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Los veneros que escrituro el diablo. La guerra sangrienta del petroleo




Enviado por leoescorpio



Partes: 1, 2

  1. Los pretextos de
    Estados Unidos
  2. Los objetivos del
    ataque a Irak
  3. Los intereses
    petroleros de Estados Unidos
  4. Consecuencias de la
    guerra sobre el sistema mundial

El petróleo es, ha sido y será un tema
recurrente en la agenda nacional por la importancia
histórica, política, económica y sobre todo
estratégica en un mundo globalizado donde este
energético juega un papel fundamental en todos los
países desarrollados por ser parte básica en su
productividad y en su entorno social. En México el
petróleo constituye una página importante de su
historia, sobre todo de la historia contemporánea, a
partir de la institucionalización de la revolución
generada en 1910.

De la explotación del petróleo en
México se empieza a tomar conciencia a raíz de que
el General Lázaro Cárdenas expropiara las empresas
extranjeras encargadas de de su producción al negarse
estas de acatar un laudo judicial lo que ponía en riesgo
seriamente loa soberanía del país. En la
expropiación se contó con el todo apoyo popular,
pasando a ser el petróleo un símbolo de
independencia económica y política yendo al
subconsciente colectivo como una parte importante e intocable de
nuestra herencia nacional de ahí que exista verdadera
preocupación por la forma en que se quiera lograr la
modernización de la industria.

Ciertamente es necesario que PEMEX se actualice tanto en
la transformación como en la explotación de nuevos
yacimientos pero sin satanizar a la empresa, pues ya hace un buen
tiempo que se nos viene vendiendo la idea de que es obsoleta y
que debiera mejor ponerse en manos de los magnates
internacionales del petróleo, es obvio que esta idea ha
venido manejándose con mayor fuerza desde que llegaron los
neoliberales al poder, con Miguel de la Madrid Hurtado hasta los
tiempos presentes. Este proyecto retomo mayor impulso cuando
estuvo Zedillo, quien vendiera los ferrocarriles sin una
cláusula de modernización y en una acción
que lo benefició particularmente; y se catapultó
con Vicente Fox en el poder. Sin embargo durante el sexenio de
Zedillo como en el de Vicente Fox los precios del petróleo
se fueron a la alza sin que se hiciera una fuerte
inversión para la misma industria que tan buenos
dividendos estaba generando y sin saberse a ciencia cierta que
pasó con todo ese dinero, que ascendieron a varios miles
de millones de dólares. Actualmente el petróleo
sigue dando riqueza marginal, los precios continúan
elevándose estratosféricamente pero se nos sigue
diciendo que la industria esta en quiebra y que debemos abrirnos
al capital extranjero para rescatarla de la pobre
situación en la que se encuentra.

La historia del petróleo es una
triste historia para los países tercermundistas
productores del mismo pero una alegre historia para los magnates
enclavados en los países desarrollados que son los que
monopolizan la mayor parte de la producción mundial, son
estos los que en aras de aumentar su insaciable caudal
económico producen guerras, conspiran para derrocar
gobiernos constituidos, masacran pueblos y hacen hasta lo
indecible para obtener siempre mayores prebendas a costa de lo
que sea y como sea.

La invasión de Irak tiene que ver
mucho con estos desgraciados intereses en donde la familia Bush
ha amasado parte de su incalculable fortuna y el proyecto de
invadir Irán tiene el mismo sentido. A
continuación, apoyándome en la investigación
de personas preocupadas por este descabellado problema social, en
donde unos pocos deciden y los muchos padecen procurare hacer una
síntesis de la historia del petróleo que
desafortunadamente se sigue escribiendo en detrimento de los
pueblos y en beneficio de las elites.

La transparencia no es una de las
propiedades del petróleo. La corrupción parece
flotar hacia su superficie dondequiera que se encuentre.
¿Acaso el petróleo es intrínsecamente sucio?
"La renta petrolera ha tendido a impedir la
democratización y ha sostenido una larga serie de
gobernantes autoritarios, desde el sha de Irán (Rezah
Pahlevi) y el (ex dictador nigeriano) Sani Abacha hasta la
familia Saud (reinante en Arabia Saudita) y (el desaparecido
dictador iraquí) Saddam Hussein", según el informe
"Fondo del barril", de la organización independiente
Catholic Relief Services (CRS). Varios otros informes apuntan en
el mismo sentido.

El petróleo y el gas producen los
mayores sobornos después de los contratos del sector
armamentístico, sostuvo la organización
Transparencia Internacional (TI) en su último informe al
respecto. "Un factor clave es cómo un país hace su
dinero", escribió la periodista Tina Rosemberg en el
diario estadounidense The New York Times. "El petróleo
lastima. Países que hacen su dinero con el petróleo
no han desarrollado una clase media e instituciones
políticas sólidas". Abundan los casos de
países enteros manchados de petróleo. A Angola,
Gabón y Nigeria, donde se descubrió petróleo
hace varios decenios, les ha ido peor que a muchos otros
países africanos, según el informe de CRS. TI
estimó en 2002 que Nigeria estaba en el segundo lugar y
Angola en el quinto según la percepción de
corrupción, en un informe que abarca 102
países.

