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¿Qué sucede en la escuela hoy? (página 2)



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Como sabemos, la universidad
durante la modernidad fue la
institución del saber, de la formación de intelectuales,
científicos, ideólogos. La universidad posmoderna
devino en formación de técnicos. Lo que tenemos en
la universidad privada son industrias que
modelan técnicos estandarizados -o un proletariado
letrado- bajo un modelo de
mercado. Este
mercado universitario, sin embargo, está regido más
por la oferta que por
la demanda; de
otro modo no serían necesarias las ingentes inversiones
publicitarias. No son los futuros estudiantes o el campo laboral el que
orienta este mercado; son decisiones comerciales, acaso de
gestión, al interior de las propias
instituciones.
Es un producto sin
satisfacción garantizada que puede, como todos aquellos
artefactos de plástico
desechables, generar externalidades negativas. La
saturación de profesionales en tantas áreas de la
producción es una muestra palmaria
de la distorsión de este sector.

La publicidad
universitaria se nutre de un imaginario colectivo que no tiene
asidero en los cambios de la sociedad. Las
instituciones privadas se presentan como la escalera de
ascensión social, la que permitirá al futuro
estudiante ingresar en las elites del saber, acaso de la
producción. ¿Publicidad engañosa? Si nos
rigiéramos por las estadísticas laborales, lo que
tendríamos es una hueste de proletarios asalariados. No
sólo tenemos una trampa publicitaria. El mercado puede
también ser intrínsecamente perverso. Tal como
sucede en la salud, sector liberalizado
que hoy está en manos de un oligopolio.
Tres grupos
económicos farmacéuticos barrieron con la competencia y hoy
detentan el 95 por ciento de las facturaciones. Control total
sobre el mercado y, por cierto, sobre los precios de los
medicamentos. Son los amos y señores de nuestra salud.

Esta misma lógica
aplicada a la educación
llevará a los mismos resultados. Ya tenemos antecedentes
con la saturación de algunas carreras y con las
debilidades financieras de algunas instituciones. Sólo
falta que ingrese el capital
internacional y también saque del escenario a los
más frágiles. Como en todo sector expuesto al libre
mercado, tarde o temprano tendremos una concentración, un
virtual monopolio. Si
en salud ha sido nefasto, en educación
sería funesto. No sólo por los efectos sobre los
precios, sino por el sesgo ideológico que ya expresan los
financieramente más poderosos.

be recordar que aquí en Chile, hacia el primer tercio
del siglo veinte el historiador Francisco Encina reflexionaba
sobre la proliferación de abogados y médicos,
proceso que
podría llevar, especulaba, a una sociedad mórbida y
pendenciera. Sus aprensiones quedarían cortas al observar
nuestra contemporaneidad. Hoy podríamos alertar de la
emergencia de un ejército de disciplinados
tecnócratas inhibidos de la capacidad de reflexión.
Sin lugar a dudas, si Francisco Encina viviera hoy frente a la
caótica proliferación de carreras universitarias,
muchas de ellas de dudosa utilidad,
simplemente estaría anonadado.

Por eso, afirmar hoy que la educación chilena -y la
enseñanza superior en particular-,
está en crisis se ha
transformado en un lugar común. Los constantes conflictos del
Estado con los
profesores y las movilizaciones estudiantiles de las diversas
universidades tanto particulares como públicas que desde
1997 se vienen produciendo en el país así lo
confirman. Ello también se ve reflejado en las elecciones
de autoridades en las distintas universidades, donde nuevamente
el tema central es el tipo de universidad que se quiere construir
y el rol que deben jugar en el desarrollo
cultural del país.

A su vez, el estudiante universitario, esclavo estoico, sujeto
a un proceso performativo antes que formativo, se cree tanto
más libre cuanto más lo ligan las cadenas de la
autoridad. Al
igual que su nueva familia, la
Universidad, se tiene por el ser social más
"autónomo" mientras que representa, directa y
conjuntamente los dos sistemas
más poderosos de la autoridad social: la familia y
el Estado.
Él es su hijo sometido y agradecido. Siguiendo la misma
lógica del hijo sumiso, participa de todos los valores y
mitificaciones del sistema, y los
concreta en sí mismo. Lo que eran ilusiones impuestas a
los empleados, se convierte en ideología interiorizada y conducida por la
masa de futuros pequeños cuadros. Si la antigua miseria
social ha producido los mayores sistemas de compensación
de la historia (las
religiones),
la miseria marginal estudiantil no ha encontrado consuelo
más que en las imágenes
más desfiguradas de la sociedad dominante, la
repetición burlesca de todos sus productos
alienados.

