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La pulsión de muerte descrita en la psicología y la literatura




    La pulsión de muerte descrita en la
    psicología y la literaturaMonografias.com

    A través de la historia se han conocido numerosos
    casos de personajes que habiendo tenido infancias y experiencias
    de juventud normales – desde los parámetros aceptados por
    la sociedad– terminaron sus vidas de adultos convertidos en unas
    máquinas de guerra, en asesinos imperturbables o
    sádicos o en seres con comportamientos y actitudes
    totalmente opuestos a sus referentes de
    enculturación.

    En los libros de historia encontramos intentos de
    explicación de este tipo de comportamientos y se les
    atribuye a factores genéticos, influencias externas o
    desórdenes psíquicos de sus personajes. Así
    por ejemplo, en un libro escrito sobre la Revolución
    francesa se describe al Marqués de Mirabeau, uno de los
    grandes protagonistas de este hecho y se intenta explicar sus
    móviles de actuación por el origen toscano de su
    familia:

    La sangre de Maquiavelo y el genio turbulento de las
    repúblicas italianas, se hallaban presentes en todos los
    individuos de esta raza; las proporciones de sus almas son
    superiores a su destino, vicios, virtudes, todo es extremado en
    ellos. Las mujeres o son angelicales o perversas; los hombres o
    sublimes o depravados.[1]

    En otro texto sobre la Revolución Francesa se
    explica la actitud de otras cabezas visibles de este movimiento
    de la siguiente manera:

    Danton degollaba para saciar su rabia; Robespierre, para
    vengar los insultos hechos a su vanidad, o para hacer desaparecer
    a un rival a quien tenía envidia: Marat, por aquel
    instinto de sangre que impele a una bestia feroz a matar y
    destrozar, aún después de haber saciado su
    hambre.[2]

    Este tipo de caracterizaciones de la locura responden a
    unas percepciones que se tenían desde la época
    renacentista hasta finales del siglo XVIII en las que se asociaba
    este fenómeno como el fruto de la sin razón. A la
    que se responsabilizaba del abandono del hombre, de ser esclavo
    de los deseos y del corazón, que afloraran en su
    comportamiento las formas más vulgares y que la conducta
    moral no lo pudiera dirigir hacia la verdad.[3].
    Sauvage, uno de los autores más reconocidos de esta
    época, reforzaba estas ideas de la siguiente
    manera:

    …la desviación de nuestro espíritu
    no viene más que del hecho de que nos entregamos
    ciegamente a nuestros deseos, de que no sabemos refrenar nuestras
    pasiones ni moderarlas. De allí esos delirios amorosos,
    esas antipatías, esos gustos depravados, esa
    melancolía que causa la pena, esos arrebatos que en
    nosotros produce un rechazo, esos excesos en la bebida, la
    comida, esas incomodidades, esos vicios corporales que causan la
    locura que es la peor de las enfermedades.
    [4]

    Todos aquellos que no se ajustaban a los cánones
    sociales, económicos y religiosos debían ser
    llevados a prisión. De esta manera homosexuales,
    portadores de enfermedades venéreas, impíos,
    alquimistas, iluminados, visionarios, vagos y libertinos fueron
    recluidos en cárceles especiales durante el período
    descrito.

    En el siglo XIX con la aparición de la
    Psicología y mas concretamente con el desarrollo de la
    teoría psicoanalítica se empezó la
    caracterización y diferenciación de cada uno de los
    trastornos psicológicos. Así mismo se empieza a
    estudiar y a tratar de entender como se afecta la psiquis humana
    en virtud de las experiencias de vida de los sujetos. Este
    último aspecto quizás fue el paso más
    trascendental para la comprensión de los procesos de
    singularización que tenemos los seres humanos, por
    cuánto implicaba explorar ese universo mental en el que
    habitan fantasmas, sueños, miedos, angustias, experiencias
    fallidas, actos reprimidos que afectan a cada persona de una
    manera distinta.

    Uno de los aportes mayores de la teoría
    psicoanalítica fue el establecimiento de la
    división de la estructura psíquica en Conciente e
    Inconciente y la caracterización de las instancias
    psíquicas: Ello, Yo y Super Yo. Este fue un paso
    importante para entender todos aquellos comportamientos que no
    podían ser explicados desde los parámetros
    racionalistas y aún todos esos actos en los que afloraba
    la animalidad presente en todos los seres humanos.

    La diferenciación entre el Conciente
    y el Inconciente, implicó el reconocimiento que una cosa
    son los actos concientes en los que tenemos pleno conocimiento de
    lo que hacemos, de lo que queremos y de lo que podemos hacer y
    otra cosa es ese abigarrado mundo conformado por fuerzas
    instintivas y deseos reprimidos sobre los cuales ejerce una
    presión el racionamiento lógico y las pautas
    sociales y morales para mantenerlos cerrados y sellados para la
    experiencia conciente. Este último campo sería el
    Inconciente.

    El inconciente sería el dominio de lo
    ilógico, el revestimiento que tiene la instancia
    psíquica del ELLO, por cuánto en él prima lo
    que heredamos del mundo animal: los instintos originados en la
    organización somática. Pero según lo explica
    Freud, por la influencia exterior (Super Yo) se formó el
    Yo. Este se encarga de desplazar al Inconciente estos instintos y
    otros actos que puedan ser contrarios a un orden
    cultural.

    De tal forma que "hacia el interior, frente al ello,
    conquista el dominio sobre las exigencias de los instintos,
    decide si han de tener acceso a la satisfacción,
    aplazándola hasta las circunstancias y circunstancias
    más favorables del mundo exterior, o bien suprimiendo
    totalmente las excitaciones
    instintivas
    ".[5]

    El Inconciente así descrito no deja de ser
    complejo y problemático, porque cada persona asimila de
    una manera distinta ese proceso de adaptación o
    represión de los instintos. Freud muestra como esos
    accesos de ira que son reprimidos por el individuo, le generan
    conflictos internos y enfermedades. Si se orientan hacia la
    propia persona le producen autodestrucción y en el caso de
    que se orienten hacia fuera generan un instinto de
    destrucción.[6]

    Quizá Freud no lo dijera o no lo vislumbrara,
    pero se puede asegurar que el hombre es un ser indeterminado y no
    podemos predecir como será la magnitud de la
    exteriorización de esa energía reprimida y que
    hechos, personas o circunstancias desencadenarán ese
    instinto destructivo. En ausencia de un conflicto o hecho de gran
    trascendencia para el individuo, todo ese material almacenado en
    el inconciente puede permanecer desconocido para él y no
    se puede determinar cuáles van a ser las válvulas o
    escapes a través de las cuáles se filtrarán
    a la conciencia.

    Carl Jung, uno de los revisionistas de la teoría
    de Freud, va más allá en la descripción de
    la complejidad del Inconciente. En primer lugar sostiene que
    éste no se encuentra inactivo sino que de una manera
    continua agrupa y reagrupa los contenidos que llegan a él,
    lo cual puede facilitar su traslado a la conciencia o por el
    contrario hacerlos más inaccesibles a la conciencia. A
    esto agrega que en el Inconciente se puede distinguir dos partes:
    el personal y el Colectivo.

    El Inconciente personal se conforma por aquellos
    contenidos que son fruto de la experiencia de vida de cada
    persona y cuyo origen, efectos o manifestaciones parciales han de
    buscarse en el pasado personal de cada
    individuo.[7] El Inconciente colectivo, es de
    carácter universal, idéntico en todas las partes y
    en todos los hombres, a la que Jung denomina las partes
    inferiores de las funciones psíquicas. Corresponden a
    formas arcaicas y primitivas de los hombres heredadas y siempre
    presentes, a pesar de que en el proceso civilizador se ha tratado
    de transformarlas o suprimirlas través de la
    educación y formas religiosas elaboradas.

    Entre las manifestaciones de ese Inconciente colectivo
    Jung menciona el concepto de Arquetipos, que son manifestaciones
    simbólicas a través de las cuáles se
    condensaba las ilusiones, fantasmas, formas arcaicas de
    pensamiento e instintos fundamentales de los primeros hombres que
    se enfrentaban a un mundo que poco conocían y
    dominaban.