En Angola,"los crecientes ingresos
petroleros han sido desviados directamente a presupuestos
paralelos de un estado en las sombras", sostuvo la
organización no gubernamental dedicada a investigaciones
Global Witness, con sede en Londres. Como en Angola, la
sobrevaluación de la moneda nacional hizo añicos a
los sectores no petroleros nigerianos. Las revueltas locales por
el control de las ganancias petroleras originaron una aplastante
represión militar en el delta del río Níger.
"La mala administración y la búsqueda del lucro son
tan abrumadoras que Nigeria se ha convertido virtualmente en
sinónimo de corrupción", indica el informe de
CRS.

El petróleo de Gabón ha
estado en el centro de una serie de escándalos que
mancharon el gobierno del fallecido presidente de Francia
François Mitterrand. Su administración es acusada
de hacer la vista gorda respecto de la corrupción, luego
de que investigadores revelaran el uso por parte de la empresa
petrolera Elf Aquitaine, privatizada en 1993, de bancos gaboneses
para lavar dinero y pagar grandes sobornos al gobierno. "La
razón por la cual la corrupción es tan extendida en
los países exportadores de petróleo no es
difícil de ver", dijo en una entrevista telefónica
la coautora del informe de CRS, Terry Karl. "No hay otro producto
básico que produzca tanta ganancia", explicó Karl,
para quien los países exportadores se caracterizan por "un
poder altamente concentrado, burocracias muy débiles y un
estado de derecho endeble". "Un ministro de Hacienda de Venezuela
me dijo hace muchos años: 'La gente roba porque no
encuentra razones para no robar.'" De los 11 países socios
de la Organización de Países Exportadores de
Petróleo (OPEP), figuran en el índice de TI
Nigeria, Indonesia (en el séptimo lugar en cuanto a
percepción de corrupción) y Venezuela (22). Pero
los otros miembros de la OPEP –Arabia Saudita, Argelia, Emiratos
Arabes Unidos, Irán, Iraq, Kuwait, Libia y Qatar– distan
de ser ejemplos de transparencia. Las grandes
compañías petroleras también están
directamente vinculadas con la corrupción. El diario
panameño La Prensa, en una investigación
reproducida luego por el estadounidense The Wall Street Journal,
reveló en 1999 que una empresa conjunta entre la petrolera
estadounidense Mobil (convertida ese año en ExxonMobil) y
la saudita Alireza pagó 2,7 millones de dólares a
tres enviados "presidenciales" para asegurarse un contrato en las
ex bases militares estadounidenses en Panamá durante el
periodo de gobierno de Ernesto Pérez Balladares
(1994-1999). El campo petrolero de Tengiz, en la costa de
Kazajstán sobre el mar Caspio, es uno de los 10
principales depósitos de petróleo del mundo y
también el centro de un gran escándalo que
involucra a ExxonMobil. Kazajstán está ubicado en
el lugar 15 de los países con peor percepción de
corrupción, según el índice de
TI.

El periodista de investigación
Seymour Hersh informó en la revista estadounidense The New
Yorker que un empresario jordano, Farhat Tabbah, acusó
ante la justicia en Londres a un representante del gobierno
kazajo y a un intermediario de Mobil, Friedhelm Eronat, de
conspirar para estafarlo por millones de dólares en
comisiones cuando colaboró con un lucrativo acuerdo entre
la firma y ese país de Asia central. La industria
petrolera suele recurrir al "swap" (pase de mercaderías)
para reducir costos de transporte. Este mecanismo de comercio
exterior da a los campos petroleros alejados de los países
importadores una vía hacia el mercado. Mediante el "swap",
un título de petróleo producido en cierto lugar
pasa a referirse a un petróleo de igual valor
extraído en otra parte. En el caso de Irán, esta
operación sirvió para eludir el embargo comercial
estadounidense. El banquero independiente James Giffen, bautizado
"Mr. Kazajstán" por el ex agente de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) de Estados Unidos Robert Baer en su libro "See
No Evil", tiene un lugar destacado en las investigaciones
según las cuales Mobil violó el embargo comercial a
Irán. Para Baer, Giffen, a quien consideró
embajador estadounidense de facto en Kazajstán,
concertó reuniones de alto nivel y acuerdos y cobró
grandes comisiones. Un jurado en Nueva York acusó en abril
a Giffen y al encargado de transacciones de crudo desde el
extranjero de Mobil, Bryan Williams. Ambos rechazaron los
cargos.

Los vínculos entre las grandes
corporaciones petroleras y el poder político son demasiado
estrechos como para ser cómodos. Y en ningún lugar
tanto como en Estados Unidos. En el periodo en que se registraron
los sobornos y los pases de mercaderías en
Kazajstán, el hoy vicepresidente estadounidense Dick
Cheney era presidente de Halliburton, principal proveedor mundial
de servicios especializados para el sector petrolero, involucrado
con ExxonMobil y con la compañía BP Amoco en el
país asiático. ExxonMobil fue demandada por
complicidad con abusos cometidos por militares indonesios en la
provincia de Aceh, rica en gas natural. Pero el Departamento de
Estado (cancillería) de Estados Unidos urgió en
julio de 2002 al juez Louis Oberdorfer a archivar el caso, porque
podría poner en peligro intereses de Washington y
desalentar la cooperación del gobierno de Indonesia en la
guerra contra el terrorismo. Las grandes firmas petroleras son
también grandes contribuyentes a las campañas
políticas.

