En 1840 se llevó a cabo en la ciudad de
Querétaro la ejecución de Macedonio Montes, alias
el cucho Montes. Este individuo era
muy conocido en aquel entonces debido a las fechorías que
cometió. Incluso el autor del libro La
Carambada habló de él, y aunque afirma que la
Carambada perteneció a su gavilla, lo cual no pudo haber
sido cierto pues cuando él fue ajusticiado ella era apenas
una niña, o incluso no había nacido; aún
así el que lo haya sido mencionado en dicho libro nos da
la idea de que el tal cucho Montes era muy conocido.
Se le llamaba "cucho" porque tenía una deformidad
en el labio. En un artículo de la revista
queretana Vértice de 1944, en la que no aparece el
nombre de quien lo escribió, se dice que con base en las
crónicas de sus contemporáneos, el cucho Montes
jamás mató ni vejó a nadie, y que "si
encontraba a un locero que, como acostumbraban, llevara su carga
a cuestas, le quebraba a caballazos todos los trastos y luego le
pagaba a peso de oro,
anunciándole que si volvía a encontrarlo cargado
como bestia le costaría caro", pero que nunca lo
cumplía, antes bien, les daba para que compraran un animal
de carga. Dice la misma revista que "a los pobres mendigos,
verdaderamente imposibilitados, los socorría con largueza,
pero a los que mendigaban por flojera les daba buenos
sustos".
Después de llevar una vida de bandolero,
llegó con su gavilla hasta el pueblo de Huimilpan y
ahí robó el curato. Pocos días
después fue apresado en una fiesta en la Cañada. Se
le condenó a la horca. Al interrogársele sobre sus
compañeros, el cucho no denunció a nadie y
él solo soportó el peso de la ley. Se cuenta
que cuando estaba "encapillado", pasó por ahí el
obispo Barajas a quien mandó llamar para que lo auxiliase.
El religioso no sólo lo ayudó espiritualmente sino
que lo acompaño en la capilla, y el día en que
salió al patíbulo, le fueron concedidas por el
obispo muchas indulgencias por cada paso, concediéndole la
gracia de ir al paso que quisiese. Por fin llegó al
suplicio y cuando el pregonero terminó su oficio, el
verdugo "le dio garrote al estar rezando con mucho fervor el
Símbolo".
Mucho tiempo
después "aún se veneraba por los indios de la
Cañada una escultura de medio cuerpo, la cual era llamada
La ánima de cucho Montes". Para quitar dicha
práctica el cura D. J. Guadalupe Jaime les
escondió, en 1878, aquella escultura, porque "ya aquello
rayaba en idolatría".
A continuación transcribo completo el bando en el
que se informa de su ejecución. Lo hago así debido
al posible interés
histórico que pueda tener, así como al estado de
deterioro en que se encuentra.
EJECUCIÓN DE JUSTICIA EN LA
PERSONA DE
MACEDONIO MONTES
QUERETANOS: la justicia, esa deidad a quien los hombres
deben tributar todo el homenaje y respeto que se
merece, va a descargar el día 17, del corriente, su espada
vengadora, sobre el cuello de Macedonio Montes, quien por
sus crímenes va a satisfacer con su vida, a la vindicta
pública altamente ultrajada por este hombre
desgraciado, que pudo en tiempo, ser miembro útil a la
sociedad a que
ha pertenecido. Este espectáculo doloroso, que vais a
presenciar os dará una lección interesante que no
deberéis olvidar, y para que así sea ved en
compendio lo que ha motivado tal ejecución.
Macedonio Montes [vulgo el cucho] originario de San
Pedro Tolimán, soltero y de cuarenta años de edad,
conocido por ladrón en gavilla y salteador de caminos,
cuya fama llamó tantota atención de las Autoridades de este
Departamento, por varios robos que ejecutó en las
inmediaciones de esta Capital,
siendo los más notables, el que verificó en el
llano del Cazadero el 14 de mayo de 1838 a unos arrieros que
conducían carga de ropa y mercería; el otro, en la
Hacienda de la Estancia de las vacas, al hijo del Sr. Gral.
