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Sobre la ejecución del cucho Montes, Querétaro, México 1840


Partes: 1, 2

    1. Ejecución de justicia en
      la persona de Macedonio Montes
    2. Su
      testamento
    3. Fuentes
      consultadas

    En 1840 se llevó a cabo en la ciudad de
    Querétaro la ejecución de Macedonio Montes, alias
    el cucho Montes. Este individuo era
    muy conocido en aquel entonces debido a las fechorías que
    cometió. Incluso el autor del libro La
    Carambada
    habló de él, y aunque afirma que la
    Carambada perteneció a su gavilla, lo cual no pudo haber
    sido cierto pues cuando él fue ajusticiado ella era apenas
    una niña, o incluso no había nacido; aún
    así el que lo haya sido mencionado en dicho libro nos da
    la idea de que el tal cucho Montes era muy conocido.

    Se le llamaba "cucho" porque tenía una deformidad
    en el labio. En un artículo de la revista
    queretana Vértice de 1944, en la que no aparece el
    nombre de quien lo escribió, se dice que con base en las
    crónicas de sus contemporáneos, el cucho Montes
    jamás mató ni vejó a nadie, y que "si
    encontraba a un locero que, como acostumbraban, llevara su carga
    a cuestas, le quebraba a caballazos todos los trastos y luego le
    pagaba a peso de oro,
    anunciándole que si volvía a encontrarlo cargado
    como bestia le costaría caro", pero que nunca lo
    cumplía, antes bien, les daba para que compraran un animal
    de carga. Dice la misma revista que "a los pobres mendigos,
    verdaderamente imposibilitados, los socorría con largueza,
    pero a los que mendigaban por flojera les daba buenos
    sustos".

    Después de llevar una vida de bandolero,
    llegó con su gavilla hasta el pueblo de Huimilpan y
    ahí robó el curato. Pocos días
    después fue apresado en una fiesta en la Cañada. Se
    le condenó a la horca. Al interrogársele sobre sus
    compañeros, el cucho no denunció a nadie y
    él solo soportó el peso de la ley. Se cuenta
    que cuando estaba "encapillado", pasó por ahí el
    obispo Barajas a quien mandó llamar para que lo auxiliase.
    El religioso no sólo lo ayudó espiritualmente sino
    que lo acompaño en la capilla, y el día en que
    salió al patíbulo, le fueron concedidas por el
    obispo muchas indulgencias por cada paso, concediéndole la
    gracia de ir al paso que quisiese. Por fin llegó al
    suplicio y cuando el pregonero terminó su oficio, el
    verdugo "le dio garrote al estar rezando con mucho fervor el
    Símbolo".

    Mucho tiempo
    después "aún se veneraba por los indios de la
    Cañada una escultura de medio cuerpo, la cual era llamada
    La ánima de cucho Montes". Para quitar dicha
    práctica el cura D. J. Guadalupe Jaime les
    escondió, en 1878, aquella escultura, porque "ya aquello
    rayaba en idolatría".

    A continuación transcribo completo el bando en el
    que se informa de su ejecución. Lo hago así debido
    al posible interés
    histórico que pueda tener, así como al estado de
    deterioro en que se encuentra.

    EJECUCIÓN DE JUSTICIA EN LA
    PERSONA DE
    MACEDONIO MONTES

    QUERETANOS: la justicia, esa deidad a quien los hombres
    deben tributar todo el homenaje y respeto que se
    merece, va a descargar el día 17, del corriente, su espada
    vengadora, sobre el cuello de Macedonio Montes, quien por
    sus crímenes va a satisfacer con su vida, a la vindicta
    pública altamente ultrajada por este hombre
    desgraciado, que pudo en tiempo, ser miembro útil a la
    sociedad a que
    ha pertenecido. Este espectáculo doloroso, que vais a
    presenciar os dará una lección interesante que no
    deberéis olvidar, y para que así sea ved en
    compendio lo que ha motivado tal ejecución.