El sector respondió por el grueso de
los 32 millones de dólares donados en 2000 para la
campaña presidencial del presidente George W. Bush, un ex
empresario petrolero, y al Partido Republicano. Uno de los
primeros contratos para la reconstrucción del Iraq de
posguerra fue asignado a Halliburton, el patrón de Cheney
entre 1995 y 2000. ¿Los villanos son los políticos
deshonestos de los países ricos en petróleo, las
compañías que los alimentan o las organizaciones
que los financian? "Un comercio internacional no petrolero
elevado ayuda, quizás porque históricamente el
comercio ha aumentado el interés de ciudadanos poderosos
por un gobierno efectivo, e incentivado a los líderes para
aumentar los estándares a los niveles internacionales",
dijo Rosenberg. "Singapur, Hong Kong, Chile y Botswana, todas
ellas naciones comerciales, son significativamente menos
corruptos que sus vecinos y más limpios que muchos
países más ricos", agregó la periodista. Es
un error creer que el petróleo en sí mismo atrae la
corrupción, dijo Karl. "Esto no se trata, realmente, de
petróleo, sino de instituciones preexistentes que manejan
la generación de petróleo y la distribución
de la riqueza", sostuvo la experta. "Si son llamativamente
débiles o autoritarias, es muy probable que haya
corrupción", agregó. Las empresas petroleras suelen
firmar cláusulas de reserva que les prohíben
revelar detalles de contratos con países en desarrollo.
Pero "si las compañías se unen como sector
industrial y dicen que sólo firmarán contratos
transparentes, los gobiernos no tendrán opción",
advirtió Karl. CRS dijo que el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional han sido demasiado lentos en reconocer
que los gobiernos corruptos están derrochando las
ganancias petroleras. A pesar de sus recientes declaraciones de
respaldo a la transparencia, el Banco Mundial todavía no
ha condicionado sus créditos a la revelación total
de los contratos. ExxonMobil ha estado involucrada en varios
escándalos, pero la Corporación Financiera
Internacional, brazo del Banco Mundial que asiste al sector
privado, financia parte de un oleoducto en Chad y Camerún
en que la firma estadounidense participa con la también
estadounidense Chevron y con la malasia Petronas. El primer
ministro británico Tony Blair apoya una Iniciativa de
Transparencia para las Industrias Extractivas, de carácter
voluntario para compañías y gobiernos, que incluye
la revelación de los pagos por contratos petroleros.
Varias empresas y gobiernos de países en desarrollo han
dado señales positivas hacia la iniciativa. Pero si las
compañías petroleras no la apoyan en masa,
estará condenada al fracaso.

Historia primera._ La señorita Ida Tarbell fue
una gran periodista estadounidense aficionada a la caza mayor.
Tanto lo era que quiso colgar en su estudio la cabeza disecada de
John D. Rockefeller, el fundador de la Standard Oil
Co.

Miss Tarbell fue profesionalmente lo que los yanquis
llaman una muckraker, alguien que remueve sin asco el
estiércol ajeno y ofrece a sus lectores lo que pueda
encontrar.

Por su parte, el capitalista más
enigmático y reservado de todos cuantos pudieran hallarse
en los EE.UU de comienzos del siglo XX quizá haya sido el
señor Rockefeller. Y en lo que atañe a su vasto
monopolio petrolero, ferroviario y banquero, éste se
hallaba envuelto en una espesa red de maliciosas manipulaciones
contables y astutos camuflajes legales, concebidos para borrar
huellas y hacer materialmente imposible cualquier
auditoría de los manejos de la Standard.

Pero ¡ah! Ida Tarbell resultó ser demasiado
para John D. y sus marañas que en aquel tiempo remoto
cumplían ya casi un cuarto de siglo.

En el curso de 24 meses, a razón de una entrega
mensual que comenzó a aparecer en noviembre de 1902, en la
por entonces muy prestigiosa revista McClure"s, el
público americano pudo leer lo que resultó ser
mucho más que la semblanza moral de un capitán de
empresa. Leyeron algo mejor: un estremecedor texto de
anatomía y fisiología del capitalismo
monopólico propio de la época.

Las entregas aparecieron más tarde, en 1904,
reunidas en un libro y bajo el título Historia de la
Standard Oil Company.
La edición original
incluía 64 escalofriantes apéndices
documentales.

Todavía hoy la Historia de la Standard
Oil
se deja leer como una pieza magistral, de gran calidad
documental y sobresaliente vigor expresivo, un libro que, como
acertadamente dice Daniel Yergin, es «notable por su
dominio de la compleja historia de la empresa, pese al limitado
acceso a las fuentes que tuvo la Tarbell. Pero bajo la superficie
sosegada de su prosa corría una indignada y rabiosa
repulsa de John D. Rockefeller y de las prácticas
cortagargantas de la Standard.