El estudiante universitario, ese subproducto de
enseñanza superior, no se da cuenta de que la historia
altera su irrisorio mundo "cerrado". La famosa "crisis de la
Universidad" parte de una crisis más general del capitalismo
moderno; sigue siendo el objeto de un diálogo de
sordos entre diferentes especialistas. Dicha crisis traduce
simplemente las dificultades de un ajuste tardío de este
sector especial de la producción a una
transformación de conjunto del aparato productivo. Los
residuos de la vieja ideología de la Universidad liberal
burguesa pierden importancia en el momento en que desaparece su
base social. La Universidad ha podido disfrutar de un poder
autónomo en la época del capitalismo librecambista
y de su Estado liberal, que le dejaba una cierta. libertad
marginal. De hecho, dependía estrechamente de las
necesidades de este tipo de sociedad: dar a la minoría
privilegiada que estudiaba la cultura
general adecuada, antes de que alcanzara las filas de la clase
dirigente de la que apenas habla salido. De ahí el
ridículo de los profesores nostálgicos, amargados
por haber perdido su antigua función de
perros
guardianes de los futuros amos por esa otra, mucho menos noble,
de perros de pastor, siguiendo las necesidades planificadas del
sistema económico, guiando las hornadas de "cuellos
blancos" hacia sus fábricas y oficinas respectivas. Son
ellos quienes oponen sus arcaísmos a la
tecnocratización de la Universidad y continúan
suministrando imperturbablemente las sobras de una cultura
llamada general a futuros especialistas que no sabrán que
hacer con ella.

Las diversas facultades y escuelas, todavía adornadas
de ilusiones anacrónicas, son transformadas de
dispensadores de la "cultura general" a la medida de las clases
dirigentes en fábricas de enseñanza rápida
de cuadros inferiores y de cuadros medios. Lejos
de oponerse a este proceso histórico que subordina
directamente uno de los últimos sectores relativamente
autónomos de la vida social a las exigencias del sistema
mercantil, nuestros progresistas protestan contra los retrasos y
desfallecimientos que sufre su realización. Son los
defensores de la futura Universidad cibernetizada que ya se
anuncia aquí y allí. El sistema mercantil y sus
modernos servidores, he
aquí al enemigo

Lo que se publicita no es un conocimiento o
una técnica; es un gran simulacro -que es lo más
falso de lo falso- del saber. Los alumnos son clientes que
adquieren un producto o servicio y
ambos actores están regidos por las leyes del
mercado. La universidad es una frase publicitaria, un eslogan.
Las estrategias de
venta no difieren
en mucho de las de un plan de salud, un
seguro de
vida, un cementerio privado… un automóvil.

Quizás la más evidente de las manifestaciones de
esa crisis es que nuestras universidades se han ido llenando de
propuestas profesionales "especializantes" que tienden a
satisfacer las necesidades de la sociedad chilena globalizada en
la perspectiva del neoliberalismo
excluyente y marginalizador, que por exigencias del mercado
obliga a las instituciones de enseñanza superior -Centros
de Formación Técnica, Institutos Profesionales y
Universidades y los pre y post grado correspondientes- a ofrecer
contenidos avasallados por el pensamiento
lineal de corto alcance y estrecho con predominio en la
repetición de lo ya sabido, donde hay ausencia de
desarrollo de nuevos conocimientos sobre la base de un
pensamiento global, sistémico y crítico. Son
profesionales "eficientes" y hábiles en la solución
de problemas
locales pero sin la perspectiva y la visión de lo global,
dándole además la espalda a los problemas sociales
que la introducción de los nuevos paradigmas
tecnológicos le imponen a nuestras sociedades.

