- La
tradición del humor crítico - El
decálogo de Barcelona - "Somos como una
banda de rock" - Un
estilo, un lenguaje - Conclusiones
Aparecido en el 2003, el tabloide Barcelona se ha
convertido en el más polémico producto de la
prensa
independiente argentina después la crisis del
2001. Son periodistas profesionales que declaran funcionar como
"una banda de rock". Su
fórmula es el humor políticamente incorrecto, la
parodia de los medios
tradicionales y los principios
periodísticos, y su agenda de notas falsas está
marcada por la coyuntura diaria.
Lo primero que provoca el quincenario Barcelona
(www.revistaBarcelona.com.ar) es una carcajada cómplice o
una arrebata indignación, pero nunca la indiferencia. Por
eso, Barcelona es más que una revista
divertida: se define como una publicación política y se vale de
un humor radical e "incorrecto" para dar testimonio de un
malestar generalizado. Sus casi 100 ediciones son producto
directo de la crisis argentina del 2001 y de la evolución de un país que dejó
de creer en todo.
Aún haciendo un recorte histórico, es
inevitable recordar que la ficción en la prensa argentina
ha estado
presente en las últimas décadas. La sangrienta
dictadura militar
que se inauguró con el golpe de 1976 mantuvo un fuerte
control de los
medios, y desde su primer comunicado advirtieron que no
aceptarían "ninguna forma de oposición". Esto
implicó una sangrienta Guerra Sucia,
que tuvo como saldo alrededor de 30 mil desaparecidos, y dentro
de ellos alrededor de 100 periodistas. La cobertura de la Guerra
de las Malvinas entre
Argentina y Gran Bretaña fue quizás el punto
álgido del control sobre la información que mantenía el
régimen militar. La desinformación fue tan grave
que la opinión
pública quedó sorprendida cuando en 1982
perdieron una guerra que los medios daban por ganada. Esto devino
también en la caída de la dictadura y la
vuelta a la democracia en
1983.
El gobierno
democrático de Raúl Alfonsín enfrentó
una grave crisis económica, manifestada en altos
índices inflacionarios, que le obligaron a dejar el cargo
antes de concluir su mandato. Su sucesor Carlos Menem impuso la
Ley de
Convertibilidad en 1991 que detuvo la inflación
(congelando el valor de un
peso en un dólar, el famoso uno a uno), y adoptó
una política
económica neoliberal, apoyada en una ola de privatizaciones, reducción de aranceles a
los productos
importados y desregulación de los mercados. Estas
medidas contribuyeron a aumentar la inversión, las exportaciones y
el crecimiento con precios
estables, pero también promovieron la
desindustrialización, y aumentaron la vulnerabilidad
argentina hacia las crisis internacionales, el desempleo y
la pobreza. Se
vivía en una burbuja de aparente bienestar.
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