«En efecto, a despecho de su confeso apego a la fe
y la ética cristianas, John D. Rockefeller emerge de las
páginas del libro de la Tarbell ni más ni menos que
como un depredador amoral».

Mr. Rockefeller —escribe Ida Tarbell— ha
jugado sistemáticamente con dados cargados y es muy dudoso
que haya habido una sola ocasión, desde 1872, en que haya
participado en una carrera con un competidor y jugado limpio
desde la partida.

Sin duda, el libro de Ida Tarbell contribuyó a
espesar la atmósfera de escándalo y repudio general
que permitió al presidente Teodoro Roosevelt solicitar una
investigación de la Standard por parte del Congreso y de
varias agencias del gobierno federal, en especial del buró
contra los trusts, creado por la famosa Ley Sherman, la
cual consagraba la libre competencia y penalizaba duramente las
prácticas monopólicas.

Teddy Roosevelt anticipaba que la máquina
bélica del incipiente imperio americano, en especial la
Armada, no debía estar expuesta a los tejemanejes
monopólicos de un único proveedor
doméstico.

Por aquellos años muchos juicios locales ya
habían sido entablados sin éxito contra la Standard
por productores independientes que veían vulnerada su
libertad de comercio por las prácticas excluyentes de la
Standard, pero sin duda el más célebre fue el que
condujo el legendario juez federal Kenesaw Mountain
Landis.

El juez Landis llegaría con el tiempo a ser el
primer comisionado nacional de beisbol de Grandes Ligas, luego
del bochornoso intento de fraude protagonizado por las Medias
Negras de Chicago al vender a la mafia de apostadores los siete
partidos de la Serie Mundial de 1919.

Landis encontró en 1907 que la Standard se
beneficiaba dolosamente de un sistema de rembolso de fletes
ferroviarios que violaba la libertad de comercio de sus
competidores.

El sistema de descuento ferroviario obraba deslealmente
al excluir a todo productor independiente que no fuese, como
Rockefeller, socio de otro caballero llamado Henry Flagler,
dueño a su vez —¡adivinen!— del
monopolio de los ferrocarriles.

Así, la Standard extraía crudo de sus
propios pozos, en el recién descubierto oil patch
del suroeste americano, o bien lo compraba a precio rapaz a
productores independientes, incapaces de refinarlo in
situ
o de transportarlo en tren a las refinerías,
muchas de ellas propiedad de la Standard.

Así, la Standard movía el crudo y sus
refinados pagando flete «amortiguado» en los trenes
de su socio, el señor Flagler, lo refinaba en sus propias
refinerías y lo comercializaba a precios
«competitivos» en el norte y el este
industriales.

En consecuencia, el juez Landis impuso a la
verticalmente integrada Standard Oil Co. la pena máxima:
una multa entonces sin precedentes de 29 millones de
dólares.

John D. Rockefeller se encontraba en Cleveland, jugando
una partida de golf con unos amigos, cuando llegó un
office boy con la noticia del veredicto y la
sentencia

Se interrumpió la partida para que Rockefeller
pudiese rasgar el sobre enviado por sus abogados y leer el
contenido en silencio. Cuando terminó de leerlo,
guardó todo en uno de sus bolsillos, y volviéndose
a sus compañeros comentó, invitadoramente: «Y
bien, caballeros, ¿continuamos?». Pero uno de los
circunstantes no pudo contenerse y le preguntó, ansioso, a
cuánto ascendía la multa. Rockefeller se lo dijo y
añadió, como pensando en voz alta:

—Después de muerto el juez Landis,
pasará todavía mucho tiempo sin que esa multa
llegue a pagarse.

Tenía razón: la Standard apeló y la
decisión fue revocada. Pero el juicio más gordo
todavía estaba por venir.

Esta vez el mismísimo gobierno federal se
querelló con la Standard por múltiples y muy graves
violaciones a la Ley Sherman, distintas al truco de los fletes
ferroviarios rembolsables y
«solo-para-Rockefeller».

La causa tenía entidad constitucional y
eventualmente subió hasta la Corte Suprema. El veredicto
hubo de demorarse porque en el curso del prolongado juicio
murieron dos de los nueve magistrados cuyas plazas debieron ser
llenadas antes de que, en 1909, la Standard fuese obligada por la
Suprema Corte de los Estados Unidos a desagregarse, esto es,
liquidar su estructura monopólica y
«desconstituirse» en una verdadera pléyade de
«pequeñas» Standard Oil Companies: la de New
York, la de New Jersey, la de California, la de Ohio, la de
Indiana, y así.

Fue un fallo histórico y una bendición
para el negocio. Entre otras cosas, la liquidación del
trust de la Standard trajo la posibilidad de que la
innovación tecnológica jugase un papel decisivo en
el negocio petrolero.

Paradójicamente, fue un equipo técnico de
la Standard de Indiana el que impuso en poco tiempo el
método del «craqueo», capaz de trasmutar
gasoil en gasolina. El método de craqueo
había sido desestimado por el antiguo monopolio Standard
sencillamente porque los monopolios no tienen motivos para
innovar. Al cabo de unos años, el pool de las
Standards había casi multiplicado por diez sus
beneficios.

