La pulsión de muerte descrita en la
psicología y la literatura – Monografias.com
A través de la historia se han conocido numerosos
casos de personajes que habiendo tenido infancias y experiencias
de juventud normales – desde los parámetros aceptados por
la sociedad– terminaron sus vidas de adultos convertidos en unas
máquinas de guerra, en asesinos imperturbables o
sádicos o en seres con comportamientos y actitudes
totalmente opuestos a sus referentes de
enculturación.
En los libros de historia encontramos intentos de
explicación de este tipo de comportamientos y se les
atribuye a factores genéticos, influencias externas o
desórdenes psíquicos de sus personajes. Así
por ejemplo, en un libro escrito sobre la Revolución
francesa se describe al Marqués de Mirabeau, uno de los
grandes protagonistas de este hecho y se intenta explicar sus
móviles de actuación por el origen toscano de su
familia:
La sangre de Maquiavelo y el genio turbulento de las
repúblicas italianas, se hallaban presentes en todos los
individuos de esta raza; las proporciones de sus almas son
superiores a su destino, vicios, virtudes, todo es extremado en
ellos. Las mujeres o son angelicales o perversas; los hombres o
sublimes o depravados.[1]
En otro texto sobre la Revolución Francesa se
explica la actitud de otras cabezas visibles de este movimiento
de la siguiente manera:
Danton degollaba para saciar su rabia; Robespierre, para
vengar los insultos hechos a su vanidad, o para hacer desaparecer
a un rival a quien tenía envidia: Marat, por aquel
instinto de sangre que impele a una bestia feroz a matar y
destrozar, aún después de haber saciado su
hambre.[2]
Este tipo de caracterizaciones de la locura responden a
unas percepciones que se tenían desde la época
renacentista hasta finales del siglo XVIII en las que se asociaba
este fenómeno como el fruto de la sin razón. A la
que se responsabilizaba del abandono del hombre, de ser esclavo
de los deseos y del corazón, que afloraran en su
comportamiento las formas más vulgares y que la conducta
moral no lo pudiera dirigir hacia la verdad.[3].
Sauvage, uno de los autores más reconocidos de esta
época, reforzaba estas ideas de la siguiente
manera:
…la desviación de nuestro espíritu
no viene más que del hecho de que nos entregamos
ciegamente a nuestros deseos, de que no sabemos refrenar nuestras
pasiones ni moderarlas. De allí esos delirios amorosos,
esas antipatías, esos gustos depravados, esa
melancolía que causa la pena, esos arrebatos que en
nosotros produce un rechazo, esos excesos en la bebida, la
comida, esas incomodidades, esos vicios corporales que causan la
locura que es la peor de las enfermedades.
[4]
Todos aquellos que no se ajustaban a los cánones
sociales, económicos y religiosos debían ser
llevados a prisión. De esta manera homosexuales,
portadores de enfermedades venéreas, impíos,
alquimistas, iluminados, visionarios, vagos y libertinos fueron
recluidos en cárceles especiales durante el período
descrito.
En el siglo XIX con la aparición de la
Psicología y mas concretamente con el desarrollo de la
teoría psicoanalítica se empezó la
caracterización y diferenciación de cada uno de los
trastornos psicológicos. Así mismo se empieza a
estudiar y a tratar de entender como se afecta la psiquis humana
en virtud de las experiencias de vida de los sujetos. Este
último aspecto quizás fue el paso más
trascendental para la comprensión de los procesos de
singularización que tenemos los seres humanos, por
cuánto implicaba explorar ese universo mental en el que
habitan fantasmas, sueños, miedos, angustias, experiencias
fallidas, actos reprimidos que afectan a cada persona de una
manera distinta.
Uno de los aportes mayores de la teoría
psicoanalítica fue el establecimiento de la
división de la estructura psíquica en Conciente e
Inconciente y la caracterización de las instancias
psíquicas: Ello, Yo y Super Yo. Este fue un paso
importante para entender todos aquellos comportamientos que no
podían ser explicados desde los parámetros
racionalistas y aún todos esos actos en los que afloraba
la animalidad presente en todos los seres humanos.
