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Lucrecia González Consuegra: Hermana y colega en el tiempo




Enviado por Lucrecia González



  1. Resumen
  2. El
    hallazgo
  3. El
    Descubrimiento
  4. Poesía
    patriótica
  5. ¿Periodismo no sexista en el siglo
    XIX?
  6. Conclusiones parciales
  7. Recomendaciones
  8. Bibliografía
  9. Anexos

Resumen

Con un estilo más propio de los tiempos actuales
que de los años en que vivió, la periodista y
poetisa espirituana Lucrecia González Consuegra
(1848-1929), sorprende a quien la descubre. Tras un hallazgo
inicial, aparece una secuencia de aristas inéditas en la
historiografía del periodismo que en Cuba han realizado
las mujeres. Sobre todo aquellas «clasificadas» como
mestizas. Basta con leer dos de sus artículos publicados
en La Armonía, para catalogar la fuerza de su palabra y
visión emancipadora que asombra si se tiene en cuenta la
época y la sociedad patriarcal en que
vivió.

Cubana y patriota, amiga de José Martí.
Esta hermana y colega en el tiempo merece ser reconocida por sus
auténticas defensas de los derechos de todos, sin
distinguir edad, razas, ni sexos. No sería exagerado
afirmar que se ubica entre las primeras cubanas en escribir con
cierto asomo al lenguaje de género.

El
hallazgo

«¿Existirá la
reencarnación?» Tal vez, esta ponencia no debiera
iniciarse con pregunta semejante. Sin embargo, no fue otra la
expresión al hallar el nombre de Lucrecia González
Consuegra en el libro Mujeres en el periodismo cubano,
de la colega Ana Núñez Machín.

Para quienes muestren interés por conocer sobre
la vida de las primeras féminas que en Cuba ejercieron
esta profesión, el texto constituye consulta obligada.
Aunque será improbable que se reitere la experiencia de
leer en tinta de imprenta los dos apellidos de una reportera
contemporánea, como si la de antaño fuera hermana
de la misma sangre.

Mucho menos que se encuentren tantas coincidencias en el
pensar, aun cuando las separe más de medio siglo de vida.
Una mínima referencia al quehacer periodístico y
literario de Lucrecia González Consuegra se
convirtió en la punta de una madeja de atractivas
revelaciones.

El hallazgo, cuando apenas éramos estudiantes
universitarias, no pudo quedarse en las breves líneas
apuntadas por Ana Núñez Machín al final de
la página 182 de su libro. Sobre esta mujer, mestiza, con
pensamiento progresista para su época, independentista y
amiga de José Martí hace falta saber más,
mucho más que la siguiente reseña:

«Prosista. En 1882, dirigió y
redactó en Sancti Spíritus el periódico
literario La Armonía, en unión de Juan Rafael
Valdés, que era el órgano oficial de la sociedad de
color del mismo nombre. Colaboró en Minerva, 1888. En
1937, dirigió la revista mensual ilustrada
Lux

Lo anterior apareció ante nuestros ojos solo como
el motivo para indagar seriamente quién fue en verdad
Lucrecia González Consuegra. Desempolvar los archivos y
bibliotecas espirituanas emergió como necesidad
ineludible. Un simple dato, 1929, año de su fallecimiento
puso en duda que Lucrecia dirigiera la revista mensual ilustrada
Lux, según apunta Ana Núñez
Machín. Una vez obtenido el certificado de
defunción (Anexo 1) descartamos esa posibilidad. A pesar
de que nos entusiasmaba suponer que en verdad Lucrecia haya
asumido la dirección de esa publicación en una
época donde lo predominante era que lo hicieran
hombres.

Con la verificación de que nació el 18 de
octubre de 1848 y murió el 4 de septiembre de 1929, no
quedaba más que investigar sobre su quehacer
periodístico. Comenzó así el proceso de
desenredar la madeja de periódicos, revistas y libros que
aparecieron en este camino todavía inconcluso.

En estrecha relación con el auge de las
sociedades de color en Cuba, aparece el discurso
periodístico y literario de Lucrecia González
Consuegra. Basta con leer dos de sus artículos, publicados
en La Armonía (Anexo 2) para comprender
cuánto se adelantó a su época.