    Jung advierte sobre los riesgos que trae o ha
    traído a la humanidad el tratar de disociar la conciencia
    y la inconciencia. Sostiene que el material alojado en este
    último campo se convierte en una energía
    psíquica que queda en el inframundo, como una "sombra"
    permanente y destructora en potencia que puede desencadenar
    neurosis, episodios de mal humor u olvido inesperados.
    [8]Recalca la necesidad de realizar intentos
    serios para reconocer nuestra propia sombra y que si
    lográramos avanzar en ese sentido seríamos inmunes
    a toda infección moral y mental y a toda
    insinuación. Como ejemplo de ello señala que los
    nazis se valieron de los mitos teutónicos para lograr que
    las masas alemanas se unieran a su
    causa.[9]

    Este último aspecto nombrado es un indicativo
    para Jung de lo fácil que puede ser para un hombre pasar
    de un estado de bondad a uno de maldad y de esas combinaciones
    binarias que hacen parte de nuestra vida y del cosmos:

    La triste verdad es que la auténtica vida del
    hombre consiste en un complejo de oposiciones inexorables:
    día y noche, nacimiento y muerte, felicidad y desgracia,
    bueno y malo. Ni siquiera estamos seguros de que uno
    prevalecerá sobre el otro, de que el bien
    prevalecerá vencerá al mal o la alegría
    derrotará a la tristeza. La vida es un campo de batalla.
    Siempre lo fue y siempre lo será, y si no fuera
    así, la existencia llegaría a su
    fin.[10]

    Los desarrollos de la teoría
    psicoanalítica permitieron entender como podía
    afectarse esa capacidad racional del ser humano y dar paso a ese
    componente instintivo que puede convertir al hombre en una
    máquina asesina. Quizá antes que las escuelas
    psicológicas y la teoría psicoanalítica
    empezaran a sistematizar un cuerpo de ideas explicatorias de
    estos fenómenos, en la literatura conciente o
    inconcientemente varios escritores habían plasmado en sus
    obras esas dimensiones del ser humano en las que se podía
    advertir su gran capacidad creativa pero también es
    potencial destructivo de si mismo y de los
    demás.

    Desde los tiempos de los tragedias griegas, pasando por
    la Celestina en el siglo XVI y en las obras de Shakespeare en el
    siglo XVII se describen varias historias que registran los casos
    de personajes que llevaban una vida normal pero que
    acontecimientos externos o fuerzas del destino los llevaron a
    perder los estribos y terminaron cometiendo asesinatos contra
    personas que los rodeaban. El gran mérito de estos
    escritores es haber mostrado que de la normalidad a la locura
    sólo nos separa una delgada línea y que todos los
    seres tenemos una pulsión de muerte que puede ser activada
    de una manera insospechada e incontrolada.

    Para los efectos de nuestro ensayo se ha escogido tres
    obras que permiten avanzar más en la descripción,
    caracterización y recreación de esas fuerzas
    inconscientes descritas por Freud y Jung en los apartes citados
    anteriormente. Las dos primeras obras son El extraño
    caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde
    de Roberto Luis Stevenson y
    El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde que fueron
    escritas en 1886 y 1890, respectivamente. La tercera es El
    Perfume de Patrick Süskind escrita en 1985.

    Psicoanalistas como Carl Jung y algunos de sus
    discípulos ilustraron sus reflexiones sobre el
    inconsciente y las imágenes arquetípicas con hechos
    y situaciones tomadas de la obras Fausto de Goethe,
    El padre de Christina Alberta de H. G. Wells y El
    extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde
    de Roberto
    Luis Stevenson. [11]

    No incluyo aquí las reflexiones hechas por los
    miembros de la escuela psicoanalítica de Jung sobre la
    obra de Stevenson, pero incorporo una lectura personal sobre el
    aporte hecho por la obra de este autor al desarrollo de la
    comprensión de la psiquis humana. A través de los
    personajes El Doctor Jekyll y Míster Hyde, se introduce la
    duda o la sospecha de la perfectibilidad del ser humano y nos
    muestra el peso que puede representar para un individuo los
    condicionamientos sociales y culturales.

    El Doctor Jekyll y Míster Hyde es una
    metáfora de la dualidad del ser humano y una
    crítica a las convenciones culturales que tienden a
    asimilar los buenos modales y la buena apariencia física
    como criterios a partir de los cuáles se decide la bondad
    de una persona.

