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Nietzsche y la filosofía del cristianismo (página 3)



Partes: 1, 2, 3

Jesús como criminal político dentro de las
estructuras de
ocupación de la Palestina de su tiempo por
parte del Imperio Romano{61} es una concepción
que maneja Nietzsche
acerca de la figura histórica de Jesús. En
El Anticristo nos dice:

«Una cuestión completamente distinta es la
de si él fue consciente de tal antítesis, -o si
meramente fue sentido como tal antítesis. Y
aquí es donde por vez primera toco el problema de la
psicología del redentor.– Confieso que son pocos
los libros que leo
con tantas dificultades como los evangelios. […] Las historias
de santos son la literatura más
ambigua que existe: aplicar a ella el método
científico, si no existen otros documentos,
me parece una cosa condenada de antemano -mera ociosidad
erudita…»{62}

Nietzsche, interesado en la psicología del
sacerdote, estudia la génesis de los valores
morales y de las religiones. En
su obra Aurora (1881) dice Nietzsche con respecto al
origen de las religiones:

«¿Cómo ha podido llegar a considerar
un hombre como
una revelación su propia opinión sobre las cosas?
[…] hay […] palancas que trabajan en secreto; por ejemplo, se
fortalece una opinión ante uno mismo considerándola
como una revelación; se le quita lo que tiene de
hipotético; se la exime de la crítica
y de la duda; se le hace sagrada.».{63}
y:

«Todas las religiones llevan el sello de un origen
debido a un estado de
intelectualidad humana demasiado joven, toman demasiado a la
ligera la obligación de decir verdad, y es que no tienen
idea de un deber de Dios con los hombres: el deber de ser
claro y preciso en sus
revelaciones.»{64}

El sacerdote es el representante, el ejecutor y el
depositario de la tradición cristiana. Su
psicología está preñada de
cosmovisión cristiana. Su formación, su
adoctrinamiento, su socialización, su ser entero representa un
tipo especial de ser humano. él es el que ejecuta la
praxis de la Iglesia. Es el
indispensable hombre «espiritual» que intermedia
entre el mundo suprasensible y el Hombre;
entre Dios y la Naturaleza;
entre el Espíritu y la sociedad.
él es el conformador, el rector, el ejecutor y trasmisor
del «mundo verdadero», invertido por él
previamente; colocado en el mundo; hecho mundo y Realidad nueva.
La auténtica Realidad, la realidad donde los hombres
trabajan, viven, sufren, padecen y mueren; la Realidad donde
también hay momentos fugaces de felicidad, es un mundo
pasajero, un mundo de sombras, un mundo oculto y
meramente aparente. El Sol
platónico, asimilado a Dios, es el auténtico mundo.
Y el hombre ha de salir de su Caverna para salir fuera del mundo
de las sombras y encontrarse con su Sol que es el verdadero
iluminador del mundo real: el mundo ultrasensible. En el cristianismo
la kenosis de Jesucristo realiza el milagro de colocarnos
en el «mundo verdadero». El Verbo, con su
Encarnación, renuncia a sus prerrogativas de la divinidad
para ofrecerse en su condición de hombre hasta que se
efectúa la muerte en
la Cruz: «Dios murió en Jesucristo». La
Kenosis es empleada en San Pablo para describir la
humillación total de Cristo con el fin de obtener el
completo perdón de los pecados del hombre.
En la epístola a los Filipense (2; 6) podemos leer:
«El cual, siendo de condición divina, no hizo alarde
de ser igual a Dios, sino que se despojó a sí
mismo, tomando condición de esclavo.»

Pero, ¿qué es el pecado en el
hombre? ¿En que consiste este ser pecador que es el ser
humano? Ortodoxamente (Concilio de Trento), el pecado es una
trasgresión voluntaria de una norma moral o
religiosa. Para Nietzsche, el pecado auténtico es el que
se realiza contra la vida. El sacerdote es el auténtico
pecador, porque él ha «envenenado la vida» ha
«dado de beber veneno a Eros». La norma moral o
religiosa es impuesta por el sacerdote. Su trasgresión es
una desobediencia no a Dios como tal sino al poder del
sacerdote. Cuando se dice «se debe obedecer a la religión, a la norma
moral religiosa» lo que se está diciendo en realidad
es «debes obedecerme a mí, al sacerdote».
él es el imputador y el definidor de la norma moral
religiosa. Con ello se pretende un incremento de poder y de la
autoridad que
sirve al poder. En realidad el pecado es la desobediencia
al sacerdote, a sus normas, a su
poder. Cuando se peca, se peca contra la autoridad y el poder del
sacerdote. Se desobedece la ley. Dios es la referencia
última, la piedra sillar donde se sustenta el poder del
sacerdote. El sacerdote controla a través del pecado. El
sacerdote tiene necesidad de que se peque. Con ello mantiene
estructuralmente su poder. El poder de los fuertes de los
«amos de la
Tierra» deja paso al poder del sacerdote. él
crea la nueva moral del poder sólo que disfrazada de
dispoder. Es la «mentira
santa». Nietzsche quiere invertir esta
relación:

«En la psicología entera del evangelio
falta el concepto culpa y
castigo; asimismo, el concepto premio. El "pecado", cualquier
relación distanciada entre Dios y el hombre, se halla
eliminado, – justo eso es la "buena nueva". La
bienaventuranza no es prometida, no es vinculada a unas
condiciones: ella es la única realidad – el resto
es signo para hablar de ella… […] Lo que con el evangelio
quedó eliminado fue el judaísmo de los
conceptos "pecado", "remisión del pecado", "fe",
"redención por la fe" – la entera doctrina
eclesiástica judía quedó negada en la
"buena nueva".»{65}

Y Nietzsche continúa su exégesis sobre la
figura del Salvador, del Redentor, que es la figura central en la
filosofía del cristianismo creada por Pablo de
Tarso a partir de su «visión» en el viaje que
éste realiza a Damasco. Lo que a Nietzsche le interesa es
el «Cristo de la fe» no meramente el «Cristo de
la Historia»
ya que su análisis está centrado en la figura
del Redentor tal y como ha sido metamorfoseada en la
historia:

«Si yo entiendo algo de este gran simbolista [el
Redentor], es que él tomó por realidades, por
"verdades", únicamente realidades interiores, -que
concibió el resto, todo lo natural, temporal, espacial,
histórico, únicamente como signo, como
ocasión de parábolas. El concepto "hijo del hombre"
no es una persona concreta,
perteneciente a la historia, una realidad singular, irrepetible,
sino un hecho "eterno", un símbolo psicológico
desligado del concepto de tiempo. Lo mismo vuelve a ocurrir, y en
el sentido más alto, con el Dios de ese
simbólico típico, con el "reino de los cielos", con
la "filiación divina". Nada es menos cristiano que las
tosquedades eclesiásticas que hablan de un Dios
como persona, de un "reino de Dios" que se avecina
, de un "reino de los cielos" situado más
allá,
de un "hijo de Dios" segunda persona de
la Trinidad. Todo eso es -perdóneseme la expresión-
un puñetazo en el ojo -¡oh, en qué
ojo! Del evangelio; un cinismo histórico-mundial en
el escarnio del símbolo… Pero resulta patente -no para
todos, lo confieso- a qué se alude con los signos "padre"
e "hijo": con la palabra "hijo" se expresa el ingreso en
el sentimiento de transfiguración global de todas las
cosas (la bienaventuranza), con la palabra "padre", ese
sentimiento mismo,
el sentimiento de eternidad, de
perfección. – Me avergüenzo de recordar qué es
lo que la Iglesia ha hecho de ese simbolismo: ¿no ha
colocado en el umbral de la "fe" cristiana una historia de
Anfitrión? ¿Y, encima de eso, un dogma de la
"inmaculada concepción"?… Pero con ello ha maculado la
concepción. […] El "reino de los cielos" es un estado
del corazón
no algo situado "por encima de la tierra" o que
llegue "tras la muerte". El
concepto de muerte natural falta completamente en el
evangelio […]»{66}

La fuerza
extraordinaria del pensamiento
nietzscheano; su amplia intelección de los
fenómenos culturales y en especial de la cuestiones
vinculadas a la genealogía de los valores
morales y, más específicamente, a los del
cristianismo, hace de él un elemento fundamental en el
cisma, que a partir de su interpretación, se realiza en el proceso
civilizatorio de Occidente. Quizás mucho más que
las aportaciones intelectuales
de Ludwig Feuerbach{67} o de Carlos Marx. En
carta a su
amigo Paul Deussen fechada en Sils-Maria el 14 de septiembre de
1888 dice Nietzsche que «[…] dividirá en dos
partes la historia de la humanidad.»{68} Y en
carta al también amigo Franz Overbeck fechada en
Turín el 18 de octubre de 1888 dice: «Esta vez, como
antiguo artillero, hago avanzar mi cañón de gran
calibre; mucho me temo que con mis disparos vaya partir en dos
mitades la historia de la
humanidad…»{69}