Pero había sido presa de una fobia
característica del negocio petrolero. Comenzó a
identificar lugares donde, además de petróleo, no
hubiesen jueces Landis, ni leyes Sherman, ni gente obcecada con
la libre competencia como Ida Tarbell. La vocación
transaccional del negocio petrolero se manifestó a los
americanos bajo la forma del juicio de liquidación de la
Standard.

La Gran Emigración —así la llaman
algunos historiadores económicos— de la industria
petrolera estadounidense tuvo su primera escala en México,
donde había —y aún hay—
muchísimo petróleo y un corrupto régimen
dictatorial presidido por un senecto general amigo de los buenos
negocios, Porfirio Díaz.

Allí dieron con un yacimiento descomunal, uno de
cuyos pozos tiene nombre de película de Gabriel Figueroa:
«Potrero del Llano # 4», el cual a pocos días
de entrar en producción arrojaba 110.000 barriles diarios
e hizo de México el segundo productor mundial de crudo en
la primera década del siglo pasado.

Pero ya lo dijo Ambrose Bierce, antes de ser tragado por
la montonera de Pancho Villa: «Un gringo en México,
¡qué gran manera de morir!». Muy pronto vino
la Primera Revolución Zapatista y la cosa habría de
ponerse turbia, muy turbia, durante las siguientes dos
décadas.

Mudaron otra vez el negocio y esta vez el mejor indicio
geofísico de que en Venezuela había petróleo
fue el que la Royal Dutch Shell ya hubiese obtenido concesiones
merced intermediarios locales.

También había un dictador, pero a
diferencia de don Porfirio, Gómez era joven y no
lucía a punto de caer.

Enviaron a uno de sus mejores abogados, porque el
negocio petrolero no lo empiezan los geólogos, sino los
abogados. El «abogado-sonda» de Shell había
sido un trinitario; el de los gringos era un chamo que hablaba un
castellano aprendido en México (¿dónde
más?) y traía la expresa instrucción de no
procurarse intermediarios. Le ordenaron que más bien
frecuentase el cubil de Gómez y se hiciese de un lote para
él mismo.

Así llegaron los gringos a un país, ya ni
siquiera cafetero, donde en 1906 el general Cipriano Castro y su
esposa, doña Zoila mandaban.

Historia segunda._ Muchas son las guerras que han
sido declaradas y que aun siguen siendo desatadas alrededor del
mundo para asegurar el control corporativo sobre el
petróleo. Detrás de los nombres de presidentes y
dictadores están los de actores mucho más
poderosos: Exxon/Mobil, Chevron/Texaco, Shell, British Petroleum,
Elf. Estos -y sus parientes cercanos- son a veces quienes
derrocan a presidentes electos o dictadores para reemplazarlos
con dictadores o presidentes más amigables.
Muchas de
esas guerras ni siquiera son cubiertas por los medios de
comunicación, y cuando lo son, el petróleo es rara
vez mencionado como su causa de fondo. Un gobierno es derrocado
por la oposición armada en un país africano y la
noticia sólo abarca el odio entre ambas partes y casi
nunca a las corporaciones y gobiernos extranjeros que respaldan a
cada una de ellas. En muchos casos, los actores detrás de
bambalinas son las empresas petroleras. En Venezuela, un
presidente electo ha tenido que enfrentar un golpe y una huelga
general por estar sentado sobre un mar de petróleo y por
no parecerle lo suficientemente amistoso al poder petrolero de
los Estados Unidos. También se han desarrollado estos
conflictos en regiones tan diferentes como las Islas Malvinas,
Medio Oriente, Afganistán o Chechenia, o se han exacerbado
luchas armadas internas como en Sudán, Colombia, Nigeria y
Congo. Pero el petróleo no sólo está
detrás de guerras civiles, golpes de estado y
campañas electorales presidenciales. El petróleo es
también responsable de las innumerables guerras "de baja
intensidad", que destruyen comunidades enteras alrededor del
mundo y particularmente en los trópicos. Muchas
comunidades indígenas y otras poblaciones locales han sido
borradas del mapa o han tenido que enfrentar situaciones
terribles debido a la destrucción ambiental resultante de
la exploración y explotación petrolera en sus
territorios, así como de la violación generalizada
de sus derechos humanos. Desde Ecuador a Nigeria y desde
Indonesia a Chad, el "oro negro" ha sido una maldición
para los pueblos locales y su medio ambiente. Demás
está decir que el petróleo también ha
desatado la guerra contra el aire y el clima del planeta. La
contaminación generalizada del aire afecta a todos los
seres vivos, mientras que el cambio climático abre una
interrogante sobre el futuro de la Tierra. El uso de combustibles
fósiles -y particularmente el petróleo- es
claramente responsable de esta situación. Los gobiernos
del mundo han hecho algunos intentos de abordar esta
última temática. Han firmado y ratificado la
Convención sobre Cambio Climático y el Protocolo de
Kioto. En forma similar a lo ocurrido en el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas en relación a Irak, un gobierno
-representando los intereses de las corporaciones petroleras-
decidió no ratificar el Protocolo de Kioto porque
afectaría sus intereses. Este país -los Estados
Unidos- resulta ser el número uno en emisiones de CO2 y
sede de las empresas petroleras más poderosas del mundo.
Estas grandes empresas también dominan la
administración del gobierno de Bush: el vicepresidente
Dick Cheney, la consejera de seguridad nacional Condoleezza Rice
y muchos otros altos cargos de esa administración han sido
ejecutivos de corporaciones petroleras o tienen antiguos lazos
con la industria. En este incierto panorama de toma y daca, y
donde lo que mas toman son los ladrones imperiales disfrazados de
levita y cuello blanco sobresalen las 4 hermanas herencia maldita
de los corporativos conocidos como las 7 hermanas.

