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La necesidad de una Europa moral (página 2)




Enviado por Escamilla, Alex



Partes: 1, 2

Hace tiempo que
creo que el gran capital,
mediante los mercados
desregularizados y desresponsabilizados, está invirtiendo
en el terror.

El sociólogo alemán Ulrich Beck nos
advierte que las mafias prefieren y promueven las sociedades del
riesgo, y sin
duda nuestra aldea global se está convirtiendo en una
"sociedad del
riesgo".
Los grandes consorcios y grupos
transnacionales de poder,
mediante sus actuaciones y políticas,
están asumiendo, con sus tecnologías, riesgos no
cuantificables, riesgos que, producidos también por los
sueños de la razón, afectan al sistema que James
Lovelock describió como Gaia, ese gran organismo al que
pertenecemos todos. Los riesgos atómicos,
ecológicos, transgénicos, incluso
psicológicos, que estamos asumiendo, no prevén las
consecuencias de su uso en el tiempo porque simplemente las
desconocemos.

La precariedad en el mercado laboral, un
verdadero virus social,
está convirtiendo nuestras ciudades en junglas urbanas,
donde quien acumule más capital podrá seguir
soñando libremente con su seguridad. De
hecho, éste es el nuevo contrato social
vigente: "Los derechos democráticos
de libertad y
equidad
serán garantizados mientras se permanezca en el sistema".
Y el sistema nos incrusta a su mecanismo haciéndonos
víctimas y cómplices de su especulativo y
estadístico progreso[iv].

Fueron los conservadores Reagan y Thatcher, amantes de
la especulación y la estadística, los que siempre decían
que la sociedad no existía. Probablemente pensaban que
sólo debería existir el sistema, sin control
democrático alguno y lleno de individuos flotando por el
teórico libre mercado. Pues bien, nos acercamos
aceleradamente a esas malditas "utopías" y la oportunidad
de Europa es asumir
sus compromisos y responsabilidades.

Empieza a ser necesario que nuestros gobiernos e
instituciones
políticas y económicas transnacionales se
autorreformen para establecer mecanismos de control
verdaderamente democráticos. Hoy en día, existe la
tecnología
suficiente para que la "multitud"[v]
se organice eficientemente de forma local, descentralizada
y coordinada en red.

Seguramente los que propagan el fin de la Historia son aquellos que,
aparte de estar muy bien situados, pretenden renunciar para
siempre a los principios
básicos del liberalismo
auténtico, aquellos que persiguen una revolución
política
para aplicar los derechos fundamentales como derechos
humanos[vi].

Un sueño
ilustrado y posmoderno europeo

Dicen los especialistas del sueño que nuestro
cerebro
está siempre soñando. Lo que pasa es que, al
despertar, nuestro estado de
conciencia nos
obliga a diluir los sueños en la espesa realidad. No
descubrimos nada nuevo al decir que sin sueños tampoco
obtendríamos realidades. El mito (el
rumor) nos ha sido muy útil para construir nuestras
realidades y es analizando esos mitos y
pensando dialógicamente, moviendo la lengua como
decía Aristóteles, como el hombre
puede llegar a ser su demiurgo. La modernidad
significó un paso hacia la ilustrada superación de
lo divino, pero el malentendido progreso vino a suplantar la
divinidad en nuestro destino. Fue la posmodernidad
la que nos hizo sospechar del progreso, y que ha influido sobre
todo en Europa, la que nos ha permitido avanzar sobre mitos
más humanos y no dejarnos atrapar por los integrismos
religiosos. Las metafísicas fundadas sobre lo
religioso[vii]
empiezan a ser un verdadero problema global, un problema
que amenaza también a la sociedad de EU[viii].