La diferenciación entre el Conciente
y el Inconciente, implicó el reconocimiento que una cosa
son los actos concientes en los que tenemos pleno conocimiento de
lo que hacemos, de lo que queremos y de lo que podemos hacer y
otra cosa es ese abigarrado mundo conformado por fuerzas
instintivas y deseos reprimidos sobre los cuales ejerce una
presión el racionamiento lógico y las pautas
sociales y morales para mantenerlos cerrados y sellados para la
experiencia conciente. Este último campo sería el
Inconciente.
El inconciente sería el dominio de lo
ilógico, el revestimiento que tiene la instancia
psíquica del ELLO, por cuánto en él prima lo
que heredamos del mundo animal: los instintos originados en la
organización somática. Pero según lo explica
Freud, por la influencia exterior (Super Yo) se formó el
Yo. Este se encarga de desplazar al Inconciente estos instintos y
otros actos que puedan ser contrarios a un orden
cultural.
De tal forma que "hacia el interior, frente al ello,
conquista el dominio sobre las exigencias de los instintos,
decide si han de tener acceso a la satisfacción,
aplazándola hasta las circunstancias y circunstancias
más favorables del mundo exterior, o bien suprimiendo
totalmente las excitaciones
instintivas".[5]
El Inconciente así descrito no deja de ser
complejo y problemático, porque cada persona asimila de
una manera distinta ese proceso de adaptación o
represión de los instintos. Freud muestra como esos
accesos de ira que son reprimidos por el individuo, le generan
conflictos internos y enfermedades. Si se orientan hacia la
propia persona le producen autodestrucción y en el caso de
que se orienten hacia fuera generan un instinto de
destrucción.[6]
Quizá Freud no lo dijera o no lo vislumbrara,
pero se puede asegurar que el hombre es un ser indeterminado y no
podemos predecir como será la magnitud de la
exteriorización de esa energía reprimida y que
hechos, personas o circunstancias desencadenarán ese
instinto destructivo. En ausencia de un conflicto o hecho de gran
trascendencia para el individuo, todo ese material almacenado en
el inconciente puede permanecer desconocido para él y no
se puede determinar cuáles van a ser las válvulas o
escapes a través de las cuáles se filtrarán
a la conciencia.
Carl Jung, uno de los revisionistas de la teoría
de Freud, va más allá en la descripción de
la complejidad del Inconciente. En primer lugar sostiene que
éste no se encuentra inactivo sino que de una manera
continua agrupa y reagrupa los contenidos que llegan a él,
lo cual puede facilitar su traslado a la conciencia o por el
contrario hacerlos más inaccesibles a la conciencia. A
esto agrega que en el Inconciente se puede distinguir dos partes:
el personal y el Colectivo.
El Inconciente personal se conforma por aquellos
contenidos que son fruto de la experiencia de vida de cada
persona y cuyo origen, efectos o manifestaciones parciales han de
buscarse en el pasado personal de cada
individuo.[7] El Inconciente colectivo, es de
carácter universal, idéntico en todas las partes y
en todos los hombres, a la que Jung denomina las partes
inferiores de las funciones psíquicas. Corresponden a
formas arcaicas y primitivas de los hombres heredadas y siempre
presentes, a pesar de que en el proceso civilizador se ha tratado
de transformarlas o suprimirlas través de la
educación y formas religiosas elaboradas.
Entre las manifestaciones de ese Inconciente colectivo
Jung menciona el concepto de Arquetipos, que son manifestaciones
simbólicas a través de las cuáles se
condensaba las ilusiones, fantasmas, formas arcaicas de
pensamiento e instintos fundamentales de los primeros hombres que
se enfrentaban a un mundo que poco conocían y
dominaban.
Jung advierte sobre los riesgos que trae o ha
traído a la humanidad el tratar de disociar la conciencia
y la inconciencia. Sostiene que el material alojado en este
último campo se convierte en una energía
psíquica que queda en el inframundo, como una "sombra"
permanente y destructora en potencia que puede desencadenar
neurosis, episodios de mal humor u olvido inesperados.