Asombra la fuerza de su palabra y el estilo que
más bien se ajusta a los años actuales y no a la
época que le correspondió vivir. Lo sorprendente
aparece al saberse que no tuvo formación académica
para ejercer el periodismo, mucho menos la literatura.

¿Cómo logró entonces dejar
escrituras tan sólidas? ¿Con cuáles artes
superó las inevitables barreras sociales y
económicas que con certeza aparecieron en su camino? Bien
sabemos que en el siglo XIX cubano resultaba difícil que
una señorita blanca y rica adquiriera esas habilidades
profesionales. ¿De qué manera pudo hacerlo una
mestiza y, tal vez, pobre?

A estas y otras interrogantes nos enfrentamos. Las
posibles respuestas se encuentran en los anales del Archivo
Histórico de Sancti Spíritus, en la sala de Fondos
Raros y Valiosos de la biblioteca provincial Rubén
Martínez Villena y en el Centro de Estudios
Martianos.

Cotejar cada dato, por mínimo que parezca,
constituirá un aporte. Será una revelación
inédita. El verdadero hallazgo.

El
Descubrimiento

En más de una ocasión sentimos lo que
quizá vivió Rodrigo de Triana cuando gritó:
¡Tierra!, durante la travesía conducida por el
Almirante Cristóbal Colón en 1492.

En nuestro caso, el primer motivo de asombro fue el
texto Historia de la literatura espirituana, de Orlando
Fernández Aquino. Ahí, además de las
referencias a la obra de Lucrecia, el autor señala que
ella mantuvo intercambio de correspondencia con José
Martí. ¡Gran descubrimiento!

Nos acercamos a corroborarlo en el artículo
Lucrecia, la amiga de Martí, firmado
también por Fernández Aquino y publicado en 1993
por el suplemento cultural Vitrales, del
periódico Escambray. En esas líneas se
cita al escritor y creador espirituano Pastor del Río,
quien describe esa relación de la siguiente
manera:

«En 1897, cuando Martí y Juan Gualberto
Gómez emprenden […] faenas que culminarían
en el estallido de la Guerra Chiquita, y que determinan que ambos
sean detenidos y deportados, Lucrecia es la encargada de mantener
el fuego sagrado, y antes de que el 95 hubiera llenado nuestras
montañas de mártires y combatientes, vuelve a
relacionarse con el Apóstol de la Independencia, quien la
hizo su auxiliar en Sancti Spíritus, a donde le
escribía periódicamente, remitiéndole en
cierta ocasión, el modelo de la escarpela tricolor y un
diseño de la estrella solitaria. Pero sus trabajos fueron
tan trascendentales y acabados y la Martí la
distinguió tanto, que hubo que mandarle desde Tampa a la
señora Rosalía Cabrera, para que le informara hasta
dónde y cómo había que servir a la
Revolución. Advertidas sus actividades y abierta su
correspondencia, enterró las cartas del forjador del
Manifiesto de Montecristi […]. Tuvo la satisfacción
inmarcesible de ser eficaz cooperadora del Maestro y de merecer
el galardón de su confianza y de su aprecio
[…]».

Apareció así ante nuestros ojos, una
página de obligada indagación. La vida y obra de
Lucrecia González Consuegra se encuentra, posiblemente,
vinculada al surgimiento del Partido Revolucionario Cubano en la
villa del Yayabo. Para corroborar este hallazgo preliminar
resultó imprescindible contactar a Fernández
Aquino, residente hoy en Brasil. Para satisfacción mutua,
confirmó la sospecha de que por alguna razón
quedó inconclusa esta página que mucho
podría aportar a la historia de Sancti
Spíritus.

«Requeriría revisar casi todo el
epistolario martiano y sus relaciones con los patriotas del
territorio, hasta encontrar las evidencias de su relación
con Lucrecia, lo cual estaba entre mis objetivos, pero yo solo no
podía hacerlo», aclaró Fernández
Aquino al responder uno de los mensajes que hemos intercambiado.
Para satisfacción mutua, él accedió a
facilitar sus apuntes y fichas bibliográficas a fin de que
se pueda concluir este capítulo inédito de la
escritora y patriota espirituana.