Es en este contexto, que la educación en nuestro
país se presenta cualitativamente más deficitaria
que nunca. No de otro modo se explica que los egresados de las
escuelas, en sus diferentes niveles, presentan serias
deficiencias en su formación académica. De partida
hay encuestas muy
decidoras al respecto. Concluyen que los jóvenes no saben
comprender lo que leen, ni escribir correctamente lo que piensan.
Aún más, no saben expresar y argumentar verbalmente
sus ideas, se muestran incapaces de pensar por sí solos
creativamente. Magros resultados para una educación que
desplaza el estímulo a la creación por la mera
memorización y su consecuente posterior
repetición.

Pero la crisis en la educación no sólo se da en
el estamento universitario, sino que la misma no es más
que el punto de cristalización respecto de una crisis que
viene desde mucho más atrás. En efecto esta crisis
ya se manifiesta en la educación parvularia,
formación deficitaria que se asoma ya patente en dicho
estamento.

En efecto, desde muy temprana edad, el niño, ese alumno
recipiente de información, tiene poco o nada que ver con
el niño que llega al pre-escolar, con ojos brillantes y
curiosos, imaginativo e indagador. Sólo por un muy breve
tiempo de su
vida logra retener esas maravillosas cualidades para luego,
gradualmente, comenzar una declinación de sus
energías intelectuales, y la pérdida de la
curiosidad y la exploración. Poco a poco, ese niño
párvulo, por naturaleza
activo e inquisidor, en los momentos que está abriendo los
ojos al mundo, poco a poco deviene pasivo en la escuela. De este
proceso se tiene que la escuela desarrolla y mantiene vigente un
proceso de aprendizaje no
pro-activo, sino pasivo e irreflexivo a la vez.

Todos nos hemos enfrentado alguna vez con situaciones que
carecen de sentido y podemos atestiguar cuan perturbadora
experiencia puede ser ésta. Sin embargo, cuando nos
enfrentamos a algo sin sentido, si estamos en imposibilidad de
hallar indicaciones, lo evadimos o pedimos ayuda, en cambio, ante
la misma situación el niño no sabe a quien
volverse, simplemente porque él es enviado "allí",
y debe permanecer en aquel lugar junto con los otros. La escuela
se convierte así en fuente de frustración de una
necesidad importantísima. Pero es el caso, que por su
naturaleza el niño desea una vida con experiencias
significativas.

De otra parte, no es difícil observar que, en el aula,
los docentes
dedican mucho de su tiempo a "mantener la disciplina",
sobre todo en la enseñanza básica y media. Un
grupo de
alumnos callados, que no hagan muchas preguntas, que estén
atentos y casi sin moverse, se considera como un grupo ideal de
aprendizaje. Los supuestos subyacentes a este escenario son
claros: al docente se le encarga que enseñe y tiene la
responsabilidad que los alumnos aprendan. Los
estudiantes tienen que atender permanentemente al profesor,
quien es el poseedor del conocimiento, como algo externo y
terminado, que el alumno debe "adquirir" a través de
los sentidos:
el oído
predominantemente.

Así, en el aula, mientras los alumnos se sientan en sus
pupitres, son inundados por una copiosa información sobre
distintas asignaturas. Algunos minutos de matemáticas, otros de castellano para
continuar con biología y así
sucesivamente. De este modo, durante el día son sometidos
s un intenso bombardeado de información sobre una y otra
cosa sin la más mínima conexión,
desconectado todo ello de la vida real. Al final el alumno sale
con una embrolladera en la cabeza, incapaz de asumir la compleja
realidad del mundo de afuera.

Tenemos que reconocerlo, la nseñanza tal cual se
imparte en nuestro país adolece de serias deficiencias que
caen dentro del ámbito descrito. No por casualidad los
resultados de las últimas pruebas
"Simce", muestran estancamientos y retrocesos respecto de
anteriores pruebas, no sólo en lo que respecta a los
resultados de conocimientos y habilidades propiamente dichos,
sino que, más grave aún, la distancia de
rendimientos entre los sectores pobres y los opulentos se
profundiza.