[8]Recalca la necesidad de realizar intentos
serios para reconocer nuestra propia sombra y que si
lográramos avanzar en ese sentido seríamos inmunes
a toda infección moral y mental y a toda
insinuación. Como ejemplo de ello señala que los
nazis se valieron de los mitos teutónicos para lograr que
las masas alemanas se unieran a su
causa.[9]
Este último aspecto nombrado es un indicativo
para Jung de lo fácil que puede ser para un hombre pasar
de un estado de bondad a uno de maldad y de esas combinaciones
binarias que hacen parte de nuestra vida y del cosmos:
La triste verdad es que la auténtica vida del
hombre consiste en un complejo de oposiciones inexorables:
día y noche, nacimiento y muerte, felicidad y desgracia,
bueno y malo. Ni siquiera estamos seguros de que uno
prevalecerá sobre el otro, de que el bien
prevalecerá vencerá al mal o la alegría
derrotará a la tristeza. La vida es un campo de batalla.
Siempre lo fue y siempre lo será, y si no fuera
así, la existencia llegaría a su
fin.[10]
Los desarrollos de la teoría
psicoanalítica permitieron entender como podía
afectarse esa capacidad racional del ser humano y dar paso a ese
componente instintivo que puede convertir al hombre en una
máquina asesina. Quizá antes que las escuelas
psicológicas y la teoría psicoanalítica
empezaran a sistematizar un cuerpo de ideas explicatorias de
estos fenómenos, en la literatura conciente o
inconcientemente varios escritores habían plasmado en sus
obras esas dimensiones del ser humano en las que se podía
advertir su gran capacidad creativa pero también es
potencial destructivo de si mismo y de los
demás.
Desde los tiempos de los tragedias griegas, pasando por
la Celestina en el siglo XVI y en las obras de Shakespeare en el
siglo XVII se describen varias historias que registran los casos
de personajes que llevaban una vida normal pero que
acontecimientos externos o fuerzas del destino los llevaron a
perder los estribos y terminaron cometiendo asesinatos contra
personas que los rodeaban. El gran mérito de estos
escritores es haber mostrado que de la normalidad a la locura
sólo nos separa una delgada línea y que todos los
seres tenemos una pulsión de muerte que puede ser activada
de una manera insospechada e incontrolada.
Para los efectos de nuestro ensayo se ha escogido tres
obras que permiten avanzar más en la descripción,
caracterización y recreación de esas fuerzas
inconscientes descritas por Freud y Jung en los apartes citados
anteriormente. Las dos primeras obras son El extraño
caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Roberto Luis Stevenson y
El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde que fueron
escritas en 1886 y 1890, respectivamente. La tercera es El
Perfume de Patrick Süskind escrita en 1985.
Psicoanalistas como Carl Jung y algunos de sus
discípulos ilustraron sus reflexiones sobre el
inconsciente y las imágenes arquetípicas con hechos
y situaciones tomadas de la obras Fausto de Goethe,
El padre de Christina Alberta de H. G. Wells y El
extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Roberto
Luis Stevenson. [11]
No incluyo aquí las reflexiones hechas por los
miembros de la escuela psicoanalítica de Jung sobre la
obra de Stevenson, pero incorporo una lectura personal sobre el
aporte hecho por la obra de este autor al desarrollo de la
comprensión de la psiquis humana. A través de los
personajes El Doctor Jekyll y Míster Hyde, se introduce la
duda o la sospecha de la perfectibilidad del ser humano y nos
muestra el peso que puede representar para un individuo los
condicionamientos sociales y culturales.
El Doctor Jekyll y Míster Hyde es una
metáfora de la dualidad del ser humano y una
crítica a las convenciones culturales que tienden a
asimilar los buenos modales y la buena apariencia física
como criterios a partir de los cuáles se decide la bondad
de una persona.
