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Diferencia y novedad de la televisión pública (página 2)



Partes: 1, 2

Expresión de esa autonomía, sería la
existencia de un marco legal y una organización institucional capaces de
garantizar el funcionamiento de la
televisión pública más allá de
apremios burocráticos, administrativos y desde luego
políticos. Estabilidad de sus cuerpos directivos,
mecanismos de expresión de los grupos de la
sociedad
interesados en ella y estatutos legales adecuados a esos fines,
son algunos de los rasgos indispensables para la televisión pública. Acerca del
financiamiento
no hay esquemas definitivos pero puede considerarse que la
dotación regular de recursos fiscales
junto con otras formas de abastecimiento -entre las que no
debería estar excluida la publicidad
comercial-  son necesarias para una televisión
pública estable.

Contenidos

La televisión privada suele distinguirse por la
supeditación de la calidad en la
programación, a la cantidad en la
audiencia. La televisión de gobierno, o de
Estado,
sacrifica el contenido a la propaganda.
Calidad televisiva y cantidad de espectadores no están
reñidas. Pero a fin de que la sociedad aprecie contenidos
que pueden exigirle más atención, reflexión o
implicación, se requiere que pueda elegir entre distintas
opciones de televisión. En este sentido la TV
pública tiene un efecto de democratización
cultural, no solo porque lleva contenidos no comerciales a
audiencias que de otra forma no tendrían acceso a ellos.
Además es cultural -y socialmente- democratizadora, porque
su sola existencia supone que el espectador tiene más
posibilidades al elegir la televisión que
contemplará. Diversidad, creatividad,
calidad y experimentación, son divisas de la
televisión pública.

   Fines. Toda televisión, de una u
otra manera, entretiene, informa e incluso educa. Pero la
televisión comercial hace todo eso para ganar dinero o para
cumplir con la agenda de algún grupo de
interés
privado. La televisión de gobierno entretiene, informa o
educa, como parte de un proyecto para
ampliar o mantener la hegemonía política. La
televisión pública cumple con tales funciones como
servicio a la
sociedad.

   Públicos. Toda televisión,
igual que todo medio, busca alcanzar las audiencias más
amplias que sea posible. Todo medio se define, además de
otros rasgos, por sus públicos. La televisión
privada construye sus audiencias de acuerdo con los objetivos que
le impone la mercadotecnia.
La televisión pública pretende lograr y mantener
audiencias independientemente del potencial de compra -o la
capacidad de voto- que puedan tener sus integrantes.

   Contraste. La televisión
pública, como apuntamos antes, funciona como contrapeso a
los estilos, prioridades, perversiones, distorsiones y sobre todo
insuficiencias de la televisión privada. Si no hubiera
televisión privada o televisión de gobierno, la de
carácter público no sería
necesaria.

***

   Más allá de sus propósitos o
del desempeño que sería deseable que
alcanzara, a la televisión pública también
la hacen diferente sus dificultades  y su
presencia social.

   Hoy, en distintos sitios del mundo, la
televisión pública enfrenta un nuevo y fuerte acoso
de la televisión privada. Como resultado de la disputa por
el mercado, pero
también a consecuencia de un prejuicio
ideológico que se ha extendido a falta de un debate serio
sobre estos temas, algunos de los principales consorcios de la
radiodifusión privada se han empeñado en
descalificar a la de carácter público: sostienen
que su existencia atenta contra las libertades de
expresión y la competencia
económica. En distintos países, la arremetida
contra los medios
públicos está convirtiéndose en prioridad de
los consorcios mediáticos de carácter privado.

   Al contrario de esas posiciones, entre las
funciones esenciales de la televisión pública se
encuentra la apertura de espacios para que se manifiesten
ciudadanos y grupos que de otra manera no tendrían acceso
a ese medio. Al mismo tiempo permite
que el mercado de la televisión -que es financiero, pero
también de ideas y mensajes- no se encuentre subyugado al
interés de unas cuantas corporaciones comerciales. Y junto
con ello, cumple con una función
democrática que hoy en día es de la mayor
necesidad.

   En palabras de Andrew Graham, consultor de la BBC
y directivo del Channel Four británico: "La
radiodifusión de servicio público es crucial.
Actúa como contrapeso a la posible monopolización
de la propiedad y la
fragmentación de las audiencias en el sector privado.
Debido a que sus propósitos son diferentes, amplía
la elección de los consumidores tanto individual como
comunitariamente. Y tiene una parte especialmente importante por
jugar en el mundo multicultural de nuestros días para
promover los derechos
democráticos. La radiodifusión de servicio
público no es un añadido opcional. Cada sociedad
debería tener uno o más servicios
públicos de radiodifusión independientes"
[2].

