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Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (página 2)



Partes: 1, 2, 3

¡Cuántos sufrimientos y desorientaciones se
han causado por los errores y las ilusiones a lo largo de la
historia humana y de manera aterradora en el siglo XX!

Igualmente, el problema cognitivo tiene importancia
antropológica, política, social e histórica.
Si pudiera haber un progreso básico en el siglo XXI
sería que, ni los hombres ni las mujeres siguieran siendo
juguetes inconscientes de sus ideas y de sus propias mentiras. Es
un deber importante de la educación armar a cada uno en el
combate vital para la lucidez.

CAPÍTULO II

Los principios de
un conocimiento pertinente

1. DE LA PERTINENCIA EN EL
CONOCIMIENTO

El conocimiento de los problemas claves del mundo, de
las informaciones claves concernientes al mundo, por aleatorio y
difícil que sea, debe ser tratado so pena de
imperfección cognitiva, más aún cuando el
contexto actual de cualquier conocimiento político,
económico, antropológico, ecológico… es el
mundo mismo.

La era planetaria necesita situar todo en el contexto y
en la complejidad planetaria.

El conocimiento del mundo, en tanto que mundo, se vuelve
una necesidad intelectual y vital al mismo tiempo. Es el problema
universal para todo ciudadano del nuevo milenio:
¿cómo lograr el acceso a la información
sobre el mundo y cómo lograr la posibilidad de articularla
y organizarla? ¿Cómo percibir y concebir el
Contexto, lo Global (la relación todo/partes), lo
Multidimensional, lo Complejo?
Para articular y organizar
los conocimientos y así reconocer y conocer los problemas
del mundo, es necesario una reforma de pensamiento. Ahora bien,
esta reforma es paradigmática y no programática: es
la pregunta fundamental para la educación ya que tiene que
ver con nuestra aptitud para organizar el
conocimiento.

A este problema universal está enfrentada la
educación del futuro porque hay una
inadecuación cada vez más amplia, profunda y grave
por un lado entre nuestros saberes desunidos, divididos,
compartimentados y por el otro, realidades o problemas cada vez
más poli-disciplinarios, transversales,
multidimensionales, transnacionales, globales,
planetarios.

En esta inadecuación devienen
invisibles:

??El contexto

??Lo global

??Lo multidimensional

??Lo complejo

Para que un conocimiento sea pertinente, la
educación deberá entonces evidenciar:

1.1 El contexto

El conocimiento de las informaciones o elementos
aislados es insuficiente.

Hay que ubicar las informaciones y los elementos en su
contexto para que adquieran sentido. Para tener sentido la
palabra necesita del texto que es su propio contexto y el texto
necesita del contexto donde se enuncia. Por ejemplo, la palabra
«amor» cambia de sentido en un contexto religioso y
en uno profano; y una declaración de amor no
tiene el mismo sentido de verdad si está enunciada por un
seductor o por un seducido.

Claude Bastien anota que «la evolución
cognitiva no se dirige hacia la elaboración de
conocimientos cada vez más abstractos, sino por el
contrario, hacia su contextualización»
1 la cual
determina las condiciones de su inserción y los
límites de su validez. Bastien agrega que «la
contextualización es una condición
esencial
de la eficacia (del
funcionamiento cognitivo)».

1.2 Lo global (las relaciones entre todo y
partes)

Lo global más que el contexto, es el conjunto que
contiene partes diversas ligadas de manera inter-retroactiva u
organizacional. De esa manera, una sociedad es más que un
contexto, es un todo organizador del cual hacemos parte
nosotros.

El Planeta Tierra es más que un contexto, es un
todo a la vez organizador y desorganizador del cual hacemos
parte. El todo tiene cualidades o propiedades que no se
encontrarían en las partes si éstas se separaran
las unas de las otras, y ciertas cualidades o propiedades de las
partes pueden ser inhibidas por las fuerzas que salen del todo.
Marcel Mauss decía: «Hay que recomponer el
todo
».

Efectivamente, hay que recomponer el todo para conocer
las partes.

De allí viene la virtud cognitiva del principio
de Pascal del cual deberá inspirarse la educación
del futuro: «todas las cosas siendo causadas y
causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas y todas
sostenidas por una unión natural e insensible que liga las
más alejadas y las más diferentes, creo
imposible
conocer las partes sin conocer el
todo y tampoco conocer el todo sin conocer particularmente las
partes»
2.

Además, tanto en el ser humano como en los
demás seres vivos, hay presencia del todo al interior de
las partes: cada célula contiene la totalidad del
patrimonio genético de un organismo policelular; la
sociedad como un todo está presente en el interior de cada
individuo en su lenguaje, su saber, sus obligaciones,
sus normas. Así mismo, como cada punto singular de
un holograma contiene la totalidad de la información de lo
que representa, cada célula singular, cada individuo
singular, contiene de manera holográmica el todo del cual
hace parte y que al mismo tiempo hace parte de
él.

1.3 Lo multidimensional

Las unidades complejas, como el ser humano o la
sociedad, son multidimensionales; el ser humano es a la vez
biológico, psíquico, social, afectivo, racional. La
sociedad comporta dimensiones históricas,
económicas, sociológicas, religiosas… El
conocimiento pertinente debe reconocer esta multidimensionalidad
e insertar allí sus informaciones: se podría no
solamente aislar una parte del todo sino las partes unas de
otras; la dimensión económica, por ejemplo,
está en interretroacciones permanentes con todas las otras
dimensiones humanas; es más, la economía conlleva
en sí, de manera holográmica: necesidades, deseos,
pasiones humanas, que sobrepasan los meros intereses
económicos.

1.4 Lo complejo

El conocimiento pertinente debe enfrentar la
complejidad. Complexus, significa lo que está
tejido junto; en efecto, hay complejidad cuando son inseparables
los elementos diferentes que constituyen un todo (como el
económico, 1 Claude Bastien, Le décalage entre
logique et connaissance
, en Courrier du CNRS, N°
79

Ciencias cognitivas, octubre de 1992.

2 Pascal, Pensamientos, texto producido por
León Brunschwicg
, ed. Gamier-Flammarion,
París, 1976.

el político, el sociológico, el
psicológico, el afectivo, el mitológico) y que
existe un tejido interdependiente, interactivo e
inter-retroactivo entre el objeto de conocimiento y su contexto,
las partes y el todo, el todo y las partes, las partes entre
ellas. Por esto, la complejidad es la unión entre la
unidad y la multiplicidad.

Los desarrollos propios a nuestra era planetaria nos
enfrentan cada vez más y de manera cada vez más
ineluctable a los desafíos de la complejidad.

En consecuencia, la educación debe promover una
«inteligencia general» apta para referirse, de manera
multidimensional, a lo complejo, al contexto en una
concepción global.

2. LA INTELIGENCIA GENERAL

La mente humana, como decía H. Simon, es un
G.P.S., «General Problems Setting and
Solving
». Contrario a la opinión difundida de
que el desarrollo de las aptitudes generales de la mente permite
un mejor desarrollo de las competencias particulares o
especializadas. Entre más poderosa sea la inteligencia
general más grande es su facultad para tratar problemas
especiales. La comprensión de elementos particulares
necesita, así, la activación de la inteligencia
general que opera y organiza la movilización de los
conocimientos de conjunto en cada caso particular.

El conocimiento, buscando su construcción en
relación con el contexto, con lo global, con lo complejo,
debe movilizar lo que el cognocente sabe del
mundo.

François Recanati decía: «La
comprensión de los enunciados, lejos de reducirse a una
mera y simple decodificación, es un proceso no modular de
interpretación que moviliza la inteligencia general y
apela ampliamente al conocimiento del
mundo
».

De esta manera, existe correlación entre la
movilización de los conocimientos de conjunto y la
activación de la inteligencia general.

La educación debe favorecer la aptitud natural de
la mente para hacer y resolver preguntas esenciales y
correlativamente estimular el empleo total de la inteligencia
general. Este empleo máximo necesita el libre ejercicio de
la facultad más expandida y más viva en la infancia
y en la adolescencia: la curiosidad, la cual, muy a
menudo, es extinguida por la instrucción, cuando se trata
por el contrario, de estimularla o, si está dormida, de
despertarla.

En la misión de promover la inteligencia general
de los individuos, la educación del futuro debe utilizar
los conocimientos existentes, superar las antinomias provocadas
por el progreso en los conocimientos especializados (cf. 2.1) a
la vez que identificar la falsa racionalidad (cf.
3.3).

2.1 La antinomia

Progresos gigantescos en los conocimientos han sido
efectuados en el marco de las especializaciones disciplinarias en
el transcurso del siglo XX. Pero estos progresos están
dispersos, desunidos, debido justamente a esta
especialización que a menudo quebranta los contextos, las
globalidades, las complejidades. Por esta razón, enormes
obstáculos se han acumulado para impedir el ejercicio del
conocimiento pertinente en el seno mismo de nuestros sistemas de
enseñanza.

Estos sistemas operan la disyunción entre las
humanidades y las ciencias, y la separación de las
ciencias en disciplinas hiperespecializadas concentradas en
sí mismas.

Las realidades globales, complejas, se han quebrantado;
lo humano se ha dislocado; su dimensión biológica,
incluyendo el cerebro, está encerrada en los departamentos
biológicos; sus dimensiones psíquica, social,
religiosa, económica están relegadas y separadas
las unas de las otras en los departamentos de ciencias humanas;
sus caracteres subjetivos, existenciales, poéticos se
encuentran acantonados en los departamentos de literatura y
poesía. La filosofía que es, por naturaleza, una
reflexión sobre todos los problemas humanos se
volvió a su vez un campo encerrado en sí
mismo.