Y no podría ser de otro modo, porque las reformas que
se han hecho a la educación han sido sólo eso,
meras reformas que no atacan los fallos estructurales habidos en
las orientaciones de los sistemas pedagógicos. No se
fomenta la curiosidad para que el alumno aprenda por sí
solo y logre ser más creativo. El niño se remite a
apuntar y memorizar, sin que piense o analice para sintetizar la
información. El uso de internet, que pudiera ser
una gran ayuda, siempre se usa en el sentido puramente
mecanicista para encontrar tal o cual dato que se le pide en la
escuela. Pero es el caso que ese dato sólo se copia y se
pega para presentarlo al profesor, muchas veces sin siquiera leer
su contenido y para que decir, sin reflexionarlo, sin recrearlo,
y tampoco sin criticarlo ni menos para dar curso a la
creación a partir del dato obtenido. Toda la
información que se entrega o recibe el alumno ya se
encuentra cocinada, suprimiendo así la iniciativa de
éstos a aprender a inferir y a relacionar los datos por su
propia cuenta

De este modo, la manera de hacer aprender es la
repetición: copiar, escribir, tomar apuntes del profesor
todopoderoso; el lema ya no es "la letra con sangre entra"
sino "la letra, por repetición entra". La creatividad
queda amputada dejando paso al individualismo, la competitividad
y la obediencia. Son los primeros pasos que se inculcan desde la
infancia para
que el niño devenga en un ser alienado, amputado de la
posibilidad de sus propias dotes creativas, las cuales son
opacadas, minimizadas por un sistema educacional que se vuelve
mecanicista, eminentemente repetitivo. En este orden, los halagos
y premios no son pocos para los "niños
buenos", que son los más sumisos, hasta hay un porcentaje
de la nota para castigar a los rebeldes y premiar a los que
obedecen sin rechistar.

Ahora bien, si bien es cierto, aportar más recursos
económicos, construyendo más escuelas y comprar
más computadores, es una necesidad que requiere nuestro
sistema de enseñanza, la crisis de la enseñanza en
los colegios de nuestro país tiene raíces
más profundas. Esto quiere decir que no basta tal o cual
reforma, sino un cambio radical en los parámetros
fundamentales que la sustentan. Por de pronto, volver al antiguo
modo de formación del profesor, es decir a partir de un
sentido verdaderamente vocacional, la que se impartía a
través de las "escuelas normales" y los institutos
pedagógicos. Ahora, existe una proliferación de
universidades particulares que imparten pedagogía, muchas de ellas entregando una
dudosa formación profesional en lo que importa es la
rentabilidad.
Proliferan las universidades de pura tiza y pizarrón en
que la vocación poco importa, y la formación se
reemplaza por la "enseñanza de repetición".

Y no sólo están los problemas propios que hacen
deficitario los sistemas de enseñanzas; eso es sólo
la punta del iceberg de un problema mucho mayor que está
constantemente presionando sobre ella. En este punto
necesariamente tenemos que denunciar el sistema capitalista que
nos enmarca y las profundas diferencias sociales
intrínsecos a dicho sistema. Para nadie es misterio, que
en las escuelas de nivel básico muchos de los niños
asisten sólo bajo el interés de
acceder a un desayuno y un almuerzo; en lo tocante a la
enseñanza propiamente dicha, "no están ni
ahí". ¿Cómo incorporar realmente a estos
niños?… ¿Cómo encantarlos? A decir verdad,
si provienen de hogares destruidos, en que los padres son
alcohólicos y drogadictos, y más aún se
encuentran cesantes, y peor aún, si han caído en el
mundo de la delincuencia,
no hay sistema educacional alguno que pueda incorporarlos
realmente en el actual sistema imperante. Un proceso educativo
para que pueda ser entregado, efectivamente, dentro de un
concepto de
igualdad de
oportunidades, requiere para ello que el problema deficitario
económico, social y cultural en las familias chilenas se
atiendan y resuelvan radicalmente y no formalmente con meras
reformas.

Sabemos que las exigencias provenientes de los sub-sistemas
sociales, comenzando por el económico, han planteado
demandas precisas de tipo cualitativo al egresado de la
educación. Se hace hincapié en la necesidad, cada
vez más apremiante, de contar con individuos reflexivos y
creativos para la toma de
decisiones cada vez más complejas que impone la cada
vez más aguda competencia entre países y bloques
económicos. Los problemas de carácter global, por su carácter,
imponen y exigen la reflexión y la creatividad para
enfrentar a gran escala temas como
el daño
ambiental, la sobrepoblación, y sobre todo, las
expectativas crecientes frente a los recursos en
disminución, y la competencia económica con
énfasis en la calidad.