Poesía
patriótica

La faceta más estudiada de Lucrecia
González Consuegra son sus poemas. Ella fue la principal
redactora de La Armonía, donde dio a conocer la mayor
parte de sus trabajos literarios y recibió
colaboración de intelectuales nacionales y
extranjeros.

Colaboró además con revistas como
Minerva, de Cienfuegos, Álbum de las Damas de
Las Villas
, Albores, Ibis,
Soñada y Diana, de Sancti
Spíritus, así como con el periódico El
Fénix
. (Anexos 3 y 4)

Orlando Fernández Aquino, en su libro
Poetisas espirituanas y otros artículos
señala que: «[…] es otra de las más
importantes poetisas espirituanas que producen en la segunda
mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Fue una
mestiza, que dotada de singular inteligencia, pudo formarse una
cultura básicamente autodidacta que le valió el
reconocimiento en el medio intelectual regional de la
etapa».

Agrega, además, que se dio a conocer en el
ámbito cultural de Sancti Spíritus en la
década del 1880, con el también poeta negro Juan
Rafael Valdés, fundador de la sociedad de
instrucción y recreo La Armonía (1882) y
el periódico del mismo nombre. Esos empeños
significaron un verdadero esfuerzo por la superación y el
desarrollo cultural de la raza negra en la
región.

Cuando se inician en Sancti Spíritus los
preparativos para la guerra de 1868, Lucrecia coopera activamente
con Honorato del Castillo y José Rafael Estrada en la
difícil tarea de unir a los espirituanos en torno al ideal
independentista.

Hay noticia de que en el período de la Tregua
Fecunda empieza a colaborar con José Martí en la
preparación de la Guerra Chiquita y de que más
tarde, fue activa colaborante de la Guerra del 95.

La vertiente patriótica y anticolonialista de
esta cubana enamorada de su país, constituyó fuente
inspiradora para un poema publicado en Minerva (1899)
donde le dice a su amigo Joaquín Granados:

Cuba nos da con mano
generosa

Sus aves, sus perfumes y sus
flores

Y en cada una mañana
esplendorosa

Un edén de
primavera.

(Mañanas de
primavera)

La composición A Cuba publicada en El
Fénix, el 4 de julio de 1899, en fecha reciente a la
independencia colonial es expresión poética de sus
sentimientos libertarios y anticolonialistas.

En ella dirá:

¡Oh Cuba! Ya eres libre, tus
cadenas

Destruyeron tus hijos
valerosos,

Guerreros y te dieron
generosos,

Su porvenir, sus vidas y su
amor.

Libre eres ya del déspota
insolente

Que con falacia te llamaba
hermano

Lanzando sobre el rostro del
cubano,

Injusticia, oprobios,
deshonor.

Este texto es uno de los poemas que mejor expresa el
ardor patriótico y la sentida inspiración de la
poetisa. Otros asuntos están recogidos en poemas como
El Recuerdo, A mi pensamiento,
Meditación y A la Ilustración,
entre otros.

Como prosista Lucrecia publicó artículos
reflexivos, de honda preocupación social, entre los que
sobresalen El trabajo, Amor de madre y La
mujer y la ilustración.

A tono con la estética dominante en la etapa de
las Guerras por la independencia 1868-1898, la obra
poética de Lucrecia González Consuegra, es un eco
más del romanticismo cubano de la etapa: vehemencia,
melancolía, identificación espiritual con la
naturaleza cubana, descuidos formales y ardor patriótico
son rasgos distintivos de su poesía, con la particularidad
de que su condición de mujer mestiza y autodidacta,
transparenta mejor que en muchos otros casos el acendramiento de
la nacionalidad cubana en el siglo XIX, tanto en su actividad
artística como en la cívica.

Con esta punta de la madeja en las manos, se abre otra
etapa de la investigación. Ahora centrados en su discurso
periodístico.

¿Periodismo no sexista en el siglo
XIX?

Otro libro, La prensa espirituana, la cultura y los
autores espirituanos en la colonia (1834-1898),

también de Orlando Fernández Aquino, nos acerca
más a Lucrecia González Consuegra y a su estilo
periodístico.

El hilo que nos conduce a esta reveladora faceta tiene
su ovillo en uno de los intentos de desarrollo cultural a
través de la prensa como la publicación La
Unión,
(1882). Se trata del primer periódico
que tuvo la raza negra en Sancti Spíritus. Era el
órgano oficial del Instituto La Unión, primer
centro de instrucción y recreo de los negros
espirituanos.