Desde la perspectiva de los estereotipos sobre la
belleza, el Doctor Jekyll era la conjunción de atributos
positivos: alto, fina estampa, fornido, bien conformado, de
rostro terso, quizá con aire de astucia, pero rebosante de
inteligencia y bondad[12]heredero de considerable
fortuna y dotado además de excelentes cualidades,
inclinado por naturaleza al trabajo.[13]
Míster Hyde era por el contrario la suma de factores
negativos: enano, pálido y diminuto, daba la
impresión de una deformidad sin que se le pudiera
señalar ninguna, este hombre apenas parece humano
¿podemos decir que en él hay algo de troglodita?
[14]
Quizá el aspecto más importante de la obra
de Stevenson tenga que ver con la prefiguración de lo que
los psicoanalistas denominarían más tarde el
Inconsciente y que demuestra que la comprensión del ser
humano es un fenómeno más complejo de lo que las
simples apariencias dejan ver. El Doctor Jekyll sería esa
parte conciente fruto de la educación, del apego a unas
normas morales y unos patrones culturales que la sociedad del
momento impone a sus asociados; El señor Hyde es por el
contrario esa parte oscura, instintiva, impulsiva que todos
podemos llevar y que tratamos de ocultar o impedir que aflore. Es
todo ese material almacenado en nuestro Inconsciente.
En el desarrollo de su obra Stevenson aporta elementos
importantes para entender cómo se va configurando ese
material inconsciente en nuestra psiquis y en virtud de que
factores puede emerger o salir a la luz. En primer lugar
señala la represión de los deseos o los
remordimientos por actos considerados inmorales. Esta
explicación la da a través del análisis que
hace un personaje del Dr. Jekyll:
Mi instinto me dice que se debate en aguas profundas.
Cuando joven era turbulento; ha pasado mucho tiempo desde
entonces, es cierto, pero la ley no admite plazos. ¡Ah!
Debe tratarse de eso; el fantasma de algún viejo pecado,
el cáncer de alguna vergüenza oculta, el castigo que
llega con paso tambaleante años después de que la
memoria y la propia estima han olvidado y perdonado la
falta.[15]
En segundo lugar muestra como los condicionamientos
sociales se convierten en elementos que impiden al hombre gozar
de los placeres normales de la vida y le imponen el abandono de
los mismos por ir en pos de ideales o sendas que la sociedad
valora como sinónimos de éxito. Esta es la
explicación que da el Dr. Jekyll del origen de la vida
doble que llevaba y de las causas de su
desestabilización:
Ávido por conseguir el respeto de los más
sabios y grandes entre mis semejantes; tenía plenamente
garantizado, como cualquiera podía suponer, un futuro
honorable y distinguido. Y la verdad es que el peor de mis
defectos era una cierta e impaciente disposición a la
alegría de las diversiones que ha hecho felices a muchos,
pero que yo encontré difícil de reconciliar con mi
imperioso deseo de llevar alta la cabeza y mostrar ante el
público un semblante más grave de lo común.
La consecuencia fue que oculté mis placeres, y cuando
alcance los años de la reflexión y empecé a
mirar a mi alrededor y a hacer balance de mi progreso y
posición en el mundo, estaba ya comprometido en una
profunda duplicidad de la vida. Muchos hombres hubieran incluso
blasonado de las irregularidades de que yo era culpable; pero
desde los altos objetivos que me había trazado yo las
miraba y escondía con un sentimiento casi mórbido
de vergüenza.[16]
De una manera metafórica, Stevenson describe ese
proceso a través del cual se opera ese cambio de
personalidad del Dr. Jekyll a Mr. Hyde, que lo atribuye a una
droga, aunque deja entrever que se opera cuando la persona
está presa del abatimiento o el miedo. El paso de una
persona grande, bien parecida a una de baja estatura y poco
atractiva connota que el afloramiento del inconsciente en el ser
humano significa un empequeñecimiento de su ser, de esa
parte instintiva en la que puede emerger la pulsión de
muerte, la negación de las convenciones sociales y
culturales y de ese componente animal que la educación ha
tratado de sellar.
Oscar Wilde contemporáneo de Stevenson presenta
en la obra El Retrato de Dorian Gray unos planteamientos
sobre el inconsciente que coincide en algunos aspectos con los
desarrollados por Stevenson y en otros hay una clara diferencia
entre los dos autores.