Esto quiere decir que las exigencias sociales externas
presionan al sistema educacional en todos los niveles, siendo el
más sensible el universitario, seguido del técnico
profesional intermedio, pues son niveles terminales en
relación directa con las exigencias del mercado de
trabajo. La
universidad y la escuela técnica presionan sobre el nivel
secundario intermedio con exigencias precisas de calidad y el eco
resuena alcanzando a la básica, donde descansa la
formación de habilidades básicas para la lectura,
escritura y
matemática. Los errores y déficit en
el nivel primario se pagan a lo largo de toda la
enseñanza, aunque sean suplidos posteriormente.

Así, en América
Latina la tarea educacional tiene un doble carácter;
por una parte, se necesita resolver los problemas de injusticia
social, derivados de las condiciones socio-económicas
vigentes, y de otra, avanzar hacia el objetivo
mundial de desarrollar la calidad de la educación. En este
empeño gran parte de los intentos de corrección de
las deficiencias educativas, que han actuado con un
carácter remedial, deben su menor éxito a
la parcialidad y asistematicidad de las modificaciones
introducidas. Cambios ejercidos de manera fragmentada sobre
distintos componentes del proceso.

Es en este orden que es importante atender a aquello que
señala la ensayista argentina Beatriz Sarlo respecto a los
parámetros esenciales que deben estar explícitos en
los sistemas educativos en todos sus niveles: "…la escuela
-dice- no debe ser sólo una prolongación de la vida
cotidiana, que fluye sin cortes entre la calle y el aula, sino un
lugar donde la cultura cotidiana, de algún modo, se
interrumpe para que puedan entrar otras culturas, otros saberes y
otras actitudes. La
escuela es lo otro del mundo del juego e
idealmente debería ser lo otro del mundo de la necesidad y
la carencia. Los chicos van a la escuela porque deben apropiarse
de algo que es completamente diferente a ellos, a sus costumbres
y, en general, a sus inclinaciones trabajadas por los diferentes
medios que consumen tanto en Palermo Chico como en la villa. Si
la escuela no ofrece los elementos para realizar ese corte y no
le da a los chicos algo distinto de aquello que traen de otra
parte, no está cumpliendo con su función".

Claro está, que estas premisas básicas
señaladas para el proceso educativo van a encontrar su
gran dificultad por la forma en que se encuentra estructurada la
sociedad actual, y con ello el modo como influyen los organismos
e instituciones creadas desde los grupos de elite que se
encuentran en el poder. Ya Michael Foucault (2000)
sostenía la existencia de una sociedad disciplinaria que
desarrolla una tecnología más
que una ideología, y ello instaura una identidad
homogénea entre sus miembros. La sociedad disciplinaria ha
instalado máquinas
de producción de sujetos, las instituciones modernas, las
cuales disciplinan a hombres y mujeres generándoles
hábitos, respuestas inconscientes a normas abstractas
y positivas, a un deber ser que los marca y los crea.
En lugar de reprimir, forma, conforma y habitúa. El
principio de esta sociedad es la norma, y cuando el sujeto se
desvía de la misma, aun sin conocerla, es castigado
configurando así su aprendizaje e interiorizando la
normatividad en su propio cuerpo. Los sujetos se tornan en
instrumentos dóciles, obedientes, aptos para trabajar, al
disociar las fuerzas corporales, aumentarlas en su sentido
económico y disminuirlas en su sentido político. El
cuerpo será, así, un objeto útil, ya que
todas sus fuerzas estarán dedicadas a la producción
y el trabajo, lo que le restará potencia para
oponerse y resistir.

El control y el aprendizaje
comienza en la familia, continúa en la escuela, se
extiende a la fábrica, la colonia, las zonas de
esparcimiento, de diversión y de juego y puebla las calles
de la ciudad. Es casi imposible no estar sometido a algún
tipo de normalización e institucionalismo; es poco
probable que logremos ser entes individuales con identidad
propia. Según Foucault: el
individuo "no
posee un pensamiento propio, ya que es el lenguaje
que otorga la red a través de la
cual piensa, red que lo atraviesa y lo obliga a pensar en cierta
forma; tampoco tiene palabra, la palabra siempre es ajena; no
posee un cuerpo propio, sino que fue inventado por la sociedad
disciplinaria" . Y de esta realidad -al que acertadamente apunta
Foucault-, la escuela y el profesor difícilmente pueden
desaprenderse, por el contrario, se encuentran prisionero de ese
fatal círculo.