    Desde la perspectiva de los estereotipos sobre la
    belleza, el Doctor Jekyll era la conjunción de atributos
    positivos: alto, fina estampa, fornido, bien conformado, de
    rostro terso, quizá con aire de astucia, pero rebosante de
    inteligencia y bondad[12]heredero de considerable
    fortuna y dotado además de excelentes cualidades,
    inclinado por naturaleza al trabajo.[13]
    Míster Hyde era por el contrario la suma de factores
    negativos: enano, pálido y diminuto, daba la
    impresión de una deformidad sin que se le pudiera
    señalar ninguna, este hombre apenas parece humano
    ¿podemos decir que en él hay algo de troglodita?
    [14]

    Quizá el aspecto más importante de la obra
    de Stevenson tenga que ver con la prefiguración de lo que
    los psicoanalistas denominarían más tarde el
    Inconsciente y que demuestra que la comprensión del ser
    humano es un fenómeno más complejo de lo que las
    simples apariencias dejan ver. El Doctor Jekyll sería esa
    parte conciente fruto de la educación, del apego a unas
    normas morales y unos patrones culturales que la sociedad del
    momento impone a sus asociados; El señor Hyde es por el
    contrario esa parte oscura, instintiva, impulsiva que todos
    podemos llevar y que tratamos de ocultar o impedir que aflore. Es
    todo ese material almacenado en nuestro Inconsciente.

    En el desarrollo de su obra Stevenson aporta elementos
    importantes para entender cómo se va configurando ese
    material inconsciente en nuestra psiquis y en virtud de que
    factores puede emerger o salir a la luz. En primer lugar
    señala la represión de los deseos o los
    remordimientos por actos considerados inmorales. Esta
    explicación la da a través del análisis que
    hace un personaje del Dr. Jekyll:

    Mi instinto me dice que se debate en aguas profundas.
    Cuando joven era turbulento; ha pasado mucho tiempo desde
    entonces, es cierto, pero la ley no admite plazos. ¡Ah!
    Debe tratarse de eso; el fantasma de algún viejo pecado,
    el cáncer de alguna vergüenza oculta, el castigo que
    llega con paso tambaleante años después de que la
    memoria y la propia estima han olvidado y perdonado la
    falta.[15]

    En segundo lugar muestra como los condicionamientos
    sociales se convierten en elementos que impiden al hombre gozar
    de los placeres normales de la vida y le imponen el abandono de
    los mismos por ir en pos de ideales o sendas que la sociedad
    valora como sinónimos de éxito. Esta es la
    explicación que da el Dr. Jekyll del origen de la vida
    doble que llevaba y de las causas de su
    desestabilización:

    Ávido por conseguir el respeto de los más
    sabios y grandes entre mis semejantes; tenía plenamente
    garantizado, como cualquiera podía suponer, un futuro
    honorable y distinguido. Y la verdad es que el peor de mis
    defectos era una cierta e impaciente disposición a la
    alegría de las diversiones que ha hecho felices a muchos,
    pero que yo encontré difícil de reconciliar con mi
    imperioso deseo de llevar alta la cabeza y mostrar ante el
    público un semblante más grave de lo común.
    La consecuencia fue que oculté mis placeres, y cuando
    alcance los años de la reflexión y empecé a
    mirar a mi alrededor y a hacer balance de mi progreso y
    posición en el mundo, estaba ya comprometido en una
    profunda duplicidad de la vida. Muchos hombres hubieran incluso
    blasonado de las irregularidades de que yo era culpable; pero
    desde los altos objetivos que me había trazado yo las
    miraba y escondía con un sentimiento casi mórbido
    de vergüenza.[16]

    De una manera metafórica, Stevenson describe ese
    proceso a través del cual se opera ese cambio de
    personalidad del Dr. Jekyll a Mr. Hyde, que lo atribuye a una
    droga, aunque deja entrever que se opera cuando la persona
    está presa del abatimiento o el miedo. El paso de una
    persona grande, bien parecida a una de baja estatura y poco
    atractiva connota que el afloramiento del inconsciente en el ser
    humano significa un empequeñecimiento de su ser, de esa
    parte instintiva en la que puede emerger la pulsión de
    muerte, la negación de las convenciones sociales y
    culturales y de ese componente animal que la educación ha
    tratado de sellar.

    Oscar Wilde contemporáneo de Stevenson presenta
    en la obra El Retrato de Dorian Gray unos planteamientos
    sobre el inconsciente que coincide en algunos aspectos con los
    desarrollados por Stevenson y en otros hay una clara diferencia
    entre los dos autores.

