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Votos, medios y campañas: Cuatro mitos sobre comunicación y política


Partes: 1, 2

    1. Primer
      mito: las elecciones se resuelven en los medios de
      comunicación
    2. Segundo mito: los
      medios influyen de la misma manera a toda la
      sociedad
    3. Cuarto mito:
      Más presencia en los medios conduce a votaciones
      más altas

    Hoy en día no hay campaña política de alcance
    nacional que pueda tener éxito
    si no pasa por el escenario electrónico. Candidatos y
    partidos, gobiernos e instituciones,
    buscan la atención mediática para dirigirse a
    la sociedad y en
    ese afán a menudo subordinan lo que quieren decir a los
    formatos que la televisión y la radio les
    imponen para que terminen expresando solamente lo que les dejan
    decir.

       Esos medios han
    acaparado de tal manera la arena pública que su
    beneplácito pareciera ser indispensable para que prospere
    cualquier esfuerzo de propaganda y
    proselitismo. Como es bien sabido las empresas de
    comunicación electrónica matizan, modulan e incluso
    llegan a determinar, de acuerdo con sus respectivos intereses, la
    agenda de los asuntos públicos.

       Pero una cosa es que la
    televisión y la radio sean
    insustituibles en la formación de consensos en las
    sociedades
    contemporáneas y, otra, que tengan una omnipotencia tal
    que el resto de los poderes -estatales, políticos,
    jurídicos, formales- se les tenga que subordinar. El
    poder de los
    medios es muy importante pero a menudo se le magnifica por
    ignorancia, ofuscación o comodidad.

       La mayor parte de los funcionarios estatales,
    dirigentes políticos y legisladores cree, por lo menos en
    México,
    que el de los medios es un poder ilimitado. Se olvidan de que
    los medios de
    comunicación, en sociedades como la nuestra,
    están o debieran estar acotados por marcos
    jurídicos, exigencias sociales y por la acción
    de las instituciones del Estado. Junto
    con ello, soslayan la existencia de otras fuentes de
    información y persuasión -el entorno social y
    familiar, el contexto y la experiencia, etcétera- a las
    cuales los ciudadanos atienden con tanto o, en ocasiones, mayor
    interés
    que a los medios.

       Precisamente porque tienen un poder singular y
    habitualmente desmedido y porque disponen de una cotidiana e
    intensa capacidad de influencia sobre la sociedad, es pertinente
    que los medios de
    comunicación electrónica estén ubicados
    en un marco de competencia,
    pluralidad y exigencia constante lo mismo por parte del Estado
    que de la sociedad misma. Cuando eso no ocurre, como sucede en
    México, entonces los medios
    electrónicos se erigen como si fueran un poder
    superlativo.

       Es natural que las empresas de
    comunicación quieran ejercer un predominio como el que han
    alcanzado hoy en México y que a menudo avasalla a
    gobiernos, parlamentos e instituciones. No es frecuente que
    quienes lucran con el poder quieran deshacerse de él o
    dejar de ejercerlo. Lo más perturbador, en el caso
    mexicano, es que en la que algunos denominan clase
    política y, de manera general, en las instituciones del
    Estado que tienen la responsabilidad de organizar y garantizar la
    convivencia social, el miedo a los medios de comunicación
    amplifica el de por sí importante poder de esas empresas.
    En México, particularmente durante la
    administración del presidente Vicente Fox (2000-2006)
    el sometimiento del gobierno federal
    a las ambiciones de las dos empresas que acaparan la televisión
    mexicana, la reticencia  de todos los partidos
    políticos para enfrentar el desafío que esos
    medios significan para la democracia en
    el país y la docilidad de la gran mayoría de los
    diputados federales y senadores al interés de las empresas
    televisoras, han formado parte del pasmo y la
    subordinación del Estado al poder de los medios.

       En ese panorama, puede ser útil delimitar
    qué son capaces de hacer -y qué no- los medios de
    comunicación de masas respecto de los procesos
    electorales. En las páginas siguientes se discuten cuatro
    mitos que con
    frecuencia se repiten acerca de la relación entre medios y
    política.

      
    Primer
    mito: las
    elecciones se resuelven en los medios de comunicación

       Presentes en prácticamente cualquier
    intersticio del espacio público contemporáneo los
    medios de comunicación de masas tienen una
    participación innegable, y a menudo ineludible, en la
    formación de las opiniones de los ciudadanos. Los medios
    son, antes que nada, el conducto más importante para que
    la gente se entere de los asuntos públicos. Los dichos y
    hechos de los candidatos durante una campaña
    política son conocidos, antes que en otros espacios, en y
    por los medios de comunicación de masas.

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