Los problemas fundamentales y los problemas globales son
evacuados de las ciencias disciplinarias. Sólo son
protegidos por la filosofía pero dejan de alimentarse de
los aportes de las ciencias.

En estas condiciones, las mentes formadas por las
disciplinas pierden sus aptitudes naturales para contextualizar
los saberes tanto como para integrarlos en sus conjuntos
naturales. El debilitamiento de la percepción de lo global
conduce al debilitamiento de la responsabilidad (cada uno tiende
a responsabilizarse solamente de su tarea especializada) y al
debilitamiento de la solidaridad (ya nadie siente
vínculos con sus conciudadanos).

3. LOS PROBLEMAS ESENCIALES

3.1 Disyunción y especialización
cerrada

De hecho, la hiperespecialización3 impide ver
tanto lo global (que fragmenta en parcelas) como lo esencial (que
disuelve); impide inclusive, tratar correctamente los problemas
particulares que sólo pueden ser planteados y pensados en
un contexto. Los problemas esenciales nunca son parcelados y los
problemas globales son cada vez más esenciales. Mientras
que la cultura general incita a la búsqueda de la
contextualización de cualquier información o de
cualquier idea, la cultura científica y técnica
disciplinaria parcela, desune y compartimenta los saberes
haciendo cada vez más difícil su
contextualización.

Al mismo tiempo, la división de las disciplinas
imposibilita coger «lo que está tejido en
conjunto», es decir, según el sentido original del
término, lo complejo.

El conocimiento especializado es una forma particular de
abstracción. La especialización
«abstrae», en otras palabras, extrae un objeto de su
contexto y de su conjunto, rechaza los lazos y las
intercomunicaciones con su medio, lo inserta en un sector
conceptual abstracto que es el de la disciplina compartimentada
cuyas fronteras resquebrajan arbitrariamente la sistemicidad
(relación de una parte con el todo) y la
multidimensionalidad de los fenómenos; conduce a una
abstracción matemática que opera en sí misma
una escisión con lo concreto, privilegiando todo cuanto es
calculable y formalizable.

La economía, por ejemplo, que es la ciencia
social matemáticamente más avanzada, es la ciencia
social y humanamente más atrasada, puesto que se ha
abstraído de las condiciones sociales, históricas,
políticas, psicológicas, ecológicas
inseparables de las actividades económicas. Por eso sus
expertos son cada vez más incapaces de interpretar las
causas y consecuencias de las perturbaciones

3 Es decir la especialización que se encierra en
sí misma sin permitir su integración en una
problemática global o una concepción de conjunto
del objeto del cual no considera sino un aspecto o una parte
monetarias y bursátiles, de prever y predecir el curso
económico incluso a corto plazo. El error económico
se convierte, entonces, en la primera consecuencia de la ciencia
económica.

3.2 Reducción y
disyunción

Hasta mediados del siglo XX, la mayoría de las
ciencias obedecían al principio de reducción que
disminuye el conocimiento de un todo al conocimiento de sus
partes, como si la organización de un todo no produjese
cualidades o propiedades nuevas con relación a las partes
consideradas aisladamente.

El principio de reducción conduce naturalmente a
restringir lo complejo a lo simple. Aplica a las complejidades
vivas y humanas la lógica mecánica, y determinista
de la máquina artificial. También puede enceguecer
y conducir a la eliminación de todo aquello que no sea
cuantificable ni mensurable, suprimiendo así lo humano de
lo humano, es decir las pasiones, emociones, dolores y
alegrías.

Igualmente, cuando obedece estrictamente al postulado
determinista, el principio de reducción oculta el riesgo,
la novedad, la invención.

Como nuestra educación nos ha enseñado a
separar, compartimentar, aislar y no a ligar los conocimientos,
el conjunto de estos constituye un rompecabezas ininteligible.
Las interacciones, las retroacciones, los contextos, las
complejidades que se encuentran en el no man´s
land
entre las disciplinas se vuelven invisibles.

Los grandes problemas humanos desaparecen para el
beneficio de los problemas técnicos y particulares. La
incapacidad de organizar el saber disperso y compartimentado
conduce a la atrofia de la disposición mental natural para
contextualizar y globalizar.

La inteligencia parcelada, compartimentada, mecanicista,
disyuntiva, reduccionista, rompe lo complejo del mundo en
fragmentos separados, fracciona los problemas, separa lo que esta
unido, unidimensionaliza lo multidimensional. Es una inteligencia
miope que termina normalmente por enceguecerse. Destruye desde
el óvulo las posibilidades de
comprensión y de reflexión; reduce las
oportunidades de un juicio correctivo o de una visión a
largo plazo. Por ello, entre más multidimensionales se
vuelven los problemas más incapacidad hay de pensar su
multidimensionalidad; más progresa la crisis; más
progresa la incapacidad para pensar la crisis; entre más
planetarios se vuelven los problemas, más impensables son.
Incapaz de proyectar el contexto y el complejo planetario, la
inteligencia ciega se vuelve inconsciente e
irresponsable.

3.3 La falsa racionalidad

Dan Simmons supone en su tetralogía de
ciencia-ficción (en Hypérion y su
continuación) que un tecno-centro proveniente de la
emancipación de las técnicas y dominado por las
I.A. (Inteligencias Artificiales), se esfuerza por controlar a
los humanos. El problema de los humanos es el de aprovechar las
técnicas pero no de subordinarse a ellas.

Ahora bien, estamos en vía de una
subordinación a las I.A. instaladas profundamente en las
mentes en forma de pensamiento tecnocrático; este
pensamiento, pertinente para todo lo relacionado con
máquinas artificiales, es impertinente para comprender lo
vivo y lo humano, creyéndose además el único
racional.

De hecho, la falsa racionalidad, es decir la
racionalización abstracta y unidimensional triunfa sobre
las tierras4. Por todas partes y durante decenas de años,
soluciones presuntamente racionales, sugeridas por expertos
convencidos de estar obrando en bien de la razón y el
progreso, y de no encontrar más que
supersticiones en las costumbres y miedos de las
poblaciones, han empobrecido enriqueciendo, han destruido
creando. Por todo el planeta, el hecho de roturar y arrasar
árboles en millones de hectáreas, contribuye al
desequilibrio hídrico y a la desertización de las
tierras. Si no se regulan las talas enceguecidas, éstas
podrían transformar, por ejemplo, las fuentes tropicales
del Nilo en cursos de aguas secas las tres cuartas partes del
año y agotar la Amazonia. Los grandes monocultivos han
eliminado los pequeños policultivos de subsistencia
agravando la escasez y determinando el éxodo rural y los
asentamientos urbanos. Como dice François Garczynski,
«esa agricultura crea desiertos en el doble sentido del
término, erosión de los suelos y éxodo
rural
».

La seudo-funcionalidad que no tiene en cuenta
necesidades no cuantificables y no identificables ha multiplicado
los suburbios y las ciudades nuevas convirtiéndolos
rápidamente en lugares aislados, aburridos, sucios,
degradados, abandonados, despersonalizados y de delincuencia. Las
obras maestras más monumentales de esta racionalidad
tecno-burocrática han sido realizadas por la ex- URSS:
allí, por ejemplo, se ha desviado el cauce de los
ríos para irrigar, incluso en las horas más
cálidas, hectáreas sin árboles de cultivos
de algodón, lo que ha hecho subir al suelo la sal de la
tierra, volatilizar las aguas subterráneas y desecar el
mar de Aral. Las degradaciones fueron más graves en la
URSS que en el Oeste debido a que en la URSS las
tecno-burocracias no tuvieron que sufrir la reacción de
los ciudadanos. Desafortunadamente, después de la
caída del imperio, los dirigentes de los nuevos Estados
llamaron a expertos liberales del Oeste, que ignoran de manera
deliberada, que una economía competitiva de mercado
necesita instituciones, leyes y reglas, y son incapaces de
elaborar la indispensable estrategia compleja, que
como ya lo había indicado Maurice Allais -no
obstante, economista liberal- implica planificar la
desplanificación y programar la desprogramación, y
provocaron nuevos desastres.

4 Ha habido buenas intensiones en ese triunfo de la
racionalidad, las cuales producen a largo plazo efectos nocivos
que contrarrestan y hasta sobrepasan, los efectos
benéficos. Así, La Revolución Verde
promovida para conservar el Tercer Mundo ha incrementado
considerablemente las fuentes alimenticias y ha permitido evitar
de manera notable la escasez; sin embargo, se ha tenido que
revisar la idea inicial, aparentemente racional pero de manera
abstracta maximizante, de seleccionar y multiplicar sobre vastas
superficies un solo genoma vegetal -el más productivo
cuantitativamente-. Resulto que la ausencia de variedad
genética permitía al agente patógeno, el
cual no podía resistir este genoma, aniquilar toda una
cosecha en la misma temporada. Entonces, ha habido que
restablecer una cierta variedad genética con el fin de
optimizar los rendimientos y no de maximizarlos.

Por otra parte, los derrames masivos de abonos que
degradan los suelos, las irrigaciones que no tienen en cuenta el
tipo de terreno provocando su erosión, la
acumulación de pesticidas, destruyen la regulación
entre las especies, eliminando lo útil al mismo tiempo que
lo perjudicial, provocando incluso a veces la
multiplicación desenfrenada de una especie nociva inmune a
los pesticidas; además, las substancias tóxicas
contenidas en los pesticidas pasan a los alimentos y alteran la
salud de los consumidores.