    Wilde reconoce que en nuestro cerebro, en el alma o en
    nuestra psiquis (las menciona de una manera indiferenciada) hay
    un salvaje, un componente animal en el que las emociones, las
    pasiones, los impulsos y los instintos bullen en su interior y
    pueden emerger en cualquier momento. A estos elementos
    connaturales al ser humano le suma un componente adquirido en la
    vida social. El resultado era el siguiente:

    Para él, el hombre era un ser dotado de
    innumerables vidas y sensaciones, una criatura compleja y
    multiforme que albergaba curiosas herencias de pensamiento y
    pasiones, y cuya carne misma estaba infectada por las monstruosas
    dolencias de los muertos.[17]

    En los diálogos propuestos por Lord Byron y
    Dorian Gray hay un cuestionamiento al racionalismo, al papel que
    desempeñan la religión y la normatividad social.
    Considera Wilde que a través de estas corrientes
    filosóficas o sistemas normativos se fustigaba al hombre
    con el temor al pecado, al rechazo del hedonismo y se le condena
    a llevar una vida muy rígida, rutinaria y falta de
    imaginación. Los resultados de esta represión eran
    "la frustración de nuestras vidas,…la enfermedad del
    alma por el deseo. (Wilde: 24).

    Al contrario de Stevenson que pretendía mostrar
    un contraste en el que la parte consciente era la parte virtuosa
    y apegada a unos cánones morales que exaltaba la sociedad
    y el componente inconsciente como el cúmulo de la maldad y
    lo abyecto,

    Wilde propugnaba a través de los diálogos
    de sus personajes por la instauración de un nuevo
    hedonismo en el que la potenciación de la experiencia
    sensual fuera lo más importante. Vivir la vida, sin pensar
    en la noción del pecado, buscar sensaciones nuevas sin
    cesar. Ser bueno era estar en armonía consigo mismo y por
    eso el dandismo era la corriente de pensamiento que se ajustaba a
    sus pretensiones de que cada hombre convirtiera su vida en su
    propia obra de arte. El punto convergente de su propuesta se
    resumía de la siguiente forma:

    Pero Dorian Gray consideraba que nunca se había
    entendido bien la verdadera naturaleza de los sentidos, que
    habían permanecido en un estado salvaje y animal
    sencillamente porque el mundo había tratado de someterlos
    por el hambre y matarlos por el dolor, en lugar de proponerse
    convertirlos en elementos de una nueva espiritualidad, en la que
    el rasgo dominante sería un admirable instinto para captar
    la belleza. Wilde: 150

    A través de sus personajes hay un cuestionamiento
    permanente a la Psicología tradicional. Uno de los
    aspectos que cuestiona es la pretensión de exactitud que
    buscaba esta disciplina en el conocimiento de la vida humana. A
    este respecto sostenía que chocaba con una realidad en la
    que el hombre rara vez entendía a los demás y
    siempre se equivocaba sobre sí mismo. Otro de sus puntos
    de cuestionamiento estaba dado por que consideraba que los
    psicólogos eran superficiales al considerar que "el
    Yo es algo sencillo, permanente, fiable y universal" y
    también por la escisión que hacían del
    cuerpo y del alma. Terminaba este juicio último
    haciéndose las siguientes preguntas:

    "¿Quién podrá decir donde cesaba el
    impulso carnal o empezaba el psíquico?..¿Era el
    alma un fantasma que habitaba en la casa del pecado? ¿O el
    cuerpo se funde realmente con el alma como pensaba Giordano
    Bruno? (Wilde, 2001: 69)

    El retrato que se le hace al protagonista de la novela
    es la metáfora que le sirve a Wilde para mostrar la
    indisolubilidad del cuerpo y del alma. En donde por más
    que nos esforcemos por ocultar, sellar y reprimir nuestras
    emociones, pasiones y deseos ellas siempre van a pugnar por salir
    a flote o quedan como una memoria que en cualquier momento puede
    ser develada y mostrará de una manera cruda todo ese
    componente animal e instintivo que tenemos los seres
    humanos.

