deficiencia de algunos micronutrientes (especialmente hierro
y vitamina A), lo cual hace imperativo incluir su evaluación sistemática en
aquellas regiones o países donde se sabe que son más prevalentes.

Esto es sobre todo cierto
en el caso del hierro, cuya deficiencia se ha asociado con trastornos en el
desarrollo cognoscitivo y neurointegrativo de niños en edad preescolar y
escolar10.

Es pertinente señalar que
en un estudio transversal sobre una muestra representativa de población
escolar, en tres estratos socioeconómicos de la ciudad de Cali, se encontró que
7% de todos los niños tenía hematócrito deficiente y 17% hemoglobina por debajo
de 12 g/dl. Por nivel socioeconómico, la deficiencia de hemoglobina alcanzó 22%
en el estrato bajo y 12% en cada uno de los estratos medio y alto.

Sin embargo, la relación
entre anemia y rendimiento escolar fue inversamente proporcional a la
prevalencia de la primera11, lo que se pudo deber a la poca
sensibilidad del método utilizado (promedio de calificaciones académicas en el
momento del estudio).

En síntesis, aunque no hay
datos experimentales concretos sobre la relación de la nutrición con el
rendimiento intelectual del niño escolar, sí se puede decir enfáticamente que
la desnutrición en los primeros años de vida puede afectar el comportamiento y
el rendimiento del niño en esta etapa de su vida.

Se ha sugerido que, en
comparación con sus compañeros bien nutridos, el niño mal alimentado casi
siempre es indiferente, apático, desatento, con una capacidad limitada para
comprender y retener hechos, y con frecuencia se ausenta de la escuela. Todo
ello se refleja en el proceso de aprendizaje y en el rendimiento escolar12.

CONCLUSIONES

A pesar de que no se
dispone de información específica sobre la relación que existe entre estado
nutricional y desempeño escolar, sí se tienen elementos de juicio derivados de
estudios importantes sobre desnutrición y desarrollo intelectual en la edad
preescolar, que se pueden extrapolar con cautela para explorar la dinámica de
interrelaciones semejantes en la edad escolar.

En otras palabras, se puede
asumir que si un niño llega a la edad escolar después de haber padecido
desnutrición crónica en sus primero años, retardo en el crecimiento y atraso en
su desarrollo cognoscitivo, es bien probable que su rendimiento educativo se
vea afectado negativamente en alguna forma e intensidad.

De ahí la importancia de
mantener una óptima nutrición de la madre y el niño, prevenir la enfermedad y
asegurar el desarrollo del potencial genético de cada individuo, mediante
acciones de autocuidado y promoción de la salud, que empiezan desde el momento
de la concepción y continúan durante todo el período del crecimiento y
desarrollo del niño.

En esta tarea, el
conocimiento que se tenga sobre la interrelación de nutrición, salud y
desarrollo intelectual, tanto a nivel de la familia como de las instituciones
responsables de la salud de madres y niños, será factor básico para asegurar la
incorporación normal del niño a la escuela.

Asimismo, el rendimiento
del niño en la escuela dependerá en grado sumo de las facilidades físicas
existentes y de la capacidad pedagógica e interés de los maestros por
desarrollar en sus educandos todo su potencial intelectivo.

Un buen ambiente escolar,
unido a condiciones mínimas de bienestar económico y psicosocial en la familia,
que incluya una alimentación saludable para el niño, son elementos indispensables
para el éxito del niño en la escuela.

Por otra parte, los
servicios de salud escolar pueden jugar un papel importante en la realización
de estudios que permitan avanzar el conocimiento sobre las relaciones que
existen entre nutrición, salud y rendimiento escolar. Es un campo abierto para
la investigación epidemiológica de los factores implicados en estos procesos.

SUMMARY: Present knowledge on the
interrelationship between nutrition and cognitive development lacks enough hard
data to establish the association of malnutrition and school child performance.
Recognizing these limitation, a summary of basic concepts on child growth and
development are presented along with recent research findings on malnutrition
and mental development during the preschool years. It is assumed that the
cognitive function of the school child and its intellectual output are
influenced by previous nutritional status and the psychosocial environment
surrounding its growth and development. Neuropharmacological studies reveal
lasting changes though not permanent in the neuroreceptor function of the brain
as a result of early episodes of malnutrition. These findings suggest that the
altered cognitive functions are more related to emotional response to stressful
situations than to cognitive deficits per se. It is expected that this review
may be useful to educators and health workers in providing direct schoolchild
health and education services and imple-menting relevant studies in this
important research field.

REFERENCIAS

  1. Harper PA. Preventive pediatrics. Child health
    and development. New York; Appleton-Century-Crofts, 1962.
  2. Daza CH. La transición nutricional en América
    Latina. El problema epidemiológico de la obesidad. Conferencia
    Internacional de Promoción de la Salud. Santafé de Bogotá; Ministerio de
    Salud de Colombia, OPS/OMS, 1992.
  3. Frisancho AR. Anthropometric standards for the
    assessment of growth and nutritional status. Ann Arbor; The University of
    Michigan Press, 1990.
  4. World Health Organization. Physical status: The use
    and interpretation of anthropometry. Report of a WHO Expert Committee.
    Geneva; WHO Technical Report Series No. 854, 1995.
  5. Levitsky DA, Struppp BJ. Malnutrition and the
    brain: changing concepts, changing concerns. J Nutr 1995; S125: 2212-20.
  6. Martorell R, Scrimshaw NS. The effects of
    improved nutrition in early childhood: The Institute of Nutrition of
    Central America and Panamá (INCAP). Follow-up study. J Nutr 1995; S125: 4.
  7. Pollitt E, Gorman K, Engle PL, Rivera JA,
    Martorell R. Nutrition in early life and the fullfilment of intellectual
    potential. J Nutr 1995; S125: 1111-18.
  8. Martorell R. Results and implications of the
    INCAP follow-up study. J Nutr 1995; S125: 1127-38.
  9. Jelliffe DB. Evaluación del estado de nutrición
    de la comunidad. Ginebra; OMS Serie de Monografías No. 53, 1968.
  10. Pollitt E. Funtional significance of the
    covariance between protein energy malnutrition and iron deficiency anemia.
    J Nutr 1995; S125: 2272-77.
  11. Fajardo LF, Escobar MV, Gracia B, Angel LM,
    Lareo L, Romero H. Relación entre los niveles de hemoglobina, hierro y
    ferritina, y el rendimiento académico en una población escolar. Colombia
    Med 1991; 22:109-14.
  12. Horwitz A. El costo de la malnutrición en
    vigilancia alimentaria y nutricional en la Américas. Conferencia
    Internacional, México. Washington; OPS, Publicación Científica Nº 516,
    1989.

Carlos Hernán Daza, M.D., M.Sc., M.P.H.2
1. Conferencia dictada en el VIII Congreso Nacional de Nutrición y Dietética,
Cali, agosto 14-15, 1997.
2. Profesor Epidemiología Nutricional, Escuela de Salud Pública, Facultad de
Salud, Universidad del Valle, Cali.

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter