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El sentido de la Filosofía del Derecho en la actualidad (página 2)




Enviado por Mayda Hocevar



Partes: 1, 2

Entonces me pregunto, suponiendo la autonomía del
obrar y del pensar:

¿Hay alguien que desee substituir la representación por la
participación? ¿Hay alguien que desee substituir
el estado de
bienestar por la solidaridad?
¿Hay alguien que desee substituir la industria del
ocio y del tiempo libre a
favor del placer y la felicidad? ¿Hay alguien que pueda
definir la felicidad y el placer, y, además, conocer las
vías de acceso a ellos? Decía Angel Cappelletti 4
que en la cobardía humana y en el miedo se encontraba la
explicación genealógica del Estado, de la
autoridad y
del Derecho. Y todos somos cobardes, puesto que necesitamos del
poder
consubstanciado con la amenaza del castigo.

Las ciencias no
tienen un progreso lineal. Como lo reconocía Thomas Kuhn,
en ciertas épocas ciertos fenómenos se ponen a la
luz, y en
otras épocas se ocultan.

La historia del
Derecho es la historia de la
civilización, y el terreno de la civilización ha
sido equivalente al dominio del
Derecho. La historia de la civilización europea es la
historia del hombre que se
cree separado de la naturaleza,
que estudia, determina y objetiva. El colonialismo y el imperialismo
quisieron llevar a los pueblos al terreno de la
civilización, y con ello al terreno del Derecho, por medio
de explotarlos, desconocer su dignidad y sus
derechos
más fundamentales. La colonización del salvaje es
análoga a la de la naturaleza que, como el salvaje, ya
está a apunto de extinguirse.

En la manera tradicional de hacer derecho, el mismo es
visto meramente como conjunto normativo. Pero quizás sea
más interesante ver cómo funcionan los sistemas sociales
y qué función
juegan y qué lugar ocupan las normas
jurídicas en estos sistemas sociales. El método
tradicional es sobre todo exégesis de normas o de principios y
conceptos sobre los cuales se intenta construir un orden
jurídico entendido como conjunto de preceptos. Lo que hoy
en día debemos privilegiar, es sobre todo la
intención que subyace a esas normas. Las ciencias sociales
deben ser preparadigmáticas para poder combinar
múltiples paradigmas a
fin de ajustarse a una realidad que se manifiesta de manera
múltiple —y, así, ser
multiparadigmáticas—. Las teorías
más individualistas, que enfatizan la acción
social, y las colectivistas, que enfatizan la estructura
social, se complementan mútuamente. Y cada teoría
implica una definición determinada de
"Derecho".

4Cappelletti, Angel. Comunicación personal.

—————————————-

Para Max Weber, el
orden jurídico implica medios
coercitivos a través de un aparato específico que
provee la aplicación de esos medios
coercitivos.

Boaventura de Sousa Santos, en sus investigaciones
sobre las favelas de Río de Janeiro, encontró que
las Asociaciones de Vecinos eran órdenes jurídicos,
pero también que los órdenes jurídicos los
constituían los grupos criminales
de tráfico de drogas y
así sucesivamente, pues estos tenían aparatos
coercitivos que les daban la posibilidad de obligar —y de
hecho obligaban—.

En los modos de producción social de la juridicidad
intervienen dos factores, como lo son la
institucionalización de la vida jurídica y el poder
de los instrumentos de coerción. En esta línea, el
derecho sería el conjunto de procesos
regularizados, de principios normativos considerados justiciables
en determinado grupo, que
contribuyen a la creación y prevención de litigios
y a la regulación de éstos a través de un
discurso
argumentativo de variable amplitud, apoyado o no por la fuerza
organizada. El derecho no tiene una realidad determinada. Es una
regulación para un orden social. Si bien los
antropólogos han mostrado la relatividad de los Derechos,
los juristas se han negado a aceptar esta realidad relativa,
aduciendo que todo derecho que no se ajuste al modelo
típicamente moderno no es Derecho, y que, por lo tanto,
las sociedades que
se caractericen por poseer un modelo alterno o no tradicional de
derecho, serían sociedades sin Derecho.

La alternativa al Derecho estatal está
implícita en el hecho de que hay informalidades dentro del
Derecho estatal y, en cambio,
situaciones jurídicas muy formales no reconocidas por el
Estado. Coexisten el policentrismo y el monocentrismo, entendido
el primero como la aparición fragmentaria de varios
núcleos que pueden ser fuente de derecho o de
regulación jurídica. La hegemonía permite
por primera vez poner en el mismo nivel el derecho del Estado y
el de la mafia, y vérnoslas con nuevas formas de asumir la
regulación jurídica.

