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¿Qué es la depresión? (página 2)



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Y, sin embargo, no podemos considerar patológicos
(enfermos) a la tristeza y el desánimo, incluso al
pesimismo y la melancolía que suelen suceder a la muerte de
un ser querido.

En la sociedad
hedonista en que vivimos, sin otro objetivo
individual que la búsqueda de gratificación (lo que
origina poca tolerancia al
malestar) suele ocurrir que, así como antes
mencionábamos que la depresión
podía ser interpretada como un capricho por los allegados,
suceda lo contrario y las reacciones normales de tristeza y
melancolía sean entendidas como una enfermedad.

Así llegan a nuestras consultas (muchas veces
traídos por sus familiares) personas que están
deprimidas porque acaba de morírseles un hijo o han
perdido su empleo,
demandando de nosotros que resolvamos un problema social o vital
que no está a nuestro alcance. Y no viene mal que
consulten a un profesional. Los medicamentos antidepresivos y las
psicoterapias de apoyo pueden ayudar a aliviar los
síntomas más apremiantes y hacer así que el
dolor sea más llevadero, lo que mejorará la
calidad de
vida del paciente y su entorno. Pero no debe confundirse el
sufrimiento común con el padecimiento
neurótico.

Sólo debemos considerar a una depresión
patológica cuando la persona ha
perdido su capacidad para adaptarse a los duros golpes de la
vida, incluso a los trastornos de la vida cotidiana. Cuando, una
vez transcurrido un tiempo
variable, en función de
la gravedad de la pérdida o frustración, esa
persona no puede recuperar su estado normal
anterior y el ánimo deprimido persiste o se repite en
forma recurrente, podemos considerar que estamos ante un
trastorno psíquico.

PERO, ¿QUÉ ES LA
DEPRESIÓN?

San Agustín decía del tiempo que, aunque
todo el mundo sabe lo que es, nadie sabe definirlo. Muchos
profesionales dirían lo mismo de la
depresión.

Ya los antiguos griegos consideraron que los estados
sostenidos de tristeza constituían una enfermedad,
enfermedad a la que denominaron melancolía (literalmente:
bilis negra) y describieron con propiedad sus
principales síntomas. ¿Y qué
explicación causal encontraron los griegos para la
melancolía? La influencia del planeta Saturno, que
hacía que el hígado secretara bilis negra. La
medicina
moderna la llama depresión y ha afinado la descripción de sus síntomas y la
definición de sus causas.

Antes de proseguir convendría aclarar un hecho
que se presta a confusión: tanto los legos como los
profesionales llamamos depresión a cosas
distintas:

A- A un síntoma presente en muchas enfermedades
psíquicas y orgánicas
B- A un síndrome en el que muchos síntomas se
presentan asociados (estado de ánimo triste, lentitud,
insomnio, falta de energía, pérdida o aumento de
apetito), que es el síndrome que describiremos a
continuación siguiendo las clasificaciones del DSM y el
IEC.
C- A una enfermedad o trastorno mental específico, que es
el llamado Trastorno Depresivo Unipolar al que intentan definir
el DSM y el IEC. Pero ¿es la depresión una
enfermedad? (pregunta a la que intentaremos responder más
adelante).

SÍNTOMAS

Respecto a los síntomas, contamos con dos grandes
sistemas de
clasificación estandarizados: el DSM (Estados Unidos) y
el IEC (Europa). Como en
lo esencial son similares, intentaremos reunir los criterios
diagnósticos de ambos:

Síntomas esenciales:

A – Ánimo triste, abatido, irritable o
desesperado persistente.
– Pérdida de interés en
cosas que interesaban antes del desencadenamiento de los
síntomas.
– Falta de sensación de placer.

B – Al menos 4 de los siguientes síntomas durante
no menos de 2 semanas:
– Pérdida de apetito y de peso (2 kgs. en un mes) o
aumento de apetito y de peso
– Insomnio o hipersomnia (sueño excesivo)
– Retardo psicomotor (lentitud) o agitación
– Pérdida de interés en la vida cotidiana y/o
disminución de la libido (deseo y satisfacción
sexual)
– Falta de energía
– Sentimientos de inutilidad, incapacidad o culpa.
– Falta de concentración
– Planes o ideas de suicidio o la
idea de que "la vida no vale la pena" y/o "sería mejor
estar muerto". Síntomas asociados(que pueden o no
presentarse):
– Dificultad en iniciar cualquier actividad, incluso aquellas que
son esenciales para el cuidado de uno mismo
– Expresión triste
– Voz monótona
Pobreza de
ideas
– Centrado en sí mismo, sin poder
preocuparse por otros.
– Ansiedad
– Irritabilidad
– Retraimiento social
– Dependencia de los otros
– Síntomas somáticos: sequedad de boca,
estreñimiento, fatiga, dolores musculares, etc.

Los clínicos contamos hoy con estas
clasificaciones y tests (el más usado de los cuales
podrán encontrar en esta misma web), pero no los
necesitamos. Una depresión es tan difícil de
definir como fácil de diagnosticar.

CAUSAS

La evolución de las neurociencias ha permitido
relacionar la depresión con una falta de equilibrio
intracerebral entre ciertos neurotransmisores esenciales
(serotonina, dopamina) [más precisamente, con la
alteración de los mecanismos receptores
neuronales].

Esta relación se ve confirmada por la eficacia relativa
de ciertos medicamentos (los antidepresivos) que actúan
sobre dichos receptores. Lo que seguimos sin saber si la
alteración de los mecanismos receptores neuronales es
causa o efecto de la enfermedad. Sabemos que ciertas enfermedades
(enfermedad de tiroides, cáncer, o enfermedades
neurológicas), producen depresión (10 al 15% de los
casos de depresión). En estos casos el origen
orgánico de la depresión parece seguro.
También sabemos que, en muchos casos, un problema
emocional localizable (muerte de un
ser querido, ruptura de una pareja, un problema económico
o laboral), puede
desencadenar una depresión (o intensificar una
depresión preexistente). En estos casos, llamados
depresiones reactivas, la solución del problema que las
causa (transcurso de un tiempo de duelo que permite aceptar la
pérdida, reconciliación con la pareja o construcción de una nueva,
resolución del problema económico o laboral) suele
resolver la depresión.Pero no siempre es así,
muchas veces el problema no puede resolverse o, una vez resuelto,
la depresión persiste.

En estos casos (un alto porcentaje del total) resulta
evidente que la problemática psicológica ha
precedido a los síntomas. También se debe de haber
producido una alteración en los neurotransmisores, ya que
los antidepresivos tienen la misma eficacia, pero esta
alteración parecería ser una consecuencia de
trastornos psicológicos, no su causa. Con lo que, y pese a
la respetable convicción personal que en
este sentido puedan tener muchos psiquiatras, debemos concluir
que no se ha demostrado que los factores químicos y
hormonales causen las depresiones, sólo que están
asociados a ellas (que se dan simultáneamente con
ellas).

Esta imprecisión en las causas ha dado lugar a
dos grandes corrientes.

Los psiquiatras que podríamos llamar de
orientación biológica sostienen que la causa de
toda depresión es endógena (es decir,
biológicamente determinada).

Los profesionales (psiquiatras o no) de
orientación dinámica piensan que las depresiones son
psicógenas (es decir, de origen
psicológico).

Nosotros pensamos que esta discusión puede ser
interesante a fines de investigación, pero que es de poca utilidad
clínica, y que lo conveniente es atender a ambas series de
causas: las biológicas y las psíquicas.

¿ES LA DEPRESIÓN UNA
ENFERMEDAD?

Una enfermedad no es sólo un conjunto de
síntomas, pretende englobar un complejo de alteraciones
con una causa común. Ya hemos dicho que no existe hoy un
acuerdo unánime sobre las causas, pero puede que este
acuerdo no se alcance porque no todas las depresiones respondan a
las mismas causas, por los que habría que estudiarlas en
cada caso.

En la clínica la depresión no se presenta
sola, está siempre asociada a alguna otra
alteración psíquica: Trastornos de Ansiedad,
Trastornos de Personalidad,
Neurosis, etc. Es
más, la depresión suele expresar otro trastorno al
que, a la vez que señala, oculta por la preponderancia de
sus síntomas. Puede incluso ser una defensa inconsciente
para no enfrentarse a situaciones que desencadenarían
angustia. Por eso, en la mayoría de los casos, una vez
controlados los síntomas depresivos manifiestos, los
tratamientos podrían prolongarse buscando los conflictos que
los han originado para evitar su repetición a corto
plazo.

TRATAMIENTO

Un psiquiatra de orientación dinámica,
aunque considere que la causa fundamental de la depresión
reside en conflictos conscientes o inconscientes, interpersonales
o intrapersonales, reconoce la existencia de efectos materiales a
nivel neuronal, por lo que indicara la medicación
antidepresiva que más se ajuste al caso.

Un psiquiatra de orientación biológica
tampoco niega la existencia de factores ambientales y
psíquicos en la depresión, por lo que no se
conformará con la medicación y aconsejará
una psicoterapia.
Es decir que, más allá de las hipótesis sobre el origen de la
depresión, lo indicado es siempre un tratamiento que
combine la psicofarmacología y la psicoterapia.

¿QUÉ
PSICOTERAPIA?

Llegados a este punto se le presenta al paciente (o a su
familia) la
disyuntiva de elegir al psicoterapeuta adecuado y, al elegirlo,
estará eligiendo una teoría
y una técnica, ya que el tratamiento
psicoterapéutico se adecuará a la
hipótesis causal
del terapeuta.

Un terapeuta conductista considerará que la
depresión es consecuencia de una desesperanza aprendida en
reiterados fracasos. Fracasos, frustraciones y pérdidas
reiteradas habrían enseñado al depresivo a esperar
su repetición, lo que lo hundiría en la
desesperanza. Consecuentemente, el sujeto víctima de
depresión debería realizar una terapia para
modificar los condicionamientos y los mecanismos que refuerzan
esta desesperanza, terapia que se centrará en modificar la
conducta y
actividad del paciente.

Un cognitivo considera a la depresión una
enfermedad producida por un concepto negativo
de sí mismo y una concepción pesimista del futuro.
La depresión sería así el resultado de
pensamientos inadecuados por los que el depresivo
distorsionaría la realidad viéndose de forma
negativa, pensamientos que se confirman a sí mismos. Por
ejemplo, el depresivo se siente incapaz de actuar y esto le
produce una sensación por la que, en efecto, no puede
actuar. El tratamiento consistiría en detectar los
pensamientos automáticos negativos, analizarlos y
cambiarlos racionalmente, lo que hace de la terapia, en cierto
modo, un aprendizaje.

Para los psicoanalistas la depresión no es una
enfermedad sino una manifestación de otros conflictos
psíquicos. Por ejemplo, podría ser consecuencia de
la vuelta contra uno mismo de pulsiones agresivas. Una persona
abandonada por su pareja, en lugar de experimentar el
lógico enfado, se culpa a sí misma, consciente o
inconscientemente, y esta inculpación y
autodesvalorización le producen depresión. Esta
reacción sería a su vez consecuencia de una
posición general ante la vida originada, por ejemplo, en
una represión muy temprana de los normales sentimientos
hostiles hacia padres y hermanos. Pero también
podría originarse en muchas otras causas. Esta
concepción dará lugar a otro tipo de terapia,
centrada en escuchar al paciente para descubrir conjuntamente con
él sus personales e intransferibles conflictos
psicológicos, terapia que también ha demostrado su
eficacia.

Y esto por mencionar sólo a las principales
corrientes.

Lo que queremos expresar con estas tan sucintas como
simplistas explicaciones, es que cada profesional indicará
una terapia diferente conforme a sus propias concepciones y a las
teorías
a las que adhiera. En lo que coincidirán todos es en que
no basta con la medicación y en que es necesaria una
psicoterapia.

Creemos que así como el paciente elige un
médico de su confianza y deja (o debería dejar) que
sea el profesional el que determine la medicación adecuada
a su caso (no todos los antidepresivos tienen el mismo mecanismo
de acción
ni a todos los depresivos les hacen el mismo efecto), y quien
ajuste las dosis o cambie de medicación si los resultados
no son los esperados; es lógico que entreviste al
psicoterapeuta de su elección y confíe en su
idoneidad para guiarlo en la cura.

Las condiciones deberían ser: confianza inicial,
para comenzar la terapia, y tiempo, para evaluar los resultados.
Del lado del paciente reconocer que él no tiene la
formación ni los conocimientos adecuados para elegir tal o
cual método
psicoterpéutico. Del lado del terapeuta reconocer a la
persona que está frente a él, que no es sólo
un depresivo, sino una persona compleja, con una historia de vida singular y
problemas que
le son propios y que no figuran en ningún manual.

 

Marina Averbach

Luis Teszkiewicz

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