«-Voy a volver atrás, voy a contar la
auténtica historia del cristianismo. -Ya la palabra
"cristianismo" es un malentendido-, en el fondo no ha habido
más que un cristiano, y ése murió en
la cruz. El "evangelio"{70} murió en la cruz.
Lo que a partir de ese instante se llama "evangelio" era ya la
antítesis de lo que él había vivido:
una "mala nueva", un disangelio. Es falso hasta el
sinsentido ver en una "fe", en la fe, por ejemplo, en la
redención por Cristo, el signo distintivo del cristiano:
sólo la práctica cristiana, una vida tal
como la vivió el que murió en la cruz es
cristiana… […] Reducir el ser-cristiano, la cristiandad, a un
tener-algo-por-verdadero, a una mera fenomenalidad de la conciencia,
significa negar la cristiandad. De hecho no ha habido en
absoluto cristianos.
El "cristiano", lo que desde hace dos
milenios se llama cristiano, es meramente un auto-malentendido
psicológico […]{71}

Aquí Nietzsche efectúa a un ataque a la
noción de evangelio (buena nueva) que es objeto
también de su exégesis filosófica, y sobre
todo psicológica. Nietzsche es fundamentalmente un
psicólogo; un psicólogo de la cultura. Un
penetrador implacable en la filosofía del
cristianismo. Su análisis, demoledor demuestra la
verdadera estructura del
cristianismo, la psicología del sacerdote, la
génesis de los valores
morales y, como no podría ser menos, la
filosofía que se esconde en los
evangelios:

«¡Y no infravaloremos la fatalidad que desde
el cristianismo se ha introducido furtivamente hasta en la
política!
Nadie tiene ya hoy valor para
reclamar derechos
especiales, derechos señoriales, un sentimiento de
respeto para
consigo mismo y para con sus iguales, -un pathos de la
distancia…
¡Nuestra política está
enferma de esa falta de valor! – El aristocratismo de los
sentimientos ha sido socavado de la manera más
subterránea por la mentira de la igualdad de
las almas; y si la creencia en el "privilegio de los más"
hace y hará{72} revoluciones, ¡es
el cristianismo, no se dude de ello, son los juicios
cristianos de valor lo que toda revolución
no hace más que traducir en sangre y
crímenes! El cristianismo es una rebelión de todo
lo que se-arrastra-por-el-suelo contra lo
que tiene altura: el evangelio de los "viles"
envilece…»{73}

En el parágrafo 49 de El Anticristo
podemos leer unos de los mejores análisis de
Nietzsche:

«-Se me ha entendido. El comienzo de la Biblia
contiene la psicología entera del sacerdote. -El
sacerdote conoce únicamente un peligro grande: ese
peligro es la ciencia -el
concepto sano de causa y efecto. Pero en su conjunto la ciencia
prospera sólo en circunstancias propicias, -para "conocer"
hay que tener tiempo, hay que tener espíritu de
sobra…
"Por consiguiente, hay que hacer desgraciado
al hombre", – ésa fue en todo tiempo la lógica
del sacerdote. -Se adivina ya qué es lo primero
que, de acuerdo con esa lógica, vino al mundo: -el
"pecado"… El concepto de culpa y de castigo, el entero "orden
moral del mundo" han sido inventados contra la ciencia,
contra la liberación del hombre respecto al
sacerdote… El hombre no debe mirar hacia fuera, debe
mirar dentro de sí: no debe mirar dentro de
las cosas con listeza y cautela, como alguien que aprende, no
debe mirar en absoluto: debe sufrir…Y debe sufrir de tal
modo que en todo tiempo tenga necesidad del sacerdote. […] Si
las consecuencias naturales de un acto no son ya "naturales",
sino que se piensa que están producidas por fantasmas
conceptuales propios de la superstición, por "Dios", por
"espíritus", por "almas", como consecuencias meramente
"morales", que son un premio, un castigo, una señal, un
medio de educación, entonces
queda destruido el presupuesto del
conocimiento
[…]»{74}

Ser es ser una condición. Ser es estar
condicionado. Por el mundo natural, por la filogénesis y
por la ontogénesis; por la cultura, por la
civilización, por la sociedad y sus elementos
conformativos de la
personalidad. No es posible el ser sin condiciones. Un ser no
puede ser incondicionado. El ser es ser precario, necesitado,
insuficiente, sujeto a poderes heterónomos, indigente,
desamparado. El ser es tener necesidades, querer cubrir
necesidades. El ser se culmina en el tiempo; está
«dentro» de él. El ser es, además
relación: con el mundo, con los otros seres que son tan
precarios como él. La insuficiencia del «ser en el
mundo» es lo que ha construido, por parte del hombre, el
otro mundo, el mundo escatológico, el mundo de las
«causas imaginarias». Dice Nietzsche «El
ámbito entero de la moral y de
la religión cae bajo este concepto de las causas
imaginarias.»{75} El ser es precario;
está «arrojado» al mundo pero:

«Nadie es responsable de existir, de estar
hecho de este o de aquel modo, de encontrarse en estas
circunstancias, en este ambiente. La
fatalidad de su ser no puede ser desligada de la fatalidad de
todo lo que fue y será. […] Se es necesario, se es un
fragmento de fatalidad, se forma parte del todo, se es en
el todo […] El concepto «Dios» ha sido hasta ahora
la gran objeción contra la existencia… Nosotros
negamos a Dios, negamos la responsabilidad en Dios: sólo
así redimimos al mundo.
-»{76}

En definitiva, Nietzsche es el filósofo de la
transvaloración. Su filosofía es una
invectiva contra todo aquello que ha mancillado la vida. El gran
mancillador ha sido el cristianismo. Con él se
inaugura un tiempo fatal para el hombre. Es el mayor error
que ha cometido la humanidad contra sí misma. Se debe de
nuevo «transvalorar los valores» para que el hombre
siga existiendo. El hombre debe liberarse de la
«imitatio Christi» si quiere sobrevivir en el
futuro. Debe realizar una nueva interpretación
(Ausdeutung) con respecto a la verdadera realidad. El
mundo de la vida debe ser colocado de nuevo en el centro
de la existencia y de la sociedad y la cultura. Nietzsche es el
denunciador de esta verdad que separa en dos mitades la historia
de la Humanidad. Desde hace más de un siglo, Nietzsche nos
alerta contra el peligro mortal del cristianismo: su inversión falsa de todos los valores
auténticos.

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Notas

{1} Cf. E. Cassirer: El problema del conocimiento
(4 vols.).

{2} Schopenhauer
es el maestro espiritual de Nietzsche a partir de la lectura de
éste de la obra El mundo como voluntad y
representación.

{3} Heigegger: El ser y el tiempo.

{4} G. Deleuze: Nietzsche y la
filosofía.

{5} F. Nietzsche: Die Unschuld des Werdens I,
Kröners Taschen ausgabe, Stuttgart, § 79. Citado en H.
Lefebvre: Nietzsche, pág. 15.

{6} Vid. M. Heidegger: Nietzsche (2
vls.).

{7} Cf. Nietzsche: La gaya ciencia.

{8} F. Nietzsche: La gaya ciencia, pág.
101.

{9} F. Nietzsche: Aurora. Meditación sobre los
prejuicios morales,
pág. 38.

{10} Vid. Richard Tarnas: La pasión del
pensamiento occidental. Para la comprensión de las ideas
que modelaron nuestra cosmovisión.

{11} Vid. la obra que realiza Heidegger sobre el
pensamiento de nietzscheano: Nietzsche (2
vols.)

{12} M. Olasagasti: Introducción a
Heidegger,
pág. 326.

{13} Vid. Hans Küng ¿Existe
Dios?

{14} F. Nietzsche: El Anticristo, págs.
40-41.

{15} G. Deleuze: Nietzsche y la filosofía,
pág. 215.

{16} H. Lefebvre: Nietzsche, pág.
35.

{17} H. Lefebvre: Nietzsche, pág.
37.

{18} Cf. E. Durkheim:
Las formas elementales de la vida religiosa.

{19} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
43.

{20} Haciendo un paralelismo con la frase de
Heráclito, llamado «el oscuro» cuando dice:
«la Naturaleza gusta de ocultarse».

{21} F. Nietzsche: Aurora. Meditación sobre
los prejuicios morales,
pág. 55.

{22} H. Lefebvre: Nietzsche, pág.
36.

{23} F. Nietzsche: El Anticristo, págs.
43-44.

{24} Cf. Richard Tarnas: La pasión del
pensamiento occidental. Para la comprensión de las ideas
que modelaron nuestra cosmovisión.

{25} Vid. «La cosmovisión cristiana»;
en R. Tarnas: La pasión del pensamiento occidental,
págs. 103-183.

{26} Cf. Freud: El
porvenir de una ilusión
y H. Marcuse: Eros y
civilización.

{27} Cf. H. Marcuse: Eros y
civilización.

{28} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
pág. 54.

{29} Para una visión del poder y sus formas cf.
Kenneth E. Boulding: Las tres caras del poder.

{30} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
pág. 55.

{31} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
pág. 73.