De todo esto resultan catástrofes humanas cuyas
víctimas y consecuencias no son reconocidas ni
contabilizadas como lo son las víctimas de las
catástrofes naturales.

Así, el siglo XX ha vivido bajo el reino de una
seudo-racionalidad que ha presumido ser la única, pero que
ha atrofiado la comprensión, la reflexión y la
visión a largo plazo. Su insuficiencia para tratar los
problemas más graves ha constituido uno de los problemas
más graves para la humanidad.

De allí la paradoja: el siglo XX ha producido
progresos gigantescos en todos los campos del conocimiento
científico, así como en todos los campos de la
técnica; al mismo tiempo, ha producido una nueva ceguera
hacia los problemas globales, fundamentales y complejos, y esta
ceguera ha generado innumerables errores e ilusiones comenzando
por los de los científicos, técnicos y
especialistas.

¿Por qué? Porque se desconocen los
principios mayores de un conocimiento pertinente. La
parcelación y la compartimentación de los saberes
impide tener en cuenta «lo que está tejido en
conjunto».

¿No debería el nuevo siglo superar el
control de la racionalidad mutilada y mutilante con el fin de que
la mente humana pudiera controlarla?

Se trata de comprender un pensamiento que separa y que
reduce junto con un pensamiento que distingue y que religa. No se
trata de abandonar el conocimiento de las partes por el
Conocimiento de las totalidades, ni el análisis por la
síntesis, hay que conjugarlos. Existen los desafíos
de la complejidad a los cuales los desarrollos propios de nuestra
era planetaria nos confrontan inevitablemente.

CAPÍTULO III

Enseñar la
condición humana

La educación del futuro deberá ser una
enseñanza primera y universal centrada en la
condición humana. Estamos en la era planetaria; una
aventura común se apodera de los humanos donde quiera que
estén. Estos deben reconocerse en su humanidad
común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural
inherente a todo cuanto es humano.

Conocer lo humano es, principalmente, situarlo en el
universo y a la vez separarlo de él. Como ya lo vimos en
el capítulo I, cualquier conocimiento debe contextualizar
su objeto para ser pertinente. «¿Quiénes
somos?» es inseparable de un «¿Dónde
estamos» «¿De dónde venimos?»
«¿A dónde vamos?».

Interrogar nuestra condición humana, es entonces
interrogar primero nuestra situación en el mundo. Una
afluencia de conocimientos a finales del siglo XX permite aclarar
de un modo completamente nuevo la situación del ser humano
en el universo. Los progresos concomitantes con la
cosmología, las ciencias de la

Tierra, la ecología, la biología, la
prehistoria en los años 60-70 han modificado las ideas
sobre el Universo, la Tierra, la Vida y el Hombre mismo. Pero
estos aportes aún están desunidos. Lo Humano
permanece cruelmente dividido, fragmentado en pedazos de un
rompecabezas que perdió su figura. Aquí se enuncia
un problema epistemológico: es imposible concebir la
unidad compleja de lo humano por medio del pensamiento disyuntivo
que concibe nuestra humanidad de manera insular por fuera del
cosmos que lo rodea, de la materia física y del
espíritu del cual estamos constituidos, ni tampoco por
medio del pensamiento reductor que reduce la unidad humana a un
substrato puramente bio-anatómico. Las mismas ciencias
humanas están divididas y compartimentadas. La complejidad
humana se vuelve así invisible y el hombre se desvanece
«como una huella en la arena». Además, el
nuevo saber, por no estar religado, tampoco está asimilado
ni integrado. Paradójicamente, hay un agravamiento de la
ignorancia del todo, mientras que hay una progresión del
conocimiento de las partes.

De allí la necesidad, para la educación
del futuro, de una gran religazón de los conocimientos
resultantes de las ciencias naturales con el fin de ubicar la
condición humana en el mundo, de las resultantes de las
ciencias humanas para aclarar las multidimensionalidades y
complejidades humanas y la necesidad de integrar el aporte
inestimable de las humanidades, no solamente de la
filosofía y la historia, sino también de la
literatura, la poesía, las artes…

1. ARRAIGAMIENTO <-> DESARRAIGAMIENTO
HUMANO

Debemos reconocer nuestro doble arraigamiento en el
cosmos físico y en la esfera viviente, al igual que
nuestro desarraigamiento propiamente humano.

Estamos a la vez dentro y fuera de la
naturaleza.

1.1 La condición cósmica

Hemos abandonado recientemente la idea de un Universo
ordenado, perfecto, eterno, por un universo que nace en la
irradiación, en el devenir disperso donde actúan de
manera complementaria, competente y antagónica: orden,
desorden y organización.

Estamos en un gigantesco cosmos en expansión
constituido por miles de millones de galaxias y miles de miles de
millones de estrellas y aprendimos que nuestra Tierra es un
trompo minúsculo que gira alrededor de un astro errante en
la periferia de una pequeña galaxia de suburbio. Las
partículas de nuestro organismo
habrían aparecido desde los primeros
segundos de nuestro cosmos hace (¿tal vez?) quince mil
millones de años; nuestros átomos de carbono se
formaron en uno o varios soles anteriores al nuestro; nuestras
moléculas se agruparon en los primeros tiempos convulsivos
de la Tierra. Estas macromoléculas se asociaron en
torbellinos de los cuales uno de ellos, cada vez más rico
en su diversidad molecular, se metamorfoseó
en una organización nueva con relación a la
organización estrictamente química: una
auto-organización viviente.

Esta época cósmica de la
organización, sujeta sin cesar a las fuerzas de
desorganización y de dispersión, es también
la epopeya de la religazón que solo impidió al
cosmos que se dispersara o desvaneciera tan pronto nació.
En el centro de la aventura cósmica, en lo más alto
del desarrollo prodigioso de una rama singular de la
auto-organización viviente, seguimos la aventura a nuestro
modo.

1.2 La condición física

Un poco de substancia física se organizó
sobre esta Tierra de manera termodinámica. A través
del remojo marino, de la preparación química, de
las descargas eléctricas, tomó Vida. La vida es
solariana: todos sus constituyentes han sido forjados en un sol y
reunidos en un planeta por el sol; ésta es la
transformación de un destello fotónico resultante
de los resplandecientes torbellinos solares. Nosotros, vivientes,
constituimos una pajilla de la diáspora cósmica,
unas migajas de la existencia solar, un menudo brote de la
existencia terrenal.

1.3 La condición terrestre

Hacemos parte del destino cósmico, pero estamos
marginados: nuestra Tierra es el tercer satélite de un sol
destronado de su puesto central, convertido en astro pigmeo
errante entre miles de millones de estrellas en una galaxia
periférica de un universo en
expansión…

Nuestro planeta se congregó hace cinco mil
millones de años, a partir, probablemente, de
destrucciones cósmicas que resultaron de la
explosión de un sol anterior; y hace cuatro mil millones
de años surgió la organización viviente de
un torbellino macromolecular con tormentas y convulsiones
telúricas.

La Tierra se auto-produjo y se auto-organizó
dependiendo del sol; se constituyó en complejo
bio-físico a partir del momento en el cual se
desarrolló su biósfera.

Somos a la vez seres cósmicos y
terrestres.

La vida nació en convulsiones telúricas y
su aventura ha corrido el peligro de extinción por lo
menos en dos ocasiones (fin de la era primaria y durante la
secundaria). Se ha desarrollado no solamente en especies diversas
sino también en ecosistemas donde las predaciones
constituyeron la cadena trófica de doble cara: la de la
vida y la de la muerte.

Nuestro planeta erra en el cosmos. Debemos asumir las
consecuencias de esta situación marginal,
periférica, que es la nuestra.

Como seres vivos de este planeta, dependemos vitalmente
de la biósfera terrestre; debemos reconocer nuestra muy
física y muy biológica identidad
terrenal.

1.4 La humana condición

La importancia de la hominización es capital para
la educación de la condición humana, porque ella
nos muestra como la animalidad y la humanidad constituyen juntas
nuestra humana condición.

La antropología prehistórica nos muestra
cómo la hominización es una aventura de millones de
años, tanto discontinuo -proveniente de nuevas especies:
habilis, erectus, neanderthal, sapiens y
desaparición de los precedentes, surgimiento del lenguaje
y de la cultura- cómo continua, en el sentido en que se
prosigue un proceso de bipedización, de
manualización, erección del cuerpo,
cerebralización5, juvenilización (el adulto que
conserva los caracteres no especializados del embrión y
los caracteres psicológicos de la juventud),
complexificación social, proceso a través del
cual aparece el lenguaje propiamente humano al mismo tiempo que
se constituye la cultura, capital adquisición de los
saberes, saber-hacer, creencias, mitos, transmisibles de
generación en generación…

La hominización desemboca en un nuevo comienzo.
El homínido se humaniza. Desde allí, el concepto de
hombre tiene un doble principio: un principio biofísico y
uno psico-socio-cultural, ambos principios se remiten el uno al
otro.

Somos resultado del cosmos, de la naturaleza, de la
vida, pero debido a nuestra humanidad misma, a nuestra cultura, a
nuestra mente, a nuestra conciencia, nos hemos vuelto
extraños a este cosmos que nos es secretamente
íntimo. Nuestro pensamiento y nuestra conciencia, los
cuales nos hacen conocer este mundo físico, nos alejan
otro tanto. El hecho mismo de considerar racional y
científicamente el universo nos separa también de
él. Nos hemos desarrollado más allá del
mundo físico y viviente. Es en este más allá
que opera el pleno desplegamiento de la humanidad.

