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El poder y la política


Partes: 1, 2

    Quisiera considerar al menos dos cuestiones – al
    comienzo de este artículo – para pasar luego a diferentes
    posiciones acerca del tema que hoy nos convoca, a saber: el
    poder y la
    política.

    En primer término pensar en la vinculación o
    desvinculación entre Filosofía moral y
    Filosofía política y la "difusa" frontera que
    separa a ambas en algunas corrientes de pensamiento.
    Para algunos pensadores la ética y la
    política están unidas, resultan inseparables, ya
    sea porque se ocupan de la consecución del Bien
    Común, o están subordinadas a un pensamiento
    universal que las abarca y compromete desde la singularidad de
    cada caso o cada individuo.
    Para otros pensadores son esferas bien diferenciadas y separadas
    entre sí, ética y política se ocupan
    entonces de cuestiones diferentes y diferenciables.

    ¿Desde qué espacio disciplinar ubicamos
    ciertos problemas como
    el de la igualdad y la
    justicia?.
    Encontramos entonces a quienes sostienen que la justicia es un
    problema ético, mientras que para otros es una
    cuestión política. Lo mismo ocurre con el problema
    de la libertad.

    Es en este punto donde aparece indefectiblemente la
    postura antropológica que sostiene a las teorías
    que se dedican al respecto. La naturaleza
    humana, por una parte, y el estado de
    naturaleza,
    por otra. Los seres humanos son libres e iguales por naturaleza
    (antropología); los hombres viven en
    completa igualdad y libertad en el estado de
    naturaleza (política).

    Otra cuestión a desarrollar es la del poder;
    ligada a la lucha de intereses, el conflicto y la
    resolución del mismo. Bien sabemos que en diferentes
    escuelas filosóficas el poder es considerado desde la
    perspectiva de la economía
    política o desde el estudio crítico de las
    organizaciones
    sociales. Aquí haría referencia a la postura
    epistemológica que sustenta el estudio de los grupos humanos,
    ya sea de neto corte positivista o crítico de la
    autocomprensión positivista de la
    ciencia.

    Ambas cuestiones, la relación o
    vinculación entre ética y política y, la
    cuestión del poder; hacen referencia al carácter social de los seres humanos. Como
    animal social, el hombre
    necesita de los otros, es conviviente, puede autocomprenderse en
    la medida que es considerado por otro que lo afirma o niega en su
    existencia, que lo incluye o lo excluye del grupo o la
    institución en la que debe desarrollarse y vivir.
    Aquí aparece la cuestión del conflicto, que puede
    leerse en términos de la distinción entre "nosotros
    y ellos".

    Podemos tomar dos líneas que devienen de la
    etimología de la palabra política, "polis" que hace
    referencia a poder vivir conjuntamente y "pólemos" que
    refiere al antagonismo y al conflicto. En el sentido de la polis,
    deberíamos abordar el problema en términos de
    organización, de la forma en que como grupo
    podemos o debemos convivir. En el sentido del pólemos,
    podemos distinguir entre dos figuras que hacen a la
    cuestión del conflicto: el enemigo y el
    adversario.

    El antagonismo es la rivalidad tenaz que se sostiene
    ante otro que se considera enemigo, en la esfera política
    puede plantearse la misma como la resolución
    de conflictos en términos de amigo/enemigo para evitar
    el choque, el enfrentamiento; el "borde" de la política,
    su fin (o fracaso) está en la guerra. En la
    esfera propiamente ética, podemos abordar la propuesta de
    una ética del cuidado, orientada a reflexionar acerca de
    la resolución pacífica de los conflictos,
    aprender a dirimir las contiendas en términos
    argumentativos o de tramitación
    jurídica.

    El agonismo (agon: lucha, combate) es la relación
    con al adversario. El adversario es la figura que se contrapone a
    la de enemigo; con el adversario establecemos un combate en
    términos de estrategias
    discursivas sin utilizar la violencia.
    Para Chantal Mouffe en una sociedad
    democrática debe estar siempre presente el pluralismo y
    por lo tanto es inevitable la lucha por el dominio de unos
    por otros. "…la cuestión del pluralismo no puede
    separarse de la del poder y el antagonismo, inextirpables por
    naturaleza." (Mouffe. El retorno de lo político.
    Pág. 20). Su propuesta pasa por reemplazar la figura del
    enemigo por la del adversario.

    En este sentido la obra de Hannah Arendt es entendida
    como un agonismo. El poder se despliega en el combate entre
    adversarios, que hacen a las contiendas propias de una sociedad
    plural. Para ella la condición indispensable de la
    política es la irreductible pluralidad que queda expresada
    en el hecho de que somos alguien y no algo. Para Arendt el mundo
    humano es este espacio entre cuya ley sería
    la pluralidad; el mundo es lo que está entre nosotros, lo
    que nos separa y nos une. Lo propio de la condición humana
    es la acción,
    actuar es inaugurar, hacer aparecer algo por primera vez en
    público, añadir algo propio al mundo. La libertad
    es posible entonces en la acción, ser libre y actuar es
    una y la misma cosa.

    Para Arendt el sentido de la política es la
    libertad. Ella plantea la necesidad de abordar la pregunta por la
    política, y advierte que los prejuicios son inevitables al
    intentar responder a esta interrogación:
    ¿qué es la política?. "En nuestro tiempo, si se
    quiere hablar sobre política, debe empezarse por los
    prejuicios que todos nosotros, si no somos políticos de
    profesión, albergamos contra ella." (Arendt.
    ¿Qué es la política?. Página 52). A
    lo que agrega: "El peligro del prejuicio
    reside precisamente en que siempre está bien anclado en el
    pasado y por eso se avanza al juicio y lo impide, imposibilitando
    con ello tener una verdadera experiencia del presente." (Obra
    citada. Página 62).

    Responder a la pregunta ¿qué es la
    política? requiere de una revisión de nuestros
    prejuicios para arribar al juicio (formación del concepto) acerca
    de la respuesta (definición) de lo político.
    Aquí está incluida la noción de
    "comprensión" que la filósofa desarrolla en otra de
    sus obras: De la historia a la acción.
    Comprender no significa perdonar, la comprensión
    está orientada a la necesidad del juicio acerca de lo
    acontecido en el pasado, para afrontar un presente que no debe
    repetir las políticas
    propias de los totalitarismos que han teñido de horror y
    espanto a la raza humana.

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