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Subjetividad y praxis: la diversidad de los contextos culturales


Partes: 1, 2

    1. Subjetividad objetiva y
      objetividad subjetiva
    2. Praxis y
      semiótica
    3. Identidad y
      diversidad cultural
    4. Cultura y
      pseudocultura
    5. Bibliografía

    Subjetividad objetiva y
    objetividad subjetiva

    La objetividad es lo verdaderamente subjetivo. La subjetividad
    es lo verdaderamente objetivo. Lo
    más subjetivo es lo objetivo. Lo más objetivo es lo
    subjetivo.

    Por una parte, cuando se tiene un objeto, hay múltiples
    ángulos y momentos en que éste puede
    circunscribirse, desde cada uno de los cuales se va haciendo
    distinto, es decir, se va haciendo otro objeto. El objeto cambia
    al modificarse el contexto, la historia en la que se
    enmarca y que siempre va siendo distinta. El objeto que en un
    momento llamó la atención por su novedad al poco tiempo se hace
    viejo e indiferente, es otro. Pero, aún más,
    generalmente un objeto nace ambiguo y complejo por la
    simultánea diversidad y movimiento de
    los contextos en los que se inserta desde el principio.
    Así, un objeto es siempre muchos
    objetos
    , hay una infinitud de objetos implicada en
    cada objeto, porque son infinitos sus contextos.

    Por la otra parte, no hay nada más patente y
    vívido
    , es decir, no hay nada más
    objetivo, que las emociones cuando
    éstas son intensas, aunque a veces no se tenga palabras
    para describirlas.

    A diferencia de lo externo que puede ser observado desde
    diversos ángulos y tiene desde su origen múltiples
    facetas, lo interno únicamente es desde el ángulo
    mismo en que fue captado por la persona que lo
    observa; no es otra cosa, sino eso mismo que fue percibido
    internamente. Es dolor, es alegría, es nostalgia, es un
    recuerdo, una imagen, una
    narración que el observador ha percibido desde el
    único plano en que existen. En cuanto esas emociones y
    vivencias internas pueden analizarse se transforman en externas y
    dejan de ser lo que fueron originalmente al entrar en
    relación con otros contextos.

    Con entrenamiento una
    persona puede aprender a describir con alta fidelidad sus
    emociones y la forma en que desarrolló un pensamiento,
    así como puede narrar sus sueños que solamente
    tienen un único ángulo desde el que son
    soñados. Sin embargo, debe quedar claro que al nombrar o
    describir un hecho éste se transforma. Por eso se dice que
    el sueño narrado es siempre distinto del sueño
    soñado, y lo mismo ocurre con cualquier otro objeto. Todo
    objeto al ser representado se modifica, se hace otro en cada
    ocasión en que se recuerda. Entendiendo esto,
    podríamos tener claro que "el pasado se puede cambiar" y
    de hecho cambia con sólo mencionarlo, como cambia un
    libro o una
    película a los que se entra por segunda o enésima
    vez. Los seres humanos estamos condenados a transformar todo lo
    que tocamos, aún cuando no sea esa la intención.
    Por eso la cultura crece
    y se modifica con la reiteración, con los rituales, con
    las costumbres.

    Las emociones y los pensamientos tienen un sentido primigenio
    único, mientras que lo externo es desde el primer momento
    diverso, polisémico. Pero lo interno sólo puede
    pervivir externalizándose, es decir, haciéndose
    otro. La vivencia pasa a ser recuerdo. Los recuerdos, es decir,
    el pasado, va cambiando conforme pasa la vida; lo que un
    día fue tristeza y debilidad después se transforma
    en orgullo y fortaleza, tal como lo muestran las historias
    heroicas.

    En psicología, los objetivistas no confiaban
    en la percepción
    directa de los datos, sino en la
    medida en que dos o más sujetos observadores estaban de
    acuerdo, con lo cual sus datos resultan "intersubjetivos". Del
    otro lado, muchos teóricos de la subjetividad, en cambio, no
    parecen preocuparse mucho por confirmar sus observaciones, las
    consideran verdaderas y válidas desde el primer momento,
    como si fueran objetivas.

    A principios del
    siglo XXI, todavía hay muchos objetivistas que no han
    entendido que los ojos y los oídos han sido educados para
    percibir lo que perciben, tienen una historia y corresponden a
    actitudes y
    creencias ideológicas, y que, por tanto, lo mismo ocurre
    con todos los patrones de medida a los que han considerado como
    si fueran impersonales o ahistóricos.

    Los teóricos de la subjetividad no se percatan de que
    los fenómenos que consideran "subjetivos" se producen
    "objetivamente" y se relacionan de manera objetiva con las
    condiciones de vida material en que se desenvuelven personas y
    grupos. Los
    teóricos de la subjetividad no comprenden lo que bien dice
    Pablo Fernández Christlieb (2004) acerca de que el
    pensamiento ocurre no sólo en la cabeza de las personas
    sino que pensamos con movimientos corporales y con las cosas que
    nos rodean. Por ejemplo, un lápiz o una computadora,
    así como la ordenación que hay en un supermercado
    son elementos del pensar de individuos y colectivos. Al dialogar
    se piensa también a través de las palabras del
    otro.

    En efecto, todo es subjetivo debido a su objetividad y es
    objetivo por su subjetividad. Esa es la realidad, decía
    Hegel. No es
    que el objeto sea otro más allá de su apariencia,
    sino que la apariencia es ya una parte del objeto real que se
    forma de múltiples, sucesivas e infinitas formas de su
    aparecer. Así, objetividad y subjetividad, tanto en el
    sentido ontológico y epistemológico como en su
    dimensión propiamente psicológica, incluso
    individual, son dimensiones mutuamente constitutivas. Por eso
    puede decirse que también el psicótico
    tiene razón
    , como ya nos lo habían
    hecho ver, por una parte Cervantes y,
    por otra, Erasmo de Rotterdam. Y, siendo consecuentes,
    también habría que decir que el saber
    absoluto
    pretendido por Hegel no deja de constituir
    un delirio de grandeza que, por cierto, muy pocos han podido
    comprender.

    Praxis y
    semiótica

    Partes: 1, 2

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