El periódico divulgó buenas costumbres,
moral social, educación pública, bellas artes y
literatura, con una considerable calidad en su
redacción.

Se publicó durante 13 años hasta el
reinicio de la guerra en 1895.

La Armonía (1882) fue un
periódico literario, órgano de divulgación
de la sociedad homónima, redactado por los jóvenes
poetas espirituanos de la raza negra como Lucrecia y Juan Rafael
Valdés.

Ambos se empeñaron en hacer de esta
publicación el exponente de la cultura de su raza,
poniendo para ello todos los medios a su alcance. Redactaron los
mismos trabajaos originales en verso y prosa. A este
periódico le sucedió La Aurora, en
septiembre de 1887, como órgano de la citada sociedad. Fue
dirigido por Juan Rafael.

La Armonía fue un centro exclusivamente
de mestizos. A Lucrecia correspondía redactar la
sección doctrinal. Al analizar dos de sus artículos
escritos para esta columna que aparecía en la portada,
podemos interpretar su sentir emancipatorio por la manera en que
expone sus criterios. Siempre a favor de los derechos sociales de
mujeres y hombres. (Anexos 5 y 6)

De esta manera, en el número del 31 de octubre de
1882 se lee:

« […] En nuestro días vemos con
demasiada frecuencia que muchos jóvenes que debieran
contribuir con sus actos al perfeccionamiento social, emprenden
cual nuevos Tenorios una campaña amorosa burlándose
con cínico descaro de cuanto hay de noche y sagrado sobre
la tierra y sembrando en el seno de las familias, el dolor y la
desmoralización […]»

Llama la atención la claridad con que manifiesta
su desacuerdo con las actitudes machistas. No solo nombra
«nuevos Tenorios» a esos jóvenes de actuar
festinado, sino que los califica de cínicos en tanto
empañan el bienestar de sus familias. Puede interpretarse
que Lucrecia aboga de esta manera por la tranquilidad del hogar
como derecho colectivo.

Más adelante, en el mismo texto
plantea:

«Vemos también á algunos esposos,
que olvidando los graves deberes que impone el matrimonio, y el
santo amor que debe a sus hijos, corren en pos de efímeros
placeres malgastando inútilmente el fruto de sus afanes
[…]», por lo que nos llega desde esa época
una crítica a la infidelidad masculina y un rechazo a la
deshonor, la inmoralidad e hipocresía al
decirles:

«Papagayos eternos de moralidad y decoro, que
nunca han sentido latir su corazón con la calma que debe
reinar en el pecho de todo el hombre honrado. Pues el que se
burla de la inocencia de una virgen, el esposo que desprecia las
dulces uvas del hogar doméstico y el hogar
doméstico y el hombre que desconoce las ventajas que nos
brinda la amistad, jamás podrán llevar ni el
más pequeño óbolo á la urna del
progreso […]»

Definitivamente, en ese contexto, hace una evidente
defensa de los valores que deben enaltecer a la sociedad. Una
sociedad que ella reconoce en su discurso estar compuesta por
mujeres y hombres. Por supuesto, no puede todavía hacerlo
a la manera de los tiempos actuales, con el equilibrio adecuado
entre los términos femeninos y masculinos. Sería
mucho aspirar que en esos años finales del siglo XIX,
apareciera explícitamente en la prensa cubana tan siquiera
una palabra, o una mínima frase con loas a las
mujeres.

Sin embargo, se le concede gran mérito a esta
mujer capaz de exponer sin temor una crítica abierta a los
hombres de la época.

Solo habría que constatar la repercusión
de sus textos. ¿A cuántos y cuantas agradó o
disgustó? Cualquiera que sea la respuesta, Lucrecia, sin
lugar a duda, marcó un hito en el discurso
periodístico de las féminas
espirituanas.

Para reforzarlo, léase este fragmento del
editorial «Despertemos» que apareció en La
Armonía
, el 6 de julio 6 de 1884:

« […] El artesano, el hijo del pueblo, no
debe permanecer sumido en la ignorancia; sin más
patrimonio que su trabajo, sin más porvenir que vejetar en
la miseria cuando la enfermedad o los años debilitan su
naturaleza. […]

Desheredados de la fortuna, no halagarán sus
sueños el fausto y esplendor del oro, pero sus conciencias
serán las de los hombres honrados que saben cumplir con su
deber sin tener á mengua el pertenecer a una clase
inferior.