Puede ser que el descubrimiento europeo de América
fuera más un descubrimiento de la verdadera identidad
europea y que ese reflejo narcisista haya sido por mucho tiempo
un mito a seguir, pero la madurez que nos ofrece el pensamiento
posmoderno debería hacernos abandonar el discurso
religioso y avanzar en la construcción de un necesario espacio
moral. Morar
un espacio común, más allá de esas junglas
hobbesianas, de esos invernaderos kantianos, quizás
inaugurando burbujas, como las nombra Peter Sloterdijk,
sería posible la vida bajo unas condiciones
orgánicamente relacionadas para autoprotegerse.

El Tratado Constitucional que estamos escribiendo abusa
demasiado de la retórica europeísta y define muy
poco los mecanismos institucionales que servirán para
llevar a cabo ésta utópica tarea. Hablamos del
principio de precaución mientras las transnacionales de
los transgénicos ya están introduciendo sus
productos sin
etiquetar en la alimentación de los
españoles. Por el contrario, transcribimos casi al pie de
la letra los principios y los métodos
establecidos por la ideología neoliberal, para seguir
desregularizando los mercados, privatizando nuestros bienes
públicos y, en definitiva, para conceder más
derechos a las entidades económicas que a las personas. El
ciudadano europeo sueña con un consenso más
vertebrador que el cansado Consenso de Washington y es responsabilidad de sus administradores la redacción de un texto que
exprese con más claridad el organismo transnacional que
queremos constituir.

En la propuesta que se nos lanza desde Roma, se habla
demasiado explícitamente de los poderes de los Bancos Centrales
y de forma demasiado literaria cuando se hace referencia a los
derechos de la sociedad civil.
En el tratado, tampoco se habla de la necesidad de crear una
organización que regule y controle la
calidad y
diversidad de la información que consumimos. Se sigue
ignorando que también estamos hechos de
información. No existe democracia sin
transparencia en la
comunicación.

En estos últimos años, desde Seeattle
hasta Barcelona, Londres, Mumbai, Nueva York, pasando por
Tel-Aviv, Jerusalén, Porto Alegre, el Cairo, Rabat, se han
levantado auténticas multitudes (jóvenes, viejos,
empleados, empresarios y desamparados) para hacer oír una
voz que pide a gritos otro mundo es posible.[ix]
Lo que nombramos como sociedad civil global está
alzándose ante un desorden de justicia que
avanza impúdicamente en nombre de nuestra
civilización.

En Europa, tampoco estamos a salvo de que la religión no se
adentre en lo político. La constitución ha generado una
auténtica lucha de poderes entre la actual administración del Vaticano y la
élite europea, una lucha que se ha hecho visible
también en la dificultosa admisión de
Turquía en la UE y que ha planteado la integración de una Europa musulmana.
También la sucesión del Papa Juan Pablo II, como
sugiere Hans Küng, mostrará el poder que
todavía conserva la iglesia
católica en Europa, la posibilidad que tenemos para
superar el modelo
jerárquico de entender las relaciones con el distante, con
el distinto, con el otro.

Hemos estado construyendo nuestras identidades
personales y colectivas desde categorías excluyentes que
enfatizaban las diferencias y ahora empezamos a percibir la
necesidad de definir esas mismas identidades desde una
empatía cosmopolita. El eje franco-alemán que
sostiene la "vieja" Europa está generando nuevas
políticas de cooperación entre Estados. Esto
debería ser considerado como los inicios de una voluntad
política que pretende llevar a la práctica un nuevo
paradigma de
relacionarnos con el entorno.

Pero entre las élites europeas también
existen diferencias transatlánticas que hacen que esta
propuesta de tratado no sea todavía la que necesitamos.
Las fuerzas conservadoras gobiernan Europa y se han dejado
oír en las declaraciones de comisarios de una prematura
administración Barroso. Hay cambios, pero
son todavía demasiado lentos para que acaben
reflejándose en este deseado sueño europeo. En
Cataluña, hemos estado reivindicando un legítimo
reconocimiento de nuestra cultura y
nuestra lengua y parece que hay espacio para el optimismo. Si el
Parlamento Europeo ha sido capaz de tomarse un tiempo para
resolver el caso Buttilglione, puede que sea también el
momento de volver a consensuar una solución más
rigurosamente liberal para definir nuestra
Constitución.