Es en este contexto que el profesor viene a ser un
eslabón más constituyente de un cuerpo social que
se encuentra alojado en la escuela. Por más que lo desee,
el profesor no podrá desembarazarse de la realidad
estructural asfixiante que lo rodea. Por eso, y excúseme
el profesor, esa autoridad al que el niño y adolescente
debe seguir ciegamente, no sería ninguna mentira decir que
casi la totalidad de los profesores están aborregados
pedagógicamente. Y no es que ellos conscientemente quieran
estarlo, sino que las estructuras
del sistema capitalista, quiéranlo o no, lo determinan en
tal condición. Es decir, que el profesor como parte
constituyente de la escuela, como un eslabón más
que forma parte de las instituciones societarias creadas a modo
de reproducir las condiciones existentes en la sociedad de
clases, poco o nada podrán hacer para romper ese acerado
corsé sobre el cual se encuentran prisioneros. Con todo,
lo poco o más que se pueda hacer para romper esta
condición, está en manos del profesor poder
así hacerlo quien por su situación privilegiada
(intelectualmente hablando), es el que puede hacer el aporte
mayor, si es que orienta su quehacer no sólo en el sentido
estrictamente pedagógico educativo, sino que priorizando
el proceso formativo del educando.

Esa es la cruda realidad,… ¡y aún
más! En la escuela los burgueses aplacan uno de sus peores
miedos: la lucha de clases. En efecto, al niño se le
enseña a respetar la autoridad, a ser amigo del que le
oprime; el profesor sería como el patrón, como el
burgués y el alumno como el obrero, si de pequeño
nos enseñan a ser amigos de los que nos joden, si de
pequeños nos enseñan que la rebeldía es
mala, si desde pequeños aplacan nuestra curiosidad,
nuestra creatividad y nuestra libertad mental. Entonces, es hora
ya de empezar a pensar en un cambio radical en el modo de
impartir las enseñanzas en los colegios. Una reformita por
aquí, y otra por allá, un computador por
aquí y dos computadores más allá, son meros
paliativos y nada más que eso

A manera de conclusión termino con una reflexión
de Pedro García Olivo, introducida en "Reflexiones en
torno a la figura
moderna del Educador", en la que señala lo siguiente: " En
un célebre pasaje "anti-humanista", Foucault
sugería que, frente a todos los que todavía nos
quieren hablar del Hombre, de sus
necesidades, de su condición, de sus miserias y hasta de
su liberación, sólo cabe oponer ya una "sonrisa",
una "sonrisa filosófica" y, en cierto sentido, silenciosa.
A mí me anima un temperamento distinto: ante el Educador,
que sigue siendo el especialista en hablar del Hombre, en
trabajar para el Hombre, en
obtener sus medios de subsistencia y sus claves de reconocimiento
social a partir de una labor infame sobre la conciencia ajena
y un parloteo adormecedor en torno a la "verdadera humanidad de
los seres humanos", ante esa figura moderna de la
colonización mental y de la heteronomía moral, en
absoluto voy a responder con una "sonrisa", y mucho menos con una
u otra forma de "silencio". Contra el Educador, frunciré
el ceño, al modo del "filósofo del martillo"
(Nietzsche), y
levantaré airada mi voz"….

… "A la crítica
de la figura moderna del Educador pretendo contribuir, mostrando
su pertenencia a una lógica tardo capitalista de la
dominación que se manifiesta en las más diversas
esferas sociales: mundo del trabajo, prisiones, relaciones
familiares, etc. Lógica que oculta o disfraza el ejercicio
del poder, dulcifica las relaciones de explotación y
convierte al objeto de la opresión en sujeto de la misma,
en garante de su propia subordinación.

FUENTES:

**El azote de la esfera intelectual. Reflexiones en torno a la
figura "moderna" del Educador (De Pedro García Olivo).
Publicado en
** Sobre la miseria en el medio estudiantil. Varios autores.
(Barcelona, Icaria, 1977)
**¿Qué sucede en la escuela hoy?. Versión
original (De Hernán Montecinos)
** El porvenir de nuestros establecimientos educacionales
(Federico Nietzsche).

2 de septiembre de 2007

 

 

 

 

Autor:

Hernán Montecinos

Partes: 1, 2
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