Lo más importante no es tanto el objeto como la
proyección o acción por la cual vamos a
vérnoslas con el objeto. Una nueva dinámica o dialéctica entre
teoría y práctica nos permitiría descubrir
los elementos nuevos que confirmarían o no nuestras
categorías.

El mundo de lo jurídico está conformado
por el mundo de las normas, las instituciones
que ponen en práctica o modifican dichas normas, la
dinámica funcional del tejido social, los profesionales
del Derecho (jueces, abogados, procuradores, notarios) y la
cultura legal.
Esta última debe ser entendida como el conjunto de
actitudes o
predisposiciones básicas de la gente hacia el derecho y
los valores
con los que lo asocian —o sea, como estados de
opinión—. Estos últimos pueden
pertenecer

al nivel interno —la opinión que tienen del
derecho los mismos operadores jurídicos o profesionales
del derecho— o al nivel externo — la opinión
que tiene el ciudadano medio y en general quienes no son
profesionales del Derecho. En este último plano hay una
imagen ambigua
del juez y del Derecho, pues por una parte se los considera
necesarios, y por la otra se tiene mala imagen de
ellos.

Las escuelas de Derecho dominantes en nuestro medio han
considerado el Derecho y la Ley como un
fenómeno general y común a todas las sociedades.
Pero por otro lado el Derecho y la Ley se identifican de manera
restringida con un tipo particular de sistema legal
moderno. Según la primera concepción, se hace
imposible entender la noción de aparición o
desaparición del Derecho.

En la segunda concepción, se hace imposible hacer
uso de los estudios comparativos con respecto al lugar que ocupa
el derecho en una amplia gamma de sociedades. De allí que,
según la obra de Roberto Unger Law in Modern Societies,
necesitemos de un aparato conceptual que nos permita distinguir
el sentido en el cual la ley o el derecho es un fenómeno
universal, de aquél en el cual el Derecho es algo que
distingue ciertos tipos de sociedades. Unger aboga por la
utopía de un Derecho no-público y no-positivo, en
la medida en que se desenvolvería en sociedades en las
cuales no existe una clara división entre gobernantes y
gobernados, o entre sociedad y
Estado. Y esto me recuerda una crónica del descubrimiento
de América
tomada del relato Viaje al continente americano, de
Américo Vespucio, que apareció en el Suplemento
Dominical del Ultimas Noticias el
domingo pasado. Refiriéndose a las características
de nuestros indígenas de esa época, Vespucio
decía:

«Ellos no tienen jefes ni capitanes, caminan sin
guardar orden, como dueño cada uno de sí mismo.
No pelean por el deseo de extender su dominio, sino por la
antigua enemistad, grabada de muy atrás en los
corazones. Y, habiéndoles preguntado la causa de la
enemistad, no han dado otra razón que la de vengar las
muertes de sus ascendientes. Viven en su libertad; no
obedecen a nadie ni tienen ley ni señor. Sus riquezas
son plumas de aves de
varios colores, o
láminas y cuentas que
hacen de los huesos de los
peces o de
piedrecitas verdes y blancas, a la manera de las cuentas gordas
de nuestros rosarios. Reputan también por alhajas y
riquezas, otras cosas fútiles que nosotros despreciamos.
El oro, las
piedras preciosas, las joyas y demás cosas de esta
clase, que
en Europa
reputamos por riquezas, no las estiman en nada; antes bien, las
desprecian y no hacen diligencia alguna por
tenerlas.»

Yo me pregunto, ¿con qué concepción
del derecho nos quedamos?

La idea de respeto a la
integridad del ser humano, la idea de justicia, de
los derechos humanos,
la concepción de un derecho
natural y los demás valores,
remiten y parecen estar asentados en la noción de
"naturaleza
humana", de la unidad y la universalidad de ésta. Yo
me pregunto, ¿podemos proclamar sin más como
enteramente cierto que hay una naturaleza humana única,
universal y común a todos los individuos de la
especie?

Esta noción de naturaleza humana se hace
excluyente y en consecuencia no-universal y no-única desde
el momento en que se identifica con una creación de una
cultura particular —la occidental— en un momento
específico —el moderno— y, por oscuros
designios de los ciclos cósmico-caóticos, se impuso
a la totalidad de la humanidad, silenciando otras visiones tanto
micro como macrocósmicas. Como señaló ya
Heidegger, para el humanismo el
homo humanus es el homo romanus, heredero de la cultura y por
ende de la humanidad griega.