Como si fuera un punto de un holograma, llevamos en el
seno de nuestra singularidad, no solamente toda la humanidad,
toda la vida, sino también casi todo el cosmos, incluyendo
su misterio que yace sin duda en el fondo de la naturaleza
humana. Pero no somos seres que se puedan conocer y comprender
únicamente a partir de la cosmología,
la física, la biología, la
sicología…

2. LO HUMANO DEL HUMANO

2.1 Unidualidad

El humano es un ser plenamente biológico y
plenamente cultural que lleva en sí esta unidualidad
originaria. Es un super y un hiper viviente: ha desarrollado de
manera sorprendente las potencialidades de la vida. Expresa de
manera hipertrofiada las cualidades egocéntricas y
altruistas del individuo, alcanza paroxismos de vida en el
éxtasis y en la embriaguez, hierve de ardores
orgiásticos y orgásmicos; es en esta hiper
vitalidad que el homo sapiens es también homo
demens
.

5 Australopiteco, cráneo (508cm3), homo
habilis
(680cm3), homo erectus (800-1100cm3),
hombre moderno (1200-1500cm3).

El hombre es pues un ser plenamente biológico,
pero si no dispusiera plenamente de la cultura sería un
primate del más bajo rango. La cultura acumula en
sí lo que se conserva, transmite, aprende; ella comporta
normas y principios de adquisición.

2.2 El bucle cerebro <-> mente <->
cultura

El hombre sólo se completa como ser plenamente
humano por y en la cultura. No hay cultura sin cerebro humano
(aparato biológico dotado de habilidades para actuar,
percibir, saber, aprender), y no hay mente (mind), es
decir capacidad de conciencia y pensamiento sin cultura. La mente
humana es un surgimiento que nace y se afirma en la
relación cerebro<->cultura. Una vez que la mente ha
surgido, ella interviene en el funcionamiento cerebral con efecto
retroactivo. Hay entonces una triada en bucle entre
cerebro <-> mente <->
cultura, donde cada uno de los términos necesita
a los otros. La mente es un surgimiento del cerebro que suscita
la cultura, la cual no existiría sin el
cerebro.

2.3 El bucle razón <-> afecto <->
impulso

Encontramos una triada bio-antropológica al mismo
tiempo que la de cerebro <-> mente
<-> cultura: resulta de la concepción del
cerebro triúnico de Mac Lean6.

El cerebro humano integra en él: a) El
paleocéfalo, heredero del cerebro reptil, fuente
de la agresividad, del celo, de los impulsos primarios, b) el
mesocéfalo, heredero del cerebro de los antiguos
mamíferos en donde el hipocampo parece ligar el desarrollo
de la afectividad y el de la memoria a largo plazo, c) el
córtex, que de manera muy desarrollada en los
mamíferos hasta envolver todas las estructuras del
encéfalo y formar los dos hemisferios cerebrales, se
hipertrofia en los humanos en un neo-córtex que es la base
de las habilidades analíticas, lógicas,
estratégicas que la cultura permite actualizar
completamente. Así, se nos aparece otra fase de la
complejidad humana que integra la animalidad (mamífero y
reptil) en la humanidad y la humanidad en la
animalidad7. Las relaciones entre las tres instancias no
solamente son complementarias sino también
antagónicas, implicando los conflictos muy conocidos entre
la impulsividad, el corazón y la razón; de manera
correlativa, la relación triúnica no obedece a una
jerarquía
razón<->afectividad<->impulso;
hay una relación inestable, permutante, rotativa entre
estas tres instancias. La racionalidad no dispone
pues del poder supremo; es una instancia que compete y se opone a
las otras instancias de una triada inseparable; es frágil:
puede ser dominada, sumergida, incluso esclavizada por la
afectividad o la impulsividad. El impulso homicida puede servirse
de la maravillosa máquina lógica y utilizar la
racionalidad técnica para organizar y justificar sus
empresas.

2.4 El bucle individuo <-> sociedad <->
especie

Finalmente, hay una relación de triada
individuo <->sociedad
<->especie.

Los individuos son el producto del proceso reproductor
de la especie humana, pero este mismo proceso debe ser producido
por dos individuos. Las interacciones entre individuos producen
la sociedad y ésta, que certifica el surgimiento de la
cultura, tiene efecto retroactivo sobre los individuos por la
misma cultura.

6 P.D. Mac Lean, The triune brain, in Smith (F.Q.), ed.
The Neuro sciences, Second Study Program, Rochefeller University
Press, New York, 1970.

7 Como lo vimos en el capítulo anterior, esto nos
conduce a asociar estrechamente la inteligencia con la
afectividad, lo cual indican claramente los trabajos de: A.
Damasio, El error de Descartes. Ed. 0. Jacob.
París, y de M. Vincent, Biología de las
Pasiones
y Ed. 0. Jacob, París.

No se puede absolutizar al individuo y hacer de
él el fin supremo de este bucle; tampoco se lo puede a la
sociedad o a la especie. En el ámbito
antropológico, la sociedad vive para el individuo, el cual
vive para la sociedad; la sociedad y el individuo viven para la
especie la cual vive para el individuo y la sociedad. Cada uno de
estos términos es a la vez medio y fin: son la cultura y
la sociedad las que permiten la realización de los
individuos y son las interacciones entre los individuos las que
permiten la perpetuidad de la cultura y la
autoorganización de la sociedad. Sin embargo, podemos
considerar que la plenitud y la libre expresión de los
individuos-sujetos constituyen nuestro propósito
ético y político sin dejar de pensar también
que ellos constituyen la finalidad misma de la triada
individuo <-> sociedad <->
especie. La complejidad humana no se comprendería
separada de estos elementos que la constituyen: todo
desarrollo verdaderamente humano significa desarrollo conjunto de
las autonomías individuales, de las participaciones
comunitarias y del sentido de pertenencia con la especie
humana
.

3. UNITAS MULTIPLEX: LA UNIDAD Y LA
DIVERSIDAD HUMANA

La educación del futuro deberá velar por
que la idea de unidad de la especie humana no borre la de su
diversidad, y que la de su diversidad no borre la de la unidad.
Existe una unidad humana. Existe una diversidad humana. La unidad
no está solamente en los rasgos biológicos de la
especie homo sapiens. La diversidad no está
solamente en los rasgos psicológicos, culturales y
sociales del ser humano.

Existe también una diversidad propiamente
biológica en el seno de la unidad humana; no sólo
hay una unidad cerebral sino mental, psíquica, afectiva e
intelectual. Además, las culturas y las sociedades
más diversas tienen principios generadores u organizadores
comunes. Es la unidad humana la que lleva en sí los
principios de sus múltiples diversidades. Comprender lo
humano, es comprender su unidad en la diversidad, su diversidad
en la unidad. Hay que concebir la unidad de lo múltiple,
la multiplicidad del uno.

La educación deberá ilustrar este
principio de unidad/diversidad en todos los
campos.

3.1 El campo individual

En el campo individual, hay una
unidad/díversídad genética. Todo
humano lleva genéticamente en sí la especie humana
e implica genéticamente su propia singularidad
anatómica, fisiológica. Hay una
unidad/diversidad cerebral, mental, psicológica,
afectiva, intelectual y subjetiva: todo ser humano lleva en
sí cerebral, mental, psicológica, afectiva,
intelectual y subjetivamente caracteres fundamentalmente comunes
y al mismo tiempo tiene sus propias singularidades cerebrales,
mentales, psicológicas, efectivas, intelectuales,
subjetivas…

3.2 El campo social

En el campo de la sociedad hay una
unidad/diversidad de las lenguas (todas diversas a
partir de una estructura con doble articulación
común, lo que hace que seamos gemelos por el lenguaje y
separados por las lenguas), de las organizaciones sociales y de
las culturas.

3.3 Diversidad cultural y pluralidad de
individuos

La cultura esta constituida por el conjunto de los
saberes, saber-hacer, reglas, normas, interdicciones,
estrategias, creencias, ideas, valores, mitos que se transmiten
de generación en generación, se reproducen en cada
individuo, controlan la existencia de la sociedad y mantienen la
complejidad psicológica y social. No hay sociedad humana,
arcaica o moderna que no tenga cultura, pero cada cultura es
singular. Así, siempre hay la cultura en las culturas
pero la cultura no existe sino a través de
las culturas.

Las técnicas pueden migrar de una cultura a otra,
como fue el caso de la rueda, de la yunta, la brújula, la
imprenta; o también el de ciertas creencias religiosas,
luego ideas laicas que habiendo nacido en una cultura singular
pudieron universalizarse. Pero hay en cada cultura un capital
específico de creencias, ideas, valores,
mitos y particularmente los que ligan una comunidad singular a
sus ancestros, sus tradiciones, sus muertos.

Aquellos que ven la diversidad de las culturas tienden a
minimizar u ocultar la unidad humana; aquellos que ven la unidad
humana tienden a considerar como secundaria la diversidad de las
culturas. Es pertinente, en cambio, concebir una unidad que
asegure y favorezca la diversidad, una diversidad que se inscriba
en una unidad.

El doble fenómeno de la unidad y de la diversidad
de las culturas es crucial.

