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El Nieto del Relojero y la Física


Partes: 1, 2

    1. Los inicios
    2. La
      naturaleza de la luz
    3. La
      unión de otras dos: electricidad y
      magnetismo
    4. La
      revolución matemática
    5. El
      último filósofo mecanicista
    6. El
      futuro de la física: El mundo es complejo, pero no
      complicado

    La ciencia en la
    actualidad se parece a un reloj, y nosotros a traviesos niños.
    Tenemos grandes secretos para descubrir, sobre como funciona
    el universo, y
    si tocamos algo, es posible que rompamos el difícil
    equilibrio de
    nuestras teorías, de tal suerte que la ortodoxia
    reinante puede castigar a los osados que quieren ir más
    allá, que pueden romper o incluso marcar el
    reloj.

    Los
    inicios

    Cuando era pequeño, mi abuelo se quedó
    prendado con un reloj que acababa de comprar su padre. Era un
    reloj de bolsillo mecánico, de aquellos de principios del
    siglo XX, interesante época desde el punto de vista
    científico. A ese niño le intrigaba como
    podía hacer una cosa tan pequeña para indicar de
    forma tan exacta la hora. Lo único parecido que
    existía para él era el reloj del pueblo que era
    muchísimo más grande. Era como si hubieran reducido
    el campanario y lo pudiera tener en la mano. Con la curiosidad de
    aquel que no mide los riesgos,
    esperó a que su padre durmiera, y sin que este se diera
    cuenta y bajo el riesgo de ganarse
    una tunda de la época, abrió la tapa del reloj.
    Maravillado, con los ojos como platos, pudo observar, oír
    y sentir que aquello parecía estar vivo. Es difícil
    imaginar una sensación así, en una época en
    la que aún no había coches por las calles ni
    aviones por los aires. El sonido del reloj
    indicaba que estaba en movimiento,
    que tenía corazón.
    Previendo el posible castigo y dada la complejidad del mecanismo,
    no se atrevió a más que a observarlo, y
    cerró la tapa, no sin quedarse con una tremenda
    ilusión por saber como podía funcionar
    aquello.

    La segunda noche, cuando su padre dormía de
    nuevo, le volvió a quitar el reloj con sigilo.
    Abrió la tapa, y se atrevió a retirar un
    pequeño tornillo de la tapa trasera, la que
    escondía los secretos. Su corazón iba a toda
    velocidad,
    mucho más deprisa que el corazón del reloj, y su
    respiración entrecortada se podía
    oír. Las manos le temblaban porque un simple
    rasguño en el reloj hubiera sido castigado gravemente: no
    se tocan los juguetes de
    los adultos. Pero el interés
    por saber donde se escondía el corazón de ese
    reloj, sin embargo, le motivaba todavía más. En un
    mes, todas las piezas estaban sobre una mesa, distribuidas
    según habían sido desmontadas, y vueltas a montar.
    Su padre, mi tatarabuelo, meses después cogió el
    reloj y lo miró notando que algo extraño le
    ocurría. Y expresó en voz alta "¡Este reloj
    es muy raro! Antes se retrasaba, y desde hace un par de meses va
    perfecto". Desde ese momento, mi abuelo decidió que
    quería ser relojero. Y el reloj del pueblo no se
    paró hasta que se paró el corazón de este.
    Al no darle cuerda ese día, ambos pararon el mismo
    día.

    La ciencia en la actualidad se parece a un reloj, y
    nosotros a traviesos niños. Tenemos grandes secretos para
    descubrir, sobre como funciona el universo, y si
    tocamos algo, es posible que rompamos el difícil
    equilibrio de nuestras teorías, de tal suerte que la
    ortodoxia reinante puede castigar a los osados que quieren ir
    más allá, que pueden romper o incluso marcar el
    reloj. Nadie se atreve a preguntarse que hay en el núcleo,
    en el corazón de este, y corremos el riesgo de no
    averiguarlo mientras laten los nuestros. Pero hay que pensar como
    un niño para que la curiosidad sea más fuerte que
    el miedo a las autoridades de cualquier tipo, incluso las
    propias.

    El camino que se sigue para desmontar el reloj es el
    mismo que se debe seguir para encontrar el funcionamiento del
    universo: desde lo que observamos, hasta el corazón, yendo
    hacia atrás con mucha cautela. Los no mecanicistas
    argumentarán que el mundo es más complicado que un
    simple reloj… pero ciertamente, cuando uno lo ve desde fuera y
    no se atreve a tocarlo, a sentirlo, a experimentarlo, a
    OBSERVARLO como un niño temeroso, no puede más que
    realizar hipótesis. Hay que abrir el reloj hasta
    llegar al corazón… sin miedo. ¿Será
    posible?

     

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