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La descripción: huérfana literaria (página 2)




Enviado por Julia Elena Rial



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El rastro de la
palabra

En el Diccionario Latino-Español de Blanquez
Fraile, descriptio-onis tiene un valor
semántico muy amplio: es copia, dibujo, asecho, descripción de lugares, costumbres,
ambientes, caracteres. La literatura grecolatina nos
ofrece un extenso panorama de sus usos, bajo el nombre de
hipotiposis era considerada una figura de pensamiento,
no extraña entonces que Virgilio encerrara el significado
de la guerra entre
griegos y troyanos en la descripción de infinitud mítica de
la tempestad que desencadenan los dioses contra Troya.

Las viejas preceptivas de Aristóteles y Dionisio de Halicarnaso no
hacen alusión a la descripción. Entre las
páginas de su Arte Poética Boileauignora
su existencia. Sin embargo no hay poema, narración, drama
o artículo periodístico en cuyo interior no se
perciba la intención anímica, aunque sea en forma
de breves instantáneas, de crear una operación
retórica donde las imágenes
valgan menos por sí mismas que por la significación
que aportan, datos que sirven
para enraizar la ficción con la realidad. En la
descripción que de la Silla de Caracas, de los Valles de
Aragua, del Chimborazo o de la Sabana de Bogotá hace el
cronista brasileño Miguel María Lisboa en 1853,
muestra el
asombro ante el paisaje inesperado, y el entusiasmo al describir
los adelantos modernos en haciendas azucareras del centro
venezolano.

Ya en nuestros días Wellek mantiene una posición
tradicional al considerar la descripción como el marco
escénico del relato. "Un determinante global, el medio ambiente
entendido como causación física o social".
Apenas trece líneas le merece a Roland Barthes, a pesar de
servirse de ella para escribir sus famosos artículos sobre
la moda, el
fantasma, el cuerpo plural y tantas especulaciones que más
de una vez nos hemos deleitado leyendo. Tal vez todos ellos la
consideran anodina, allí no pasa nada. Pero en la
descripción hay que buscar los objetos marcados, los que
atrapan al lector, los que lo hacen abandonar el territorio
literario para dejarse llevar por ensoñaciones que forman
parte del placer de la lectura. El
lector crítico deberá intentar hacer suyo el
sentido de colores, sonidos,
perfumes y analogías que el secreto de toda
descripción esconde entre los rincones de su lenguaje. Es
en función
de estas marcas que la
crítica
puede trabajar, sin establecer un esquema semiótico
rígido del cual resultarían páginas de
impecable escritura,
pero de la descripción sólo quedarían
huesos para
exhumar.

¿Cómo no ir más allá de las
palabras cuando Enrique Vila-Matas refiere en Viaje
vertical
la emoción que desencadena en Mayol la
inmensidad del Océano Atlántico, cuya cólera
identifica el personaje con su estado
espiritual actual al "ver las olas avanzar hacia la orilla con
malévolos destellos y alzarse más y más,
relucientes como si fueran de vidrio, tensas
como cobras, abrían las fauces y se quedaban quietas…".
El escritor no articula la referencia teórica sino un
proceso
interpretativo como tipo textual de la imaginación
determinado por la utilidad
metafórica del concepto y la
potencia
expresiva del texto
revestido de una visión psicoanalítica,
antropológica vital, que constituye un interesante
híbrido literario, donde cada dominio posee su
especificidad propia unido por el lenguaje y
la interpretación del lector.

No rechazo la pretensión de una crítica con
características de ciencia, es
interesante en su justa medida, cuando no olvida que la palabra
describe y expresa pensamientos, que los pensamientos crean
nuevas palabras y que el lenguaje es mucho más que
superficie textual. De ahí lo difícil que
sería encarcelar las descripciones en preceptivas
reglamentadas, cuando se trata de un recurso literario que
expresa concepciones de vida, visiones del mundo, donde el
simbolismo de la palabra está condicionado al ojo que ve,
a la mano que dirige el que piensa, o a la mirada introspectiva
que dicta el "ojo que no ve", como la de Homero cuando
describe un mundo teogónico visualizado desde la
profundidad de sus tinieblas, con los recuerdos que le
habían dejado aedos, rapsodas y diakeustas.

La palabra del descriptor va más allá de lo que
abarca la mirada humana, resiste al tiempo y a la materia
caduca; crea una atmósfera para ubicar
una situación donde los caracteres, los ambientes, los
juegos, las
luchas y hasta los sueños están enunciados en la
retórica descriptiva. Así transforma el hombre con
la palabra un mundo que no lo satisface, evade la realidad para
que las cosas se asemejen a ella pero no sean ella misma.