Hace solamente cincuenta años, Europa se
levantaba sobre las pesadillas del holocausto y
con más de cincuenta millones de muertos y, en muy poco
tiempo, ha sido capaz de convertirse en una sociedad influyente.
Ha sido el análisis crítico de su pasado lo que
ha responsabilizado a Europa para que asuma lo moral en lo
político. Kant, en
Antropologia desde un punto de vista cosmopolita, opinaba
que "la gran diferencia entre las capacidades naturales del
hombre y su
tarea moral y política es que la naturaleza nos
ha dejado abandonados con sus dotes y disposiciones y que
sólo a nosotros corresponde cargar con todo esto para
llevar a cabo una actividad estructuradora de naturaleza
normativa."

En este sentido, la experiencia existencial que se ha
vivido en el continente europeo recoge un saber práctico
que debería hacer posible la constitución de un
derecho común, donde la libertad individual y la
responsabilidad colectiva encuentren su expresión. La
necesidad que tiene Europa de definir una verdadera identidad del
ciudadano europeo es la misma que los ciudadanos europeos tienen
para sentirse representados políticamente dentro de este
precario equilibrio
internacional.

Las nuevas
exigencias del milenio

Hay muchas esperanzas puestas en el legítimo
experimento de gobernanza transnacional que está
llevándose a cabo en Europa. Las profundas modificaciones
que ha sufrido nuestro sistema económico global ha
desbordado los viejos marcos institucionales y, en consecuencia,
están cambiando los modelos de
gobierno. Nos
acercamos a una nueva era global y debemos ser capaces de superar
los viejos órdenes establecidos, entre otras cosas porque
éstos ya no nos sirven para contener la realidad. La
concentración de poder, la exclusión, la
desresponsabilización de los actores económicos y
políticos, las desigualdades, los abusos
ecológicos, están acelerando la restauración
de la barbarie y amenazan nuestra supervivencia como
especie.

Europa debe potenciar ese espíritu que la
encamina hacia un verdadero socialismo
democrático debe repensar los conceptos de crecimiento
económico y calidad de
vida y debe saber transformar los viejos modelos competitivos
en otros más orientados a la cooperación. El
déficit democrático de esta presunta
Constitución se pone de manifiesto incluso en el hecho de
que el proceso
utilizado para su misma elaboración no se ha llevado a
cabo mediante una asamblea constituyente. La forma en que las
lógicas de los Estados imposibilitan la no
aceptación del tratado por parte del ciudadano y la
rigidez del mecanismo de su futura reforma hacen sospechar de las
verdaderas intenciones de los burócratas
europeos.

El proyecto que se
nos presenta como tratado constitucionaliza el liberalismo
conservador como doctrina oficial de la Unión
Europea; se declara explícitamente defensor de la
competencia como
fundamento del derecho comunitario y de todas las actividades
humanas; ignora los grandes objetivos de
la Europa social -el derecho al trabajo, el
pleno empleo, la
eliminación de la precariedad, la renta mínima
garantizada; renuncia a ser la conciencia ecológica del
mundo y acaba otorgando a una institución no europea, como
es el caso de la OTAN, centralidad en las políticas
exteriores y de defensa, alejándonos definitivamente de
una verdadera y posible política de paz
humanitaria.

Estamos viendo cómo se escriben las nuevas
Constituciones para todas aquellas poblaciones que son sometidas
por las democracias de dirección única y que el
neoconservadurismo está implantando tanto en el centro
como en las periferias del Imperio. Lo hemos visto en Irak y
también lo veremos en la esperada Palestina sin Arafat,
cómo se establecen los principios neoliberales en las
renacidas constituciones del siglo XXI. Esas "libertades
encerradas dentro de la gran falta de libertad", como las
describe Walter Oswalt, son las dirigidas opciones que los
consorcios ofrecen a la demanda, la
única oferta posible
para las democracias de menú con regímenes de
consumo
insostenible.

