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Incidencias y coincidencias



    INTRODUCCION

    Hijos de la sencillez, de un esfuerzo de
    expresión que quiere ir más allá del simple
    uso del lenguaje, mediante imágenes cotidianas, vinculadas
    a la tierra, al trabajo, al venero familiar, pasando por el amor
    conyugal, con sus golpes y sus vuelos, son estos
    versos.

    Poesía pensada, sentida; poesía nutrida
    del vivenciar y de la percepción es lo que nos entrega
    Moisés Pinzón Martínez en estas
    Incidencias y Coincidencias.

    Cada poema es una voz esperanzada y esperanzadora que
    resplandece desde imágenes toscas de acero,
    concreto, grasa y tuercas
    pero en búsqueda
    siempre de un toque de ternura; de armonizar los elementos
    aparentemente contrapuestos pero imbricados en una realidad que
    no le es ajena ni al poeta ni al hombre ciudadano y
    compañero que pasa a nuestro lado.

    Moisés Pinzón, hace carne la rutina
    y remueve escombros con la intencionalidad de
    construir una propuesta que nos salve del desbordamiento de los
    vicios: el vicio de la desesperanza, de la infelicidad, del
    desamor, de la falta de afecto por uno mismo y nos regala una
    propuesta para ser felices a través de la entrega, de la
    solidaridad del trabajo, del atreverse a triunfar en un mundo
    donde casi todo está tocado por la derrota.

    En estos poemas hay asombro, y una capacidad sin
    número de llamarse humano que nos recuerda al Cesar
    Vallejos de Masa o Intensidad y Altura;
    tienen la fertilidad de lo silvestre que nos regalara Pablo
    Neruda en sus Odas elementales y mantiene la
    ludicidad que nos regalara el padre de la Vanguardia, Rogelio
    Sinán en su obra Onda.

    La necesidad de comunicación en
    Pinzón Martínez es de tal intensidad que en
    su libro, producto de la amalgama, esencias y
    materias se funden y es como una agonía que se puede
    percibir, tocar con las manos, mejor decir. Y es que cuando se
    canta con el alma metida en el fuego y como querer cantar estando
    mudos, he allí el dolor, he allí el oficio, he
    allí la victoria de este libro iluminador.

    El libro lo cierra un extenso poema, poema fundamental,
    que recrea uno de los momentos más álgidos de la
    historia reciente de todos los panameños. El texto,
    expresa a un hablante lúcido en la abstracción de
    Humo y Ceniza que significó, significa la
    gesta de diciembre. El recurso técnico que utiliza es
    absolutamente cinético y digno de guión. Es un
    poema audiovisual lleno de sentidas imágenes cuando nos
    indica que en medio de aquel caos «la ferocidad
    viene devorándolo todo»
    o cuando expresa
    que «ahora no somos solo un grupo de estudiantes»
    «coronando de claveles los
    eneros
    ».

    Y que decir de la manera de dimensionar el suceso cuando
    expresa «y un soldado armado hasta los ojos que le
    apunta a la estrella de tu frente
    ».

    En Incidencias y Coincidencias, Moisés
    Pinzón expresa el solar de su pecho, sube desde la arcilla
    con sus «toscas manos» para
    «domar tempestades».

    Queda su palabra para los tiempos, su
    sabiduría para los vivos y su esperanza para los no
    nacidos en la verdad de que la persistencia es la madre de todas
    las victorias.

    Pórtico

    Ese buscar la sencillez de los
    elementos,

    la compleja simplicidad de la
    molécula,

    la difícil tranquilidad con que
    germina, es lo que nos hace

    verdaderamente libres.

    Del fruto, la
    luz

    Te invito a encontrar la savia que
    fluye ajena a la pupila

    valor que no resiste
    formalismos
    ni apariencias.

    Te invito a que mires hacia adentro y
    busques hacia fuera

    el complemento con que se nutren los
    mejores frutos,

    con que brillan las
    flores.

    Te invito a descubrir el bosque eterno.
    Te invito a que abras la puerta

    y dejes salir la luz

    que todo lo transforma, y dejes
    entrar

    la fuerza que
    todo lo une.

    Para domar
    tempestades

    Estas manos de caoba, de tosco
    cemento

    y acero pulido, que
    escuchan

    la dulzura de la
    lluvia.

    Manos que acarician

    la dureza del concreto, hambrientas
    manos

    que buscan con ternura en la selva del
    placer.