La cultura mantiene la identidad humana en lo que tiene
de específico; las culturas mantienen las identidades
sociales en lo que ellas tienen de específico. Las
culturas están aparentemente encerradas en sí
mismas para salvaguardar su identidad singular. Pero, en
realidad, también son abiertas: integran en ellas no
solamente saberes y técnicas sino también ideas,
costumbres, alimentos, individuos provenientes de otras partes.
Las asimilaciones de una cultura a otra son enriquecedoras.
También hay grandes logros creados en mestizajes
culturales como los que produjeron el flamenco, las
músicas de América Latina, el raï
(género musical de origen magrebino). En cambio, la
desintegración de una cultura bajo el efecto destructor de
una dominación técnico-civilizacional es una
pérdida para toda la humanidad, en donde la diversidad de
las culturas constituye uno de sus más preciados
tesoros.

El ser humano es él mismo singular y
múltiple a la vez. Hemos dicho que todo ser humano, tal
como el punto de un holograma, lleva el cosmos en
sí.

Debemos ver también que todo ser, incluso el
más encerrado en la más banal de las vidas,
constituye en sí mismo un cosmos. Lleva en sí sus
multiplicidades interiores, sus personalidades virtuales, una
infinidad de personajes quiméricos, una poli existencia en
lo real y lo imaginario, el sueño y la vigilia, la
obediencia y la transgresión, lo ostentoso y
lo secreto, hormigueos larvarios en sus cavernas y precipicios
insondables. Cada uno contiene en sí galaxias de
sueños y de fantasmas, impulsos insatisfechos de deseos y
de amores, abismos de desgracia, inmensidades de indiferencia
congelada, abrazos de astro en fuego,
desencadenamientos de odio, extravíos
débiles, destellos de lucidez, tormentas
dementes…

3.4 Sapiens <-> demens

El siglo XXI deberá abandonar la visión
unilateral que define al ser humano por la racionalidad (homo
sapiens
), la técnica (homo faber), las
actividades utilitarias (homo economicus), las
necesidades obligatorias (homo prosaicus). El ser humano
es complejo y lleva en sí de manera bipolarizada los
caracteres antagónicos:

sapiens y demens (racional y
delirante)

faber y ludens (trabajador y
lúdico)

empiricus y imaginarius (empírico e
imaginador)

economicus y consumans (económico y
dilapilador)

prosaicus y poeticus (prosaico y
poético)

El hombre de la racionalidad es también el de la
afectividad, del mito y del delirio (demens). El hombre
del trabajo es también el hombre del juego
(ludens). El hombre empírico es también el
hombre imaginario (imaginarius). El hombre de la
economía es también el de la
«consumación» (consumans). El hombre
prosaico es también el de la poesía, es decir del
fervor, de la participación, del amor, del éxtasis.
El amor es poesía. Un amor naciente inunda el mundo de
poesía, un amor que dura irriga de poesía la vida
cotidiana, el fin de un amor nos devuelve a la prosa.

Así, el ser humano no sólo vive de
racionalidad y de técnica: se desgasta, se entrega, se
dedica a las danzas, trances, mitos, magias, ritos; cree en las
virtudes del sacrificio; vive a menudo para preparar su otra
vida, más allá de la muerte. Por todas partes, una
actividad técnica, práctica, intelectual, da
testimonio de la inteligencia
empírico-racional; igualmente por todas partes, las
fiestas, ceremonias, cultos con sus posesiones, exaltaciones,
despilfarros, «consumaciones», dan testimonio del
homo ludens, poeticus, consumans, imaginarius, demens.
Las actividades lúdicas, de fiesta, de rito no son simples
esparcimientos para volver luego a la vida práctica o al
trabajo; las creencias en los dioses y en las ideas no pueden
reducirse a ilusiones o supersticiones: éstas tienen
raíces que se sumergen en las profundidades
antropológicas, se refieren al ser humano en su naturaleza
misma. Hay una relación manifiesta o soterrada entre la
psiquis, el afecto, la magia, el mito, la religión; hay a
la vez unidad y dualidad entre homo faber, homo ludens, homo
sapiens, y homo demens.
Y en el ser humano, el desarrollo
del conocimiento racional-empírico-técnico no ha
anulado nunca el conocimiento simbólico, mítico,
mágico o poético.

3. 5 Homo complexus

Somos seres infantiles, neuróticos, delirantes
siendo también racionales.

Todo ello constituye el tejido propiamente
humano.

El ser humano es un ser racional e irracional, capaz de
mesura y desmesura; sujeto de un afecto intenso e inestable;
él sonríe, ríe, llora, pero sabe
también conocer objetivamente; es un ser serio y
calculador, pero también ansioso, angustiado, gozador,
ebrio, estático; es un ser de violencia y de ternura, de
amor y de odio; es un ser invadido por lo imaginario y que puede
reconocer lo real, que sabe de la muerte pero que no puede creer
en ella, que segrega el mito y la magia, pero también la
ciencia y la filosofía; que está poseído por
los Dioses y por las Ideas, pero que duda de los Dioses y critica
las Ideas; se alimenta de conocimientos comprobados, pero
también de ilusiones y de quimeras. Y cuando en la ruptura
de los controles racionales, culturales, materiales hay
confusión entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo real
y lo imaginario, cuando hay hegemonía de ilusiones,
desmesura desencadenada, entonces el homo demens somete
al homo sapiens y subordina la inteligencia racional al
servicio de sus monstruos.

Por esta razón, la locura es un problema central
del hombre, y no solamente su desecho o su enfermedad. El tema de
la locura humana fue evidente para la filosofía de la
Antigüedad, la sabiduría oriental, para los poetas de
todos los continentes, para los moralistas (Erasmo, Montaigne,
Pascal, Rousseau). Se volatilizó no sólo en la
eufórica ideología humanista que llevó al
hombre a dirigir el universo, sino también en las ciencias
humanas y en la filosofía.

La demencia no ha conducido la especie humana a la
extinción (sólo las energías nucleares
liberadas por la razón científica y el desarrollo
de la racionalidad técnica podrían conducirla a su
desaparición). Sin embargo, tanto tiempo parece haberse
perdido, malgastado en ritos, cultos, ebriedades, decoraciones,
danzas e innumerables ilusiones… A pesar de todo ello, el
desarrollo técnico y luego el científico ha sido
impresionante; las civilizaciones han producido filosofía
y ciencia; la Humanidad ha dominado la Tierra.

Es decir que los progresos de la complejidad se han
hecho a la vez a pesar, con y a causa de la locura
humana.

La dialógica sapiens <->
demens ha sido creadora siendo destructora; el
pensamiento, la ciencia, las artes, se han irrigado por las
fuerzas profundas del afecto, por los sueños, angustias,
deseos, miedos, esperanzas. En las creaciones humanas hay siempre
un doble pilotaje sapiens<->demens.
Demens ha inhibido pero también favorecido a
sapiens. Platón ya había observado que
Dike, la ley sabia, es hija de Ubris, la
desmesura.

Tal furor ciego rompe las columnas de un templo de
servidumbre, como la toma de la Bastilla y, al contrarío,
tal culto a la Razón alimenta la guillotina.

La posibilidad del genio viene del hecho que el ser
humano no es completamente prisionero de lo real, de la
lógica (neo-córtex), del código
genético, de la cultura, de la sociedad. La
búsqueda y el encuentro se adelantan en el fondo de la
incertidumbre y de la indecidibilidad. El genio surge en la
brecha de lo incontrolable, justo ahí donde merodea la
locura. La creación surge en la unión entre las
profundidades oscuras psico-afectivas y la llama viva de la
conciencia.

También la educación debería
mostrar e ilustrar el Destino con las múltiples facetas
del humano: el destino de la especie humana, el destino
individual, el destino social, el destino histórico, todos
los destinos entrelazados e inseparables.

Así, una de las vocaciones esenciales de la
educación del futuro será el examen y el estudio de
la complejidad humana. Ella conduciría a la toma de
conocimiento, esto es, de conciencia, de la condición
común a todos los humanos, y de la muy rica y necesaria
diversidad de los individuos, de los pueblos, de las culturas,
sobre nuestro arraigamiento como ciudadanos de la
Tierra

CAPITULO IV

Enseñar la
identidad terrenal

«Sólo; el sabio mantiene el todo en
la

mente, jamás olvida el mundo, piensa y
actúa

con relación al cosmos»

Groethuysen

«Por primera vez, el hombre ha

comprendido realmente que es un habitante
del

planeta, y tal vez piensa y actúa de una
nueva

manera, no sólo como individuo, familia
o

género, Estado o grupo de Estados,
sino

también como
planetario»

Vemadski

¿Cómo podrían los ciudadanos del
nuevo milenio pensar sus problemas y los problemas de su
tiempo?

Les hace falta comprender tanto la condición
humana
en el mundo, como la condición del mundo
humano que a través de la historia moderna se ha vuelto la
de la era planetaria.

Hemos entrado en la era planetaria desde el
siglo XVI y estamos, desde finales del siglo XX en la fase de la
mundialización.

La mundialización, como fase actual de la era
planetaria, significa primero, como lo dijo el geógrafo
Jacques Lévy: «El surgimiento de un objeto
nuevo: el mundo como tal
». Pero entre más
atrapados estamos por el mundo, más difícil nos es
atraparlo. En la época de las telecomunicaciones, de la
información, de la Internet, estamos sumergidos por la
complejidad del mundo, y las innumerables informaciones sobre el
mundo ahogan nuestras posibilidades de
inteligibilidad.