Wilde reconoce que en nuestro cerebro, en el alma o en
nuestra psiquis (las menciona de una manera indiferenciada) hay
un salvaje, un componente animal en el que las emociones, las
pasiones, los impulsos y los instintos bullen en su interior y
pueden emerger en cualquier momento. A estos elementos
connaturales al ser humano le suma un componente adquirido en la
vida social. El resultado era el siguiente:
Para él, el hombre era un ser dotado de
innumerables vidas y sensaciones, una criatura compleja y
multiforme que albergaba curiosas herencias de pensamiento y
pasiones, y cuya carne misma estaba infectada por las monstruosas
dolencias de los muertos.[17]
En los diálogos propuestos por Lord Byron y
Dorian Gray hay un cuestionamiento al racionalismo, al papel que
desempeñan la religión y la normatividad social.
Considera Wilde que a través de estas corrientes
filosóficas o sistemas normativos se fustigaba al hombre
con el temor al pecado, al rechazo del hedonismo y se le condena
a llevar una vida muy rígida, rutinaria y falta de
imaginación. Los resultados de esta represión eran
"la frustración de nuestras vidas,…la enfermedad del
alma por el deseo. (Wilde: 24).
Al contrario de Stevenson que pretendía mostrar
un contraste en el que la parte consciente era la parte virtuosa
y apegada a unos cánones morales que exaltaba la sociedad
y el componente inconsciente como el cúmulo de la maldad y
lo abyecto,
Wilde propugnaba a través de los diálogos
de sus personajes por la instauración de un nuevo
hedonismo en el que la potenciación de la experiencia
sensual fuera lo más importante. Vivir la vida, sin pensar
en la noción del pecado, buscar sensaciones nuevas sin
cesar. Ser bueno era estar en armonía consigo mismo y por
eso el dandismo era la corriente de pensamiento que se ajustaba a
sus pretensiones de que cada hombre convirtiera su vida en su
propia obra de arte. El punto convergente de su propuesta se
resumía de la siguiente forma:
Pero Dorian Gray consideraba que nunca se había
entendido bien la verdadera naturaleza de los sentidos, que
habían permanecido en un estado salvaje y animal
sencillamente porque el mundo había tratado de someterlos
por el hambre y matarlos por el dolor, en lugar de proponerse
convertirlos en elementos de una nueva espiritualidad, en la que
el rasgo dominante sería un admirable instinto para captar
la belleza. Wilde: 150
A través de sus personajes hay un cuestionamiento
permanente a la Psicología tradicional. Uno de los
aspectos que cuestiona es la pretensión de exactitud que
buscaba esta disciplina en el conocimiento de la vida humana. A
este respecto sostenía que chocaba con una realidad en la
que el hombre rara vez entendía a los demás y
siempre se equivocaba sobre sí mismo. Otro de sus puntos
de cuestionamiento estaba dado por que consideraba que los
psicólogos eran superficiales al considerar que "el
Yo es algo sencillo, permanente, fiable y universal" y
también por la escisión que hacían del
cuerpo y del alma. Terminaba este juicio último
haciéndose las siguientes preguntas:
"¿Quién podrá decir donde cesaba el
impulso carnal o empezaba el psíquico?..¿Era el
alma un fantasma que habitaba en la casa del pecado? ¿O el
cuerpo se funde realmente con el alma como pensaba Giordano
Bruno? (Wilde, 2001: 69)
El retrato que se le hace al protagonista de la novela
es la metáfora que le sirve a Wilde para mostrar la
indisolubilidad del cuerpo y del alma. En donde por más
que nos esforcemos por ocultar, sellar y reprimir nuestras
emociones, pasiones y deseos ellas siempre van a pugnar por salir
a flote o quedan como una memoria que en cualquier momento puede
ser develada y mostrará de una manera cruda todo ese
componente animal e instintivo que tenemos los seres
humanos.
Por más que ante la sociedad el individuo pose
como un ser prístino, educado, seguidor de los
parámetros de los buenos modales y el gusto que se imponen
en la época, hay un componente interior en su ser que lo
impulsa hacia el placer y para lograr eso no le importa pasar por
encima todas las restricciones y prohibiciones morales.