Mas si buscamos la instrucción, seremos á
la vez laboriosos e instruidos, sin que podamos avergonzarnos
jamás de nuestra condición, porque el hombre sea
cual fuese la clase á que pertenezca, no se le distingue
sino por su mérito y posición
social.»

Habla aquí del derecho al estudio, a la
superación personal y de la igualdad de clases. Con un
pensamiento que, por su condición de mujer y dado el
ambiente machista donde se desenvuelve, nos hace suponer —y
no sería errado— como única salida dejar
implícito en el término «hombre» la
intención incluyente y no sexista de su discurso
periodístico.

De tal manera, Lucrecia González Consuegra, para
satisfacción de la prensa de la época y de quienes
recién comenzamos a descubrirla, estudiarla, entenderla y
conocerla ocupa un peldaño más visible dentro de la
historiografía del periodismo cubano.

Conclusiones
parciales

  • 1. La presente investigación constituye
    un primer acercamiento al estudio del periodismo realizado
    por miembros de las sociedades de color en Cuba.

  • 2. Posee el valor histórico de contener
    el certificado de defunción de Lucrecia
    González Consuegra, documento que permite enmendar un
    error en los datos ofrecidos sobre la periodista y poetisa
    espirituana aparecido en el libro Mujeres en el
    periodismo cubano
    de Ana Núñez
    Machín.

Recomendaciones

  • 1. Continuar investigando sobre el ejercicio
    periodístico de la mujer negra en el siglo
    XIX.

  • 2. Proponer la ampliación de la
    investigación a través de un proyecto de tesis
    para obtener el título de master en
    comunicación, y que permita abarcar la región
    central de Cuba.

  • 3. Publicar los resultados de las
    investigaciones en un espacio de fácil acceso como la
    plataforma de blogs de Monografías.com, con el
    título Juntar y Amar: Integración martiana
    entre mujeres y hombres.

Bibliografía

  • 1. Fernández Aquino, Orlando, (1990).
    La prensa espirituana, la cultura y los autores
    espirituanos en la colonia (1834-1898).
    ISP
    Capitán Silverio Blanco, Cabaiguán.

  • 2. ________________________, (1997).
    Poetisas espirituanas y otros artículos,
    Ediciones Luminarias, Sancti Spíritus.

  • 3. González Consuegra, Lucrecia, (1882).
    Sección doctrinal en La Armonía, Sancti
    Spíritus.

  • 4. ________________________, (1882).
    Despertemos en La Armonía, Sancti
    Spíritus.

  • 5. Núñez Machín, Ana,
    (1989). Mujeres en el periodismo cubano, Editorial
    Oriente, Santiago de Cuba.

Anexos

Anexo 1

Certificado de defunción

Monografias.com

Anexo 2

La Armonía

Monografias.com

Anexo 3

Soñada

Monografias.com

Anexo 4

El Fénix.

Monografias.com

Anexo 5

Sección doctrinal

La Armonía

octubre 31, 1882

A menudo oímos lamentar a nuestra juventud la
decadencia de nuestra sociedad, repetir infinitas veces: "uh!" la
inmoralidad cunde por todas partes, nuestra sociedad necesita
regenerarse! "Bien, muy bien.

Preguntamos ahora: ¿todos los que tal dicen, los
que tanto blasonan de morigenadores de costumbres, cumplen sus
deberes? No y mil veces, no; vamos a probarlo.

En nuestro días vemos con demasiado frecuencia
que muchos jóvenes que debieran contribuir con sus actos
al perfeccionamiento social, emprenden cual nuevos Tenorios una
campaña amorosa burlándose con cínico
descaro de cuanto hay de noche y sagrado sobre la tierra y
sembrando en el seno de las familias, el dolor y la
desmoralización.