    Por más que ante la sociedad el individuo pose
    como un ser prístino, educado, seguidor de los
    parámetros de los buenos modales y el gusto que se imponen
    en la época, hay un componente interior en su ser que lo
    impulsa hacia el placer y para lograr eso no le importa pasar por
    encima todas las restricciones y prohibiciones morales.
    Así parezca que el individuo normatizado y el empujado por
    el placer sean distintos, lo que nos quiere demostrar Wilde es
    que son uno solo. Con esta frase resumía su
    posición sobre el ser humano "todos llevamos dentro el
    cielo y el infierno".

    El colofón de la obra nos reafirma la idea de
    Wilde sobre la indisolubilidad del cuerpo y el alma, el acto
    impulsivo de Dorian Grey de destruir el cuadro que evidenciaba su
    pasado de excesos y crímenes terminó con su vida y
    su cuerpo reflejó lo que había tratado de ocultar
    durante tanto tiempo. En este sentido Wilde, prefiguró las
    nociones de Inconciente colectivo y de arquetipos que como
    herencias, fuerzas instintivas, elementos arcaicos están
    en permanente tensión con el mundo racional y normatizado
    e impulsan al hombre a realizar actos de resistencia o de
    acomodación a estos condicionamientos sociales.

    La última obra que se considerará en este
    escrito es El Perfume de Patrick Süskind. Se puede advertir
    en la obra de este autor algunos puntos de coincidencia con los
    aportes teóricos hechos por la Teoría de las
    Necesidades de Abraham Maslow. Este psicólogo
    elaboró una pirámide de las necesidades humanas,
    según la cual para que el ser humano alcanzase la
    autorrealización debía satisfacer previamente unas
    necesidades primarias vinculadas a la supervivencia, luego otras
    de tipo afectivo, para poder llegar a un estado de tranquilidad y
    de seguridad en sí mismo que le permita desarrollar todas
    sus potencialidades y metas.

    Según Maslow, en la primera escala se
    sitúan las necesidades fisiológicas (hambre, sexo),
    en segundo lugar necesidades de seguridad (tanto físicas
    como psicológicas), en tercer lugar las necesidades de
    pertenencia y de amor (dar y recibir amor), en cuarto lugar las
    necesidades de estimación (lograr una estimación
    alta de nosotros mismos y de los demás) y finalmente las
    necesidades de actualización (la plena realización
    como seres humanos).

    En la historia contada por Süskind, Grenouille, el
    personaje principal de la obra, desde el momento mismo de su
    nacimiento experimentó el rechazo y el odio hacia su
    persona. Recién nacido su madre lo tiró debajo de
    una mesa para que muriese y pasó de una madre sustituta a
    otra y todas lo rechazaban debido a su voracidad sin
    límites. Pero de ahí en adelante este personaje en
    su afán de sobrevivir comía lo que le
    diesen:

    …sopas aguadas, nutrirse con la leche más
    aguada y digerir las verduras más podridas y la carne en
    mal estado…. una cantidad mínima de alimento y de
    ropa le bastaba. (12-13).

    Hasta ese momento parecía que para Grenouille
    solo lo satisfacía tener sus necesidades
    fisiológicas cubiertas. Según Süskind a este
    personaje no le importaba y había convertido en superfluas
    necesidades de segundo y tercer orden (seguridad, ternura y
    amor). En esta última afirmación nos estamos
    ciñendo a la clasificación de Maslow.

    Durante gran parte del relato se describe el alto grado
    de hermetismo en que vivía, no manifestaba a los
    demás ningún sentimiento, ni lo esperaba de los
    demás, hacía todo lo posible por mantenerse alejado
    de los demás, no era agresivo y si era castigado no
    expresaba muestras de dolor. Pasó de servir a un curtidor
    de pieles a un perfumista.

    En este lapso de tiempo ocurrió lo que para el
    personaje inicialmente fue visto como su segundo nacimiento, pero
    después consideró que era su verdadero nacimiento.
    El hecho desencadenante de esta situación fue el asesinato
    que realizó de una jovencita muy atractiva y se
    sintió realizado al atrapar en su nariz todos los olores y
    fragancias que expedía su cuerpo.

    Él que hasta ese momento no había tenido
    conciencia de sí mismo y que había existido como un
    animal, se sintió feliz por primera vez en su vida por
    haber captado en su olfato todo aquello que hacía
    atractiva y pletórica de belleza a aquella jovencita. Esto
    le permitió avanzar hacia los escalones superiores de la
    pirámide de las necesidades de Maslow. Fue un primer
    momento de quiebre de lo que había sido su vida,
    empezó a prefigurar la idea o sensación que
    tenía unas habilidades que los demás no
    tenían y que podía potenciarlas al máximo
    para trascender en la vida.

