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Cine indígena y resistencia cultural


Partes: 1, 2

    1. Hacia una teoría del cine
      indígena
    2. El
      Estado, la ficción y los medios
      indígenas
    3. La
      narrativa: el guión apolítico es
      político
    4. Romper los
      estereotipos
    5. Referencias
      bibliográficas

    La opresión es la suma de los barrotes de la
    jaula de un pájaro. Cada uno de los barrotes de alambre es
    delgado y aparenta ser frágil e inofensivo, pero en su
    conjunto forman una jaula sólida que impide que el
    pájaro emprenda el vuelo. Esta metáfora de la
    feminista estadounidense Marilyn Frye, que siempre me ha
    impresionado por su sencillez y precisión, corresponde a
    la realidad cultural de los pueblos indígenas
    latinoamericanos.

    Las culturas indígenas, y por extensión
    las culturas que conocen o han conocido la persecución,
    siguen vivas pero viven enjauladas. En la mayoría de los
    casos, el período de la persecución
    explícita de algunas de sus manifestaciones (lengua y
    religión,
    entre otras) en las escuelas y en la vida pública se
    terminó. Los estados latinoamericanos incluso han
    reformado leyes y
    constituciones para su reconocimiento. Han limpiado y ampliado la
    jaula, podría parecer, incluso, que la opresión
    haya terminado, pero los barrotes siguen ahí.

    Los medios de
    comunicación social fortalecen la jaula cuando, en el
    mejor de los casos, ignoran la realidad de estos pueblos, y en el
    peor, contribuyen a perpetuar una imagen negativa o
    folclórica que los relega a la
    marginación.

    El cine
    indígena lima algunos de estos barrotes y debilita la
    estructura de
    la jaula.

    Los siguientes apuntes teóricos detallan algunos
    de los argumentos por los cuales este tipo de cine se puede
    considerar una estrategia de
    resistencia
    cultural:

    1. rompe estereotipos, incluidos los forjados por el
    resto del cine latinoamericano;
    2. se expresa en la lengua minorizada; y,
    3. usa la ficción en una forma subversiva.

    Hacia una
    teoría
    del cine indígena

    A estas alturas, el cine o vídeo indígena
    latinoamericano es más que una moda al alza. A
    juzgar por la cantidad de festivales que proliferan, no solo en
    las Américas sino también en Europa, y por el
    número de proyectos que
    surgen y la fuerza que
    cobran, estamos ante un movimiento con
    una fuerza ya imparable.

    El simple hecho de que los ojos que captan la imagen
    sean los de un cineasta aymara o maya ha llamado la atención de los expertos en cine y comunicación. Como el punto de vista
    indígena es el que la historia oficial se ha
    encargado de ocultar, este tipo de cine supone un enfoque fresco
    en un arte que necesita
    regeneración permanente.

    Más allá del aporte artístico, el
    proceso del
    cine indígena atrae por su frecuente organización comunitaria. La producción de cine o de vídeo ha
    supuesto una herramienta de apropiación cultural y social.
    El abaratamiento de la tecnología, sobre
    todo en el caso del vídeo, ha empezado a democratizar la
    producción audiovisual. Por lo tanto, el poder de crear
    películas, series o documentales ha dejado de pertenecer
    exclusivamente a las grandes empresas de cine
    y televisión, para formar parte de la vida
    comunitaria.

    Como concluye la comunicóloga colombiana
    Clemencia Rodríguez, en su estudio de medios
    ciudadanos, la vídeoproducción comunitaria puede
    contribuir al empoderamiento personal y
    colectivo, a la desmitificación de los medios comerciales,
    a revertir los roles de poder y a fortalecer la fuerza
    colectiva.

    La formación de profesionales de la
    comunicación, provenientes de la comunidad, ha
    sido otro efecto positivo de la producción popular. Esta
    nueva generación aumenta el potencial de crear un espacio
    comunicacional indígena. En ese aspecto, el cine
    indígena actual es crucial porque, sumado a los beneficios
    expuestos por Rodríguez, también representa la
    escuela donde se
    forman los futuros productores de largometrajes.

    Sin embargo, como sucede con los demás medios
    indígenas, se ha hablado del proceso, pero menos del
    producto. El
    afán académico por la participación
    comunitaria en los medios de
    comunicación, elemento fundamental para el desarrollo de
    un pueblo, ignora a veces el análisis del contenido. Es decir, del
    programa de
    radio, del
    documental, del reportaje, del cortometraje o de la
    telenovela.

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