Así parezca que el individuo normatizado y el empujado por
el placer sean distintos, lo que nos quiere demostrar Wilde es
que son uno solo. Con esta frase resumía su
posición sobre el ser humano "todos llevamos dentro el
cielo y el infierno".
El colofón de la obra nos reafirma la idea de
Wilde sobre la indisolubilidad del cuerpo y el alma, el acto
impulsivo de Dorian Grey de destruir el cuadro que evidenciaba su
pasado de excesos y crímenes terminó con su vida y
su cuerpo reflejó lo que había tratado de ocultar
durante tanto tiempo. En este sentido Wilde, prefiguró las
nociones de Inconciente colectivo y de arquetipos que como
herencias, fuerzas instintivas, elementos arcaicos están
en permanente tensión con el mundo racional y normatizado
e impulsan al hombre a realizar actos de resistencia o de
acomodación a estos condicionamientos sociales.
La última obra que se considerará en este
escrito es El Perfume de Patrick Süskind. Se puede advertir
en la obra de este autor algunos puntos de coincidencia con los
aportes teóricos hechos por la Teoría de las
Necesidades de Abraham Maslow. Este psicólogo
elaboró una pirámide de las necesidades humanas,
según la cual para que el ser humano alcanzase la
autorrealización debía satisfacer previamente unas
necesidades primarias vinculadas a la supervivencia, luego otras
de tipo afectivo, para poder llegar a un estado de tranquilidad y
de seguridad en sí mismo que le permita desarrollar todas
sus potencialidades y metas.
Según Maslow, en la primera escala se
sitúan las necesidades fisiológicas (hambre, sexo),
en segundo lugar necesidades de seguridad (tanto físicas
como psicológicas), en tercer lugar las necesidades de
pertenencia y de amor (dar y recibir amor), en cuarto lugar las
necesidades de estimación (lograr una estimación
alta de nosotros mismos y de los demás) y finalmente las
necesidades de actualización (la plena realización
como seres humanos).
En la historia contada por Süskind, Grenouille, el
personaje principal de la obra, desde el momento mismo de su
nacimiento experimentó el rechazo y el odio hacia su
persona. Recién nacido su madre lo tiró debajo de
una mesa para que muriese y pasó de una madre sustituta a
otra y todas lo rechazaban debido a su voracidad sin
límites. Pero de ahí en adelante este personaje en
su afán de sobrevivir comía lo que le
diesen:
…sopas aguadas, nutrirse con la leche más
aguada y digerir las verduras más podridas y la carne en
mal estado…. una cantidad mínima de alimento y de
ropa le bastaba. (12-13).
Hasta ese momento parecía que para Grenouille
solo lo satisfacía tener sus necesidades
fisiológicas cubiertas. Según Süskind a este
personaje no le importaba y había convertido en superfluas
necesidades de segundo y tercer orden (seguridad, ternura y
amor). En esta última afirmación nos estamos
ciñendo a la clasificación de Maslow.
Durante gran parte del relato se describe el alto grado
de hermetismo en que vivía, no manifestaba a los
demás ningún sentimiento, ni lo esperaba de los
demás, hacía todo lo posible por mantenerse alejado
de los demás, no era agresivo y si era castigado no
expresaba muestras de dolor. Pasó de servir a un curtidor
de pieles a un perfumista.
En este lapso de tiempo ocurrió lo que para el
personaje inicialmente fue visto como su segundo nacimiento, pero
después consideró que era su verdadero nacimiento.
El hecho desencadenante de esta situación fue el asesinato
que realizó de una jovencita muy atractiva y se
sintió realizado al atrapar en su nariz todos los olores y
fragancias que expedía su cuerpo.
Él que hasta ese momento no había tenido
conciencia de sí mismo y que había existido como un
animal, se sintió feliz por primera vez en su vida por
haber captado en su olfato todo aquello que hacía
atractiva y pletórica de belleza a aquella jovencita. Esto
le permitió avanzar hacia los escalones superiores de la
pirámide de las necesidades de Maslow. Fue un primer
momento de quiebre de lo que había sido su vida,
empezó a prefigurar la idea o sensación que
tenía unas habilidades que los demás no
tenían y que podía potenciarlas al máximo
para trascender en la vida.