Las "siete hermanas" dominadoras del petróleo en
el mundo (Exxon, Mobil, Chevron, Texaco, Gulf, Royal Dutch Shell
y British Petroleum) se redujeron en la práctica a cuatro:
las transnacionales Shell, Exxon, BP y Chevron-Texaco que
quedaron con la hegemonía petrolera y trabajan hoy
rodeadas de empresas menores destacando las siguientes: Chevron
Texaco, BP (British Petroleum) – Amoco, Shell, Exxon-Mobil
(Esso), los dueños de estas empresas son los verdaderos
amos del mundo y son los que propician toda clase de
desaguisados, muchas veces encubierto en verdaderos complots
internacionales, donde una elite decide y los pueblos son
depauperados en aras de sus riquezas mal habidas

Las evidencias sugieren que la riqueza en
petróleo atenta contra la democracia y el crecimiento
económico equitativo de los países en desarrollo
por causa de la falta de transparencia y las prebendas obtenidas
por las grandes compañías. Las violaciones de los
derechos humanos por parte de estas multinacionales en las zonas
de conflictos, las "caídas" de gobiernos y las presiones,
han llamado la atención y provocado el análisis y
seguimiento de estas situaciones por parte de diversas
organizaciones de la sociedad civil. El incremento de la
explotación petrolífera en Africa por parte de
corporaciones acentuó los cuestionamientos hacia esa
industria y las interrogantes sobre su aporte al desarrollo en el
Sur. En varios países de América Latina hay una
larga historia de oposición a la explotación
petrolera por su impacto en la sociedad, en el medioambiente y su
vinculación con reiteradas violaciones a los derechos
humanos.

Historia tercera._Cuando Enrico Mattei, fundador de la
moderna industria energética de Italia,
acuñó enfurecido el término las Siete
Hermanas
para referirse a las compañías
anglosajonas que controlaban el petróleo de Medio Oriente
después de la Segunda Guerra Mundial, ni siquiera
imaginaba el profundo cambio que ocurriría en la
correlación de fuerzas apenas medio siglo
después.

Debido a que los precios del petróleo se han
triplicado en los cuatro años recientes, un nuevo grupo de
compañías gaseras y petroleras ha cobrado
relevancia, ha consolidado su poder en la búsqueda y
concentración de recursos energéticos y ha causado
pánico entre los consorcios más grandes del mundo,
aquellos que surgieron de las Siete Hermanas originales:
ExxonMobil y Chevron, de Estados Unidos, y las europeas BP y
Royal Dutch Shell.

Las nuevas Siete Hermanas, las
compañías energéticas más influyentes
provenientes de países no miembros de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), han sido identificadas por el
Financial Times, en colaboración con numerosos
ejecutivos de la industria. Ellas son: Saudi Aramco, de Arabia
Saudita; Gazprom, de Rusia; CNPC, de China; NIOC, de Irán;
Pdvsa, de Venezuela; Petrobras, de Brasil, y Petronas, de
Malasia.

Estas empresas, de propiedad abrumadoramente estatal,
controlan casi un tercio de la producción mundial de gas y
petróleo y más de un tercio de las reservas de
ambos hidrocarburos. El contraste: las viejas Siete
Hermanas
-cuyo número se redujo a sólo cuatro
durante la consolidación de la industria
energética, en los años 90- producen alrededor de
10 por ciento del petróleo y el gas del mundo y concentran
apenas 3 por ciento de las reservas; sin embargo, el hecho de ser
compañías integradas -lo que significa que no
sólo venden petróleo y gas, sino también
gasolina, diesel y petroquímicos- les ha permitido obtener
utilidades muy superiores a las de sus nuevos
competidores.

Robin West, presidente de PFC Energy, consultora del
sector energético, explica: "Las Siete Hermanas
fueron importantes porque ellas fijaban las reglas: controlaban
la industria y los mercados. Ahora las nuevas Siete
Hermanas
son las que imponen las normas y las petroleras
trasnacionales tienen que acatarlas".

La Agencia Internacional de Energía (AIE),
organismo que supervisa el sector energético en los
países desarrollados, calcula que en los próximos
40 años 90 por ciento de los nuevos suministros de
energéticos provendrán de países en
desarrollo. Un estudio del Instituto de Políticas
Públicas James A. Baker III de la Universidad Rice destaca
que este es un gran cambio en comparación con las tres
décadas anteriores, cuando 40 por ciento de la
producción provenía de las naciones
industrializadas y la mayor parte estaba controlada por los
grupos occidentales mencionados.