De allí, la esperanza de despejar un problema
vital por excelencia que subordinaría todos los
demás problemas vitales. Pero este problema vital
está constituido por el conjunto de los problemas vitales,
es decir la intersolidaridad compleja de problemas, antagonismos,
crisis, procesos incontrolados. El problema
planetario es un todo que se alimenta de ingredientes
múltiples, conflictivos, de crisis; los engloba, los
aventaja y de regreso los alimenta.

Lo que agrava la dificultad de conocer nuestro Mundo, es
el modo de pensamiento, que ha atrofiado en nosotros, en vez de
desarrollarla, la aptitud de contextualizar y globalizar,
mientras que la exigencia de la era planetaria es pensar
la globalidad, la relación todo-partes, su
multidimensionalidad, su complejidad. Es lo que nos
lleva a la reforma de pensamiento, requerida en el
capítulo II, necesaria para concebir el contexto, lo
global, lo multidimensional, lo complejo.

Es la complejidad (el bucle
productivo/destructivo de las acciones mutuas de las
partes en el todo y del todo en las partes) la que presenta
problema.

Necesitamos, desde ahora, concebir la insostenible
complejidad del mundo en el sentido en que hay que considerar
tanto la unidad como la diversidad del proceso planetario, sus
complementariedades y también sus antagonismos. El
planeta no es un sistema global sino un torbellino en movimiento,
desprovisto de centro organizador.

Este planeta necesita un pensamiento policéntrico
capaz de apuntar a un universalismo no abstracto sino consciente
de la unidad/diversidad de la humana condición;
un pensamiento policéntrico alimentado de las culturas del
mundo.

Educar para este pensamiento es la finalidad de la
educación del futuro que debe trabajar en la era
planetaria
para la identidad y la conciencia
terrenal.

1. LA ERA PLANETARIA

Las ciencias contemporáneas nos enseñan
que estaríamos a unos quince mil millones de años
después de una catástrofe inefable a partir de la
cual se creó el cosmos, tal vez a unos cinco millones de
años después de que hubiera comenzado la aventura
de la hominización, la cual nos habría diferenciado
de los otros antropoides, cien mil años desde
el surgimiento del homo sapiens, diez mil años
desde el nacimiento de las civilizaciones históricas y
entramos a los inicios del tercer milenio de la era llamada
cristiana.

La historia humana comenzó con una
diáspora planetaria sobre todos los continentes; luego
entró, a partir de los tiempos modernos, en la era
planetaria
de la comunicación entre los fragmentos de
la diáspora humana.

La diáspora de la humanidad no ha producido
escisión genética: pigmeos, negros, amarillos,
indios, blancos, vienen de la misma especie, disponen de los
mismos caracteres fundamentales de la humanidad. Pero ha
producido una extraordinaria diversidad de lenguas, de culturas,
de destinos, fuente de innovaciones y de creaciones en todos los
campos. El tesoro de la humanidad está en su diversidad
creadora, pero la fuente de su creatividad está en su
unidad generadora.

A finales del siglo XV europeo, la China de los Ming y
la India Mogola son las civilizaciones más importantes del
Globo. El Islam, en Asia y en Africa, es la religión
más extendida de la Tierra. El Imperio Otomano, que desde
Asia se desplegó por la Europa Oriental, aniquiló a
Bizancio y amenazó a Viena, se vuelve una gran
potencia de Europa. El Imperio de los Incas y el Imperio
Azteca reinan en las Américas, Cuzco y
Tenochtitlán, exceden en población a las
monumentales y esplendorosas Madrid, Lisboa, París,
Londres, capitales de jóvenes y pequeñas naciones
del Oeste europeo.

Sin embargo, a partir de 1492, son estas jóvenes
y pequeñas naciones las que se lanzan a la conquista del
Globo y a través de la aventura, la guerra, la muerte
suscitan la era planetaria que desde entonces comunica
los cinco continentes para lo mejor y para lo peor. La
dominación del Occidente Europeo sobre el resto del mundo
provoca catástrofes de civilización, en las
Américas especialmente, destrucciones culturales
irremediables, esclavitudes terribles. Por esta razón, la
era planetaria se abre y se desarrolla en y por
la violencia, la destrucción, la esclavitud, la
explotación feroz de las Américas y del Africa. Los
bacilos y los virus de Eurasia rodaron por las Américas,
creando hecatombes, sembrando sarampión, herpes, gripe,
tuberculosis, mientras que de América el treponema de la
sífilis rondaba de sexo en sexo hasta Shangai. Los
Europeos implantan en sus tierras el maíz, la papa, el
fríjol, el tomate, la yuca, la patata dulce, el cacao, el
tabaco traídos de América. Ellos llevan a
América los corderos, bovinos, caballos, cereales,
viñedos, olivos y las plantas tropicales de arroz,
ñame, café y caña de
azúcar.

La planetarización se desarrolla por el aporte de
la civilización europea a los continentes, sus armas, sus
técnicas, sus concepciones en todas sus factorías,
sus peajes y zonas de penetración. La industria y la
técnica toman un vuelo que ninguna civilización
había conocido antes. El progreso económico, el
desarrollo de las comunicaciones, la inclusión de los
continentes subyugados en el mercado mundial determinan
formidables movimientos de población que van a ampliar el
crecimiento demográfico8 generalizado. En la segunda mitad
del siglo XIX, 21 millones de Europeos atravesaron el
Atlántico hacia las dos Américas. También se
produjeron flujos migratorios en Asia, donde los Chinos se
instalan como comerciantes en Siam, en Java y en la
Península Malasia, se embarcan para California,
Colombia-Británica, Nueva Gales del Sur, Polinesia,
mientras que los Hindúes se asientan en Natal y en Africa
Oriental.

La planetarización engendra en el siglo XX dos
guerras mundiales, dos crisis económicas mundiales y,
luego en 1989, la generalización de la economía
liberal llamada mundialización. La economía mundial
es cada vez más un todo interdependiente: cada una de sus
partes se ha vuelto dependiente del todo y recíprocamente
el todo sufre perturbaciones y riesgos que afectan las partes. El
planeta se ha encogido. Fueron necesarios tres años a
Magallanes para dar la vuelta al mundo por mar (1519-1522). Se
necesitaron sólo 80 días para que un
intrépido viajero del siglo XIX, utilizando carreteras,
ferrocarril y navegación a vapor diera la vuelta a la
tierra. A finales del siglo XX, el jet logra el bucle en 24
horas. Y más aún, todo se presenta de manera
instantánea de un punto a otro del planeta por
televisión, teléfono, fax, Internet…

El mundo se vuelve cada vez más un todo. Cada
parte del mundo hace cada vez más partes del mundo, y el
mundo como un todo está cada vez más presente en
cada una de sus partes. Esto se constata no solamente con las
naciones y los pueblos sino con los individuos. Así como
cada punto de un holograma contiene la información del
todo del cual forma parte, también ahora, cada individuo
recibe o consume las informaciones y las substancias provenientes
de todo el universo.

El Europeo, por ejemplo, se levanta cada mañana
poniendo una emisora japonesa y recibe los acontecimientos del
mundo: erupciones volcánicas, temblores de tierra, golpes
de Estado, conferencias internacionales le llegan mientras toma
su té de Ceilán, India o China, a no ser que sea un
moka de Etiopía o una arábica de América
Latina; se pone su pantalón y camisa hechos en
algodón de Egipto o de la India; viste chaqueta y
pantalón en lana de Australia, fabricada en Manchester y
luego en Roubaix-Tourcoing, o se pone una chaqueta de cuero
traída de China con unos jeans estilo USA. Su reloj es
suizo o japonés. Sus gafas son de carey de tortuga
ecuatorial. Puede encontrar en su comida de invierno las fresas y
cerezas de Argentina o Chile, las habichuelas
frescas de Senegal, los aguacates o piñas de Africa, los
melones de Guadalupe. Tiene botellas de ron de Martinica, de
vodka rusa, tequila mejicana, whisky americano. Puede escuchar en
su casa una sinfonía alemana dirigida por un director
coreano, a no ser que asista ante su pantalla de video a la
Bohème con la Negra Bárbara Hendricks en
el papel de Mimi y el Español Plácido Domingo en el
de Rodolfo.

Mientras que el Europeo se encuentra en este circuito
planetario de confort, un gran número de Africanos,
Asiáticos y Suramericanos se encuentran en un circuito
planetario de miseria. Sufren en su vida cotidiana las
consecuencias del mercado mundial que afecta las cotizaciones del
cacao, el café, el azúcar, las materias primas, que
produce su país. Han sido sacados de sus pueblos por
procesos mundializados venidos de Occidente, especialmente el
progreso del monocultivo industrial; campesinos
autosuficientes se convirtieron en sub-urbanos que buscan empleo;
sus necesidades ahora se traducen en términos
monetarios.

8 En un siglo Europa pasó de 190 a 423 millones
de habitantes; el globo de 900 millones a 1.600
millones.

Aspiran a la vida del bienestar en el que los hacen
soñar la publicidad y las películas de Occidente.
Utilizan la vajilla de aluminio o de plástico, beben
cerveza o cocacola.

Se acuestan en los restos de láminas de espuma de
poliestireno y llevan puestas camisetas impresas a la americana.
Bailan músicas sincréticas donde sus

ritmos tradicionales entran en una orquestación
procedente de Norteamérica. De esta manera, para lo mejor
y para lo peor, cada humano rico o pobre, del Sur o del Norte,
del Este o del Oeste lleva en sí, sin saberlo, el planeta
entero. La mundialización es a la vez evidente,
subconsciente, omnipresente.