Estas habilidades estaban relacionadas con su sentido
del olfato tan desarrollado y su capacidad para retener en la
memoria todos los olores que expelían las personas,
organismos vivos y seres inertes, lo cual podrían
conducirlo a ser el mayor perfumista de la historia. Esta fue la
conclusión a la que llegó:
Hoy le parecía saber por fin quien era en
realidad: nada menos que un genio; y que su vida tenía un
sentido, una meta y un alto sentido: nada menos que revolucionar
el mundo de los olores; y que solo él en todo el mundo
poseía todos los medios para ello: a saber: su exquisita
nariz, su memoria feromonal. (Süskind: 28)
Sin embargo después de experimentar una penosa
enfermedad decide alejarse de todo contacto humano y deseo de
reconocimiento y durante siete años vivió como un
ermitaño subsistiendo con el consumo de cualquier planta o
animal que estuviera a su alcance. En uno de esos momentos de
soledad, la percepción de no oler a nada, nuevamente le
despierta los deseos de volver al seno social, pero esta vez
buscando los medios de ser reconocido, de no pasar inadvertido
ante los demás, de oler, atraer a los demás, ser
alguien.
Reactiva sus experimentos de mezclas de olores buscando
la fórmula de obtener una fragancia que le permitiera ser
reconocido por los demás o al menos que los demás
se percataran que vivía, que era un ser humano más.
Retorna a la ciudad, se inventa una falsa historia de haber sido
secuestrado durante muchos años por una banda armada y se
presenta de una manera monstruosa ante los habitantes de una
ciudad francesa. Es exhibido durante buen tiempo como si fuera
una bestia y luego abandona este rol y decide retomar aquel deseo
de trascender ante la sociedad.
En esta última fase de su vida logró algo
que para cualquier ser humano podía ser vital, pero para
él no: ser estimado, ser amado. A medida que
conseguía con sus mezclas atraer más a las personas
hacia sí, esto era para él como una especie de
revancha a ese pasado en el que había sido despreciado
desde el mismo momento de su nacimiento y tomado por una persona
insignificante por ser cojo, feo y jorobado. Se regocijaba porque
ahora era él quien tenía todo el poder y los
demás estaban a su merced y podía engañarlos
fácilmente con cualquier olor. Se sentía que
él era todo y los demás nada. Ahora se
habían invertido los papeles y él era quien
despreciaba a los demás.
Su paso ulterior sería desarrollar un perfume que
le concediera un aura tal que las demás personas lo vieran
como un ser sobre humano, un ángel o un Dios y sobre todo
le llenaba de satisfacción tener la conciencia que este
logro no lo alcanzaba por intermedio de un padre, una madre o un
Dios misericordioso sino por sí mismo. Él era su
propio Dios. De esta forma este personaje alcanzaba el más
alto escalón de la teoría de las necesidades: su
plena realización como ser humano. El deseo que lo
inspiraba era el siguiente:
….si deberían amarle cuando estuvieran
dentro del círculo de su aroma, no solo aceptarle como su
semejante, sino amarle con locura, con abnegación, temblar
de placer, gritar, llorar de gozo sin saber por qué, caer
de rodillas como bajo el frío incienso de Dios solo a
olerlo a él. (Süskind: 96).
La conexión entre la teoría de las
necesidades, la historia contada en El Perfume y la
Pulsión de muerte es indirecta. En su afán de
obtener ese perfume perfecto, Grenouille, no le importa que sus
proveedoras sean jóvenes doncellas a las cuales asesina,
atrapa en su nariz sus olores y va almacenando en grasas sus
fragancias corporales. Süskind deja entrever que a su
personaje principal no tiene o experimenta ningún
remordimiento por asesinar, sino que más bien tiene un
gozo sádico cuando esta al asecho de sus víctimas o
cuando está en la tarea de atrapar sus olores.