En la polémica entre Chomski y Foucault sobre la
naturaleza humana, "La justicia versus el poder"5, el ultimo
afirmaba que no fue mediante el estudio de la naturaleza humana
que los lingüistas descubrieron las leyes de la
mutación consonante, o Freud los
principios del análisis de los sueños, o los
antropólogos de la cultura la estructura de los mitos. En la
historia del conocimiento,
la noción de naturaleza humana había jugado
básicamente el rol de la designación de ciertos
tipos de discursos en
relación a o en oposición a la teología, a
la biología o
a la historia. Nuestra tarea, dice Foucault, es la de separar
estos esquemas utópicos, esta búsqueda de primeros
principios y preguntarnos en su lugar: ¿cómo opera
realmente el poder en nuestras sociedades? La tarea política real en una
sociedad como la nuestra es la de criticar la labor de las
instituciones que se presentan tanto neutrales como
independientes, criticarlas de una manera tal que la violencia
política que siempre se ha ejercido oscuramente a
través de ellas, se desenmascare, a fin de
combatirlas.

¿Cuál es la naturaleza humana
común? ¿La que sostiene y legitima los discursos
que me dicen que me tengo que volver loco y me etiquetan como
esquizofrénico, paranoico y pare usted de contar si me
separan de mi madre a una cierta edad y luego me llevan a una
civilización psicótica como la nuestra para que me
diagnostiquen? ¿La que me dice que la economía de la
abundancia en la sociedad indivisa de los araucanos era
indigencia e incapacidad de desarrollar la economía, o que
la disciplina de
los guerreros de dicha etnia antes de
la llegada de los españoles era traumatizante? ¿La
que ve la locura en las prácticas extáticas de los
pueblos chamánicos y en las danzas lúdicas de los
aborígenes australianos que actualmente cientos de miles
de norteamericanos "civilizados" practican con frenesí?
¿La que normaliza la patología del trabajo
alienado a tiempo completo, la competitividad
como medio para agotar los recursos
naturales maximizando la producción y el consumo
de objetos materiales o
simbólicos (intelectuales
o artísticos) que en verdad no necesitamos y que
sólo tienen por objeto permitirnos pasar la vida evadiendo
el miedo, el dolor y la muerte,
aferrados a un ilusorio bienestar a fin de poder olvidar y dejar
a un lado nuestra tarea más fundamental, que, como
decía Lionel Pedrique6 es la de conocernos a nosotros
mismos? ¿Dónde hay una mayor amenaza a la
integridad de la persona humana,
en las niñas de las etnias birmanas y africanas a quienes
desde muy temprana edad se les colocaba anillos para hacerlas
más bellas y deseables estirando considerablemente sus
cuellos —o sea, en base a una peculiar motivación
estética—, o en las niñas
gimnastas rumanas, chinas, estadounidenses o rusas cuyos cuerpos
y almas se deforman sometiéndolas desde la mas tierna
infancia a
ejercicios corporales exageradamente extenuantes y torturantes en
aras de la competitividad de los Estados, y de la autoestima
subsiguiente, sin mencionar el negocio lucrativo que está
detrás de todo esto? ¿Y dónde hay una mayor
autoestima: entre los polinesios que aprendieron de los ingleses
a jugar el fútbol y cuyos equipos se intercalan
simétricamente las victorias, de modo que a uno lo toca
ganar el primer partido y al otro el segundo y así
sucesivamente, o entre quienes ponen a miles de individuos a
competir por una única medalla de oro, de modo que la
autoestima sea para uno sólo y la vergüenza para el
resto, preparando con ello el terreno para que los desheredados,
los hambrientos y los desposeídos que se encuentran entre
los perdedores de la competencia
neoliberal obtengan una gran autoestima de su intolerable
miseria?