La mundialización es realidad unificadora, pero
hay que agregar inmediatamente que también es conflictiva
en su esencia. La unificación mundializante
está cada vez más acompañada por su propio
negativo, suscitado por su contra efecto: la
balcanización.
El mundo cada vez más se vuelve
uno pero al mismo tiempo se divide. Paradójicamente es la
misma era planetaria la que ha permitido y favorecido la
parcelación generalizada en Estados-nación; en
realidad, la demanda emancipadora de nación está
estimulada por un movimiento que recurre a la identidad ancestral
y se efectúa como reacción al curso planetario de
homogeneización civilizacional. Esta demanda se
intensifica con la crisis generalizada del futuro.

Los antagonismos entre naciones, entre religiones, entre
laicismo y religión, entre modernidad y tradición,
entre democracia y dictadura, entre ricos y pobres, entre Oriente
y Occidente, entre Norte y Sur se alimentan entre sí; es
allí donde se mezclan los intereses estratégicos y
económicos antagónicos de las grandes potencias y
de las multinacionales dedicadas a la obtención de
beneficios. Son todos estos antagonismos los que se encuentran en
zonas de interferencias y de fractura, como la gran zona
sísmica del Globo que parte de Armenia/Azerbadjian,
atraviesa el Medio Oriente y llega hasta Sudan. Estas se
exasperan allí donde hay religiones y etnias mezcladas,
fronteras arbitrarias entre Estados, exasperaciones por
rivalidades y negaciones de toda clase, como en el
Medio-Oriente.

De esta misma manera, el siglo XX ha creado y a la vez
parcelado un tejido planetario único; sus fragmentos se
han aislado, erizado y combatido entre sí. Los Estados
dominan la escena mundial como titanes brutales y ebrios,
poderosos e impotentes. Al mismo tiempo, el despliegue
técnico industrial sobre el Globo tiende a suprimir las
diversidades humanas, étnicas y culturales. El desarrollo
mismo ha creado más problemas de los que ha resuelto y ha
conducido a la crisis profunda de civilización que afecta
las sociedades prósperas de Occidente.

Concebido únicamente de manera
técnico-económica, el desarrollo está en un
punto insostenible incluyendo el desarrollo sostenible. Es
necesaria una noción más rica y compleja del
desarrollo, que sea no sólo material sino también
intelectual, afectiva, moral

El siglo XX no ha dejado la edad de hierro
planetaria, se ha hundido en ella.

2. EL LEGADO DEL SIGLO XX

El siglo XX fue el de la alianza de dos barbaries: la
primera viene desde el fondo de la noche de los tiempos
y trae consigo guerra, masacre, deportación, fanatismo. La
segunda, helada, anónima, viene del interior de una
racionalización que no conoce más que el
cálculo e ignora a los individuos, sus cuerpos, sus
sentimientos, sus almas y multiplica las potencias de muerte y de
esclavización técnico-industriales.

Para atravesar esta era bárbara primero hay que
reconocer su herencia. Esta herencia es doble, al mismo tiempo
herencia de muerte y de nacimiento.

2.1 La herencia de muerte

El siglo XX pareció dar razón a la
fórmula atroz según la cual la evolución
humana es un crecimiento del poder de la muerte.

La muerte introducida en el siglo XX no es solamente la
de las decenas de millones de muertos de las dos guerras
mundiales y de los campos de concentración nazi y
soviética, también es la de las dos nuevas
potencias de muerte.

2.1.1 Las armas nucleares

La primera es la posibilidad de la muerte global de toda
la humanidad a causa del arma nuclear. Esta amenaza aún no
se ha disipado con el inicio del tercer milenio; al contrario, se
incrementa con la diseminación y la miniaturización
de la bomba. La potencialidad de auto-aniquilamiento
acompaña en lo sucesivo el camino de la
humanidad.

2.1.2 Los nuevos peligros

La segunda es la posibilidad de la muerte
ecológica. Desde los años 70, hemos descubierto que
los desechos, emanaciones, exhalaciones de nuestro desarrollo
técnico-industrial-urbano degradan nuestra biosfera, y
amenazan con envenenar irremediablemente el medio viviente del
cual hacemos parte: la dominación desenfrenada de la
naturaleza por la técnica conduce la humanidad al
suicidio.

Por otra parte, fuerzas mortales que creíamos en
vía de extinción se han rebelado: el virus del SIDA
nos ha invadido, es el primer virus desconocido que surge,
mientras que las bacterias que creíamos haber eliminado
vuelven con nuevas resistencias a los antibióticos.
Así pues, la muerte se introduce de nuevo con virulencia
en nuestros cuerpos los cuales creíamos haber
esterilizado.

Al fin la muerte ha ganado terreno al interior de
nuestras almas. Los poderes de auto-destrucción, latentes
en cada uno de nosotros, se han activado, particularmente con la
ayuda de drogas severas como la heroína, ahí donde
se multiplican y crecen las soledades y las angustias.

La amenaza planea sobre nosotros con el arma
termonuclear, nos envuelve con la degradación de la
biosfera, se potencializa en cada uno de nuestros abrazos; se
esconde en nuestras almas con el llamado mortífero a las
drogas.

2.2 Muerte de la modernidad

Nuestra civilización, nacida en Occidente,
soltando sus amarras con el pasado, creía dirigirse hacia
un futuro de progreso infinito que estaba movido por los
progresos conjuntos de la ciencia, la razón, la historia,
la economía, la democracia. Ya hemos aprendido con
Hiroshima que la ciencia es ambivalente; hemos visto a la
razón retroceder y al delirio estalinista tomar la
máscara de la razón histórica; hemos visto
que no había leyes en la Historia que guiaran
irresistiblemente hacia un porvenir radiante; hemos visto que el
triunfo de la democracia definitivamente no estaba
asegurado en ninguna parte; hemos visto que el desarrollo
industrial podía causar estragos culturales y poluciones
mortíferas; hemos visto que la civilización del
bienestar podía producir al mismo tiempo malestar. Si la
modernidad se define como fe incondicional en el progreso, en la
técnica, en la ciencia, en el desarrollo económico,
entonces esta modernidad está muerta.

2.3 La esperanza

Si es cierto que el género humano, cuya
dialógica cerebro <-> mente no es
cerrada, posee los recursos inagotados para crear, entonces
podemos avizorar para el tercer milenio la posibilidad de una
nueva creación: la de una ciudadanía
terrestre
, para la cual el siglo XX ha aportado los
gérmenes y embriones. Y la educación, que es a la
vez transmisión de lo viejo y apertura de la mente para
acoger lo nuevo, está en el corazón de esta nueva
misión.

2.3.1 El aporte de las
contracorrientes

El siglo XX ha dejado como herencia en el ocaso,
contracorrientes regeneradoras. A menudo, en la historia,
corrientes dominantes han suscitado contracorrientes que pueden
desarrollarse y cambiar el curso de los
acontecimientos. Debemos anotar:

??la contracorriente ecológica que con el
crecimiento de las degradaciones y el surgimiento de
catástrofes técnicas/industriales no puede
más que aumentar;

??la contracorriente cualitativa que en reacción
a la invasión de lo cuantitativo y a la
uniformación generalizada se apega a la calidad en todos
los campos, empezando por la calidad de la
vida;

??la contracorriente de resistencia a la vida prosaica
puramente utilitaria que se manifiesta con la búsqueda de
una vida poética dedicada al amor, a la admiración,
la pasión, el festejo;

??la contracorriente de resistencia a la primacía
del consumo estandarizado que se manifiesta de dos maneras
opuestas: la una por la búsqueda de una intensidad vivida
(«consumación»), la otra por la
búsqueda de una frugalidad y una templanza;

??la contracorriente, aún tímida, de
emancipación con respecto de la tiranía
omnipresente del dinero que se pretende contrarrestar con las
relaciones humanas solidarias, haciendo retroceder el reino del
beneficio;

??la contracorriente, también tímida, que
como reacción al desencadenamiento de la violencia,
alimenta éticas de pacificación de las almas y de
las mentes.

Se puede pensar igualmente que todas las aspiraciones
que han alimentado las grandes esperanzas revolucionarias del
siglo XX, pero que han sido engañadas, podrían
renacer bajo la forma de una nueva búsqueda de solidaridad
y responsabilidad.

Se podría esperar también que la necesidad
de volver a las raíces, incitada hoy en día por los
fragmentos dispersos de la humanidad y provocada por la voluntad
de asumir las identidades étnicas o nacionales, se pudiera
profundizar y ampliar, sin negar dicho regreso a las
raíces en el seno de la identidad humana del
ciudadano de la Tierra-Patria.

Se podría esperar una política al servicio
del ser humano inseparable de una política de
civilización que abriría la vía para
civilizar la tierra como casa y jardín de la
humanidad.

Todas estas corrientes prometen intensificarse y
ampliarse durante el siglo XXI y constituir múltiples
principios de transformación; pero la verdadera
transformación sólo podría llevarse a cabo
con una transformación entre sí, operando entonces
una transformación global que retroactuaría sobre
las transformaciones de cada uno.