Observar-Descubrir-Expresar

Para describir hay que observar; contemplar para descubrir;
hurgar para conocer. Ver nos proporciona la primera
impresión sensorial que ofrece la imagen, pero cada
persona la
percibe de manera diferente. Observamos el Bolívar de
mirada hierática que pintó Gil de Castro en 1828 y
nos resulta increíble que sea el mismo, agotado y enfermo,
que retrató José María Espinosa unos meses
después. La descripción, lienzo del relato, puede
ser deformada según como el pintor o escritor visualice,
comprenda y modele sus imágenes.

Si hiciéramos un estudio de descripciones de mujeres
encontraríamos las depredadas de Onetti en
Juntacadáveres que parecen haberle sido
sustraídas a Lautrec: "Nelly con cejasamarillas dibujadas
cada mañana para hacerlas coincidir con el
desinterés o la imbecilidad". Otras veces las veremos
estilizadas como la Claudia, de Clave para un amor, al
estilo Mary Quant de "Talle recto, flexible… con ojos redondos,
muy serios, con nariz leve". En ella volcó Bioy Casares su
estilo de lenguaje corriente, elegante y preciso con el que
describe los espíritus cuyo equilibrio
ideal conforman el lineamiento social de sus personajes. Las
descripciones distan de un escritor a otro y serán
reprimidas las mujeres de Joyce y grotescas las del
misógino Roberto Arlt.

Todo artista es un gran observador, cuenta Dalí que a
los seis años vio ciertas hojas de arbustos animadas por
un movimiento
independiente, ¡era un insecto! La revelación del
mimetismo fue el germen de sus imágenes paranoicas que
cristalizarían, años más tarde, en el
surrealismo
pictórico. Descubrir es, tal vez, una de las actitudes
más fascinantes de la vida. Cada escritor renueva el mundo
circundante de acuerdo con su contexto cultural al cual le da
vida con el lenguaje. Al vitalizar los objetos convertidos en
palabras se funden descubrimiento y subjetividad.

Aunque se descubra lo ya nombrado, lo sugerido, las cosas se
ven desde diferentes perspectivas, el mismo objeto, paisaje,
personaje, ciudad ya descrita muestra simultáneamente dos
o más tiempos distintos aunque en él se lean ecos
de textos anteriores, la repetición puede ser valorada
desde visiones, realidades y simbologías diferentes. He
aquí un aspecto interesante de la descripción: las
diversidades culturales que se pueden encerrar en un mismo objeto
narrativo.

No podríamos imaginar que Vicente Gerbasi
escribió el poema "La luciérnaga" pensando
sólo en los colores del luminoso coleóptero,
sería sacrificar su significación poética en
un afán de comprensión unívoca y objetiva.
Tampoco me dejaría llevar por la cruel aventura de
despresar en sílabas su misterio descriptivo,
encarcelaría una significación de infinitos en un
modelo
asfixiante. Debemos aceptar la descripción como un
universo
subjetivo que se oxigena cuando cada lector la descubre, entonces
nos parecerá tensa, axiológica, desesperada,
tierna, pura o inesperada, porque el escritor describe algo de su
yo profundo enmascarado en personas, paisajes, interiores,
ropajes, adornos y tantas cosas que fluyen del lenguaje, con lo
que aprehende y atrapa al lector.

Cuando Flaubert en carta a su madre
le cuenta que en Nápoles todas las mujeres tienen flores
en el pelo y aires de zorras, le quiere dar a entender que
Nápoles no es sólo la ciudad del Pausilipo y el
Vesubio sino también la disoluta y voluptuosa corruptora
de Italia. Unos
años antes Fray Servando Teresa de Mier describe a
Nápoles como un pueblo parecido al de indios "porque tiene
el pueblo el mismo color.
Especialmente son morenas y feas las mujeres". La
descripción, algunas veces, irrespeta la separación
de poderes artísticos, invade los predios, en este caso
sociales, en otros los tradicionales de la música, la pintura. A
mediados del siglo XIX Baudelaire
vislumbraba esa interferencia en todas las artes cuando dijo en
una conferencia sobre
El arte
filosófico:
"Se debe a una fatalidad de las
decadencias el que hoy cada arte manifieste el deseo de usurpar
el arte vecino, y que los pintores introduzcan gamas musicales en
la pintura, los escultores colores en la escultura, los literatos
medios
plásticos en la literatura, y otros
artistas de los que vamos a ocuparnos hoy, una suerte de filosofía enciclopédica en el arte
plástico
mismo". En las descripciones las palabras suplantan lo visual y
se convierten en lenguaje pictórico; es en ese sincretismo
que encierra lo escrito donde estableceremos criterios de valor,
si se despierta interés
por el tema, si se logran bien las estructuras
alegóricas, hasta dónde nos lleva la
ensoñación evocadora. A pesar de las ideas de
Baudelaire considero que la descripción es un aspecto
literario al cual se le limitaría su sentido
estético si solamente lo leyéramos
como contexto literario. Las descripciones pueden ser
vehículos históricos, de creencias, de modas, de
ideas de cambios culturales. No cabe en ella la separación
de poderes al estilo Montesquieu,
es en función de su cosmopolitismo artístico que se
ha enriquecido este recurso que tan poco trabaja la
crítica literaria.