El principal proveedor será Saudi Aramco, la
compañía petrolera más grande y moderna del
orbe y, por tanto, la primera en la lista del Financial
Times
. Luego del repunte de los precios del crudo en 2002,
Saudi Aramco puso en marcha el programa de crecimiento más
ambicioso en toda una generación, con el cual busca
aumentar su capacidad de producción de 11 millones de
barriles al día (13 por ciento del consumo mundial actual)
a 12.5 millones y luego a 15 millones de barriles
diarios.

De esta forma, Saudi Aramco consolidará su
posición como la compañía petrolera
más poderosa del mundo; ello le permitirá a Riad
seguir siendo el banquero central del mercado de crudo, el que
abrirá las válvulas cuando haya escasez global de
suministro y las cerrará cuando los precios disminuyan por
debajo de un nivel que le resulte confortable.

Las empresas petroleras internacionales y los
líderes de los principales países consumidores han
aprendido a aceptar el predominio de Saudi Aramco; sin embargo,
la creciente influencia de otras compañías
nacionales les resulta más difícil de tragar. A
finales del año pasado, BP y Shell dejaron de estar entre
los primeros lugares en los mercados bursátiles; en
cambio, Gazprom, de Rusia, y PetroChina (88 por ciento propiedad
de CNPC), se colocaron respectivamente en segundo y tercer lugar
entre las firmas del sector energético que cotizan en
bolsa.

ExxonMobil, quizás la única empresa del
mundo desarrollado que puede competir con el nuevo grupo, sigue
sola en la cúspide, mientras Gazprom, Petrobras y
PetroChina también han opacado a las otras en ganancias
obtenidas por el precio de sus acciones.

La principal causa de este giro en la correlación
de fuerzas ha sido el resurgimiento de una tendencia nacionalista
sobre el control de los recursos naturales, que empezó en
México en los años 30 del siglo pasado, se
extendió a Medio Oriente en los 70, y declinó -en
algunos casos inclusive se revirtió- a finales de los 80 y
en la década de los 90, con la caída de los precios
del crudo. Los consorcios energéticos, incluido el de
Mattei, Eni (empresa petrolera italiana), se han visto obligados
a aceptar en Rusia y Venezuela contratos que
sistemáticamente han devuelto a las
compañías estatales el control de los
yacimientos.

Venezuela aprobó una ley que le dará a
Pdvsa control mayoritario sobre la franja de crudos pesados del
Orinoco, la mayor fuente de este tipo de hidrocarburos en el
mundo. A finales del año pasado, en Rusia, el Kremlin se
apoderó del manejo de un proyecto de Shell para explotar
gas natural en la isla Sajalín, con una inversión
de 20 mil millones de dólares. Asimismo, anunció
que Gazprom desarrollará el enorme yacimiento
gasífero de Shtokman, en el Artico, y relegará a
las compañías internacionales al papel de meras
proveedoras de servicios.

El director ejecutivo de BP, John Browne, viajó
este mes a Moscú para tratar de impedir que su empresa
fuera la siguiente víctima de Gazprom y propuso que BP
comercialice en el extranjero el gas licuado natural de la
compañía rusa, en un esfuerzo para evitar que
Gazprom tome el control del yacimiento gasífero de
Kovikta, uno de los principales activos de BP en
Rusia.

El impacto del nacionalismo actual es diferente de aquel
que se observaba en los años 70. En 1975, Gulf, una de las
Siete Hermanas originales y hoy parte de Chevron y BP,
retiró todas sus inversiones de los países en
desarrollo y regresó a América del Norte y al Mar
del Norte. Hoy las compañías petroleras
internacionales no tienen nuevos campos petroleros en los cuales
refugiarse. De hecho, desde el año 2000 -cuando el
yacimiento Kashagan, en Kazajstán, se convirtió en
el mayor hallazgo en 30 años- no han encontrado un solo
lugar del cual puedan extraer más de un millón de
barriles al día.

Mientras, las compañías petroleras
nacionales se han unido para desarrollar conjuntamente sus
reservas y han dejado el crecimiento de las industrias petrolera
y gasera -y los recursos para el desarrollo económico
mundial- en manos de las nuevas Siete Hermanas y de los
gobiernos que las controlan. Las consecuencias de este hecho no
podrían ser más serias. Fatih Birol, director de
análisis económico de la AIE, calcula que se
requieren unos 20 billones de dólares para garantizar el
abasto adecuado de energéticos en los próximos 25
años; sin embargo, las inversiones actuales están
20 por ciento por debajo de esa suma.

HISTORIA CUARTA.- Pemex, en el peor de los
mundos

Muchas de las dudas sobre el futuro de los suministros
provienen de la falta de voluntad de los gobiernos para permitir
a las empresas petroleras nacionales reinvertir sus ingresos
extraordinarios. En lugar de ello, destinan el dinero a gasto
social o lo despilfarran.