    Estas habilidades estaban relacionadas con su sentido
    del olfato tan desarrollado y su capacidad para retener en la
    memoria todos los olores que expelían las personas,
    organismos vivos y seres inertes, lo cual podrían
    conducirlo a ser el mayor perfumista de la historia. Esta fue la
    conclusión a la que llegó:

    Hoy le parecía saber por fin quien era en
    realidad: nada menos que un genio; y que su vida tenía un
    sentido, una meta y un alto sentido: nada menos que revolucionar
    el mundo de los olores; y que solo él en todo el mundo
    poseía todos los medios para ello: a saber: su exquisita
    nariz, su memoria feromonal. (Süskind: 28)

    Sin embargo después de experimentar una penosa
    enfermedad decide alejarse de todo contacto humano y deseo de
    reconocimiento y durante siete años vivió como un
    ermitaño subsistiendo con el consumo de cualquier planta o
    animal que estuviera a su alcance. En uno de esos momentos de
    soledad, la percepción de no oler a nada, nuevamente le
    despierta los deseos de volver al seno social, pero esta vez
    buscando los medios de ser reconocido, de no pasar inadvertido
    ante los demás, de oler, atraer a los demás, ser
    alguien.

    Reactiva sus experimentos de mezclas de olores buscando
    la fórmula de obtener una fragancia que le permitiera ser
    reconocido por los demás o al menos que los demás
    se percataran que vivía, que era un ser humano más.
    Retorna a la ciudad, se inventa una falsa historia de haber sido
    secuestrado durante muchos años por una banda armada y se
    presenta de una manera monstruosa ante los habitantes de una
    ciudad francesa. Es exhibido durante buen tiempo como si fuera
    una bestia y luego abandona este rol y decide retomar aquel deseo
    de trascender ante la sociedad.

    En esta última fase de su vida logró algo
    que para cualquier ser humano podía ser vital, pero para
    él no: ser estimado, ser amado. A medida que
    conseguía con sus mezclas atraer más a las personas
    hacia sí, esto era para él como una especie de
    revancha a ese pasado en el que había sido despreciado
    desde el mismo momento de su nacimiento y tomado por una persona
    insignificante por ser cojo, feo y jorobado. Se regocijaba porque
    ahora era él quien tenía todo el poder y los
    demás estaban a su merced y podía engañarlos
    fácilmente con cualquier olor. Se sentía que
    él era todo y los demás nada. Ahora se
    habían invertido los papeles y él era quien
    despreciaba a los demás.

    Su paso ulterior sería desarrollar un perfume que
    le concediera un aura tal que las demás personas lo vieran
    como un ser sobre humano, un ángel o un Dios y sobre todo
    le llenaba de satisfacción tener la conciencia que este
    logro no lo alcanzaba por intermedio de un padre, una madre o un
    Dios misericordioso sino por sí mismo. Él era su
    propio Dios. De esta forma este personaje alcanzaba el más
    alto escalón de la teoría de las necesidades: su
    plena realización como ser humano. El deseo que lo
    inspiraba era el siguiente:

    ….si deberían amarle cuando estuvieran
    dentro del círculo de su aroma, no solo aceptarle como su
    semejante, sino amarle con locura, con abnegación, temblar
    de placer, gritar, llorar de gozo sin saber por qué, caer
    de rodillas como bajo el frío incienso de Dios solo a
    olerlo a él. (Süskind: 96).

    La conexión entre la teoría de las
    necesidades, la historia contada en El Perfume y la
    Pulsión de muerte es indirecta. En su afán de
    obtener ese perfume perfecto, Grenouille, no le importa que sus
    proveedoras sean jóvenes doncellas a las cuales asesina,
    atrapa en su nariz sus olores y va almacenando en grasas sus
    fragancias corporales. Süskind deja entrever que a su
    personaje principal no tiene o experimenta ningún
    remordimiento por asesinar, sino que más bien tiene un
    gozo sádico cuando esta al asecho de sus víctimas o
    cuando está en la tarea de atrapar sus olores.

