El desarrollo de la capacidad analítica y el cambio perceptivo por medio de la escritura y los registros
- Los registros y la ruptura con
la oralidad - La
escritura alfabética y la reordenación cognitivo
sensoria - Notas
Junto a la total y, tal vez, motivada ignorancia de
los ambientes artificiales, está el fracaso de los
filósofos y psicólogos en general
para darse cuenta de que nuestros sentidos no son receptores
pasivos de la experiencia.
McLuhan
El objetivo de
este ensayo es
analizar lo que, siguiendo a Havelock, podríamos llamar la
primera "revolución
cognitiva",1 surgida a partir del nuevo modo de
almacenamiento y
transmisión de la información constituido originalmente por
la instauración de la escritura
alfabética griega. La escritura alfabética es una
técnica de análisis y por tanto de
fragmentación de las configuraciones sonoras, una
técnica cuyo impacto principal consiste en dar a la psique
humana el entrenamiento
necesario para el pensamiento
lógico analítico. En otras palabras, el paso de la
oralidad pura a la
comunicación dominada por el alfabeto y, por tanto,
por la vista, hace posible la aparición de la ciencia y
la filosofía en el mundo griego. Se trata, en efecto, de
que las rutinas de fragmentación y análisis de la
escritura alfabética griega y, por sobre todo, su impacto
psíquico, adquieren una nueva "intensidad" (McLuhan).
Nuestro interés en
este artículo será exponer en qué consiste
esta intensificación de las técnicas
de fragmentación en tanto desarrollo de
la conciencia
analítica, al parejo de los modos de existencia que se
desarrollan correlativamente a ella. Tendremos que examinar la
readaptación en el complejo sensorial producto de
las nuevas técnicas de comunicación y de almacenamiento del
conocimiento
surgidas a partir de los registros como
medios de
almacenamiento y difusión de
información.
LOS REGISTROS Y LA
RUPTURA CON LA ORALIDAD
Como lo demuestra incluso la ambivalencia
platónica (el problema de la oralidad y la escritura
discutida en el diálogo
Fedro), la presencia de la escritura alfabética en
una sociedad no
constituye por sí misma la prueba definitiva de que la
oralidad ha perdido su prestigio e influencia. En contextos
tradicionales, y durante varios siglos, la palabra oral (viva) y
la palabra escrita (registros) han conformado dos mundos
complementarios. Es decir, se requiere mucho tiempo para
que la práctica de la escritura alfabética sea
desarrollada al punto de convertirse en un medio de
comunicación efectivo del conocimiento, lo cual supone que
la escritura alfabética sea dominada por los
círculos correspondientes. Esto significa que es
indispensable el transcurso de un largo periodo para que se
dé una ruptura clara con la tradición heredada de
la época puramente oral y para que la escritura
alfabética se imponga en aquellas funciones
prácticas que antes recaían en la oralidad pura.
Así, en otros trabajos2 hemos discutido las
variadas formas mixtas que en el caso griego se dan en el periodo
de varios siglos en el que se desarrolló la lucha del
logos en contra del mito. En
relación con este mismo problema Sergio Pérez
Cortés nos dice que en el caso de la filosofía
antigua se "(…) creó una serie de géneros
historiográficos,3 de los cuales algunos
dependían en mayor medida de la tradición textual,
mientras que otros extraían su materia prima
de la voz y la memoria
tradicionales."4 Al respecto Havelock plantea
que
(…) en Grecia hay
algunos textos que verdaderamente ‘hablan’. Lo
primero que hablan será probablemente un lenguaje
formado acústicamente para el almacenamiento, un
lenguaje de la comunicación conservada, un conjunto de
informaciones orales
‘útiles’.5
No es pues algo inmediato el que la escritura alfabética
griega se imponga como una tecnología de
almacenamiento infinitamente más eficaz que la oralidad
primaria.
Aunque el grado de credibilidad atribuido a los registros
escritos variaba de una cultura a
otra, "(…) los documentos no
inspiraban confianza enseguida."6 Otra
característica de la utilización de los registros
era la de hacerse custodiar por un objeto que simbolizara un
hecho convenido, la naturaleza del
pacto, por ejemplo, la transferencia de tierras. Ong
señala que a la desconfianza y apatía engendrada
por los registros y las interrogantes acerca de la autenticidad y
la veracidad de los mismos, indicando que "[l]os documentos
escritos mismos a menudo se autentificaban no por escrito sino
mediante objetos simbólicos como un cuchillo, ligado al
documento por una correa de pergamino."7 A esto se
sumaba el problema de la ordenación cronológica,
puesto que fechar un documento obligaba a ponerse en
confrontación con un espacio temporal:
Las primeras cédulas que certifican la
posesión de tierra en
Inglaterra [en
los siglos XI y XII] originalmente ni si quiera se fechaban
(…) Según Clanchy, acaso la mayor responsabilidad haya sido que el ‘fechar
obligaba al que escribía a expresar una opinión
respecto a su lugar en el tiempo’, lo cual le
exigía elegir un punto de
referencia.8
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