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, gasta
dos tercios del presupuesto de Pdvsa en programas sociales
populistas. En 2005 canalizó casi 7 mil millones de
dólares a ese fin; en cambio, el gobierno anterior
gastó sólo 77 millones de dólares en 1997,
de acuerdo con un reporte de la Universidad Rice. Mientras, en
Rusia, muy poco dinero de las ganancias de Gazprom se usa para
modernizar la obsoleta red de ductos (la AIE advierte que 30 por
ciento ya debe ser remplazada). En Irán, NIOC sigue siendo
importador de gas a pesar de controlar South Pars, el campo
gasífero más grande del mundo. Además, no
puede incrementar su producción de crudo o reparar sus
refinerías debido a la carga financiera que implica
subsidiar la gasolina para venderla a sólo 10 centavos de
dólar por litro.

Sin embargo, México es el ejemplo
emblemático de lo que ocurre cuando un gobierno restringe
la inversión extranjera y al mismo tiempo usa su
compañía petrolera como si fuera una
alcancía inagotable. Debido a su decadencia, Pemex no fue
incluida por el Financial Times en la lista de empresas
energéticas más influyentes del mundo en
desarrollo.

Los pronósticos más pesimistas
señalan que, debido al rápido declive del
súper yacimiento de Cantarell, México -el tercer
productor de crudo de América- se convertirá en un
importador neto en el transcurso de la próxima
década.

"La incógnita es el Congreso. Como Pemex
está enfrascado en una constante lucha por conseguir
financiamiento suficiente y un régimen fiscal razonable,
no tiene certidumbre para hacer planes a largo plazo, lo cual
limita su capacidad para enfrentar su deterioro", señala
Ryan Todd, analistadel grupo financiero estadunidense Sanford
Bernstein. Esta situación contribuirá a crear "un
severo problema" de suministro mundial de petróleo dentro
de tres o cinco años. Para México, ello
podría representar la pérdida gradual de 40 por
ciento de sus ingresos fiscales.

Sin embargo, las compañías petroleras
internacionales no sólo compiten con aquellas que poseen
los recursos energéticos, sino también con las
empresas nacionales que se han convertido en buscadoras de
hidrocarburos, lo cual pone de relieve el problema de la
seguridad energética.

Durante la crisis de los precios del petróleo de
finales de los años 70, el entonces presidente de Estados
Unidos, James Carter, logró que se aprobara la reforma
energética más amplia en la historia de ese
país. Ay una diferencia fundamental entre la
situación actual y la que vivió Carter: En una
entrevista reciente, Carter dijo que la inseguridad en el abasto
de energéticos seguirá siendo "un problema grave
que causará crisis cada vez más frecuentes en los
años venideros". "Hoy enfrentamos la competencia global de
China e India, algo que no conocí cuando fui
presidente".

El mayor de esos competidores es CNPC, una
compañía apuntalada en las grandes reservas de
China y en la posesión de 88 por ciento de PetroChina. Sin
embargo, su poder radica precisamente en la rapidez con que ha
acumulado reservas internacionales.

Apoyada por el gobierno de Pekín y por el febril
empeño de éste en garantizar el abasto de
energéticos para el desarrollo de China, CNPC se ha
extendido a cerca de 20 países, desde Azerbaiján
hasta Ecuador. Ha invertido más de 8 mil millones de
dólares en la industria petrolera de Sudán, un
país desgarrado por la guerra, donde las preocupaciones
por violaciones a los derechos humanos han disuadido a otros
inversionistas de hacer tratos con Jartum. "CNPC está
imponiendo las reglas sobre el acceso a reservas en nuevos
mercados y está transformando la competencia por recursos,
servicios, capitales y mercados", señala Robin
West.

CNPC no es la única compañía que
está cambiando las reglas en esta carrera por la
acumulación de activos. Empresas nacionales más
pequeñas como Petrobras y Petronas también
mantienen a sus ejecutivos despiertos de noche.

Por ejemplo, Petrobras ha estado a la vanguardia en
tecnología para extraer petróleo de aguas muy
profundas, como las que bañan las costas de Brasil. La
compañía usa ahora esas habilidades para competir a
la par con BP y ExxonMobil, tanto en Angola como en la
porción del Golfo de México que corresponde a
Estados Unidos.

Petronas, de Malasia, también ha ampliado sus
operaciones al extranjero, especialmente a Sudán y Burma.
Cerca de 30 por ciento de las utilidades del corporativo
provienen del exterior: opera en más de 26 países y
obtiene petróleo de unos 50 proyectos, de los cuales
maneja más de la mitad, según el reporte de la
Universidad Rice.

Compañías como Petrobras y Petronas tienen
la ventaja de que pueden convencer más fácilmente a
otras petroleras nacionales ricas en recursos naturales. En
cambio, las firmas internacionales arrastran desde los
años 80 y 90 una reputación de arrogancia y
desdén por sus socios.

Malcolm Brinded, jefe de exploración y
producción de Shell, reconoce este hecho cuando
señala que las trasnacionales deben preguntarse:
"¿Cómo vamos a hacer que este matrimonio funcione?"
Según Brinded, Shell y otras firmas son "menos
paternalistas que hace 20 años".

Partes: 1, 2

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