   El asedio de la televisión privada contra
la de carácter público se expresa de variadas
formas: desde propuestas para marginarla de los mercados
publicitarios o para limitar la cobertura de sus transmisiones,
hasta mociones para que desaparezca. El notable afán de
grandes corporaciones mediáticas para minar a los medios
públicos, es otro de los motivos para defenderlos.

   Vale reconocer, desde luego, que en su contra
también juegan el débil escrutinio e incluso en
ocasiones el escaso interés de la sociedad, la ignorancia
de los gobiernos, el descuido de los legisladores y la
inhabilidad y frecuente ausencia de autocrítica de la
misma televisión pública.

   Ante esas tendencias, puede reconocerse el
desarrollo de
un interés creciente por la televisión
pública en distintos sitios del mundo. Casi siempre como
resultado de preocupaciones ciudadanas y sociales ante el
predominio y la avidez del poder
mediático, se advierte la inquietud de partidos
políticos y gobiernos, grupos académicos y de
periodistas así como se agrupaciones sociales de las
más diversas vocaciones temáticas, para reivindicar
a los medios públicos.

   En junio de 2001 la Federación
Internacional de Periodistas, IFJ, realizó en Nipporo,
Japón,
una reunión sobre "La radiodifusión pública
en la era de la información". Allí se acordó
desarrollar una campaña por la radiodifusión
pública con el propósito de: "construir la solidaridad entre
las organizaciones y
crear vínculos con la sociedad civil,
respaldar un programa de
acciones
prácticas alrededor del mundo, coordinar acciones
efectivas con el Banco Mundial, la
UNESCO, la Unión
Europea y otras organizaciones regionales y políticas,
así como apoyar los esfuerzos de la IFJ para promover el
diálogo
social internacional" [3].

***

   La radiodifusión pública
está adquiriendo una actualidad paralela a la
extensión y la influencia crecientes de la
comunicación digital. Las novísimas
tecnologías de la información implican dos
desafíos para los medios públicos.

   Por una parte ese desarrollo tecnológico
tiende a favorecer las capacidades de expansión e
influencia de la radiodifusión privada, así como el
crecimiento de las desigualdades sociales. Gracias a él,
los grandes consorcios de comunicación logran más cobertura,
presencia e influencia sociales en un muy dinámico
proceso de
concentración de intereses mediáticos y
corporativos. Al mismo tiempo las redes informáticas,
cuando -como es frecuente- se expanden fundamentalmente gracias
al interés privado, llegan a reproducir las disparidades
entre los ciudadanos. A las desigualdades tradicionales que se
padecen en todas las sociedades
pero especialmente en las países de menor desarrollo
económico, ahora se añade el inequitativo
acceso a los instrumentos de información: la brecha
digital se está constituyendo en uno de los indicadores
sustanciales del crecimiento, o el atraso, de cada
país.

   El flanco virtuoso de las nuevas
tecnologías se encuentra en su flexibilidad para ser
aprovechadas con propósitos distintos a los de la
comunicación mercantil. La existencia de la Internet, junto con el
desarrollo de la digitalización para propagar señales
de radiodifusión convencional, implica nuevos retos y
posibilidades para los medios públicos.

   En palabras de dos estudiosos españoles:
"Las transformaciones de la era digital representan grandes
oportunidades para el desarrollo de la comunicación, pero
también representan nuevos riesgos de
concentración y de desequilibrio con múltiples
disfunciones probables. Muchos de estos desequilibrios tienen que
resolverse en el marco de la regulación general de los
sistemas de
comunicación, públicos y privados, todos ellos
"servicios
públicos". Pero, en este nuevo contexto, la iniciativa
pública tiene un rol y una responsabilidad especial: hacer, y prever para el
futuro, todo lo que sea necesario para el desarrollo
democrático y del bienestar social, y que no
quedaría cubierto por las iniciativas reguladas
únicamente por el mercado" [4].

   Hoy en día la televisión
pública, para cumplir auténticamente con sus
responsabilidades, está obligada no solo a entender la
importancia de la comunicación digital sino, en
consecuencia, a reconocerse en ella. Una televisión
pública que no explore y aproveche las posibilidades de la
Internet, entre otras que ofrece la sociedad de la
información, se quedará estancada y será
crecientemente infructuosa. No en balde el sistema de
radiodifusión pública más prestigiado del
mundo, la BBC, aprovecha ahora las opciones de retroalimentación respecto de su
programación convencional, almacenamiento de
mensajes y propagación de contenidos específicos
que ofrece la red de redes en un proyecto
que imbrica a la Internet con la televisión -tanto la de
carácter convencional como la de formato digital-
[5].

***

   En muchas circunstancias locales y nacionales la
televisión pública, a pesar de sus insuficiencias y
errores, tiene sobre la de carácter privado o sobre la
televisión de gobierno una mejor reputación. Cuando
la televisión pública es realmente eso, puede
presentarse con el genuino orgullo de procurar una producción orientada por la calidad y no
por la publicidad. No queremos decir que a la televisión
pública no le hagan falta ingresos
comerciales, pero ellos constituyen un medio y no uno de sus
fines como le ocurre a la de carácter privado. Sus
resultados no sólo (aunque también) se miden en
puntos de rating. El criterio esencial para evaluarlos
tendría que considerar la calidad, sin que la excelencia
de los contenidos se convierta en excusa para justificar la
indiferencia de los públicos.