No hay duda de que la mutilación del
clítoris es una aberración, incluso si ello se hace
por motivos mágico- religiosos, pero ¿qué
decir de cuando, en nuestro siglo, el "ilustrado" gobierno inglés
hacía cortar los dedos de las niñas hindúes
para impedir que hilaran y así asegurar el enorme mercado del Sur
de Asia para los
productos
textiles industriales anglosajones —no por motivos
mágicos o religiosos, sino en plena conciencia de que
ello era un crimen desde sus puntos de vista institucionalizados
por la sociedad inglesa—? ¿Es la naturaleza humana
la de quienes asesinan el planeta y la totalidad de sus
habitantes, o la de quienes consideran como su única
función mantener vivo el planeta? Sin duda la naturaleza
humana es la de quienes manejan las compañías
petroleras y no la de la etnia u’wa de Colombia, que
para mantener vivo al planeta quieren impedir que la Shell y la
Oxy le saquen la sangre,
amenazando con cometer suicidio en masa
si se inicia la explotación. No hay duda de que drogas
como la cocaína y
la heroína pueden acabar con la fábrica de la
sociedad; sin embargo, cuál es la naturaleza humana:
¿la de los indígenas que por motivos mágicos
y religiosos consumen el peyote y la de los brahmanes de la
India que
deben consumir ritualmente cannabis por lo menos una vez a la
semana, o la de los ingleses que obligaron a la corte ch’in
a aceptar el ingreso a China y la
distribución allí del opio que ellos
cultivaban en India, por medio de una invasión naval en la
que participaron dos fragatas enviadas por el gobierno de los EE.
UU.? ¿Es la naturaleza humana la del gobierno
holandés que ha logrado reducir el consumo de drogas por
medio de la despenalización de algunas, o la del
expresidente estadounidense John Quincey Adams, que afirmó
que la negativa de la corte ch’in a permitir la entrada del
opio inglés era un atentado contra los derechos humanos y
el libre comercio, y
quien hacía un uso no ritual, sino estupidizante, del
alcohol?

—————–

5Rabinow, Paul. Editor. The Foucault Reader. An
Introduction to Foucault's Thought.Penguin

Books. Londres. 1991

6Pedrique, Lionel. Ponencia presentada en el
III Encuentro Nacional de Profesores de
Filosofía

del Derecho y Disciplinas Conexas, celebrado en
Mérida los días 16, 17 y 18 de octubre
de

1997.

——————-

La crisis
ecológica implica un sufrimiento humano intolerable,
quizás más sostenido que el de las pobres
niña mutiladas. ¿Y qué decir del
vacío y la despersonalización que dimanan de la
obligación de estar volcados durante toda nuestra vida
hacia el exterior?

El año pasado, en Glasgow, el Prof. Peter Sack 7
se preguntaba si la aldea global que supera las distancias
físicas gracias a eliminar el contacto físico entre
la gente supone una sociedad buena o deseable.

¿Podemos mantener relaciones sociales sin
contacto físico directo a través de nuestros
sentidos? ¿Tienen los seres humanos una vida social si
ellos, metafóricamente hablando, se ven entre sí
sólo a través de binoculares, se hablan sólo
a través de megáfonos, se escuchan sólo a
través de trompetas, se tocan sólo a través
de palos, y más nunca se olerán o saborearán
hasta que una tecnología para
teleolerse o telesaborearse se haya desarrollado y comercializado
globalmente? Como señala Elías Capriles8, la
esencia de la aldea es la
comunicación interactiva personal, horizontal e
igualitaria, contraria a la unidireccionalidad vertical de los
mass media e incluso al trato con máquinas
en la interacción por medio de la Web. Peter Sack
dice que la sociología está muerta en la aldea
global, no porque se haya probado incapaz de entender lo social,
sino más bien porque lo social ha desaparecido como objeto
de estudio empírico y la sociología se ha
transformado en ingeniería social. La atracción que
por la
globalización sienten los poderes es autoevidente,
cuando su propia supervivencia y la extensión de sus
imperios dependen de su universalización.

————

7Sack, Peter. Globalization and the Social
Science. ¿What's in there for us? Ponencia

presentada en el Congreso Internacional de
Sociología
Jurídica: Globalization and the Quest for Justice,
celebrado en Glasgow, Escocia en Julio de 1996.

8Capriles, Elías. Individuo,
sociedad, ecosistema.
Consejo de Publicaciones de la Universidad de
Los Andes. Mérida. 1994

——————-

Desde una perspectiva económica, la globalización consistió en la
ruptura de las barreras con las que los menos poderosos
intentaban —si bien inefectivamente— contener la
arremetida expoliadora de los más poderosos. La Organización Mundial de Comercio quiere
prohibir que se haga referencia al origen orgánico,
tratado químicamente o manipulado genéticamente de
los alimentos,
aduciendo que ello implica una discriminación que equivale a levantar
barreras comerciales. No habrá manera, pues, de saber
cuál es el soya manipulado genéticamente para
resistir enormes dosis de herbicidas y por ende contaminado con
éstas. Economía global no significa mercado libre;
ciertamente no significa acceso común a los recursos o a una
misma gamma de bienes y
servicios.