    Macedonio Montes [vulgo el cucho] originario de San
    Pedro Tolimán, soltero y de cuarenta años de edad,
    conocido por ladrón en gavilla y salteador de caminos,
    cuya fama llamó tantota atención de las Autoridades de este
    Departamento, por varios robos que ejecutó en las
    inmediaciones de esta Capital,
    siendo los más notables, el que verificó en el
    llano del Cazadero el 14 de mayo de 1838 a unos arrieros que
    conducían carga de ropa y mercería; el otro, en la
    Hacienda de la Estancia de las vacas, al hijo del Sr. Gral.
    Parres, el 1º de Julio del mismo año; y el
    último [que ha dado lugar a este espectáculo] en el
    pueblo de Huimilpan el 19 de Julio del propio. Entre cuatro y
    cinco de la tarde de ese día, Montes, en unión de
    su gavilla compuesta de quince hombres montados y armados,
    asaltó al referido pueblo, dirigiéndose
    primeramente al curato en donde encerró en una pieza de la
    casa a las personas que en ella había, robó toda la
    ropa que encontró; cinco caballos de aquel señor
    cura; trescientos pesos en reales; unas mangas azules con muzeta
    de terciopelo carmesí, adornadas con galón de
    plata; y no hallando otro objeto que saciara su avaricia, se
    dirigió a la Iglesia, a la
    que también robó el pie de la custodia, la corona
    de Jesús Nazareno; y dos ampolletas, una de ellas con
    Santos oleos. En seguida se dirigió a los particulares de
    aquel vecindario, los maltrató demasiado, les robó
    cuanto pudo, encerrándolos previamente en un cuarto de una
    casa que al efecto estaba preparada, con el objeto de que no los
    conociesen, por cuyo motivo la primer orden que daba, era que
    ninguno levantase los ojos a mirarle. Mas la Divina Providencia,
    le tenía señalado el término a este hombre
    desgraciado que por mil títulos, se ha hecho temible en la
    sociedad por sus hechos depravados, ya, con el incauto e inocente
    caminante que transportando sus haberes se los arrebata en
    despoblado, ya también con el pacífico ciudadano, a
    quien sorprendía con el propio objeto, aún dentro
    de su mismo hogar; al efecto para castigarlo aquella divinidad,
    permitió que al día siguiente del robo de
    Huimilpan, [merced a la vigilancia de nuestras autoridades] fuera
    aprehendido el referido Montes, por una partida de
    Infantería al mando del Teniente D. Francisco Ramírez en
    el Pueblo de S. Pedro de la Cañada en un baile que
    casualmente había la noche del 20, con la circunstancia de
    haberse aprehendido junto con aquel, las mangas pertenecientes al
    cura de Huimilpan; una espada de las del robo del Cazadero; y
    finalmente, un par de pistolas fulminantes, de la propiedad del
    hijo del Gral Parres. Se formó la causa según los
    trámites legales¸ y aunque en compañía
    de Montes se aprehendieron a otros varios, no resultando nada en
    su contra, fueron puestos por lo mismo en libertad, y
    prosiguió el proceso,
    sólo por aquél; en estado de sentencia, fue
    condenado en 16 de Octubre de 1838 por el Alcalde Primero
    Constitucional previa consulta de asesor, a la pena del
    último suplicio, la que notificada, apeló para ante
    el Superior Tribunal de segunda instancia: elevada la causa a
    esta Superioridad, y habiéndole tocado su conocimiento a
    la Ecsma. Segunda sala, substanciado el recurso en la forma
    ordinaria, y en estado de vista [a cuya relación
    concurrió Montes, por haberlo así solicitado] fue
    confirmada en todas sus partes, la sentencia del inferior, el 25
    de Julio del corriente año; notificando al reo este fallo
    superior, impetró su defensor la gracia de indulto, del
    Supremo Gobierno: mas
    desgraciadamente le fue denegada.

    Ved pues en esta sencilla narración, lo que
    obligó a los que administran justicia a imponer el castigo
    bien merecido, a un hombre de funesta celebridad en la
    República. Los buenos, aunque con sentimiento verán
    desagraviada ala justicia; y los perversos, retrocederán
    de la senda del vicio, a la de la virtud. ¡Plegue al Cielo
    que así sea, y que la sangre de Montes
    esparcida en el patíbulo, produzca respeto debido, a
    la Moral y a
    las Leyes!

    Querétaro Diciembre 14 de 1840.

    Antes morir, el cucho Montes escribió su
    testamento. A continuación dicho documento:

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