- Las cinco ideas falsas sobre la
migración - Construcción
de la imagen simbólica - Los
comportamientos mediáticos - El
perdón y el premio
A finales de junio pasado, los periódicos
españoles informaban de una encuesta
pública que indagaba las actitudes ante
la inmigración reciente: El 89 por ciento de
los consultados considera que hay «demasiados» o
bastantes inmigrantes (ABC). Los españoles creen que hay
muchos inmigrantes, pero que son necesarios (El País), El
53,3 por ciento dice que en España
viven ya «demasiados» inmigrantes (El Mundo). El
barómetro del Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) sondea periódicamente el
estado de la
opinión
pública de este país. Y la inmigración
siempre aparece entre las preocupaciones nacionales (el quinto
lugar, después del paro, el
terrorismo
etarra, los problemas de
la vivienda y la inseguridad
ciudadana). Un año antes, en mayo de 2003, ante esta misma
pregunta, el 47,8 por ciento contestó que le
parecían demasiados y el 40,1 por ciento que son bastantes
pero no demasiados. Es decir, que la preocupación va en
aumento.
Una de las ideas más difundidas es que
España pasó de ser un país emisor de
emigrantes a receptor de población extranjera. En realidad, el saldo
entre los que salen y los que vienen ha sido superado hace solo
algunos años; sin embargo, el temor ante la
invasión de los inmigrantes es una idea que viene
apareciendo desde mucho antes en el discurso
mediático y parece haber calado profundamente en la
opinión generalizada (de hecho, la primera Ley de Extranjería en 1985 correspondió
más a las necesidades en materia de
inmigración de la Unión Europea, a la que
España se sumó en el año siguiente). Desde
entonces, las informaciones tienden a ser presentadas, fuera de
su contexto, en un alcance más bien local y sin
profundizar la complejidad de un fenómeno; se tiende a
presentar el lado negativo de la inmigración, se ignoran
las informaciones sobre las culturas de los países de
origen, las relaciones de dependencia entre emisores y receptores
de inmigrantes y se supeditan las informaciones a cuestiones
personales e inmediatas del inmigrante. (Granados,
2002).
Las cinco ideas
falsas sobre la migración
En mayo de 2002, Sami Naïr rebatía
contundentemente en un artículo titulado Cinco ideas
falsas sobre la inmigración en España (El
País), estos conceptos erróneos que la
opinión pública parece creer como
tautologías; y son:
- España está amenazada por una
invasión migratoria, - La inmigración entra en competencia con
la mano de obra nacional y ejerce una presión
a la baja sobre los salarios, - Los inmigrantes se benefician indebidamente de las
leyes sociales
favorables, - La riqueza de España provoca un efecto llamada
en los países pobres, - La inmigración amenaza con alterar la identidad de
España.
Los sociólogos de las migraciones reconocen que
el fenómeno migratorio se ha producido de manera muy
acelerada e intensa, en comparación con otros
países europeos (Arango, 2002); además, que su
volatilidad impide realizar predicciones a futuro y demanda una
revisión periódica de los datos
estadísticos, de su inserción en el mercado laboral, de sus
condiciones administrativas, etc. (Colectivo Ioé, 2002).
El proceso
empezó paulatinamente de la mano de la transición
democrática. En los años ochenta se
incrementó la presencia de extranjeros, pero
básicamente de europeos comunitarios, más de la
mitad. La modernización del país y la notable
mejora de la economía nacional
atrajeron la llegada de inmigrantes, de los que en Europa se
denominan extracomunitarios: marroquíes principalmente,
pero también otros africanos, se consolidaron como primera
mayoría en los noventa. A finales de esta década es
claramente notorio el incremento de los inmigrantes
latinoamericanos, que se instauran como primera mayoría
regional con el cambio de
siglo (aunque también se ha notado un considerable
incremento de europeos del este y asiáticos). Los han
llamado "los preferidos del siglo XXI" (Izquierdo, López y
Martínez 2002) para dar cuenta no solo de las preferencias
de la opinión pública por los iberoamericanos
(véase Tabla 1), sino también de la voluntad
política y
de las preferencias empresariales.
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