Cambian los conceptos y en cierta medida los discursos;
algunos suenan más bonitos y nos acurrucan más
tibiamente, pero creo que el problema esencial sigue siendo el
problema de dominación y de poder egoísta humano
(al cual no conmueven, por cierto, los amanerados discursos sobre
la bondad y la justicia): el que ya en la Antigüedad
plantearon los sofistas y que luego se erigió como tema
central del marxismo.
Estudios etnológicos, antropológicos y
arqueológicos han mostrado que el problema de la carencia
de bienes y recursos surgió como un problema debido a
factores mentales y no materiales. Cauvin9 muestra que no
había escasez de piezas
de caza, pesca y
recolección que hiciera necesaria la transición de
las dos o tres horas de juego que
requería la vida preagrícola, a las 10 o 12 horas
de arduo trabajo necesarios para la agricultura:
la transición habría tenido su origen en una
mutación espiritual, semejante a la caída
bíblica. Pierre Clastres mostró que los amerindios
menos "civilizados" tenían una sociedad de la abundancia y
que no producían riquezas porque se sentían
espiritualmente plenos y porque estaban conscientes de que "el
granero de la naturaleza siempre está lleno". No es cierto
que haya que recurrir a la agroindustria que ha sahelizado y
transformado en desiertos los suelos de
México
y la India para alimentar a una población en aumento incontenible; en
cambio, un grupo de antropólogos que restauró en
Perú un sistema precolombino de canales de riego y
fertilización natural obtuvo con su ayuda, y sin la de
fertilizantes químicos, un rendimiento por hectárea
muchísimo mayor que el rendimiento promedio obtenido con
la ayuda de fertilizantes químicos en otros
lugares.

————-

9Cfr. Capriles, Elías. Opere
citate.

————-

Por su parte, Frances Moore Lappé y Joseph
Collins, del Institute for Food Policy de San Francisco,
California, han mostrado que la comida producida en el globo, de
ser bien utilizada, podría proporcionar una dieta adecuada
a 8000 millones de personas. No obstante, la desnutrición sigue aumentando
vertiginosamente a nivel global, se siguen produciendo hambrunas
en regiones del Tercer Mundo (en 1992, la más terrible ha
sido la de Somalia, aunque Etiopía parece dirigirse en la
misma dirección) y, ya para fines de 1988, cada
día morían de hambre 40.000 niños
en las zonas menos industrializadas de nuestro planeta. Esto se
debe al hecho de que la mayor parte de la proteína vegetal
que nos proporciona la agricultura es utilizada para alimentar
ganado y aves de corral a fin de producir pequeñas
cantidades de proteína animal para el consumo de quienes
detentan un mayor poder económico, a la desigual e injusta
distribución de los bienes de producción
—sobre todo, de las tierras productivas— y de la
riqueza material en general, y a la siempre creciente
explotación a la que el Norte industrial ha sometido a las
naciones del Sur. Todos sabemos de la enorme cantidad de litros
de leche que se
botan diariamente al lago de Maracaibo y a las aguas de todo el
mundo a fin de mantener el precio del
producto. En
un crucero que hice por el Caribe hace ya años,
veía cómo antes de entrar a puerto se botaban al
mar cantidades de las más finas comidas. El problema no es
tan simple como para decir que este radica solo en una escasez de
recursos.

No dejo de apreciar lo que consideramos como los grandes
logros de nuestra civilización actual y como
superación de épocas de barbarie, y de admirarme
ante el enorme proceso de
trabajo humano que significó la adquisición de
estos logros: la salubridad pública, la noción de
derechos humanos, el estado social de derecho, el acceso por
igual a la justicia, la educación
pública, la igualación de las oportunidades para
acceder a los espacios competitivos, etc.

Ahora bien, ¿son ellos en términos
generales algo real, o meramente nominal? La gran mayoría
de los humanos que pueblan el planeta está al margen de
todo esto, en las sombras que proyectan las encandilantes luces
de los derechos humanos, el acceso a la justicia, el estado
social de derecho, la democracia,
las libertades fundamentales, la dignidad humana…
Entonces¿ de quién estamos hablando, y hacia quien
se dirigen nuestras palabras? ¿No les parece que se
pierden en los ecos de un entorno rocoso y
vacío?

Publicado en la revista
Dikaiosyne

Mayda Hocevar

Universidad de los Andes

Partes: 1, 2
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