Monografias.com > Estudio Social
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El errante Ángelus Novus


Partes: 1, 2

    1. Modernidad
      y secularización: la dimensión heurística
      en la teoría sociológica
    2. Secularización
      I, la diferencia en la mirada del
      Ángelus
    3. ¿Es
      indispensable reconstruir la categoría
      secularización?
    4. Bibliografía

    Ambigüedades en Torno a la
    Secularización

    ¿Dónde estoy? ¿A
    dónde voy?

    Antes había aquí un
    sendero,

    ahora hay un montón de
    escombros.

    Y donde el camino era liso para
    venir

    la rocalla me cierra el
    paso.

    En vano subo y bajo;

    ¿Dónde topo yo con mis
    esfinges?

    Reclamo de Fausto a
    Mefistófeles
    .

    "Hay un cuadro de Klee (1920) que se titula
    Ángelus Novus. Se ve en él a un
    Ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre
    lo cual clava su mirada. Tiene los ojos desencajado, la boca
    abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese
    aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que
    para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos,
    él ve una catástrofe única, que acumula sin
    cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El
    ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y
    recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del
    Paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el
    ángel no puede plegarlas.

    Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el
    futuro, al cual vuelve las espaldas mientras el cúmulo de
    ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo
    que llamamos progreso". Con esta metáfora Walter Benjamin
    intenta explicar el marco de la modernidad sobre
    la cual la sociedad ha
    construido una ilusión de progreso ascendente donde los
    viejos esquemas quedan atrás y la promesa de un futuro
    pleno se abre en el horizonte. Entre las ruinas queda la religión como algo
    superado y sobre el cual el ser mítico quisiera regresar,
    buscando quizá la vieja certidumbre de un orden que se
    imponga al caos que vive en la tempestad. El Ángelus Novus
    no es otra cosa que la imagen que la
    sociedad moderna se ha construido de sí misma.

    La metáfora es poderosamente sugestiva para
    abordar el tema de la secularización. Por un lado parece
    imponerse el esquema de la razón ascendente sobre
    cualquier otra mirada del mundo. Por otro, y de manera
    simultánea, es el ángel quien voltea sobre las
    ruinas, no para regresar, sino para tener un sentido del rumbo de
    su vuelo. Si no pudiera reconocer la distancia que le separa de
    las ruinas no podría establecer su ruta, no
    distinguiría entre el cielo y la tierra. Es
    en la metáfora de la tormenta que las ciencias
    sociales intentan explicar el despegue del vuelo y los
    asideros confiables para alcanzar la promesa de un supuesto
    Paraíso.

    La secularización es en este caso el interregno
    (por demás ambiguo) que separa lo religioso de la
    razón, lo tradicional de lo moderno, la decadencia de lo
    inédito. Sobre la categoría secularización
    se ha construido gran parte de la semántica de la modernidad,
    señalándola en diferentes direcciones:
    diferenciación de esferas sociales, privatización, individuación,
    transposición de creencias y modelos de
    comportamiento, desinterés de la sociedad
    por la religión y desacralización del mundo. Vista
    de esta manera, lo sagrado quedaba como una etapa superada por el
    desarrollo de
    la modernidad. Sin embargo, el incremento recurrente de
    acontecimientos donde la religión es central ha dado al
    traste con esta idealización de un progreso lineal y
    secular. Tenemos que dar cuenta del por qué lo religioso
    se nos presenta más vivo que nunca, cuando había
    sido fijado como ruina del pasado.

    El problema no es entonces de la religión, sino
    de los esquemas heurísticos sobre los que las ciencias
    sociales han hecho sus diagnósticos de la modernidad.
    Recordemos que son las ciencias sociales las que se erigen en la
    conciencia de la
    modernidad, buscando explicar las formas en que es posible el
    orden social y la cooperación entre los individuos
    más allá del cálculo
    egoísta.