   Los productores de una televisión
pública que cumpla con parámetros como esos pueden
-y acostumbran- estar orgullosos de su trabajo. En
cambio la
televisión privada habitualmente está a la
defensiva porque quienes la hacen saben que, en aras de la
cuantía en el rating y las finanzas, a
menudo recorren el resbaladizo camino de la vulgaridad y la
falsedad.

   La televisión privada suele tener mala
conciencia. Para
mitigarla busca legitimarse con ciertas dosis de pluralidad
política, diversidad noticiosa, autoridad
académica e incluso excepcionalidad cultural. Esos
ingredientes son aderezos en un menú televisivo dominado
por la ordinariez. De cuando en cuando, durante algunos minutos
la televisión privada se abre a la discusión de
ideas, eventualmente difunde programas de
calidad e incluso invita a quienes la critican, para lavarse el
rostro salpicado de las chabacanerías que difunde durante
la mayor parte del día.

   La reflexión y la cultura son
adornos circunstanciales en una programación determinada
por otros valores. La
televisión pública, en cambio, tiene a la
creación, al arte, al pensamiento y
a la crítica
entre los ejes de su programación: no son  coartadas
sino su razón de ser.

***

   Nos encontramos ante una nueva etapa de la
televisión pública.

   De manera esquemática, podemos describir
tres amplias y heterogéneas fases en el desarrollo de la
TV pública en el mundo.

   La primera transcurrió desde los
orígenes de la televisión hasta los años
setenta del siglo XX. En esa larga fase, en numerosos
países los gobiernos instalaron televisoras que en pocos
casos llegaron a constituir auténticos sistemas
públicos pero que casi siempre eran espacios distintos a
los de índole fundamentalmente comercial. Tales
televisoras de gobierno, estatales o incluso públicas, en
algunos casos siempre coexistieron con empresas privadas
de televisión y en otros fueron precursores de ellas.

   Luego se abrió un interregno de un par de
décadas, las dos últimas del siglo XX, durante las
cuales las televisoras públicas y estatales -salvo pocas
excepciones- quedaron estancadas o incluso desaparecieron. En
algunos países las oleadas privatizadoras llevaron a los
gobiernos a deshacerse de los canales de televisión que
administraban. En otros la televisión pública se ha
mantenido en condiciones de debilidad ante la expansión de
las televisoras privadas. Aun en los países en donde la
televisión pública tiene más arraigo y
credibilidad, con frecuencia se pensó que su
extinción podría estar cerca.

   La tercera etapa comenzaría a la par del
nuevo siglo y estaría siendo consecuencia, por un lado, de
la preocupación de crecientes grupos ciudadanos ante el
crecimiento de la mediocracia preponderante en la
comunicación y por lo tanto en el acaparamiento de buena
parte de la esfera pública. También estaría
influyendo cierta revalorización del papel del Estado,
cuya pertinencia ha sido reconocida después de enconados
rechazos ideológicos y al cual se le concibe como una
entidad organizadora y promotora, así como acotada por una
sociedad más activa que nunca. El territorio natural e
irrenunciable de esa sociedad, el espacio público,
requiere de medios de
comunicación capaces de compensar y complementar la
presencia de los medios mercantiles. Allí es donde la
televisión y el resto de los medios públicos
-apoyados en las tecnologías que articulan a la llamada
sociedad de la información- podrían estar
experimentando una nueva época.

[1] En noviembre de
2002  la representación en México de
la Fundación Friedrich Ebert me pidió una ponencia
que se denominara "¿Qué hace diferente a la
televisión pública?" para un foro sobre ese tema que se
realizó en la Casa Lamm. Esta es una versión
ampliada de aquella exposición.

[2] Andrew Graham, "Quality,
not profit", en Open democracy, www.opendemocracy.net , 16
de mayo de 2001.

[3] IFJ World Congress.
Resolution. http://www.save-public-broadcasting.org/events/tokyo.htm

[4] Miquel de Moragas y Emili
Prado, "Repensar la televisión pública en el
contexto digital". Documento de la Universitat Autónoma de
Barcelona en:

http://www.uned.es/ntedu/espanol/master/primero/modulos/teoria-de-la-informacion-y-comunicacion-audiovisual/tvpublica.pdf

[5]
http://www.bbc.co.uk/digital/

Ensayo publicado en etcétera, marzo 2003

 

 

 

 

 

Autor:

servidor.unam.mx

Investigador en el Instituto de Investigaciones
Sociales de la UNAM.

URL:  
(fuente)

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