Europa debe saber poner límites a
sus concentraciones de capital y protegerse de las corporaciones
externas para garantizar las libertades individuales de sus
ciudadanos. Debe definir un espacio supranacional legítimo
con su biosistema, desde donde pueda ser posible universalizar
los derechos humanos.
Todos los abusos a nuestro entorno, nos recuerda Oswalt,
están mermando la democracia. La sostenibilidad
también es un concepto
político.

Hacen falta nuevas interpretaciones para describir los
hechos que todavía están por llegar. Las distintas
narrativas históricas que generaron el 11-S en EU y el
11-M en Europa reflejan claramente hacia dónde se dirigen
estas dos voluntades transatlánticas y qué
compromisos están dispuestas a asumir.

Deslumbrados por la aceleración, la modernidad
avanza sin dirección hacia el progreso y el exceso de
velocidad nos
está exigiendo una revolución, un giro sobre
nosotros mismos, una reflexión sobre el ethos de
nuestra civilización occidental hipnotizada por la fe en
el libre mercado.

A veces, en la historia los sueños no se hacen
realidad por culpa de la voluntad. El hombre que habita el lenguaje es
un animal atípico, sin un topos establecido y, por lo
tanto, no sólo físico. Es un hombre "capaz", tal y
como lo describe Paul Ricoeur[x],
capaz de querer y de disponer. Es el hombre hábil en
querer y en poder, animal con voluntad de poder sobre la acción.
Es el hombre que piensa y se pregunta: ¿Qué debo
hacer?

Vivimos en estado de excepción permanente
mientras las bombas caen
también sobre nuestros mercados. Ya hemos comprobado
cómo la cultura no nos inhibe de la barbarie, pero
sí quizá pueda hacerlo un decidido acto de
voluntad.

[i] Zygmunt Bauman, Modernidad líquida,
2000.

[ii]
Siegfried J. Schmidt, editor de Humberto Maturana: "Todo
aquel que desee una mejora del actual sistema social haría
bien en pensar que, sin un cambio en el
campo de las disposiciones cognitivas, no es posible
ningún cambio social y político. Las revoluciones
sociales presuponen revoluciones culturales".

[iii]
Ulrick Beck, Sobre el terrorismo y
la guerra
, noviembre de 2001.

[iv]
"Los hombres se han convertido en herramientas
de sus herramientas". Observación de Thoreau.

[v]
Concepto definido ampliamente por Michael Hardt-Antonio
Negri primero en Imperio y ahora en Multitud. Guerra y
democracia en la era del imperio
.

[vi]
Recojo la definición de liberalismo auténtico
de Walter Oswalt, en "La revolución liberal: Acabar con el
poder de los consorcios".

[vii]
Hablo de lo religioso en el sentido de lo que se
cree literalmente y no se interpreta.

[viii]
Pienso en el voto republicano de las últimas
elecciones en EU, noviembre de 2004.

[ix]
"Una Europa altermundialista, que transforme el concepto y
las prácticas de la soberanía y del derecho
internacional". Entrevista a
Jacques Derrida, en Le Monde, 19 de agosto de
2004.

[x]
Jean-Pierre Changeux y Paul Ricouer, Lo que nos hace
pensar
.

 

Escamilla, Alex

Alex Escamilla nació en Barcelona en 1972.
Estudia Ingeniería Superior en Informática (UPC), Master en Gestión
de Tecnologías de la Información (La Salle) y
Filosofía (UB). Colabora habitualmente escribiendo
artículos de opinión en la revista
digital www.rebelion.org.

Partes: 1, 2
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