{32} Cf. al psicólogo Krishnamurti:
él parte del sufrimiento, del dolor, de la violencia,
&c., que hay para tratar de superarla no por la acción
de la colectividad sino por un proceso de tipo
«psicológico» haciendo hincapié en el
individuo,
como ente indivisible. Quizás debamos considerar la
propuesta de Krishnamurti
(psicológica-neurológica). Posiblemente, dicha
propuesta tenga una cierta viabilidad. Ello implica: i)
Autoconocimiento de lo que somos. ii) «Lo que es» en
nosotros: violencia, &c. iii) Aspectos evolutivos
(paleoantropología). iv) No escapar de lo que somos
mediante la religión, la ideología, &c. Si esto resulta ser
así ¿qué se puede hacer? El mismo ver la
cuestión es su acción según la
propuesta de Krishnamurti. Para este pensamiento, los problemas de
la realidad del hombre son demasiado complejos como para que los
dejemos sólo en manos de los filósofos. Krishnamurti parte de la
situación del mundo, de su dolor y sufrimiento.
Según él no es posible superar las condiciones
actuales sin un análisis pormenorizado de la conciencia
que permita a ésta dejar de estar dividida entre el
pensador y el pensamiento. Lo que propone es una especie de
metanoia en la conciencia; un cambio radical
en ésta que permita modificar las condiciones
estructurales de vida. Lo que el sociólogo J. Galtung
llama la «violencia estructural». Sin embargo, la
propuesta de Krishnamurti no parece estar al alcance de todos. Es
algo que no tiene que ver con el pensamiento que es el que ha
creado las religiones, las ideologías, &c. Es
más bien una ausencia del pensamiento y del pensador como
yo o ego.

{33} M. Heidegger: Introducción a la
Metafísica,
pág. 45.

{34} M. Heidegger: Introducción a la
Metafísica,
pág. 41. Las cursivas son
mías.

{35} M. Heidegger: Introducción a la
Metafísica,
pág. 21.

{36} M. Heidegger: Introducción a la
Metafísica,
pág. 22.

{37} M Heidegger: Nietzsche (2 vls.), pág.
37, volumen
I.

{38} M. Heidegger: Introducción a la
Metafísica,
pág. 26.

{39} Cf. A. Schopenhauer: El mundo como voluntad y
representación.

{40} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
pág. 100.

{41} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
pág. 51.

{42} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
28.

{43} F. Nietzsche: Genealogía de la moral,
págs. 51-52.

{44} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
31.

{45} Cf. Las obras de Schopenhauer y en especial La
estética del pesimismo. El mundo como voluntad y
representación
(antología).

{46} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
32.

{47} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
33.

{48} Para el concepto moderno de
«civilización» Cf. la obra de J. R. Goberna
Falque Civilización. Historia de una
idea.

{49} Vid. La obra del sociólogo italiano W.
Pareto y su «teoría de la circulación de las
elites».

{50} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
34.

{51} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
35.

{52} Cf. H Lorenz y F. M. Wuketits: La
evolución del pensamiento.

{53} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
39.

{54} F. Nietzsche: El Anticristo, págs.
40-41.

{55} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
págs. 112-113.

{56} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
pág. 108.

{57} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
pág. 123.

{58} F. Nietzsche: El Anticristo, págs.
111-112.

{59} F. Nietzsche: El Anticristo, págs.
53-55.

{60} F. Nietzsche: El Anticristo, págs.
55-56.

{61} Vid. E. P. Sanders: La figura histórica
de Jesús.

{62} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
57.

{63} F. Nietzsche: Aurora. Meditación sobre
los prejuicios morales,
pág. 40.

{64} F. Nietzsche: Aurora. Meditación sobre
los prejuicios morales,
pág. 55.

{65} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
63.

{66} F. Nietzsche: El Anticristo, págs.
64-65.

{67} Vid. L. Feuerbach: La esencia del
cristianismo.

{68} F. Nietzsche: Correspondencia, pág.
433.

{69} F. Nietzsche: Correspondencia, pág.
435.

{70} «Evangelio» procede del griego
Evanguelion: buena nueva.

{71} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
69.

{72} Aquí Nietzsche se adelanta clarividentemente
a las revoluciones del siglo XX tales como la Revolución
Rusa de octubre de 1917; diecisiete años
después de la muerte del propio Nietzsche.

{73} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
75.

{74} F. Nietzsche: El Anticristo, pág.
85.

{75} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
pág. 67

{76} F. Nietzsche: Crepúsculo de los
ídolos,
págs. 69-70

El Catoblepas • número 19 • septiembre
2003 • página 17

Partes: 1, 2, 3
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