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La televisión española y la otra guerra de Irak (2003)


Partes: 1, 2

    1. Del monopolio a la
      supremacía informativa
    2. Graves
      irregularidades
    3. Silenciadas
      las discrepancias
    4. Interpretaciones
      tendenciosas
    5. Oposición
      impedida a rebatir
    6. Insinuaciones
      y comentarios
    7. El asesinato
      del cámara
    8. Crisis de
      credibilidad, pero no de audiencia
    9. Fuentes en
      Internet

    Un análisis de la cobertura informativa de un
    conflicto tan
    polarizado como la reciente guerra contra
    Irak resulta
    difícil de realizar desde una perspectiva de
    imparcialidad. La postura de los Gobiernos defensores del ataque
    –encabezados por los de los Estados Unidos,
    Reino Unido y España– ha
    sido tan radical que no ha permitido más alternativa que
    el apoyo incondicional a la invasión militar o su rechazo.
    En este sentido, es complejo abordar un estudio de estas
    características sin estar influido, al menos en parte, por
    el sentir general de la opinión
    pública –no sólo española, sino
    también mundial-, que en reiteradas manifestaciones
    multitudinarias clamó en contra de esta guerra, y por el
    consiguiente malestar de la ciudadanía al ver que nuestros gobernantes
    han hecho caso omiso de estas movilizaciones.

    No obstante, cesado ya el eco de las armas, podemos
    intentar exponer una serie de datos objetivos que
    nos permitan vislumbrar cuál ha sido la actitud y el
    papel de Televisión
    Española (TVE) en este conflicto, tanto en su
    condición de empresa
    pública de comunicación, como de televisión gestionada por un Gobierno que
    brindó su colaboración a los Estados Unidos para
    iniciar los ataques. Estos datos evidencian que la información se ha utilizado para ofrecer
    una visión parcial de los hechos, una visión
    comprometida con la posición gubernamental y no con los
    principios de
    veracidad, objetividad e imparcialidad de las informaciones que
    se postulan para el Ente Público en el artículo
    4º de la Ley 4/1980,
    reguladora del Estatuto de la Radio y
    la
    Televisión Pública Española. La
    situación que exponemos reviste especial gravedad por
    cuanto, desde una perspectiva interpretativa, la
    información intencionalmente parcial y subjetiva de los
    hechos provee a la sociedad de
    significados que aumentan la conflictividad de la construcción social de la
    realidad.

    Un análisis de la cobertura informativa de un
    conflicto tan polarizado como la reciente guerra contra Irak
    resulta difícil de realizar desde una perspectiva de
    imparcialidad. La postura de los Gobiernos defensores del ataque
    –encabezados por los de los Estados Unidos, Reino Unido y
    España- ha sido tan radical que no ha permitido más
    alternativa que el apoyo incondicional a la invasión
    militar o su rechazo.

    En este sentido, es complejo abordar un estudio de estas
    características sin estar influido, al menos en parte, por
    el sentir general de la opinión pública –no
    sólo española, sino también mundial-, que en
    reiteradas manifestaciones multitudinarias clamó en contra
    de esta guerra, y por el consiguiente malestar de la
    ciudadanía al ver que nuestros gobernantes han hecho caso
    omiso de estas movilizaciones.

    No obstante, cesado ya el eco de las armas, podemos
    intentar exponer una serie de datos objetivos que nos permitan
    vislumbrar cuál ha sido la actitud y el papel de
    Televisión Española (TVE) en este conflicto, tanto
    en su condición de empresa pública de
    comunicación, como de televisión gestionada por un
    Gobierno que brindó su colaboración a los Estados
    Unidos para iniciar los ataques. Estos datos evidencian que la
    información se ha utilizado para ofrecer una visión
    parcial de los hechos, una visión comprometida con la
    posición gubernamental y no con los principios de
    veracidad, objetividad e imparcialidad de las informaciones que
    se postulan para el Ente Público en el artículo
    4º de la Ley 4/1980, reguladora del Estatuto de la Radio y la
    Televisión Pública Española. La
    situación que exponemos reviste especial gravedad por
    cuanto, desde una perspectiva interpretativa, la
    información intencionalmente parcial y subjetiva de los
    hechos provee a la sociedad de significados que aumentan la
    conflictividad de la construcción social de la
    realidad.

    Del
    monopolio a la
    supremacía informativa

    La historia de la
    televisión en España arranca en 1953, con la
    fundación de TVE, vinculada entonces al Ministerio de
    Información y Turismo, que comenzó
    sus emisiones regulares en 1956. Diez años después
    se crea el segundo canal público. Desde su
    creación, y hasta 1983, con los canales públicos
    autonómicos –dependientes de los respectivos
    gobiernos regionales–, TVE mantuvo el monopolio
    informativo, una situación que cambió
    definitivamente en 1989, con la Ley de Televisión Privada,
    que dio lugar a los canales Antena 3, Tele5 y Canal +,
    éste último en la modalidad de pago con franjas en
    abierto.

    Durante estos años de convivencia del sistema
    público y privado de televisión, el Grupo Radio
    Televisión Española ha mantenido su liderazgo en
    el sector audiovisual, conservando, con pequeñas
    excepciones temporales, los primeros lugares de audiencia. Esta
    situación ni siquiera se ha alterado con el auge, en la
    última década, de los canales locales, ni con el
    incremento experimentado de actores en el sector televisivo
    español
    con la irrupción de las plataformas digitales por
    satélite y otros operadores por cable. Esta
    supremacía en las cuotas de audiencia, que sitúa al
    primer canal de TVE con un share medio en los cuatro primeros
    meses del año, superior en dos puntos al de su principal
    competidor, Tele5, es todavía más significativa si
    integramos los índices a nivel de grupo, ya que entre el
    primer canal y La 2, TVE ha concentrado durante ese
    período el 30,82% de la audiencia. En el sector de los
    informativos la hegemonía es mayor aún, ya que de
    los cinco espacios informativos con mayor seguimiento, en el
    primer cuatrimestre del año, cuatro corresponden a
    TVE.

    La posición de liderazgo que ha sabido conservar
    TVE no ha evitado su clara asociación con el Gobierno de
    turno. El hecho de que el Estatuto de la Radio y la
    Televisión incluyera por primera vez un Consejo de
    Administración elegido por mayoría
    cualificada del Congreso y del Senado no ha sido suficiente para
    desligar la gestión
    del Ente Público de la del Ejecutivo. No en vano, es este
    último órgano el encargado de nombrar al director
    general, un cargo que siempre ha recaído en personas de su
    absoluta confianza, como es el caso del actual director general,
    José Antonio Sánchez.

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