Vemos también á algunos esposas, que
olvidando los graves deberes que impone el matrimonio, y el santo
amor que debe a sus hijos, corren en pos de efímeros
placeres malgastando inútilmente el fruto de sus afanes
últimamente vemos también á muchos darle el
título de amigos, pero el sentimiento de la amistad puro
é inefable, no cabe en sus corazones, porque siendo su
principal objeto el vicio y los placeres, desconocen las puras
afecciones de la amistad. Míseros seres que revestidos con
la falsa apariencia de amigos, se deslizan cual venenosos
reptiles en medio de la sociedad.

Hipócritas consumados que oímos uno y otro
día clamor por el órden social, que ellos
desconocen por completo.

Papagayos eternos de moralidad y decoro, que nunca han
sentido latir su corazón con la calma que debe reinar en
el pecho de todo el hombre honrado. Pues el que se burla de la
inocencia de una virgen, el esposo que desprecia las dulces uvas
del hogar doméstico y el hogar doméstico y el
hombre que desconoce las ventajas que nos brinda la amistad,
jamás podrán llevar ni el mas pequeño
óbolo á la urna del progreso, la sociedad los
mirará siempre con desprecio por que nada habrán
hecho en beneficio de ella.

Que aquel que tiene en mucho su dignidad social, no
tiende Á degradar esa misma sociedad en que vive, antes
bien, procura enaltecerla. Y así como la patria
ciñe con laureles la frente de los héroes,
también la historia guarda en sus páginas las
virtudes de aquellos que desean y coadyuvan al adelanto de la
sociedad.

Anexo 6

Editorial "Despertemos"

La Armonía

Julio 6, 1884

Cuando el hombre llega a salir del estado de estupidez
ó advección en que la suerte le había
colocado, cuando puede mirar hacia delante y penetrar en el
templo del Progreso, no debe permanecer irresoluto ó
tímido en emitir su pensamiento sino que semejante al
águila que se remonta á las nubes para descubrir lo
que desea, debe remontar el vuelo de su fantasía hacia
donde encuentre el camino que le conduzca al mejoramiento de su
condición.

La civilización ha atravesado los mares en varias
direcciones; doquier han hallado su refulgente llama,
jamás se ha extinguido sobrevivir a las generaciones que
trabajan sin descanso hasta añadir nuevos laureles a la
historia del progreso.

De nosotros que hemos tenido la dicha de nacer en un
país, de nosotros depende sacudir el litúrgico
sueño en que vivimos, y semejantes á Lázaro,
á quien Jesús le dijo; "levántate y anda"
alzamos del estado de postración en que vivimos hasta
nivelarnos con el hombre instruido, y de este modo conseguir el
aprecio universal.

El artesano, el hijo del pueblo, no debe permanecer
sumido en la ignorancia; sin más patrimonio que su
trabajo, sin más porvenir que vejetar en la miseria cuando
la enfermedad o los años debilitan su naturaleza. No es
posible repetirnos que este individuo sea un ser estúpido
sin mas voluntad de acción que la del trabajo, sin
más inteligencia que la necesaria que dirigir sus tareas
diarias.

¿Y teniendo en cuenta, que semejante estado de
ignorancia embota las facultades intelectuales, permaneceremos
indiferentes? No, no es posible continuar de esa manera, y ya que
hemos dado el primer paso en pró de nuestra
instrucción, no vacilamos en nuestra sociedad, que no se
nos tache de perezosos, y sin llegar a ser perfectamente
ilustrados tendremos la satisfacción de instruir a
nuestros hijos y sobre todo enseñarles á conocer el
verdadero mérito.

Apóstoles del trabajo los hijos del honrado
obrero seguirán las huellas sus padres legando al pueblo
que los vió nacer, las obras de sus manos, y su
hornada.

Desheredados de la fortuna, no halagarán sus
sueños el fausto y esplendor del oro, pero sus conciencias
serán las de los hombres honrados que saben cumplir con su
deber sin tener á mengua el pertenecer a una clase
inferior.

Mas si buscamos la instrucción, seremos á
la vez laboriosos e instruidos, sin que podamos avergonzarnos
jamás de nuestra condición, porque el hombre sea
cual fuese la clase á que pertenezca, no se le distingue
sino por su mérito y posición social.

 

 

Autor:

María de los Ángeles
Romero Aragón

Osmaira González
Consuegra

Enviado por:

Lucrecia González

X Encuentro Regional

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Cienfuegos 2012

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