2.3.2 En el juego contradictorio de las
posibilidades

Una de las condiciones fundamentales para una
evolución positiva sería que las fuerzas
emancipadoras inherentes a la ciencia y a la técnica
pudieran superar las fuerzas de muerte y esclavitud. Los
desarrollos de la tecno-ciencia son ambivalentes: han religado la
Tierra, permiten a todos los puntos del Globo estar en
comunicación inmediata, proporcionan los medios para
alimentar todo el planeta y asegurar a todos sus habitantes un
mínimo de bienestar, pero en cambio han creado las peores
condiciones de muerte y de destrucción. Los humanos
esclavizan a las máquinas que esclavizan la
energía, pero al mismo tiempo son esclavizados por ellas.
La saga de ciencia-ficción de Hyperion de Dan
Simmons, supone que en un milenio en el futuro las inteligencias
artificiales (I.A.) tendrán domesticados a los humanos sin
que estos sean conscientes, preparando su eliminación. La
novela describe peripecias sorprendentes al cabo de las cuales un
híbrido de humano y de I.A. portador del alma del poeta
Keats, anuncia una nueva sabiduría. Este es el
problema crucial que se plantea desde el siglo XX:
¿Estaremos sometidos a la tecnósfera o
sabremos vivir en simbiosis con ella?

Las posibilidades que ofrece el desarrollo de las
biotecnologías son prodigiosas tanto para lo mejor como
para lo peor. La genética y la manipulación
molecular del cerebro humano van a permitir normalizaciones y
estandarizaciones nunca antes logradas por los adoctrinamientos y
las propagandas sobre la especia humana; y van a permitir la
eliminación de taras deformadoras, una medicina predictiva
y el control por la mente de su propio cerebro.

La importancia y la aceleración actual de las
transformaciones parecen presagiar una mutación mucho
más considerable que la que hizo pasar al neolítico
pequeñas sociedades arcaicas de cazadores y recolectores
sin Estado, sin agricultura ni ciudad, a las sociedades
históricas que desde hace ocho milenios están
desplegadas por el planeta.

También podemos contar con las inacabables
fuentes del amor humano.

Cierto es que el siglo XX ha sufrido horriblemente
carencias de amor, indiferencias, durezas y crueldades. Pero
también ha producido excesos de amor consagrado a los
mitos engañosos, a las ilusiones, a las falsas
divinidades, o petrificado en pequeños fetichismos como la
colección de estampillas.

De igual manera, podemos confiar en las posibilidades
cerebrales del ser humano que están aún
inexploradas en gran parte; la mente humana podría
desarrollar aptitudes aún desconocidas en la inteligencia,
la comprensión, la creatividad. Como las posibilidades
sociales están relacionadas con las posibilidades
cerebrales, nadie puede asegurar que nuestras sociedades hayan
agotado sus posibilidades de mejoramiento y de
transformación, y que hayamos llegado al fin de la
Historia. Podemos confiar en el progreso de las relaciones entre
humanos, individuos, grupos, etnias y naciones.

La posibilidad antropológica, sociológica,
cultural y mental de progreso, restaura el principio de esperanza
pero sin certeza «científica» ni promesa
«histórica». Es una posibilidad incierta que
depende mucho de la toma de conciencia, las voluntades, el
ánimo, la suerte… Por esto, las tomas de conciencia se
han vuelto urgentes y primordiales.

Lo que conlleva el peor peligro conlleva también
las mejores esperanzas (en la misma mente humana) y por esta
razón el problema de la reforma del pensamiento se ha
vuelto vital.

3. LA IDENTIDAD Y LA CONCIENCIA
TERRENAL

La unión planetaria es la exigencia racional
mínima de un mundo limitado e interdependiente. Tal
unión necesita de una conciencia y de un sentido de
pertenencia mutuo que nos ligue a nuestra Tierra
considerada como primera y última
Patria.

Si la noción de patria comprende una idea
común, una relación de afiliación afectiva a
una substancia tanto maternal como paternal (inclusive en el
término femenino-masculino de patria), en fin, una
comunidad de destino, entonces se puede avanzar en la
noción Tierra-Patria.

Como se ha indicado en el capítulo III, todos
tenemos una identidad genética, cerebral y afectiva
común a través de nuestras diversidades
individuales, culturales y sociales. Somos producto del
desarrollo de la vida donde la Tierra ha sido matricial y
putativa. Finalmente, todos los humanos, desde el siglo XX, viven
los mismos problemas fundamentales de vida y muerte y
están unidos en la misma comunidad de destino
planetario.

Por esto, es necesario aprender a
«estar-ahí» en el Planeta. Aprender a
estar-ahí quiere decir: aprender a vivir, a compartir, a
comunicarse, a comulgar; es aquello que sólo aprendemos
en y por las culturas singulares. Nos hace
falta ahora aprender a ser, vivir, compartir, comulgar
también como humanos del Planeta Tierra. No solamente ser
de una cultura sino también ser habitantes de la
Tierra.

Debemos dedicarnos no sólo a dominar sino a
acondicionar, mejorar, comprender.

Debemos inscribir en nosotros:

??La conciencia antropológica que
reconoce nuestra unidad en nuestra diversidad.

??La conciencia ecológica, es decir la
conciencia de habitar con todos los seres mortales una misma
esfera viviente (biosfera); reconocer nuestro lazo consustancial
con la biosfera nos conduce a abandonar el sueño
prometeico del dominio del universo para alimentar la
aspiración a la convivencia sobre la Tierra.

??La conciencia cívica terrenal de la
responsabilidad y de la solidaridad para los hijos de la
Tierra.

??La conciencia espiritual de la humana
condición, que viene del ejercicio complejo del
pensamiento y que nos permite a la vez criticarnos mutuamente,
autocriticarnos y comprendemos entre sí.

Es necesario enseñar ya no a oponer el universo a
las partes sino a ligar de manera concéntrica nuestras
patrias familiares, regionales, nacionales y a integrarlas en el
universo concreto de la patria terrenal. Ya no es necesario
seguir oponiendo un futuro radiante a un pasado de esclavitudes y
supersticiones. Todas las culturas tienen sus virtudes, sus
experiencias, sus sabidurías al mismo tiempo que sus
carencias y sus ignorancias. Es en este reencuentro con el pasado
que un grupo humano encuentra la energía para enfrentar su
presente y preparar su futuro. La búsqueda de un mejor
avenir debe ser complementaria y no antagonista con los
reencuentros en el pasado. Todo ser humano, toda colectividad
debe dirigir su vida en una circulación interminable entre
su pasado donde encuentra su identidad apegándose a sus
ascendentes y su presente donde afirma sus necesidades y un
futuro hacia donde proyecta sus aspiraciones y sus
esfuerzos.

En este sentido, los Estados pueden jugar un papel
decisivo con la condición de aceptar, en su propio
beneficio, el abandono de su soberanía absoluta sobre
todos los grandes problemas de interés común, sobre
todo los problemas de vida o de muerte que sobrepasan su
competencia aislada. De todas maneras, la era de fecundidad
de los Estados-nación dotados de un poder absoluto
está revaluada
, lo que significa que es necesario, no
desintegrarlos, sino respetarlos integrándolos en
conjuntos y haciéndoles respetar el conjunto del cual
hacen parte.

El mundo confederado debe ser policéntrico y
acéntrico, no sólo en el ámbito
político sino también cultural. El Occidente que se
provincializa siente en sí la necesidad de Oriente,
mientras que el Oriente tiende a permanecer él mismo
occidentalizándose. El Norte ha desarrollado el
cálculo y la técnica pero ha perdido
calidad de vida, mientras que el Sur, técnicamente
atrasado, cultiva aún las calidades de la vida. En
adelante, una dialógica debe complementar Oriente y
Occidente, Norte y Sur.

La religazón debe sustituir la
disyunción y llamar a la «simbiosofía»,
la sabiduría de vivir unidos.

La unidad, el mestizaje y la diversidad deben
desarrollarse en contra de la homogeneización y el
hermetismo. El mestizaje no es solamente una creación de
nuevas diversidades a partir del encuentro; en el proceso
planetario éste se vuelve producto y productor de
religazón y de unidad. Introduce la complejidad
en el corazón de la identidad mestiza (cultural o racial).
En realidad, cada uno puede y debe, en la era
planetaria
, cultivar su poli-identidad permitiendo la
integración de la identidad familiar, de la identidad
regional, de la identidad étnica, de la identidad
nacional, religiosa o filosófica, de la identidad
continental y de la identidad terrenal.

El mestizo puede encontrar en las raíces de su
poli-identidad una bipolaridad familiar, una bipolaridad
étnica, nacional e incluso continental que le permite
constituir en sí una identidad compleja plenamente
humana.

El doble imperativo antropológico se impone:
salvar la unidad humana y salvar la diversidad humana.
Desarrollar nuestras identidades concéntricas y plurales:
la de nuestra etnia, la de nuestra patria, la de nuestra
comunidad de civilización, en fin, la de ciudadanos
terrestres.

Estamos comprometidos con la humanidad planetaria y en
la obra esencial de la vida que consiste en resistir a la muerte.
Civilizar y Solidarizar la Tierra; transformar la especie humana
en verdadera humanidad se vuelve el objetivo fundamental y global
de toda educación, aspirando no sólo al progreso
sino a la supervivencia de la humanidad, la conciencia de nuestra
humanidad en esta era planetaria nos debería conducir a
una solidaridad y a una conmiseración recíproca del
uno para el otro, de todos para todos. La educación del
futuro deberá aprender una ética de la
comprensión planetaria9. 9 Ver más
adelante, capítulo VI.

CAPÍTULO V

Enfrentar las
incertidumbres

«Los dioses nos dan muchas

sorpresas: lo esperado no se cumple
y

para lo inesperado un dios abre la

puerta»

Eurípides

Aún no hemos incorporado en nosotros el mensaje
de Eurípides que es esperar lo inesperado. El fin del
siglo XX ha sido propicio, sin embargo, para comprender la
incertidumbre irremediable de la historia humana.

Partes: 1, 2, 3
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