    Para conseguir este propósito fue necesario
    establecer distinciones en tiempo y
    espacio que le permitieran reconocer su unicidad. Una de estas
    distinciones fue la religión, la cual actuaba en sociedades
    consideradas pre-modernas como el eje del orden social. Era
    necesario explicar la distinción de ese orden basado en la
    religión respecto a un orden distinto en la sociedad
    contemporánea. Se estableció así un juego de
    espejos en que a través del otro se pudiera reconocer uno.
    Los estudios de los clásicos en sociología así lo muestran. No es
    gratuito que todos ellos hayan elaborado análisis sobre las distinciones del
    anterior orden religioso y el nuevo orden social. Pero no
    trataban de establecer un esquema jerárquico entre el
    pasado y el presente donde la religión era simplemente un
    fósil sobre el cual se investiga. Por el contrario,
    veían la necesidad de intercalar la descripción de las funciones
    anteriores de la religión y lo que ésta tiene que
    ver con el orden social contemporáneo.

    Sin embargo, los pensadores contemporáneos
    simplificaron la lectura de
    los clásicos sobre la religión y establecieron la
    categoría secularización como una condición
    sine quo non sobre la que la modernidad fue posible. La
    categoría secularización se convirtió en un
    axioma sobre la cual se explicaba cómo la sociedad moderna
    se distanciaba de la tradición para acceder al plexo de la
    racionalidad. Un axioma no es discutible y con el paso del tiempo
    se vuelve una condición natural de un periodo, un
    Zeitgeist del que no podemos escapar.

    La naturalización de la secularización
    eliminó toda posibilidad de historizar el concepto, es
    decir, observarlo como una construcción – histórica y hasta
    ideológica- que la
    Ilustración, y posteriormente las ciencias sociales,
    establecieron para explicar los cambios del orden
    social.

    La naturalización de la categoría
    permitió establecer una distinción de tipo
    deontológico: un deber ser de lo moderno frente a lo que
    es deseable excluir, en este caso la religión. De esta
    manera era posible explicar la decadencia de la religión y
    el surgimiento de otras formas en un orden social donde el eje
    religioso es prescindible: Habermas en sus distintos trabajos
    apuesta a que la ética
    comunicativa es la heredera de lo religioso, Alexander por su
    parte cree en los valores
    culturales como sustitutos de las cosmogonías establecidas
    en las sociedades tradicionales, mientras que Giddens apuesta a
    una transformación de los esquemas de confianza y conocimiento
    que la modernidad proporciona frente al mundo como sustitutos de
    la religión.

    A pesar de fijar el proceso de
    secularización como indispensable para comprender las
    transformaciones de la sociedad, los pensadores
    contemporáneos no definen lo que entienden por dicho
    proceso. En el mejor caso explicitan lo que Weber y
    Durkheim
    realizaron en sus respectivos trabajos, partiendo de esos
    supuestos para analizar los cambios. Diluyen el concepto en
    esquemas comprensivos más amplios, y en algunos casos la
    categoría parece volverse accesoria y no sustantiva para
    la metateoría.

    Esto ha dado pauta para la ambigüedad de la
    categoría, apuntado hacia una polisemia del significado.
    Lo interesante de la ambigüedad es que no queda sólo
    en una discusión de tipo filológico o
    semántico. Por el contrario, la indefinición deja
    abierto la dimensión normativa sobre la cual se imagina
    una sociedad mejor o, en todo caso, como apaciguar las angustias
    existenciales de una sociedad que, como el Ángelus
    Novus
    , se muestra
    errático en su vuelo a un Paraíso que quizá
    no existe. Recordemos que el mundo es demasiado complejo para ser
    gobernado por axiomas. Y ello nos lleva entonces a cuestionarnos
    sobre lo heurístico de la secularización y la
    amplitud para comprender la complejidad del fenómeno
    religioso. ¿Cuál es la diferencia entre el concepto
    y el fenómeno? ¿Cuál es el papel social de
    lo religioso en la modernidad? ¿Es necesario reconstruir
    la discusión sobre la categoría o es necesario
    fijar un nuevo esquema heurístico que nos permita incluir
    a lo religioso como un fenómeno tan moderno y secular como
    otros ámbitos? Para ello es necesario revisar brevemente
    algunas consideraciones que la teoría
    sociológica contemporánea ha fijado al
    respecto.

    Partes: 1, 2

    Página siguiente 

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter