Occidente aparece, de pronto, desprovisto de sus mejores
virtudes, construidas siglo sobre siglo, ocupado ahora en
reproducir sus propios defectos y en copiar los defectos ajenos,
como lo son el autoritarismo y la persecución preventiva
de inocentes. Virtudes como la tolerancia y la
autocrítica nunca formaron parte de su debilidad, como se
pretende ahora, sino todo lo contrario: por ellos fue posible
algún tipo de progreso, ético y material. La mayor
esperanza y el mayor peligro para Occidente están en su
propio corazón.
Quienes no tenemos "Rabia" ni "Orgullo" por ninguna raza ni por
ninguna cultura
sentimos nostalgia por los tiempos idos, que nunca fueron buenos
pero tampoco tan malos.
Actualmente, algunas celebridades del pasado siglo XX,
demostrando una irreversible decadencia senil, se han dedicado a
divulgar la famosa ideología sobre el "choque de
civilizaciones" " que ya era vulgar por sí sola" empezando
sus razonamientos por las conclusiones, al mejor estilo de la
teología clásica. Como lo es la afirmación,
apriorística y decimonónica, de que "la cultura
Occidental es superior a todas las demás". Y que, como si
fuese poco, es una obligación moral
repetirlo.
Desde esa Superioridad Occidental, la famosísima
periodista italiana Oriana Fallaci
escribió, recientemente, brillanteces tales como: "Si en
algunos países las mujeres son tan estúpidas que
aceptan el chador e incluso el velo con rejilla a la altura de
los ojos, peor para ellas. (…) Y si sus maridos son tan bobos
como para no beber vino ni cerveza,
ídem." Caramba, esto sí que es rigor intelectual.
"¡Qué asco! " siguió escribiendo, primero en
el Corriere della Sera y después en su best seller "La
rabia y el orgullo", refiriéndose a los africanos que
habían orinado en una plaza de Italia"
¡Tienen la meada larga estos hijos de Alá! Raza de
hipócritas" "Aunque fuesen absolutamente inocentes, aunque
entre ellos no haya ninguno que quiera destruir la Torre de Pisa
o la Torre de Giotto, ninguno que quiera obligarme a llevar el
chador, ninguno que quiera quemarme en la hoguera de una nueva
Inquisición, su presencia me alarma. Me produce
desazón". Resumiendo: aunque esos negros fuesen
absolutamente inocentes, su presencia le produce igual
desazón. Para Fallaci, esto no es racismo, es
"rabia fría, lúcida y racional". Y, por si fuera
poco, una observación genial para referirse a los
inmigrantes en general: "Además, hay otra cosa que no
entiendo. Si realmente son tan pobres, ¿quién les
da el dinero para el
viaje en los aviones o en los barcos que los traen a Italia?
¿No se los estará pagando, al menos en parte, Osama
bin Laden?" …Pobre Galileo, pobre Camus, pobre Simone de
Beauvoir, pobre Michel Foucault.
De paso, recordemos que, aunque esta señora
escribe sin entender " lo dijo ella" , estas palabras pasaron a
un libro que
lleva vendidos medio millón de ejemplares, al que no le
faltan razones ni lugares comunes, como el "yo soy atea, gracias
a Dios". Ni curiosidades históricas de este estilo:
"¿cómo se come eso con la poligamia y con el
principio de que las mujeres no deben hacerse fotografías.
Porque también esto está en el Corán", lo
que significa que en el siglo VII los árabes estaban muy
avanzados en óptica.
Ni su repetida dosis de humor, como pueden ser estos argumentos
de peso: "Y, además, admitámoslo: nuestras
catedrales son más bellas que las mezquitas y las
sinagogas, ¿sí o no? Son más bellas
también que las iglesias protestantes" Como dice Atilio,
tiene el Brillo de Brigitte Bardot. Faltaba que nos enredemos en
la discusión sobre qué es más hermoso, si la
torre de Pisa o el Taj-Mahal. Y de nuevo la tolerancia europea:
"Te estoy diciendo que, precisamente porque está definida
desde hace muchos siglos y es muy precisa, nuestra identidad
cultural no puede soportar una oleada migratoria compuesta por
personas que, de una u otra forma, quieren cambiar nuestro
sistema de vida.
Nuestros valores. Te
estoy diciendo que entre nosotros no hay cabida para los
muecines, para los minaretes, para los falsos abstemios, para su
jodido medievo, para su jodido chador. Y si lo hubiese, no se lo
daría" Para finalmente terminar con una advertencia a su
editor: "Te advierto: no me pidas nada nunca más. Y mucho
menos que participe en polémicas vanas. Lo que
tenía que decir lo dije. Me lo han ordenado la rabia y el
orgullo". Lo cual ya nos había quedado claro desde el
comienzo y, de paso, nos niega uno de los fundamentos de la
democracia y
de la tolerancia, desde la Gracia antigua: la polémica y
el derecho a réplica " la competencia de
argumentos en lugar de los insultos.
Pero como yo no poseo un nombre tan famoso como el de
Fallaci " ganado con justicia, no
tenemos por qué dudarlo" , no puedo conformarme con
insultar. Como soy nativo de un país subdesarrollado y ni
siquiera soy famoso como Maradona, no tengo más remedio
que recurrir a la antigua costumbre de usar
argumentos.
Veamos. Sólo la expresión "cultura
occidental" es tan equívoca como puede serlo la de
"cultura oriental" o la de "cultura islámica", porque cada
una de ellas está conformada por un conjunto diverso y
muchas veces contradictorio de otras "culturas". Basta con pensar
que dentro de "cultura occidental" no sólo caben
países tan distintos como Cuba y
Estados
Unidos, sino irreconciliables períodos
históricos dentro de una misma región
geográfica como puede serlo la pequeña Europa o la
aún más pequeña Alemania,
donde pisaron Goethe y Adolf Hitler,
Bach y los skin heads. Por otra parte, no olvidemos que
también Hitler y el
Ku-Klux-Klan (en nombre de Cristo y de la Raza Blanca), que
Stalin (en nombre de la Razón y del ateísmo), que
Pinochet (en nombre de la Democracia y de la Libertad) y
que Mussolini (en su nombre propio) fueron productos
típicos, recientes y representativos de la autoproclamada
"cultura occidental". ¿Qué más occidental
que la democracia y los campos de concentración?
¿Qué más occidental que la
declaración de los Derechos Humanos
y las dictaduras en España y
en América
Latina, sangrientas y degeneradas hasta los límites de
la imaginación? ¿Qué más occidental
que el cristianismo,
que curó, salvó y asesinó gracias al Santo
Oficio? ¿Qué más occidental que las modernas
academias militares o los más antiguos monasterios donde
se enseñaba, con refinado sadismo, por iniciativa del papa
Inocencio IV y basándose en el Derecho
Romano, el arte de la
tortura? ¿O todo eso lo trajo Marco Polo desde Medio
Oriente? ¿Qué más occidental que la bomba
atómica y los millones de muertos y desaparecidos bajo los
regímenes fascistas, comunistas e, incluso,
"democráticos"? ¿Qué más occidental
que las invasiones militares y la supresión de pueblos
enteros bajo los llamados "bombardeos
preventivos"?
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