    Podemos también encontrar, en la pulsión
    de muerte del personaje Grenouille, una similitud con el
    fenómeno del canibalismo de carácter ritual y
    religioso observado entre los pueblos primitivos. Mientras el
    salvaje mata para incorporar en su cuerpo la destreza o fortaleza
    del guerrero o la sapiencia del chaman, Grenouille mataba para
    apropiarse de todo aquello que hacía tan atractivas a sus
    víctimas.

    A manera de conclusión

    A finales del siglo XIX emerge la Psicología como
    campo disciplinar y se avanza en el estudio de los
    comportamientos del ser humano y la identificación de las
    causas y factores de la desestabilización psíquica.
    Las obras de Robert Louis Stevenson y de Oscar Wilde aquí
    trabajadas corresponden a un período anterior a la
    aparición de la Psicología y del
    Psicoanálisis, pero tienen un valor muy importante porque
    ponen en cuestión ese pretendido comportamiento racional
    permanente del ser humano y muestran que esa parte animal propia
    de nuestro ser puede emerger en cualquier momento.

    Las obras de Stevenson y Wilde develan esa parte nuestra
    que está en la sombra, que puede tener un potencial
    destructivo cuando escapa a nuestro control por diversos factores
    y da lugar a una pulsión de muerte. No importa la
    condición social o cultural del hombre está
    ahí en nuestro interior y la preocupación de los
    psicoanalistas, en especial, ha sido tratar de entender como esas
    fuerzas que denominan inconcientes pueden afectar nuestras vidas
    y cambiar esa idea que el hombre es social por
    naturaleza.

    En la obra de Süskind, la pulsión de muerte
    se muestra como algo innato en algunos seres fruto de la
    fijación de concepciones mágicas religiosas en su
    cerebro, pero también la relaciona con el deseo del hombre
    de trascender no importa que en esa búsqueda arrastre con
    la vida de los demás.

    La recreación de la Pulsión de muerte nos
    sirve para avizorar los riesgos que se ciernen sobre nuestra
    sociedad en la que cada vez más las personas están
    sujetas a presiones distintas (incertidumbre económica,
    presiones consumistas, inseguridad pública, violencias de
    diverso orden, ambientes competitivos) y estas pueden ser las
    compuertas que abran ese componente que está reprimido o
    contenido en nuestro inconciente y entre ellas esté esa
    pulsión de muerte.

     

     

    Autor:

    Luis Eduardo Lobato Paz

    [1] Alphonse de Lamartine. Historia de Los
    Girondinos. Madrid: Imprenta ilustrada de Gaspar y Roig, 1860,
    pp. 5-6

    [2] Walter Scott. Vida de Napoleón
    Bonaparte: precedido de un bosquejo preliminar de la
    Revolución Francesa. Barcelona: Imprenta Juan y Jaime
    Gaspar, 1830. Tomo II, pp26

    [3] Michel Foucault. Historia de la locura en
    la época clásica. Bogotá: FCE, 1998.

    [4] Michel Foucault. Historia de la locura en
    la época clásica, p 161

    [5] Sigmund Freud. Obras Completas. Tomo 9.
    Madrid: Biblioteca Nueva, 1948, pp. 3380

    [6] Sigmund Freud. Obras Completas. Tomo 9,
    pp.3382

    [7] Carl Jung. Las relaciones entre el Yo y
    el Inconciente. Barcelona: Paidós, 1990, pp.33-34

    [8] Carl Jung. El Hombre y sus
    símbolos. Barcelona, Paidós, 1995, pp.83

    [9] Carl Jung. El Hombre y sus
    símbolos, pp. 79

    [10] Carl Jung. El Hombre y sus
    símbolos, pp.85.

    [11] Véase al respecto, Carl Jung et
    al. Espejos del Yo: imaginarios arquetípicos que dan
    forma a nuestras vidas. pp.47

    [12] R.L. Stevenson. El extraño caso
    del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Madrid: Edimat Libros, 2005,
    pp.47

    [13] R.L. Stevenson. El extraño caso,
    pp.99

    [14] R.L. Stevenson. El extraño caso,
    pp. 42

    [15] R. L. Stevenson, El extraño caso.
    pp.44

    [16] R. L. Stevenson, El extraño caso.
    pp.92

    [17] Oscar Wilde. El retrato de Dorian Gray.
    Bogotá: Biblioteca El Tiempo, 2001, pp.164.

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