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Mitos de la auto-percepción negativa. Latinoamérica en el espejo




Enviado por Gabriel Cocimano


Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. De
      Pachakuti a la negación del
      mestizaje
    3. Bibliografía

    Resumen

    A lo largo de los siglos, la cultura
    nativa latinoamericana
    , aceptando una mirada estereotipada
    impuesta por la civilización europea, ha visto en su
    propio espejo un rostro despreciable. Mestizos y criollos
    del joven continente, discriminados por el aparato
    hegemónico cultural, parecen cabalgar entre la resistencia al
    prejuicio y la
    aceptación de su inferioridad e identidad
    espuria
    . Algunos mitos revelan
    esta mirada despectiva, de fragmentación e incompletud: el
    mito de
    Inkarri refiere al trauma de la mentalidad colectiva a
    través de la mutilación y la desmembración,
    reflejo del rostro nativo. Otros mitos, como la
    negación del mestizaje, también revelan la
    percepción negativa, el rechazo de su
    propio rostro, y la inquietante sensación de ocupar un
    lugar periférico en el mapa físico y
    mental.

    "Si en un espejo nos miramos,
    notamos que algo va cambiando,
    cada día, cada herida…"
    Litto Nebbia

    Si la mirada antropocéntrica de la
    civilización europea ha estereotipado como denigrante y
    bárbara a todas las formas de la cultura nativa
    latinoamericana, no es menos notable que la
    auto—percepción de los pueblos mestizos y criollos
    de la nueva América
    reflejara los mismos prejuicios que los de la propia cultura
    dominante. Es evidente que la fórmula sarmientina
    "Civilización y barbarie" hubo de cobrar vigencia ya desde
    los lejanos tiempos de la conquista. Esa fórmula resume
    todo el drama y el desencuentro del pueblo nativo, y se va a
    extender a la posterior configuración del mestizaje y a
    todas las inmigraciones ulteriores que habría de recibir
    el joven continente. "Civilización y barbarie" sintetiza
    la idea de desarrollar América según los
    parámetros de la civilización (Europa y, luego,
    Estados
    Unidos) y la incomprensión de esa América
    preexistente como hecho cultural. De allí que todo hecho
    propio —por serlo— era bárbaro, y
    civilizado
    todo hecho ajeno e importado. "Fue un error
    irreparable para los primeros pensadores —había
    afirmado Julio Mafud [1] — no aceptar, de principio, que la
    realidad americana no era inferior, sino distinta".

    Toda la inteligencia
    nativa bebió, de una manera u otra, de esta vertiente
    cultural y, a su vez, el propio latinoamericano se ha visto
    reflejado en el espejo de la denigración y el menosprecio
    de su propia condición. Si la intelectualidad local le
    rindió culto a la Civilización despreciando lo
    propio —"prefiero ser nada en una ciudad que lo es todo, a
    ser todo en una ciudad que no es nada", había dicho Julio
    Cortazar antes
    de mudar a París y adoptar la ciudadanía francesa— aun hoy el
    ciudadano nativo percibe, en muchos casos como propia, la
    visión estereotipada del Otro, a menudo a
    través de los medios y de la
    industria
    cultural: "en ‘Los tres caballeros’ de Walt Disney el
    gallo mexicano era tonto (como malvados los árabes de
    Aladdin, simples los negros en Mary Poppins, estúpidos los
    españoles de David Crochet, etc); a su vez, para los
    mismos estadounidenses, los mexicanos son "vagos, beatos,
    analfabetos, más preocupados por el pasado que por el
    futuro, y protestones", y con frecuencia "se escucha describir a
    los latinoamericanos como ‘cabeza calientes’ o como
    gentes de ‘sangre
    caliente’ que pospone el trabajo
    hasta mañana y están siempre enganchados en
    algún tipo de hostilidad" [2].

    El estigma de sudacas es una marca europea
    que, sin embargo, parece aceptada y reconocida por los
    sudamericanos como una huella impuesta por el destino. El nativo
    "suele verse inseguro y contradictorio —ha señalado
    el filósofo mexicano Luis Villoro [3]—. Quiere
    reconocerse como una identidad compacta, coherente y firme (pero)
    no encuentra nada substancial ni suficiente (…) Entonces
    recuerda que en él imperan principios
    contrapuestos que lo dividen en su sangre, en su historia y en su cultura
    (…) Lo indígena y lo hispánico, el
    antagonismo de las fuerzas que lo engendraron será
    entonces para muchos el símbolo cabal que expresa sus
    contradicciones internas".

    Al hablar de mestizaje, ciertos autores han incurrido en
    generalizaciones, al tomar el caso latinoamericano como un todo
    homogéneo, debido a la complejidad de esas sociedades y
    la diversidad de su legado: así, por ejemplo, en Chile y
    Argentina, no hubo significativo mestizaje negro; en otras
    sociedades, no existió componente indígena porque
    éstas etnias se extinguieron en el encuentro con los
    europeos, como sucedió en Cuba; hay
    naciones donde la mayoría de la población no es mestiza sino
    indígena, como Guatemala y
    Bolivia. Y,
    finalmente, hay sociedades en las que predomina el mestizaje,
    como Chile, Brasil, Colombia,
    Venezuela y
    los países antillanos, aunque culturalmente son diversos
    porque el grado de influencia del componente indígena es
    más relevante en algunas naciones que en otras [4]. Ya
    desde el punto de vista racial, social o cultural, el tema del
    mestizaje y su revalorización ha sido abordado como una de
    las creaciones más importantes de los estudios culturales
    latinoamericanos del siglo XX, y que la cultura del
    período anterior ignoraba o minimizaba. En La raza
    cósmica
    (1925), José Vasconcelos, en su
    afán político y filosófico por superar la
    relación de subordinación a la civilización
    anglosajona, había creado una versión
    teórica en defensa del mestizaje en la que aseguraba que
    "las razas puras desaparecerán (porque) tienden a
    degenerar. El mestizaje evitará el riesgo de la
    degeneración", y proponía (re)crear la identidad
    iberoamericana: "si renegáramos de nuestra raza y nuestra
    cultura y asumiéramos un internacionalismo abstracto, se
    consumaría el triunfo de los más fuertes: los
    anglosajones. El patriotismo latinoamericano se nos impone como
    una necesidad de defensa".

    ¿Por qué causas Latinoamérica ve en su propio espejo un
    rostro despreciable? ¿por qué padece aun una
    percepción negativa de su propia condición,
    aceptando una mirada impuesta?

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