La descripción puede ser poco de poco, pero suficiente
para que con lo expresado surja un observador curioso, un
descubridor proteico. La imagen visual y mental se
convertirá en luz, color,
tamaño, en voz humana, en el quién y dónde
del relato, por eso es insustituible en la praxis
literaria.

Amor. Necrofilia.
Cotidianidad. Estética

Siento un goce al releer párrafos ya trajinados para
sumergirme en la nostalgia, el amor,
la muerte, lo
cotidiano y en el lenguaje en sí mismo. Intuimos el
sentido de las palabras, las poseemos y pretendemos explicarlas.
Pero no nos detenemos aquí porque nos embriaga el zumo que
destila el lenguaje para celebrar su encuentro con el amor, ya
sea el erotismo con que Rafael Cadenas describe a una amada en
Los cuadernos del destierro:

"Sólo túmisma en el acto. Extendida, carnosa,
húmeda. Un temblor sin lapso. Sin equívoco.
Torbellino en torno de la flor
de blando terciopelo, acorazonada, que nace del clima de tus
piernas como un grito nocturno".

O también el amor telúrico que
desentrañamos del poema Aldeana de Cesar Vallejo,
amor que se transforma en somatización del problema
indígena, carne viva que aflora en retórica
modernista cuando dice en este primer poema de Los heraldos
negros,
publicado en el diario La Reforma de
Trujillo (posiblemente en 1915):

"De codos yo en el muro, / cuando triunfa en el alma el tinte
oscuro / y el viento reza en los ramajes yertos / llantos de
quena, tímidos, inciertos, / suspiro una congoja / al ver
que en la penumbra gualda y roja / llora un trágico azul
de idilios muertos".

Si el amor es sustancia vital, la muerte surge
con descripciones de exclusiones elitescas en la Edad Media,
cuando sólo los nobles y clérigos soñaban
con los ángeles en
medio de los delirios mortuorios o al estilo Jorge Manrique quien
en la Coplas a la muerte de su padre atenúa las
debilidades para poner en evidencia sus cualidades morales,
porque las riquezas y títulos de nobleza eran
efímeros, cuando todavía, en España,
las huellas del medioevo prevalecían sobre las fuertes
ráfagas del renacimiento
europeo.

El romanticismo
alemán habla del amor-muerte; creadores aún
adolescentes
dejaron a la literatura un movimiento de gran trascendencia para
la poesía
universal, jóvenes que, negados y calumniados por la
sociedad se
vieron forzados al suicidio, a la
soledad y a la locura, entre ellos se destaca Novalis cuyos
versos se yerguen como refugio de conflictos
religiosos. En Himnos a la noche evoca el deseo de
construir un mundo alemán ideal, defenestrando el
existente, pero sin la fuerza real
para hacerlo: "Como una reina de la naturaleza
terrenal, convoca todas las potencias a infinitas metamorfosis,
ata y desata innumerables lazos y envuelve toda cosa con la
aureola de su divina imagen…".

La imagen de la cotidianidad se arraiga en algunos poemas y
narraciones, tal vez para asir lo que se nos escapa de las manos.
Lo cotidiano saborea el jugo amargo de la opresión cuando
la función de un símbolo como el quetzal
inspiró a Ernesto Cardenal esta descripción tan
breve como significativa: "El quetzal canta su bello canto
territorial, inmóvil, no lo ves, mimetiza la luz; con el
cielo nublado su plumaje es de color de hojas con bruma".

La literatura carece de nacionalidad
para expresar el diario acontecer, el exilio político
inspiró a Antonio Machado "Noviembre de 1913", verdadera
pintura bucólica de una vida que, para el poeta, se
renueva o perece. Es increíble que en tan pocos versos se
pueda expresar la esencialidad de la tierra y la
temporalidad de los cambios culturales. La lectura de
este poema se puede asociar, en un acto de crítica
rebelde, con El sembrador de Van Gogh; puede ser que
tendencias similares obraron en los dos artistas y produjeron dos
fenómenos descriptivos, uno literario y el otro
pictórico. A pesar de que ambos tienen diferentes
orientaciones sensoriales, en los dos sembradores la
imaginación y la ideología están expresadas en
dimensiones de la experiencia vivida que cada artista
descubrió en sí mismo.