    Manos que fecundan el maíz.
    Ramificaciones

    perseguidas por letras,

    saltan en armonía sobre cuerdas
    y notas,

    pinzas que aflojan tuercas, grasientas
    tenazas

    que trazan caminos

    de fuego y fango.

    En ellas poso

    mis turbios ojos escrutadores, y
    observo

    heridas raíces

    surcos que penetran la carne, hojas que
    sorben la luz

    y la transforman.

    En sus señales

    descifro la gloria de lo justo, adivino
    el poder del esfuerzo,

    la realización de la
    esperanza.

    Y en momentos, cuando la caja de
    sueños, activa masa de circuitos,

    colapsa, indecisa

    busco su escudo de cemento, su aureola
    de acero,

    sus zancos de caoba

    y dejo que mis pasos sigan el
    rastro

    que traza su destello

    hasta que fluye la fe
    tallada,

    la fe arada,

    la fe fundida.

    Letargo de
    Piedra

    Frenéticos, desesperados,
    desbordando su alma incandescente,

    nacen;

    entregando sus
    entrañas

    sin saber cuándo
    terminará tanto deslumbramiento.

    para que
    después,

    nada quede igual.

    Volcán,

    letargo de piedra, fósil de
    fuego,

    carbón derretido,
    diamante,

    valle pisoteado.

    Hay aquellos arrasadores, no descansan
    jamás: Estrujan las miradas

    los sonidos y las palabras la luz y los
    cristales.

    ¡No duermas, no despiertes,
    sé fuego, calor,

    lava transformadora
    de las cenizas!

    Para que nunca seas viejo sin canas ni
    olvidada herramienta en almacén.

    Caminos

    Tantos han sucumbido sin encontrar
    salida: los desesperados,

    los que sudan tristeza los que
    miran

    con ojos anhelantes rogando afecto
    sincero y sólo reciben migajas.

    Se acuestan con las sombras,
    indiferentes,

    y despiertan en la
    inmundicia.

    -¿Cuál es tu camino?-
    Preguntaste.

    -Vago es Cupido-
    Contesté.

    -Llega con sigilo de ladrón
    amparado por la noche ociosa tras lo nuevo, tras lo
    viejo

    o tras el pesado oro

    de trasnochadas palomas. Y cuando
    aparece

    el agitado día

    se esconde, cobarde-.

    No ligaré mi
    destino

    a fantasmales caprichos de niños
    alados.

    Vengo de los manglares,

    con gusanos que carcomen mi espalda.
    Vengo de cazar estrellas y planetas.

    Persigo naves cósmicas en los
    pantanos para alcanzar la infinita
    comprensión,

    la fe sin
    límites,

    los intereses conjugados la rutina
    hecha carne.

    La mano extendida me
    detuvo

    -¿Me puedes llevar?- Me
    dijo

    -Viajo en la misma
    dirección.

    Abrí la puerta y subió al
    vehículo de mis sueños

    Taxi

    Esfuerzo inconcluso, ríos de
    palabras

    duras y graves

    para triturar las
    rocas;

    suaves y líricas

    para remover escombros.

    Dragar el cauce

    para navegar al recodo donde la luz
    rasga cristales

    sin angustia, sin
    rencor.

    Taxi cautivo.

    Dar vueltas y vueltas, círculo
    virtuoso, neumático

    que devora el
    pavimento;

    ondas que se esparcen

    para sintonizar la
    desesperanza.

    Todo medido fue

    -trayecto, experiencia-. El barco
    encayó:

    un muro silencioso

    se tragó las
    palabras.

    Tiempo estéril el de la ceniza
    destruido y fértil.

    (Y saber que es el más sublime
    de los destinos).

    Palabra
    mágica

    Para terminar

    lo que no pudo
    comenzar;

    para destruir el lienzo

    que no pudo ser
    coloreado;

    para encontrar los tintes perdidos,
    hace falta besar la ternura del silencio

    y pronunciar una palabra
    mágica.

    Discúlpame,

    por confundirme,

    por dejar cicatrices en el camino, por
    tratar de salvar lo insalvable,

    equivocando veredas.

    Y después,

    la magra copa

    se transforma en desbordante
    alegría, y hasta la atareada mañana

    se vuelve cristalina.

    Y después se
    abre

    la puerta de la esperanza la puerta de
    lo viejo

    que se renueva.

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