Podemos también encontrar, en la pulsión
de muerte del personaje Grenouille, una similitud con el
fenómeno del canibalismo de carácter ritual y
religioso observado entre los pueblos primitivos. Mientras el
salvaje mata para incorporar en su cuerpo la destreza o fortaleza
del guerrero o la sapiencia del chaman, Grenouille mataba para
apropiarse de todo aquello que hacía tan atractivas a sus
víctimas.
A manera de conclusión
A finales del siglo XIX emerge la Psicología como
campo disciplinar y se avanza en el estudio de los
comportamientos del ser humano y la identificación de las
causas y factores de la desestabilización psíquica.
Las obras de Robert Louis Stevenson y de Oscar Wilde aquí
trabajadas corresponden a un período anterior a la
aparición de la Psicología y del
Psicoanálisis, pero tienen un valor muy importante porque
ponen en cuestión ese pretendido comportamiento racional
permanente del ser humano y muestran que esa parte animal propia
de nuestro ser puede emerger en cualquier momento.
Las obras de Stevenson y Wilde develan esa parte nuestra
que está en la sombra, que puede tener un potencial
destructivo cuando escapa a nuestro control por diversos factores
y da lugar a una pulsión de muerte. No importa la
condición social o cultural del hombre está
ahí en nuestro interior y la preocupación de los
psicoanalistas, en especial, ha sido tratar de entender como esas
fuerzas que denominan inconcientes pueden afectar nuestras vidas
y cambiar esa idea que el hombre es social por
naturaleza.
En la obra de Süskind, la pulsión de muerte
se muestra como algo innato en algunos seres fruto de la
fijación de concepciones mágicas religiosas en su
cerebro, pero también la relaciona con el deseo del hombre
de trascender no importa que en esa búsqueda arrastre con
la vida de los demás.
La recreación de la Pulsión de muerte nos
sirve para avizorar los riesgos que se ciernen sobre nuestra
sociedad en la que cada vez más las personas están
sujetas a presiones distintas (incertidumbre económica,
presiones consumistas, inseguridad pública, violencias de
diverso orden, ambientes competitivos) y estas pueden ser las
compuertas que abran ese componente que está reprimido o
contenido en nuestro inconciente y entre ellas esté esa
pulsión de muerte.
Autor:
Luis Eduardo Lobato Paz
[1] Alphonse de Lamartine. Historia de Los
Girondinos. Madrid: Imprenta ilustrada de Gaspar y Roig, 1860,
pp. 5-6
[2] Walter Scott. Vida de Napoleón
Bonaparte: precedido de un bosquejo preliminar de la
Revolución Francesa. Barcelona: Imprenta Juan y Jaime
Gaspar, 1830. Tomo II, pp26
[3] Michel Foucault. Historia de la locura en
la época clásica. Bogotá: FCE, 1998.
[4] Michel Foucault. Historia de la locura en
la época clásica, p 161
[5] Sigmund Freud. Obras Completas. Tomo 9.
Madrid: Biblioteca Nueva, 1948, pp. 3380
[6] Sigmund Freud. Obras Completas. Tomo 9,
pp.3382
[7] Carl Jung. Las relaciones entre el Yo y
el Inconciente. Barcelona: Paidós, 1990, pp.33-34
[8] Carl Jung. El Hombre y sus
símbolos. Barcelona, Paidós, 1995, pp.83
[9] Carl Jung. El Hombre y sus
símbolos, pp. 79
[10] Carl Jung. El Hombre y sus
símbolos, pp.85.
[11] Véase al respecto, Carl Jung et
al. Espejos del Yo: imaginarios arquetípicos que dan
forma a nuestras vidas. pp.47
[12] R.L. Stevenson. El extraño caso
del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Madrid: Edimat Libros, 2005,
pp.47
[13] R.L. Stevenson. El extraño caso,
pp.99
[14] R.L. Stevenson. El extraño caso,
pp. 42
[15] R. L. Stevenson, El extraño caso.
pp.44
[16] R. L. Stevenson, El extraño caso.
pp.92
[17] Oscar Wilde. El retrato de Dorian Gray.
Bogotá: Biblioteca El Tiempo, 2001, pp.164.