Por último hablaremos del rasgo estético que
caracteriza a algunos poetas y escritores, voy a referirme a las
posiciones de José Martí y
Vicente Huidobro en relación al concepto poético
expresado a través de descripciones. Martí
envolvió sus poemas con la idea de libertad que
signó todos los actos de su vida: "La época es
libre, séalo el verso, ya que en toda espera la buena obra
libre vale más que la esclava". De esta manera
liberó a los versos de cargas retóricas y
escribió poemas cuyas descripciones abogan por depurarlas
de tradiciones y estridencias románticas para acercarse a
que el poema sea: "Una espada reluciente que deja en los
espectadores la memoria de
un guerrero que va camino al cielo. El poeta puntualiza su
itinerario estético el cual se entrecruza con el acicate
del pensamiento libertario expresado, muchas veces, en
descripciones endecasílabas como la de Contra el verso
retórico y ornado:
"Contra el verso retórico y
ornado / el verso natural. Acá un torrente / aquí
una piedra seca, allí un dorado / pájaro, que en
las ramas verdes brilla… Así ha de ser la noble
poesía / así como la vida: estrella y gozne.

Las descripciones en los poemas martianos son resultado del
tiempo y circunstancias en que le tocó vivir. Con el
premodernismo que envuelve su sujeto lírico, tratando de
romper los elementos del romanticismo, al distanciarse de su tono
poético, Martí logra descripciones cuyos
significados resultan novedosos por lo insólito de su
desolada ternura, balbuceos de habla pueril con los que logra
llegar al alma de su hijo a quien le dedica Ismaelillo:
"Sus ojos parecen / estrellas negras / ¡Vuelan, brillan /
palpitan, relampaguean…". La elaboración
artística martiana, siete años antes de que
Darío convulsionara el mundo poético con
Azul, llena líneas sinestésicas que sin
fijarlo en una tendencia única lo acercan a Baudelaire y
Rimbaud, una nueva conciencia de la elaboración del
lenguaje, elementos que en las descripciones desdoblan sus
referencias con el uso de arcaísmos, neologismos y
cubanismos, expresión del rico caudal de su experiencia y
conocimiento.

Como novedosa vanguardia
latinoamericana fue rotulada la poesía del chileno Vicente
Huidobro; en Arte poética consigna su concepto
sobre el verso al decir: "Por qué cantáis la rosa,
¡Oh poetas! / Hacedla florecer en el poema. / Sólo
para nosotros / viven todas las cosas bajo el sol… / El
poeta es un pequeño Dios". De su taumaturgia creacionista
fluye la unidad madura, fruto de la evolución de las ideas que el mundo de
finales del siglo XIX le proporcionaba, entre las controversias
políticas de la guerra del Pacífico
y sus relaciones con artistas de la vanguardia europea. Cuando
Huidobro describe lleva el lenguaje a su esencia, aspira llegar a
la almendra de la palabra, a su gen original porque "Las cosas se
fatigan… y un poco de muerte tiembla en los rincones (Huidobro,
1976. Pág. 220). La descripción afirma en
Martí y Huidobro su sitio de privilegio en la estética de la poesía.

Y para terminar volveré al pasado, al arkhe, el que a
pesar de su antigüedad está siempre vigente,
allí está Parménides, padre de la
retórica quien en su poema Fenomenológico
sin hablarnos de la descripción la utiliza con fines
ontológicos. Se puede pensar que dejo abierta una brecha
ancestral para que alguien continúe este trabajo de
descubrir ideas, hibridez de estilos emanados de rasgos
medievales, clásicos, románticos, barrocos,
simbolistas o de vanguardia, de los que pueden resultar
diferentes montajes verbales, cuyo magnetismo
dependerá del arbitrio de quien los acuñe y de la
captación intuitiva de quien los lea. La
imaginación le impone fantasmas a la
mirada; por eso el crítico tendrá que suponer,
inferir e inevitablemente recrear. La empresa es
apasionante, nada menos que interrogar a objetos vetustos,
nuevos, cotidianos, efímeros, esenciales e insignificantes
a quienes el escritor ha elevado a rango literario. La
descripción verbal de lo no verbal es una ilusión
policrómica, polifónica e ideológica que
descubre la pluralidad de un mundo apariencial. Se trata de
succionar la savia del lenguaje que alimenta ese pequeño
espacio de artificio donde el hombre somete
y encarna retazos de caducidad en afán de permanencia.

Bibliografía

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Julia Elena Rial

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