Parres, el 1º de Julio del mismo año; y el
último [que ha dado lugar a este espectáculo] en el
pueblo de Huimilpan el 19 de Julio del propio. Entre cuatro y
cinco de la tarde de ese día, Montes, en unión de
su gavilla compuesta de quince hombres montados y armados,
asaltó al referido pueblo, dirigiéndose
primeramente al curato en donde encerró en una pieza de la
casa a las personas que en ella había, robó toda la
ropa que encontró; cinco caballos de aquel señor
cura; trescientos pesos en reales; unas mangas azules con muzeta
de terciopelo carmesí, adornadas con galón de
plata; y no hallando otro objeto que saciara su avaricia, se
dirigió a la Iglesia, a la
que también robó el pie de la custodia, la corona
de Jesús Nazareno; y dos ampolletas, una de ellas con
Santos oleos. En seguida se dirigió a los particulares de
aquel vecindario, los maltrató demasiado, les robó
cuanto pudo, encerrándolos previamente en un cuarto de una
casa que al efecto estaba preparada, con el objeto de que no los
conociesen, por cuyo motivo la primer orden que daba, era que
ninguno levantase los ojos a mirarle. Mas la Divina Providencia,
le tenía señalado el término a este hombre
desgraciado que por mil títulos, se ha hecho temible en la
sociedad por sus hechos depravados, ya, con el incauto e inocente
caminante que transportando sus haberes se los arrebata en
despoblado, ya también con el pacífico ciudadano, a
quien sorprendía con el propio objeto, aún dentro
de su mismo hogar; al efecto para castigarlo aquella divinidad,
permitió que al día siguiente del robo de
Huimilpan, [merced a la vigilancia de nuestras autoridades] fuera
aprehendido el referido Montes, por una partida de
Infantería al mando del Teniente D. Francisco Ramírez en
el Pueblo de S. Pedro de la Cañada en un baile que
casualmente había la noche del 20, con la circunstancia de
haberse aprehendido junto con aquel, las mangas pertenecientes al
cura de Huimilpan; una espada de las del robo del Cazadero; y
finalmente, un par de pistolas fulminantes, de la propiedad del
hijo del Gral Parres. Se formó la causa según los
trámites legales¸ y aunque en compañía
de Montes se aprehendieron a otros varios, no resultando nada en
su contra, fueron puestos por lo mismo en libertad, y
prosiguió el proceso,
sólo por aquél; en estado de sentencia, fue
condenado en 16 de Octubre de 1838 por el Alcalde Primero
Constitucional previa consulta de asesor, a la pena del
último suplicio, la que notificada, apeló para ante
el Superior Tribunal de segunda instancia: elevada la causa a
esta Superioridad, y habiéndole tocado su conocimiento a
la Ecsma. Segunda sala, substanciado el recurso en la forma
ordinaria, y en estado de vista [a cuya relación
concurrió Montes, por haberlo así solicitado] fue
confirmada en todas sus partes, la sentencia del inferior, el 25
de Julio del corriente año; notificando al reo este fallo
superior, impetró su defensor la gracia de indulto, del
Supremo Gobierno: mas
desgraciadamente le fue denegada.
Ved pues en esta sencilla narración, lo que
obligó a los que administran justicia a imponer el castigo
bien merecido, a un hombre de funesta celebridad en la
República. Los buenos, aunque con sentimiento verán
desagraviada ala justicia; y los perversos, retrocederán
de la senda del vicio, a la de la virtud. ¡Plegue al Cielo
que así sea, y que la sangre de Montes
esparcida en el patíbulo, produzca respeto debido, a
la Moral y a
las Leyes!
Querétaro Diciembre 14 de 1840.
Antes morir, el cucho Montes escribió su
testamento. A continuación dicho documento:
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